Relato: Las aventuras de Lara (3) CAP�TULO III - De ni�a a mujer
Dicen que la verg�enza es una de esas cosas que, una
vez perdida, ya no se recobra m�s. Debe ser cierto, porque la verdad es que
desde el episodio de la depilaci�n ya nunca m�s me he podido considerar una
chica totalmente decente, y mi mente se ha vuelto mucho m�s calenturienta.
Ahora bien, se equivocan quienes piensan que una persona decente de verdad,
aquella cuyo car�cter est� irremediablemente inclinado al pudor y a la
modestia, va a abandonar tan f�cilmente su naturaleza y va a convertirse en
una desvergozada. No es tan f�cil la cosa, y yo misma sirvo de ejemplo, pues a
pesar de todas las experiencias alocadas y excitantes que ha vivido desde
entonces, a�n me ruborizo con facilidad, a�n bajo la mirada, a�n me quedo sin
habla ante una persona que me gusta y a�n me da un vuelco el coraz�n cuando s�
que yo le gusto a ella. Luego, cuando la intimidad nos une m�s, entonces s�
que me comporto de un modo m�s alocado, pero no antes.
Lo cierto es que, fuera como fuese, mi vida hab�a cambiado. Las experiencias
que ya he relatado me hab�an calentado la cabeza de mala manera. �Y pensar que
al cumplir los catorce a�os apenas sab�a lo que era masturbarse! S�lo lo hab�a
hecho una vez a los trece y casi por accidente, pues mis manos instintivamente
me acariciaron, y en seguida me sent� tan avergonzada y rid�cula que lo dej�
estar. Ahora aquella ni�a vergonzosa y t�mida se masturbaba casi a diario, si
es que sus dominadoras de tercer curso no ten�an la gentileza de abusar de
ella aquel d�a, cosa que, evidentemente, le parec�a mucho m�s excitante y
placentera que tener que hacerlo a solas y a escondidas. El placer
sexual, que antes era s�lo una sombra, una historia que otros contaban que
sent�an, ahora era algo tan �ntimamente vivido que parec�a imposible desligar
mi sensibilidad de esa agradable sensaci�n. Todo mi cuerpo parec�a haberse
covertido en un gran �rgano sexual, y no hab�a rinc�n que no me resultase
excitante y �til a la hora de ser usado: mis pechos, mis piernas, mi culo, mi
boca... todo era una prolongaci�n de mi sexo, todo formaba parte de la misma
funci�n: hacerme sentir placer.
A�n as�, la mayor parte del tiempo quedaba absorbida por al rutina. Pudiera
parecer que era al contrario, porque lo que relato son mis experiencias
sexuales, pero en el fondo s�lo son la punta del iceberg. La mayor parte del
tiempo la dedicaba a otras cosas: clases, pr�cticas y ex�menes llenaban mi
vida y me absorb�an, sin dejar casi tiempo para el placer. Precisamente esta
din�mica hac�a que, cuando �ste se presentaba, lo hiciera de un modo mucho m�s
violento. En �pocas de ex�menes no me bastaba con masturbarme: necesitaba
buscar a Rosa y a Alicia para que me llevaran con ellas y me hiciesen de todo.
Generalmente las sesiones en su dormitorio se reduc�an a unos cuantos besos,
manoseos y alguna que otra lamida. Yo me resist�a, no porque no me gustase lo
que me hac�an, sino porque me sal�a as�, instintivamente. Est� en mi
naturaleza resistirme. Yo nunca les hac�a nada a ellas, sino que eran ellas
las que se aprovechaban de m�, de modo que me limitaba a adoptar una actitud
cl�sicamente femenina, de pasividad total e incluso resistencia. Sin embargo,
en cierta ocasi�n cambiaron las cosas.
