Relato: El futbolista





Relato: El futbolista

Nunca le hab�a sido infiel a mi marido ni creo que lo vuelva
a ser. Estoy muy enamorada de �l como creo que �l de m�. Llevamos juntos desde
la universidad. �l ten�a 19 y yo 18 cuando nos conocimos. Dej� a la que era su
novia y ya llevamos 14 a�os, 8 de casados. Estamos a punto de tener nuestro
segundo hijo.


Soy una mujer que gusta mucho a los hombres, pero nunca les
doy pie a nada m�s que mirar. Aunque a veces me gusten los halagos, no soy como
otras protagonistas de estos relatos que se pueden leer (y que a veces nos
sirven para avivar nuestras fantas�as sexuales, aunque los que m�s nos gustan,
los m�s o menos veros�miles, cada vez escasean m�s, ya que ahora se ven m�s
aquellos en los que �l la mira, ella se abre de piernas y lo hacen all� donde se
encuentren; previa mamada y con una penetraci�n anal de postre). Perd�n por el
par�ntesis. Dec�a que no soy una mujer que se caliente demasiado aunque me
miren, me piropeen o me deseen. O si me excito, el beneficiado es mi marido, con
el que desfogo mi lujuria y algunas tentaciones que surgen. Y s� que mi marido
tambi�n sabe imponer la cabeza sobre su pene.


No lo he dicho, pero mido 1�65, soy casta�a tirando a rubia,
de pelo largo y liso. Ojos color miel y una cara preciosa, de formas muy
femeninas y marcadas. Vamos, que incluso a veces los t�os no bajan a primera
vista la mirada de mi barbilla. Y eso que mi cuerpo no est� mal, creo: cintura
de avispa, buen tipo, tipa lisa gracias, entre otras cosas, al gimnasio, pechos
no muy grandes (95) pero bien firmes y levantados, con la sorpresa de mis
pezones. Y mi culito es resping�n y mis piernas moldeadas a la perfecci�n. Visto
atrevida cuando la ocasi�n lo requiere, pero acostumbro a usar vaqueros y
jers�is por su comodidad. Y mi marido es tambi�n muy guapo, pese a que muchos
dicen que no tiene ni punto de comparaci�n conmigo. No porque tenga gafas va a
desmerecer. Es alto, delgado, con barba y casta�o; es muy divertido y tiene un
coraz�n enorme... �Y me quiere!


Ambos somos abogados, pero trabajamos en bufetes distintos,
aunque por suerte no estamos muy lejos el uno del otro y vamos y venimos juntos
en el coche siempre que podemos (que es casi siempre). Acompasamos nuestros
ratos libres y salimos mucho a muchos sitios distintos.


Y tenemos la suerte de compartir una afici�n: el f�tbol.
Solemos ir casi siempre al campo a ver los partidos de nuestro equipo (que es,
no dar� m�s pistas, uno con equipaci�n blanca). No coincidimos, eso s�, en
nuestros jugadores favoritos. Sobre todo uno que hubo y que me volvi� loca:
moreno, elegante, apuesto... Uff... Verlo en calzones me pon�a... �Vaya piernas
y vaya culo! Mi marido sab�a que era mi debilidad y mi fantas�a. En broma,
hab�amos acordado que tendr�a licencia de acostarme con �l si tuviera la
oportunidad (�l a cambio ten�a la opci�n sobre la preciosa actriz Emmanuelle
Beart, culpable de que seamos tan expertos de cine franc�s). �stos 2 eran las
�nicas personas con quienes fantase�bamos en la cama. De hecho, una de nuestros
juegos favoritos consist�a en tapar el uno al otro los ojos e imaginar que
est�bamos haci�ndolo con ellos, cambiando algunas maneras de tocarnos, hablarnos
o besarnos. A �l le encantaba �y le sigue encantando- que le susurre frases en
franc�s. Adem�s desde que pas� lo que voy a contar, nuestras vacaciones solemos
pasarlas en distintas zonas del pa�s vecino.


