Relato: El hijo del Mal





Relato: El hijo del Mal







INTRODUCCI�N

El presente es un relato que se recrea en el morbo del sadismo m�s criminal y brutal. T�ngase ello en cuenta antes de seguir leyendo. Igualmente que se trata tan s�lo de una fantas�a, debiendo saber diferenciar entre �sta y los deseos de realidad. Nada m�s lejos de mi intenci�n que el ver algo como lo relatado materializado.

Una vez tenido en cuenta ello, l�ase bajo responsabilidad de cada cual. Comentarios, aplausos, cr�ticas, insultos� son bienvenidos. Tanto o m�s los segundos que los primeros, por cuanto es convencida masoquista la que esto escribe. No se corte nadie pues y tenga total libertad para expresar lo que la lectura de este relato le inspira en cuanto al mismo, la persona de la autora, su difunta madre� en la certeza de que ser� agradecido y debidamente respondido.

Mi email:

Saludos.





EL HIJO DEL MAL



Francisco viv�a atormentado. Atormentado por una pasi�n jam�s correspondida que palpitaba en su sangre, all� donde el alma encuentra su v�nculo con la materia, y destilaba su esencia por cada uno de los poros de su ser, delatando a las claras su existencia, que a nadie pasaba inadvertida. El objeto de aquella, Diana, la fruta prohibida de su deseo desde la adolescencia.

Era Francisco un hombre ciertamente guapo, muy guapo, pero con una inseguridad que se traduc�a en una timidez que siempre la hab�a impedido materializar su atractivo en el triunfo con las mujeres que pod�a supon�rsele a juzgar por su f�sico. Para colmo de factores adversos, ven�a sumarse a este una mezquindad insana y enfermiza, quiz� derivada del �xito que deb�a observar en otros varones, incluso, en ocasiones, mucho menos agraciados que �l, pero que, no obstante, ten�an una especie de gracia especial y una seguridad en s� mismos que �l envidaba, sufriendo ataques de envidia a duras penas contenibles al ser testigo de ese �xito, que �l deseaba para s� y sab�a nunca tendr�a. Deb�a soportar de continuo verlos por aqu� y por all�, cada vez con una hembra distinta y espectacular del brazo, mientras �l deb�a contentarse con las sobras que ellos, dejaban, las chicas menos atractivas que, sabiendo que nunca podr�an optar por los muchachos por los cuales las m�s guapas pugnaban, se conformaban con el �guapo, pero��.

Francisco las odiaba a ellas por ser la confirmaci�n de su mediocridad, y odiaba a las otras por no fijarse en �l y s� en los otros. Y la cuesti�n es que esto no era exactamente as�, pues rara ser�a la f�mina que pudiera afirmar con sinceridad no haberse sentido nunca atra�da por Francisco, pero era una atracci�n que se limitaba al momento de conocerlo. No pod�a el mezquino evitar que sus normalmente hermosos ojos azules, saltaran como los de un borrego para mirar descaradamente el escote de la primera chica atractiva que cruzara unas palabras con �l, revel�ndose a las claras como un baboso y un enfermo depravado, quit�ndole cualquier atractivo que hasta ese momento hubiera podido tener. Tampoco consegu�a Francisco encauzar una conversaci�n medianamente normal con una de ellas, derivando siempre la conversaci�n al mismo tema, el sexo, por m�s que ellas intentaran encauzarla pro otros caminos, ni ten�a un m�nimo de gracia para echar los trastos, sino que resultaba ordinario y soez. En definitiva, Francisco resultaba uno de los chicos primero, de los hombres despu�s, m�s repulsivos que pudieran encontrase all� donde fuera.

Con todo, tuvo el hombre su premio cuando conoci� a la que hab�a de ser su mujer, una chica joven y bonita que se enamor� perdidamente nadie entend�a de qu�, y a la que la mezquindad de Francisco nunca consigui� desenamorar. �l, en cambio la aborrec�a, seguramente por ser la �nica hembra atractiva que hab�a accedido a salir primero con �l, ser luego su novia y finalmente su mujer. La aborrec�a y maltrataba, recompensando todo su amor y ternura con odio, palizas y desprecios continuos, sin que ella jam�s dejara de amarlo y todo le perdonara.

Diana, por su parte, era todo lo contrario. Ya desde ni�a, hab�a estado claro que de mayor ser�a una belleza y, desde que despertara a su primera adolescencia y la primavera de su vida alumbrara las flores de su cuerpo, estas hab�an sido las m�s hermosas del jard�n en que hab�a sido plantada y los que hab�a visitado. Pero era Diana una muy buena y cari�osa persona, adorada por todos donde quiera que fuera, y cuya frescura y dulzura de car�cter se reflejaba en su f�sico al igual que el de Francisco lo hiciera su mezquindad.

