Esto no es para ocultar sentires ni ideas. Quiero contar un
sue�o que tuve en una noche de luna llena. Un sue�o que no pudo realizarse.

Esa noche el ambiente era fr�o y sumamente envolvente, a
pesar de que el viento estaba quieto en el firmamento. Al pensar en ti, el
paisaje adquiri� un significado lejano y atractivo. Tan lejano como estas tu
ahora y tan atractiva como tu lo has sido siempre.

�A d�nde te has ido? Al fin del mundo. Ahora solo tengo tu
recuerdo, tu imagen. Aqu�, mi presente atropella los recuerdos y los sustituye
r�pidamente con claras sensaciones en mi cuerpo.

�Te acuerdas de esa noche solitaria bajo el cielo que pasamos
juntos?

- �Y que hacemos ahora? �dijiste con la tranquilidad que
sigue a la tormenta.

- Ahora, te contare lo que hice contigo mientras dorm�as
�respond� sin dejar de mirar esos labios que me hablaban y que reci�n hab�a
separado de los m�os.

- No estaba dormida, solo so�aba. Pero dime que paso. Quiero
escucharte decir lo que mi cuerpo sinti�.

*****

Anoche estuve en tu habitaci�n. No hemos hablado desde hace
mucho tiempo y eso me atormenta como atormenta la falta de viento a un ave.
Quise verte antes de que te fueras. T� sabes que tu destino es alejarte de m�,
para entonces estar yo contigo pero sin ti. Pero antes, el deseo de tocarte me
ha absorbido por completo. Ansioso, casi desesperado, me introduje en tu cuarto
y me sumerg� entre tus sabanas, al lado de esa escultura que la gente llama
simplemente tu cuerpo. Estabas dormida y so�abas. Imagine, esperanzado, que en
tu dulce descanso era yo el protagonista de tus m�s �ntimos secretos. So�abas t�
y yo contigo. Vi tu ojos cerrados, y pens� que tu voluntad y mis actos se
fund�an coordinados. No pod�a ser de otra manera: t� lo deseabas tanto como yo.
Quite las sabanas para verte toda, vestida entre suaves telas que segu�an tu
admirable contorno y a las cuales yo envidiaba por estar en contacto contigo.
Mire tu pelo sobre la almohada. Tus cabellos largos, femeninos, suaves y
ondulados, los admire al igual que hice con el resto de tu cuerpo. Baje mi
vista. Recorr� tu cara, y vi tu expresi�n serena, pero profunda. Mis ojos
continuaron recorriendo tu superficie, la envoltura de tu alma, incapaces de
detenerse sabiendo que el para�so nunca es parcial. Siempre es total, completo.
Toda t� eres el objetivo, la meta final.

Claramente adivine la forma de tus senos bajo la ropa, y
quise verlos. Abri tu ropa, lentamente para no despertarte, dejando que salieran
de su escondite de tela esos dos pechos cargados de calor, y con los que por
mucho tiempo hab�a yo so�ado. Antes, te hab�a expresado "mil y una" veces mi
admiraci�n por ellos. Dentro de tus sue�os se que una parte de ti me reclamaba.
As� que los toque. Por fin han estado entre mis manos esas perfectas esferas de
pasi�n. Roc� suavemente la punta de tus senos, esos pezones obscuros. Apenas
sentiste mis dedos, apenas mi piel rozo sus puntas y despertaron, se
endurecieron y, como si hubiese activado alguna fibra secreta, te moviste
inquieta. Tu boca hizo un gesto de placer, y sin abrir los ojos, moviste ambos
pechos hacia delante, esperando que yo los siguiera acariciando. Tu coraz�n
palpitaba preso de la excitaci�n por sentirme unido a ti. Tan fuerte fue el
impacto en mis sentidos que pareci� que mis manos iban a caerse. Las coloque,
una encima de cada seno, para sentir su redondez, para palpar esa delicada piel
que los recubre; y, lentamente coloque mis labios sobre uno de tus pezones. Abri
mi boca para absorberlo completamente, y sent� su fuego, su estremecimiento, su
textura. Con la lengua lo acaricie suavemente. Esa fuente de vida para un ni�o,
para mi era fuente de ardor y excitaci�n. Continu� besando tus senos.

Abriste los ojos y me miraste. Pero realmente mirabas la
causa de tus sensaciones, el origen de tu camino a la gloria. Pude ver tus
pupilas, esos ojos que me miraban entre sue�os aun, y que intentaban reconocer
al hombre que la hacia sentir eso. Solo un instante, y regresaste a ese ensue�o
en el que deseabas perennemente continuar. Cayeron tus parpados de nuevo sobre
tu mirada profunda. Me acerque m�s, hasta estar encima de ti. Tu cuerpo acompa�o
mis movimientos, cerr�ndose uno con el otro. El shock al contacto pleno, tal
como la tierra cuando recibe el rayo, fue intenso. Tiembla la tierra, tembl� yo
igual. Segu� mordiendo tus pezones endurecidos, sin poder detenerme. T� me
guiabas, aunque sin saberlo. Tus vibraciones de placer me indicaron donde
continuar.

Te volv� a mirar, viendo como levantaste los brazos para que
yo te admirara descubierta.

Pasaba el tiempo y no lo sent�a. Quise contemplarte solo unos
minutos, ver a la mujer a la que amo a la distancia. Tu cintura, su forma, su
redondez me llevaron a posar mis dedos en ella y como si hubieras adivinado que
estaba mirando adem�s tu ombligo, y que estaba a punto de poner mis manos en tu
vientre, has abierto las piernas con un suspiro apagado de placer, como
invit�ndome a entrar. Te acaricie por todo el torso, suavemente. Unos dedos que
no se pod�an detener recorrieron todos los puntos de tus brazos, pecho y
vientre.

