Los secretos de Karina
El despertar sexual de Karina fue bastante temprano. Todav�a
era una chiquilla impuber y la chiquilla ya hab�a descubierto, con asombro y
cierta excitaci�n, lo que hac�an las personas adultas y que a veces llamaban
hacer el amor, coger, fornicar o parchar, como dec�an los chiquillos pelados de
la calle. A la chamaca le inquietaba y le causaba celos ver que su hermana mayor
ya tuviera novio, sobre todo cuando el chico iba a visitar a su hermana en casa
y era enviada inmediatamente a su cuarto a dormir. Karina obedec�a maldiciendo
entre dientes y azotando la puerta de su rec�mara se resignaba a no poder ver
como terminaba su programa favorito en la tele.
--"�Por qu� se comportaba as� su hermana Luz?, �qu� hac�an
ellos a solas en la sala de la casa?, �por qu� no pod�a estar ella presente
mientras la pareja platicaba?, bueno... si s�lo platicaban", pensaba Karina y
buscando respuestas a sus interrogantes desobedeci� por primera vez la orden de
no salir de su cuarto. En silencio, sigilosa lleg� hasta las cortinas que
separaban la sala del comedor, entonces escuch� algunas voces apagadas, m�s bien
gemidos, era su hermana, parec�a quejarse.
Oir aquello la sobresalt� y temblando de emoci�n se asom�
entre las cortinas y lo que descubri� la dej� de una pieza, su hermana y su
novio estaban parcialmente desnudos, ambos acostados sobre el sof�, el chico
sobre su hermana acostado entre las piernas abiertas de la chica. Pero algo
hac�an, los dos se mov�an con furia y sus vientres chocaban acompasadamente, los
quejidos de Luz parec�an intensificarse, su novio algo le met�a entre las
piernas, ah� donde s�lo se ve�a una abundante mata de pelos ensortijados.
Con aliento contenido la chiquilla sigui� cada una de las
arremetidas y sus dudas sobre qu� era aquello quedaron despejadas cuando el
novio se levant� un poco m�s de la cuenta y algo largo y grueso sali� de la
pepita de su hermana y volvi� a sepultarse en seguida, la pareja sigui� con
aquellos extra�os ejercicios hasta que de pronto ambos se quedaron quietos,
todav�a �ntimamente unidos, las piernas de Luz entrelazando la cintura desnuda
de su novio. Y cuando se separaron y aquel palo sali� del sexo de Luz algo le
escurr�a y la entrepierna de su hermana estaba muy abierta, tremendamente
abierta, mojada, escurriendo algo blanquecino. Tuvo que retirarse de inmediato,
pues su hermana se hab�a levantado del sill�n y se dirig�a al ba�o.
Ya en su cuarto Karina recuper� la respiraci�n y el temblor
que invad�a su cuerpo fue desapareciendo. Pero �qu� hab�a sido aquello?, �qu�
estaban haciendo aquellos?, �por qu� su hermana se quejaba si su rostro
reflejaba dicha y felicidad?, �por d�nde le hab�a metido el hombre aquel su
largo y grueso palote?, �por qu� su hermana ten�a su pepa tan llena de pelos y
por qu� estaba as�, tan grande y abierta?, se preguntaba una y otra vez la
chiquilla, ella no ten�a pelos y su rajita estaba tan chiquita, apenas era una
peque�ita pepita por donde se hac�a pis, pero ahora sab�a que no s�lo serv�a
para eso, sino que tambi�n las mujeres grandes la utilizaban para otras cosas,
adem�s las pepitas crec�an, se hac�an grandes y se llenaban de vellos.
II
Aquella noche Karina sufri� para conciliar el sue�o, las
escenas de su hermana cogiendo con su novio volv�an una y otra vez a su mente. A
la ma�ana siguiente al ba�arse trat� de averiguar si ella tambi�n tendr�a alg�n
agujerito similar al de su hermana, por donde el chico le hab�a metido su
pajarote. Puso un pie sobre la ba�era y abri� las piernas, con sus manos jal�
los labiecitos de su rajita, lo que vio la defraud�, no mir� por donde podr�a
entrar el p�jaro.
