Relato: Orgias en Africa







Relato: Orgias en Africa

ORGIAS EN EL AFRICA TROPICAL

Un viaje al norte del ed�n


(Asalto 1�)



Mi familia ten�a hace ya unos cuantos a�os una gran finca en
el l�mite entre el Africa negra y �rabe,; hemos sido de esas familias que se han
dado en llamar "Pied Noir".


En esa frontera entre la esbelted de las tribus negras y la
cultura de los pueblos ber�ber pas� mi infancia y parte de mi adolescencia, en
aquella inmensa plantaci�n de naranjos, caf� y frutas tropicales Una inmensa
finca de no s� cuantas hect�reas que pap� tardaba casi semanas en recorrer,
aunque pienso que hac�a algo m�s recorrer y visitar sus posesiones.



Cuando estaba entrando en esa edad de la adolescencia, donde
una va descubriendo que los esbeltos cuerpos son algo m�s que m�quinas de
trabajo, que hay algo entre las entrepiernas que nos llaman la atenci�n que nos
hacen delirar en esos t�rridos y que a una le apetece que venga un ej�rcito de
hombres a hacerla suya, mi padre resolvi� que lo mejor para m� era enviarme a
Francia a estudiar y desconectarme de todos aquellos mundos y submundos que
estaba a punto de descubrir y por supuesto de entrar en ellos.



Pues ya llevaba unas semanas jugando a esos medio inocentes
juegos con las ni�as batusi y los excitad�simos ni�os �rabes , aprovech�bamos
cualquier lugar para meternos mano de una manera inocente y para ir mostr�ndonos
unos a los otros esos incipientes pelos del pubis o como los huevecillos de mis
amigos iban tomando un tama�o m�s que considerable, en ese punto estaba cuando
mi padre me env�o a Francia.



En la Propiedad quedaron mi rubicunda y blanquecina madre, mi
hermano mi fina t�a y por supuesto mi padre, ya cada vez m�s perdido en sus
faenas de gran propietario, y que ya cada vez se dejaba ver menos por la gran
casa de la hacienda, yo creo que con gran regocijo del resto de la familia, pues
pod�a as� campar a su gusto por las inmensas construcciones que mi abuelo hab�a
mandado construir para unos y otros.



Mi vuelta de Par�s, parece que no fue del gusto de mi padre,
aunque se asombr� de encontrar una mujer ya con 25 a�os, formada de cuerpo y
mente; mi madre se alegr� de reencontrar de nuevo a su hijita despu�s de tantos
a�os de separaci�n, mi hermano con el cual hab�a mantenido mucho contacto por
carta y tel�fono pronto me dio la bienvenida a la vez que se apretaba contra m�
y me sobaba el culo, lo cierto es que no hab�a perdido las buenas costumbres
hogare�as...



Mis antiguos amigos, que en el fondo no eran nada m�s que los
trabajadores de la Propiedad, pues el resto eran unos panolis hijos de los
propietarios y terratenientes, que solo ve�a una vez cada tropecientos mil a�o;
mis amigos de la infancia y de la adolescencia de juegos nocturnos se alegraron
igualmente de verme, aunque estaban un poco cohibidos, ante una "damita
parisina" que hab�a adquirido unas buenas proporciones de altura y volumen nada
desde�ables y que les ofrec�a unos generosos escotes y achuchones...



En Par�s, no perd� el tiempo hice una aut�ntica carrera no
solo universitaria en antropolog�a sino que me dediqu� a investigar el mundo del
erotismo en todas su vertientes, y en el cual termin� casi obteniendo una
aut�ntica tesis doctoral, pues conoc� a todo tipo de hombre y mujeres , negros,
amarillos, de sangre azul, plebeyos, podr�a decirse que hab�an pasado bajo mis
piernas unas cuantas pollas y chochitos de muy variada pelambre y dimensi�n.



Y con esas ansias llegaba a mi tierra, con ganas de saborear
in situ, todos esos cuerpos impregnados de la m�s natural y primigenia inocencia
y no como en Pa�s que qui�rase o no, la ciudad lo hab�a invadido todo; nada m�s
llegar me dediqu� a descansar de tan largo viaje, pues desde la costa
mediterr�nea hasta la propiedad de mi padre, hab�a que viajar durante d�as y en
diversos medios de transporte sino se quer�a realizar el viaje en avi�n haciendo
interminable transbordos, aprovech� pues que hab�a un viaje de un antiguo amigo
por las fronteras de mi tierra cuesti�n vino en mi ayuda para conocer zonas
nuevas al norte de mi pa�s y como no a los distintos personajes que la pueblan y
transitan , lo cual me podr�a venir muy bien para mis estudios de antropolog�a.



Comenc� el viaje desde donde me dej� el vapor que me trajo
desde Marsella, en la caravana de Hamez Haz Reir, un �rabe un tanto esmirriado y
sibilino, que sab�a tratar bien a sus mujeres a tenor del har�n que arrastraba
en su viajes caravaneros y de c�mo desde la libertad que les confer�a, cosa
extra�a para un �rabe, le serv�an y cuidaban de su persona y enseres.



Era una caravana muy curiosa , pues en ella hab�a muy poco
hombres, los justos para la defensa el resto de los conductores de camellos eran
las reales hembras de Hamez y algunos eunucos y por supuesto en esta ocasi�n yo
misma, como viajera, cosa infrecuente en dicha caravana.



