Relato: Historia de fetichismo, travestismo y de sexo...



Relato: Historia de fetichismo, travestismo y de sexo...

HISTORIA DE FETICHISMO, TRAVESTISMO Y DE SEXO CON MUCHO AMOR.


Yo era un muchacho a�n cuando me di cuenta de que mis
inclinaciones no eran parecidas a las de mis compa�eros del colegio, ellos
quer�an ser poderosos, atl�ticos y dominantes con las chicas.


Muy al contrario, yo era seg�n el parecer de ellos, un poco
afeminado, ya que mi cuerpo, si bien era esbelto y de cara era bastante bien
parecido seg�n la opini�n de mi barra femenina, yo no ten�a m�sculos poderosos,
miembros nervudos, ni era hirsuto, ya que mi barba apenas eran unos pocos vellos
que casi no se ve�an, y en resto del cuerpo, salvo la cabeza, axilas e ingle, no
hab�a vellosidad alguna.


Sin embargo a las chicas del colegio les encantaba mi
conversaci�n y me adoraban, ya que jam�s las trataba en forma ruda y les
conversaba de temas que para ellas eran interesantes y amenos, como los
chismorreos del curso, cu�les eran sus intereses amorosos y lo que pensaban de
ellas mis compa�eros, ya que ellas me contaban sus cosas en los recreos.


Yo estudiaba con un grupo con las 5 chicas mas despiertas del
curso, y me sacaba excelentes notas al igual que ellas, lo que hac�a que fuera
a�n m�s popular entre todas, porque las ayudaba a tener buenas calificaciones.


Una tarde en que cinco compa�eras y yo estabamos estudiando
en casa de una de ellas, lleg� el momento del descanso y las chicas empezaron a
conversar de los temas que a ellas les encantaba, como sus amor�os, sus anhelos
y los chicos del curso m�s interesantes para ellas.


No tard� en salir el tema de cuales eran las caracter�sticas
que m�s les interesaba en ellos, y se form� una discusi�n muy graciosa en que
las opiniones de toda clase volaban por el grupo.


En cierto momento una de ellas muy amiga m�a, la Tere, dijo
que a ella le gustaban los muchachos m�s suaves, sin tanto aspaviento de fuerza
y poder�o, y que yo era el prototipo del joven agradable, el que a ella le
agradaba, lo dijo y se form� una algarab�a de �rdago, ya que las otras no
estaban muy de acuerdo, a pesar de que no me escatimaban su amistad.


La Tere defendi� su idea con bastante pertinacia y la
discusi�n se puso un poco desagradable para m�, ya que me sent�a ciertamente
involucrado en ella, y no quer�a perder la simpat�a de todas mis estudiosas
amigas.


La Tere se tuvo que ir pronto ya que ten�a que ir al
dentista, y me qued� con las otras para seguir estudiando las materias
pendientes.


De pronto una de ellas, la Bebe dej� los libros y dijo en
alta voz que yo era un muy buen amigo y que no quer�a perderme como tal, pero
sosten�a que yo no ten�a ning�n arrastre amoroso sexual con las mujeres, por lo
cual ella opinaba que yo deber�a haber sido una de ellas, para que sigui�ramos
siendo tan buenos amigos, y sin discusiones tontas.


Curiosamente las otras cuatro le siguieron �l amen, y la
apoyaron en sus ideas sobre m�, por lo que la due�a de la casa, la Marti propuso
con gran jolgorio y apoyo de todas que me cambiaran el sexo, visti�ndome como
ellas.


Yo estaba muy avergonzado de que fuera el motivo de una
discusi�n y el de una propuesta tan absurda, pero ellas insistieron con risas y
mucha fuerza, en que se terminara la sesi�n de estudio y que me vistieran con
ropas de mujer del closet de la Marti, ya que sus padres no iban a regresar
hasta mucho despu�s de la comida, pues estaban viendo una �pera en el Municipal.


Parece que la idea las excitaba de sobremanera y las hac�a
pensar que se divertir�an much�simo, al tener que cambiarme de ropa y dejarme
convertido en una chica.


Todas aplaudieron la idea a rabiar, y no me dejaron tranquilo
hasta que tuve que aceptar a�n nada convencido, pero la insistencia fue
realmente majadera y a�n un poco violenta, entre bromas cada vez m�s picantes.


