Relato: Para dar apoyo a sus maridos





Relato: Para dar apoyo a sus maridos


Para dar apoyo a sus esposos



Mi esposo y yo lo tomamos como una broma, pero su primo Leo
insist�a que era cosa seria y para hacer m�s cre�ble la situaci�n volvi� a
mostrar el sobre y la tarjeta que hab�a en su interior, ah� se le�a que la
empresa de especialidades medicinales en la cual trabajaba lo invitaba a la
convenci�n anual tanto a �l como a su se�ora, entre las diversas actividades
estaban la gran posibilidad de recibir un importante premio en su categor�a, la
de visitadores m�dicos entre los mejores vendedores. Leo se hab�a separado hac�a
muy poco despu�s de 21 a�os de matrimonio, estaba en la cresta de aquella ola
existencial donde no hab�a, de momento, un resquicio para reorganizar su vida
afectiva y conseguir una mujer que lo acompa�ara, por eso estaba en nuestro
departamento, plante�ndonos la situaci�n y casi rog�ndome que lo acompa�ara.


Mi marido y Leo eran esa clase de primos inseparables, en las
buenas y sobre todo en las malas, por eso ante la urgente necesidad e inevitable
compromiso mi esposo ni siquera pesta�� en asegurarle que no hab�a ning�n
inconveniente de su parte, entonces los dos me miraron a la vez, me encog� de
hombros pensando que iba a disfrutar a pleno el glamour, las galas y el momento
del �xito de Leo as� que acept�. Por suerte las jornadas se llevar�an a cabo
durante el semana, por lo tanto, s�lo iba ausentarme de casa para el almuerzo
del s�bado que compartir�amos con los nominados e importantes ejecutivos,
inclusos venidos desde sus casas centrales en Alemania y la cena de cierre el
domingo. El lugar escogido era uno de los nov�simos hoteles de cinco estrellas
que se hab�an construido en la nefasta primavera de los noventa, cerca del r�o,
atr�s de unas villas de emergencia que los arquitectos tuvieron el poco loable
criterio de tapar la pobreza con gruesos vidrios opacos que hac�an imposible ver
a trav�s de ellos.


Lo que estaba fuera de c�lculo era que hab�a que llevar
adelante, por parte de las mujeres una serie de actividades que apuntaban a
afianzar las interrelaciones sociales entre los "colaboradores", como le dicen a
los empleados de las firmas que alcanzan su ansiado ISO9002. As� que no s�lo se
tratar�a de participar en comidas sino tambi�n en eventos donde hab�a que
sonreir y hacerse las simp�ticas con otras mujeres que estar�an ah� para dar
apoyo a sus esposos.


Ante la inminencia de tales eventos comenc� a prepararme, en
tanto Leo compart�a m�s tiempo con nosotros ultimando detalles para
proporcionarme la informaci�n necesaria que toda buena esposa debe tener sobre
el trabajo de su marido, mi esposo parec�a disfrutar de la situaci�n pero se
pon�a a la altura de la circunstancia cuando a Leo le ganaba la melancol�a ante
el dolor de su reciente separaci�n. Lleg� aquel d�a, el del almuerzo, y como
dije vino gente de todos lados, fue as� que conoc� a Flor la esposa de un
vendedor del centro del pa�s, plena zona mediterr�nea, con sus muy bien puestos
cuarenta a�os, sus ropas ajustadas, su andar felino, sus manos engalanadas con
fina joyer�a y delicados gestos, una sonrisa cautivante, un aire desenvuelto
t�pico de una mujer de mundo acostumbrada a ese tipo de eventos; bast� cruzarnos
un par de miradas para saber que nos un�a una secreta hermandad.


De acuerdo a lo que pod�a esperarse la comida estuvo a la
altura de una multinacional multimillonaria, Flor y yo coincidimos en el ba�o,
ante el mismo espejo. Yo iba vestida con un traje de saco y pantal�n color gris
y zapatos de tacos medianos; ella un ajustado vestido, un pa�uelo de seda hind�
cubri�ndole los hombros desnudos y sandalias tacos agujas. Mientras nos
retoc�bamos el maquillaje hicimos algunos comentarios como tanteando el terreno
en el cual pisaba una y otra sobre la comida y alguna que otra bobada, cuando
las dos dimos evidencia que pis�bamos piso firme ser�a Flor quien me pidi� la
opini�n del se�or Karl Sm�isser, un t�pico alem�n que si la iba de ario nadie
podr�a jam�s discut�rselo, con una estampa incomparable, una pose masculina
�nica, de singular elegancia, de gestos viriles que matizaba con una sonrisa que
resaltaba m�s a�n la mirada de sus ojos grises y sobre todo n�mero dos en el
Directorio de la empresa con sus impecables cincuenta a�os muy bien llevados.


