Era m�s de medianoche cuando salimos del restaurante. La
velada se hab�a demorado debido a que era nuestra primera cita, y aunque
hab�amos charlado muchas veces con anterioridad, parec�a que a�n quisi�ramos
saber m�s el uno del otro.
Nos conocimos mientras pase�bamos a nuestros perros en un
descampado que hay al lado de la finca donde vivo con mis padres. �l tiene una
pastor alem�n y yo un perrito m�s peque�o que se col� por la perra en seguida.
Tiene 39 a�os. Soltero. Vive solo. Y su madre cocina para �l todos los d�as.
Yo tengo 29, casi 30. Y no soy una chica de gustos claros y
definidos. Si veo a un chico y me gusta, es suficiente. No ha de ser alto ni
bajo, gordo ni flaco, moreno o rubio. Me da igual. Yo miro m�s all�. Un chico
que me gusta tendr� algo que me atraiga.
Sin embargo, no recuerdo lo que me atrajo de �l.
Esta noche le veo muy atractivo. No digo guapo porque quiero
ser sincera. Y �l no lo es.
He deseado salir con �l durante semanas. He fantaseado con
esa posibilidad. De hecho, le propuse ir al cine conmigo un fin de semana. Pero
estaba ocupado. Lo dejamos entonces para otro momento. Pero como no parec�a que
fuera a dar el siguiente paso, le invit� de nuevo. Dos veces m�s. Hasta que
consegu� mi prop�sito.
Creo que es t�mido. O que est� tan acostumbrado a su solter�a
que teme que una mujer le cace. O tal vez sea mi edad, tal vez considera que la
diferencia de edad es importante.
Ha sido este tema el �nico que he evitado tratar durante la
cena. Por si acaso se asusta.
Ahora, frente a la puerta del restaurante, parece convencido
de no haberse equivocado aceptando mi invitaci�n. Le veo c�modo, simp�tico,
incluso atento. Qu� cielo de hombre.
-�Qu� te apetece hacer ahora?- le pregunto. S� que no es
partidario de salir de fiesta o de copas, as� que me encuentro un poco indecisa
con respecto al tema. -Podemos dar una vuelta, hace una noche estupenda- a�ado.
-Me parece genial- contesta.
Y caminamos sin rumbo fijo por el centro hist�rico. Calles
peatonales, mucha gente. Hay muchos bares por la zona. Sin estar segura de c�mo,
nos dirigimos a una zona m�s tranquila del barrio. Hablamos. Yo me acerco a �l,
trato de incitarle a que se acerque a m�. Huelo su colonia. Me excito pensando
en tenerlo mucho m�s cerca. Deseo que me bese. Pero no s� c�mo hacerlo sin
provocar su rechazo. No est� acostumbrado a salir con mujeres y no quiero que
esta noche salga nada mal. Si tengo que esperar a m�s citas, por muy impaciente
que yo sea, esperar�. No quiero precipitarme.
Pasamos junto a un coche. Dentro hay una pareja bes�ndose.
Qu� envidia...
Aminoro el paso para deleitarme en la escena. Es una
costumbre, un defecto, el cotilleo. No he pensado que a �l pueda importarle.
Pero de repente me doy cuenta de que puede molestarle y giro la cabeza
bruscamente para mirarle.
Tambi�n �l estaba contemplando la escena, cuando advierte mi
movimiento. Lentamente vuelve la cabeza y me mira a los ojos.
Joder, ojal� supiera lo que est� pensando... Se le ve
indeciso, impotente, precavido. Y yo le miro con deseo, no puedo evitarlo. Verle
en ese estado aparentemente infantil e inexperto despierta en m� cientos de
reacciones f�sicas.
Repentinamente, algo cambia en su mirada, y, sin m�s, se
acerca a m� y me besa. Con prisa, con indecisi�n. Con esa boca cuyos labios
sue�o de noche.
Y respondo al beso, demostrando cu�nto lo deseaba.
Y el beso se alarga, para mi deleite. Abro los labios para
introducir mi lengua, despacio, para no precipitarme. Y entonces ocurre. Sus
manos me cogen de los brazos y me estrecha contra �l, con fuerza, con deseo. Y
me dejo llevar por la situaci�n, poniendo las m�as en su nuca. Y me abraza.
Dios m�o, si sigue as�, si no se interrumpe... El bulto que
pugna por salir de su entrepierna, el bulto que se me clava en el vientre, me
excita, me excita tanto que si sigue empuj�ndome con �l va a conseguir que me
derrita.
Pero se detiene, separando lentamente sus labios de los m�os
para mirarme. Est� pensando, trata de ordenar sus ideas. Quiz�s quiera
proponerme algo. Oh, si, que lo haga. Que me haga una proposici�n. Una
proposici�n indecente...
Y lo hace.
Si me preguntaras qu� posibilidades tiene una chica como yo
de escuchar una proposici�n indecente de un hombre soltero de 39 a�os con una
vida aparentemente sencilla, mon�tona y familiar, te dir�a que pocas.
Pero no. Me equivocar�a.
