CAP�TULO I - La llegada al colegio
La historia que me dispongo a contar est� basada en
hechos reales, si bien he modificado el nombre de su protagonista, que es
amiga m�a, por respeto a su intimidad. A ella �nicamente debo agradecerle la
inspiraci�n de esta obra, ya que s�lo conociendo los hechos que vivi� he
podido atreverme a poner por escrito una historia que, si no estuviera
respaldada por su testimonio, parecer�a sacada de una mente demasiado caliente
y fantasiosa.
La mujer de la que hablo se llama Lara. Estudi� en un internado religioso
durante su adolescencia. Un buen d�a, se atrevi� a confesarme que durante su
estancia all� hab�a perdido su virginidad.
-�C�mo! -le dije yo- �Entonces conseguiste acostarte con un chico a pesar de
ser tan joven y estar internada?
-No, no es lo que t� crees. Fueron dos compa�eras m�as las que me hicieron
mujer.
Yo, asombrado ante un hecho tan raro y picado por la curiosidad, la anim� a
que me narrara c�mo ocurri� todo, y esta fue la historia que cont�:
Entr� en el internado a los catorce a�os. Ya sabes que mis padres son muy
estrictos y siempre han querido que tenga una formaci�n religiosa y de alto
nivel moral. De ah� la preocupaci�n por meterme en uno de esos lugares en los
que los j�venes parecen m�s adultos simplemente porque sonr�en menos. Es lo
que llaman "ser educado". A las chicas, en particular, se nos exige una gran
predisposici�n a evitar el contacto con los chicos, como si tal conducta
antinatural tuviese que ser necesariamente buena. El caso es que mis padres
ten�an la autoridad y yo obedec�. En el fondo, no me cuadraba mal mi colegio,
pues sabes que siempre he sido muy t�mida y formalita, ya por naturaleza, y no
me cost� mucho adaptarme.
Con mis compa�eras de curso me llevaba bastante bien. Ten�a dos buenas
compa�eras de habitaci�n, Marta y Cristina, y un par de amigas m�s que se
llamaban Miriam y Raquel, con las que comenc� a forjar una gran amistad. Poco
a poco las cinco nos hicimos inseparables. Hac�amos los deberes juntas,
charl�bamos juntas durante el recreo, nos cont�bamos nuestros secretillos y,
en fin, �ramos unas estupendas compa�eras, a pesar de que cada una era un poco
diferente de las dem�s.
Marta era una persona muy agradable, tanto por su educaci�n como por su
car�cter amable y abierto. Ten�a el pelo casta�o y un rostro muy bonito, algo
redondeado, y adornado por unos hermos�simos ojos marrones. No estaba ni gorda
ni delgada, sino que guardaba una perfecta proporci�n, y ya ten�a forma de
mujer a pesar de su corta edad. Sacaba muy buenas notas y era un ejemplo de
alumna y de amiga.
Cristina era morenita, con el pelo corto. Sus ojos verde aceituna, combinaban
perfectamente con su piel blanca y sus labios siempre rosados. Re�a mucho,
pues era una chica muy viva y alegre, y cuando lo hac�a brillaban de tal modo
sus ojos que daba gusto contemplarla. Era como una ni�a, y a m� me alegraba
mucho estar a su lado.
Miriam era la m�s desordenada, y la menos trabajadora. Como sacaba malas
notas, daba la impresi�n de que era la peor estudiante, pero en realidad ten�a
mucha inteligencia, solo que su car�cter la llevaba por el mal camino. Esto
era en parte culpa de sus padres, que ten�an mucho dinero y la hab�an mimado
mucho, como hija �nica que era. Para colmo de males, era muy guapa y era
consciente de ello, de modo que no ten�a intenci�n de llevar una vida muy
austera en el futuro, y a menudo hablaba de la putada que supon�a (estas eran
sus palabras) estar all� encerradas sin chicos con los que follar. Era rubia,
con el pelo liso y unos hermosos ojos azules. Su cuerpo era muy sugerente, y
aunque su juventud la hac�a estar equilibrada, ya se ve�a que en el futuro
ser�a algo regordeta.