La vida a menudo recompensa la nobleza y bondad de coraz�n, y el caso de Diana fue uno de los casos en que as� fue, encontrando marido en la figura de un hombre de su misma edad m�s o menos �apenas dos a�os mayor-, atractivo y empresario de �xito pese a su juventud, el cual le dio dos preciosos hijos como fruto de su amor, ni�o y ni�a.

Francisco era rubio y de ojos azules, rostro de fotomodelo. Diana, por su parte, ten�a el pelo negr�simo, largo y ondulado, los ojos avellana. �l, alto, su cuerpo fibroso, marcando cada m�sculo de su anatom�a cual si a golpe de artista genial estuviera cincelado. Ella, curvil�nea, de grandes pechos y voluptuosas caderas, no obstante sin apenas grasa corporal, confirmando un cuerpo de verdadero infarto. Ambos eran bellos, pero la belleza de �l era maligna, con cara de loco que asustaba y repel�a, mientras que la de ella era angelical, con rostro infinitamente dulce que transmit�a paz y calidez.

Con todo, Diana siempre hab�a sentido una especie de simpat�a por Francisco deque que fueran juntos al parvulario, que ya all� este era despreciado por escupir a los otros ni�os y otras linduras por el estilo. Por lo que ella sab�a, era la �nica chica atractiva que no hab�a sentido repulsi�n por �l, quiz� compadecida en su grandeza de coraz�n por la infelicidad que intu�a en un ser tan desgraciado, pero nunca esa simpat�a hab�a llegado a confundirse con algo parecido al amor, pues, ciertamente, para nada le atra�a a ella Francisco como hombre.

No pod�a decirse lo mismo de �l. Desde siempre, la hab�a deseado y hab�a sido su dulcinea, su mujer adorada. Sus primeras masturbaciones, incluso su primer orgasmo, fueron bajo su influencia, y podr�a decirse que desde que se conocieron, a la tierna edad de cuatro a�itos, hab�a vivido enamorado de ella.

Toda la vida hab�a sufrido sabi�ndola fuera de su alcance, sin atreverse a declararle su amor, que ni a ella ni a nadie pasaba desapercibido por otra parte, y teniendo que soportar el verla con otros chicos. Porque semejante belleza, como era de esperar, no tard� en atraer la atenci�n de los m�s codiciados, y ya desde los trece a�os se la hab�a visto con ellos, hasta que a los veintidos conociera al que hab�a de ser su marido.

Actualmente, ambos ten�an treintaitres. Ni siquiera los dos partos hab�an conseguido mermar la belleza de ella, dir�ase, incluso, que hab�a conseguido magnificarla, haciendo a�n m�s redondas, voluptuosas y deseables sus formas. Tampoco los a�os hab�an conseguido sacarla de la cabeza de �l, que cada noche segu�a dedic�ndole sus pajas furiosas, aun en presencia de su mujer. Es m�s, hasta la hab�a sometido a la humillaci�n de masturbarlo ella mientras de voz invocaba su nombre, acatando Natalia con silenciosas l�grimas siempre.

Una persona como Francisco, con una personalidad esculpida por su odio y malignidad, no pod�a sino sentirse atra�da hacia otras como �l, lo cual no hab�a tardado en llevarle hacia las m�s obscuras p�ginas sat�nicas de la red, en busca de una ayuda, en la cual no cre�a demasiado, para obtener por m�todos metaf�sicos �l �xito que estaba convencido merec�a y le hab�an dado a otros, y, por supuesto, a su diosa.

Pero ni siquiera entre aquella cala�a encontr� a los suyos, no tardando en ser repudiado hasta por unos seres que dicen adorar al Mal y la mezquindad. No obstante, cada persona �nica en la vida, tiene su prop�sito y su destino, y estaba escrito que el alumno acabar�a conociendo a su maestro. Este se present� en forma de silueta obscura recortada contra la luna una noche, en sus sue�os. Ante la expectante mirada de Francisco, unos largu�simos y enmara�ados cabellos, tan negros como la m�s profunda obscuridad, se fueron desenvolviendo ante la reina de la noche, hasta despejar una soberbia silueta de mujer que, desnuda, se recortaba contra aquella eclipsando su magnificencia.

-Yo te saludo, alma obscura- le dijo.

-�Qui�n eres?

-Soy quien es �respondi� con voz infinitamente susurrante, lejana y cercana a la vez-. La mitad del todo, la intuici�n para la raz�n. Aqu�lla que es la parte est�tica�la matriz y la copa, v�nculo indisoluble que forma un todo con la parte fluida, el falo y el tridente, para conformar el doble principio. Yo soy... Ella.