Flor sonri� con un dejo de iron�a a la vez que me preguntaba
si yo pod�a llegar a tener sexo con un tipo como ese, sin dudarlo ni un segundo
le dije que s�, fue entonces cuando ella pos� su mano en mi antebrazo para
decirme que tambi�n estaba dispuesta a hacerlo y que si estaba en ese lugar era
para eso, no s�lo para sacar una buena tajada que beneficiara a su marido sino
de pura puta-come-hombres que era. Antes de abandonar el ba�o
quiso saber si yo era capaz de hacer lo mismo, no le contest� pero ella conoc�a
la respuesta, lo m�s suelta djo que en la primera oportunidad que se le
presentara ante el se�or Sm�isser le propondr�a un tr�o como en su vida hab�a
vivido, que me mantuviera atenta termin� por decir antes de salir y cerrar la
puerta. Me mir� en el espejo otra vez, yo no estaba ah� para beneficiar la
carrera empresarial del primo de mi marido pero bien pod�a divertirme y pasarla
muy bien.


Cuando regres� al sal�n Leo andaba hablando con gente de ac�
para all�, as� que me sujet� de su brazo y comenzamos a hacer sociales. As�
conoc� formalmente a Flor y su marido, un petisito calvo convencido que se com�a
el mundo a pedazo sin masticarlo, sabedor de una mujer fatalmente atractiva
cuyas miradas masculinas y femeninas no dejaban de posarse en ella sin ning�n
tipo de disimulo; y la muy puta lo sab�a de ah� que prepara sus u�as para cazar
su ratoncito alem�n.


Como cualquiera sabe los que organizan este tipo de eventos
tienen en cuenta de contratar servicios de acompa�antes que cobran en euros por
una noche en cifras de cuatro d�gitos, son mujeres esculturales, muy bellas,
algunas sumamente inteligentes, finas, elegantes, preparadas para hacer lo que
sea y con quien sea en nombre de sus pagas as� que yo no me hac�a mucha
ilusiones que el se�or Sm�isser pudiera llevar a su cama, en la suite del hotel
donde se organizaba la cosa, a Flor quien no ten�a nada que envidiar a las
fin�simas putas que permanec�an al asecho. Est�bamos hablando lo m�s suelto los
cuatro, organizando una salida en la tarde como el t�pico matrimonio que se
supon�a �ramos cuando apareci�, entre nosotros, el se�or Karl Sm�isser hablando
en un castellano m�s que aceptable. Flor fingi� indiferencia, yo me limit� a
responder con amabilidad sus elegantes comentarios en tanto que Leo y el Petiso
se ufanaban por quedar bien ante el alem�n quien sonre�a y, disimulando mal,
miraba a Flor como confes�ndole sus intensiones non sanctas.


El tipo no hab�a llegado a esa altura de su vida empresarial
por tener un solo pelo de tonto y mucho menos por dejar pasar las poqu�simas
oportunidades que la vida pudiera brindarle en su camino al �xito. El alem�n
deten�a unos segundos la mirada en Flor mientras fing�a inter�s en las pavadas
que los hombres dec�an devotamente, fue en una de esas miradas Flor me tom� del
brazo, estrech� su cuerpo al m�o y sonri� acercando su mejilla a la m�a; en ese
momento los tres cerramos el secret�simo acuerdo.


Ganarle la batalla a una puta es le mayor galard�n de toda
mujer, competir con modelos de alt�simo vuelo y ganar es una satisfacci�n que
escapa a todo tipo de descripciones, pero as� hab�a sido la cosa y no porque el
laboratorio medicinal quisiera ahorrarse unos cuantos miles de euros en uno de
sus ejecutivos que produc�a millones de ellos en el a�o alrededor del mundo
entero, el se�or Karl continu� mezcl�ndose entre la gente; me acerqu� a Flor,
que sin decirle nada, festej� la nueva e inminente aventura sexual que iba a
llevar a cabo. Luego de los postres, antes del coffy-breck y durante de los
discursos Leo y el Petiso recibieron una invitaci�n inesperada, la plana mayor
nacional iba a reunirse con los m�s altos directivos venidos de Alemania,
algunos de sus accionistas y los brokers encargados de sus cuentas en el mundo;
el Petiso se sent�a King Kong y Leo en otro mundo, los vimos irse a los dos
siguiendo a una atenta secretaria que les indicaba el camino, vi a Flor dejar su
mesa sonriendo a quienes la compart�an para encarar hacia el lobby, con mucha
discresi�n nos miramos y pronto dej� mi silla para alcanzarla pero siguiendo
otro camino.


