...pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas que aun suelen sangrar,
�y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, (lo) dej� pasar!
AMADO NERVO (Mex).
MI GRANDE AMORCITO:
Tal vez parezca una paradoja, pero es una realidad. Grande
porque as� es el amor que sentimos y que nos profesamos, Amorcito por tu
juventud.
Escribo esto en el lugar de vacaciones. Quise venir porque tu
me lo pediste, pero tambi�n me lo ped�a el cuerpo y la mente. Nuestra relaci�n
me tiene cada d�a, cada hora, m�s estresado. Este a�o no hemos podido gozar de
nuestros d�as de descanso juntos porque no coincidieron. T� en tus estudios, en
el momento clave de tu carrera, con tu propio calendario, inamovible, yo en la
empresa aceptando, porque no me queda m�s remedio, el turno que he podido tomar.
Aqu� en esta hermosa playa del Adri�tico quedan pocos
paseantes. Uno que otro turista de esos al borde la tercera edad, un par de
parejitas j�venes, quiz�s en luna de miel, y alg�n solitario despistado como yo,
en mi cuarentena. Cuarentena por el doble motivo, de mis a�os y de mi soledad,
de mi ausencia de ti.
Acept� tambi�n porque necesitaba meditar...
T� sabes cual es el motivo recurrente de mis reflexiones. Me
conoces desde que ten�as 15 a�os, o sea, hace ya 7 hermosos a�os. Sabes que lo
que me ronda, especialmente este �ltimo a�o, es NUESTRO amor, nuestra relaci�n y
la preocupaci�n constante de cual es nuestro futuro. �Soy masoquista? �Por qu�
pienso siempre s�lo en que lo nuestro tiene un fin y que ese est� cada vez m�s
cerca?
Cuando estamos juntos, a solas, am�ndonos en nuestro
escondite, en casa, que es m�s tuya que m�a porque me la llena tu presencia, el
aroma de tu perfume, los olores de tu cuerpo que impregnan nuestra cama y que
cada domigo, cuando te marchas, me acompa�an como una feliz prolongaci�n de tu
presencia, pero tambi�n con el martirio de pensar en donde est�s, con quien r�es
y te diviertes y conversas y compartes... y que no soy yo; con la tortura de
nuestra separaci�n en esos d�as en que est�s t� en la Uni, metido en tus libros
y yo currando metido en los proyectos, las relaciones laborales, los planos, los
c�lculos, los materiales, en fin tanta cosa que, despu�s de todo, es lo que al
fin y al cabo, nos permite vivir nuestros fines de semana a tope, haciendo lo
que se nos venga en gana, donde se nos ocurra, pero juntos y felices.
No me martiriza trabajar, ni me martiriza la separaci�n que
se inicia cada tarde de domingo y se prolonga taaaaaaannntoooo, hasta la noche
del viernes en que se inicia, cada semana, una nueva luna de miel para los dos.
Lo que me martiriza, y de domingo a domingo, sin descanso, es
pensar, sentir, intuir, deducir, que esto �cu�nto durar�? Y que suelo
responderme, cada d�a que pasa, MENOS. Que cada minuto m�s de ganarte me lleva a
perderte. No dejo de pensar en que hay 18 a�os de distancia entre t� y yo.
Cuando te conoc�, en aquel autob�s, con ese rictus triste en
tu hermosa carita, con tus ojillos entrecerrados, con tu actitud dubitativa que
no te decid�a a bajarte aqu� o all�, con tu cuerpo que iniciaba su desarrollo
viajando de la adolescencia al hermoso muchacho que hoy eres y que me hizo
acercarme a ti en un gesto de protecci�n y ternura pero que bien entiendo que
era un imprevisible deseo de ti, de ti todo, de ti entero, de ti �nico. Ese d�a,
en ese momento, no sab�a ni pod�a saber, qu� delicias disfrutar�amos los dos,
pero tampoco intu�a con cu�ntos dolores tendr�a que pagar la felicidad de
tenerte.