Una ma�ana de Mayo, en la que me hab�a quedado estudiando en la habitaci�n, o�
que llamaban a la puerta. Me extra��, porque era S�bado. La mayor�a de las
chicas dejaban el internado el fin de semana, para volver con sus familias,
aunque siempre hab�a alguna que, para ahorrarse la pesadez o el dinero del
viaje, se quedaba de vez en cuando, y pasaba los dos d�as entre los estudios
por la ma�ana y la diversi�n por la tarde. Mis compa�eras de habitaci�n se
hab�an ido, y yo estaba sola, de modo que en teor�a nadie ten�a que llamar.
Fui a abrir de todas maneras, y cu�l fue mi sorpresa al ver a Alicia.
-�Alicia! �Qu� haces t� por...?
-Calla, y cierra la puerta -dijo ella mientras se colaba en mi habitaci�n
antes de que yo pudiera detenerla.
-�Qu� pasa? -le pregut� mientras cerraba- �Ocurre algo malo?
-S� -dijo ella mir�ndome de un modo muy extra�o y acerc�ndose a m�-. Ocurre
que estoy muy solita y he venido a buscarte.
Yo me qued� un tanto sorprendida. Mi mente en ese momento a�n estaba puesta en
las gr�ficas matem�ticas de los ejercicios, no en las curvas del cuerpo de
Alicia. Adem�s, no esperaba para nada su visita y no estaba mentalmente
preparada.
-Alicia, por favor, hoy no. Tengo que estudiar. �No tienes a Rosa? �C�mo es
que no est� ella contigo?
-Se ha ido a Zaragoza, con su familia. Yo quer�a que se quedase esta vez
conmigo, pero quer�a ver a su novio y se ha largado.
-�Novio? �Tiene novio a pesar de...?
-Pues claro t�a, -contest� algo indiganda- �qu� te crees, que somos pareja de
hecho o algo as�? Nos lo pasamos bien juntas, pero a ella le gustan los t�os,
y piensa casarse y todo. A m� tambi�n, aunque me lo paso mejor con vosotras.
Son maneras de divertirse.
-Ah, ya...
-Vamos, mujer, -dijo con su boca a un solo cent�metro de la m�a- necesito que
me prestes un servicio muy especial y estoy segura de que debes ser muy buena
en eso.
-�Qu� servicio? -pregunt� con voz temblorosa.
-Tengo mucho calor aqu� abajo -dijo llevando mi mano a su entrepierna-, y
quiero que me lo refresques con tu boca.
-�De eso nada! -exclam� apart�ndome de ella bruscamente- Te est�s pasando,
guapa. Una cosa es que Rosa y t� os aprovech�is de m� de vez en cuando y otra
cosa es que me trates como a una puta bollera. Vale, acepto que he disfrutado
bastante algunas veces con lo que me hac�ais, pero comerte el co�o... �S�,
hombre, s�lo faltaba eso! Anda, l�rgate o si no esta vez s� que se lo dir� a
la directora.
�Adivinas cu�l fue la reacci�n de Alicia? Me dio un tortazo tan fuerte que
casi me gira la cara. Me doli� bastante, y adem�s me dej� aturdida, porque no
me lo esperaba. Mientras intentaba reaccionar, me cogi� como a una mu�eca,
porque era mucho m�s fuerte que yo, y me ech� literalmente sobre la cama. Acto
seguido se lanz� sobre m� y, mientras me agarraba las manos para que no
pudiese rechazarla, peg� sus labios a los m�os y me morre� un buen rato, por
mucho que yo intent� girar la cabeza a un lado y a otro para esquivarla. Me
estaba violando, literalmente. Aquello me super�. No me hab�a planteado nunca
una situaci�n semejante, y prefer� dejarme llevar que intentar usa la
violencia ante una rival superior. Sin darme cuenta, comenc� a encontrar un
placer morboso en aquello. La sensaci�n de estar a su total disposici�n, la
idea de ser su juguete me calentaban. A los pocos segundos ya no intentaba
esquivar sus besos, y casi no hac�a fuerza para intentar que mis manos se
desembarazasen de las suyas. Ella me presionaba con todo su peso. Sus pechos
apretaban a los m�os, m�s peque�os, y los mov�an a medida que ella restregaba
todo su cuerpo contra el m�o. Nuestras respiraciones se agitaron y los besos
se multiplicaron. Ella, al darse cuenta de que yo ya hab�a asumido mi papel,
dej� de besarme en la boca y pas� al cuello, mientras me met�a mano por todas
partes y yo comenzaba a disfrutar de todo aquello.