El caso es que, casualidades del destino, mi futbolista tuvo
problemas con su representante y requiri� los servicios de nuestra firma de
abogados. Hizo algunas visitas a nuestra sede y le conoc�... Era m�s guapo en
persona. Y m�s atractivo. Ganaba mucho con esa voz varonil. Me mojaba las bragas
cuando le ve�a sonre�r o me saludaba. La "pega" es que estaba casado y ten�a dos
hijos.


Otro compa�ero y yo nos hicimos cargo de sus asuntos legales
despu�s de varias reuniones. Cuando le cont� a mi marido cu�l era mi nuevo
cliente, no se lo pod�a creer. No le hizo mucha gracia, aunque no me dijo nada.
Durante algunos d�as no hablamos del tema. Estaba un poco celoso y preocupado.
Sobre todo cuando no dejaba de ponerlo por las nubes y dici�ndole lo mucho que
me pon�a. Lo que para m� era un juego, para �l era una tortura, ya que ve�a como
algo muy probable que se diera la ocasi�n para cumplir mi fantas�a. �l, me
dec�a, aunque conociera a Emmanuelle, no tendr�a ninguna opci�n de tir�rsela.


Pero esto de decirle lo del polvo que ten�a era mi forma de
demostrar que lo ve�a inalcanzable. Entre otras cosas porque las cenas que
tuvimos fueron con nuestras respectivas parejas: mi marido, la esposa de mi
compa�ero y la del futbolista. Tardamos varios meses en superar la cordialidad
profesional para ir tomando un trato m�s amigable. Adem�s su esposa era un
bellez�n.


El mosqueo de mi marido se super� del todo cuando mi
futbolista nos regal� pases de tribuna para lo que restaba de temporada. Adem�s
ya no le contaba mis ganas de echarle un polvo. Incluso volvimos al juego de la
venda.


Mi relaci�n con el futbolista se fue incrementando con los
meses y mi admiraci�n por �l no disminuy� en ning�n momento. Lo miraba como algo
muy por encima de m�, como en otra esfera. Estaba convencida de que los dem�s,
yo incluida, �ramos como insignificancias para �l. Nunca pens� que yo pudiera
atraerle y m�s viendo c�mo era su esposa (mi marido alguna vez me pidi� cambiar
su objeto de deseo incluso, pero yo me negu�). As� que si alguna vez nos ve�amos
a solas a tomar copas o algo por el estilo, ese sentimiento de inferioridad
bloqueaba cualquier fantas�a. Adem�s, era todo un caballero y estaba muy
enamorado de su fabulosa esposa.


Esa primera temporada en la que nos hicimos cargo de sus
asuntos termin� con t�tulo y celebraciones. No s�lo por el campeonato, sino por
la subida salarial que negociamos con el club y que le equipaba econ�micamente
con las estrellas extranjeras del equipo. Al cont�rselo, me dio un abrazo muy
fuerte y me bes� cerca del labio. Me pareci� una reacci�n bastante justificable,
pero me puse mala y esa noche con mi marido me desahogu� de lo lindo, dej�ndole
al pobre para el arrastre tras el tercer casquete.


La temporada siguiente no fue tan positiva por culpa de una
lesi�n que le mantuvo fuera de los campos dos meses. Fueron terribles para �l y
yo me convert� en su confidente: me contaba todas sus preocupaciones y yo me
sent�a halagada por su confianza. Me enter� de que pasaba momentos bajos con su
esposa, que acababa de tener su tercer hijo y se sent�a un poco abandonado.
Necesitaba mucho apoyo y sent�a que ella no se lo daba. Esto, unido a los celos
que ella siempre hab�a tenido y a la dureza de la recuperaci�n, le ten�an medio
deprimido. Beb�a demasiado y yo con �l. Un d�a me solt� que yo era una mujer
preciosa y que mi marido era un afortunado por estar conmigo.