Entonces utiliz� un espejo. Sentada en la taza de ba�o se
abri� de piernas y sosteniendo con una mano el espejo con la otra se abri� la
pepa, mir� aquella carne sonrosada y dos diminutos pedazos de carnita, m�s
peque�os, como otros labios extras que se un�an ah� donde nac�a la rajadita. M�s
abajo la carne parec�a unirse y formar algo as� como la entrada de un canalito.
Ese descubrimiento llen� de emoci�n a la ni�a, no se atrev�a
a poner el dedo ah�, sinti� remordimientos, pero tambi�n se sent�a emocionada.
Apenas puso la punta del dedo medio en la entrada y sinti� dolor, una dolorosa
punzada le lleg� de repente, pero tambi�n sinti� otras cosas, como cosquillas.
Tambi�n sinti� rico, m�s cuando el dedito recorri� su rajita y toc� algo que
estaba escondido bajo esos peque�os labiecitos. Era un botoncito, algo durito
que al tocarlo le produc�a ricas sensaciones. As� descubri� Karina los placeres
que escond�a su pepita. A partir de entonces la chiquilla se tocaba la
panochita, por las noches o a la hora del ba�o. M�s cuando el novio de Luz iba a
visitarla y ella con aliento contenido miraba como la pareja repet�a una y otra
vez sus amorosos ejercicios.
As� descubri� Karina que hacer el amor implicaba numerosas
posiciones, caricias y acciones. A veces Luz se pon�a de espaldas a su novio y
�l le sepultaba el garrote por atr�s, entre las nalgas, otras el apasionado
muchacho le besaba por largo rato la pucha peluda a la muchacha, otras era ella
quien se met�a en la boca todo ese largo garrote hasta hacerlo escupir esa cosa
blanca y viscosa. Todas esas visiones provocaban una furiosa excitaci�n que
Karina trataba de apagar bajo las s�banas.
III
Karina sigui� con sus exploraciones en el ba�o. Ahora ya
pod�a introducir medio dedo en su cuevita sin sentir dolor y meter y sacar el
dedito la llenaba de sabrosas sensaciones. Pero hab�a m�s cambios, aquella
carnita que parec�a sobrarle a su rajita se estaba haciendo m�s grande y sobre
todo m�s carnosa, los labios menores le estaban creciendo, algo le estaba
ocurriendo a su cuerpo, adem�s su conejito se estaba haciendo m�s gordito, como
un curioso montecito de carne, curvado. Semanas despu�s su puchita se empez� a
llenar de pelucita, una delicada e incipiente mata de delgados vellitos empez� a
cubrir su gatita, adem�s sus tetitas empezaron a alzar su vuelo, ya no ten�a el
pecho plano como un muchacho, no, ahora las chichitas peque�as como dos
limoncitos estaban creciendo y llen�ndose de carne y cuando tuvo por fin su
primera regla Karina confirm� que se estaba convirtiendo en mujer.
Gracias a la escuela Karina tuvo una mejor idea de lo que le
estaba ocurriendo y tambi�n supo de los riesgos que ten�a hacer aquello que
hac�a su hermana con su novio. Luz qued� embarazada, el esc�ndalo familiar y el
tremendo conflicto generado la llenaron de temores, que aumentaron cuando supo
que su hermanita hab�a sido obligada a abortar, pues el novio no hab�a aceptado
casarse con ella.
Sin embargo Karina se sent�a feliz al comprobar que cualquier
mujer por si sola ten�a en sus manos fuentes inagotables de placer. Sus
ejercicios masturbatorios se hicieron refinados, su cuerpo estaba madurando, y
su sexo tambi�n, ahora ya pod�a introducirse f�cilmente todo un dedo y al
moverlo dentro de vagina le llegaban indescriptibles sensaciones que luego supo
se llamaban orgasmos. Sobre todo si a la vez de mover el dedo dentro de su
apretado canalito, frotaba con otro dedo su botoncito del amor, entonces el
placer era indescriptible, as� pod�a venirse dos, tres o m�s veces.
