Relato: La reacci�n de Mario





Relato: La reacci�n de Mario


LA REACCION DE MARIO



(CARI�O, YO TAMBI�N PUEDO SER TU PUTITA,2) FINAL



No quiero continuar mi historia sin destacar la positiva
acogida que tuvo lo que os narr� hace algo m�s de una semana, cosa que realmente
no me esperaba y que os agradezco a todos/as de coraz�n. Aunque tambi�n es
cierto que a Mario, mi marido, no le sent� nada bien saber que fue le�da por
miles de personas, pero qu� le vamos a hacer. Internet es as�.


Para los que no sepan de qu� hablo, permitidme que les ponga
minimamente en antecedentes aprovechando unas escasas l�neas. Mario y yo estamos
casados desde hace tres a�os pero nuestra vida sexual no funcionaba como �l
esperaba, sobre todo a causa de una traum�tica experiencia que me marc� en el
pasado y que no me permit�a ser yo misma. Un d�a acud� a buscarle al trabajo
dispuesta a entregarle una noche de hotel de aut�ntico placer y termin�
descubriendo, a trav�s del comentario de uno de sus compa�eros, que me enga�aba
con prostitutas. Terriblemente herida decid�, con mucho esfuerzo por mi parte,
dar un paso adelante y abrirme a nuevas experiencias sexuales para demostrarle a
lo que estaba dispuesta a llegar por �l y escog� a tres de sus compa�eros del
peri�dico para ello. A ra�z de lo acontecido en el sal�n de mi casa me puse en
contacto con mi amigo Kewois, el cual me ayud� a redactar la historia en forma
de relato para que Mario se enterara de lo que hab�a hecho por su amor y, de
paso, poder narr�roslo. Si ten�is curiosidad, se public� con el t�tulo de
"Cari�o, yo tambi�n puedo ser tu putita" cosa que realmente era tan cierto como
que ahora mismo me dirijo a vosotros.


Lo que a continuaci�n voy a contar son los acontecimientos
que han sucedido tras la publicaci�n del relato y que me demuestran, una vez
m�s, que por mucho que creas conocer a una persona siempre te aguardan zonas
oscuras de su personalidad que se ti�en de aut�ntica sorpresa.


Dicho relato creo que se public� el pasado 6 de agosto por la
ma�ana. Justo a las once y media, mientras estaba en la cocina, sent� que
alguien abr�a la puerta y entraba en casa. Era Mario que llegaba tremendamente
irritado. Me mir� con semblante serio y, sin decir nada, se dirigi� hacia el
dormitorio. Le segu� con cautela, en silencio. Abri� excitado el armario, sac�
la maleta de viaje y la deposit� sobre la cama.


- �Qu� est�s haciendo? - pregunt�.


- �Qu� estoy haciendo? - respondi� dirigi�ndose a m� bastante
furioso - Eres una puta. Una perra. Una zorra. Eso es lo que eres. Lo que me has
hecho no tiene nombre.


Me agarr� por los hombros y seguidamente, sin esper�rmelo, me
lanz� una fuerte bofetada que me hizo caer en la cama envuelta en l�grimas. Me
llev� las manos a la cara y por mi labio corr�a un hilillo de sangre. Jam�s
antes me hab�a pegado. Nunca lo v� tan enfadado como en aquel momento.


- �No quiero verte jam�s. Te has tirado a mis amigos, zorra!
Soy el payaso del trabajo. �En qu� co�o pensabas?


- �Y t�? �Te parece bien que yo tenga que tragarme el hecho
de que salgas de putas por ah�? - Le grit� - Yo tambi�n merezco un respeto...un
respeto...�te enteras?


A pesar de todo ca� rendida a sus pies, arrodillada.


Mario termin� de hacer la maleta y, al salir por la puerta
del dormitorio, me dijo: "Necesito estar solo durante un par de d�as. Quiero
pensar lo nuestro muy seriamente. Tengo que plantearme si merece la pena seguir
contigo".


- Lo mismo digo - le contest� levantando la cabeza.