-�Lilit�!- apenas susurr�.

Versado en tem�tica sat�nica y luciferina, no tard� en reconocer en su interlocutora a la Mujer-Sat�n. Aquella que fue la esposa original de Ad�n y que despreci� a �ste, a despecho de Yavhe y su mandato, para huir y acabar desposando con Samael, aqu�l que habr�a de ser el �ngel Ca�do, convirti�ndose en la mitad del todo conformado por ella y Lucifer: la parte femenina del Diablo.

Lilit era la reina del erotismo mental, lo sab�a bien, y ejerc�a su dominio en el mundo de los sue�os y la noche, donde era suprema. Sab�a tambi�n que aqu�llo era m�s que una simple experiencia on�rica: sab�a que era el despertar a su naturaleza, que siempre le hab�a esperado.

-�Para qu� me has buscado?

-�No me quieres?

-No�no es �so. En realidad, creo que siempre te he estadio esperando.

-Entonces, �para qu� preguntas sobre aqu�llo cuya respuesta conoces?

Francisco la mir� en silencio.

-�Qu� me conceder�s?

-Nada.

-�Nada?

-Yo no puedo concederte nada que no est� dentro de ti. S�lo puedo invitarte a despertar a tu verdadera esencia.

Silencio de nuevo.

-Entiendo.

-Ser�s m�o para siempre.

-Siempre lo fui.

-S�- sonri� ella. Los hijos de Eva nacen con su signo marcado en el alma, y los m�os tambi�n-. T� eres uno de mis hijos m�s amados, aqu�l que goza de mi gracia y benepl�cito. Entr�gate a m�, y ser�s feliz en la Tierra.

-�Y despu�s?

-�Qui�n sabe lo que viene despu�s?

-�T� tampoco?

-�Ja, ja, ja!

Su risa era musical y tenebrosa a la vez, como una cascada de negra agua que fluyera en la obscuridad.

-Yo s�, por supuesto. Pero yo no soy un ser como los que t� puedes concebir, y ninguno de los que as� son saben m�s de lo que t� mismo sabes, lo cual no les impide elegir su camino.

-Ya.

Silencio.

-�Podr� seducirla a ella?

-Podr�s seducirlas a todas. Ninguna mujer puede resistir al hijo de Lilit que despert� a su esencia. A cambio, tendr�s que adorarme y demostrarme tu amor como un buen hijo.

-�C�mo?

-De ninguna manera que vaya contra tu deseo. Nunca te pedir� nada que no desees hacer.

La mujer Diablo alarg� entonces el brazo para tenderle la mano desde el aire. Francisco la tom�.




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Al principio, Francisco llev� a Diana a su casa a vivir, enviando a Natalia con su madre. Llor� mucho su mujer, y hubo de sacarla a rastras, cogida por los pelos, hasta la puerta. All� continu� llorando y suplicando, ante las s�dicas carcajadas de Francisco, el cual, con todo el desprecio del mundo, le tir� sus cosas a la cara y cerr� la puerta en sus narices.

Noche de pasi�n se suced�a tras noche de pasi�n, y en todas ellas Diana se entregaba a �l cual la m�s sol�cita y deseosa amante enamorada que era ahora. Atr�s quedaban su marido e incluso sus hijos, que tanto hab�an llorado tambi�n ante su partida. Atr�s sus padres y hermanos, y sus consejos. Para nada le importaban ya, desde que Francisco la hab�a llamado y ella, sin ninguna condici�n, hab�a aceptado ir con �l. As� fueron pasando los meses, hasta que la cosa se fue normalizando un tanto. Fue entonces cuando Lilit se apareci� de nuevo ante Francisco.

-Hijo�

-Madre�

-�Por qu� limitas tu comodidad, por el amor de una sola mujer?

-No entiendo a que te refieres, madre, pero amo a Diana.

-Y nadie te dice que no la ames, pero� �por qu� enviaste lejos a tu esposa?

-�Mi esposa es ella!- respondi� despectivo, no hacia Lilit, sino hacia �la otra�.

-Por supuesto. �Tr�tala como tal pues?

-�Qu� quieres decir? No� entiendo.

-Trae de vuelta a Natalia. Ella te ama fuera de toda medida. No te dir� que no a nada.

-�Y para qu� quiero yo que vuelva?

-�Por qu� trabajas, hijo?

Francisco la mir� confuso.

-Te he dado el poder para ser feliz en la Tierra. Para que nada escape a tus deseos, a trav�s de la pasi�n irresistible que ejerces en las mujeres.

Segu�a mirando sin entender.