Al cumplir los 17 Karina comprob� que de su pepita s�lo
quedaba el nombre, al revisarse con un espejo descubri� cuanto hab�a cambiado su
gatita, ahora los labios menores sobresal�an de su raja. Los mayores eran
gruesos, muy carnosos y los otros labios de tanto frotarselos, pensaba ella,
ahora eran dos grandes extensiones de pellejos, que al jalarlos a los lados de
su panocha formaban algo as� como las alas de una mariposa, y sobre todo cuando
se ven�a a veces expulsaba un l�quido sumamente oloroso y blanquecino.
Cuando por fin se atrevi� a tener novio, comprob� que las
caricias masculinas intensificaban el placer que a solas ella se procuraba. Supo
lo que significaba fajar o echar caldo, como dec�an sus amigas de la escuela.
Cuando su noviecito la besaba hasta casi quitarle el aliento y era abrazada con
fuerza por aquel muchacho sinti� en su entrepierna como algo duro y grande se
escond�a bajo el pantal�n y al refregarse contra eso, su pepita palpitaba y toda
ella se sent�a arder por dentro, pero el recuerdo de lo ocurrido con su hermana
la llenaba de temores, por eso los fajes con su novio nunca pasaron de agarradas
de tetas, besos interminables de lengua y apretarse contra aquel palote duro que
nunca se atrevi� a tocar, a pesar de que su pareja muchas veces se lo pidi�.
IV
Ya casi cumpl�a los 19, cuando Karina sinti� que ya era hora
de probar, de sentir dentro de ella el delicioso trajinar de la verga erecta de
un hombre. Si, masturbarse era riqu�simo, pero luego de casi matarse a puro
dedo, siempre sent�a que le faltaba algo m�s, supon�a que hacer el amor
plenamente, entregarse a un hombre era mucho m�s gratificante que meterse los
dedos hasta acabar agotaba de tantos orgasmos.
Pero su car�cter retra�do y los falsos temores al embarazo,
que ella misma hab�a generado en su mente, la bloqueaban tanto que cuando alg�n
chico se le declaraba, al poco tiempo lo terminaba por miedo a que los escarceos
amorosos terminaran en la cama, como supon�a terminaban todas las parejas que se
desean. Claro que ella no era fea, los piropos atrevidos de algunos chicos de la
calle la hac�an sonrojar, entonces algo empez� a molestarle. Escuchar a su paso
el cl�sico "adi�s mamacita" era diferente a "ay chiquita te lo mamo como lo
traigas". Aquello la ofend�a.
Particularmente el viejo aquel, que atend�a una verduler�a
donde a veces ten�a que comprar frutas y legumbres. La molestaba que le dijera
cosas como "hola Karina, est�s como para metertela toda la noche", "mamacita que
ricas nalgas tienes, �c�mo quisiera meterte la verga por el chiquito", "humm,
chiquita tienes unas tetas tan ricas!, que te las mamar�a durante horas", "tu
boca es tan sabrosa que me sobran ganas para meterte la pinga hasta que me
sacaras todos los mocos". Siempre era lo mismo, por ello termin� por no volver a
comprar en esa tienda, pero como esa verduler�a le quedaba de paso al mercado
siempre estaba aquel hombre, como esperandola para decirle esas vulgares
palabras.
Sin embargo, cada que aquel hombre le dec�a todo eso Karina
primero sent�a coraje y verg�enza, pero despu�s ya bajo las s�banas acordarse de
aquellos vulgares piropos le calentaban tanto la pucha que mientras met�a y
sacaba sus dedos de la vagina, casi pod�a escuchar aquellos "quiero meterte toda
mi verga", "te mamar�a la puchita hasta que gritaras de placer". �Ser�a posible
que las palabrotas de ese viejo la calentar�n?, pero �c�mo?, si aquel hombre de
m�s de 50 a�os podr�a ser su padre, no, definitivamente eso debe terminar, se
dijo una noche Karina.
Decidida enfrent� al d�a siguiente al impertinente hombre:
"mire don Carlos, yo no le he dado motivo para que me diga de groser�as, le voy
a pedir que deje de hacerlo, de lo contrario lo voy a denunciar a la polic�a".
