Lo que les contaré aunque parezca
increíble, me sucedió cuando tuve que
hacer una cena para unos clientes de mi marido en mi casa, y yo tuve que
atenderlos ya que el se encontraba en ese momento de viaje.
Me casé hace apenas un año y
mi marido casi no para en la casa, ya que
siempre esta de viaje y la mayor parte del tiempo me quedo sola en casa. Él
había salido hace dos días de viaje y aunque me llamaba todas
las noches, no
era lo mismo que tenerlo cerca. Él me había prometido que cuando
hiciera
dinero esta situación cambiaría y que luego sabría como
recompensarme.
Esa noche antes de acostarme me llamó
y me dijo que no podría regresar hasta
después del fin de semana, pero que había hecho una cita con el
representante de una compañía de Kenia y que éste llegaría
el fin de semana
para reunirse con él. Me dijo que había pensado llevarlo a cenar
para quedar
bien con él y luego proponerle algún negocio que le fuera ventajoso.
Por tal
motivo me pedía que lo llame al hotel el fin de semana y que lo invitara
a
cenar a la casa. El previamente le había mandado un mail, disculpándose
y
diciéndole que yo lo llamaría.
Yo le comenté que no sabría que
hablar y él me respondió que únicamente
había que atenderlo bien para que se fuera contento. Colgó el
teléfono y me
puse a pensar de que hablaría con él, ya que creo que en ese país
hablan
inglés o algún idioma africano. Al día siguiente al llegar
a mi oficina,
comenté con mis amigas sobre la cena que tendría que dar, y me
empezaron a
gastar bromas diciéndome que los negros, tienen fama de tener penes inmensos
y cosas así.
Ese viernes desde la oficina llamé al
hotel para averiguar si había llegado
y cuando me respondieron que si, pedí que me comuniquen a su habitación.
Me
contestó en un perfecto español y me dijo que estaba esperando
mi llamada,
así que tuve que explicarle la situación nuevamente y decirle
que él no
podría atenderlo, pero que me había pedido que lo invite a cenar
a nuestra
casa. Él me dijo que no había venido solo, sino con un socio más
y me
preguntó si no había ningún inconveniente. Le dije que
no, pero por dentro
yo me decía que iba a hacer yo sola con dos tipos en mi casa.
Le dí la dirección, y me contestó
que irían en un taxi del hotel como a las
8 de la noche. En el camino compré comida preparada, de tal forma que
solo
la pondría a calentar cuando llegaran. Me di un baño para refrescarme
y fui
a mi habitación para escoger que ropa me pondría esa noche, ya
que debía
darles una buena impresión y atenderlos cortésmente, según
me lo había
pedido mi marido.
Me puse braguitas y sujetador color negro,
además de unas medias de nylon
del mismo color. Escogí un vestido, que había comprado para salir
alguna
noche con mi esposo, pero como nunca paraba en casa no había tenido
oportunidad de estrenarlo. Era color celeste acero y modelo Jane, que es más
corto de un lado de la pierna y largo por el otro lado. Lo único malo
era
que por la parte corta, se notaba un poco el encaje de mis medias, así
que
debía sentarme con cuidado para que no se levantara mucho ese lado del
vestido. Me coloqué unos zapatos negros y me miré al espejo para
ver que tal
estaba.
Me miré por detrás y debido a
que el vestido es de un material delgado, en
el costado de mis nalgas se notaba muy pegado, pero ya no tenía mucho
tiempo
para escoger algo más, ya que de un momento a otro llegarían.
Mientras me
maquillaba y peinaba, pensaba que a mis 25 años no disfrutaba a plenitud
de
la vida, ya que casi nunca salía a ningún sitio aparte de mi trabajo,
y ni
que decir de la parte sexual.