-El marido de tu mujer es rico. Si le pides a ella que demande la custodia de los ni�os, lo har�, y �l tendr� que pasarles una manutenci�n y cederles la casa hasta que sean mayores de edad. Con ello, no tendr�s que pagar alquiler ni trabajar.

-�Pero eso no es posible! �Fue ella la que abandon� el domicilio conyugal?

-�Y qu�? �sonri� malignamente-. Ella es la mujer de mi hijo, y por tanto tiene mis favores. Su marido no podr� resistirse a ese encanto. Vivir� para siempre enamorado de ella y le conceder� lo que le pida.
-Pero� esa manutenci�n ser�a para mantener a los cr�os.

-Solo tienen cuatro a�os, hasta dentro de unos cuantos m�s no podr�n reclamar al respecto. Si acaso a su padre, pero ya te he dicho que �l no har� nada que contravenga el deseo de Diana.

-Pero� �que hago yo con los dos cr�os! Ya sabes que no me resultan precisamente simp�ticos.

-Por supuesto. Son los hijos de �l, no los tuyos. Para �so te dije que trajeras a Natalia. �Que ella se ocupe del cuidado y gastos de los ni�os y la casa, y disfrutad t� y Diana vuestro amor y el dinero de la manutenci�n!

-Pero� si se ocupa de ello no podr� trabajar. �C�mo correr�a con los gastos?

-Tiene ahorros.

-Pero se le acabar�an.

-�Y? Cuando suceda, l�rgala y busca otra que la sustituya.

Francisco qued� en silencio, reflexivo.

-La verdad es que� -sonri�- no est� mal pensado.

-Y adem�s es muy perverso �sonri� ahora ella-. Y eso te gusta.



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La cosa fue tal y como Lilit hab�a descrito, cual si se tratase de el gui�n de una pel�cula por ella guionizada en los actores se limitasen a interpretar su papel. Pasaron a vivir en la finca donde antes Diana lo hac�a con su marido, viviendo holgadamente de la manutenci�n obtenida por los ni�os, ya que, al ser rico este, hab�a podido ella demandar una bastante alta por cada uno, a la cual �l no se opuso ni regate� en ning�n momento.

A Francisco le encantaba tocarle las tetas a Diana delante de los cr�os y Natalia, amas�ndoselas y mamando de ellas con avaricia, recre�ndose en la perversi�n sin jam�s rozar si quiera a la que fue su esposa, sin siquiera dedicarle un comentario cari�oso. Era simplemente una chacha gratuita, y como tal la trataban. Diana se prestaba con placer a ello, e incluso se montaba a horcajadas de �l en el sof� para follarlo, se sacaba sus melones fuera para hacerle una cubana que acabara en copiosa corrida en �stos y su cara, o se la mamaba y tragaba con placer toda su leche por propia iniciativa, siempre a la vista de las criaturas. Luego, cada noche, follaban como locos, llenando ella la estancia con sus gritos de pasi�n, que se escuchaban hasta all� afuera, m�s all� de la verja, en las otras fincas.

Pero, llegado el momento y como Francisco hab�a predicho, los ahorros de Natalia se agotaron. In�til ya para aquello que la necesitaba, no dud� en echarla a la calle de nuevo, teniendo que arrastrarla otra vez de los pelos ante sus s�plicas y llantos, que no provocaban m�s que las s�dicas carcajadas de Francisco y Diana.

Al cabo de un tiempo, 3 meses m�s o menos, Natalia apareci� un d�a ante la puerta sollozante. Hab�a renunciado a su trabajo para acudir a cuidar de los ni�os, gastando adem�s todos sus ahorros, y ahora hab�a encontrado empleo como mujer de limpieza. Pero su madre hab�a enfermado, y su sueldo no le permit�a sufragar los gatos de su enfermedad, mucho menos teniendo que pagar un alquiler. Suplic� a Francisco y Diana que la ayudaran de alguna manera, aunque fuera solo cedi�ndoles una habitaci�n, pero ellos solo se rieron de nuevo en su cara y la despidieron con todo el desprecio del mundo. Le dijeron que ya ten�an una chacha nueva, y que se fuera a dar pena a otro lado, que a ellos no les importaban sus problemas.

Pasadas unas semanas, la madre de Natalia muri� falta de la atenci�n que necesitaba, y poco despu�s fue ella misma la que se suicid�, con el coraz�n destrozado y sin �nimos para seguir viviendo. Francisco y Diana rompieron a re�r como si de lo m�s divertido del mundo se tratara al leer la noticia en el peri�dico, y esa misma noche fueron al cementerio a celebrarlo, echando un polvo sobre su tumba y corri�ndose �l sobre la foto que all� hab�an colocado.



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Habr�a transcurrido un a�o desde la primera vez que Lilit se apareciera en sue�os a Francisco, cuando vino a �l por tercera vez.