"Te dije, te dije" me dec�a una exultante Flor mientras se
acomodaba en el mullido sill�n, me sent� a la par suya mirando para todas
partes, el alem�n se acerc� a la recepci�n, solicit� sus llaves y encar� hacia
el ascensor, nosotras nos acercamos como si tal cosa, el tipo nos sonri�, cuando
la puerta se abri� tuvo el gesto cortez de dejarnos pasar primero, luego subi�
�l. En un rinc�n del ascensor vi la c�mara de video mal escondida, el se�or Karl
que no era ning�n tonto se mantuvo en su posici�n mientras nos preguntaba
nuestras opiniones de tan importante evento; dej� que Flor se encargara de ello
y sin mucha vuelta hizo su solicitud para su marido y luego fue mi turno, claro,
aunque no ten�a la menor idea de lo que pudiera hacerle bien al pobre Leo
recientemente separado.


En el piso 23 nos bajamos, encaramos el pasillo buscando la
lujosa habitaci�n que estaba en el fondo, Karl sac� las llaves del bolsillo de
su saco, abri� la puerta y con un amplio gesto nos invit� a pasar; quedaba claro
que ya no hab�a marcha atr�s. Para mi sorpresa Flor pidi� el ba�o, el alem�n nos
indic� con elegancia el lugar mientras se quitaba el saco y se aprestaba a hacer
lo mismo con la corbata. El ba�o era una habitaci�n m�s del hotel, incluso un
freegobar completo hab�a en un rinc�n cuyo espacio era dominado por una
gigantesco yacuzzi que enfrentaba a un espejo, plantas de interiores
prolijamente cuidadas y en un cuarto m�s peque�o pod�a verse los sanitarios y
una ducha m�s peque�a; no dej� que la vulgirdad de ese lujo me hiciera olvidar
mis or�genes de chica de barrio de la zona sur en la segunda ciudad m�s
importante de mi pa�s.


Flor se acerc� a la enorme mesada, dej� su cartera arriba y
comenz� a revisarla; unos segundos despu�s sosten�a entre sus dedos un peque�o
recipiente de pl�stico, obviamente de la marca del laboratorio alem�n. La vi
levantarse el vestido lo m�s suelta hasta la cintura, de tan ce�ido este ni se
le movi� un cent�metro m�s abajo, se baj� sus bragas, una tanga blanca m�nima,
demasido peque�a para tanto sexo que estaba depilado por completo, se unt� el
dedo de una de sus manos y sin m�s vuelta de lo hundi� en el culo no sin antes
hacer una mueca de evidente dolor; repiti� varias veces la acci�n hasta que
qued� satisfecha. Quise saber qu� estaba haciendo, sin decirme demasiado me
recomend� que hiciera lo mismo mientras volv�a a subirse sus bragas y se bajaba
el vestido para darse el visto bueno mir�ndose en el espejo girando para un lado
primero y otro despues su cuerpo. El recipiente conten�a un gel anest�sico de
uso odontol�gico que adormece las enc�as antes de inyectarle la anestesia
necesaria, adivinando mis pensamiento Flor dijo que si quer�a mucho mi propio
culo, a�n cuando lo tuviera bien roto, que no titubeara a la hora de untarmelo
bien, incluso en lo m�s profundo de mi recto, con esa crema.


Alguna vez me hab�an metido una mano completa as� que no
cre�a que hubiera nada que pudiera abrirme en dos como en aquella oportunidad,
pero como no soy de desde�ar consejos me baj� mis pantalones juntos con mis
bragas y sin darle demasiada vuelta a la cosa me met� mis dedos en el culo tal
como lo hab�a hecho Flor quien volvi� a guardar el potecito en su cartera una
vez que estuve nuevamente vestida y arreglada. Flor me mir� con atenci�n, una de
sus manos acarici� mis nalgas mientras me daba un peque�o beso en los labios.
Cuando salimos del ba�o Karl nos esperaba en vestido �nicamente con una bata de
seda, descalzo, y una copa con champagna bien helado para cada una.


Los tres nos tumbamos en la enorme cama, beb�amos y nos
bes�bamos, Karl quiso que Flor y yo le regal�ramos un espect�culo l�sbico y as�
lo hicimos, sin dejar de besarnos nos fuimos desnudando hasta quedar en bragas
ante la atenta mirada del alem�n. Mientras Flor me lengueteaba mi cl�toris, Karl
se acomod� detr�s de ella quien estaba en cuatro, s�lo que el culo m�s
levantado, y sin dudarlo le arranc� las bragas de un tir�n para enterrarle su
sexo hasta el fondo sin piedad. El grito de horror, la expresi�n de dolor de
Flor dej� que entreviera que la cremita todav�a no hab�a hecho efecto del todo.


