El Viento soplaba con fuerza, arrancando silbidos
estremecedores de los �rboles y arbustos del parque. Helen caminaba a paso
moderado hacia su peque�o piso, dos calles mas all�. Ante una repentina
acometida de la brisa, se tap� como mejor pudo con su largo chal de piel hasta
las rodillas. Su figura era atractiva, aunque escondida en la gigantesca prenda.
Sus senos destacaban por su firmeza y redondez y sus piernas torneadas siempre
eran objeto de miradas indiscretas. Trabajaba de bailarina en el pub George V de
la calle Majesty, ganaba un salario impresionantemente alto ya que era la mas
hermosa de las empleadas del bar y siempre era muy solicitada por la clientela.
Regresaba a su departamento despu�s de pasar toda la noche
bailando para la hambrienta aglomeraci�n de hombres que le dejaban dinero en su
liguero para que continuara la danza. Estaba agotada pero satisfecha debido al
gordo paquete de billetes de a 10 libras que llevaba en los bolsillos del chal.
Su ojo izquierdo percibi� un breve movimiento, lo que hizo
que girara su cabeza para ver de qu� se trataba. Los arbustos, agitados por el
viento no presentaban cambio alguno, por lo cual Helen sigui� su camino, eso s�,
con paso un paso mas apretado.
Unos metros mas all�, volvi� a percibir una sombra, pero esta
vez el movimiento iba acompa�ado de un ruido como de tropiezo. Se volvi�
r�pidamente, y al no ver nada, empez� a caminar todo lo r�pido que sus elevados
tacones le permit�an.
Una figura alta apareci� a su izquierda, lo cual vino seguido
de un fuerte golpe justo detr�s de la oreja de la mujer, la cual cay� como un
saco en la calzada del parque. Nadie se percat� del chillido que solt� Helen al
recibir el impacto, ya que eran casi las 3 de la madrugada.
Una brutal bofetada despert� a la aturdida bailarina. Ten�a
ante s� un rostro cubierto por una capucha negra, lo cual hac�a imposible
determinar de qui�n se trataba, aunque indudablemente era un hombre por la
fuerza de la cachetada y por sus anchas espaldas.
- Quieta perra, si no quieres que te destace � le dijo el
hombre, con una voz profunda y gutural.
Al tratar de gritar, Helen se dio cuenta de que estaba
amarrada a una camilla colocada de manera vertical al piso. Unas esposas le
inmovilizaban las manos y ten�a amarrados los pies con cuerda. Un pa�uelo a modo
de mordaza le maltrataba los contornos de la boca.
Al verse en esa situaci�n, l�grimas de desesperaci�n,
impotencia y miedo afloraron en sus ojos. El hombre se volvi� de espaldas a ella
y empez� juguetear con alg�n instrumento met�lico que ella no ve�a, pero que
tintineaba de manera atemorizante. Se trat� de calmar ya que sab�a que si se
desesperaba ser�a todav�a peor, lo cual la llev� a ver su entorno. Estaba atada
en el centro de una habitaci�n cuadrada, no muy grande que instant�neamente
reconoci� como el saloncito de su propio departamento. Hab�an apilado los
muebles a un lado de la pared y el hombre hab�a puesto una mesita peque�a
delante de la camilla en donde Helen estaba inmovilizada.
Un calorcillo le recorri� la espina dorsal. Si estaba en su
departamento era seguro que los vecinos se dar�an cuenta si ella gritaba dado a
la proximidad de los otros pisos. Esperanzada por este pensamiento, trat� de
esperar el momento adecuado para empezar a chillar como loca.
- Helen, Helen, Helen. �Qu� est�s tramando, astuta zorra? Te
voy a decir una cosa, ya que veo que est�s pensando en reventar las ventanas con
tus chillidos me ver� obligado a comunicarte una terrible verdad, al primer
sonido que salga de tu boquita te atravesar� tu lindo cuello con este bistur� �
Alz� su mano derecha en la que un brillante cuchillo quir�rgico emit�a destellos
amenazadores � Cr�eme, es mejor estarse quietecita y en silencio.
La sangre dej� de fluir por un momento en las venas de Helen.
�Qui�n era ese loco que amenazaba matarla? �C�mo conoc�a su nombre? Otras
inc�gnitas de ese estilo surg�an en su mente.
