T�A Y PRIMA DEPRAVADAS
DESCRIPCI�N T�A:
36 a�os de edad.
Trabajaba como monitora de gimnasia en un centro para adultos
con problemas de movilidad.
Algo m�s bajita que yo. Aproximadamente 1,66.
Melena espesa hasta los hombros de color casta�o claro.
Ojos de picarona.
Labios gruesos y blandos al tacto.
Cuerpo ni delgado ni grueso, todo en su lugar.
Pechos grandes, apenas pod�a abarcar uno con mis dos manos.
Blancos en comparaci�n con el tostado veraniego de su cuerpo.
Aureolas grandes y oscuras con unos pezones como garbanzos.
Vientre liso, fruto de sus ejercicios gimn�sticos.
Co�o muy oscuro y muy peludo.
Culo grande pero no desproporcionado con pelos en el ano.
DESCRIPCI�N PRIMA:
15 a�os de edad, casi 16.
Cursaba secundaria en un instituto p�blico.
Misma estatura que su madre.
Cabello largo hasta media espalda, de color rojo gena.
Cara de adolescente curiosa, cierta picard�a en la mirada.
Pechos blancos y tiernos del tama�o de manzanas rojas.
Pezones claritos y abultados.
Cuerpo bien definido.
Culo apetitoso, carnoso.
Co�o peludo, aunque no tanto como el de su madre.
SITUACI�N:
La historia que les voy a contar ocurri� en realidad hace
much�simo tiempo. Sucedi� cuando yo apenas hab�a cumplido 17 a�os, en el a�o
1978, en Mallorca mi tierra natal. Aquello marc� para siempre mi conducta y
apetencia sexual y, por supuesto, aunque hayan transcurrido 26 a�os, lo recuerdo
con emoci�n incandescente como si s�lo hubiesen pasado unos d�as. Pero ya no les
aburro m�s con proleg�menos. Atentos a la historia que me hicieron vivir mi t�a
Carlota y su hija Melina.
La t�a Carlota es prima hermana de mi madre, a la que
siempre, desde muy peque�as, se ha sentido muy unida. En plena adolescencia,
tuvo que emigrar con sus padres a Alemania por motivos de trabajo y, desde
entonces s�lo se vieron en los funerales de mis abuelos. La t�a Carlota,
naturalmente, hizo su vida en Alemania. Se escrib�a con mi madre pr�cticamente
todos los meses y nunca perdieron el contacto. Se cas� con un alem�n y tuvo a su
hija Melina a los 21 a�os. Pero, como sucede a menudo, este matrimonio, con el
tiempo se fue degradando hasta llegar a su ruptura total. Pero el marido de
Carlota no lo pudo consentir, as� que empez� a acosarla y a amenazarla con
arrebatarle a Melina.
En estas circunstancias, mis padres no dudaron en ofrecer
a Carlota y a su hija refugio en nuestra casa aprovechando que iban a empezar
las vacaciones de verano y que ten�an tres meses por delante para ocultarse
esperando que la reacci�n de su marido se enfriara. Y, claro, a los tres d�as
fuimos a recogerlas al aeropuerto.
Por aquel entonces yo era un cachorro salido, sin apenas
experiencia sexual, que me pasaba el d�a aprovechando la ocasi�n para
casc�rmela. Me excitaban todas las mujeres que tuvieran entre 12 y 50 a�os que
no fuesen descaradamente desapetecibles. Cuando las vi enseguida me gustaron, y
sobre todo cuando me abrazaron bien fuerte. Tengo que decir que a mi t�a Carlota
s�lo la hab�a visto en el funeral de mi abuelo Mateo cuando yo era un ni�o de 9
a�os, y que de mi prima Melina s�lo sab�a que exist�a.
En aquel tiempo mis padres ten�an un chalet muy cerca de la
playa en una urbanizaci�n de lujo. Pero lo desaprovech�bamos mucho ya que debido
al trabajo de mi padre, pas�bamos toda la semana en la capital y s�lo
disfrut�bamos de �l los fines de semana.
Mis padres resolvieron que mi t�a y mi prima vivir�an en el
chalet de la playa y que yo, puesto que hab�a aprobado todas las asignaturas
podr�a disfrutar mis vacaciones con ellas. Ellos, por los motivos que he dicho
antes, vendr�an s�lo los fines de semana. Ni que decir tiene que sent� una
emoci�n indescriptible.
Los dos primeros d�as fueron algo embarazosos para m� debido
a la l�gica timidez de mi edad y a mi excitaci�n permanente.
