NENA
I. LA FIESTA
De esa fiesta regres� demasiado tarde, y eso nos ten�a
preocupados a su madre y a m�, aunque m�s a ella que a m�, dicho sea de paso. Lo
cierto es que, desde que cumpli� sus quince a�os de edad, mi Nena hab�a
comenzado a tomarse algunas peque�as libertades que no me inquietaban
grandemente, pues confiaba en que era una personita madura a pesar de su corta
edad.
Cuando lleg� a altas horas de la madrugada fue recibida por
los rega�os de la iracunda mam�, con expresiones que llegaron a parecerme
francamente excesivas y que terminaron con un golpe de la mano maternal en la
tierna mejilla. El eco de esa bofetada rebot� varias veces en mi coraz�n, pero
no intervine.
Ten�a mis razones: una de ellas es que trataba de evitar m�s
dificultades con el car�cter dif�cil de mi esposa. Las otras, m�s importantes,
ya se entender�n.
Mi Nena qued� estupefacta en medio de la sala, mientras su
progenitora cerraba con estruendo tras de s� la puerta de nuestra rec�mara.
Me mir�, gritando en silencio su petici�n de auxilio con sus
ojitos h�medos y los bracitos a los lados de ese cuerpito maravilloso, mitad de
la ni�a que a�n era, y mitad de la mujer que ya quer�a ser.
Aunque dolorido tambi�n por la escena que acababa de
atestiguar, no dej� de admirarme, una vez m�s, de la delicadeza de sus
contornos, de la belleza de su rostro, de sus senos peque�os y arrogantes, de
sus piernas que parec�an hechas por un ebanista celestial, sus muslos que
asomaban, curiosos, por la minifalda.
Era un encanto al que tan s�lo mirar parec�a un sacrilegio.
Y aquella salvaje la hab�a herido y golpeado...
La mir� a mi vez y le abr� los brazos, a los que mi Nena se
arroj� en un sollozante llanto que por orgullo hab�a logrado reprimir hasta
entonces. Una vez m�s confirm� que su mejor lugar era la c�lida cercan�a y la
invaluable complicidad de su padre.
Ah� permaneci� un par de minutos, apretando a m� su cuerpo
que disfrut� a plenitud desde los pies hasta la adorable frente, sus
extremidades, su pubis y los firmes abultamientos del pecho.
Al sentir la humedad de mi beso en el nacimiento de su
cabello, y mi agitada respiraci�n, levant� su carita frente a mis ojos y coloc�
r�pidamente sus labios en los m�os, con la rapidez suficiente para que no viera
esta temeridad (y los principios de mi erecci�n) la mujer aquella, posicionada
en el marco de la habitaci�n, que me acusaba de ser, por mi condescendencia, el
causante principal de "la alocada conducta de esa muchacha".
Con otro portazo desapareci�, felizmente, por el resto de la
noche.
Acto seguido, la chica volvi� a la colocaci�n de mi deleite,
para decirme, con un gesto de extra�eza en el ce�o por la presencia del intruso
que ella hab�a advertido atrevidamente colocado en el centro de ambos, pero sin
moverse:
- Gracias, papito, por tu comprensi�n... Gracias de nuevo.
- Aqu� estar� siempre que me necesites, mi Nena.
- Lo s�, mi amor... Estoy tan triste...
- Ya, olv�dalo, tu madre no va a cambiar, as� que t�malo por
el lado amable. Esto sirvi� para que tu papi te demostrara otra vez cu�nto te
quiere.
- Siempre lo he sabido, por eso t� eres mi pa�o de l�grimas,
y mi papito lindo, y mi amor...
- Ahora cu�ntame c�mo estuvo la fiesta y por qu� llegaste
tarde a casa.
- La reuni�n fue de lo m�s divertida. Me la pas� muy
contenta... (Y acercando su boquita a mi o�do, que escuchaba m�sica del cielo en
vez de palabras): Pero la raz�n por la que llegu� tarde te la dir� despu�s,
�est� bien?
Los dos sab�amos que, por supuesto, estaba bien, si ella as�
lo hab�a decidido.
- Bueno, ahora s� a dormir porque tenemos que levantarnos
temprano para la escuela y para mi trabajo, as� que hasta ma�ana.
- Hasta ma�ana, pap�, y que sue�es con tu Nena.
- No hay noche que no lo haga, tesorito.
Como despedida me regal� un beso en la mejilla. Yo le di otro
en la que su madre hab�a maltratado. Finalmente los dos sellamos la renovaci�n
de nuestro pacto de solidaridad uniendo suavemente nuestros labios.