De pronto ces� el placer. Alicia se incorpor� y comenz� a quitarse los
pantalones, mientras yo segu�a tumbada boca arriba sobre mi cama, como
saboreando a�n sus besos. Antes de que me diese cuenta, ella ya se hab�a
quitado las bragas y todo y se hab�a subido a mi cama. Estaba de rodillas, a
la altura de mi cuello, de manera que la entrada de su cueva, totalmente
depilada, quedaba exactamente sobre mi boca. Yo la mir� sorprendida. Ella
agarr� mi cabeza con sus manos, se inclin� hacia m� y me dijo:
-Bueno, guapa, ahora ya sabes lo que tienes que hacer.
-Alicia, no, por favor. Esto no me gusta. Vale, te dejo que abuses de m� un
poco, pero no quiero hacerte cosas a ti.
-Joder, mira la t�a lista. Oye, no he venido hasta aqu� s�lo para que t� te lo
pases bien, �vale? Adem�s, no me puedo creer que no te guste comer un co�o: eso es imposible, a todo el mundo le gusta.
-Que s�, Alicia, que yo no...
No pude acabar la frase porque la muy cabrona dej� caer su cuerpo sobre m� y
tap� los labios de mi boca con los de su vagina. Me sent� muy violenta y me
agit� de un lado a otro para intentar desembarazarme de ella, pero no hab�a
manera. Con sus piernas y sus manos sujetaba mis brazos, y su pelvis ca�a
sobre mi cara sin dejarme salida alguna. Aquello no me gustaba nada; era
verdad lo que le hab�a dicho de que no me atra�a la idea de hac�rselo a otra
mujer. Soy por naturaleza pasiva, y hasta que no las conoc�a a ellas tampoco
me hab�a fijado nunca en las mujeres, de modo que la idea de chupar un co�o se
me hac�a muy dif�cil, me resultaba muy extra�a, como una perversi�n rar�sima.
Ella se enfad� mucho. Apart� un momento su entrepierna de mi rostro, para
poder mirarme cada a cara y, agarrando mi cabeza me grit�:
-�Eres una cabrona! Rosa y yo bien que te lo hacemos cuando vas por ah�
intentando provocarnos, y ahora te niegas a darme lo que yo te doy. Mira t�a,
estoy supercachonda y no tengo otro recurso que t�, porque paso de hacerme un
dedo, �vale? O sea que o te pones a chupar o te doy una paliza tan grande que
a m� me sacan del instituto y a ti te llevan al hospital. �Vamos!
Me asust� tanto que comenc� a hacerlo. Aquello no me atra�a nada. Lam�a y
lam�a, pero era como un robot. No habia ninguna emoci�n en mis actos. Ella, en
cambio, se puso a gemir como si le estuvieran haciendo un trabajo excelente:
Una prueba m�s de que, en el fondo, nuestro placer depende principalmente de
nosotros mismos. Lo cierto es los suspiros que lanzaba, la excitaci�n que se
dibujaba en su rostro, sus movimientos, todo ayudaba a calentarme a m�
tambi�n, porque me gustaba verla as�. Por un momento comprend� el placer de
los hombres, porque pocas cosas son tan hermosas como ver que se causa placer
a alguien. Animada de este modo, continu� mi labor, esta vez con un poco m�s
de entusiasmo. Ella lo not� y, loca de alegr�a, se apart� un momento de mi
cara para tumbarse otra vez sobre m� y besarme en la boca apasionadamente.
