Relato: El chico explorador





Relato: El chico explorador

A los 13 a�os mi madre decidi� inscribirme en el grupo de
exploradores porque seg�n ella yo necesitaba compartir m�s con otros chicos y
tomar aire puro y hacer ejercicios para desarrollarme como Dios manda.


No me atra�a mucho la idea porque encontraba que los chicos
eran muy bestias, adem�s que estar en ejercicios con todos ellos me hac�a temer
las competencias y en fin que yo era demasiado t�mido y retra�do como para estar
en grupos jaraneros.


Sin embargo no me qued� m�s remedio que ir con ellos y as�
fue como luego de unas semanas de preparaci�n y en saliendo de vacaciones
organizaron una acampada y all� partimos con nuestro grupo de unos 10 � 12
chicos con 4 monitores.


El Jefe del grupo, reci�n casado, iba con su esposa que
tambi�n era monitora, otro de unos 25 a�os, gordinfl�n pero entusiasta a la hora
de hacernos cantar y ense�arnos juegos divertidos y el cuarto era un chico menos
experimentado, estudiante de los �ltimos cursos y de unos 17 a�os.


Yo me sent� m�s cerca de �l porque era muy amable con todos
nosotros, siempre dispuesto a ayudarnos con las mochilas, apoyarnos en las
pruebas de mayor dificultad y a escuchar todas nuestras cosas, adem�s que lo
encontraba muy atractivo.


En la primera noche, yo sent�a mucho temor de dormir al aire
libre, aunque en realidad ten�amos buenas tiendas. Una tipo igl� en la que
estaban el Jefe y su mujer. La del gordito, con los m�s grandes y aquella en la
que con mi amigo a la cabeza yo integraba con los m�s peques.


Se lo confes� a mi jefe que sent�a temor de dormir fuera de
casa. Me tranquiliz� y me dijo que nunca le hab�a pasado nada a ning�n chico,
pero que si sent�a miedo �l estar�a de guardia al lado de la tienda, porque esa
primera noche era su turno, y que si ten�a alg�n problema me acercara a �l.


M�s que temor o problema lo que yo quer�a era estar cerca
suyo. Me atra�a enormemente, por su actitud sol�cita y tierna conmigo y por
supuesto por su apostura. Era muy alto y delgado y llevaba una incipiente barba
negra en su ment�n que realzaba su boca de labios gruesos y muy bien delineados.
Sus ojos muy azules eran vivaces y alegres y luc�an como si siempre tuvieran que
sonre�r. De modo que aprovech�ndome de su ofrecimiento, a una hora en que todos
dorm�an, sal� de la tienda y me acerqu� a �l sentado frente a una peque�a fogata
que hab�a encendido en un nido de piedras y a la iba echando poco a poco ramas y
maderos secos del bosque.


Entonaba cadenciosamente, en voz casi inaudible, una
tonadilla de las que repet�amos de la ma�ana a la noche mientras ejecut�bamos
las faenas que a cada quien le correspondiera.


Cuando me vio, sonri� y me sent� con la obligaci�n de
excusarme, dici�ndole que no pod�a dormir. Me pregunt� si ten�a temor, pero le
respond� que no era temor, sino que era porque extra�aba mi casa y a mi familia.


Eso nos pasa a todos, me dec�a.


Me sent� cerca de �l, junto al fuego y �l paternalmente, me
tom� por los hombros, me acerc� hacia s� y me cubri� con parte de la manta que
abrigaba sus propios hombros. Me acurruqu� en su hombro y nos quedamos as� en
silencio un largo rato. Me sent�a no s�lo protegido, sino tambi�n que de �l
emanaba hacia m� un gran afecto y simpat�a.


Mientras est�bamos as�, nuestras piernas se tocaban al seguir
el ritmo de la tonada y yo hac�a todo lo posible por apegarme al m�ximo a su
cuerpo para sentir su calor y su aroma. Tal vez �l encontraba todo esto natural,
pero para m� era un principio de acercamiento er�tico porque lo que en realidad
me hubiera gustado de �l es que me hubiera acariciado por todo el cuerpo y me
hubiera besado apasionadamente. Es decir, todo eso que enso�aba pensando en los
chicos que me gustaban cuando ten�a mis fantas�as er�ticas. Incluso llegu� a
tomarme de su mano para sentirlo m�s unido a m�. El se dejaba hacer y no
mostrada ni extra�eza ni disgusto. En realidad era un chico sano.


Siendo ya muy tarde, apretando mi cabeza contra su pecho, me
dijo al o�do: -Ya, campe�n, es hora de dormir. Si no, ma�ana estar�s con resaca
y todas las actividades te costar�n m�s. Vete adentro y no temas que yo vigilo.