Un hombre que lleva a�os sin mantener relaciones sexuales,
por muy buen tipo que sea, puede esconder secretos inconfesables. Como los puede
esconder �l.
-Me gustas- me dice.
-Y t� a m�- le susurro. Y viendo que �l se demora en seguir
hablando, trato de incitarle. -�Quieres seguir paseando?- le pregunto.
Le veo dudar. Tendr� dos respuestas, seguro; una positiva, si
se mantiene en su papel de buen tipo, y una negativa, si se atreve a ir m�s
all�. Me mira, pero no me responde. Los segundos parecen minutos. Mi impaciencia
hace que se me acelere el latido del coraz�n, ante las dos posibilidades.
-No- responde al fin. Dios m�o, me tiemblan tanto las piernas
que creo que voy a caerme. Me sujeto a sus brazos para no perder el equilibrio.
�Es posible que te parezca una mala idea y espero que me respondas con
sinceridad si es as�, pero, �te apetece tomar una �ltima copa en mi casa?
Lo ha dicho. Lo he oido. Me ha invitado a su casa!!
-Estaba deseando que me lo pidieras- le contesto nerviosa.
Puede que te parezca que algo as� no es indecente. Pero si
vieras su mirada, te dar�as cuenta que hay algo m�s. Que oculta algo morboso.
Nos dirigimos hacia su coche, sin decir nada. Me coge de la
mano al cruzar una calle y ya no la suelta. Al llegar a su coche, abre la puerta
del copiloto y me invita a entrar, cerr�ndola una vez me he acomodado en el
interior. Permanece callado durante el trayecto. Su mano se posa en mi rodilla.
Llevo una falda corta azul. No es ajustada, sino m�s bien lo contrario, de forma
que al sentarme con las piernas ligeramente entreabiertas, se ha deslizado
descubriendo mis rodillas y acomodando la tela entre ellas.
La acaricia, suavemente. Y la desliza hacia la parte interior
del muslo, despacio, sin prisa. Estamos en un sem�foro. Cuando �ste se pone en
verde, me mira fijamente y quita la mano. Est� sonriendo.
Al llegar a su calle, aparca. Mientras me quito el cintur�n
de seguridad, vuelve a posar su mano en mi rodilla. La desliza y llega hasta mis
braguitas. No deja de mirarme. Me roza por encima de ellas. Y dejo escapar un
gemido. No puedo evitar su mirada. Y sigue roz�ndome. -C�mo me excita esta
situaci�n- pienso en ese momento.
Y se detiene.
�Vamos- dice.
Y sale del coche. Me quedo un poco alucinada de su reacci�n,
pero le hago caso. Salgo del coche y nos dirigimos hacia la puerta de su finca.
Abre y entramos en el zagu�n. Es una finca sin ascensor. Vive en el tercero. Sin
encender las luces me invita a subir las escaleras.
�T� primero- dice.
Y mientras subimos, su mano me acaricia las piernas, los
muslos y la parte interna de �stos. Las braguitas.
Al llegar al rellano ya estoy completamente mojada de la
excitaci�n.
Abre la puerta y sonri�ndome me dice: -entra-.
Est� oscuro. Entro delante de �l. Me deja tan poco espacio
para pasar por la puerta que no puedo evitar rozarme con �l. Mi culito, cubierto
por unas bonitas braguitas blancas, acaricia su entrepierna. Est� excitado, he
podido notar el duro bulto. Y cierra la puerta tras de s�.
De repente, en la oscuridad, me coge con fuerza por los
brazos y me empuja contra una pared. Me ha sorprendido tanto que casi pierdo el
equilibrio. Su cuerpo se adhiere al m�o con ansia, por la espalda, sus manos
tratan de tocar toda la piel de mis piernas. Su polla bajo el vaquero me
presiona el culo. Me hace da�o. Siento como me aplasta el pecho contra la pared.
Se detiene. Y, sin dilaci�n, mete las manos bajo mis
braguitas y empieza a tocarme el culo, desliz�ndolas hacia abajo, donde la
humedad de mi co�o se mezcla con el vello p�bico. S�lo alcanzo a gemir. Apenas
puedo emitir otro sonido, ya que me empuja con tanta fuerza contra la pared que
apenas s� puedo respirar. Y mete los dedos. No est� siendo muy delicado. Me hace
da�o.
Y no habla. No dice nada.
Se detiene. Me da la vuelta. Y mi espalda golpea contra la
pared. Me besa. Dios, cuanta saliva, c�mo me pone. Me mete la lengua en la boca,
con avidez, con desesperaci�n. La saca y recorre con ella mi cuello, la parte
superior de mi pecho. Mientras, sigue sob�ndome el culo bajo las braguitas. Y yo
me dejo, me dejo llevar.
Parece que mi camiseta de tirantes le molesta, porque quita
las manos de mi culo y las lleva hacia arriba. Coge los tirantes, los desliza
por mis brazos y deja al descubierto el sujetador, blanco, de seda, como las
braguitas. Un sujetador que se abre por delante, de forma que al presionar bajo
�l para meter sus manos, �ste se abre, liberando mis pechos. Y emite un gemido
de sorpresa.