Apenas terminé de arreglarme, tocaron
a la puerta y fui a atender un poco
nerviosa. Esperaba que se llevaran una buena imagen de la atención que
les
iba a dar. Cuando abrí la puerta me llevé una impresión,
ya que eran dos
hombres de raza negra, pero su piel era de un negro color aceituna y ambos
median como 1.90 de estatura. Estaban vestidos de manera casual con unas
camisetas marca Lacoste.
Los saludé y los invite a pasar. Uno
de ellos me entregó dos botellas de
champagne que puse a helar, y los tres nos sentamos a conversar en la sala
un momento. Ambos me prestaban mucha atención cuando yo hablaba, y yo
notaba
que ellos disimuladamente aprovechaban para mirar mis piernas. Les pedí
que
me disculparan que los dejase solos, ya que iba a servir la cena. Desde la
cocina podía escucharlos conversar en inglés y como yo no conozco
mucho ese
idioma, no entendía nada.
La cena transcurrió, y en su conversación
se notaba que habían viajado
mucho, y mencionaron que era una pena que mi marido no estuviese presente,
pero que ya habría oportunidad de reunirse con él. Cuando estábamos
cenando,
sentí que la pierna de uno de ellos rozó la mía, pero supuse
que había sido
en forma casual. Terminamos una de las botellas que ellos trajeron en la
mesa y luego los invité a pasar nuevamente a la sala, mientras yo retiraba
los platos de la mesa.
Les pregunté si deseaban que abriese
la segunda botella y ambos dijeron que
sí. Me senté a acompañarlos y mientras yo bebía
mi copa, ellos conversaban
entre sí. Los miré con detenimiento y ambos tenían manos
grandes y sus pies
también lo eran. En ese momento recordé las bromas de mis amigas
del
trabajo, cuando me decían que los negros tenían vergas enormes.
Uno de ellos
estaba sentado frente a mí, con las piernas abiertas como se sientan
los
hombres, y yo empecé a divagar imaginando que me sentaba sobre él.
Rápidamente alejé esos pensamientos de mi mente, que seguro eran
producto de
la falta de continuidad de sexo.
Mis pensamientos hicieron que se me subieran
los colores al rostro, que
debido a mi piel blanca cuando me pongo colorada se me nota más, y uno
de
ellos me preguntó si el champagne me había afectado. Riéndome
le dije que no
y cambie de tema rápidamente, preguntándoles si les había
gustado la ciudad.
El que estaba sentado junto a mí, me
dijo que ellos cada vez que llegaban a
un país, no se iban contentos si es que no probaban la comida típica,
el
trago típico y la mujer típica. Su amigo se río de la ocurrencia
y yo
también sonreí y tragué saliva, ya que parece que estos
negros querían comer
algo más que la cena.
El negro que tenía al frente me dijo
que mi esposo era muy afortunado en
tener una mujer tan bonita como yo, y el otro puso su mano en mi pierna
derecha, añadiendo que estaba de acuerdo. La mano de este negro emanaba
un
calor que me hizo estremecer y no la apartaba, dejándola sobre mi pierna
un
buen rato. Uno de ellos mencionó que mi marido le había contado
que yo sería
muy hospitalaria con ellos, con el fin de concretar negocios muy pronto.
No sabía que hacer en ese momento, ya
que no quería echar por la borda los
sueños de mi marido, pero por otro lado que haría si los negros
se empezaban
a propasar?. Dejé de que pasara lo que tenía que suceder. Ellos
al ver que
no mostraba rechazo, empezaron a insinuarse aún más.
El que tenía al costado se pegó a mí y llenaba una y otra
vez mi copa,
logrando que el licor me desinhiba y en un momento conversábamos como
si
fuéramos amigos de toda la vida. Tanto así, que en un momento
el negro quitó
su mano de mi pierna y me pasó su brazo por la espalda, y sentí
que su mano
llegaba a tocarme una teta por lo largo de su brazo.