Apenas hab�amos andado dos jornadas, cuando ya lo sab�a todo
del tal Hamez, sus mujeres me lo alababan y me aconsejaban no perder la ocasi�n
si me invitaba a su jaima, de probar la exquisitez de su polla, la verdad es que
el tal Hamez de edad imprecisa m�s bien feo, un tanto rechoncho, no me apetec�a
nada como amante, pero todos los cuentos que me llegaron de �l hicieron tal
mella en m� , que apenas transcurridas las dos jornadas y recibida la invitaci�n
a pasar la noche en su jaima, me apresur� a ponerme como correspond�a a tal alto
honor.



Me vest� a la usanza egipcia de la danzas del vientre , con
vaporosos vestidos que dejaban entrever mi marcados vol�menes nalgatorios y como
no mis espl�ndidas tetas, cre� que iba a sorprender a mi anfitri�n y juro que la
mayor sorprendida fui yo misma.



Al llegar a la Jaima, donde me condujo Azymira, una de sus
mujeres, qued� estupefacta tres de aquellos eunucos dejaban ver sus espantosos
aparatos totalmente depilado y sin sus colgantes atributos, Hamez sentado a la
usanza dejaba entrever igualmente por entre sus recogidas piernas un largu�simo
y fino pirulazo del cual me era dif�cil apartar la vista; de esta guisa con
Azymira al lado empez� la cena a base de cuscus y dulces higos y d�tiles y
extra�o brebaje que me hizo apetecer a�n m�s saborear aquellos inmensos
aparatos.





No s� como comenz� todo , pero cuando tuve algo de conciencia
pude verme tendida sobre unos cojines a los pies de Hamez, lo justo para poder
tocar con la punta de lengua su fino pirulo, mientras sus dos eunucos pon�an en
mis manos sus dos inmensas pollas y me masajeaban las carnes con abundantes
aceites olorosos, detr�s de m� sent�a como Azymira, habr�a unos espl�ndidos
d�tiles cuyo destilaci�n dejaban caer entre mis nalgas y que luego iba repasando
con su lengua, la cual masajeaba toda mi concha y como no mi delicado culito.



Sentir como aquella delgadez de polla de Amez iba cobrando
muy poco a poco su rigidez lo cual hac�a que cada vez se acercara m�s a mi boca,
y la lengua de Azymira rebuscar el ansiado alm�bar de los d�tiles por entre mis
agujeritos que poco a poco se iban abriendo y dejando que aquella lengua me
entrara hasta las propias entra�as, todo iba adquiriendo un cl�max a punto de
estallar, pero todo estaba calculado, cuando la polla de Hamez lleg� a mi
gaznate y pude suspirar en toda su dimensi�n y regocijo aquella polla, Azymira,
estaba ya con su lengua o algo parecido introducida en mi tierno �sculo que se
abr�a aquella delicada succi�n, nunca hab�a tenido aquella sensaci�n me hab�an
lamido pero que me jodiesen por el culo con una lengua era algo que no me
esperaba mientras los eunucos me acariciaban las tetas y yo apretaba con
entusiasmo sus fofos y tremendos pirulos.



Estaba llegando al orgasmo m�s incre�ble, cuando me vi en un
santiam�n cambiada de sitio y postura, ahora estaba sobre una montura de camello
y ten�a m�s a�n en pompa mis nalgas, cuesti�n que aprovech� Hamez sacando su
largu�sima y rugosa polla de mi boca y abri�ndome las nalgas comenzaba a bucear
en mi abierto ano que ped�a ahora algo m�s que una lengua, uno de los eunucos me
tap� de lleno la boca con su gorda polla mientras sent�a como el alfiler de
Hamez con su fea cabeza buscaba hueco, luego como cent�metro a cent�metro, como
si de una lombriz se tratara me llegaba de un momento a otro m�s arriba hasta no
s� donde, cuando cre� que iba a escupir aquella polla y el orgasmo se present�a,
Azymira me introduc�a un extra�o utensilio a modo de vibrador que tras un
peque�o dolor hizo que mi cl�toris se alargara a�n m�s y buscase ya no la
introducci�n de la polla de Hamez sino aquel nuevo inquilino, en ese intento a�n
sent�a avanzar m�s a Hamez y como descargaba un r�o de semen que ca�a por en
entre mis piernas, estaba a punto de correrme pero me faltaba a�n peque�o
empuj�n.



Me dieron vuelta y ahora Amez me dio su pringosa polla para
ser limpiada a conciencia mientras Azymira, habr�a mi choco y proced�a a meter
una de aquellas morcillonas pollas de los eunucos en mi ansiado chocho, sentir
aquella monstruosidad y fofa polla entrar y agrandar mi estrechita almejita,
hizo que gritase de dolor y a�n pidiese m�s carne, aunque aquel formidable
eunuco se empe�aba en meter m�s a�n su mocha polla , no pod�a ir m�s all� y fue
reemplazado por su otro compa�ero, si la primera polla era inmensa esta rayaba
ya en lo extravagante, y aunque no me lo cre�a fue succionada por un chocho en
busca del orgasmo que lleg� en medio de gritos y el placer de verse inundada y
pose�da por aquellos formidables morcillones, nada duros sino blandongos y
rellenando todos mis huecos, Hamez me dio un largo y apasionado beso, mientras
me dejaba en compa��a de los eunucos y de su fiel Azymira para que me lavasen y
me asearan, cosa que hicieron a la perfecci�n mientras me llevaban una y otra
vez al placer m�s intenso.



El viaje continu� y llegu� a la Propiedad de mi padre hecha
unos zorros y deseando unos d�as de paz y relax para ponerme a tono y poder
saborear todo aquello que se pusiera a mi alcance.



El ver ahora a mis compa�eros de juegos, bronceados y ellos
con aquellos bultos bajo los taparrabos o los pantalones, ellas con aquellos
turgentes pechos, o aquellas otras inmensas tetas, con las que me gustaba jugar
de peque�a.