Baje la prenda que cubr�a tu intimidad, el secreto mas
profundo de tu ser. No pens�, solo sent�. Te deje sin ropa, completamente
desnuda. Inmediatamente dirig� mi vista a tu pubis. Los vellos en tu bajo
vientre me conmocionaron. La maravillosa vista de tu sexo, de ese tesoro oculto
a los ojos profanos, pero abierto para m�, solo para m�, me hizo comprender que
estaba a la puerta de un jard�n prohibido. Del para�so por el que estaba
dispuesto a darlo todo. Ese canal entre tus muslos, esos pliegues de piel me
indicaron el camino a seguir.

Observe anhelante la profunda entrada por donde pensaba
penetrar sin violencia, sintiendo un pleno derecho a hacerlo. T� me invitaste
sin palabras, yo acepte. Los pliegues de tus labios menores empezaron a brillar.
Estabas excitada. Acaricie esos labios, la entrada de tu vagina sinti� mis dedos
e introduje lentamente dos de ellos. Sent� que era momento de descubrir mi
miembro que te iba a poseer, duro y erecto desde hacia ya hace rato.

Mi pene temblaba, como un general presto a la batalla. Era
una guerra, pero en la que los dos �bamos a triunfar. Pase mi arma por entre tus
muslos, sintiendo su tersura, y tu temblaste. El contacto con tu abertura m�s
�ntima fue como el primer toque de una sinfon�a: intenso, el�ctrico. Fue un
golpe que duro solo un instante, pero que perdurar�a por ser el primero de
varios que le siguieron.

Controle mi ansiedad por penetrarte tocando con mis manos tus
piernas, tu cadera. La punta de mi miembro goteaba excitaci�n, y ese l�quido se
mezclaba con el que ya sal�a de tu vagina. Ambos fluidos anunciaban el pre�mbulo
del acto principal: un coito por tanto tiempo esperado.

Tu estas caliente, yo estoy ardiendo. Ahora somos como los
volcanes de la leyenda: t� acostada, yo encima de ti, presto a poseerte.

Te bese, y me correspondi� tu lengua inquieta. Mi pecho en
pleno contacto con el tuyo, te transmit�a mi calor, y t� me respond�as moviendo
tu vientre, ansiosa por que te penetrara.

Me he dejado llevar por el deseo, por la invitaci�n de tu
carne. Te penetre. Total, profundamente, ya estaba dentro de ti y como un solo
universo, me quede un momento quieto. Pero fue solo un instante. Levante mi
cuello al tiempo que mi pene entraba y sal�a de tu vagina. Apoye mis manos a los
lados de tu cuerpo, entre tus brazos y tu torso, y segu�a mis embates. Mas
placer carnal es imposible. Tu orgasmo era inminente, pero yo deseaba
controlarme aun m�s. Que contraste: tu cuerpo contra el m�o pero tu placer con
el m�o.

Segu�a entrando en ti, con fuerza, sin detenerme. Sent� un
sudor frio en mi espalda. Y como si lo supieras, me abrazaste. No quer�as soltar
al intruso de tu intimidad. Una y otra vez, segu�a penetr�ndote.

El coito fue como el mar tocando la tierra en medio de un
hurac�n: el oc�ano embate a la tierra con fuerza, las olas se retiran y vuelven
con m�s intensidad. Copul�bamos como dos almas que saben que est�n por separarse
para quiz�s no volverse a unir.

Sintiendo que ya no pod�a m�s, eyacule. Solt� mi semen en lo
m�s profundo de tu vagina, sintiendo en la punta de mi pene la entrada casi
rugosa de tu matriz. �Quieres tener un hijo m�o? Que sea ni�a e id�ntica a ti.

Pero mi corrida, mi venida en ti me dejo a mi exhausto y a ti
estremeci�ndote. Fue un orgasmo simult�neo al tuyo, y lo supe por las
contracciones de tu vagina. Gem� al sentir como me aprisionabas: tu vagina a mi
pene, tus piernas a las m�as, tu boca a mi lengua y tus brazos a mi torso.

Apoye mi cuerpo en el tuyo, respirando al mismo ritmo. Poco a
poco me fui calmando, pero solo en mi cuerpo, por que mi mente segu�a excitada
por haber tocado cada obscuro rinc�n de tu cuerpo.

Regresamos a esa tranquilidad despu�s de la tormenta. Me
retire de tu cuerpo, saque mi pene de tu vagina. Te deje desnuda y me pare a un
lado de tu cama observando como cerrabas esas piernas, ocultando de nuevo tu
canal secreto. Una mano tuya descanso en tu vientre y la otra reposo a un
costado.

Me vest� y sal�, no sin darte un �ltimo beso profundo al
tiempo que acaricie por �ltima vez tus preciosos senos.

Mi mente regreso de ese ensue�o. �Fue real? �Ficci�n?

Solo t� y yo lo sabemos.

Por ahora estamos separados. Quiz�s alg�n dia volvamos a
estar juntos. Mientras, haz el amor con tu esposo, como yo lo har� con mi mujer.

Dicen que el amor carnal es el fracaso de lo divino. Yo no lo
creo asi. Un orgasmo como el que sentimos uno con el otro nos lleva a la puerta
de la gloria. Lo divino se conjuga con lo terreno en una forma que solo se puede
sentir cuando se ama.

C�est la vie.