Relato: Sara: La ruta de fuego (1)



Relato: Sara: La ruta de fuego (1)

Sara: La ruta de fuego (cap-1)







El agua del r�o pasaba
indolente,


reflejando noches y arrastrando d�as�


T�, desnuda en la fresca corriente,


re�as�





Jos� �ngel Buesa
(Tercer poema del r�o)



Hoy he cumplido 27 a�os� es lo que escrib� en mi diario hace
ya dos meses, con fecha 16 de junio. Me balanceo en la silla, frente al
escritorio, emitiendo un leve suspiro y dejando caer mi cabeza hacia atr�s.


Es aburrido� el diario es aburrido�


No, no, no!!! Lo que es aburrido es su contenido, mi vida�


Si, mi vida es aburrida, mon�tona y sin aliciente.
Reconocerlo tampoco me anima, pero aun as�, me encuentro bien, c�moda, protegida
dentro de la rutina de mi existencia�


El fax ronronea y expulsa una hoja�


Solo dos episodios marcan mi vida hasta el momento y ambas
son, digamos, dram�ticas.


Mis padres murieron siendo yo ni�a, �ten�a 6 a�os?... hace ya
tanto tiempo� que la imagen de su recuerdo se ha ido desdibujando en mi mente.
Recuerdo aquel d�a y los posteriores al accidente de forma vaga. Aquel se�or
serio y trajeado que me dec�a que a partir de entonces iba a ser mi tutor. �Qu�
era un tutor?...



El otro, el se�or del malet�n, dijo que era el abogado de don
Francisco de Pe�aclara� y estaba tambi�n la monjita, Sor Luisa, ella quer�a
llevarme a su casa, al convento que estaba al final de la cuesta�


�Sabes cual es, Sara?� pregunt�.


No, noo, nooo!!! �Y mis padres? ellos volver�n, en el
hospital se curaran, si, ellos volver�n, si, volver�n, vendr�n!!!...


Repet�a con los ojos anegados de l�grimas, forcejeando en los
brazos de don Francisco. Despu�s de ese incidente, la fiebre me consumi� durante
d�as, un ir y venir de la consciencia a la inconsciencia y cuando despert�, en
el convento, ni mi peque�o cuerpo, ni mi infantil mente, encontraron la fuerza
suficiente para rebelarse contra el destino. Los amorosos cuidados de Sor Luisa
(mi segunda madre) llegaron a calmar mis penas con el paso del tiempo.


Mi infancia transcurri� tranquila� acud�a, a diario, al
colegio de siempre, dos calles m�s arriba. Contaba con pocos amigos.


Era muy t�mida entonces� jajajaja� bueno y ahora...


Carmen, vecina y amiga desde la cuna y Luis, el hijo del
panadero, eran mis compa�eros de andanzas. Con ellos fui descubriendo el mundo
fuera de la congregaci�n. Muchas veces les invitaba a comer en la cocina del
convento (uno de mis lugares preferidos porque siempre hacia calorcito) y Sor
Juana, la cocinera, despu�s de llenarnos la barriga con sopa y pollo nos
regalaba con algunas galletas y pastelillos que mas tarde com�amos junto al r�o.


El r�o�


Pasando un peque�o bosque de robles, la orilla junto al r�o,
formaba un recodo, seguido de una media luna de arena, y su caudal un peque�o
remanso, parecido a un estanque.


El para�so, el ed�n, el r�o en verano� corr�amos hasta all�
en la playita quedaban dispersadas las ropas y sus aguas� fueron el traslucido
espejo de nuestros cuerpos, juveniles, fr�giles, cambiantes� nos desnud�bamos,
jadeantes y euf�ricos por la carrera a trav�s de los campos� nos calmaba el
frescor del agua� Los primeros besos los descubrimos, t�midos, sumergidos,
buceando en el agua, con sabor dulce y burbujas escapando hacia la superficie�



-Luis!!! Tu pito se ha puesto tieso... �Como has hecho
eso?... Yo no he hecho nada (su cara esta como una grana), ello solo se pone
as�


Carmencita se acerca y le toca la punta, Luis huye nadando
con unas cuantas brazadas. Molesto pasa un rato alejado meci�ndose en el agua,
despu�s, mas calmado, regresa y se acerca t�midamente�


Una mano en el incipiente pecho, los dedos acariciando el
rosado bot�n�



-Me gusta as� porque crece y me da gusto, �has probado,
Carmen?, digo en un momento de abandono� los dos me miran con sus bocas
abiertas� uhhmmm


Me dejo caer de espaldas en la superficie cristalina� risas,
chapoteos y aguadillas son las salvas con las que me regalan.