Los d�as fueron pasando y les fui tomando el pulso,
fisgoneando y poni�ndome a tono con aquellas escenas, como la de m� hermano:
aquel d�a sub� al viejo desv�n de la casona, cuando me hallaba all� en medio de
toda aquella barah�nda de recuerdos me qued� recordando viejos tiempos y creo
que medio me adormil�, pues de repente me sent� sobresaltada por unos peque�os
murmullos que sin ser gritos, eran protestas m�s o menos airadas, me acerqu�
pues al viejo ventanal y desde all� observ� la escena, mi hermano apoyado el
quicio de la escalera iba sobando a una de nuestras prietas criadas ocupadas en
fregar la escalera, seg�n �sta se agachaba mi hermano aprovechaba para meterle
bajo la amplia falda una mano y tras pasarla por su aguile�a nariz y absorber
aquel olor que le pon�a a tono, le susurraba a la doncella, algo que no llegaba
a escuchar lo que ya pon�a fuera de s� a la dulce criada de impresionante grupa.



El juego iba subiendo de tono y mi hermano entreten�a cada
vez m�s su mano entre las telas de la morena que se revolv�a como guepardo, sin
poder alcanzar a mi hermano, ambos ya hab�an llegado al punto que a cada uno le
pon�a en el disparadero, mi querido cong�nere se quito un largo pa�uelo al
cuello y pareci� irse, cuando la moza ya estaba cre�da que el impertinente se
hab�a ido con viento fresco, sinti� un empuj�n y un continuo revolotear de sus
faldamentos y como alguien le pasaba a modo de ronzal un fino trapo por su boca,
de esta manera era como mi hermano Frazier ten�a medio amordazada a la mozuela
que se revolv�a de mala manera en aquella postura, y ya hab�a venido con fina
pirula en posici�n de ataque, levant� el faldamento de la joven que no llevaba
bragas y dej� un inmenso higo rabiosamente abierto y rojo en medio de aquella
negritud, y sin contemplaci�n alguna le arre� un aut�ntico zurriagazo a su
violada amante, �sta entre tanto movimiento por liberarse de aquel ardoroso
atacante y violador, se iba encalomando cada vez m�s el dulce v�stago que deb�a
ir llegando al punto fat�dico en que una sucumbe, y as� Frazier sin apenas
moverese solo intentando estar de pie y con las piernas bien abiertas lograba
que aquella encantadora violada le fuera orde�ando sin m�s esfuerzo por su
parte.



Lo cierto que a la negra brujita deb�a gustarle el sarao,
porque una vez le lleg� en toda su dimensi�n el zurriagazo de Frazier est� echo
manos atr�s y se abr�a el nalgataorio para que le entrase a�n m�s aquel pirulo,
tan fino como largo, y all� me qued� pasmada viendo como aquellos rosados huevos
tan descomunales para aquella fina polla, badajeaban aquellos rojos labios que
ya a punto del orgasmo empezaban a espumar, me falt� un pel�n para salir a dar
un sorbo a todo aquel recalentado conjunto que deje a su solaz; mientras les
observaba embelesada me fui haciendo un buena pajita que dej� pues tranquilos de
momento mis ardores.



�


(Asalto 2�)



Empec� a buscar mis viejos escondrijos y a preguntar, en
aquellos tenues escarceos con mis a�orados amigos, por los mejores escenarios
para poder contemplar a la parejas en su natural coyunta. Y as� fue como alguien
me indic� que si quer�a ver a mi viejo padre en acci�n, no ten�a nada m�s que ir
a la casa de los hu�spedes y observar y as� lo hice.



Me prepar� el escondrijo y all� estuve casi una hora, cuando
ya estaba dispuesta a irme , apareci� mi padre con su paipai, sac� al recoleto
jard�n uno de los inmensos sillones de mimbre a lo Emanuel y se sac� un
rechoncha pija al tenue solecillo, y medio se qued� dormido, aquello me parec�a
aburrido, cuando aparecieron por la esquina dos adolescentes, con cara de ni�as
o dos ni�as con cara de adolescentes y se pusieron a revolotear alrededor de la
inmensa pija de mi se�or pap�, la levantaban como con asco y le escup�an en su
agujerito, y la frotaban por entres sus ropitas, luego cuando la polla iba
tomando color y tama�o, acomodaban el culito entre las piernas de se�or de la
casa y levantando por detr�s la faldita se iban colocando sobre tan mullido
pr�apo, para consuelo de mi padre que iba soltando espumilla por las comisuras
de sus labios mientras le ven�a a la cara una picara sonrisa de dormido en pleno
delirio.



La jovencita m�s joven tiraba de su amiga, para que le dejara
hueco, cuando lo hubo logrado en vez que colocarse sobre las piernas se
arrodill� y cogiendo la hermosa polla que hab�a perdido firmeza pero en cambio
hab�a obtenido un color brillante se la llev� a su tierna boquita y como si se
tratara de un helado llev� al viejo verde a su m�s puro deleite, pues como
despertando cogi� la cabeza de la ni�a y la empujaba m�s y m�s para que tragara
todo el m�stil, a punto estuvo de ahogar a la peque�a que se agarraba a los
negros cojones del Coronel, mientras su amiguita le introduc�a su pulgar en el
culito para deleite de los tres; luego dejaron al bello ejemplar descansar de la
tremenda mamada.