Pero no pude contenerme: Una fuerza superior me oblig� a
tomarla por la cintura, apret�ndola e introduciendo mi lengua en su boca, que
encontr� la suya en una danza de placer mutuo.
Se desprendi� dulcemente de aquel peligroso abrazo y con
prisa se dirigi� a su rec�mara. Al correr se levant� su faldita y me dej� ver
sus muslos de ensue�o y su figura toda que era la imagen misma de la gloria.
II. LA DUDA
Pasaron varios d�as durante los cuales compartimos saludos y
frases de rutina, hasta que una tarde, aprovechando una ausencia de su madre,
lleg� subrepticiamente hasta mi cuarto y me dijo, quedamente:
- Vengo a platicarte por qu� llegu� tarde la otra noche...
�Puedo?
- Claro que s�..., dime.
- Estuve a solas con mi novio.
Di un salto de mi cama:
- ��C�mo?!
- Sab�a que te ibas a molestar...
- No, no me molest�, s�lo me sorprendi� lo que dijiste.
Sigue.
- Por insistencia de �l tom� dos copitas..., s�lo dos, pero
fueron suficientes para que se me hiciera f�cil aceptar la invitaci�n a salir
con �l en el coche. En el camino me bes� y acarici� y me dijo que si yo quer�a
que estuvi�ramos a solas. Le dije que s�, que porque yo sab�a que �l era un buen
muchacho y con �l no me iba a pasar nada malo. Entonces r�pidamente llegamos a
un motel; permanec� detr�s de una columna de la recepci�n mientras �l hac�a el
registro. Subimos, abrimos la puerta y se abalanz� sobre m�... Del chico
respetuoso que yo cre�a no quedaba nada.
- �Y luego?, pregunt�, acongojado por el terrible momento que
hab�a estado pasando mi Nena, furioso contra aquel joven e inexperto animal, y
al mismo tiempo con una excitaci�n que crec�a y empezaba a manifestarse en el
crecimiento en mi entrepierna, lo cual ella not� en una r�pida ojeada a esa zona
cr�tica.
- Me desnud� violentamente, sin que yo pudiera impedirlo...
Enseguida se quit� su ropa, me empuj� sobre la cama y de inmediato comenz� a
penetrarme. Aquello era terrible, papito, y yo no pod�a evitarlo por m�s
esfuerzos que hac�a. Me desgarr�, eyacul� dentro de m�, se levant�, se limpi�
con papel sanitario y me arroj� el rollo para que yo hiciera lo mismo. Fue
espantoso..., no pod�a creer que en un s�lo instante hubiera perdido mi
virginidad de manera tan est�pida, con un bruto como �l...
Acostada ya a mi lado, mi Nena llor� durante algunos momentos
su impotencia, desesperaci�n y rabia. La abrac� y dej� que se desahogara.
Al final le dije:
- No te preocupes, mamita, no es para tanto, de verdad..., te
est�s ahogando en un vaso de agua. Es un caso t�pico de enga�o y violaci�n, es
cierto, pero nadie se muere de eso. Lo realmente preocupante es en lo que no has
pensado: �Se puso cond�n?
- �Claro que no!, �si apenas tuvo tiempo para despojarme de
la ropa y tumbarse la suya!
- Eso es lo que debe preocuparnos ahora: �Qu� tal si el tipo
�se es seropositivo?
- �Te refieres al Sida?
- Me refiero al VIH, que en la mayor parte de los casos es la
antesala del Sida.
- �Ay, mi amor!, ahora s� me pusiste a pensar, y me est�
dando mucho miedo.
- A m� tambi�n, mi reina, pero este asunto lo vamos a
enfrentar juntos, como dos personas valientes.
Y le dije, en la cumbre de la pasi�n que sent�a por ella, y
asumiendo todas las consecuencias:
- Te juro que si te contagi� ese tipo, te har� el amor para
contagiarme contigo y sufrir igual que t�. �Est�s de acuerdo?
- S�, cielo, estoy de acuerdo, y te agradezco el sacrificio
de tu vida que est�s dispuesto a hacer por m�. �Cu�nto te quiero, rey m�o!,
�puedo besarte?
- Eso ni lo preguntes, chiquita, tiene permiso para hacerlo
donde y cuantas veces quieras..., aunque tengas Sida-, dije, con un s�rdido
humor negro.