La cosa no pas� de ah�, pero entonces me di cuanta de que mi
futbolista no era sino otro hombre m�s y no un dios sin los pies en la tierra.
Me empec� a fijar en que me miraba cuando me daba la vuelta o cuando cre�a que
no me daba cuenta. Not� que me deseaba y eso me hizo ponerme en celo y mis
flujos se activaban con s�lo verle. Esto se lo ocult� a mi marido, a quien por
primera vez le ocultaba algo. Me dec�a a mi misma que no pasaba nada y que nada
ten�a que decirle, pero sab�a que no era cierto.


A las pocas semanas, mientras cen�bamos �l , su mujer y yo,
mientras habl�bamos de todo un poco, cont� que mi marido pasar�a dos d�as fuera
para cerrar un acuerdo. A la tarde siguiente el futbolista me llam� para decirme
si quer�a que me recogiera del trabajo ya que mi marido no podr�a. Le invit� a
pasar y �l acept�.


Era demasiado pronto para cenar y bebimos mientras
habl�bamos. Me acord� de su esposa y que podr�a preocuparse, pero me dijo que
hoy sal�a con sus amigas. Cuando me tom� la mano para bailar, me di cuenta que
hab�a bebido m�s de la cuenta. Al poco rato puso una m�sica m�s lenta y me
acerc� a su cuerpo. Entre sus brazos ya estaba totalmente entregada a �l. De
repente me dijo que me deseaba. Le mir� a los ojos y ley� mi deseo, por lo que
se acerc� a mis labios y me bes�. Me despoj� de mi chaqueta y se desabroch� su
camisa. Me besaba con mucho deseo, con las manos en mi ment�n cuando no me
desabrochaba la blusa. Yo por mi parte le acariciaba el torso desnudo y baj�
hasta sus pantalones, desabroch�ndole la bragueta. Met� la mano dentro de sus
calzones y di con un miembro caliente y duro. Mi blusa desapareci� y mis pechos
fueron conquistados por sus manos y sus labios. Gem�a con cada roce como nunca
lo hab�a hecho y le estaba masturbando lentamente. Me subi� la falda y se
agach�. Me quit� las bragas y mi tri�ngulo empapado fue sometido a leng�etazos
que me provocaron mi primer orgasmo mientras le acariciaba el pelo. Grit� y las
paredes retumbaron.


Se levant� y se quit� el pantal�n. Le empuj� y le arrastr� al
sof�. Me arrodill� y le baj� el calz�n. Su glande estaba descapullado y muy
brillante. Sus huevos estaban hinchados y los sopes� con la mano. Ten�a la polla
bastante oscura y gruesa. Dura como una estaca. Me apart� el pelo y me la met�
en la boca de un golpe. Saboreaba su sabor y disfrutaba con su suavidad. Mamaba
como una profesional, llevando esa verga de un lado a otro de mi boca, jugando
con la lengua, con los labios. Su semen descarg� dentro de mi boca y me supo
bien, pese a que estaba viscoso y muy grumoso.


Los dos ya desnudos seguimos bes�ndonos y nos fuimos a mi
cuarto, a la cama donde solamente mi marido hab�a sido mi amante. Su erecci�n
era perfecta cuando nos tumbamos los dos a la vez. �l tuvo la iniciativa toda la
noche, incluso (afortunadamente) a la hora de tomar precauciones. Y es que yo
estaba entregada a ese cuerpo atl�tico y perfectamente formado. Sus m�sculos se
tensaban cuando le llegaba el momento de correrse y esa fuerza me llevaba a otro
orgasmo fabuloso.


El tercer polvo lo dimos en la ducha, de pie. De nuevo �l se
puso el preservativo. Me volv�a loca con sus halagos y repiti�ndome lo mucho que
me deseaba y estaba disfrutando. C�mo me succionaba los pezones (rosados, en
forma de fresas, levantados) y me apretaba el culo; yo hac�a lo mismo con el
suyo y con su boca. Cada orgasmo que ten�a era mayor que el anterior. Acab�
enroscada a su cintura y con los pies en el aire moviendo mis caderas para
aprovechar su corrida hasta el fondo.