Me llevaron al toilette de la due�a de casa, que era muy
completo y elegante y me ba�aron en la tina con agua perfumada con sales, y me
rasuraron con Gillette los poqu�simos vellos que ten�a en mi cara, mi ingle y
mis axilas.


Despu�s de sentarme en el boudoir comenzaron a maquillarme,
los ojos, las cejas las pesta�as y la cara en forma sumamente experta y me
pusieron, rimmel, l�piz muy rojo en los labios, y las u�as de los pies y las
manos me fueron barnizadas de rojo furioso.


Sin dejarme respirar un segundo en paz, me pusieron una
medias negras muy brillantes, y una faja con tirantes tambi�n negra que me
apretaba mucho, que inclu�a adelante unas enormes copas con relleno muy natural
y abajo un conjunto de postizos inflables para caderas y gl�teos, que dejaron a
punto cuando me pusieron de pi�.


La conversi�n sigui� con una peluca negra de la mam� de la
Marti, que ten�a un alt�simo mo�o rodete con horquillas y velo, con aretes,
pulseras, ajorcas al tobillo y prendedores de oro con piedras verdes jade, todos
en juego.


Finalmente me hicieron sentar en la cama de la mam�. y me
pusieron con mucho cuidado y trabajo, unas sandalias negras de gamuza bell�simas
con adornos de strass en las dos delgadas amarras al pi� y una nube de tirillas
negras atadas hasta el tobillo, sus tacones eran met�licos dorados y
delgad�simos con una altura tal, que casi me fue imposible, tan solo pararme con
ellas en un comienzo, ya que ten�an al menos 15 cm. de alto, y yo no hab�a
tenido tiempo de ensayarlos antes.


Luego me pusieron una capa negra de malla tejida
transparente, larga hasta el tobillo, con pieles y finas plumas por el borde, me
vendaron los ojos y me llevaron haciendo pinitos en mis nuevos tacones hasta los
espejos del boudoir, donde me quitaron la venda y solo entonces pude ver en todo
su esplendor mi incre�ble nueva figura.




Ya no era yo, sino que ve�a en los espejos a una muy alta y
bella mujer de magn�fica estampa y porte estatuario, con rostro bell�simo y
formas sensacionales, vestida como una diosa del Olimpo y subida en unas
preciosas sandalias tan altas que elevaban su figura a�n m�s, lejos por sobre
todas las chicas presentes.


Ellas ten�an toda la raz�n, ya que as� vestido pod�a pasar
por una fabulosa y preciosa mujer, sin que se me notara en absoluto que
normalmente yo era un esbelto var�n, joven y bien parecido, pero nada m�s.


Esta curiosa experiencia casi me cost� la amistad de ellas,
ya que se pusieron totalmente envidiosas de mi nueva figura y mi amiga Tere se
puso furiosa cuando, al ser llamada con urgencia por ellas, me vio as� vestido,
lo que origin� un conflicto importante entre ellas, y adem�s me cost� much�simo
convencer a la Tere, de que me hab�a sido imposible rehusarme.


Felizmente el episodio no pas� mas all� y todos volvimos a
ser igualmente amigos de estudiar juntos, y cuando terminamos el semestre la
Marti me invit� en las vacaciones a su casa en la costa, donde iba siempre a
descansar.


La casa est� sobre un farall�n costero con una vista
espectacular, totalmente aislada y muy cerca de un conocido centro vacacional,
al cual se llega por un Km de sendero de gravilla con huellas de cemento para el
auto, desde la ruta principal a unos 6 Km.


En las vacaciones, la casa la ocupan solo los padres de
Marti, ella, y una mujer que viene por horas a hacer el aseo y la comida, la
cual vive en la casa de vigilancia y control que est� a la salida del sendero.


Los padres de ella son muy agradables, el caballero es un
conocido hombre de negocios acaudalado y retirado, lleno de presidencias y
cargos muy honor�ficos importantes, el cual siempre acompa�a a la mam� en sus
actividades.


La mam�, la Sra. Martina es la t�pica mujer casada con un
hombre muy acomodado. elegant�sima, de maneras impecables, muy amiga de jugar al
golf, al bridge, de hacer la tertulia y comentar los chismes de la sociedad que
les conoce.