No le gust� el chiste y lo demostr� con un gracioso pero
preocupado moh�n. De todos modos me bes�, c�ndidamente.
Agregu� que deb�amos esperar por lo menos tres meses antes de
someterse a la prueba, que me har�a practicar tambi�n, de paso. Entonces me jur�
que si el enfermo resultaba yo, en reciprocidad ella har�a lo mismo por m�. No
me disgust� la idea, obviamente.
Firm� con un r�pido beso el acuerdo y sali� dej�ndome la
emoci�n de su presencia divina y la angustia de su confesi�n.
En ese per�odo la vida fue m�s triste para ella, aunque m�s
feliz para m�, en lo que cabe, pues constantemente me hac�a objeto de sus
atenciones y cari�o, algunas caricias y besos fuera del alcance de la mirada
materna.
La fiera, por su parte, no se enter� de nada de esto.
A mi Nena la sent�a cada vez m�s cerca, m�s tierna, m�s m�a,
lo cual era un premio desmedido a la lealtad, no del padre sino del s�bdito.
�C�mo no ser vasallo de aquella criaturita encantadora, suculenta y bella?
Pero se acercaba, para bien o para mal, el d�a decisivo.
Lleg� la fecha en que ambos nos dirigimos al laboratorio,
donde nos atendieron muy bien y nos hicieron llenar, cada uno por su lado, un
cuestionario indispensable. Le recomend� que fuese totalmente sincera, y yo lo
fui tambi�n.
Esperamos impacientes y acongojados el momento en que nos
dar�an el veredicto y la sentencia de nuestro futuro. Fuimos, nerviosos,
totalmente llenos de miedo, como se comprender�, pero nos alent�bamos con la
probabilidad de que todo hubiera sido falsa alarma.
No obstante, nos repet�amos, era necesario estar seguros.
III. EL PREMIO MAYOR
Llegamos al laboratorio, y la qu�mica responsable quiso
hablar en privado con cada uno de nosotros. Yo hubiera dado lo que fuese por
acompa�ar a mi Nena -quien fue citada primeramente a la entrevista-, mas fue
imposible. Cuando lleg� mi turno, la profesionista me indic� que el resultado de
mi an�lisis hab�a sido negativo, pero que deber�a tener m�s cuidado en mis
relaciones extramaritales..., que una sola pareja, que el uso del cond�n, que
las prostitutas, que los homosexuales y todo lo dem�s relativo al asunto...
Yo o�a sin escuchar, pues la verdad era que lo m�o poco
importaba: Quer�a conocer el resultado del examen de mi Nena, y as� lo pregunt�,
sin m�s rodeos.
La laboratorista me inform� que la conclusi�n respecto a la
ni�a era igualmente negativa, y luego recit� la misma cantaleta con relaci�n al
cuidado de los hijos, pues se hab�a dado cuenta de que �ramos del mismo
apellido, mas yo estaba sordo a todo lo que no fuera el sonido de mi coraz�n,
rebosante de felicidad, deseoso de correr a abrazar a mi due�a -de un metro
sesenta y cinco y tercer a�o de secundaria-, para compartir con ella la noticia.
All� estaba mi Nena, esper�ndome a la salida, con una fresca
sonrisa de alegr�a, sus bracitos abiertos para recibirme. Ya estaba enterada de
lo que a m� correspond�a. Me estrech� y dijo:
- �Papito!, �qu� dichosa soy porque estamos sanos y salvos!
- S�, mi amor, pero me alegro m�s por ti... Realmente eras t�
quien me preocupaba.
- �Lo s�, amor, y por eso te quiero mucho m�s!
- �Y ahora qu� hacemos?
- �Pues vamos a festejarlo!
�Vamos!..., pero �a d�nde?
- A cualquier parte, donde estemos solos t� y yo...
- No se me ocurre nada..., no hab�a pensado en eso...
- �Yo s�!, �vamos a un motel!
- ��Qu���?!-, me hice el sorprendido.
- �Claro! �No �bamos a hacer el amor si alguno de los dos
estaba condenado a muerte? Pues hag�moslo de todos modos ahora que sabemos que
estamos completamente sanos, �qu� te parece?
Me parec�a algo superior a mis m�s ardientes sue�os, pero
respond�:
- Oye, mami, y �eso est� bien?
- Desde luego que s�, mi rey..., s�lo estaremos festejando...
Estaba grandiosa, incre�ble, deliciosa, radiante, enteramente
al mando de la situaci�n.
- �Bueno, pues vamos a festejar!