La ma�ana del primer d�a la dedicamos a abastecer la nevera y
la despensa de comida y otros art�culos del hogar, mientras que la tarde la
dedicaron ellas a actualizar su vestuario con prendas adecuadas a su inesperada
situaci�n de ocio vacacional en la playa. �Y qu� prendas! Por la noche
decidieron no salir ya que estaban cansadas del viaje y de todo el traj�n del
d�a, aparte de que quedaban m�s d�as que longanizas para disfrutar de la noche.
As� que, despu�s de la cena, decidieron dedicarme en exclusiva un pase de
modelos de todo lo que hab�an comprado por la tarde. Sal�an de su habitaci�n con
falditas provocativas, llenas de colorines, marcando curvas, con camisetas
ce�idas que resaltaban la ausencia de sujetadores, otras holgadas que dejaban
ver la mitad de los pechos, o el pelambre de los sobacos. Yo estaba colorado de
excitaci�n y verg�enza, pero cuando de verdad me puse malo fue cuando salieron
de la habitaci�n con los ba�adores nuevos.
Mi t�a hab�a comprado un ba�ador de
una sola pieza que se ce��a a su cuerpo como si lo llevara pintado en la piel,
marcando los pezones descaradamente y perfilando las caderas y las nalgas de una
forma que produc�a v�rtigo. El bikini de Milena era de esc�ndalo. El sujetador
estaba formado por dos triangulitos de tela amarilla que apenas ocultaban los
pezones, y de la parte de abajo sobresal�a abundante vello por los lados de la
tela. Seguramente lo hab�an comprado dos tallas por debajo de la suya. Lo "peor"
para m� fue cuando se dio la vuelta y pude ver que se le hab�a metido la culera
por la raja del culo, a modo de tanga de los de hoy en d�a, y que de all�
tambi�n asomaban pelos negros y vigorosos. Ellas exig�an mi opini�n y se
divert�an de lo lindo con mis vergonzosos balbuceos. M�s tarde, ya en el sosiego
de mi cama, les dediqu� tres pajas antes de quedarme dormido.
Durante las dos siguientes ma�anas les estuve ense�ando la
urbanizaci�n, la playa, los lugares de copas, las tiendas y dem�s y por las
tardes descansaban tiradas en el sal�n o en las tumbonas del jard�n. Yo no
perd�a detalle de sus movimientos, y si me parec�an dormidas intentaba
aprenderme de memoria cada detalle de su anatom�a.
Mi t�a Carlota empez� a interrogarme sutilmente sobre mi
vida, mis estudios, mis amigos� pero poco a poco se fue adentrando en el terreno
sexual: si ten�a amigas� novia� si las extranjeras de la urbanizaci�n me
gustaban, y cosas as� hasta que, como sin pensarlo, me pregunt� a bocajarro si
era virgen. Yo le contest� que s� muerto de verg�enza, casi tartamudeando, y su
reacci�n fue re�rse ostentosamente a la vez que gritaba "�Qu� desperdicio,
por Dios!". Desde ese instante me pareci� que me miraba de otra
forma, incluso que me contemplaba mientras pensaba que no la ve�a.
Los siguientes d�as fueron de playa, de cenitas en la
terraza, noches de baile en la pista del hotel� en definitiva momentos
entra�ables y divertidos que alimentaron nuestra confianza, aunque no por ello
carentes de provocaci�n y excitaci�n.
La primera situaci�n clave que se dio fue entre mi t�a
Carlota y yo. Ocurri� el primer lunes despu�s de que mis padres hubieran pasado
el fin de semana con nosotros. Mi prima y yo hab�amos quedado solos en la casa
por la noche, ya que ella se encontraba indispuesta (creo que por la regla) y mi
t�a insisti� en salir ella sola a tomar algo. Yo no tuve ning�n problema en
quedarme a su cuidado.
Mi prima se acost� temprano, y enseguida comprob� que
dorm�a profundamente. Yo me entretuve en tonter�as esperando a mi t�a despierto,
pero como a las tres de la madrugada no hab�a vuelto, me cans� de esperar y me
acost�. Me estaba haciendo la paja de rigor cuando o� que un coche aparcaba
delante de casa y enseguida distingu� la risa de mi t�a. Por lo visto hab�a
tomado alguna copa de m�s. Entre las risas de mi t�a pod�a distinguir la voz de
un hombre. Hablaban en alem�n. Ambos entraron en la casa ahogando sus risas e
intentando no hacer ruido hasta que se encerraron en la habitaci�n. Pod�a o�r
sus murmullos, que pronto se convirtieron en jadeos apagados. Entonces me
invadi� la ira, mezcla de rabia y de celos. En calzoncillos, desde el pasillo,
con voz imperativa dije: "T�a, ven un momento al sal�n, por
favor." Y me dispuse a esperarla. Lleg� a los dos minutos con la
respiraci�n alterada y la ropa revuelta.