Parece que yo les he ca�do muy bien, ya que no se cansan de
decirme que ojal� acompa�e otras veces a su hija regalona y me han dicho que
tengo mi casa, tanto all� como en la mansi�n de la capital, lo que me tiene muy
contento, ya que no puedo normalmente pasar vacaciones en esas condiciones tan
agradables.


La Marti es la encargada de la casa, cuando no est� la ni�a
del servicio, y sus padres pasean de lo lindo todo el tiempo, por lo cual casi
siempre estamos solos con la ni�a del aseo, o salimos con sus padres al cine, a
la �pera, u otros espect�culos a los cuales nos han convidado varias veces.



Con la Marti han conversado largo y tendido sobre los m�s
diversos temas y hemos coincidido mucho en nuestras opiniones, contadas en los
instantes de soledad.


Entre lo que hemos comentado se encuentra sin duda el
episodio del travestismo que tanto le disgust� y hemos llegado a la conclusi�n
de que fue un episodio muy interesante y lleno de ense�anza, tanto para ella
como para m�.


Llegamos a esa conclusi�n despu�s de analizarlo en toda su
magnitud y sincerarnos a fondo sobre nuestros anhelos e ideas.


Ella dijo que su enojo no hab�a sido porque estuviera
travestido, sino porque a ella le pareci� que se hab�an aprovechado de su
ausencia, para obligarme a hacer algo que estaba en contra de la l�gica y de mi
voluntad, a lo que hab�a tenido que acceder s�lo por la porfiada insistencia
casi violenta de las cuatro amigas restantes.


A mi vez yo le confes� que si bien en un comienzo la cosa no
me parec�a nada de bien, una vez travestido, hab�a sentido dentro de m� una
especie de sensaci�n o deseo de hacer es papel lo mejor posible y que mi aspecto
me hab�a abismado, ya que yo no habr�a cre�do jam�s que podr�a llegar a parecer
una mujer tan maravillosa, y que resultado del experimento hab�a terminado por
ser muy atractivo para m�.


Cuando yo le confes� mis sensaciones, ella me qued� mirando
muy pensativa un buen rato y al cabo de esos instantes de reflexi�n me dijo que
talvez por el hecho de ser yo de un aspecto no tan varonil, me hab�a sido
posible hacerlo tan bien.


Ella me cont� que hab�a quedado muy impresionada al verme
vestido de ese modo tan sensacional y bello, y que me hab�a encontrado
indudablemente demasiado perfecto como mujer, por lo que ahora pensaba que mi
falta de estampa recia masculina era un aviso de que mi lado femenino hab�a
tomado ahora bastante importancia para m�, sin dejar de querer ser hombre.


A continuaci�n me confidenci�, que hab�a tenido una serie de
encuentros sexuales l�sbicos con sus chicas amigas de juventud, a pesar de que
le gustaban b�sicamente los hombres, por lo que el que yo me travistiera, le
parec�a hasta cierto punto muy atractivo, ya que yo as� vestido, le hab�a
parecido ser la clase de mujer en este caso con pene, que le habr�a gustado
tener por amiga y compa�era.


Esa tarde sus padres recibieron la noticia de que el negocio
de las frutas del cual el era presidente, estaba en un conflicto importante con
los compradores asi�ticos, por lo que se requer�a la importante presencia del
presidente de compa��a para solucionar de manera lo m�s diplom�tica posible esa
dificultad.


Como era un viaje muy urgente y siempre viajaban juntos, le
encargaron a la Marti de pagar las cuentas y la empleada, convenir la vigilancia
y cerrar la casa, despu�s de lo cual se fueron con gran premura, despidi�ndose y
disculp�ndose muy gentilmente conmigo.


La Marti estaba muy intranquila despu�s de lo que hab�amos
conversado, y se neg� a abandonar la casa es noche, objetando que los encargos
eran muy largos de cumplir s�lo en la tarde de ese d�a.


As� es que en la noche nos encontr�bamos solos en el living
viendo televisi�n por sat�lite y comiendo algo frugal. Despu�s de comida, nos
sentamos en el sof� y Marti puso un programa del canal solo para mujeres, con el
nombre de una conocida revista de USA, en el cual hab�an prometido una pel�cula
que le hab�a parecido que podr�a ser interesante.