Te segu� cuando te bajaste el aquel parque y te dirigiste al
bosquecillo que refrescaba el calor de esa tarde. Te habl� de inmediato. No
quer�a parecer un depravado que acosa a un muchacho. Por eso quiz�s no
desconfiaste e iniciamos una conversaci�n que dura hasta hoy.
Me contaste sobre tu soledad, sobre tu carencia de amigos, tu
timidez y aburrimiento, tu falta de di�logo con tus queridos padres y tu
inquietud que te llevaba cada fin de semana a salir en busca de algo, alg�n
lugar, alguna presencia que te calmaran esa ansiedad.
Supongo que era tu necesidad de afecto. Pero no del afecto
que nos brinda la familia, o los amigos, o los compa�eros, sino de algo m�s
profundo, m�s �ntimo, m�s personal, m�s �nico, m�s... lo que sea, pero m�o y
s�lo m�o, necesidad o deseo que tenemos todos a tu edad, en especial y en
particular.
Yo te habl� de mi vida dedicada a mi trabajo. La vaciedad de
mi relaci�n con mis amigos y de la insulsez de mis visitas a sus hogares, de
vida ya decidida, anquilosada en la mayor�a de los casos y dedicada a producir y
consumir, ganar y gastar, trabajar y dormir.
-No estoy hecho para el amor, te dije. �Yo s�, -me
respondiste, y se que en alguna parte, en alg�n momento encontrar� a la persona
que me llene los d�as, sepa escucharme y comprenderme pero que, especialmente,
me haga sentir amor, mi amor y su amor.
Te dije que eras muy maduro para pensar as� y sentir todo
eso. Que esperaba que no fuera producto de ver muchas pel�culas rom�nticas o de
las lecturas insulsas del cole.
No te enfadaste, te reiste. Degustamos un helado. Compartimos
algunas an�cdotas graciosas y nos despedimos. Yo no quer�a irme, pero todo el
tiempo estuve preocupado de lo que pensaban de nosotros, un chico en sus 15 y un
hombre de 33 a�os, que a todas luces no eran padre e hijo ni siquiera hermanos,
mayor y menor. Por eso me fui. No sin antes decirte que, "la pr�xima semana, a
la misma hora", me encontrar�as en el mismo lugar.
Ese futuro encuentro me motiv� toda la semana. A la vez que
me hizo vivirla con m�s entusiasmo, tambi�n me hizo sentirla m�s larga.
Y no me extra�� que faltaras a la cita. All� estuve, con mi
cartera de fotos, de peque�os recuerdos, de objetos personales, que quer�a
mostrarte, compartir contigo, que en unos minutos de compa��a hab�as penetrado
en mi vida y hab�a impreso una huella que ya nunca se borrar�a.
T� sabes, porque te lo he comentado miles de veces todo lo
que pens�, imagin�, sufr�, me di como explicaci�n por tu ausencia. Me recuper�
algo, en el momento en que quise inventarme explicaciones m�s positivas y cuando
me decid� a volver al domingo siguiente.
Pero... al tercer o cuarto domingo en que no llegaste, ya me
dije que estaba haciendo el tonto, que �de d�nde?, que �por qu� iba a querer un
chico ser amigo o pasar una tarde con un adulto solitario y medio trist�n?.
As� pas� el tiempo hasta que nos reencontramos en el mismo
autob�s de la primera vez. Curiosamente conduc�a el mismo chofer y nos sentamos
en el mismo lugar. Yo iba tan triste y distra�do que no me percat� cuando
subiste. Y cuando me hablaste, con tu hermosa sonrisa de todo tu rostro tan
sim�trico, de tus ojillos vivaces, de tu boca roja, fresca y tan bien delineada,
me qued� lelo... por eso tuviste que repetirme: -Holaaaa...
En lugar de responderte me ech� a reir. Sin necesidad de
explicaci�n supe que no hab�as llegado a la cita por una raz�n poderosa, no
porque no lo hubieras deseado.
