Pap� est� de viaje (pero el t�o me cuida)
Como la mayor�a de los hijos de padres divorciados, mi vida
se repart�a entre dos casas: la de mi madre, mi domicilio fijo en donde resid�a
durante los meses de clases; y la de mi padre, en donde pasaba los meses de
vacaciones.
La relaci�n entre mis viejos no era mala, pero tampoco una
maravilla. Si bien se hablaban y manten�an un trato relativamente cordial, mi
condici�n de hijo �nico daba lugar a ciertos celos durante el tiempo que el otro
me ten�a en custodia, lo que a veces me hac�a sentir como la �nica cosa que no
hab�an podido repartirse en el juicio de divorcio.
En particular, mi madre siempre estaba atenta al tiempo que
mi padre pasaba conmigo durante las semanas en que viv�a con �l. Es que mi viejo
era asesor financiero de un banco, y viajaba frecuentemente. De todas maneras,
cuando yo iba a su casa se las ingeniaba para evitar los viajes, y si esto no
era posible me llevaba con �l. Y a m� eso me encantaba, porque me daba la
oportunidad de conocer un mont�n de lugares, hosped�ndome en los mejores hoteles
que yo ni por puta hubiese podido pagarme.
Pero ese verano, las circunstancias nos jugaron en contra. El
viaje que mi viejo ten�a previsto se adelant� dos semanas y como yo a�n no
contaba con mi nuevo pasaporte (que estaba en tr�mite), no iba a poder
acompa�arlo.
De m�s est� decir que mi progenitor recurri� a todas sus
influencias, pero nada pudo hacerse: el pasaporte no iba a llegar a tiempo, y el
viaje no pod�a posponerse.
"�Y ahora? �Qu� hacemos?", se preguntaba fastidiado mi
padre.
"No hay problema, pap�. Me quedo solo por unos d�as"
dije tratando de disimular mi frustraci�n.
"Noo!!" dijo mi padre. "Ni hablar. Si tu madre averigua �
y seguro lo har� � que te dej� solo, va a poner peros para que vengas aqu�. Y no
quiero llegar al Juzgado por esto".
La verdad es que con diecis�is a�os yo pod�a quedarme solo
perfectamente, pero me di cuenta que el asunto pasaba m�s por una cuesti�n legal
que otra cosa.
"Bueno . . . y si no, vuelvo a casa . . . ".
Mi viejo me fulmin� con la mirada, con lo cual comprend� que
esa alternativa tampoco era de su agrado.
"Ah!! Ya s�!! Le pido a Joaqu�n que se venga aqu� unos
d�as y se quede contigo!" exclam� de repenre mi padre.
Joaqu�n era el hermano menor de mi pap�. En total eran tres
hermanos: mi viejo Daniel, de 35 a�os, mi t�a Carla, de 32; y mi t�o Joaqu�n, de
28. Mi t�a estaba casada y ten�a dos hijos, pero mi t�o segu�a soltero.
Mi padre llam� a mi t�o, y en pocas palabras le resumi� la
situaci�n.
". . . y por eso es que te pido que vengas �Puedes?".
"�Quedarme con Vito? �Y en tu casa? Pues claro, hermano!!
Cuenta con ello!" le escuch� decir a mi t�o fuerte y claro por el tel�fono.
Vito. As� me llamaba �l cuando yo era peque�o y no pod�a
decir mi propio nombre: V�ctor. Cuando ni�o, mi t�o era mi �dolo. Para mi era el
muchacho joven, guapo y atl�tico que me trataba como un adulto, y me hac�a
compinche de sus l�os con las cuantiosas mujeres � todas bellas � que lo
persegu�an. Yo estaba fascinado con su manera de ser desenvuelta, su �xito con
las f�minas, su cuerpo de atleta. Recuerdo que m�s que otra cosa me llamaban la
atenci�n sus piernas peludas, fuertes y musculosas de tanto jugar al f�tbol.