Al cabo de algunos instantes, la pel�cula se torn� bastante
escabrosa, ya que se trataba de los amores de unas lesbianas que se divert�an de
lo lindo haciendo el amor en una piscina, esto la termin� de remecer en lo m�s
�ntimo de su ser y se notaba como que se volv�a como loca de deseos retenidos
por muy largo tiempo.


Y as� fue que la ocasi�n hace al ladr�n, ya que sab�a que
ten�a a su lado a una persona que pod�a hacer espl�ndido el papel de lesbiana,
sin que tuviera que recurrir a su habitual masturbaci�n en este caso, ya que
tendr�a un pene a su disposici�n.


As� es como levant�ndose del sof�, dejo de lado todas sus
barreras y me llev� con suaves besos y mimos a la habitaci�n de sus padres y
comenz� a prepararme para convertirme en la atractiva hembra que ella anhelaba,
ya que ella me amaba de coraz�n y deseaba con toda su alma que la poseyera en
ese instante no de cualquier modo, pero si travestido.


Yo cooperaba muy gustoso esta vez, ya que no tan solo el sexo
me estaba pidiendo guerra, sino que yo hab�a llegado a amarla mucho y la quer�a
con todo mi coraz�n, adem�s de desearla sexualmente como fuera que sea.


Como la casa de la costa serv�a de centro de salidas a
visitar muchos sitios muy elegantes, en el enorme closet de la Sra. Martina era
posible encontrar todo lo que Marti buscaba.


As� muy luego, me encontr� totalmente travestido y pintado
muy exageradamente, con muy poca ropa pero super sexy, y como Marti muy bien
sab�a mis gustos, subido en unos zapatos de USA, que la Sra. Martina hab�a
comprado sin duda para excitar a su esposo en la cama, ya que eran de charol
rojo con pulsera y sin plataforma, con unos tacos ultra finos de una altura
incre�ble, de por lo menos unas 6", o sea unos 16 cm. con los que me era
pr�cticamente imposible de andar bien.


Mientras me estaba travistiendo, la Marti se pon�a cada vez
mas y m�s cari�osa y me daba besos con pasi�n, y mientras m�s avanzaba en las
prendas, mas se entusiasmaba, hasta que una vez que termino de vestirme, me tom�
de la mano y me llev� al amplio lecho del dormitorio, sobre el cual me empuj�
con gran fuerza, dej�ndose caer all� junto conmigo.


Me hab�a contagiado su apasionamiento, y yo le respond�a a
sus besos con gran ardor, al mismo tiempo que le tomaba los senos, cuyos pezones
estaban sumamente duros por la excitaci�n sexual que ella sent�a.


Enseguida comenc� a masturbarla con mi mano, abriendo los
labios de su vulva e introduciendo mis dedos all�, mientras le besaba sus
erectos pezones, ella suspiraba del placer que le estaba dando y se retorc�a
tiritando por la excitaci�n sexual que le causaban mis maniobras.


No pas� mucho tiempo antes que llegara a una sucesi�n
interminable de cl�max uno tras otro, mientras me suspiraba al o�do que por fin
se sent�a pose�da por una preciosa hembra capaz de hacerla vibrar de verdad.


Con su actitud, su locura de excitaci�n sexual, mi preciosa
vestimenta y mis fabulosos zapatos que tanto me hab�an fascinado, yo estaba
excitado al m�ximo y mi pene era una verdadera barra de acero, la que levantaba
claramente mi breve vestido acusando su imperiosa presencia por entre las suaves
y brillantes medias.


Sin embargo yo no pod�a mostrarle el pene en ese instante, ya
que ella estaba viviendo un momento de excitaci�n lesbiana y yo ten�a que
respetar su ilusi�n.


Por eso que para darle mas en el gusto, me fui con mi cabeza
a su ya totalmente jugosa conchita y retirando mi mano, empec� a lamerle el
cl�toris y con mis manos a sobarle los senos, ella abri� sus piernas con frenes�
y se restregaba contra mi cara con desesperaci�n. ,


Tomando mi cabeza con sus manos, se hund�a mas y m�s mi boca
entre las piernas, mientras ahora gritaba a grandes voces su felicidad, en tanto
le llegaba otra serie de climax Interminables que terminaron por dejarla
totalmente exhausta.