- Pasemos a comprar alg�n vino, unas botanas...
- Y unos condones-, me atrev� a opinar.
- �Nada de condones!-, refut�, imperiosa. -Estamos libres de
enfermedades y no necesitamos esas cosas.
Y me dijo al o�do:
- Ahora s� quiero disfrutar a un hombre de verdad. �Verdad
que vas a ser cari�oso conmigo, como siempre?
- �C�mo no serlo si eres mi Nena favorita?
- �Soy tu �nica Nena! Nada de nenas favoritas, �eh?-,
reclam�.
-S�, mi amor, t� eres mi �nica Nena.
En esa discusi�n, que no era m�s que el pre�mbulo del
encuentro exquisito que �ntimamente dese�bamos, llegamos a un excelente motel de
la periferia citadina.
- �Huyyy!, esto est� de lujo, papi, nada qu� ver con la cueva
espantosa donde estuve con mi novio...
- Olv�date de ese sujeto de una vez...
- Est� bien, me olvido, no me cuesta ning�n esfuerzo...
Llegu� a la administraci�n, carpeta o mesa de registro, y el
encargado no hizo ninguna pregunta. Mir� a la chica y luego a m�. Lo que pudiera
haber pensado no me inquiet�. Le solicit� que no me asignara ayudante, botones o
bell boy. Me dio la llave de la suite, tom� a la ni�a de la mano y marqu� en el
ascensor el n�mero del piso.
IV. EL PARA�SO
El elevador nos llev� directamente al para�so. Entramos a la
exuberante habitaci�n e inauguramos nuestra estancia en ella con un beso lento,
sabroso, eterno... Unidos, nuestros cuerpos buscaron su mejor acomodo, y ella se
acomod� de la mejor forma.
- Hace mucho tiempo que me deseas, �verdad, papito?
- S�, mi tesoro, hace much�simo tiempo, desde que eras una
bebita, un fruto prohibido para m�.
- Pero ahora ya no lo soy... Estoy aqu� porque yo tambi�n te
deseo, y quiero que tomes posesi�n de m�, no como hija sino como amante, la
amante que quiero ser desde ahora y para siempre para ti, mi rey, mi amor, mi
cari�o, mi papito...
Mi rito de adoraci�n comenz� por liberarla, lentamente, pieza
por pieza, cent�metro a cent�metro, zona por zona, hasta quedar sin artificios
que obstaculizaran su desnudez.
Sus ojos estaban radiantes; su boca era invitaci�n; el
esbelto cuello, una delicia; los hombros, espect�culo de redondeces vivas; los
pechos, apetitosos biberones; el ombligo, v�rtice suculento; el vientre, convexo
terciopelo; el monte de Venus, ancho y abultado, finamente recortado para
mostrar sus excelencias,. Dentro, el escurridizo cl�toris, la vulva cuyos labios
mayores y menores sabore� infatigable, en tanto ella se retorc�a de placer,
hasta llegar a la abertura divina a donde llegaron lengua y dedos disput�ndose
el bot�n...
Para entonces, mi Nena no cab�a en s�... Se retorc�a en
�xtasis inenarrable, hasta que no resisti� e hizo la s�plica:
- �Pen�trame, papito!, �por favor!, �por piedad, cari�o!
Y colocando el glande redondo y ardiente en su peque�a
abertura la penetr� empujando dulce, lentamente a medida que sus ojitos y sus
r�pidos parpadeos me lo ped�an...
Cuando todo el miembro estuvo dentro de aquella vagina
encantadora, ella promovi� el balanceo genital que sus deseos le urg�an. Yo me
dejaba hacer..., hab�a esperado tanto aquello que no ten�a prisa por terminar,
ni mucho menos, cuando alcanz� el cl�max que la hizo gritar:
- �Papito, mi amor, qui�reme, mi rey, soy tuya, tuya para
siempre!, �qu� feliz soy con tus caricias y tu miembro ardiente dentro de m�!
�Te amo, papacito! �As�, papi, posee a tu Nena, hazla gozar de las delicias de
tu sexo!, �que no salga, no, es tan rico, tan caliente, tan grande, tan grueso,
que me mata...! �D�melo ya, d�melo todo, papi, todooo!
Terminamos juntos en un orgasmo infinito, c�smico,
espasm�dico, h�medo, interminable...
Desde entonces ella y yo disfrutamos el amor y el deseo
inacabable de ambos, a pesar de cualquier obst�culo, incluso el de mi mujer y el
del marido de mi Nena, mi reina, mi amor...