Efectivamente, entonces empezaste a contarme de tu hepatitis,
de cuanto lamentaste que no nos hubi�ramos dado los tel�fonos y de cuanto te
preocup� el que yo pudiera pensar mal de ti.
Disfrutamos el paseo. No pudimos compartir nuestras vidas
atesoradas en peque�os objetos de recuerdo, pero era m�s que suficiente nuestra
mutua compa��a.
Cuando nos despedimos, d�ndonos nuestros n�meros esta vez y
quedamos para la siguiente semana, yo estaba feliz, euf�rico, como si nuevamente
el sol hubiera salido en mi vida de d�as fr�os y solitarios. Tu sonrisa, tu
rostro angelical y amable era ese sol que ya hab�a empezado a calentar y dar
vida a mi existencia.
Y as�, casi sin ausencias, salvo aquella vez de la boda de tu
hermana mayor y la de mi resfr�o con casi 40� de temperatura, nos vimos un a�o
entero cada tarde de domingo.
No cont� a nadie, absolutamente, mi amistad contigo. T�
hiciste, sin que lo acord�ramos, lo mismo. Pero eso lo supimos un a�o despu�s,
cuando, con tu alegr�a de costumbre, con la vivacidad con que acud�as a nuestra
cita semanal, tan distintas a la del primer encuentro, me confidenciaste que ese
era tu secreto mejor guardado y todas las explicaciones que urdiste para salir
cada domingo, a la misma hora y siempre solo. Me dijiste, -Como soy un poco
"Lobo estepario", en casa ya no me preguntan...
Tambi�n entre risas te correspond� cont�ndote mi propia
situaci�n y la extra�eza de todos mis amigos porque los domingos ya no ten�a
tiempo para aburrirme con ellos y las preguntas capciosas y las explicaciones
cachondas que se daban.
Est�bamos en la cafeter�a, cuando me sorprendiste con tu
peque�o, pero tan valioso para m�, obsequio de "aniversario de ser amigos",
�dijiste-, y que yo no ten�a presente. A modo de excusa y de agradecimiento te
expres� que todos esos domingos, durante todo un a�o, salvo �claro est�- los de
nuestra involuntaria separaci�n, mi vida hab�a dado un vuelco y que ya no viv�a
mi semana de lunes a lunes, triste y aburrida, sino de domingo en domingo,
esperando tu presencia y regal�ndome con tu juventud, alegr�a y espontaneidad.
Jur�, en mi interior, que el domingo siguiente te llevar�a el m�s hermoso regalo
que pudiera encontrar para ti. Por eso te interrogu� sobre tus preferencias en
la lectura, en el cine, en las joyas, en la ropa, en fin, en tantas cosas.
Pensaba, mientras te escuchaba embobado, contemplando tu sonrisa, extasiado en
tu boca, atento a tus palabras, en lo que podr�a regalarte.
A partir de la despedida y del regreso a casa, empezaron mis
escr�pulos y las preguntas de qu� iban a decir en tu casa si llegabas con un
objeto valioso que no te hubieran dado ni tus padres ni nadie de tu familia. Eso
me hizo padecer y angustiarme casi toda la semana. Hasta que me decid� por un
peque�o anillo, del que podr�as explicar que era un hallazgo en el parque, lo
que no ser�a la verdad, pero tampoco totalmente una mentira y que llevar�a
grabada en su cara interior la fecha de nuestro primer encuentro.
Cuando te lo di, cuando yo mismo te lo puse, tomando tu mano,
te emocionaste. Me miraste agradecido y con los ojillos felices pero llenos de
l�grimas y s�lo dijiste, en voz apenas audible:
-Gracias.
Quer�a traerte a casa. Pero no sab�a como plante�rtelo. No
quer�a que pensaras que ten�a alguna mala intenci�n contigo. Ya me tuteabas. Tu
solucionaste mis dudas -�Ah, cu�ntas veces lo has hecho en estos 7 a�os...!,
cuando me expresaste: -Inv�tame a tu casa, d�jame ver todas esas cosas tan tuyas
de las que me hablas...