-Lo sab�a -me dijo muy cari�osa-, sab�a que te gustar�a. �Ves como no vale la
pena hacerse la modosita? Al final, todas nos conocemos. Bueno, ya que has
aprendido a hacerlo, vamos a ponernos en una postura m�s c�moda.
Entoces me hizo levantarme y ella ocup� mi lugar, tumbada boca arriba sobre la
cama. Me dijo que me arrodillara y le hiciese el trabajo desde el suelo. Yo
obedec�, m�s por tenerla satisfecha que por otra cosa, pero el caso es que
funcion�. A los pocos segundos, mis lamidas ya la estaban volviendo loca. Qu�
espect�culo verla contonearse, toc�ndose ella misma los pechos para excitarse
m�s y gimiendo sin parar. A m� no me gustaba mi papel ni me hac�a ilusi�n
realizar aquella tarea, pero disfrutaba vi�ndola disfrutar a ella. Decid�
meterle alg�n dedo mientras la lam�a, frotarla, manosearle las piernas... todo
lo que se me ocurri� para complementar mi trabajo. El resultado fue que al
cabo de pocos minutos me agarr� la cabeza y la apret� con fuerza contra su
entrepierna, mientras estallaa en un gran orgasmo, lanzando gemidos que no
parec�an humanos. Yo casi no pod�a respirar con mi boca y mi nariz aplastadas
contra su concha, y not� c�mo el l�quido que lanz� su vagina me moj� toda la
cara. Aquello me molest� y me pareci� asqueroso. No estaba yo entonces
tan acostumbrada a estas cosas, y me result� algo violento. En cuanto se
calm�, me levant� furiosa y me quej�:
-Eres una cerda. Me has mojado toda la cara y me has obligado a hacerte
cochinadas. Esta vez te has pasado, Alicia. Ya no quiero saber nada de ti.
-Venga, venga -dijo ella mientras retorc�a su cuerpo sobre la cama como una
gatita satisfecha-, eres una peque�a hip�crita. Seguro que te lo has pasado en
grande y que ma�ana mismo desear�s comerles el co�o a todas tus amigas como me
lo has comido a m�. No entiendo porque te gusta tanto esa falsa actitud
decente.
-No es falsa.
-S� lo es.
-�Es que piensas que lo sabes todo? Oye t�a, para de d�rtelas de lista. Ya
tienes lo que quer�as, �no? Quer�as utilizarme como a una puta porque ibas
caliente y te has salido con la tuya, en contra de mi voluntad. T� te has
quedado muy a gusto, pero yo me siento humillada y me das asco, �entiendes?
Ahora d�jame en paz, por favor.
-Eres tonta -dijo mientras se levantaba y comenzaba a vestirse-. D�rselas de
decente antes de probar esto es de ignorantes, pero d�rselas despu�s de
probarlo es de tontos. En fin, haz lo que quieras. Tienes raz�n: yo ya estoy
satisfecha, o sea que me da igual. Pero si alg�n d�a quiero volver a disfrutar
contigo lo har�, �entiendes? Y t� volveras a ser mi putilla.
-�Por qu� no se lo pides a Rosa? Seguro que te lo hace m�s a gusto que yo.
-No s�... disfruto m�s contigo.
-Yo no soy como vosotras. No puedes pedirme que te haga cosas que odio.
-Eres una hip�crita mentirosa.
-Y t� una tortillera abusona.
-Est� bien -dijo mientras abr�a la puerta para marcharse-, ya que te las das
tanto de lista te dejar� que lo pienses una temporada. Seguro que cuando no
puedas m�s vendr�s a suplicarnos que te demos lo que te gusta. De momento te
puedes quedar aqu� creyendo que eres una chica muy normal y muy decente,
ni�ata est�pida.