Hasta los 12 a�os, yo admiraba a mi t�o. Pero cuando entr� a la adolescencia,
ese sentimiento se volvi� un poco m�s . . . confuso.
"�Listo! Todo arreglado!" dijo feliz y tranquilo mi
padre cuando colg� el tel�fono. "Tu t�o viene ma�ana por la ma�ana, y se
queda hasta que yo regrese. Pero eso s�: no le digas a tu madre. Ya sabemos lo
que piensa de Joaqu�n".
Para mi mam�, mi t�o era pr�cticamente un degenerado. No le
perdonaba tanta vida de soltero, tanta mujer distinta en la cama . . .
"No, pap�" dije sonriendo. "No va enterarse".
El jueves por la ma�ana, un rato antes que mi padre saliera
para el aeropuerto, lleg� mi t�o. Hac�a un tiempo que no nos ve�amos, y cuando
sal� a su encuentro me dio un abrazo.
"Hey, Vito!! Pero que alto est�s!! Ya eres todo un
hombre!!".
Me ruboric�. �l me encontraba m�s alto . . . y yo lo
encontraba m�s guapo que nunca. Llevaba una remera ce�ida y unos jeans ajustados
que resaltaban su culo parado, los m�sculos de sus poderosas piernas. Ten�a el
cabello corto, y el bronceado destacaba sus siempre chispeantes ojos claros.
Antes de irse, mi padre me dio un abrazo disculp�ndose por
en�sima vez por no poder llevarme. Despu�s le dio un abrazo a mi t�o, mientras
le dec�a "Cu�dalo!!" refiri�ndose a m�.
"Claro, hombre!! Ve tranquilo".
"Y no me uses mucho la cama!" agreg� mi viejo.
Mi t�o ri�, pero no respondi� nada.
Despu�s que mi pap� se fue, mi t�o y yo nos pusimos a charlar
para ponernos al d�a con lo que hab�a pasado en nuestras vidas. Pasamos un d�a
b�rbaro, hablando de todos los temas posibles.
Se hizo de noche. Despu�s de cenar conmigo, mi t�o se dispuso
a salir para ver a su novia de turno. Cuando estaba por irse lo detuve, y le
dije: "Si vuelves acompa�ado, ten cuidado: la cama de pap� rechina".
Me mir� levantando una ceja y sonriendo, me dio un golpe
suave en el hombro, y se fue. Horas m�s tarde lo escuch� llegar . . . . y por
supuesto, no ven�a solo. �l y la damisela trataban de no hacer ruido, pero as� y
todo los o� caminar suavemente y hablar en murmullos, dejando escapar alguna que
otra risita ahogada. Despu�s, obviamente fueron al dormitorio de mi viejo donde
mi t�o iba a dormir, y cerraron la puerta. La verdad es que por la distancia
entre ambos cuartos y por la puerta cerrada yo no escuchaba casi nada, y podr�a
haberme dormido tranquilamente. Pero el saber que mi t�o estaba all� follando o
a punto de hacerlo me hab�a excitado much�simo, y no pod�a pegar un ojo.
Me levant�, y sigilosamente llegu� hasta el dormitorio de mi
pap�. Pegu� la oreja a la puerta, y entonces escuch� claramente el delator
rechinar de la cama, los jadeos de mi t�o, los grititos sofocados de la chica.
Llegu� justo para el climax, porque no hab�a pasado ni un minuto cuando Joaqu�n
dijo "��Me corro!!" y comenz� a gemir, arranc�ndole quejidos de gozo a la
muchacha.
Fue demasiado, y caliente al m�ximo me refugi� en el ba�o
para pajearme a gusto. Pero no tuve que hacer mucho, y despu�s de unas pocas
sacudidas acab� como un animal.
A la ma�ana siguiente, mientras desayun�bamos mi t�o me
pregunt� si me hab�a despertado la noche anterior . . . y yo dije que no.