Ment�. Estaba loca por �l. Si tan solo supiera y comprendiera
que lo que hice fue para que dejara de martirizarme e iniciarme en sus deseos
sexuales... Cuando cerr� la puerta sent� que el mundo se ven�a sobre m�. Que
toda nuestra relaci�n hab�a acabado por completo y que ya no ser�a lo mismo a
pesar de que yo continuaba locamente enamorada. Pero Mario ten�a el control.
Deb�a sopesar en su voluntario destierro si perdonarme o abandonarlo todo.
Estaba en sus manos. Yo, si hubiera actuado dentro de la l�gica, le hubiera
mandado lejos por su infidelidad, sin embargo, �l se hab�a convertido para m� en
una especie de droga que corr�a mortalmente por mis venas y a la que no pod�a
resistirme.


Transcurrieron dos, tres y hasta cuatro d�as sin tener
noticias suyas. Intent� telefonearle varias veces pero cuando estaba a punto de
marcar el �ltimo d�gito, me echaba atr�s. No ten�a fuerzas para soportar un
nuevo desprecio.


Las noches fueron duras. M�s que los d�as. No pude dormir. Mi
cama se volvi� kilom�trica sin �l y no paraba de darle vueltas en la cabeza a lo
que hab�a hecho. Sin embargo, no puedo ocultar el hecho de que al recordar mi
experiencia con Jos�, Alex y Miguel me pon�a francamente caliente, cosa que me
confund�a m�s. Incluso, reconozco que en un acto casi involuntario, la cuarta
noche, mientras pensaba en como Jos� me hab�a partido el culo y ba�ado con su
esperma, me llev� mis dedos al interior de las h�medas braguitas y me acarici�
mi peque�o clitoris que creci� sutilmente envolvi�ndome en un intenso arrebato
de placer. Eran mis dedos, pero �oh dios!, cuanto dar�a porque fueran los de
Mario para provocarme el mayor de los orgasmos y hacerme estremecer entre las
s�banas. S�, eran fantas�as, peque�as fantasias que iban creciendo en m� gracias
a aquel suceso que cambi� nuestras vidas.


A la ma�ana siguiente ocurri� algo inesperado. Mi marido
super� el plazo previsto y yo me volv�a cada vez m�s desesperada. Intentando
distraerme un poco, conduje hasta un centro comercial y decid� pasar el d�a de
compras. Me puse un vestido rojo un poco m�s arriba de las rodillas que me
sentaba realmente bien y me hac�a resaltar la figura. O�r los halagos masculinos
era algo que gusta y anima a toda mujer siempre y cuando sean de buen gusto. Lo
cierto es que escuch� de todo, como casi siempre, pero no hice el menor caso. Mi
cabeza estaba a�n en otro sitio.


Cuando finalic� las compras all� a las siete de la tarde, ya
en el coche, comenc� a guardar las bolsas en el maletero. Justo al cerrar el
cap�, me llev� un tremendo susto. Mario me miraba desde el otro lado del
veh�culo, con sus manos apoyadas en la chapa.


- �Qu� haces aqu�? Me has asustado. - dije.


- Quiero hablar contigo.


- Vamos. Sube, podemos charlar dentro si lo prefieres.


Nos sentamos c�modamente. En su voz notaba como parec�a
hab�rsele pasado el enfado. Por lo menos en parte.


- �Es cierto que me fuiste a buscar al trabajo con la
intenci�n de entregarte por completo a mis deseos? - me pregunt�.


Le mir� fijamente. Sab�a que si hablaba me iba a temblar la
voz.


- S�, pero descubr� aquello y por eso actu� como lo hice.


- Sara, yo... te quiero, no he parado de pensar en t� estos
d�as. Perd�name. - me dijo - Me he portado como un imb�cil y quiero compensarte
por todo esto.


Eran justamente las palabras id�neas que yo quer�a o�r. No
tuvo que decir m�s, simplemente nos abrazamos y �l me bes� lenta y c�lidamente
aport�ndome una sensaci�n que despert� fugazmente en m� las ganas de foll�rmelo
all� mismo. No pude resistirlo. Le abr� la camisa y le introduje la mano
acarici�ndole su pecho.


- Voy a ser tu puta, cari�o. - le dije mordisque�ndole
lentamente el l�bulo de la oreja.


- �Hey, hey, hey! Espera nena, no vayas tan r�pido. Te he
dicho que quiero compensarte y tengo una sorpresa para t�. - me dijo apart�ndome
de su cuerpo.


- Me he estado hospedando en el hotel Melia Castilla. No est�
lejos de casa. Habitaci�n 342. Quiero que nos reunamos all� esta noche a las 10
y... �Ah!, no te cambies de vestido. Est�s preciosa.