Eso dijo, y cerr� la puerta dando un portazo. Yo me qued� muy aliviada por
librarme de ella. No me hab�a hecho mucha gracia lo que me hab�a obligado a
hacer, y me sent�a usada como un objeto. S�lo hab�a disfrutado al principio,
cuando ella hab�a actuado sobre m�. Fui a lavarme la cara, para que no quedase
ni rastro de sus jugos en m�. Luego quise olvidarla, y volv� a los problemas
de matem�ticas, pero aunque no quisiera, las im�genes de su cuerpo
retorci�ndose de placer mientras yo lo chupaba iban volviendo a mi cerebro, y
se mezclaban con las ecuaciones y la trigonometr�a.
Durante una semana m�s no volv� a sufrir nada por su parte. A pesar de que me
las encontr� en alguna ocasi�n, s�lo me cruc� con ellas unos breves saludos, y
las trat� pr�cticamente como a desconocidas. �Y pensar que mis �nicas
relaciones �ntimas las hab�a tenido con ellas! En cualquier caso, lo
celebraba. En ese momento prefer�a volver a la normalidad y dejarme de
fantas�as ex�ticas con chicas como ellas. Eran mis aut�nticas amigas las que
merec�an mi tiempo y mis preocupaciones, no aquel par de cerdas. �No sera
mejor gozar de pura y afectuosa amistad de Cristina o de Raquel que dejarse
manosear por dos marimachos de tercero? Seguramente s�. Sin embargo, no hab�an
terminado mis sesiones de sexo forzado, y ahora voy a relatar uno de los
sucesos m�s impactantes que me ocurrieron en aquel internado, o por lo menos
uno de los que m�s huella han dejado en m�.
Un d�a en que por diversas circunstancias me hab�a quedado sola por la tarde,
decid� aprovechar el rato para ir a la biblioteca a estudiar. Justo cuando
llevaba unos metros caminando, me encontr� con Rosa y Alicia. Como �ltimamente
me hab�an dejado en paz, pens� que ese d�a tambi�n lo har�an, de modo que
continu� caminando tan tranquila, dispuesta a saludarlas correctamente y pasar
de largo. Sin embargo, sus intenciones eran muy distintas. En cuanto estuve
junto a ellas me cerraron el paso y Alicia me pregunt�:
-�A d�nde crees que vas?
-�C�mo que a d�nde creo que voy? A la biblioteca.
-De eso nada, nena -dijo Rosa-. Vas a venir con nosotras. Tenemos un regalito
para ti.
Me asust� escuchar esas palabras. Viniendo de una chica como ella pod�an
querer decir cualquier cosa menos algo bueno. Adem�s, no estaba mentalizada
para aquello. Ese d�a estaba muy concentrada en mis estudios, y eso de
encontrarme a dos chicas que quisieran abusar de m� en ese momento me romp�a
los esquemas. Aprovechando mi indecisi�n, me cogieron de la mano y me llevaron
a su habitaci�n. Naturalmente, yo me quej�, me resist�, protest�,... pero no
sirvi� de nada. Como no hab�a nadie por los pasillos y yo tampoco me atrev�a a
montar all� una escena con ellas, acabaron por llevarme ante su puerta. All�
s� que quise escaparme, pero Alicia me peg� un empuj�n tan fuerte que me hizo
entrar de un golpe en la habitaci�n. Una vez all� escuch� c�mo se cerraba la
puerta y la voz de Alicia que me dec�a:
-Muy bien, ni�a lista, ya estamos hartas de que pases de nosotras y de que
niegues que te gusta que disfrutemos contigo, as� que hoy vas a recibir la
lecci�n definitiva.
-�Qu� quer�is decir? �Qu� me vais a hacer?
-Vamos a follarte. S�, s�, no pongas esa cara: a follarte he dicho. No a
meterte mano ni a lamerte. Hoy vas a perder la virginidad y vas a convertirte
en una mujer.
Me asust� much�simo al o�r aquello y quise huir. Se produjo entonces una lucha
en la que yo ten�a las de perder porque ellas eran dos y eran m�s fuertes. A
pesar de mis continuos gritos de "No, no, dej�dme, por favor", terminaron
tumb�ndome en la moqueta del suelo e inmoviliz�ndome. Yo estaba casi llorando.