El otro negro nos miraba, y lo noté
inquieto por los toqueteos que su amigo
me daba. El que me abrazaba me dijo que yo tenía una piernas hermosas
y
cuando voltee a mirarlo me besó en la boca, rodeando mis labios con los
suyos que eran enormes. Yo no se porque, pero no hice nada por separarlo y
mientras me besaba y metía su lengua en mi boca, el otro no aguantó
más y
también se acercó a mí. Se inclinó y con sus manos
separó mis piernas, para
ver mis braguitas.
Yo pensaba como era que había llegado
a este punto, y me preguntaba también
si esta era la hospitalidad que mi marido esperaba que les brindara.
Mientras pensaba esto me hicieron poner de pie, y empezaron a meterme mano
sobandome las nalgas y mi chocho. Uno de ellos me sacaba el vestido,
mientras el otro se bajaba los pantalones. Cuando se quedó sin ellos,
pude
ver que tenía una verga enorme. Era larga y gruesa y me daba la impresión
de
estar viendo una vara, como la que usan los policías. El otro también
se
quitó la ropa y quedó desnudo ante mí.
Entre los dos me quitaron el sujetador y las
braguitas, dejándome solo los
zapatos y las medias negras puestas. Se notaba fuertemente el contraste
entre la piel negra de ellos y la mía. Estaba excitada y a la vez asustada
por la envergadura de sus miembros, pero sería la primera vez que
experimentara como se sentiría tener la verga de un negro dentro de mí.
Ambos me lamían todo el cuerpo, y mientras
uno separaba mis nalgas para
lamer mi ano, el otro se encontraba delante lamiéndome el coño.
Los tres nos
fuimos a mi habitación y me senté al borde de mi cama, poniéndose
ellos
frente a mí con sus vergas apuntando a mi cara. Se las empecé
a mamar, sin
lograr que entren totalmente a mi boca. Me eché sobre la cama y uno de
los
negros se puso a bombearme. Su verga era tan gruesa, que mis labios
vaginales la rodeaban a duras penas y me hizo sentir en la gloria de tanto
que metía y sacaba. El otro se puso de rodillas a la altura de mi cabeza
y
puso su verga dentro de mi boca para que se la chupe.
Así me tuvieron un buen rato, hasta
que ambos eyacularon bañando el interior
de mi concha y mi boca. Yo solo quería que me den más y les pedí
que me
culeen entre ambos. Se acostaron en la cama cada uno a un costado mío
y me
puse de rodillas en la cama, y se las chupaba alternadamente, dejándoles
ver
mi culo mientras lo hacía. No tardaron mucho en ponerse como un par de
trancas y me puse encima de uno de ellos, mirándolo de frente. Nos
besábamos en la boca, mientras me metía su verga en mi chucha
y le dije al
otro que me montara por detrás.
Se puso de pie en la cama y dobló un
poco sus piernas, hasta poner la cabeza
de su pincho en mi ano. Poco a poco empezó a empujar hasta meterla por
mi
recto, y así ambos me cachaban por delante y por detrás. Yo me
preguntaba
como me había vuelto tan puta, pero esos dos negros me estaban haciendo
gozar como una cerda.
Mientras me culeaban sonó el teléfono,
que se encontraba en la mesita de
noche y estiré mi brazo para alcanzarlo. Contesté y era mi marido.
Me
preguntó si sus clientes habían ido a la casa, y yo le dije que
si. Me dijo
que si los estaba atendiendo como me lo había ordenado, y les respondí
que
los estaba atendiendo en ese momento, y que por eso debía colgar el
teléfono.
Me volvió a decir que me recompensaría
el sacrificio que yo estaba haciendo,
y le contesté que no era necesario, mientras sentía que la leche
de ambos
negros se derramaba en mis dos huecos. Una vez que terminamos les limpié
sus
vergas con mi boca, chupando toda la leche que aún les quedaba.
Luego nos vestimos y volvieron a su hotel.
Me llamaron al día siguiente para
que los visite, pero esa ya es otra historia.
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