Acto seguido se baj� del coche y me dedic� una de sus mejores
sonrisas tras el cristal. Me dej� all� sin m�s. Tremendamente intrigada y con
una excitaci�n dificil de describir. No s� si ya lo he dicho, pero me reitero,
aquella rica experiencia sexual que me impregnaba la mente a cada instante
pareci� cambiar por completo mi perspectiva sobre el deseo...


Fui a casa y solt� las cosas. Me duch�, me arregl� un poco y
escog� una ropa interior sexy. Un peque�o tanga que, al tener tan poca tela,
dejaba entrever mi bello p�bico. Me mir� al espejo pero no me ve�a bien, as� que
me entretuve un poco afeit�ndome las ingles para que la prenda me quedara
perfecta. Un sost�n a juego que transparentaba mis endurecidos pezones complet�
la operaci�n. Por supuesto, para terminar, me enfund� el mismo vestido rojo
porque as� lo quiso Mario.


A las diez en punto cruc� el vest�bulo del hotel. Pregunt�
por mi marido y el conserje me confirm� que me aguardaba en la habitaci�n. Era
un muchacho m�s joven que yo, muy bien uniformado que no ocult� devorarme con su
mirada cuando me dirig�a al ascensor con mis finos zapatos de tac�n que
estilizaban a�n m�s mi figura.


Habitaci�n 342. Aqu� es. Llam� varias veces y no contestaban
as� que gir� el picaporte. La puerta estaba abierta y la luz apagada. Dud� si
entrar o no, pero la voz de Mario me indic� que pasara y que no encendiera las
luces. Sent� escalofr�os y nervios a la vez. Cerr� tras de m� y todo qued� a
oscuras. De pronto, sent� que unas manos se posaron sobre m�. D� un sobresalto.


- Hola mi putita �me recuerdas?


Reconoc� la voz al instante y autom�ticamente mi respiraci�n
comenz� a agitarse. Era Jos�. El compa�ero de mi marido. Aquel que me hab�a
destrozado literalmente el culo sin compasi�n en el sal�n de mi casa y que no
pod�a sacarme de la cabeza.


- Mario �qu� significa esto? - pregunt�.


- Shhhhhh, silencio cari�o. D�jate hacer. Ahora que has
descubierto que eres una aut�ntica zorrita d�jate llevar. Nada de preguntas, las
inhibiciones, los tab�es, han quedado tras esa puerta �de acuerdo? - argument�
Mario plant�ndome sus manos sobre mis ya sofocantes pechos.


No tengo palabras para describir aquel momento. Mi
respiraci�n se aceler� al instante. Sin haber iniciado nada, mi co�ito se puso
tremendamente h�medo y ard�a en deseos de que ambos me follaran hasta
reventarme. Caminamos a oscuras unos cuantos pasos y, de pronto, me llev� otra
gran sorpresa. Mario encendi� la luz y, sobre la cama, descansaba tendido y
completamente desnudo, como los otros dos, Miguel. Entonces lo comprend� todo.
Mi marido, amparado e imagino que excitado por mi experiencia, me regal� a
aquellos dos hombres que me hab�an calado tanto. Al parecer, �l prefiri� tomar
el papel del ausente Alex. Los tres estaban desnudos y me miraban de forma
perversa. De pronto, como �ltimamente ocurr�an los acontecimientos en mi vida,
comenz� todo.


- Vamos, Sara, cari�o - orden� tiernamente Mario - Quiero que
se la chupes a los dos. Ya mismo. Arrodillate.


No hizo falta que insistiera. Yo lo estaba deseando. Me
inclin� sobre Miguel mientras Jos� se acost� a su lado y comenc� a lamerle sus
peludos huevos. Le pasaba suavemente la lengua mientras con mi mano le
acariciaba la polla a Jos� que ya la ten�a descomunal. Mir� a Miguel que
comenzaba a agitarse al tiempo que mi marido se coloc� tras de m� e introduc�a
sus manos bajo mi vestido llegando a mi empapado tanguita.


Me introduje la verga de Miguel en la boca y comenc� un
vaiv�n de menos a m�s lami�ndola, chup�ndola y degust�ndola de arriba a abajo a
una buena velocidad. Pretendiendo abarcar lo m�ximo posible cambi� luego de
hombre y me clav� en la garganta el impresionante miembro de Jos�. Dios, como me
encantaba tragarme aquella polla y sentir que me llenaba tanto que casi me
desencajaba la mand�bula. Justo en aquel instante ya sent� la lengua de mi
marido que remojaba en saliva mi cl�toris para introducirla luego
vertiginosamente en mi enloquecida y enrojecida vagina ansiosa de sexo duro.