Los juegos alrededor del anciano prosegu�an , le tiraban de
aqu� de all�, le hac�an cosquillas y terminaron medio at�ndole a la silla y para
su rabieta le vendaron los ojos, y aquello ya fue el delirio el Coronel
revolvi�ndose para librar, la rabia le iba subiendo en la misma escala que las
ni�as ya desprovistas de toda verg�enza se levantaban sus ropas y met�an uno de
los dedos del Coronel en sus distintos agujeritos, �ste quer�a alcanzar aquellos
bellos y menudos chochos y manosearlos a su antojo y las ni�as jugaban con �l,
llegaron a medio echar un polvo con su deda gorda .


Cuando se hubieron divertido de lo lindo, tumbaron la silla
de espaldas y tras los vociferas voces de mi padre, ambas dos jovenzuelas le
echaron unas largas meadas en plena geta, cuesti�n que dej� a mi padre
estupefacto y medio relami�ndose con tal dulce n�ctar; y all� le dejaron tumbado
atado y ciego y con la polla que tras la meada ofrec�a una interesante forma y
postura, no lo pens� dos veces dada la imposibilidad de que mi padre ,�sea el
recio Coronel, me conociera, sal� de mi escondrijo me acerqu� al asustado
hombret�n que no sab�a que estaba pasando, y quint�ndome los calzones me dispuse
al calzarme el orondo pr�apo que presentaba mi papa�to.



Y as� fue como para su sorpresa, pues algo le dec�a que
aquello no formaba parte del gui�n, se fue poniendo en alerta y fue preguntando
si aquella que se lo estaba trajinando era �sta o aquella, y por la larga
relaci�n parec�a tener una buena legi�n de amantes, entre las que se encontraba
hasta la estrecha de mi t�a, y as� asi�ndome a los laterales del sill�n me
encalom� el cantimpalo aqu�l que no era que fuera un fuera de serie, pero su
morcillez unido a su dimensi�n pronto hicieron que mi chochito rezumara de
pasi�n y alcanzara el deseado orgasmo, no contenta con ello abr� de nuevos mis
labios y le ech� una �cida meada y una dulce cagadita, como recuerdo y venganza
por aquella recta e hip�crita actitud que ten�a para conmigo; y all� tambi�n lo
dej� perdido en espumarajos y vociferios.



Fue sonado el asunto, pues aunque parece que lo encontr�
gente de su confianza, no se sabe cuanta gente pudo acercarse al o�r sus gritos,
y adem�s quien era el guaperas que iba y le desataba exponi�ndose a cualquier
cosa, quien procedi� alertado por trabajadores de la finca fue, su mucamo que yo
creo que de vez en cuando se lo deb�a beneficiar mi padre, a juzgar por su
actitud serv�l.



Sabiendo pues que mi querida t�a entend�a m�s de lo que
aparentaba, trac� un peque�o plan para trajin�rmela pues me apetec�a probar sus
rubios ricitos y ver como sub�an a sus dulce mejillas el rubor del placer y de
ser descubierta, y all� me fui hasta sus lejanos aposentos a salvo de miradas
indiscretas, era media noche y ten�a pensado abrir su cuarto y meterme en su
cama, pero la sorprendida fui yo misma; al acercarme a la su puerta no solo vi
luz sino que susurradas palabras de orden; acerqu� pues el ojo a la gran
cerradura y all� atisbe a mi cincuentona t�a en pelota picada a lomos de un
bestial negro que montaba acabalgada como si de un caballo se tratara ataviada
con botas de montar y con fusta que utilizaba de vez en cuando sobre Erice un
criado negro de casi dos metros y 13� kilos, tan grande como escaso de luces; de
vez en cuando mi ti echaba la mano atr�s y por entre las nalgas del tonto,
palpaba si el monstruoso instrumento del semental que tambi�n arrastraba por el
suelo, iba cogiendo tama�o y firmeza.



Lo cierto es que nuca hab�a visto una polla de aquel tama�o y
no me gustaba mucho probarla, pero al menos si tocarla y sobarla un ratito, �sea
que esper� a que el jueguecito diera a su fin y comenzara la fiesta que no tard�
en producirse. Mi t�a se puso ella cuatro patas y pidi� al bobalic�n de Erice
que ahora le tocaba a su caballito hacerle las delicias, y as� fue como el
inmenso negro medio se puso como un puente con el badajo colgando y mi t�a
pasando bajo �, frot�ndose y d�ndole lametadas a tan bello artilugio, cuando ya
lo ten�a como ella quer�a pidi� a su mozo de cuadras que se le llenara su
preciosa vaina, Erice cogi� pues el mandoble con ambas manos y siguiendo en la
postura del puente se la fue hincando a mi t�a en su almejita linda, Edmunda a
cada mandoblazo reculaba m�s para poder absorber lo m�s vorazmente tal vergajo,
ya la ten�a m�s de la mitad metida y mi t�a daba ayes de placer y de perd�n por
tan loable castigo, para delicia del tonto que se re�a con su bobalicona risa
mientras le daba grandes palmadas en as ancas a mi t�a.