Lleno de rabia le dije: "T�a
Carlota, te recuerdo que est�s en casa de tu prima, que tu hija
duerme enferma en su habitaci�n y que yo estoy aqu� y no quiero ser testigo de
tus desmadres sexuales. Adem�s has metido en casa a un desconocido
que lo �nico que quiere es desahogarse como sea. Te exijo que se vaya de
aqu� inmediatamente." Me qued� mir�ndola con cara de enfado. Ella
me escuch� con expresi�n de sorpresa al principio, que pronto se fue volviendo
de altaner�a. "Est� bien, sobrino. Mi amigo se marchar�
ahora mismo, pero despu�s vas a ser t� quien me va a escuchar."
Al poco rato pas� por delante de m� un extranjero que ten�a visto de la playa,
con perilla y pelo canoso. No me dijo nada, ni siquiera me mir�. Acto seguido,
t�a Carlota se asom� a la habitaci�n de Milena para comprobar que segu�a dormida
y despu�s regres� al sal�n con cara de pocos amigos. Me estuvo observando un
minuto y me dijo con dureza: "Perdona si he tra�do un hombre a la casa de
tu madre. Perdona si te he faltado al respeto. Perdona si he
alterado la paz de tu esp�ritu. �Me perdonas?" .Yo relaj� el gesto y
asent� con la cabeza. Pero ella continu�: "Pues yo no te perdono a ti. No
te perdono que despu�s de haber estado calent�ndome todos estos d�as con tus
miradas, con tus rubores de adolescente ante mis formas, con tus espionajes
chapuceros, despu�s de haberte estado pajeando a mi salud me niegues el derecho
a desfogarme. �M�rame!.. Soy joven y estoy muy bien. �Crees que puedo
conformarme con una paja como t�? �Llevo meses sin joder! No, no te lo perdono."
Se qued� callada un instante mir�ndome con desprecio y despu�s hizo algo
que me estremeci�. Se levant� la minifalda que tra�a puesta. No llevaba bragas,
y expuso ante mi mirada at�nita un co�o con abundante vello negro y ensortijado.
"M�ralo, est� chorreando de necesidad." Dijo, y se
pas� la palma de la mano por la raja. Me la ense�� empapada. Ante la expresi�n
de mi rostro explot� en una carcajada. Evidentemente hab�a bebido de m�s.
"�Quieres lamerlo? Acabo de decidir que te voy a castigar. Te voy a dar lo que
mereces." Y diciendo esto se deshizo del vestido en un santiam�n.
"Esp�rame aqu� sin moverte" me dijo, y se fue a la cocina. Regres� al
momento con un pepino de considerable tama�o. "Vas a ver lo que necesito,
y tu castigo va a ser verlo sin poder tocarte, sin poder casc�rtela, y
sobre todo sin poder tocarme a m�." Yo me hab�a quedado mudo y tembloroso de
excitaci�n y temor. Me dej� atar las manos a la espalda y de un empuj�n me sent�
en el sof�. Inmediatamente se empez� a pasar el gran pepino entre las tetas. Me
encantaban aquellas tetazas blanquitas en contraste con el resto del cuerpo
bronceado. Aquellos pezones casi negros y enormes me enloquec�an. Mi polla me
dol�a de tanta tensi�n. T�a Carlota se puso de rodillas con el torso echado
hacia atr�s y se empez� a meter el pepino en la boca hasta que desapareci� casi
por completo. Pod�a ver perfectamente su trayectoria por la garganta. Estuvo
repitiendo esto varias veces hasta que, abri�ndose de muslos, se lo enterr� en
el peludo co�o. No dejaba de mirarme a los ojos con cara de lascivia mientras un
reguero de babas le corr�a por el pecho y el vientre. Cada vez lo met�a y lo
sacaba m�s deprisa, casi fren�ticamente hasta que puso los ojos en blanco y
empez� a convulsionarse reprimiendo los gritos de placer que se anudaban en su
garganta. Yo estaba enfermo de calentura, de excitaci�n. S�lo el roce del
calzoncillo hizo que me corriera.