- Folladme, folladme - gritaba en mi interior. Pero todo iba
muy lento, como si quisieran hacerme sufrir.


Jos� me tom� la cabeza y apret� hacia abajo hasta que mi
labio inferior roz� sus pelotas. Me la clav� a fondo y casi vomit� all� mismo.
Pero no. Logr� soltarme y le mir� desafiante y, como una asquerosa puta salvaje
que me sent�a, me abalanc� de nuevo hacia su intenso capullo haci�ndolo
desaparecer por completo en mi boca y ensaliv�ndolo violentamente para verle
enloquecer. Fue entonces cuando mi marido me penetr� por detr�s por el co�o y
empezaba a sentir los primeros intensos espasmos de mis inici�ticos orgasmos
cargados de c�lido y correoso flujo.


Volv� a cambiar de polla y me tragu� la de Miguel para
efectuar trabajos manuales con la de Jos� que agitaba urgentemente esperando su
leche. Quer�a beb�rmela lo antes posible. La polla de Mario entraba y sal�a, una
y otra y otra vez de un modo soberbio sac�ndome de mis casillas. Le ped�a m�s,
m�s, m�s, mientras Jos� me lam�a y me com�a las tetas, los pezones y me recorr�a
la espalda con su lengua. Fue en ese momento cuando Miguel se arque� sobre la
cama y solt� un grito descomunal mientras con sus manos me hund�a la cabeza en
su verga, la cu�l comenz� a escupir lo que a mi me parec�an litros de leche.


- Tr�gatela toda cerda - grit�.


Yo no pod�a. Era demasiado semen el que resbalaba por mi
cabidad bucal escapando por entre mis labios. Adem�s, los golpes que mi marido
me propinaba por el co�o hac�an que me volviera m�s y m�s loca y gritara de
gusto impidi�ndome absorber aquel suculento esperma al mismo tiempo.


- Voy a correrme, voy a correrme - grit� Mario sujet�ndome
por las caderas.


- Si, por favor, siiiii - aport� agit�ndome como una zorra
fren�tica.


Me asest� cuatro fuertes golpes con su polla y �sta revent�
dentro de mi vagina ba�ando todas las paredes con su c�lida leche. Algunas gotas
cayeron sobre el suelo tras pasar por mi empapado y castigado co�ito. Me tom�
del pelo y haci�ndome da�o hizo que me incorporara.


- Vas a chupar lo que se ha ca�do �De acuerdo? - me amenaz�.


Sent� un escalofr�o cuando escuch� su voz pero mi estado de
sumisi�n era tal que me arrodill� al instante regal�ndole a Jos� una vista de mi
excelente trasero. Quer�a provocarle y lo consegu�. Lam� las gotas una a una
como una perra en celo al tiempo que mi marido le dio permiso para que comenzara
a escupir en mi ano y lubricarme bien la zona. Mario se agach� y me tom� de mi
rubia melena. Me hac�a da�o. A�n tengo una sorpresa m�s para t�, pero antes
quiero ver como disfrutas mientras Jos� te taladra el culo como a ti tanto te
gusta. Cuando �l acabe vas a desear que solo sea yo el que vuelva a entrar ah�.


- S�, cielo, s�... - respond�.


Jos� introdujo dos dedos en mi co�o para lubricarlo bien con
mi flujo y los coloc� a las puertas de mi ano. Sin apenas proleg�menos, los
hundi� de s�bito. Yo grit�, poco antes de ver como Miguel se acerc� con un
pa�uelo de seda y me tapon� la boca.


- Miguel, quiero verla llena. Que se sienta llena otra vez,
por favor. - orden� mi marido.


Este asinti� con la cabeza y se ech� sobre la cama. Jos� me
oblig� a levantarme, a colocarme sobre su compa�ero y a meterme de lleno su
polla nuevamente a punto. Inclinada sobre �l, mis tetas le chocaban en la cara
soportando sus ricas lamidas. Jos� no se lo pens� m�s y mientras yo segu�a con
la boca tapada, me hundi� su gran polla en el culo destroz�ndomelo de nuevo. De
mis ojos brotaron l�grimas de dolor que se mezclaban con la rica y ardiente
sensaci�n de placer de mi castigado co�ito. Las paredes de mi intestinos se
abrieron de golpe y absorbieron aquel trozo de carne que se introduc�a hasta las
pelotas chocando con la verga de su compa�ero a trav�s de mi fina pared vaginal.