En ese momento que estaban de espalda entr� yo, muy
sigilosamente y cogiendo la verga de Erice se la met� hasta casi la empu�adura
en le cochito de m� t�a, las reacciones fueron impresionantes, el bobo debi�
sentir la alegr�a de su vida, otras manos le sobaban las pelotas y la picha y
adem�s hab�a metido hasta la empu�adura su polla, mi t�a se sinti� desfallecer
con tanta carne dentro y adem�s su sofoco fue en aumento cuando se sinti�
sobada; una vez se hubieron repuesto del susto, les impuse mis condiciones y as�
una a cuatro patas y el otro a modo d puente, me deslic� bajo ellos para ver en
primer plano como una almejita tan rosada y dulce pod�a comerse un bizcocho tan
monstruoso como aqu�l, de vez en cuando les ayudaba con una lenguatada para que
aquello no se recalentase en exceso; y as� pude ver a muy pocos cent�metros como
una polla negra de casi cuarenta y cinco hac�a estragos en un chochito como el
de Edmunda que estaba ya fuera de control



Si la polla era enorme el escupitazo del semen fue hasta con
sonido est�reo, y all� fue todo saliendo a borbotones, una leche suave y melosa
como el aceite de coco, que me fui untando por las tetas y el culito; una vez
concluida la faena de mozo de cuadras le puse en la cama y le orden� que
estirara la polla sobre su barriga, cosa que cumpli� al punto, me puse a
horcajadas sobre �l y rozando aquel pedazo de tubo por mi hendidura logr� junto
con las lamidas a mis tetas del negro y las delicias de mi t�a con su lengua en
mi culito uno de mis mejores orgasmos; lo cierto era que aquella polla cada d�a
me iba gustando m�s pues su tacto, su longitud y morcillera junto con la
imbecilidad del sujeto , todo ello unido les hac�a un objeto especial para el
juego m�s perverso, sin tener que aguantar la insolencia del macho .



El resto de los d�as fueron los cl�sicos encuentros u juegos,
hasta que me fui enterando que pronto se celebrar�a el d�a del Gran Rey,
cuesti�n que no supe muy bien que era o quien participaba, pero que ten�an como
premio y regalo por mi vuelta y feliz cumplea�os.



Alguien tambi�n me susurr� mientras me clavaba su vergajo que
igual era conveniente supiera como se entrenaba mi madre para tal evento, y
puesto que mi padre marchar�a unas semanas pod�a comprobar ciertos preparativos
por parte de mi querida mama�ta, y con esa idea me fui adormeciendo mientras mis
dos amantes pugnaban por introducir sus dos finas pollas en mi saciado chocho,
cuesti�n que les dej� hacer mientras me fui abandonando en las dulces escenas
con el �rabe y so�ando lo que mi madre har�a para su entreno, y lo que mi padre
har�a durante esas dos semanas de largo viaje.



Ha partir del susurro empece a vigilar m�s de cerca de mi
madre, tras la partida dl Coronel.



Sandra de mi querida y amant�sima madre, tras la partida de
su marido lo que hizo fue recoger su m�s queridas mascotas del jard�n, donde las
relegaba mi padre y meterlas con ella en sus alejados aposentos del ala Norte
que daban sobre el Lago, y all� en pasaba la horas nocturnas fumando y saliendo
a tomar el aire c�lido de la noche a su majestuoso balc�n acompa�ada de sus dos
mascotas.



Por m�s que me empe�� y vigil� desde mi habitaci�n no vi
subir a hombre alguno, ni blanco ni negro, ni desde la plantaci�n ni desde el
lago hasta los aposentos de mi madre, lo que me ten�a sorprendida e intrigada;
apret� un poco m�s el circulo del espionaje y tampoco vislumbr� gran cosa, pues
la servidumbre se replegaba a sus barracones salvo la lozana Traganta que se
quedaba a dormir a los pies de la cama de mi madre, desde que yo recuerde, salvo
cuando el Coronel visitaba a Sandra, aunque sospecho que m�s de una vez tambi�n
se qued� y lo que ya ignoro es si participaba en los escarceos del Coronel.



Estaba m�s que intrigada sobre los entrenos de mi madre, y
salvo los largos paseos no encontraba yo que preparara nada extraordinario; �sea
que rebusqu� pues su habitaci�n cuando sali� a una de sus largas caminatas, y
salvo un peque�o consolador anal de marfil, y unos cuantos gruesos calcetines de
lana de mi padre poca cosa m�s encontr�...; busqu� pues un posible lugar o
escondite para vigilar a ambas mujeres en su m�s intimo espacio que encontr�
tras un ropero que mi madre apenas utilizaba y que ten�a otra puerta medio falsa
por donde hac�a a�os mi padre met�a a sus amigos y amigos cuando faltaba mi
madre.



Cuando me dio anocheci� me acurruque en el reducido cub�culo,
y all� me qued� dormida pues mi madre yo creo que esa noche se demor� en exceso.



Como digo, estaba dormida, cuando me sobresalt� por un
ladrillo de Caim�n el gran dan�s de mi madre que ladraba en mi direcci�n; cre�
ser descubierta pero Tranganta llam� al animal y con ello pude ya disponerme a
observar lo que pasaba al otro lado de los bamb�es.



Lo que all� observ� me dej� un tanto estupefacta y ahora
comprend�a algunas cosas: Tranganta y Sandra hab�an esparcido por la mullidas
alfombras algunos cojines y llamaban ahora a sus mascotas: a Caim�n a quien
mandaron echarse y empezaron a calzarle los gruesos calcetines de mi padre en
sus patas delanteras, as� como a los perritos falderos de mi madre y terminaron
la faena soltando de su cadena a Romualdo el gran orangut�n.



Se reuni� pues todo el conjunto, animales y mujeres en el
centro de la habitaci�n , entre los cojines, en una escena que ya conoc�an por
la rapidez con la que se produc�a y la adaptaci�n al lugar que cada uno le
correspond�a, las madamas empezaron por ponerse ligeritas de ropas, �sea se
quedaron en sost�n y braguitas y comenzaron a poner a tono a los dos perrillos
falderos, que pronto pugnaron por deleitarse con el sabor que hab�a tras la
telas de las dos mujeres, �stas se abr�an pues de piernas y dejaban juguetear a
los perrillos con sus hocicos por entre los pliegues de las bragas , de vez en
cuando dejaban que estos llegasen a sus dos almejas, cuesti�n que pon�a m�s que
a tono a ambos animales, que ya pugnaban por otra fase como era dar cabida y
calor a sus nada despreciables nabos, teniendo en cuenta su tama�o.