Raquel era la m�s seria de todas, pero no por ello ten�a un coraz�n menos
apasionado. Hablaba muy poco y casi siempre mostraba el mismo rostro, con los
ojos muy tristes. Ten�a el pelo casta�o y rizado, y unas facciones muy bellas,
aunque como era tan seria y no se preocupaba mucho es estar arreglada, no
impresionaba tanto como las dem�s. Yo la quer�a mucho, porque sab�a que en el
fondo era una chica buena y sincera, y adem�s, yo tambi�n era algo t�mida,
como ella, y me sent�a a gusto en su compa��a.
Pero las descripciones de estas compa�eras pueden hacerte creer que fueron
ellas quienes m�s impresi�n dejaron en mi vida, durante mi estancia en el
internado. No fue as�, pero voy a explicar algunas cosas m�s antes de
describir a las dos chicas que realmente dejaron su huella en mi cuerpo y en
mi alma.
La vida en un internado es de lo m�s aburrida. Parece que una viva s�lo para
estudiar. Las hermanas nos vigilaban mucho y ten�amos que andar con cuidado
con lo que hac�amos, porque pod�an castigarnos por cualquier cosa y, lo que
era peor que todo eso, cont�rselo a nuestros padres. Aunque por la tarde
sali�semos un rato a pasear y vi�semos el mundo exterior, la mayor parte del
tiempo se nos pasaba entre nuestros estudios y nuestras inocentes diversiones
juveniles. El ambiente dentro de una instituci�n como aquella era,
l�gicamente, muy correcto y formal, y aunque algunas de nosotras fuesen algo
libertinas, ten�an que esconder su car�cter para no ponerse en peligro, de
modo que lo que predominaba era la educaci�n y la decencia. Lo cierto es que,
aunque la ausencia de chicos nos fastidiaba por razones que ya se imaginar�s,
tambi�n aportaba tranquilidad al colegio. Pod�a una pasearse todo el d�a por
las aulas y los pasillos sin que un mont�n de mirones la desnudasen con la
mirada y alg�n que otro pesado intentase trabar conversaci�n para ligar. Se
critica mucho a los colegios que no son mixtos, pero qui�n sabe si no es mejor
a estas edades gozar de una cierta estabilidad emocional en lugar de verse ya
envuelta en enredos y aventurillas m�s o menos fuertes.
Toda la organizaci�n estaba separada por cursos, de modo que las de primero
apenas habl�bamos con las de segundo y mucho menos a las de tercero. A�n as�,
una se cruzaba a menudo con ellas, y te acababan sonando sus caras, y supongo
que las nuestras tambi�n a ellas. As� ocurri� con dos chicas de �ltimo curso,
que se llamaban Rosa y Alicia. Yo las hab�a visto algunas veces de pasada,
pero nunca hab�a reparado en ellas hasta que un d�a, por casualidad, cruzamos
unas palabras en una sala de estudios que ten�amos para hacer nuestros
trabajos. Cada una pod�a ir cuando quer�a, y yo fui una tarde a acabar unos
ejercicios de matem�ticas. Nada m�s entrar me miraron de un modo muy especial,
pero como yo era por aquel entonces muy inocente no percib� nada raro. No
hab�a nadie m�s en la sala y me sent� a una cierta distancia de ellas. Intent�
concentrarme en seguida en mis ejercicios, pero no se me escap� el detalle de
que de vez en cuando me lanzaban algunas miradas. Yo pens� que era simplemente
la curiosidad lo que las mov�a a mirarme. En un momento determinado, se me
acab� la punta del l�piz y me di cuenta de que no llevaba sacapuntas. Me dio
pereza ir a buscar uno a mi cuarto, as� que pens� ped�rselo a alguien, y s�lo
estaban ellas dos. Me dio algo de verg�enza, porque, como sabes, soy muy
t�mida, sobre todo ante las personas mayores que yo, pero como no hab�a raz�n
aparente para no pedir un favor, me acerqu� y les dije:
-Perdonad, �podr�ais dejarme un sacapuntas? Es s�lo un momento; es que se me
ha acabado la punta del l�piz.