Por mucho que Rosa, que era quien me sujetaba las manos, intentase calmarme
con besos tiernos y dici�ndome "Tranquila, tranquila, que no te va a pasar
nada", lo cierto es que yo estaba asustad�sima. Esta vez s� que no hab�a en m�
la m�s m�nima excitaci�n; s�lo quer�a largarme de all� porque ten�a mucho
miedo.
-Por favor -les supliqu�-, har� lo que quer�is, pero no me hag�is esto. �C�mo
pens�is quitarme la virginidad? Me vais a hacer da�o y no quiero. Quiero
perderla alg�n d�a con un hombre, no aqu�. Dejadme, por favor.
-Que se joda -le dijo Alicia a su amiga-. El otro d�a quiso rechazarme, y
encima nos viene ignorando durante muchos d�as. �Pero luego la cabrona quiere
que le hagamos caso cuando es ella la que va caliente! M�rala qu� lista. Pues
ahora soy yo la que tiene ganas de follarla, o sea que de esta no se escapa.
Vamos, Rosa, Suj�tala bien.
Entonces Alicia comenz� a quitarme los pantalones. Yo al principio ofrec�a
resistencia, pero Alicia se impuso finalmente cuando me dijo: "Mira, t�a: o me
dejas baj�rtelos o te desvirgo tambi�n por detras; y eso s� que duele." Tuve
miedo de que llevara a cabo su amenaza, que parec�a seria, as� que la dej�
hacer. En pocos segundos me hab�a despojado de mis pantalones y de mis
braguitas. Mi entrepierna luc�a muy hermosa, sin ning�n cabello que la
ocultase.
-Vaya -coment� Alicia sonriendo-, parece que la muy putilla ha cogido gusto a
eso de depilarse, �eh?
Era verdad. Desde que ellas me hab�an afeitado, le hab�a cogido afici�n y de
vez en cuando lo hac�a. Me gustaba el aspecto de mi vulva depilada, y adem�s
confieso que me proporcionaba un cierto placer realizar la operaci�n, hasta el
punto de que a menudo necesitaba masturbarme a continuaci�n para calmar la
excitaci�n que me provocaba. Pero lo que no me hac�a gracia era que en ese
momento ellas advirtiesen esta afici�n m�a, as� que me puse muy colorada y
baj� los ojos. Ellas se mofaron de m� y me llamaron hip�crita, falsa,
guarra,... en fin, muchas cosas desagradables, hasta que por fin se hartaron y
Alicia se fue un momento al lavabo. Cuando volvi�, llevaba un peque�o bote de
desodorante en la mano. Me pregunt� para qu� lo quer�a. �Es que pensaba
perfumarme por ah� abajo? Su intenci�n era muy distinta:
-Bueno, Lara, aqu� tengo a tu primer hombre -me dijo sarc�sticamente.
-�Eso? -exclam� llena de sorpresa y al mismo tiempo de miedo- Est�is locas, no
me pod�is meter eso dentro, no pod�is.
-Y tanto que podemos. M�ralo, no es tan grande. Seguro que podremos usarlo sin
problema, incluso con una chica como t�. Anda, �brete de piernas y calla.
Aquello era lo m�s humillante que me hab�a sucedido en la vida: encontrarme
all�, desnuda de cintura para abajo, con las piernas abiertas, delante de dos
compa�eras de colegio que pretend�an romper mi virginidad con aquel
cacharro... Me sent� muy mal, y las odi�. Sin embargo, no pod�a hacer nada. La
mano de Alicia, armada con el bote de desodorante, empujaba lentamente pero
con firmeza, para que el fr�o objeto se fuese introduciendo poco a poco en mi
interior. Aquello no me resultaba muy agradable, y emit� algunos quejidos.
-Espera, Alicia -le dijo Rosa-. Quiz�s podr�as hacerle da�o si entras a saco.