Mientras Romualdo buscaba pulgas a Caim�n por su barriga y le
masajeaba los enormes huevos, y este le iba dando largos lametones a las
babillas que sal�an de la vaina del orangut�n; eran un circulo perfecto y as�
funcionaban.



Mi gordita madre enseguida se dio vuelta y tras poner un
coj�n bajo su barriga, abri� las piernas e invit� a viejo perro ccoker a darle
un sobeo por la puerta trasera, le vali� tan solo la posici�n para que Andran�s
que as� se llamaba, babeara unos largu�simos leng�etazos por el culo de mi madre
y pusiera en �rbita una polla que ya pugnaba por encontrar su agujero, tanteaba
cogi�ndose al nalgatorio de mi madre mientras �sta se entreten�a en besuquear
los instrumentos de los otros acompa�antes, que segu�an medio haci�ndose pajas
uno al otro, uno a base de sus largas manos y el otro a base lametazos.



En ello estaba cuando Andran�s consigui� su objetivo sin
ayuda y clav� a mi madre hasta la misma cebolleta, que Sandra se encargaba de
ense�ar a su negra criada como dici�ndole hasta donde hab�a llegado ya el
condenado. Di t� que Tranganta no estaba en peor disposici�n pues ten�a metida
en la almeja hasta la embaladura de la polla del otro cooker, sin que hubiera
salido un solo suspiro.



Aquello me puso a cien y comenc� a pajearme mientras no le
quitaba ojo a todo aquello.



Cuando los dos perrillos se hubieron corrido a su gusto y
antojo, las dos s�tiras colocaron de nuevo sus trapitos y se dispusieron como a
dormirse entre aquellos cojines, en ello estaban cuando los dos grandes
monstruos dejaron de pajearse mutuamente y se acercaron a las madamas; Romualdo
muy lentamente se acerc� a mi madre y meti� uno de sus largu�simos y peludos
dedos por entre la cinta de la braga de mi madre, esta se reubic� un poco mejor
y dej� que aqu�l largo dedo le fuera entrando en su concha m�s y m�s, hasta
empezar a hacerla suspirar de placer, mientras Romualdo con la otra mano
maniobraba sobre su propio instrumento que iba cogiendo forma y tama�o.


Traganta, a quien ya hab�a despojado Caim�n a mordiscos de su
tanga se abr�a las nalgas para que el perrazo pudiera clavarle su dardo, las
embestidas eran tremendas y aunque la ten�a bien cogida por la cintura y culeaba
de forma endemoniada su puntiagudo dardo no hac�a nada m�s que chocar con sus
nalgas sin encontrar el maldito agujero, en una de �stas el inmenso ppero clav�
su dardo hasta la misma vaina, Traganta daba grititos y ped�a m�s y m�s,
cuesti�n que Caim�n estaba dispuesto a darle pues termin� clav�ndole hasta la
misma cebolleta en pleno chocho, lo cual hizo que m�s enloquecidos los gritos de
la mucama de mi mam�.



Esta al ver que Caim�n ya se daba la vuelta sobre su pata
trasera, llam� al perro que se arranc� brutalmente de la criada, para su
satisfacci�n , pues no grit� para nada, y encima se refocilaba con todo aquel
mejunje, llamando a los perritos falderos para que le terminaran la faena.



Sandra una vez consigui� que Caim�n se acercara le ech� sobre
su espalda y cogi� pues el instrumento del animal y lo apret� con fuerza por la
parte de debajo de la cebolleta, esta se hincho a�n m�s presentando un aspecto
impresionante, mi madre se acaball� sobre el instrumento y se lo introdujo
lentamente, su choco abr�a las valvas hasta abrazar la polla del perro, en esto
que el animal quiso levantarse y lo que consigui� fue que la cebolleta entrara
en toda su dimensi�n, yo ya estaba fuera de m� y retorc�a mi cl�toris en busca
del orgasmo...



Sandra ya fuera de s� le hizo una se�a a Romualdo y �ste que
hasta ahora tan solo echaba grandes babadas sobre la espalda de Snadra, se
coloc� detr�s de �sta la empuj� un poco y empezaba a intentar meter su polla de
mono en donde pudiera, el aguilla de la polla de Caim�n y la propia baba del
orangut�n hac�an que todo estuviera lleno de fluido y as� fue como mi madre se
trag� las dos inmensas pollas en el chocho, ante lo cual se apretaba m�s al
perro para que no se le saliera y echaba una mano atr�s para animar a que el
mono apretara un poco m�s...



La escena era impresionante mi madre ensartada se dej� caer
sobre Caim�n el mono ahora encontr� el negro agujero del culo y sin encomendarse
ni a dios sac� su polla y se la clav� directamente all� donde ten�a metido un
dedo , Traganta era limpiada a conciencia y yo ya iba por no se cual orgasmo,
tan excitada estaba que no era consciente de mi propios gritos, y fui
descubierta por los animales que salieron de sus respectivos agujeros y se
abalanzaron sobre el vestidor.



De all� me sacaron mi madre y Tranganta, y tom�ndome ambas de
brazos y piernas me llevaron a al centro de la habitaci�n, e invitando al mono
mientras me sujetaban a que me montase, me resist�a de tal manera que me
pusieron panza a bajo poniendo un coj�n debajo de mi barriga, con lo cual mi
co�o quedaba ahora a buena altura, y as� mi madre haciendo de mangorrera unt�
sus propios mejunjes en la polla del simio y la enfil� directamente a mi chocho,
Romualdo deb�a estar muy entrenado pues fue metiendo lentamente su largo y
extra�o instrumento que ascend�a y ascend�a hasta parecer que me iba a romper en
dos , pero el gusto era tan intenso, y m�s cuando se retiraba lentamente y luego
volv�a otra vez a empezar y as� me fui desvaneciendo; hasta aparecer al d�a
siguiente en mi propia cama...