De pronto llamaron a la puerta y me gir� curiosa y temerosa
porque me descubrieran en aquella circunstancia, pero Jos� me puso mirando a la
pared. S� que entr� alguien m�s pero no pod�a verlo. Miguel segu�a impulsando su
verga desde abajo sin compasi�n. Le sent�a pr�ximo a correrse ante mis intensos
temblores org�smicos. Jam�s hubiera imaginado que el sexo pudiera depararme
tantas sensaciones como aquellas. Y pensar que lo tem�a...


En una de las fuertes, dolorosas y castigadoras enculadas de
Jos�, pude girar mi cabeza y cual no fue mi sorpresa al ver a mi marido, sentado
en un sill�n cerca de m�, soportando la severa mamada de una mujer. �Qui�n era
esa zorra? Mario me mir�.


- Sara, te presento a una de las putas que me tir�. Ahora
creo que estamos en paz - dijo sonriente.


Aquello me desconcert�. En otras circunstancias hubiera
saltado de la cama y armado un esc�ndalo con objeto de abandonarle para siempre
antes de haberme lanzado sobre aquella zorra para matarla, pero por alguna
extra�a raz�n, que no s� explicar, me excitaba terriblemente ver como una furcia
se la com�a a mi marido y le hac�a gozar tanto o m�s que lo que yo gozaba con
Jos�.


Justo en aquel instante, Miguel se movi� d�ndome a entender
que iba a correrse. Jos� me retir� el pa�uelo de mi boca y extrajo tambi�n su
polla r�pidamente desatascando mi dolorido culo embargado de placer. Me
arrodill� en la cama con mis labios de par en par sedientos de leche ante los
dos y con mis manos agitando fuertemente sus hinchadas vergas a punto de
estallar. Miguel se corri� primero y me dispar� sobre mis puntiagudos pezones
impregnando gran parte de mis pechos. Me castig� sin su esperma. Pero Jos� no.
Tom� su polla y me coloc� su carnoso glande entre mis labios para descargar a
tope y que me lo tragara todo. "correte, correte, correte por favor" - suplicaba
por dentro deseando absorber su leche. As� fue, no me hizo esperar. Me volvi�
loca con sus embistes bucales expulsando todo su l�quido dentro de mi sedienta
garganta. Lo tragu� como pude y relam� cada gota que resbalaba por su venosa
polla mientras le miraba fijamente a los ojos y le sonre�a.


Ya cre�a que hab�a acabado todo, porque me dejaron exhausta
sobre la cama mientras se vest�an para marcharse, pero mi marido segu�a con la
puta. Esta se levant� y me mir�. Ya estaba desnuda y, sinceramente, muy a mi
pesar, porque la ve�a como rival, ten�a un cuerpo francamente bonito. Con dos
buenos pechos, no muy grandes pero firmes y duros, y una figura exquisita. Mi
marido sab�a elegir. Mario la oblig� a acostarse en la cama. Ella lo hizo. Tenia
unos ojos negros y un pelo precioso que enfatizaban m�s su linda cara. Nadie
dir�a que fuera una prostituta si la viera por la calle, o por lo menos, no daba
la imagen que yo ten�a de ellas.


Mario se acerc� a mi, me volvi� a tomar del pelo y me dijo
muy seriamente al oido "Quiero terminar con esto, as� que ahora mismo vas a
comerle el co�o. S� que te vas a portar bien. Me lo debes".


No dije nada. Solo asent� temerosa. V� como �l se situ� tras
de m� arrodillado en la cama mientras la mujer se tumbaba delante y me abr�a las
piernas mostr�ndome su co�o perfectamente rasurado. Muchas veces Mario me hab�a
pedido que me lo afeitara, pero yo me negu�. Y lo que son las cosas de la vida.
En ese momento, me dispon�a a degustar uno.


No les quiero mentir. No soy lesbiana. Ni bisexual. No me
gustan las mujeres si es lo que piensan, as� que digamos que aquello fue un acto
de entrega total hacia mi marido. Solo imaginar que lamer�a el co�o a una mujer
me repugnaba pero Mario se merec�a eso y mucho m�s.