Se dej� caer de espaldas sobre la cama, y me confes� que
jam�s hab�a gozado tanto con nadie y que sus anteriores amigas lesbianas, le
hab�an dejado una ligera sensaci�n de vac�o despu�s de sus aventuras, cosa que
ahora no le hab�a sucedido, a pesar de que mi actuaci�n era muy parecida a la de
ellas y me dijo que hab�a gozado como nunca ahora al saber que ten�a a su
disposici�n un amante por partida doble, hombre y mujer a la vez


Yo hab�a estado callado escuch�ndola atentamente, ya que
quer�a saber como lo estaba pasando, por lo que qued� muy contento de saber que
le hab�a gustado mucho mi actuaci�n y quer�a saber tambi�n lo que ella esperaba
hacer enseguida.


Como mi pobre pene no ced�a en su tiesura, empec� a bombearlo
suavemente con mi mano mientras convers�bamos y ella se percat� de inmediato de
mi maniobra y me propuso que ahora me diera el lujo de cambiar de sexo de nuevo,
as� es que me quit� suavemente mi mano del pene y se arroj� sobre �l con todo
entusiasmo con ambas manos, y lo comenz� a mamar con frenes�, tratando de
devolverme mis caricias anteriores.


Pero yo le retir� muy luego su boca y sus manos de all�, ya
que no quer�a acabar tan r�pidamente porque estaba a punto de tener mi propio
climax, as� que tom�ndola me baj� de la cama con ella en brazos, y vacilando
sobre mis tacones de rascacielo, la llev� hacia el toilette y entre besos y
caricias la deposit� de bruces sobre el mes�n de m�rmol de los lavatorios donde
qued� con sus piernas colgando y agit�ndose al aire, dejando su colita al aire
totalmente a mi disposici�n, y si mediar mas tr�mites le enchuf� mi enhiesto
pene en su ya ansiosa y resbalosa conchita.


Fue algo delicioso, empez� a gritar del placer que empezaba a
sentir y se as�a con furia a mis nalgas tratando de recibir mas y m�s pene,
mientras yo empezaba a bombear atr�s y adelante, golpeando con mis bolas e ingle
entre sus nalgas. Gritando a m�s y mejor y con gran frenes�, me ped�a que le
entrara m�s y m�s y en medio de largas convulsiones volvi� a tener una tercera
sucesi�n de intensos climax.


De pronto bruscamente me pidi� a gritos que la entrara por la
puerta de atr�s, la que estaba lubricada tambi�n por los abundantes jugos que
sal�an de su conchita, me gritaba que me quer�a tener dentro de todos sus
hoyitos de amor, que ser�a m�a para siempre y que me quer�a como amante por
siempre jam�s, estaba todo tan fabuloso que no me cost� nada hacer el cambio y
lo met� all� de inmediato.


Ahora, ya no me pude contener mas, y empec� a lanzar dentro
de sus preciosas entra�as, chorros y chorros de mi ardiente semen, el que
comenz� a rebalsar por entre los cachetes del trasero y a resbalar por sus
piernas, yo por mi parte sent� como me temblaban las piernas ya que estaba
parado hacia rato en los tacones que tanto me gustaban y ese climax me estaba
vaciando mi semen a raudales, y ella volvi� tener por cuarta vez su
multiorg�smica sucesi�n de climax.


As� fue como esa noche, el d�a siguiente y los siguientes
d�as completos, hicimos el amor de todas las maneras posibles, primero en la
casa de la costa y enseguida en su mansi�n de la capital, donde ella se
consigui� un enorme consolador amarrable al cuerpo, con el que me dio unos
momentos imborrables, haciendo yo el papel de ella de bruces sobre una mesa bien
alta.


Esa experiencia fue para mi imborrable y me abri� el camino
para seguir al futuro disfrutando de ser penetrada como mujer, vestida como tal
y acabando s�lo con el vaiv�n de un gran falo dentro de mi recto, sin tener que
bombear mi pene obligatoriamente.


Ahora estoy convertido en un bisexual perfecto y gozo a fondo
con toda clase de penetraciones tanto en mi como en otras personas, siempre que
est� travestido con las ropas m�s sensuales y con mis tacones de la altura del
cielo, y tan finos como un estilete.




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