Ser� mejor que la lubriquemos un poco, �no?
-Est� bien -respondi� Alicia despu�s de pens�rselo unos segundos-, pero �qu�
sugieres que hagamos? �la masturbamos?
-Lo mejor ser� que le comas el co�o un rato. Ser� lo m�s r�pido para dejarla
bien mojada.
-De acuerdo. Prep�rate, ni�ata -me dijo entonces con una mirada terrible que
le sentaba de maravilla-, te voy a dar placer un ratito. Y m�s vale que te
dejes llevar y te excites: cuanto m�s mojada est�s menos doloroso te resultar�
lo que venga luego.
Y comenz� su trabajo. Yo, de alguna manera, la odiaba, pero me dej� llevar
para poder soportar mejor todo aquello. Mientras tanto, Rosa me met�a mano
como pod�a y me besaba por distintas partes del cuerpo. Me cost� un poco
excitarme, porque la situaci�n se me hab�a hecho muy violenta, pero ante las
nuevas circunstancias, mi sensibilidad se adapt�, y comenc� a gozar. Adem�s,
Alicia era una lamedora de primera. Se notaba que lo hab�a hecho miles de
veces y que le encantaba. Al final tuve que rendirme: comenc� a gemir y mi
vulva se lubric� que daba gusto. Alicia en seguida se dio cuenta y le dijo a
Rosa:
-Vaya, la putilla se ha puesto cachonda en seguida. Mira, mira qu� jugos tan
sabrosos ha segregado.
Y entonces hundi� un par de dedos en mi vagina rosada, para que se
humedeciesen con mis flujos. Luego los sac� y los llev� hasta la boca de Rosa,
que los chup� con esmero y dijo:
-Mmmm.... deliciosa. Siempre he dicho que esta ni�a es un manjar. Vamos, ahora
ya podemos hacerlo.
Y comenz� la tortura. Primero fue pase�ndolo por los alrededores, como si
tantease la entrada. Luego, gir�ndolo como si fuese un tornillo que me
quisiera meter a rosca, lo fue introduciendo. Yo gem�a y me quejaba de que me
dol�a, aunque es cierto que ya no resultaba tan violento una vez me hab�a
lubricado bien. El caso es que cuando el tubo de desodorante lleg� al tope a
partir del cual ya no pod�a seguir sin romper mi virginidad, comenc� a ponerme
muy nerviosa. No quer�a vivir ese momento de esa manera. Hab�a so�ado siempre
con perderla con un hombre que me quisiera y que me tratase cari�osamente,
ayud�ndome a superar el trance, no violada por dos compa�eras que usaban un
cacharro como aquel, que muy bien pod�a haberme hecho da�o. Sin embargo, los
hechos se impusieros y Alicia, en un impulso firme y decidido, me hizo mujer.
Yo lanc� un grito muy agudo que obligo a Rosa a taparme la boca.
-�C�llate, imb�cil! -me dijo muy enfadada- S�lo faltar�a que te oyese alguien
y se montase una buena.
-Ya est�, ya est� -dijo Alicia muy contenta-. La entrada se ha abierto. Mira,
el pote est� ensangrentado.
As� era. Como no quer�an seguir as�, me limpiaron un poco con papel higi�nico
y lavaron el tubo de desodorante. Pero el trabajo no hab�a terminado para mi
improvisado consolador.
-Vamos, Alicia -le anim� su amiga-, ahora ya s�lo queda lo m�s f�cil. F�llala
hasta que se corra. Me muero de ganas de verla.
-Eso est� hecho. Vamos, zorrilla, �brete bien.