No me qued� m�s remedio que obedecerle. En agradecimiento, lo
abrac� y �l me apret� contra s� en respuesta.


Al d�a siguiente, muy temprano, �l mismo despert� al
campamento, desayun� con todos y cuando nos fuimos a explorar y a realizar las
actividades programadas �l se meti� a la tienda a dormir. Ser�a su d�a de
descanso y "dolce far niente".


Las actividades del d�a supon�an merendar en el monte, de
modo que luego de caminar mucho, sudar m�s, ejercitarnos en mil cosas, nos
sentamos cerca de un manantial, comimos nuestras vituallas, re�mos, hicimos
bromas, cantamos y hasta tuvimos tiempo para dormir una peque�a siesta, mientras
los que no lo quisieron caminaban por los alrededores. Pero el d�a para m�, sin
�l presente, no era igual.


Cuando regresamos al campamento, a eso de las 5 de la tarde,
me dio un vuelco el coraz�n y casi me pongo a llorar, porque �l no estaba... No
se con qu� expresi�n habr� preguntado por mi Jefe porque los tres mayores
vinieron a darme todo tipo de explicaciones. Total que se supon�a que estar�a o
descansando en los alrededores o ba��ndose en el r�o o caminando, pero no, no se
hab�a marchado. Pronto se nos reunir�a para la cuenta y an�lisis del d�a y las
actividades de la noche, porque tendr�amos fogata y juegos.


Mientras los m�s grandes eran organizados por los jefes para
hacer la cena, a los m�s peque�os nos ordenaron reunir le�a. Me fui solo hacia
el lado del r�o con la esperanza de encontrar a mi amigo y protector nadando y
la idea de verlo en ba�ador me dio un escalofr�o como el que me produc�a ver sus
largas piernas tan velludas o la mata de pelos negros que sal�a de sus axilas.


No estaba ba��ndose. Pero s� estaba all�. Estaba sentado
sobre una toalla, con la espalda apoyada en un �rbol y ten�a con una de sus
manos se bajaba el short de ba�o por delante. Yo lo vi desde lejos y me qued�
lelo ante lo que ve�a... �l ten�a la cabeza echada hacia atr�s y los ojos semi
cerrados y mientras una mano sujetaba el borde de su short, la otra sub�a y
bajaba a todo lo largo de su pene, movimiento que realizaba lentamente,
deteni�ndose a veces para pellizcar suavemente sus pezones o acariciarse el
pecho o la barriga y pasarse la palma de la mano por los test�culos. Alrededor
de su sexo se pod�a ver una gran mancha de pelos negros.


Alejarme silenciosamente me daba un poco de temor puesto que
podr�a o�rme y enfadarse conmigo al pensar que yo lo estaba espiando y por otro
lado, mi excitaci�n creciente me ordenaba seguir mir�ndolo.


Decid�, intuitivamente, un camino intermedio. Desanduve unos
pasos y me puse a cantar "nuestra" melod�a, primero bajito, luego m�s alto, de
modo que pensara que me iba acercando. Entre las ramas vi que �l apresuradamente
se sub�a el short y levant�ndose se met�a r�pidamente al agua.


Cuando llegu� a la orilla, le hice se�as y sonre�
ampliamente.


-Ohhhh, estabas aqu�... �est� rica el agua?


-Deliciosa, dijo, devolvi�ndome la sonrisa. No se imaginaba
lo que yo hab�a alcanzado a ver.


-�Estar�s mucho rato? �Quieres que te espere y regresamos
juntos? �Te importa si me quedo ac�?


Saliendo del agua, cogi� su toalla y me dijo que ya era hora
de regresar, que hab�a descansado lo suficiente y que todos ten�amos tareas que
hacer, de modo que cantado, uno al lado del otro, cogi�ndolo yo a veces por la
cintura desnuda o poniendo mi mano en su hombro, regresamos al campamento.


Esa noche, todos cansados por las m�ltiples actividades y por
haber dormido en el suelo, el aire puro y el trasnoche, nos fuimos
apresuradamente a la cama en el momento en que se dio fin al d�a y yo me las
arregl� para acostarme a su lado. El hab�a puesto su saco de dormir en una
orilla de la tienda, bajo una peque�a ventana transparente por la que pod�a
mirar si se o�a alg�n ruido o abrir y levantar si se necesitaba un poco de aire
dentro.


Aunque ten�a que luchar con el sue�o, logr� quedarme
despierto y vigilar todos sus movimientos, haci�ndome el dormido.