Mientras la sodomizaban yo le chupaba el cl�toris, result�
ser demasiado calentona para ser puta, gozaba como loca y sus orgasmos se
suced�an con sorpresiva continuidad. A�n el alem�n se entreten�a en el culito de
mi nueva amiga que yo me par� ante �l para que se comiera con su lengua mi sexo,
tuve que flexionar un poco mis piernas hacia afuera, con mis dedos separar mis
labios vaginales pero no tard� mucho en dar con mi botoncito de placer que
atrap� con sus labios y comenz� a chuparlo hasta que sent� la muerte recorrerme
la espalda mientras agonizaba con un orgasmo; experimentado, Karl, no solt� su
leche a pesar de todo, hizo que Flor se saliera, indic�ndome que la reemplazara
sent�ndome sobre su sexo, mi vagina se abri� con gozosa actitud para engullirse
aquella dur�sima erecci�n mientras Flor mamaba mis tetas y con sus yemas me
masturbaba.


Karl solt� su primera leche en mi culo, ten�a mis piernas
sobre sus enormes hombros mientras Flor estaba sentada en mi cara para que le
chupara su cl�toris; daba gusto oirla gozar mientras se lo hac�a. Flor se
inclin� hacia adelante un poco, bes� a Karl pero luego hizo que le chupara las
tetas, fue cuando me inund� con sus chorros de espermas; yo tuve mejor suerte, a
mi la cremita me hab�a echo efecto...casi, digo casi, no lo sent�. No bien Karl
se sali� hizo que Flor se agachara detr�s de m�, mientras sus manos separaban
mis nalgas le indic� que limpiara su leche de mi culo, en tanto yo hac�a
malabares para hacerle lo mismo con mi boca en su todav�a goteante sexo.


Para reponer fuerza, tumbados los tres en la enorme mirando
el techo, Karl descorch� otra botella de Dom Perignon, bien helada como a m� me
gusta, brindamos y bebimos una ronda, volvimos a llenarlas, fue cuando volc� un
chorro de su copa en el sexo de Flor, bebi� un sorbo de la suya y sin m�s se
sumergi� entre sus piernas mientras mi amiga le acariciaba la espalda y yo le
chupaba el agujero de su culo luego de moj�rselo con algunas gotas de mi
champagna.


La cogida que el alem�n me estaba dando no la olvidar�
mientras viva, me ten�a tumbada boca arriba, se mov�a entre mis piernas con la
cual lo ten�a abrazado para evitar que se me escapara, cada vez que me ten�a a
punto de acabar me la sacaba para despu�s mover un poco la cadera hacia abajo y
as� enterr�rmela en el culo y mientras me sodomizaba sin piedad, utilizaba uno
de sus pulgares para moverlo en peque�os c�rculos en mi cl�toris; cada vez que
me acercaba al pin�culo de un orgasmo me la sacaba para met�rmela de nuevo en mi
concha y as� ir alternando en uno y otro agujero de mi cuerpo. Recuerdo haberle
rogado al borde de las l�grimas que no la sacara, pero el tipo sab�a lo que
hac�a, se mov�a dentro m�o como si funcionara a resortes, entraba y sal�a de m�
con una velocidad sorprendente, mientras tanto Flor chupaba mi tetas, lo besaba
a �l, todo eso sin dejar de masturbarse. Entonces se me ocurri� lo de la mano,
cuando iba a hacerlo mi recto fue invadido otra vez y el pulgar comenz� con su
endemoniado jueguito hasta que mi orgasmo pusi en peligro mi espina dorsal ante
los espasm�dicos saltos que daba; Karla me la sac�, tom� a Flor de los cabellos
haciendo que se la metiera en la boca donde le solt� un poco de su esperma, a�n
no hab�a terminado de eyacular que comenz� a desparramar los �ltimos restos en
el rostro de mi amiga, en los p�mulos, las mejillas, la nariz; con desesperaci�n
me lanc� con mi lengua dispuesta a limpiarle todo aquel resto de leche varonil
alemana.