Vuelven sus manos a mi culo mientras me chupa las tetas. Me
succiona los pezones. Su saliva se desliza por mi piel, sobre mi vientre, bajo
la camiseta que a�n llevo puesta.
Y habla.
-Te deseo- me dice.
Me ha asustado oir sus palabras. No le veo en la oscuridad.
Estoy a ciegas.
Vuelve su boca a mi pecho. Retira las manos de mi culo. Y
noto sus movimientos junto a mi vientre, oigo la cremallera deslizarse con
rapidez. Se abre el pantal�n. Y la punta de su polla, dura y enhiesta, me roza
el ombligo. La restriega contra mi piel. Est� viscosa, sus l�quidos preseminales
se adhieren a mi piel y se secan en ella.
-Te deseo ahora- a�ade.
Y, en ese momento, me coge del culo, me eleva y apoy�ndome
contra la pared, coloca su polla en la entrada de mi co�o. Estoy tan excitada,
tan h�meda, que basta ponerla ah� y soltarme un poco.
-Ahh- grito.
Me ha empalado, tal cu�l suena, tal cual lo lees. Me la ha
clavado tan profundamente y con tanta fuerza que creo que me va a partir en dos.
Y no puedo evitar correrme. No he necesitado nada m�s que sentirme inundada por
esa verga caliente y suave, esa verga urgente de cobijo, para deshacerme en un
c�mulo de sensaciones f�sicas que me transportan, que me hacen quedar en un
estado de semiinconsciencia.
Y �l sigue con los mismos movimientos, me eleva y me deja
caer. Estoy tan llena que duele, porque tengo los labios vaginales muy
sensibles. Pero solo puedo desear que siga, que siga embisti�ndome.
Pero se detiene.
-No, no pares, por favor, no pares- le ruego entre jadeos,
-sigue, sigue-.
-Tranquila- contesta, -no tengo intenci�n de parar. T� a�n te
volver�s a correr antes de que te llene de esperma- a�ade.
Y en la misma postura, conmigo a horcajadas sobre su polla,
cuyo tama�o es mayor ahora, se encamina hacia otro lugar. No veo nada, todo est�
muy oscuro. Su cuerpo vestido se pega al m�o, semidesnudo y sudado. Su colonia
invade mis sentidos. Quiero m�s.
Tropieza con algo. Una mesa. Acaba de apoyarme en ella. Es de
madera. Su fr�a superficie contrasta con la piel caliente y h�meda de mi culo y
de mi espalda. Esta vez no ha sido muy brusco, de lo contrario, su polla podr�a
haberse salido de la cueva que ha invadido.
Con las manos sobre los hombros, me invita a tumbarme. Y le
obedezco. Antes de que mi cabeza se pose sobre la fr�a madera, me embiste. No
puedo deslizarme. El sudor me ha dejado pegada a la mesa. Y sus manos se aferran
firmemente a mi cadera. Me embiste. Y c�mo deseo que lo haga. Me gusta. Me
excita. Su polla entra y sale, entera, desde la punta hasta los huevos. Y yo
quiero m�s, la quiero toda dentro. Mi co�o arde.
Est� empezando a acelerar sus movimientos. Y a incrementar la
fuerza de los envites. Y sigue. Y sigue. Y no se detiene. Hasta que un intenso
calor se propaga por mi interior. Un calor h�medo. Viscoso. Se est� corriendo.
S�lo gime, no habla, y sigue empujando. Debe estar deseando que su semen me
salga por la garganta. Pero lo que pasa es que empieza a escurrirse por la
escasa abertura que pueda quedar entre las paredes de mi co�o y su polla. Todo
mi vello p�bico, todo su vello p�bico, se impregnan de esperma. Caliente,
h�medo. Su olor me llega con intensidad. Y sigue bombeando. Es tal la intensidad
de mi excitaci�n que me veo sorprendida por un intenso y prolongado orgasmo. Y
grito. Con tal volumen que su mano atrapa los sonidos que surgen de mi boca.
Mientras sigue empujando su polla contra el fondo de mi co�o.
Y, por fin, se detiene. Le oigo jadear. Debe estar agotado.
Tengo los labios vaginales inflamados, escocidos, pringosos. Pero �l no se
retira de mi interior. Al contrario, me incorpora, me iza y me transporta de
nuevo, unida a �l hasta lo que parece una cama. Y nos tumbamos. Su polla sale de
m�. Y me siento vac�a.
Se tumba sobre m�, y me besa. Con ternura, con calidez.
-Todav�a te deseo- me dice mientras me besa y me acaricia el
cuello con las yemas de los dedos. �Espero que no tengas prisa por marcharte-
a�ade. �Esto es solo el principio, si t� quieres-.
-�El principio? �S�lo el principio? �Habr� m�s?- Pienso
mientras respondo a sus besos.
-No, no pares, por favor, no pares- le ruego, -sigue-.
Y sigui�... pero �sa es otra historia...