Cuando crey� que todos est�bamos KO, lo sent� moverse en su
saco. Se hab�a salido de �l y se lo hab�a puesto encima como una manta. Con su
mano izquierda lo ten�a un poco levantado, mientras con la derecha volv�a a su
actividad de la tarde interrumpida en su mejor momento por mi presencia. Yo
hac�a esfuerzos por ver en la oscuridad y lo que no ve�a lo imaginaba
vivazmente.


Como acomod�ndome me volv� hacia �l, par� sus movimientos
pero al creerme dormido los reanud� con entusiasmo.


Yo, sacando impulso no se de donde, tal vez de mi incipiente
deseo y curiosidad, deslic� mi mano debajo de su saco y acariciando su muslo m�s
cercano, la hice subir hasta tocar sus pelillos.


El par� los movimientos de su mano y sent� que volv�a la
cabeza hacia m� como pregunt�ndose qu� estaba pasando. Pero no dijo nada ni hizo
nada por retir�rmela.


De pronto sent� que me la tomaba y la apretaba y manten�a
sujeta. Pero no la quitaba de encima de su velludos huevos.


Luego de un momento de incertidumbre de ambos, se relaj� y
empez� a acariciarse con mi mano. Se la pasaba por el muslo, luego por el pubis
en el que yo sent�a el roce de su colch�n de pelos, luego por los huevos y luego
a lo largo de todo su cilindro que me parec�a que estaba largu�simo adem�s de
duro, pero que sent�a suave y tierno, quedando mi palma mojada cuando llegamos a
su glande que rezumaba un l�quido pegajoso.


Volviendo el rostro hacia m�, me dijo casi en mi o�do, muy
bajito y lentamente para que yo no perdiera palabra: -Me pi llas te... pe ro qu�
da te ca lla di to... �me guar da r�s el se cre to...?


Acercando mi cara a la suya dije: -S�. Sintiendo que lo
estaba diciendo en su misma boca. Ese fue nuestro inesperado primer beso.


El sac� la lengua y repas� mis labios por respuesta.


Yo saqu� la m�a.


El continu� su tarea de darse placer, ayudado por mi mano que
aun ten�a cogida y con la que segu�a acariciando sus partes m�s sensibles.



Al d�a siguiente yo amanec� m�s contento que las ma�anitas,
pero not� que �l se sent�a un poco retra�do, tal vez avergonzado, de modo que me
dediqu�, con mis actitudes a darle a entender que me hab�a agradado lo ocurrido
en la noche y que por mi parte, pod�amos repetirlo cuando quisiera.


A partir de esa noche, cada jefe, en su guardia, estar�a
acompa�ado de un novato, para que aprendi�ramos y nos entren�ramos. Cuando se
repartieron los turnos a m� me toc� el de esa noche, pero �l se apresur� a
explicar que yo no hab�a dormido bien de modo que ser�a mejor cambiarme el
turno. Los dem�s no tuvieron objeci�n. Pens� que �l quer�a repetirlo ese mismo
d�a, pero me equivoqu�, porque nada m�s meternos en la tienda, �l se durmi� como
un tronco. Me hice mil elucubraciones al respecto, que si no quer�a que yo me
tentara con otro, que estaba enfadado por lo ocurrido, que al regresar a la
ciudad me delatar�a, que patat�n, que patat�n... hasta que me dorm�.


Lo que no sab�a era que sus planes iban m�s all�. Lo que
quer�a era que en su turno participara yo.


Pero, aunque el plan general dec�a otra cosa, cuando le toc�
su guardia, deb�a hacerla, con un novato, pero lejos del campamento, en plan de
supervivencia. Por supuesto que me toc� a m� el turno con �l.


Nos dieron una tienda igl� y al atardecer nos despidieron
cont�ndonos toda clase de historias de terror y anunci�ndonos todas las
invasiones de bichos raros y alima�as de los bosques.


Como en inventar trucos soy ni que mandado a fabricar,
aprovech� esas mismas bromas para decirle en la noche que ten�a mucho miedo, que
nos entr�ramos pronto a la tienda y que durmi�ramos muy pegados.


Se re�a a carcajadas de mis terrores y accediendo a mis
deseos, nos fuimos "a la cama" prontito. �Qu� noche!


Hac�a calor, de modo que en calzoncillos me tend� sobre el
saco dici�ndole que dormir�a as�, lo que en verdad era mi invitaci�n a que
hiciera lo mismo. Yo ten�a curiosidad por su cuerpo y deseaba verlo y
acariciarlo m�s.


Y as� fue. Se quit� las breves ropas del d�a y qued�ndose con
su mini calzoncillo se recost� a mi lado, abraz�ndome por los hombros.