�


Asalto 3� y �ltimo



El caso es que pas� unos d�a dolorida pero con ardientes
ganas de m�s polla y lo cierto es que no ten�a a casi nadie a mano, pues todo el
mundo andaba metido es una fren�tica danza de aqu� para all� pues la fiesta del
Gran Rey estaba a punto de celebrase y casi todos andaban como fuera de s� ...


Una de las noches entr� la mucama y me dijo que me prepara
pues si quer�a participar del festival del Gran rey ten�a que tomar una de
aquellas p�cimas que me ir�a preparando, mi chocho ped�a guerra a malsalva y mi
imaginaci�n ya estaba perdida en los mil y un laberintos de lo que podr�a
significar aquel al que tanto se consagraba todo el personal, menos mi padre que
se hab�a ido.



Fui tomando aquellas p�cimas que me a�n me hac�an m�s
enso�adora y apetecible a mi misma, deseaba en medio de aquella aturdidez que
una larga polla me penetrara hasta la misma tripa y sentir un gran poll�n que me
rajaba mi culito... y as� una noche ya no se de que d�a , todo pareci� m�s
oscuro tras beber la p�cima.



Cuando quise darme cuenta, unos potentes brazos me sosten�an
y me levantaban en vilo, procediendo a vendarme los ojos y a trasladarme de mi
mullida cama hacia la selva , pues por mi semi desnudez sent�a el aire y rumor
de las hojas y a lo lejos los tambores, que paulatinamente se me iban haciendo
m�s cercanos, hasta estar casi en frente de ellos.



Sent� que me echaban encima de un rollo pues el borde se
clavaba a la altura de mi pubis, me ataron pues las manos, dejando que mis
piernas semicolgantes y as� medio expuesto mi culito y mi concha , fui sintiendo
como se me embardurnaba con alg�n tibio mejunje que pon�a mis partes a cien por
hora, cuando empec� a sentir un deseo irrefrenable y mis agujeritos estaban a
punto del incendio del deseo, un fr�o l�quido vino a saciar mis deseos, los
tambores empezaron a sonar y las risas ahora se hicieron m�s cercanas.



El calor de mis conchas ahora volv�a a ser inaguantable y
ped�a a gritos que me calmaran , en ello estaba cuando empec� a sentir sobre mi
cuerpo parte de otros cueros, manos, peque�os golpes con utensilios carnosos que
imaginaba como pollas, salivazos por mi culo y refriegas en chochazo que ya
ansiaba como poco la polla de Romuado o de Caim�n o todo ello junto... en ello
estaba pensando y pasando por el primer orgasmo, cuando me quitaron la venda de
ojos.



El espect�culo era impresionante, un amplio corro de sujetos
desnudos y pintarrajeados, a los cuales me era dif�cil reconocer y que ten�an
sus inmensas pollas al aire, a las cuales se encargaban de darles tama�o y
lustre unas cuantas mujeres por polla, cuando una sobaba la polla la otra le
mordisqueba los negros cojones, u otra le met�a el dedo aqu� y all� y saboreaba
y gustaba de olores y almizcles; cuando el c�rculo se abri� pude contemplar dos
inmensas bestias negras sentadas delante de m� a unos metros 10 metros, eran dos
enormes gorilas, uno m�s peque�o y otro un poco m�s ancho y alto, en sus regazos
revoloteaban unas j�venes sirvientas que tambi�n hac�an que sus pertinentes
maniobras fueran sacando de sus eludas funfdas unos descomunales pollones.



El gorila m�s peque�o ten�a una polla como de unos treinta y
cinco cent�metros pero extraordinariamente gorda y roja el otro que parec�a su
padre ten�a una polla que para m� sobrepasaba los 45 cm y ten�a un grosor m�s
que respetable, ambos gorilas parec�an como ensimismados, estaban atados por la
cintura , pero no parec�an necesitarlo, pues penas si se mov�an de su sitial, ni
cuando les sorb�an a lametazos su grandes pollones , ni cuando por sus hocicos
les pasaban aquellos tiernos chochos de mujeres v�rgenes.



Estaba pues en presencia del Gran Rey el Gorila, y empezaba a
temerme lo peor desde que all� me descuartizaran aquellos mamelucos o que en
pleno �xtasis me echaran sobre aquellos grandes pollones y terminara igualmente
de destrozada.



La ceremonia pareci� empezar pues las solemnes bandas de
tambores y flautas hicieron m�s ruido, las pollas mostraban unos aspectos
inmejorables y algunos ya ten�an a su pareja medio preparada para ensartar, a un
repique de tambor atronador el jolgorio comenz� y la barah�nda de pollas
buscando hueco parec�a interminable, la posici�n en l que estaba era pues
dificil mantener tanto tiempo la cabeza levantada, con lo cual opt� por dejarla
caer y descansar un rato, medio pensaba en que me ir�a a suceder y como calmar�a
aquel resquemor del chocho, cuando entre mis pies v� una larga cola de hombres
polla en ristre, apenas pude intentar revolverme cuando sent� el primer
flechazo, una polla fina calmaba mis primeros humores de forma muy galana,
apenas sin tocarme y con delicados deslizamientos, cuando estaba llegando a mi
orgasmo, sent� sobre mis posaderas unas enorme pezu�as que me ara�aban y met�an
su pulgar en mi ojete a la vez que escup�an en �l, mire por la entrepierna y v�
un poll�n gordo y feo, granuloso y poco apetecible que ahora levantaba el sujeto
con intenci�n de violar mi negro culo, no era capaz de ello, pues yo a�n no
estaba en su punto y su puta polla estaba a�n blandengue, como no se le lograba
meti� de forma desabrida una de sus grandes manos entre mis cachas y abri�ndome
el chocho embuti� de una emburriada su choricera polla en mi suave almeja que
aunque mi mente rechazaba por su aspecto y malas maneras del sujeto, mi chocho
empezaba a sentir un cierto frescor en aquellos vaivenes.