Obedec�, a�n algo dolorida por la experiencia. Durante unos segundos, Alicia
se dedic� a masturbarme y a besarme, cosa que ayud� a que me relajase y
pudiese soportar mejor todo lo dem�s. Luego, volvi� al ataque con el cacharro,
mientras yo me quejaba y emit�a d�biles gritos. Esta vez lo hundi� bien
adentro sin mucha dificultad, y se puso a agitarlo, girarlo, sacarlo de vez en
cuando para frotarlo contra la vulva... No hab�a t�cnica que no usara para
excitarme. Finalmente lo consigui�. Ella se dio cuenta y puso a�n m�s empe�o
en su tarea. Mi concha se iba mojando m�s y m�s cada vez, y comenc� a gemir,
pero esta vez de placer, aunque no hab�a dejado de sentir dolor del todo.
Mientras tanto, Rosa me susurraba frases al o�do, que me calentaban casi m�s
que el consolador:
-Guarra -me dec�a-, te gusta que te hagamos esto, �eh? Te hac�as la modosita
pero ahora querr�as que nos pas�semos horas y horas foll�ndote de esta manera.
Pues vamos a hacer que te corras, vamos a darte una lecci�n que no olvidar�s
nunca, y te vas a pasar la vida acord�ndote de c�mo te mojaste cuando te
met�amos el bote por el co�o.
Estas y otras cosas me dec�a para excitarme, y yo, que nunca hab�a tenido una
experiencia parecida en mi vida, acab� rindi�ndome ante los hechos y llegu� al
orgasmo. Intent� que no fuese muy ruidoso porque no quer�a que pareciese que
se hab�an salido con la suya, pero creo que finalmente se me not� demasiado la
cara de placer que puse, y sobre todo me delataron las contorsiones de mi
cuerpo, que se sinti� recorrido como por una descarga el�ctrica que lo llev�
al �xtasis. Uf, casi me desmay� al correrme. Rosa estaba content�sima y me
llen� de besos. Alicia sonri� y se puso a lamer el bote, que estaba mojado con
mis l�quidos. Luego, acabada ya la ceremonia, me dejaron vestirme. Antes de
que me abrieran la puerta para que pudiese volver a mi habitaci�n, Alicia me
aclar� lo que pensaban de m�:
-Bueno, Lara, creo que ya has entendido lo que tienes que hacer. �Has visto
qu� bien te lo pasas con nosotras? Seguro que con tus amigas nunca habr�as
podido vivir algo as�. Son unas cortadas,y no saben c�mo darte lo que te
gusta. T� eres una putilla y lo sabes. En el fondo te gusta lo que te hacemos,
pero no importa si te empe�as en negarlo y juegas a ser una peque�a hip�crita.
Te sienta bien. Tan s�lo quiero que te quede claro que eres nuestro juguete, y
que te vamos a usar todas las veces que queramos, para lo que queramos y como
queramos; y por mucho que ahora te quejes, el d�a que nos marchemos lo vas a
lamentar, porque seguro que echar�s a faltar lo que ahora rechazas. Bueno, y
ahora vete si quieres, que ya seguiremos otro d�a.
No le respond� nada y volv� a mi habitaci�n. Por suerte no hab�a nadie dentro.
No habr�a sabido qu� decir si una de mis amigas me hubiese preguntado qu�
hab�a estado haciendo. Me encontraba muy rara; no sab�a qu� pensar a�n de todo
aquello. A�n estaba como hipnotizada y necesitaba reflexionar, as� que decid�
echar una siesta para calmarme y luego ya ver�a qu� har�a. En mi mente s�lo
quedaba una imagen: la del tubo de desodorante entrando y saliendo de mi
cuerpo, haci�ndome da�o y d�ndome placer al mismo tiempo. Curiosamente, sonre�
al pensar en ello. Me hizo gracia, y confieso que desde entonces, no he dejado
de juguetear de vez en cuando con mi propio bote de desodorante, como si fuese
una r�plica del que, por decirlo de alg�n modo, fue mi primer amante.
Por favor vota el relato. Su autor estara encantado de recibir tu voto .
Número de votos: 0
Media de votos: 0
Relato: Las aventuras de Lara (3)
Leida: 674veces
Tiempo de lectura: 16minuto/s
|