El hombre sorprendido por la reacci�n de la hermosa joven,
apenas se repuso le contest�: "tienes raz�n Karina, disculpame, no volver� a
decirte cosas, perdoname, pero quiero que seamos amigos, no te molestar� si te
niegas, pero al menos dejame borrar esa mala imagen que tienes de mi".
A partir de entonces las cosas cambiaron, el tal Don Carlos
se convirti� en una dulzura de hombre, siempre atento, respetuoso, pero Karina
sab�a que la mirada de don Carlos la recorr�a al menor descuido de ella, sobre
todo cuando se volteaba, casi pod�a sentir sobre sus redondas nalgas la miraba
lasciva del sujeto. Empero aquello le gustaba, la excitaba sentirse deseada por
ese vejete, se dec�a. Por ello cuando iba de compras a ese lugar prefer�a llevar
la m�s peque�a de sus minifaldas y lucirse ante �l. Detenerse por largo tiempo
escogiendo agachada la mejor de las lechugas y sentir que el hombre se recreaba
mir�ndole las piernas y casi las nalgas, hac�a que su gatita empezara a mojarse
y cuando sal�a del negocio contoneando las caderas percib�a su entrepierna
chorreando y ardiendo.
Aquellos juegos duraron varias semanas, hasta que el pobre
hombre protest�: "mira Karina, he tratado de portarme bien contigo, ya nunca te
he dicho cosas, pero esa forma en que te vistes cuando vienes a comprar aqu� me
hace sufrir, perdoname, pero o dejas de usar esos vestiditos o mejor vete a
comprar a otro lado, ya no quiero que me hagas eso, me dejas como no sabes. De
lo contrario voy a pedirte que me dejes hacerte el amor".
Trat�ndose de recuperar de aquella inusual declaraci�n la
chiquilla se encamin� a la salida del negocio, pero cuando ya se dispon�a a irse
para su casa, casi se sorprendi� cuando regresando sobre sus pasos le dijo al
hombre: "oiga Don Carlos �a qu� horas cierra?".
--"A las seis de la tarde, ya sabes Karina chula". "Bueno",
fue lo �nico que dijo ella.
V
Cuando Karina lleg� a su casa estaba decidida, le dar�a las
nalgas a Don Carlos. De solo pensarlo la pucha le escurr�a. Cerca de las seis de
la tarde fue a su rec�mara y se quit� los calzones, se perfum� un poco y pas�
sobre su cabellera el cepillo, �ah!, sac� del bur� unos condones, regalo de su
hermana y se dirigi� a la verduler�a.
Don Carlos se sorprendi� al verla entrar, ella lo encontr�
barriendo el negocio antes de cerrar, como si nada Karina le solt�: "bueno
Carlos he venido a comprobar si eres capaz de hacerme todo eso que me dices,
anda cierra la cortina".
El hombre tard� varios segundos en reaccionar, pero cuando
pudo corriendo fue hacia la cortina met�lica y de un solo jal�n la cerr�. Cuando
volte� a mirar a Karina la encontr� semi acostada de bruces sobre los costales
de papas.
Por fin Karina hizo realidad sus fantas�as, sinti� cuando el
hombre aquel se arrodill� detr�s de ella, como si lo hiciera ante el altar de un
santo, sinti� como con delicadeza le alz� la falda y su sorpresa al comprobar
que ella no tra�a pantaletas.
Como en sue�os la mujer sinti� en las nalgas la gruesa
textura de esas manos de hombre, rudas --llenas de callos por el arduo trabajo--
acariciando los mofletes carnosos con tal ternura que parec�a m�s un acto
religioso que pura calentura sexual. Aquellas manos abrieron los cachetes de las
nalgas y se sinti� expuesta, ahora toda su intimidad estaba ante �l. Los labios
carnosos de Carlos se prendieron de sus nalgas en caricias delicadas, en besos
succionantes, y cuando la lengua aquella la recorri� entera, por el �ntimo
valle, desde la pucha hasta el fin de las nalgas casi grit� de placer.
Carlos la manten�a abierta al m�ximo, amasando sus nalgas con
fuerza, pero a la vez con ternura, mientras que sus labios y lengua le hac�an
estragos en su pucha, se sinti� escurrir, su panocha creci� y se distendi�,
hasta pod�a sentir dentro de su vagina la �gil lengua del hombre, llev�ndola al
cl�max. En ese momento ya no pudo m�s, lo pidi�, suplic�: "ya..., ya..., por
favor m�teme la verga, la quiero, dame tu palo".