-Hijo�

-Madre� vuelves a visitarme.

-Por supuesto. �Qu� madre no volver�a a visitar a su hijo bienamado de vez en cuando?

-Siempre que vienes, es para aumentar mi felicidad. �Qu� nuevas traes ahora?

Lilit sonri�.

-Me conoces ya bien, hijo.

-�Qu� buen hijo no conocer�a a su madre bienamada?

Sonri� de nuevo.

-Te veo feliz al lado de tu amor, pero tambi�n veo que tu felicidad no es completa. Y tambi�n que podr�a ser mayor �a�adi�.

-Habla, madre. Te escucho.

-�Qu� haces viviendo con esas dos larvas en tu casa?

-�Te refieres a los hijos de Diana?

-�A quien sino? No son tus hijos. No son de nuestra estirpe.

-No, no lo son, y bien sabes que no es cari�o precisamente lo que me inspiran.

-�Por qu� los soportas pues?

-Por la manutenci�n, �por qu� sino? T� misma me diste la idea.

-S�, yo te la di, pero� �por qu� vivir de una limosna, cuando todo puede ser tuyo!

Francisco la mir� confuso de nuevo.

-Siempre logras perderme, madre. �Qu� me est�s proponiendo?

-Muera el padre y la herencia ir� a parar a los hijos. Mueran ellos despu�s y lo har� a la madre, que tendr� su custodia y patria potestad absoluta, y que no pondr� pega alguna en ponerlo todo a tu nombre despu�s.

De momento, las implicaciones de sus palabras le rebasaron, asust�ndolo.

-�Pero madre! �Eso es asesinato! �Podr�a ir a la c�rcel!

-Solo si te descubren.

La mir� en silencio.

-Entiendo. Nunca descubrir�n al hijo favorito de Lilit.

Ella sonri�.

-En verdad lo eres.

-�C�mo hacerlo pues?

-Que cargue ella con la culpa.

Ahora la mir� escandalizado.

-�Oh, vamos! �Llevas un a�o foll�ndote a esa zorra! �No me digas que no empiezas a cansarte!

No contest�, estaba confuso.

-Puedes follarte a la mujer que quieras, aunque sea para usar y tirar. �Qu� haces tanto tiempo con la misma perra!

Francisco recapacit� sobre aquellas palabras, y pens� que no eran demasiado desatinadas. En absoluto.

-Esc�chame, lo har�s de la siguiente manera.



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No hab�an pasado dos meses, cuando una ma�ana un joven y exitoso empresario apareci� muerto en la finca en que viv�a. Al no acudir puntual al trabajo, cosa que hac�a siempre rigurosamente, y no contestar tampoco a las llamadas, hab�a acudido all� su secretaria, encontr�ndolo tendido en la alfombra. La autopsia dictamin� como causa del fallecimiento, una nefasta combinaci�n de pastillas para dormir y alcohol, a lo cual hab�a llegado tras una discusi�n d�as anteriores con su mujer.. Al parecer �l la adoraba, a pesar de no convivir con ella desde hac�a m�s de un a�o, cuando lo abandon� para irse a vivir con otro hombre, y se agarraba desesperadamente a la esperanza de que un d�a decidiera volver a su lado. En los �ltimos tiempos deb�a hacer insistido en ello m�s que de costumbre, llegando a provocar de la mujer que, finalmente, opt� por romper cualquier lazo de amistad que los uniera. Ello lo sumi� en una profunda depresi�n, llev�ndole a recurrir habitualmente al alcohol y los f�rmacos, lo cual acab� provocando su muerte.

La joven viuda, todo dolor, qued� al cargo de los dos hijos del matrimonio, a los cuales fue a parar la nutrida herencia.



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En su casa, Francisco y Diana brindaban con champangne por el �xito de su plan. No hab�a sido dif�cil para Diana hacerse invitar aquella noche al domicilio de su ex marido, ni tampoco hacerlo sin que nadie al viera, argumentando que quer�a que fuese as� por miedo a que pudiera llegar a enterarse Francisco. El hombre, por supuesto, se prest� a ello sin protestar, tan enamorado como estaba de ella. Una vez dentro y mientras le hablaba sobre �sus problemas� con su pareja, no fue dif�cil colarle unas pastillas para dormir pulverizadas en el vaso de whisky. Y tampoco lo fue el, una vez dormido, hacerle ingerir m�s de lo uno y m�s de lo otro hasta completar un toque mortal.



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Como buen compa�ero sentimental, Francisco adopt� a los ni�os, d�ndole los apellidos y pasando a convertirse, a efectos legales, en su padre. Pero Francisco no soportaba a los ni�os, lo �nico que deseaba era su dinero, y Diana no soportaba nada que no soportara Francisco, por lo cual, cuando le dijo que hab�a que librarse de ellos, ni siquiera lo dud� un momento.