Ellas me miraron fijamente y luego se miraron entre ellas, sonri�ndose.
-Pues claro, guapa -me respondi� la que estaba a mi izquierda-. Toma, aqu�
tienes.
Alargu� mi mano para coger el sacapuntas que ella me ofrec�a con la suya, pero
cuando estaba a punto de cogerlo la retir�.
-Espera, no vayas tan r�pida -me dijo con una sonrisa mal�vola-. Ya que te
hago un favor t� tambi�n me podr�as hacer uno a m�, �no?
-Pues claro, lo que quieras -dije yo inocentemente.
-�Lo que quiera? -dijo mientras se levantaba de su asiento y se acercaba a m�-
Pues all� voy.
Y entonces, por sorpresa y sin darme tiempo de reaccionar f�sica ni
mentalmente, me rode� con sus brazos y me estamp� un beso en los labios. Yo me
qued� de piedra. Era lo �ltimo que esperaba de una compa�era de instituto, y
adem�s me resultaba novedoso porque nunca me hab�a besado un chico, y por
supuesto menos una chica. Instintivamente, retroced� y dije:
-�Pero qu� haces? �Est�s loca?
-No -respondi� ella tan tranquila-, simplemente es que me gustan las morenitas
de ojos azules como t�. Est�s bastante buena. �C�mo te llamas?
-Lara.
-Ha sido un placer besarte, Lara. Yo me llamo Rosa y esta amiga m�a es Alicia.
-Hola, Lara -me dijo Alicia sonriendo-. �A m� tambi�n me dejas besarte?
-No, no -dije mientras me echaba atr�s, al ver que ella se levantaba dispuesta
a hacerlo- �Pero qu� hac�is? Yo no quiero nada de esto, s�lo quer�a pediros un
sacapuntas.
-Mentirosa -me dijo Rosa con tono de burla-, todas las ni�atas de primero sois
igual de falsas o de tontas. Mucho haceros las modositas, pero en cuanto os
hacen lo que hay que hacerle a una chica os moj�is como unas putillas y
perd�is la cabeza.
-Por favor, dejadme -dije yo algo asustada ante la audacia que mostraban.
-Est� bien -me dijo Alicia algo enfadada-, te dejamos. Toma, aqu� tienes tu
sacapuntas, pero te digo una cosa: no est� bien que s�lo le dejes a Rosa darte
un beso, y alg�n d�a de estos yo tambi�n coger� lo que es m�o, �de acuerdo?
Esto �ltimo lo dijo acercando su rostro al m�o y sonriendo mal�volamente. Me
asust� un poco, pero al mismo tiempo la encontr� fascinante. Alicia era
morena, con un cabello algo ondulado muy bonito, y ten�a los ojos negros, muy
hermosos tambi�n. No era ni gorda ni delgada, parec�a bastante fuerte y su
rostro ten�a un cierto toque de dureza no muy femenino, pero que ten�a su
encanto. Rosa era pelirroja, con los ojos verdes y una hermosa figura,
especialmente gracias a sus caderas, que mostraban una l�nea de lo m�s
sugerente. En general, las dos eran bastante atractivas, aunque sin ser unas
grandes bellezas. A m� me impresionaban sobre todo sus cuerpos, pues se las
ve�a ya formadas y con unas figuras redondeadas, que incitaban a tocarlas,
mientras que yo era a�n muy joven y estaba delgadita. Mis pechos estaban ya
bastante crecidos como para comenzar a resultar atractivos, pero no pod�an
compararse con los de ellas dos. Mi cuerpo se ve�a recto y enclenque ante las
sugerentes curvas de sus traseros y sus muslos. Al contemplarlas a mi lado me
sent� un poco inferior, y percib� por primera vez la fuerza del atractivo
femenino: aquellos cuerpos estaban hechos para ser manoseados, y el m�o a�n no
lo estaba.