El gigantesco tipo se acerc� a ella y sujet� su cuello con la
izquierda, mientras que con la derecha le acercaba una jeringuilla que conten�a
u l�quido transparente y cristalino. El p�nico se apoder� de Helen, la cual
intent� gritar, pero la izquierda del tipo se apret� fuertemente contra su boca.
Sinti� el piquete de la aguja y se puso a revolverse y gemir como loca por el
terror.
De s�bito, un letargo se apoder� de ella, dejando sus
miembros como plomo. No pod�a mover nada excepto los ojos y sent�ase hinchada y
laxa.
- Pentotal de Sodio, oh! que maravilloso compuesto. En unos
momentos recobrar�s el control de tus miembros pero no de tu voluntad. Lo que te
acabo de inyectar en tan monstruosa dosis inhibir� todo deseo o pensamiento que
tengas y te har� una especie de aut�mata sometida por completo a m�. Har� de ti
lo que me plazca.
Helen estaba en las �ltimas. Pensaba que iba a morir de un
infarto, ya que su desesperaci�n hac�a que su sangre se agolpara y golpeara
dolorosamente en sus sienes. Una sensaci�n de tranquilidad y alivio recorrieron
su cuerpo, estaba en manos de aquel extra�o y no le importaba en absoluto,
estaba atada ente su posible asesino y esto no le arrancaba una l�grima. Su
estado era de total indiferencia, estaba atada pl�cidamente y su cuerpo colgaba
un poco de la ataduras.
- As� te quer�a desgraciada, ahora conocer�s al verdadero
Jack.
Dicho esto, el perverso personaje que se hac�a llamar Jack
desat� a Helen y le quit� el chal. La tendi� en la alfombra del suelo y empez� a
cortar sus ropas con el bistur�. Ella parec�a una marioneta, ya que se mov�a a
la m�s m�nima presi�n o petici�n del hombre encapuchado.
Retir� los pedazos de tela revelando as� la espectacular
figura de la mujer. Pero su deseo no se desat� con la visi�n de su fenomenal
cuerpo, el la quer�a de otra manera. Sin pensarlo dos veces le hundi� el
cuchillo en el est�mago y fue subiendo hasta su cuello, la sangre brotaba del
cuerpo de la mujer y emit�a peque�os espasmos cuando el cuchillo pasaba por
alg�n nervio, mientras su vida era derramada y sal�a de su cuerpo por el
gigantesco boquete. Jack retir� el cuchillo de su garganta y lo hundi� en sus
muslos, abriendo como un embutido su pierna. Se top� en su recorrido con la
arteria femoral y la cort� como una salchicha. La consistencia gomosa de �sta le
provoc� tama�a erecci�n. Hecho esto se dedic� a apu�alar a la mujer a placer y a
sacar con una especie de gancho los intestinos y v�sceras del cad�ver. �stas
presentaban un sano color rosado, lo cual caus� en Jack una puntada de placer.
Amonton� las entra�as de la pobre Helen a un costado, estando �stas todav�a
unidas al cuerpo. El palpitar de su est�mago y las contracciones del intestino
llevaron a Jack a tener un mastod�nico orgasmo en silencio mientras masturbaba
su miembro con una mano cubierta de sangre y pedazos de carne.
Jack se incorpor� y observ� con regocijo su obra durante
varios minutos. Despu�s agarr� una manta y arrastr� hasta ella el irreconocible
amasijo de v�sceras y sangre que 10 minutos antes hab�a sido una sana mujer.
Envolvi� el cad�ver y lo at� con cuerdas para que nada de su precioso contenido
se saliera y sali� tranquilamente por la puerta con el fardo ensangrentado al
hombro. Una carroza de lujo esperaba en la entrada del edificio, cobijada por la
oscuridad que durar�a ya escasos minutos.
Jack se subi� y la carroza se dirigi� hacia alguna direcci�n
an�nima
sin saber que sus actos dar�an pi� a la leyenda que
generaciones recordar�an con horror, sin saber que se convertir�a en el cuento
que las madres le contar�an a sus hijos para que �stos se fueran a la cama
atemorizados, pensando que JACK EL DESTRIPADOR les esperaba metido en el cl�set.