Como �l le hab�a dicho, los mont� en el coche y los llev� hasta el r�o, hundi�ndoles la cabeza en el agua hasta ahogarlos, primero a uno y luego al otro, sin que de nada sirvieran sus gritos suplicantes. Francisco por su parte, �angustiado�, llam� a la polic�a para informarles de que su pareja hab�a perdido la cabeza en un ataque de celos y le hab�a llamado por tel�fono para decirle que se hab�a llevado los ni�os para ahogarlos en el r�o. Desgraciadamente, no pudieron llegar a tiempo para salvar a las cinturas, y aun a ella hubieron de detenerla cuando ya llegaba a casa de vuelta. Por supuesto, Diana no delat� a Francisco a pesar de su traici�n, tal era su amor por �l, y este qued� en posesi�n entera de la herencia como padre de los cr�os.



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-Hijo�

-Madre... me alegra verte de nuevo.

-Y a m� verte a ti, hijo.

-Desde que llegaras a mi vida, todo a cambiado maravillosamente.

-Lo s�. Te dije que as� ser�a. Pero no has sido un hijo agradecido.

Francisco la mir� sorprendido.

-�Por qu� me dices eso, madre?

-Dijiste que me adorar�as y me regalar�as. Pero ni me has adorado, ni me has regalado.

-No me dijiste c�mo hacerlo. Dilo y al momento lo har�.

Lilit sonri�.

-Lo s�. Despierta. Esta noche me har�s tu primer presente. Es decir, siempre que lo desees.

-M�s que nada en el mundo, madre.



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A trav�s de la ciudad, lo gui� hasta la falda de una colina. Quedaba en medio de la primera, y en ella se ubicaba un colegio femenino, desde el cual un camino sal�a hasta el parking flanqueado por sendas hileras de �lamos, tras una de las cuales hab�a aparcado el Audi robado. Obscurec�a y era la hora de salir, con lo cual las ni�as se dirig�an hacia aquel en una marea de uniformes colegiales, con sus camisas blancas y sus faldas rojas a cuadros.

-Espera� alguna se desviar� del camino.

Ya ni siquiera necesitaba estar dormido para escuchar la voz de su demon�aca madre.

En efecto, a los pocos minutos, una de las chiquillas, por alguna raz�n desconocida que tampoco importaba demasiado, ven�a caminando por fuera de este, tras la hilera de �rboles. Sonri� al verle a modo de saludo, y �l le devolvi� la sonrisa. Una sonrisa c�ndida y tranquilizadora. Desde que despertara a su maligna naturaleza, hab�a obtenido el control de sus expresiones y las sensaciones transmitidas por estas. Una espesa capa de arbustos se levantaba ante el coche, avanzando paralela al camino durante unos diez metros, ocult�ndolo a la vista.

-Es solo una ni�a, madre �pens�-. No debe tener m�s de 14 a�os

-Mejor, �no? M�rala� tan rubita, tan bonita� �Mira esas tetitas que empujan descaradas la camisa! �Huuumm! �Hasta a m� me excitan! Imagina como debe ser su tierno co�ito� tan apretadito y con su mata de pelo rubio.

No hab�a duda de que Lilit era la reina del erotismo mental. Con sus simples palabras, hab�a conseguido en �l una erecci�n que amenazaba taladrar el pantal�n.

-Pero no pasa nada. Si no te gusta, podemos buscar otra.

-No, madre. �sta es ideal. �No veas c�mo tengo la polla! �A punto de reventar!

Lilit sonri�.

Confiada por la afable apariencia del desconocido, la ni�a no desconfi� para pasar ante �l, oculta al resto de sus compa�eras por los arbustos. �Confianza fatal! Con un r�pido movimiento, Francisco la tom� violentamente y tap� su boca y fosas nasales con un trapo impregnado en cloroformo, silenci�ndola y haci�ndola perder el conocimiento.



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Cuando despert�, la ni�a se vio rodeada de �rboles, atada de pies y manos a 4 de �stos, abierta en x. Mir� asustada al hombre que de pie la miraba.

-�D�nde estoy?

-En medio de una monta�a, a m�s de 30 kil�metros de cualquier pueblo o casa habitada.

-�Por qu� por qu� me has tra�do aqu�? �Para qu� me has secuestrado?

-�Para violarte!

Disfrut� viendo el miedo reflejado en los verdes ojos de la muchacha. De haberlo deseado, podr�a haberla seducido simplemente, pero no era ese el deseo de Lilit. Ni el de �l tampoco. No, ellos quer�an verla asustada, sufriendo. A ella le complac�a, y a Francisco le excitaba.