La historia se repiti� ese viernes por la noche, y el s�bado
tambi�n. Y con cada sesi�n de sexo ajeno yo me excitaba a m�s no poder, e
invariablemente terminaba en el ba�o d�ndole a la pu�eta.
El domingo yo esperaba tener funci�n nuevamente. En cambio,
me extra�� escuchar un portazo, y luego los pasos solitarios de Joaqu�n.
Sigiloso, despu�s de esperar unos minutos me acerqu� al cuarto de mi padre, y me
encontr� con la puerta abierta y la luz del velador encendida.
Entr�. Y all�, echado sobre la cama con la espalda apoyada en
el respaldo estaba mi t�o. Ten�a puesto s�lo un boxer blanco, y fumaba con cara
de evidente fastidio.
Me mir�, e hizo una mueca con su sensual boca.
"Vito! Te despert�! Perd�name, sobrino! No fue mi
intenci�n".
"No t�o, no hay problema". La visi�n de ese cuerpo
fibroso casi desnudo era muy fuerte. Joaqu�n ten�a una pierna extendida y la
otra flexionada, y la estrecha prenda apretaba provocativamente la entrepierna.
"Pero . . . est�s solo . . . �Qu� pas�?".
"Ven aqu�" me dijo palmeando la cama.
Me sent�a agitado, nervioso . . . excitado. Pero hice como
que nada pasaba, me acerqu� y me sent� en la cama, apoy�ndome en la pierna
flexionada. Mis manos se posaron en la rodilla, y mis antebrazos sintieron el
contacto de los duros m�sculos, los profusos vellos.
"Pas� que discutimos con la guarra de Mariela. Y la cerda
me ha dejado tremendamente caliente!".
"�Pero . . . y por qu� no buscaste otra chica?".
"No, estaba muy malhumorado. Prefer� volver aqu�".
Me causaron gracia su cara contrita y su gesto de ni�o al que
le han quitado un juguete, y no pude reprimir la carcajada. �l me mir� serio
pero luego de unos segundos tambi�n comenz� a re�rse, y mientras le palmeaba la
pierna le dije: "Pobre t�o!! Me lo han dejado caliente y con ganas de
follar!!".
Despu�s . . . no s� por qu� lo hice, pero le bes� la pierna.
"�Qu� haces?".
Le di otro beso, y luego otro y otro, comenzando a bajar por
la cara interna ese muslo peludo y musculoso.
"�Est�s loco?" dijo Joaqu�n riendo. "Anda, basta
ya! Ya te dije que estoy caliente, y esto no ayuda!!".
Pero yo segu�, acerc�ndome lenta pero firmemente a la
entrepierna, en donde el boxer comenzaba a abultar notoriamente dejando adivinar
la forma de una verga gruesa que se empinaba a paso veloz.
Mi t�o puso una de sus manos en mi cabeza, tratando de
detenerme.
"Ya basta. No seas puto, sobrino" dijo mitad risue�o,
mitad serio.
Yo alc� la cabeza y lo mir� directo a los ojos. Fueron unos
segundos largu�simos, en los cuales nos dijimos de todo sin necesidad de
palabras. Despu�s sent� aflojar la presi�n de la mano sobre mi cabeza, y
avanzando unos cent�metros m�s llegu� con mi boca a ese tronco dur�simo que
abultaba escandalosamente. Con suavidad mordisque� la carne palpitante a trav�s
de la tela del boxer, sintiendo como mi t�o jadeaba quedamente. Despu�s baj� la
tela, dejando libre una tranca larga y gruesa que salt� como un resorte de tan
agarrotada que estaba. Ah� fue cuando Joaqu�n trat� de moverse, quiz� sacudido
con un resto de conciencia ante lo que estaba pasando. Pero sin darle tiempo a
nada engull� ese latiente caramelo, que reclamaba urgentemente ser chupeteado.
�Y vaya si lo hice!