Y el domingo siguiente, nuestra consabida cita, que no
necesit�bamos explicitar ni comprometer, fue en mi casa.
Estaba preparado para que, luego de un rato de encierro
conociendo mi "retiro", nos fu�ramos a nuestro paseo dominical, a nuestro sitio
de encuentros, o para quedarnos y tener en mi mesa nuestra cafeter�a con los
mismos helados que tanto te gustaban y que te pon�an como un cr�o de seis
a�itos.
Pensando en eso fue que descubr� que me hab�a enamorado de
ti.
Una vez m�s t� decidiste la situaci�n. Me dijiste que noooo,
que no quer�as ninguna otra cosa que pasar la velada all� y me pediste que no
volvi�ramos a despedirnos como acostumbr�bamos, adi�s, muy buenas y d�ndonos la
mano y que cada uno volviera a su casa. Quer�as que yo fuera a dejarte a casa. Y
as� lo hice. Saqu� el coche, que jam�s conduc�a en domingo, y te llev�, esta vez
m�s tarde de lo que acostumbr�bamos. Cuando ibas a bajar del coche, acercaste tu
cara a la m�a y me estampaste un sonoro beso en la mejilla...
Volv� al piso entre nubes, arrobado, confirmando que ya hab�a
ca�do atravesado por el flechazo del angelillo regordete.
Cuando nos encontramos la semana siguiente, cuando te subiste
al coche para partir a otro d�a juntos, fui yo quien te cogi� la carita y te
bes�. No te quedaste corto. Tambi�n me besaste en la mejilla, �c�mo se besa a un
padre?, �c�mo se besa a un hermano?...
Aquel domingo que nevaba horrorosamente, los tuyos se
enfadaron porque insististe en salir. Yo te fui a buscar, como me lo pediste. Te
traje de prisa a casa. No nos quedamos frente a la chimenea como la vez
anterior, sino que nos metimos en la cama, bien tapados por el edred�n de plumas
y compartimos nuestra semana y tantos temas que jam�s hemos tenido dificultad de
encontrar ni tiempo suficiente para agotarlos.
A poco estar juntos te cog� la mano y tu apretaste la m�a con
la tuya. Y as� permanecimos el resto de la tarde, salvo cuando quisiste preparar
t� mismo un chocolate para regalarnos mutuamente.
Al dejarte en tu casa, nos quedamos mirando y nuestros
rostros expresaron todos los sentimientos que ya est�bamos viviendo en nuestro
interior. Las sonrisas gr�ciles desaparecieron. La seriedad del momento apareci�
hasta en nuestros ojos. La novedad, el riesgo, el futuro, tu familia, nuestros
amigos, nuestras vidas, estaban presentes, eran mudos e invisibles testigos de
lo que a partir de ese momento ir�a a ocurrir.
Y te bes� en la boca. Fue un beso largo, que no rehuiste. Es
m�s, estoy seguro, acrecentaste, hiciste m�s intenso, m�s apegado, m�s ansioso,
m�s deseado de lo que ya era por la postergaci�n de la que lo hab�amos hecho
objeto.
Serios, nos dijimos adi�s. Y me qued� mir�ndote cuando te
alejabas por el senderillo a casa.
Me llamaste en la noche para decirme que tu madre miraba por
la ventana, pero que afortunadamente no nos hab�a visto besarnos, el arbolillo,
milagrosamente, hab�a sido nuestro c�mplice. Pero que se hab�a inquietado al ver
que bajabas de un coche desconocido. Le respondiste que eran el padre y un
antiguo amigo de la prepa que se hab�an ofrecido a traerte.
El domingo siguiente ten�amos que aclarar las cosas, nuestra
relaci�n, nuestro futuro, me lo dije toda la noche y toda la semana.
Si bien hab�as cumplido ya los 16 y sab�as muy bien lo que
hac�as, mis ahora 34 me responsabilizaban totalmente de c�mo tendr�a que
evolucionar todo esto entre nosotros.