El cuarto vino mientras hac�amos la cena, en la cocina, sobre
la encimera, tras comernos la nata derramada sobre nuestros cuerpos. Fue el m�s
r�pido, pero el m�s intenso. Me dijo al volver al cuarto que necesitaba
descansar un poco, pero vi que hab�a tra�do unas zanahorias y un pepino enorme.


Me lubric� mi ano a escupitajos y con un aceite corporal y
comenz� a alternar zanahorias en mi raja y en mi culo. Iba aumentando el tama�o
y grosor para prepararme con el pepino, aunque �ste ya s�lo lo dirigi� a mi
vagina, que se lo trag� como si nada. Mis gritos eran cada vez m�s intensos, por
supuesto. El muy cerdo me estaba dando un placer insospechado al saciar sus
fantas�as. Sin sacar ese pepino de mi co�o me dio la vuelta y me foll� por
detr�s, de un tir�n, sin contemplaciones. Mi culo ya estaba bastante dilatado y
el dolor no fue tan intenso como podr�a imaginar previamente. (Vaya, veo que
ca�mos en el defecto que dec�a al principio de los relatos...). Por primera vez
en toda la noche no me lo hizo con cond�n, por lo que pod�a sentir su estaca
caliente dentro de m�. Al sentir su leche derram�ndose por mi agujero, me corr�
de nuevo, redoblando la intensidad del metesaca del pepino.


El futbolista se tumb� en la cama boca abajo derrengado y yo
aprovech� el aceite corporal y le met� un dedo en su ano. Al principio se neg�,
pero le fue gustando mis masajes anales y no puso pegas ni con el segundo dedo
ni con la zanahoria. Se dio la vuelta sin dejar la zanahoria en su culo y me
sub� encima de �l, que de nuevo estaba empalmado, �por 6� vez! Antes de que se
corriera, me apart� y se masturb� sobre mi cara y mis tetas. Su semen fue m�s
escaso, pero no estuvo mal para ser la sexta vez.


Se qued� en casa y por la ma�ana volvimos a follar antes de
que se fuera a entrenar. No s� qu� excusa le dar�a a su esposa. Nos citamos en
un restaurante de su confianza y en los ba�os lo volvimos a hace, esta vez con
la ropa puesta. Fuimos luego a un motel y seguimos jodiendo como locos, ayudados
por alguna peli porno y un vibrador que se hab�a tra�do. Antes de anochecer nos
despedimos.


A la ma�ana siguiente fui al aeropuerto para recoger a mi
marido. Pese a la "licencia" que se supon�a ten�amos, me sent�a muy mal. Mi
fiebre por el futbolista la hab�a apagado y me negu� a fantasear cuando hicimos
el amor al llegar. Fue el peor polvo de mi vida, ya que estaba escocida y
agotada de los dos d�as anteriores y porque me sent�a como un ser despreciable.
Al anochecer, me llam� el futbolista y mi marido estaba en la misma habitaci�n.
Me quer�a citar y me dijo que pusiera alguna excusa a mi esposo. Pero le di
calabazas y le dije, sin que mi marido me oyera, que nuestra aventura hab�a
terminado, que nunca le mentir�a a mi marido. Se cabre� mucho y me llam�
hip�crita. Le dije que le iba a contar todo y le colgu�.


Me arm� de valor y se lo cont�, pidi�ndole que me perdonara.
El pobre no me respondi� nada y me dijo que necesitaba pensar. Se fue de casa y
estuvo fuera dos semanas, las peores de mi vida. Regres� con un ramo de flores y
pidi�ndome un hijo. Yo se lo d�, por supuesto. Me dijo que para compensar
fantas�as, pasar�amos las vacaciones en Francia. Le jur� que si alguna vez
ve�amos a Emmanuelle Beart yo misma le ayudar�a para que se la tirara. Tiempo
despu�s, en la cama me ped�a que le contara con todo detalle los encuentros con
el futbolista y se excitaba mucho con mis calientes relatos. No volvimos a ver
al futbolista, salvo en el campo de f�tbol. Y por ahora, por suerte, no hemos
coincidido con Emmanuelle Beart.


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