Embadurn�ndonos de arena nos toc�bamos con mimo, explorando,
reconociendo, recordando y avivando un fuego que aplac�bamos al zambullirnos
Hac�amos cada tarde un peque�o corro, flotando, juntos los tres, para descubrir
un pechito m�s crecido que ayer� casi seguro, un espejismo producido por el sol
y la caprichosa refracci�n de la luz en el agua, pues no maduraban tan r�pido.
Las caricias crec�an con nosotros, los besos cada d�a menos torpes, las manos
m�s audaces y �vidas, el deseo y el erotismo anidando en los cuerpos. Un nuevo
pelo en el pecho de Luis era festejado con una batalla y bombardeo de agua, y
despu�s, tumbados sobre la suave arena, piel caliente tostada al sol, mirando
pasar las nubes, charl�bamos� aun oigo la voz de Carmen�


-Mi madre dice: que si los chicos ponen su semilla en las
chicas nos dejan embarazadas� Luis, �tu sabes lo que se hace para poner la
semilla en las chicas?... No, bueno� (se escucha como traga saliva) se hace el
amor� el rojo de aquella nube debe ser el reflejo de su cara� el "mi madre dice"
y las revelaciones de Carmencita nos acompa�aron hasta el r�o unos cuantos
veranos� justo hasta el verano de los 17 a�os.


Al finalizar ese curso, Carmen se mud� del pueblo, su padre
hab�a recibido una estupenda oferta de trabajo en otra provincia. Y pese a los
ruegos por parte suya y nuestra, a sus padres, inevitablemente la vimos marchar
una tarde soleada de finales de junio.


Quedamos, Luis y yo, solos y entristecidos, a�orando a la
parlanchina y decidida Carmen� las siguientes tardes junto al r�o se llenaron de
silencios, de torpeza y de miradas ruborizadas, pero ninguno de nosotros evito
los dulces encuentros en la orilla.


Una tarde sal� temprano del convento, Luis tardar�a un rato
en llegar, seguramente con dos deliciosos bollitos de pan para merendar. A esa
hora estar�a durmiendo, pues hab�a empezado a trabajar en la panader�a familiar
(no le gustaba estudiar y en el ultimo curso sus notas empeoraron tanto que su
padre le puso a trabajar). Me quite la ropa y me tend� sobre la arena a esperar.
Deb� quedarme dormida con la tibieza del sol pues no le o� llegar. Me despert�
un fuerte apret�n en un pecho, una mano dura y fuerte, atenaz�ndome el turgente
seno. Abr� los ojos� no era Luis�


�Quien es ust�? ugghhh� se ahog� la voz en mi garganta, el
dolor me inund�, comenc� a forcejear, grit� y su eco fue una sonora carcajada�
sent� miedo (crec�a en mi como una advertencia, instinto animal de supervivencia
que llegaba tarde). Sent� el peso de aquel tipo, un hombre corpulento, la fuerza
de sus brazos, de su tronco inmoviliz�ndome, manteni�ndome cautiva. Su mirada
lasciva devorando mis enrojecidos pechos, sobando mi cuerpo con sus manazas,
recorriendo a su antojo mis m�s profundos e �ntimos confines. Una mano hurg� en
mi boca, casi me hizo vomitar. Un pez�n aprisionado con dos dedos como tenazas,
su boca succionando el otro, sent� sus dientes apresarlo, mellando el abultado
bot�n. Ara��, pate�, solt� unas tortas� �su�ltame!... y un pu�o se estrell�
contra mi cara, qued� aturdida mientras escuchaba y sent�a una respiraci�n
jadeante en mi cuello�


�Puta, vas a ser m�a! � te ibas a derretir al sol como un
bomb�n� �pero yo se lo que te gusta, zorra!...