Nuestro anhelado encuentro �ntimo y total fue otra tarde
fr�a. Recuerdo nuestro igl� de s�banas donde nos guarecimos al llegar y que se
fue calentando m�s y m�s, oblig�ndonos a apurar los pasos porque nos vimos en la
necesidad de ir quit�ndonos las ropas poco a poco, sin parar de re�r, con tu
gracia y ni�ez convertida ya en hermosa adolescencia. Nos besamos. Nuestra bocas
casi no se despegaron esas tarde, sentados en la cama, con las s�banas sobre
nuestras cabezas y nuestras manos haciendo lo suyo. Tocabas mi cuerpo con la
curiosidad de la primera vez y con la ternura que se te escapaba por todo tu
cuerpo.
Yo te acarici� lentamente, no dej� rinc�n de tu cuerpo joven,
el�stico, suave y acogedor que no acarici� y bes�.
Respond�as con una calma y un cari�o de viejo amante como si
nuestros cuerpos hubieran estado ya habituados a encontrarse, pero tambi�n con
la pasi�n de tus 16 a�os y con la curiosidad de todo esto que era nuevo para ti.
Los besos y las caricias dieron paso a la pasi�n y una vez
tendidos te desnud� de lo �nico que nos pon�a una breve barrera, nuestros slips.
No opusiste ninguna resistencia y mientras, abrazados nos bes�bamos, iniciaste
el movimiento para quitarme el m�o, te facilit� la tarea sac�ndolo con decisi�n
y lanz�ndolo contra la puerta.
-�Arriba o abajo?, -te pregunt�.
Sin responder con palabras escogiste debajo, con las caricias
de tus manos.
�Cu�nto rato estuvimos as�, desnudos, yo sobre tu cuerpo
el�stico, acariciador y deseoso de todo deseo?
Volvimos a la posici�n inicial y con solo frotar nuestros
cuerpos que se acariciaban frente a frente, tuviste el primer orgasmo que
compartimos. Cuando me preguntaste si a mi me ocurrir�a lo mismo, no pude hablar
y s�lo te hice un gesto levantando las cejas y sonri�ndote, t� quisiste que yo
tambi�n viviera mis segundos de placer y me masturbaste, pero no tuviste que
trabajar mucho, en segundos sent� el m�ximo placer que tu cuerpo y en particular
tu mano, pod�an proporcionarme.
Eso fue todo. Esa primera experiencia nuestra fue sencilla,
casi inocente, tranquila, pero tal vez una de las m�s apasionadas que hemos
vivido.
Y a partir de all� empezaron mis dolores. Siempre he sentido
celos. He sufrido lo que ya sabes cuando me cuentas de otros que te sonr�en,
cuando me hablas de que estuviste en la cafeter�a con un compa�ero, que viste
una pel�cula con un grupo de amigos y amigas, y �recuerdas cuando me contaste
del chico con que ibas y ven�as de la universidad? Creo que hasta llor�. Si
supiera escribir poes�a te dir�a que he tenido celos hasta del viento que te
acaricia el rostro y penetra por tu boca y la inquietud de mis a�os frente a los
tuyos, de mi edad frente a la de quienes te rodean, se agranda, se intensifica,
me nubla todo lo que me rodea, mis d�as, mi-nuestro futuro, mis pensamientos...
Por eso creo que debo dejarte. Creo que ya es tiempo de
liberarte de la cadena de mis sentimientos. Quiero que empecemos a ser amigos,
dejando ya de ser amantes. Vivir nuestro cari�o, nuestro amor, como al comienzo.
Quiero darte la oportunidad de conocer otras personas, salir, amarte con ellas,
como t� lo quieras, sin tener que sufrir por ello, sin estar sinti�ndome tu
due�o, sin atarte con un lazo de fidelidad que no tienes por qu� llevar.
Nunca has conocido otro que yo. Ni yo soportar�a que otro te
tocara como yo y morir�a si otro te besara en esa boca que ha sido tan m�a, ni
que tus manos lo acariciaran como s�lo t� has sabido hacerlo conmigo desde el
comienzo de lo nuestro, con esta juventud tuya tan sabia, tan intuitiva y tan
generosa y tan tierna.