Al momento siguiente Karina sinti� en la entrada de su vagina
la gruesa protuberancia del erecto miembro y un instante despu�s su pucha se
llen� de carne ajena. Algo largo, duro y grueso la penetr� de tal forma que
gimi� de dolor, pero al mismo tiempo de placer. Y cuando Carlos aferrado con sus
manos a las nalgas de Karina empez� a meter y sacar con furia loca el largo
miembro, ella sinti� venir sobre de si el m�s incre�ble y maravilloso orgasmo de
toda su vida. Se vino y se sigui� viniendo mientras el hombre continuaba
taladr�ndola con furia y pasi�n incontrolable.
De lo que sigui� Karina conserva pedazos de recuerdos.
Comprob� despu�s que nunca utiliz� con Carlos los condones que hab�a llevado
como protecci�n. Como en trozos de pel�cula Karina rememor� haberle mamado la
verga a ese hombre hasta que �ste escupi� sobre su rostro su semen. Semen que
ella, lujuriosa, recogi� ansiosamente con sus labios y lengua del goteante
miembro.
Record� Karina haberse puesto sobre la tarima que serv�a para
atender a los clientes, con las piernas muy abiertas, mientras que su amante no
se cansaba de mamarle la distendida pucha, as� se vino no supo cuantas veces,
s�lo recordaba haber gritado, fuerte, con ganas, pidiendo m�s "papito chulo,
as�, papa�to querido, chupame toda, tu lengua, la quiero toda...".
Y cuando, horas despu�s, ya en su cama trataba de recuperarse
de tan intensa cogida, su adolorido ano le record� c�mo ella solita se abri� las
nalgas para suplicar que el hombre la penetrara por el culo, para luego de
intensas y furiosas embestidas del miembro sentir en su intestino el espasm�dico
palpitar de la verga inyectandole de mocos el cuerpo, en tanto que su pucha
transmit�a olas de interminable placer a todo su cuerpo.
VI
A la ma�ana siguiente la fatiga y la culpa hicieron que
Karina no se levantara de la cama. Le dol�a todo el cuerpo, las tetas doloridas,
las piernas tambi�n y sobre todo la vagina y el ano. Pero a medio d�a la
providencial llegada de la regla la tranquiliz�, al menos no estaba embarazada
del viejo ese. Fue ese el pretexto para que su madre la dejara en paz.
Pero la verg�enza era otra cosa, durante d�as no fue a
comprar a la tienda de don Carlos. Fue �l quien la busc�. Por tel�fono le
pregunt� c�mo estaba, quer�a volver a verla, ella se neg�, pero a la semana
siguiente ah� estaba de nuevo suplic�ndole "anda papito m�teme la verga".
Eso dur� seis meses, durante los cuales los rumores llegaron
a la madre de Karina: "la chiquilla a veces se mete a la verduler�a de don
Carlos y ya sale bastante tarde, �qui�n sabe qu� har�n?". Su madre le reclam�,
Karina no supo que decir, s�lo llor�.
Apuradamente lo que quedaba de la familia de Karina busc� una
salida decente: mandar a la chiquilla a estudiar fuera del pa�s, aprovechando
que unos familiares lejanos ya estaban establecidos en EU. Karina se resign� a
perder la fuente de todas sus fantas�as sexuales.
Un a�o despu�s Karina regres� a M�xico s�lo para casarse.
Hab�a enganchado a un gringo para que se casaran. Y cuando antes de su noche de
bodas Karina abr�a los regalos, descubri� que Carlos le hab�a mandado algo
especial: un completo ajuar de noche de bodas: bata, medias, tanga y brasier de
color negro, todo de lo m�s excitante.
Pensando en su amado Carlos se puso aquella ropa para su
primer encuentro amoroso con su esposo y cuando el gringo la penetraba
ansiosamente tratando de llegar torpemente a su propio orgasmo, Karina estaba
entre nubes recordando las intensas cogidas de su maduro amante mexicano.