Me remov�a bajo su peso, pero solo consegu�a ahondarme mas en
la �spera arena, puso su antebrazo sobre mi cuello, �no pod�a respirar!,
consegu� clavarle las u�as ara�ando su hombro, la presi�n cedi�


Aghhh �Unas tiras de carne bien merecen este revolc�n jajaja!
dijo mientras se soltaba el pantal�n entre jadeos� �guarra, te voy a meter la
verga hasta las orejas!


Y como un resorte liberado salio de su bragueta, aquella
polla, dura como una estaca, bot� sobre mi vientre, intentando bajar hasta mi
sexo, intu� con horror lo que pretend�a hacer� ahogando una exclamaci�n pens�
no, as� no!!! No mi primera vez... Me revolv� mas y la piel sobre la arena me
escocia resentida por el constante roce, trate de zafarme pero las manos del
hombre me atenazaban como argollas de hierro�


�Una muchacha con br�os! �Estate quieta, zorrita, ya veras
que bien lo pasas!


Con la rodilla me separo las piernas, su mano invadiendo y
hurgando con sus enfebrecidos dedos el delicado sexo� desesperada le mord� en un
brazo� ggrrrrr�consegu� cerrar los muslos por un breve momento, pero solo sirvi�
para enardecerlo y enfurecerlo mas�


ggrrrrrr �zorra asquerosa, vas a ver lo que es bueno!... los
golpes llovieron sobre mi cara y mi pecho, recib� un rodillazo fuerte entre las
piernas, su peso se acomod� firmemente entre mis muslos, la polla presta en la
entrada de mi vagina� otro golpe y la oreja me palpita, entra arena en la nariz,
los peque�os granos se mezclan en la cara con mis lagrimas� un fuerte empuj�n,
intenso roce de la verga, casi arrastrando mis labios al interior de mi poco
preparado sexo, un fuego que quemaba grabando su voluntad en la fr�gil carne�el
s�bito estallido de dolor, abrasador, explosivo�


Cre� partirme en dos� y ya� dej� de sentir� sus gemidos me
llegaban de la lejan�a, su respiraci�n jadeante se mezclaba con la deseosa
calidez del sol, sus besos cuarteaban mis labios, rasgu�aban mi piel, (el r�o
estaba tan cerca para saciarlos�), el coraz�n desbocado, la sien palpitando y
los fuertes envites lacerando como latigazos mi tembloroso cuerpo� no acababa,
no acababa�


No recuerdo cuando se marcho� quiz� despu�s de aquel intenso
bramido� mi cuerpo quedo como un despojo fr�o y tr�mulo sobre la arena� mirando
el r�o�


El gorgoteo del agua, el reflejo destellante de los rayos en
la superficie� el calor del sol� sus calidos y envolventes brazos que me acogen
y me mecen�


Despert� al anochecer en el convento� vi la dulce cara de sor
Luisa� ya no habr�a mas dolor� solo quer�a olvidar, olvidar�


Sor Luisa me cont� d�as despu�s, que Luis me encontr� en la
orilla del r�o, desnuda, golpeada y violada. El me visti� como pudo y me llevo
al convento. La polic�a, alertada, buscaba al individuo que me forz�, pero aun
no hab�an dado con el.


No quer�a ver a nadie, mas tiempo para olvidar� pero una
tarde acced� a que Luis me visitara. Nos abrazamos sentados en la cama y as�
permanecimos toda aquella tarde� apacible lazo de consuelo y dulzura�
silenciosos, por alg�n inexplicable secreto t�cito solo expresado con la mirada�
quiso besarme al marchar y se encontr� con mis dedos sobre sus labios, beso las
yemas con doloroso gesto de pesar� la inocencia se hab�a roto en mil pedazos�


Besos para todos




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Relato: Sara: La ruta de fuego (1)
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