Hasta ahora, y desde que nos conocimos, hemos vivido nuestras
alegr�as juntos, en especial la de encontrarnos cada semana, tambi�n hemos
compartido nuestros dolores, la muerte de mi padre, del accidente de tus
abuelos, la desaparici�n de tu perro, nuestra separaci�n cuando tuviste que
tomar la decisi�n de estudiar lejos y yo callar porque no quer�a atar tu futuro
a nuestro presente.
Yo soy mayor. Creo que lo vivido contigo ya justifica m�s que
suficientemente mi vida. Tambi�n creo que me toca tomar decisiones, reflexionar
por los dos, amar por los dos y amarte tanto que tengo que dejarte partir.
No creas que esto es pura generosidad, tambi�n hay
ingredientes de ego�smo, porque no es menos cierto que quiero ser yo quien ponga
punto, si no final al menos aparte, a lo nuestro, no sufrir que un d�a me digas
que te vas porque has encontrado a alguien, a "otro alguien"..., o simplemente,
porque quieres vivir otras experiencias, o saber un d�a que has tenido
aventurillas.
No es que dude de ti, pero la vida es la vida y todos pasamos
por etapas que son m�s comunes y frecuentes de lo que pensamos.
Ayer estuvo nublado. Paseando por la playa, fr�a y desierta
en una tarde triste y gris, me sent�a como el profesor de MUERTE EN VENECIA, que
se encuentra con el joven efebo que le remueve toda su existencia, cuando ya no
hay fuerzas en �l, ni tiene futuro.
Es cierto que no soy viejo, que a�n me quedan unos cuantos
a�os para lo que quiera intentar, pero no quiero gastarlos desgast�ndote,
cerr�ndote tus propios caminos, encerr�ndote en mi mundo sin dejarte construir
el tuyo.
Si, si, me he dicho, me he retrucado mis argumentos yo mismo,
con las palabras que saldr�n de tu boca, tal vez sin poder creer que te digo lo
que te digo.
....
....
....
Ayer me diste la sorpresa de encontrarte en el vest�bulo del
hotel, esper�ndome que regresara de mi triste paseo... �qu� noche pasamos! ...
Hoy, al volver del aeropuerto, descubro que has le�do estas
notas, porque has dejado la huella de una l�grima en las hojas.
No me dijiste nada. Ahora entiendo tu llanto, -s�, no eran
simples l�grimas-, al despedirnos cuando fui a dejarte.
El detalle de venir a pasar dos noches conmigo en medio de
tus preocupaciones estudiantiles, no me lo esperaba. La intensidad de tu cari�o
me deja en blanco. �Tan equivocado estoy? Lo siento, amor m�o. No se qu� pensar.
No me atrevo a llamarte. �Qu� sufrimiento te estoy causando en este momento?
�C�mo me vas a recibir a mi regreso, cuando el fin de semana vengas a nuestro
viejo encuentro de costumbre? Tan viejo ya que no dejaste ni este, a pesar de la
distancia. Dijiste, en broma, que no me dejabas solo porque yo era de cuidado...
Mientras nos am�bamos, me dijiste que sin m� no podr�as vivir. �Qu� sentiste al
leer todo esto? �Dios...! qu� arrepentido estoy.
Me siento tan irresponsable. Ahora he dejado caer sobre tus
j�venes hombros nuestro futuro. Se, positivamente, que ser�s tu quien tomar� la
decisi�n sobre nosotros. Tus l�grimas me provocan mayor incertidumbre. �Querr�s
dejarme pensando que es eso lo que yo quiero? �Insistir�s en que nos quedemos
uno junto al otro y pelear�s por ello...?
Sabes que te amo y en lugar de mejorar nuestra relaci�n y
nuestra vida de amor, he puesto una barrera entre nosotros, he abierto una
grieta. �Qu� maldito me siento en este momento!
�Ay�dame t�, te ruego venir en mi socorro...!
*Ya sab�is que espero vuestros comentarios en :
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