Necesit�bamos descansar, y mientras lo hac�amos nos
dedic�bamos a besarnos, a los que afirman que los n�rdicos son unos sujetos
fr�os e insensibles dudo en darle las raz�n, porque as� como nos cog�a y culeaba
con ahinco nos besaba con la ternura propia de un adolescente que teme hacerte
da�o, incluso dec�a cosa que a toda mujer le cae bien cuando viene de la boca de
un hombre tan masculino y viril como aquel. Para relajarnos mejor fuimos al
jacuzzi, el movimiento del agua tibia relaj� mis m�sculos, era evidente que
estaba agotada. Flor se sumerg�a por completo y volv�a a emerger, el agua
chorr�andole por el rostro la hac�a m�s seductora, Karl trajo la botella de
champagna pero sin las copas; bebimos del pico. Me dej� ganar por el sopor,
apoy� mi nuca en el borde tirando la cabeza hacia atr�s y sin darme cuenta me
dorm�.


Me despert� los nalgazos que le daban a Flor mientras era,
otra vez, sodomizada. Ten�a la cintura doblada al borde del jacuzzi, el torso
pegado al suelo y las piernas metida en el agua mientras Karl le daba unas
terribles embestidas y, cada tanto, unas dur�simas palmadas mientras se la
culeaba; los cabellos mojados se sacud�an en tanto se quejaba, evitando gritar,
en cada golpe. No s� si el dolor era tan grande como lo eran las marcas rojas en
las nalgas que ella soportaba sin resistirse, s�lo se le o�a decir "as�", "m�s"
y "si" en distintos �rdenes; los dos me miraron sin dejar de hacer lo que
estaban haciendo, me acerqu� a ellos, tom� un recipiente que lleno de aceite
para el cuerpo, me volqu� un buen chorro en mis manos, me las estregu� entre s�,
la pas� por mi mu�eca. El alem�n me sonri�, se sali� e hizo a un lado, le dije
que la sujetara con firmeza, Flor quiso saber qu� iba a hacerle, cuando se lo
dije quiso huir pero Karl no se lo permiti�. Primero le met� un dedo, luego dos,
despu�s tres y sin m�s vuelta comenc� a meterle la mano completa, los ojos del
alem�n parec�an que iban a salirse de sus cuencas en tanto mi amiga no hac�a
otra cosa que injuriar e insultar rog�ndome que la soltara, pero ese culo hab�a
sido sometido de tal manera que toda resistencia se termin� a los minutos, tanto
era as� que Flor se hab�a relajado lo suficiente como para meterse la dura
erecci�n de Karl quien solt� su �ltima leche en su boca.


Mientras nos volvimos a vestir Karl atendi� el pedido de Flor
en beneficio de su marido, el alem�n tomaba nota mientras ella le hablaba,
cuando lleg� mi turno pens� en Leo, su pasado reciente lleno de dolor, su
esperanzador futuro en mis palabras. Me sorprendi� el grado de previsi�n de mi
amiga, de uno de los bolsillos de su cartera sac� una braguita que se puso
cuando ya ten�a puesto su vestido y ni se molest� en buscar la que le hab�an
arrancado.


Las dos encaramos hacia el ascensor casi sin hablarnos, yo
sent�a un terrible dolor en mi culo y un molesto escozor en mi vagina y ni
hablar de mi cl�toris; el estado de Flor era peor, hab�a perdido ese aire
radiante del comienzo, casi le costaba disimular el agotamiento y el dolor de su
cuerpo pero �un as� ninguna d�bamos se�ales de arrepentimiento. Volvimos a
nuestras mesas, mi "marido" postizo no hab�a aparecido a�n. Flor y yo hicimos en
aquellas jornadas una buena amistad que a�n mantenemos, el alem�n nos cumpli�,
despu�s de todo nosotras hab�amos hecho todo lo necesario para dejarlo feliz y
contento, el Petiso alcanz� una promoci�n en su carrera, sin contar que fue
elegido el vendedor del a�o a�n cuando no estaba nominado, lo cual convenci� que
el mundo estaba a punto para sus mand�bulas sin imaginarse que la realidad en la
que viv�a se la constru�a su mujer con desenfrenado hedonismo, Leo recibi� como
premio consuelo una gerencia en el sur del pa�s donde inici� una nueva vida y un
nuevo amor con una aborigen nativa tambi�n del sur pero de un pa�s vecino,
maestra rural la mujer quien hace las delicias de su vida. Yo regres� a casa,
por una semana o algo m�s no quise saber nada de sexo con mi marido, pero cada
vez que se me antoja volver a revivir aquella tarde en la suite de aquel hotel
me siento encima suyo, y mientras lo cabalgo voy alternando con mi vagina y el
culo hasta que alcanzo mi orgasmo buscando quedar agotada o morirme en el
intento.-


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