La ruta de cuatro carriles iluminada, recib�a en su falda
negra innumerables veh�culos muchos de ellos por las vacaciones de invierno,
acostumbrada a manejar desde chica, iba a una velocidad que para su compa�ero
era por dem�s excesiva, la rigidez en los movimientos, el acompa�amiento
instintivo de apoyar sus piernas al piso, el mirar al veloc�metro, dec�an de el
su condici�n de miedoso, ella percib�a , disfrutando la situaci�n.
La autopista termin� y el ingreso a una ruta angosta, sin
luces hac�an a�n m�s negra la cinta asf�ltica, no bajo la velocidad y le pareci�
ver sobre la frente de Carlos una gota de sudor, las luces del autom�vil a
pleno, daban seguridad en el manejo a Claudia, una peque�a llovizna requiri� del
limpiaparabrisas, un murmullo se escucho , bajando la radio se hicieron audibles
las palabras.
� Podes ir m�s despacio?.
Bajando un poco la velocidad, le pregunto si era la misma
persona que le dec�a
!que viviera! ,! que aprendiera a gozar!, !que arriesgara!,
!que todo es v�rtigo!, !que disfrutara de las situaciones!
Le record� que fue el quien la invito a la aventura de ese
fin de semana, el que le dijo que le gustaba la velocidad, la vida libre, que
expresaba que su juventud le permit�a absorber golpes f�sicos y de los otros,
sin mayores problemas, que era poco menos que un valiente glorificado por mil
batallas y aventuras.
Que la animo a pesar de sus a�os (52) a gozar con ese cuerpo
(23) , ahora las cosas estaban m�s en claro, ni ella era una vieja decr�pita ni
el era un macho brav�o, era un joven aventurero y ella un viuda y mujer hecha,
que sabia que la mejor manera de indicarle a un joven, que hay cosas que dan
miedo, era descubri�ndolas.
Los kil�metros iban pasando , el destino estaba cerca, las
subidas y bajadas de esa cinta bordada con l�neas blancas, parec�a interminable
, Carlos era un trapo, despu�s de la tensi�n sufrida.
La estancia estaba iluminada, los caseros hab�an preparado,
una peque�a recepci�n a la "ni�a", nunca les importo con qui�n venia, pero era
otro joven como la �ltima vez y tan miedoso, como el anterior por lo menos
estaba igual de transpirado.
Mientras se recostaba en un sof�, comi� algo y se fue a
dormir, el despert� a las tres de la ma�ana , la busco y le pidi� que le
indicara el ba�o, se ducho y se acost� a dormir.
Esa ma�ana, la ducha tibia, empa�aba los espejos y la visi�n
dentro del ba�o , cuando el despert� ya recuperado del ataque de p�nico, supo
que era su oportunidad para hacer a su "t�a" gozar, entro a la ducha enjabonando
ese cuerpo, que ahora descubr�a en su verdadero esplendor, los senos firmes
(probablemente por cirug�a) , el trabajo del gimnasio reflejado en sus curvas,
sinti� la respuesta de su falo erecto, entendi� que esa era una mujer completa,
no solo en lo f�sico, pero era en ese punto donde el se sinti� como obligado a
mostrar su virilidad, su falo penetro aprovechando la altura a la par, que ambos
cuerpos ten�an, por debajo de sus nalgas, entrando en esa vagina , otrora canal
de parto, facilitado su paso por el flujo lubricante de ambos miembros, apoyada
en la pared recibi� el embate de la juventud, no pudo evitar sentir la
desilusi�n de su r�pida acabada, mientras ella reci�n entraba en un poco en
calor, el se dio cuenta y se quedo jugando dentro, el falo respondi� y entro
nuevamente en erecci�n (ventajas de juventud), ahora si acab� , no pudo
contenerse de darse vuelta y besarlo como hac�a mucho no lo hac�a.
Se secaron, esta vez el nuevamente erecto falo, llamaba a un
juego de sexo, arrodillada sobre las toallas de algod�n puro, se encontr� con la
cara de dolor de su due�o al querer bajarlo, fueron a la cama y un 69 a todo
comp�s se apodero de ellos.
Se sinti� cansada, recostada en su hombro dormito, ya no era
la maldita vieja que pon�a las barreras a su joven amante, marcando a fuego sus
debilidades, era simplemente una mujer que el goce sexual la hab�a rendido
f�sicamente, en esa hora el tambi�n record� que no era el machito que todo lo
puede, estaban m�s cerca, el goce f�sico los uni�.
La cabalgata no era el fuerte del joven, ella no le marco su
mayor destreza, solamente se limito a recorrer el campo en las partes del casco,
hasta llegar al arroyo de lecho de piedras, se bajaron atando la cabalgadura al
costado de la aguada, luego de dejarlas saciar su sed, la sombra refrigeraba el
poco sol que despu�s de la tormenta se animaba a calentar un poco esa pradera,
las camperas que llevaban en la grupa cubrieron el fr�o de sus pieles , las
miradas entrecruzadas en el rom�ntico paraje no apto para actos f�sicos la llevo
a aceptar la invitaci�n de ir r�pido a la casa, sonr�o , sabia que lo iba a
cabalgar a este potrillo hasta sacarlo bueno.
La jineteada fue soportada gracias a la experiencia de ella y
la juventud de el, haciendo realidad las fantas�as de sexo de ambos, ahora
sab�an que el sexo no es amor, pero sirve para pasar un buen rato.