Mi boca comenz� a deslizarse hacia arriba y hacia abajo por
ese tronco duro, saboreando los jugos que ya escapaban de la cabezota. Me
acomod� mejor, y mientras mis manos dejaban al descubierto unas bolas grandes y
peludas cargadas de la leche que no hab�a llegado al destino previsto, mi lengua
continuaba con su deliciosa tarea.
"Ah!! Por Dios, Vito!! Qu� bien lo haces!!".
Cerr� mis ojos, concentrando todos mis sentidos en mi golosa
tarea. De repente not� un movimiento en el cuerpo de mi t�o, y despu�s sent� que
sus manos me bajaban el boxer, descubriendo mis nalgas, para luego hurgar con
sus dedos en mi hoyito. Gem�, e instintivamente alc� la grupa para facilitarle
la tarea.
Abr� los ojos y lo mir�, y en su mirada encontr� un deseo
devorador.
"�Quieres que . . . ?".
Asent�, mientras segu�a mamando casi con desesperaci�n.
Entonces mi t�o sac� con cuidado su verga de mi boca, se coloc� entre mis
piernas, y luego de acomodar la cabeza de su gruesa polla en mi esf�nter comenz�
a empujar suavemente. Seguramente imagin� que le costar�a empalarme, pero el
miembro se abri� paso f�cilmente en mi carne y en unos segundos se aloj�
completo en mis entra�as.
Joaqu�n dej� escapar un ronco quejido de gozo. Despu�s se
recost� encima m�o, y moviendo s�lo la cadera comenz� a bombear. Yo estaba
transportado de placer, sintiendo extasiado como su pelvis golpeaba contra mis
nalgas, como sus piernas musculosas y velludas apretaban las m�as . . .
"M�s t�o, m�s!! No te detengas!!".
Joaqu�n aceler� sus movimientos, y en cada furibunda
embestida me enterraba la verga hasta la ra�z golpeando sus huevos contra mi
culo, haciendo rechinar despiadadamente la cama. Sus manos se aferraron a las
m�as, y su boca comenz� a mordisquearme suavemente el cuello. Seguimos as� por
unos cuantos minutos, hasta que sent� como la verga de mi t�o se endurec�a m�s y
empezaba a latir.
"Voy a correrme, Vito!!".
"S� t�o, s�!! Toda, quiero toda tu leche!!".
Y as� fue. En medio de un sordo rugido, Joaqu�n reg� mis
entra�as con la carga ardiente de sus bolas, esa carga deliciosa que nunca
imagin� iba a poder disfrutar. Entonces el placer me desbord�, y sin poder
contenerme acab� como nunca empastando las s�banas con mi propia guasca.
Cuando los espasmos de ambos cesaron, mi t�o se relaj�
dejando caer todo su peso sobre mi cuerpo.
"No es la primera verga que te comes, verdad?" me
pregunt�.
"Ehh . . . no".
"Pero sobrino, de haberlo sabido antes . . ."
"Y t�, no es la primera vez que follas a un hombre,
verdad?" pregunt� a su vez.
"Ehh . . . no".
"Pero t�o �De haberlo sabido antes!".
Al d�a siguiente, por la tarde, llam� mi viejo para ver como
andaban las cosas y confirmarme que estar�a de vuelta en un par de d�as. Apenas
hab�a empezado a hablar cuando entr� Joaqu�n, que regresaba de su trabajo. Se
acerc� a m�, y con se�as le di a entender con quien hablaba.
"S�, viejo, est� todo bien. �El t�o? Pues acaba de llegar.
�Que c�mo se porta? Pues, perfectamente!. S�, qu�date tranquilo, viejo, y no te
hagas ning�n problema. El t�o me cuida, y me est� atendiendo muy bien . . .
Mi t�o sonri�, y mientras me rodeaba la cintura con un brazo
comenz� a restregarme el paquete en el culo, apoyando su endurecida tranca entre
mis nalgas, como anticipo de lo que vendr�a cuando colgase el tel�fono.
. . . m�s que bien, pap�; te dir�a que de maravillas .
. .".