Sacando entonces una navaja y abri�ndola, se agach� hasta arrodillarse junto a la nena.

-Por favor� -llorique� asustada. Francisco sonri�.

-Puedes gritar todo lo que quieras. Nadie te oir�, y nadie vendr� a ayudarte.

Con paciencia, disfrutando del momento, perfor� la blusa, procediendo a hacer un corte m�s o menos circular, de tama�o aproximadamente algo superior a las aureolas de unos pezones grandes, sobre ambas tetas.

-�Huuummm! Sujetador. No me explico por qu� las putitas lo us�is, si lo que os gusta es provocar a todo el mundo.

Subi� entonces el filo de la navaja en direcci�n a su cuello, ante el temor de la ni�a que lo miraba aterrorizada. Sin embargo, respir� aliviada cuando, tras colocar la punta sobre su garganta y presionar un poco con una s�dica sonrisa, se desvi� a un lado, intern�ndose el fr�o acero bajo la camisa para colocarse bajo el tirante del sost�n. Un h�bil tir�n, y fue seccionado sin rasgar la blusa. Luego el otro. Despu�s, repiti� la operaci�n a la altura de su est�mago, introduciendo la navaja por entre dos botones para cortar la secci�n media que un�a ambas copas. Finalmente, metiendo dos dedos s la altura de la solapa, tom� uno de los tirantes cortados y, tirando de �l, extrajo la prenda, arroj�ndola a un lado. Despu�s, llev� su mano ante las juveniles tetitas para acariciarlas.

-�Huuuumm! �Qu� delicia!

Tom� entre sus dedos uno de los pezoncitos entonces para pellizcarlo, suavemente primero, algo m�s fuerte despu�s, hasta obtener un gritito de su due�a.

-�Ay!

-�Qu� maravilla! Eres deliciosa, ni�a. Lo voy a pasar muy bien contigo. Pero primero habr� que ocuparse de tu falda. Es demasiado larga. Las ni�as de hoy sois una putas, deber�ais llevarla mucho m�s corta, como en las webs porno. En realidad es lo que te gustar�a, �verdad?

-S-si� -convino ella sin atreverse a contrariarle.

-Bien� yo te ense�ar� c�mo debes llevarla a partir de ahora.

En la mente de la chica se encendi� una luz. �Yo te ense�ar� c�mo debes llevarla a partir de ahora!�. Aqu�llo parec�a significar que no iba a matarla.

-S� ens��eme. A partir de ahora llevar� la falda como usted quiera.

Un cambio en la expresi�n de su secuestrador, que se torn� ser�a, dir�ase iracunda de momento, vino a asustarla de nuevo.

-�Perd�n� perd�n! Soy yo la que quiero llevarla cort�sima.

Francisco volvi� a relajarse. Sonri�.

-As� me gusta, que reconozcas lo puta que eres.

-S� soy una puta.

-�Y que es lo que deseas?

-Una buena polla.

El instinto de supervivencia le dictaba lo que deb�a decir. Sonriendo entonces, procedi� Francisco a cortar la falda a escasos dos dedos de la vagina de la muchacha. Despu�s, se alz�, pero permaneciendo de rodillas entre sus piernas, para contemplar su obra. Sonri� de nuevo satisfecho ante su obra. La ni�a era realmente hermosa y ataviada de aquella guisa semejaba una diosa teen superzorra. Con unos pocos movimientos m�s, cort� la cinta lateral de sus braguitas, que tom� a continuaci�n y acerc� a sus fosas nasales para olerlas.

-�Huuuuuum! �Qu� maravilla! �Hueles a putita!

Sac� entonces la lengua para lamer el lugar que hab�a estado m�s cerca de sus orificios vaginal y anal.

-�Me encantas, ni�a!

Soltando la navaja, llev� sus manos al cintur�n para soltarlo y desabrocharse los botones del pantal�n, baj�ndoselo. Su polla salt� tiesa y desafiante, asustando a la ni�a por su tama�o. Sin m�s pre�mbulos, se tumb� sobre ella y la taladr� de un solo golpe de ri�ones. El alarido de la criatura fue desgarrador, levantando ecos en las monta�as, confirmando su virginidad reci�n destrozada de la manera m�s cruel.

-As� me gusta� �grita! �la espet� aquel canalla, comenzando un fren�tico y violento mete y saca.

Y la ni�a lo hizo, pero no por cumplir su orden, sino por el terrible dolor que estaba sufriendo, su cara inundada en l�grimas. Se aferr� entonces a sus tetas, no para acariciarlas tiernamente como antes, sino para agarrarlas con toda su fuerza, clavando en ellas sus dedos de u�as largas.