La fiesta prosegu�a ahora los machos andaban ya por el suelo
insertados unos en otras y otras en unos, haciendo rocambolescas filigranas de
pollas , lenguas , culos y artilugios que iban introduci�ndose aqu� y all�, mi
cola de amantes parec�a no tener f�n, cuando pod�a echar un vistazo ve�a que la
cola pasaba de tres a diez en un momento, en cuanto alguien perd�a chocho o culo
iba en m� busca y as� fui probando pollas y m�s pollas desde la m�s suave a la
m�s grotesca, desde lo m�s blanquecina y descapullada a las m�s negra y cerrada
en su cabeza y con un infernal olor a orines y semen, me iba desvaneciendo entre
tanta polla y sientiendo como los litros de semen de aquella tribu ya rodaba por
mis muslos, cuando sent� que una suave mano sub�a hasta mis partes todo aquel
mejunje y me restregaba el n�car de mi agujerito negro, que solo algunas pollas
fueron calando de ma�osas maneras hasta dejarlo el�stico y adaptable y con ganas
de algo m�s s�lido.



Cuando me estaban ba�ando en los jugos de mis amantes y me
daba a chupar algunas de aquellas pollas, un redoble que tambores hizo que la
luz disminuyera y alguien se colara entre mis brazos meti�ndome su poll�n en la
boca , y apretando para que me lo tragara todo, cuando la bofetada del
escupitazo de semen me di� en todo el paladar y desapareci� el objeto de la
chupada, puede ver que tra�an en volandas y tambi�n vendadas a mi madre y a mi
t�a, a las cuales sosten�an de cara a los dos gorilas, a mi madre le tocaba el
m�s grande y a mi t�a el m�s peque�o, un poco m�s alejado ten�an a Romualdo y a
Caim�n que se propon�an ensartar a la vez a Tranganta y que eran coreados por un
nutrido grupo de hombres y mujeres que animaban a que la sesi�n diese comienzo.



Los tambores empezaban a repicar y mis parientes iban bajando
desnudas y vendadas sobre aquellos dos m�stiles de carne que ya buscaban una
buena concha donde ensartarse, cuando sus dos chohazos tocaron la punta de los
nabos, la soldadesca solt� de repente a las dos mujeres, las cuales cayeron
sobre los m�stiles, los chochazos de ambas se negaban a dar cabida a tales
dimensiones, una bardunada de aceites picantes, hicieron que ambas mujeres
pidieron polla a mansalva, estaba expectante cuando sent� sobre mis nalgas dos
manos que apartaban las mollas para dejar libre el agujero del culo, y la cabeza
roma de una buena polla que optaba por dicho hueco, mir� por entre mis piernas y
v� colgando unos cojones bestiales a modo de toro, lo que me hizo a�n
angustiarme m�s y no querer recibir aquello que quer�an encajarme.



Me revolv� cuanto pude y eso para mi desgracia hizo que el
poll�n metiera su dura cabezota dentro de mi ojete, mir� al frente y v� a los
grandes simios que en un infernal abrazo hab�an cogido a las damas y las
ascend�an y bajaban sobre sus m�stiles en medio de gritos, risas y ayes de
placer y dolor de todos, yo sent� como el cabronazo de la polla iba entrando y
entrando m�s y m�s, lo present�a lejos, sus pelotas a�n no asaeteaban mi
chochito, lo que me hac�a pensar de que a�n quedaba polla para rato.




Mi madre y mi t�a ya estaban casi desmayadas de placer y
dolor, con las pollas de los dos simios aflorando semen por todos los lados,
cuando ambos gorilas ya hab�an sentido como su flujo se iba, dejaron a ambas
mujeres caer sobre sus pollas como si fueran mu�ecas de trapo, el grito de ambas
fue atroz a sentirse insertadas hasta lo m�s hondo, y donde se estaban mezclando
dolor palceer semen sangre de sus desgarraduras, y se dejaban ahora mecer en el
maternal abrazo en el cual les ebadurnaban los grande simios para despiojarlas y
darles mimos.



Mientras el cabr�n de la negra polla cuando vi� subir a ambas
mujeres atrapadas en el simiesco gran abrazo y previendo ya el resultado y mi
desgraro por lo que les iba a a suceder a ambas mujeres, me ensart� de un
empoll�n la polla hasta los mismo huevos que sent� como abr�an mi almeja en dos
claras mitades, y si bien me hac�a da�o el sentir aquellas enormes bolas golpear
mi chocho de aquella manera, y sentir toda aquella longaniza salirse para tomar
de nuevo impilso era un placer que fue de tal magnitud que pronto perd� el
sentido. Lo siguiente que reuerdo es vernos a las tres damas de la casa
descansando apaciblemente, cuidadas con gran esmero por nuestros nativos, que
ahora nos ten�an consideradas como grandes manitues de la tribu, y con esa
reverencia y cari�o atendian nuestras m�s exquisitas necesidades.



Abelardo de Leyre



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Relato: Orgias en Africa
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