Yo me volv� hacia �l y empec� a acariciar su pecho, met� mi
mano en sus axilas, revolv� sus pelillos, me la llev� a la nariz y aspir� su
olor. Entonces �l se volvi� hacia m� y me bes� tiernamente en la boca, una de
sus piernas se encaram� sobre las m�as y con su pie las acerc� m�s a su cuerpo,
y mientras su lengua se introduc�a en mi boca, su mano libre recorr�a mi espalda
hasta llegar a mi cintura e introduci�ndose por mi calzoncillo acariciaba y
apretujaba entre sus dedos mis nalgas.


-T�came el hoyito... , le dije en voz muy baja...


-�Te gusta eso?


-Siiii, si me lo haces t�.


Entonces, sencillamente me quit� el calzoncillo y
levant�ndome la pierna, ahora encima de las suyas, me fue acariciando el culo
tiernamente, poniendo saliva en sus dedos para hacer m�s suave el roce.


No �ramos ninguno de los dos unos expertos en estas lides, de
modo que nos dej�bamos llevar simplemente por los acontecimientos.


Mientras, yo sent�a en mi barriga la dureza de su pene y su
humedad, cada vez mayor.



-�T� no te los sacas?, dije, tomando por el borde su
calzoncillo.


-S�camelo t�.


As� que ni corto ni perezoso, me incorpor� sobre su cuerpo y
empec� a deslizarle el breve slip por las piernas y sin darme cuenta mi mejilla
roz� su falo suave y los pelos de su pubis y huevos. El aroma que desped�a esa
parte de su cuerpo me enardeci�, era tal mi agrado que met� mi cara entre sus
piernas y aspir� profundamente.


-Si te gusta el olor, pru�balo tambi�n con la boca, me
orden�, te va gustar m�s el sabor...


Obedec� al instante y pas� mi lengua por su cuerpo, desde los
muslos hasta el ombligo, sin dejar de detenerme golosamente y repasar varias
veces mi pase a lo largo de su enhiesto palo.


El se revolv�a gustoso y abriendo las piernas me pidi� que le
pasara la "leng�ita" por entre las piernas. Degust� su mara�a de pelos, gruesos
y tiesos desde su culo a sus huevos, mientras �l me ped�a: -all�, all�..., de
modo que le di a sus huevazos un tratamiento especial con mi lengua, dej�ndolos
mojados de saliva.


Entonces �l ya no pudo m�s de calentura y levant�ndose se
puso sobre m�, me abri� las piernas con las suyas y metiendo su cabeza en mi
hombro me dijo: -�quieres que te la meta...?


-Bueno, respond�, sintiendo la punta de su garrote entre mis
nalgas.


El se baj�, me lubric� con su saliva y con la profusi�n de
sus l�quidos que le chorreaban desde el glande y restreg�ndomelo primero por la
entrada del ojete, lo afirm� y empez� a intentar introduc�rmelo.


Con movimientos que se fueron haciendo m�s y m�s intensos
logr� hacerme entrar el glande, que pese al dolor, yo dej� deslizarse dentro de
m�, intu�a que deb�a sufrir ese dolor para darnos placer, pero sobre todo para
d�rselo a �l. De pronto se dej� caer sobre m� y me lo introdujo hasta a
empu�adura...


No grit�, pero sent� que me llegaba hasta el ombligo, le ped�
que se quedara quieto un momento y luego, reanudando sus movimientos porque no
daba m�s de deseos, empez� su mete y saca que yo sent�a cada vez menos doloroso
y m�s delicioso, mientras sent�a tambi�n sus manos recorrer mis muslos, mis
costados y su boca buscar mi cuello, mis orejas y luego mi boca...


Sent� que su cuerpo de enervaba, que su coraz�n lat�a m�s de
prisa y entonces experiment� el sumum de los placeres de los homosexuales
pasivos, sent� su glande hincharse al extremo dentro de mi recto y los chorros
tibios, abundantes y espesos de su eyaculaci�n.


-Cosita rica, me dijo, besando mi espalda e incorpor�ndose y
sacando lentamente su largo, duro, pero suave y tierno falo de mi hendidura,
ahora ya no m�s virgen y que hab�a recibido los efluvios de su primer coito y en
mi culito tambi�n 0 kil�metros...


De mi primer campamento, el mejor ejercicio que recuerdo y mi
mejor aprendizaje, son los que conciernen a los que practiqu� con �l, a solas,
de t� a t�, en ese divino verano de mis 13 a�itos cuando mis pasiones iban m�s
all� del desarrollo de mi cuerpo que apenas empezaba a emplumar fin�simos
pelillos rubios en mi pubis y alrededor de la aureola de mi ojete.


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