-�Aaaaaaaahhhhhhhh! ��Me haces mucho da�o!!

-�Es lo que pretendo, puta!

Introdujo �stos entonces por el agujero practicado en la blusa para ara�arlas con sadismo.

-��Aaaaaaahhhhhhhh!! ��Para!!. ��Para, por favor!!

Pero �l no par�, sino que sus manos se apartaron para dejar paso a sus dientes, que con sa�a comenzaron a morderlas, arrancando los pezones que devor� con ansia.

-��Aaaaaahhhhhhhhhhhh!! ��Socorro!! ��Que alguien me ayudeeeeeee!!

Pero nadie podr�a ayudarla, rodeada de bosques desiertos, y Francisco alcanz� su orgasmo en un paroxismo de placer, corri�ndose a gusto y abundantemente dentro de la vagina reci�n estrenada de la ni�a, derrumb�ndose finalmente sobre ella.

As� qued� durante unos minutos mientras recobraba la respiraci�n tras los cuales se levant� para mirarla desde arriba de nuevo. La muchacha lloraba aterrorizada y presa del p�nico. Excitado ante tal visi�n, tom� su polla y le apunt� directamente a la cara, comenzando a orinar, apart�ndola ella a cara para evitar el chorro.

-B�betelo todo o te corto el cuello.

Sin m�s opci�n, la muchacha abri� la boca y comenz� a tragar, cerrando los ojos para evitar le entrara or�n en ellos, hasta que su torturador hubo acabado. S�lo entonces los abri� de nuevo para, entre el escozor producido por las sales, entrever lo que le pareci� una bell�sima mujer morena al lado de aquel diablo rubio.

Desde arriba, Lilit la contemplaba satisfecho al lado de Francisco. A sus pies, la chiquilla aparec�a con la que fuera blanca blusa empapada de sangre, convertida en roja.

-Es� hermoso.

-S� lo es �convino �l.

-M�tala.

-�No�por favor! �suplic� presa del terror- �No dir� nada! No s� quienes sois, pero ni siquiera dir� nada de lo que ha pasado! �Les dir� a mis padres que me atac� un perro! �No me mat�is! �Por favor!

Francisco sinti� algo. No pena, ciertamente, sino m�s bien reparo de acabar con algo tan bello como aquella ni�a.

-�Hay que hacerlo?

-No necesariamente.

-�Por qu� quieres que la mate entonces? La hemos hecho sufrir mucho y no creo que diga nada.

-�No lo har�! �Os lo juro! �Os juro que no dir� una palabra a nadie de lo que ha pasado!

Lilit sonri�.

-Porque es divertido. M�rala� mira como suplica por su vida. Ciertamente, podr�amos irnos sin m�s, y aunque fuera a la polic�a, nunca te encontrar�an. No hay ninguna necesidad de matarla.

-�Entonces�?

-�Es que no lo ves? �Precisamente en �so radica la hermosura de todo �sto! �Tienes su vida en sus manos! Puedes irte sin m�s y no tendr�s ninguna complicaci�n, haga ella lo que haga� pero tambi�n puedes matarla por puro placer. Simplemente por ver el miedo en sus ojos y negarle la vida.

Una diab�lica sonrisa ilumin� el rostro de Francisco, reflejando la luz de la luna.

-�No! �No! ��Nooooooooooooooo!! ��Por favor!! ��Que alguien me ayudeeeeeeeee!! ��No me mat�is!! ��Por favoooor!!

Sin dejar de sonre�r, se arrodill� de nuevo entre sus piernas, colocando la punta de la navaja a la entrada de la vagina de la ni�a. Apret� entonces y el filo entr� donde antes hab�a entrado su poya, cortando y abriendo la carne.

-��Nooooooooooooooo!! ��Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh!!

Cuando la hubo hundido hasta la empu�adura, comenz� a tirar hacia arriba, rajando hasta llegar al vientre y desparramar los intestinos.

-��Aaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh!!

Desde abajo, la ni�a los mir� horrorizada. A�n tard� varios minutos en morir, desangrada.



�FIN?


La construcci�n de un relato es una tarea que requiere trabajo y tiempo. Escribir uno r�pido y de un tir�n, es relativamente sencillo, pero dotarlo de la solidez necesaria para darle la calidad tan demandada por los lectores, requiere una buena planificaci�n y desarrollo. La historia de Francisco y su pacto con Lilit se gest� en mi mente como una saga m�s o menos larga con diferentes entregas, pero dado que el tema que trata es harto peliagudo y potencialmente susceptible de despertar rechazo, solo proceder� a ellas si es bien acogido y recibo peticiones en ese sentido.

Un saludo.















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Relato: El hijo del Mal
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