Me inclin� hacia adelante y comenc� a besarle sus pechos. En
ese momento, Jos� que ya estaba vestido y se marchaba, se acerc� a mi o�do y me
susurr� sin que Mario pudiera o�rlo: "Lo he pasado muy bien. Me da igual como
acabe esto, pero tendr�s noticias m�as. Recuerda... Eres mi putita".


Lo mir� y sonre�. Y al verle despedirse y marchar, me di
cuenta de que me quedaba a�n una �ltima tarea por delante. Baj� con mi lengua,
sintiendo la suave y c�lida piel de aquella mujer. Mi co�ito empezaba a chorrear
de nuevo y no sab�a por qu�, pero aquella puta me estaba excitando. Se
contoneaba pidi�ndome m�s y yo se lo daba acariciando con mis manos su mojado
cl�toris. Con mis labios llegu� hasta �l y ayud�ndome de mis dedos abr�
enteramente su co�o descubriendo un rojizo panorama desconocido para m�. Mario
me tom� de la cabeza y me oblig� a hundirme en �l. Comenc� a lam�rselo con la
lengua y a besarlo de arriba a abajo recorriendo toda su raja y terminando por
lametear su ano. La chica se mov�a m�s y m�s y ped�a que lo hiciera con mayor
rapidez. Met� mis dedos suavemente en su h�meda y vibrante vagina y los agit�
con fuerza mientras ella se corr�a una y otra vez. Sus jugos eran absorbidos por
mi lengua y no me pregunten por qu�, pero en aquel momento, olvid� que estaba
con otra mujer. Solo quer�a hacerla gozar, tragar su exquisito jugo y que mi mi
marido estuviera satisfecho de m�. �l no se qued� quieto. Agarr� de nuevo el
pa�uelo de seda y, poco a poco, me lo fue introduciendo en mi co�ito llen�ndolo
entero de la tela. Mi chochito lo tragaba a placer y cada vez que met�a un tramo
m�s cre�a que iba a morirme de gusto. Al final dej� un peque�o extremo fuera y
con rabia, me introdujo su tiesa polla en el culo aprovechando que Jos� le hab�a
abierto bien el camino. As�, los tres, poco a poco nos fuimos fundiendo en
espasmos, gemidos y delirios de placer, sobre todo cuando, a medida que Mario me
enculaba a gusto y yo lam�a sedienta el co�o de aquella preciosa zorrita, �l
tiraba lentamente del pa�uelo de seda extray�ndolo de mi co�ito y produci�ndome
una sensaci�n indescriptible. Solo puedo decir, pru�benlo. Es descomunal. Cuando
Mario sac� el �ltimo tramo no pude m�s. Me apart� de la chica, me d� la vuelta
sac�ndole la polla de mi culo y me lo met� entero en la boca con un ansia
irrefrenable. �l no lo soport�. Me embisti� solo un par de veces, tres a lo sumo
y, admirando nuestros dos bellos cuerpos de mujer, expuls� en mi boca todo el
viscoso l�quido que conten�an sus hinchadas pelotas....


Nada m�s. As� pas�. Una hora despu�s, y tras marcharse
Jennifer, que as� se llamaba la puta contratada, mi marido y yo descans�bamos
pl�cidamente en la cama del hotel uno agarrado al otro. Me pidi� perd�n por todo
lo ocurrido y me prometi� que no volver�a a repetirse, que hab�a aprendido la
lecci�n. Yo, sinceramente, le coment� que quiz�s, todo aquello, hab�a
enriquecido nuestras vidas y que a partir de entonces todo ser�a distinto.
Quiz�s ocurran otras cosas, cari�o, - le dije - pero siempre dentro del mutuo
respeto. As� de clara fu�.


Desde lo que pas� en aquel hotel todo parece haber vuelto a
la normalidad, aunque nunca se sabe lo que nos puede deparar el nuevo sexo que
hemos encontrado y que, poco a poco, tanto me va gustando.


Ya dicho esto, amigos/as debo despedirme y comentaros que ha
sido un aut�ntico placer relataros, con ayuda de mi amigo Kewois, estas
experiencias. No es un adi�s, quiz�s un hasta la vista, porque puede que, en
otra ocasi�n me anime a narraros cualquier suceso digno de menci�n.


Ah, como la otra vez, un beso muy caliente y h�medo para
todos/as. Vuestra amiga,


Sara.



K.D.


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Relato: La reacci�n de Mario
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