T�a Carlota aun no hab�a acabado. Mir�ndome de
nuevo a los ojos se acerc� a m� y me puso el pepino en el morro empap�ndome de
su corrida. "�Te gusta, eh, degenerado? �A que te gustar�a que fuera tu
polla la que me hiciera gozar? Pues eso no es todo, sobrinito." Sin
dejar de mirarme recogi� parte de las babas de sus pechos y se unt� el agujero
del culo con ellas. Se dio la vuelta y arrodill�ndose en el suelo, con el culo
en pompa, me mostr� un agujero peludo y ensalivado. Se meti� aquel pepino enorme
sin dudar. Sus pezones rozaban la alfombra de esparto y de su raja ca�a un
chorrito espeso. Se estuvo taladrando el culo un buen rato hasta que par� de
golpe y se dio la vuelta hacia m�. Aun con el pepino metido en su culo se acerc�
de rodillas hasta m� y me orden� que me levantara. "Acabo de decidir que
se acab� el castigo, pero no quiero que digas una palabra", me dijo
jadeando. Yo me levant� y mi t�a me baj� el calzoncillo de un tir�n. Mi polla
salt� como un resorte golpe�ndola en la cara y manch�ndosela de mi anterior
corrida. Por la expresi�n de su cara deduje que el tama�o y la bravura de mi
polla la hab�an sorprendido. T�a Carlota se enterr� un poco m�s el pepino en su
culo y, tomando aire, se abalanz� sobre mi polla clav�ndosela en la boca.
Empez�
a mover la cabeza adelante y atr�s meti�ndosela un poco m�s cada vez. De su
garganta sal�an sonidos como si se atragantara y fuera a vomitar, pero no
paraba. De sus ojos ca�an l�grimas y de sus labios resbalaba un colgajo de
saliva. Yo no pod�a m�s. Entonces me cogi� de las nalgas y me empuj� hacia ella.
Ya no quedaba un mil�metro de mi polla fuera de su boca. Pero aun se guardaba un
�ltimo recurso de locura carnal. Estando mi polla completamente enfundada en su
garganta, mi t�a se dejo caer de culo en el suelo sent�ndose y clav�ndose
completamente el pepinazo en el trasero a la vez que hizo un sobreesfuerzo
abriendo un poco mas su boca y engullendo tambi�n mis cojones mientras met�a su
dedo �ndice en mi joven culo. Ah� ya no pude m�s. Explot� como jam�s lo hab�a
hecho corri�ndome como un loco directamente en el est�mago de t�a Carlota.
Debieron salir litros de leche de mis cojones. Yo ve�a la cara desencajada de mi
t�a con tanta carne dentro de su boca y garganta, con los ojos vueltos,
atragant�ndose con mi leche. Tuvo como una tos y le salieron dos candelas de
leche de sus fosas nasales.
A mi me temblaban las piernas y el cuerpo entero. El
�xtasis dur� un rato que pareci� interminable. Al terminar la corrida, t�a
Carlota me empuj� hacia atr�s para sacarse mi polla de dentro y tras ella sali�
un v�mito de semen y babas que se extendi� por su cara y por mi polla. Se golpe�
el rostro con mi polla extendi�ndose m�s el mejunje. Su cara era todo un poema.
Era como si se hubiesen corrido en ella una pandilla de salidos. "Ahora
s�came el pepino del culo con tus dientes." Me dijo en un suspiro. Yo no
me hice de rogar. Me puse detr�s e ella y empec� a mamarle el ano y a trincar la
punta del pepino con los dientes. Realmente era descomunal y me parec�a
incre�ble que le hubiera cabido entero. Mientras yo se lo sacaba, t�a carlota
estaba chupando el dedo con el que me hab�a sodomizado. "Mira como me has
puesto la cara, sobrino. Tendr�s que lavarme. Ven conmigo al
ba�o". Me dijo t�a Carlota mientras me tiraba del brazo hasta el cuarto
de aseo. Una vez all� se tendi� en la ba�era vac�a. Yo fui a abrir el grifo de
la ducha, pero no me dej�. "No, cari�o. Quiero que te mees en mi cara"
me dijo jadeante llev�ndose la mano derecha al co�o y agarr�ndome el m�stil con
la izquierda y dirigi�ndolo a su cara. "�Vamos, no me hagas esperar!".
Tard� un rato en conseguir que mi orina saliese, pero cuando sali� lo hizo con
fuerza estrellando el chorro en su frente. Le regu� la cara y las tetas un buen
rato hasta que se acab� el �mpetu. Pero aun as� se meti� mi morcillona polla en
la boca para tragarse los �ltimos chorros de mi meado.
Esta fue la primera vez de las muchas que se sucedieron en
tres meses. Mi t�a y mi prima cambiaron mi vida radicalmente. Poco a poco les
ir� contando.