Pensando en estas cosas me hab�a quedado embobada, y Alicia, interpretando mi
silencio como un permiso, se hab�a permitido el lujo de besarme. Yo me resist�
d�bilmente y ella se apart�.
-Mmm... parece que ya le empieza a gustar -dijo a su compa�era.
-No, no me gusta -le respond�-, no deber�ais hacerme esto. Yo s�lo quer�a
pediros un sacapuntas y vosotras os hab�is aprovechado de m�. Esto no est�
bien.
Entonces le saqu� r�pidamente punta a mi l�piz y les devolv� su sacapuntas.
-Aqu� ten�is. Muchas gracias.
Y recog� todas mis cosas para marcharme. Vi que Alicia intentaba acercarse a
m�, pero Rosa la detuvo cogi�ndola por el brazo y le dijo:
-No, no, d�jala. Es mejor as�, ya cambiar� de opini�n.
Yo me march� de all� caminando a paso r�pido. Llegu� por fin a mi habitaci�n
como quien llega a un refugio durante un bombardeo. All� estaba Cristina, que
en seguida se dio cuenta de mi turbaci�n.
-Hola, Lara -me dijo con su simpat�a habitual-. �Qu� te pasa? �Te ha ocurrido
algo?
-No, no -dije yo mientras intentaba inventar una excusa-, es que a�n no he
acabado los deberes y no quiero dejarlos sin hacer. Ma�ana seguro que la
hermana Pilar los recoge, as� que voy a hacerlos ahora.
-Pensaba que hab�as ido a la sala de estudios a hacerlos.
-Pues s�, pero me he dado cuenta de que me hab�a dejado algunas cosas aqu� y
he venido a cogerlas.
-Bueno, yo tambi�n tengo que acabarlos, as� que si quieres, �por qu� no vamos
las dos juntas a la sala y los hacemos entre las dos?
-No, no... mejor los hacemos aqu�.
-�En el dormitorio?
-S�, �por qu� no? Ya que estamos aqu�, para qu� tener que ir hasta all�, �no?
-Lara, de verdad, te encuentro muy rara. �Seguro que no te pasa nada? Ya sabes
que puedes confiar en m�.
-No, no me pasa nada. Es lo de siempre: ya sabes c�mo son mis padres, siempre
quieren que saque buenas notas en todo, y no quiero cometer ning�n fallo que
me pueda hacer quedar mal. Por eso tengo que esforzarme al m�ximo. Bueno,
�qu�? �Hacemos los ejercicios?
Cristina me miraba con una cierta desconfianza, pero al final decidi� dejar
aparcado el tema y me respondi� con un "de acuerdo" acompa�ado de una de sus
sonrisas m�s encantadoras. El resto de la tarde lo dediqu� exclusivamente a
intentar que las matem�ticas borrasen el recuerdo de aquellas dos chicas. Pero
el recuerdo no se borr�: nada m�s llegar la noche, en cuanto pude acostarme en
mi cama y me qued� sola con mis pensamientos, el recuerdo de las cosas que
hab�an sucedido aquella tarde volvi� a m� con toda su fuerza. El tacto h�medo
de la lengua de Rosa, su sabor, la fuerza con la que me abraz�,... todo volv�a
a m� para atormentarme. Confundida, intent� repetirme a m� misma los
principios morales que mis padres o las profesoras habr�an intentado decirme
si les hubiese contado algo: que no est� bien que nadie se aproveche de ti sin
tu permiso, que no est� bien que las chicas hagan entre s� lo que s�lo debe
hacerse entre hombre y mujer, etc�tera. Pero aunque mi raz�n lo encontraba muy
l�gico, mi cuerpo parec�a echar de menos aquella audacia con la que me hab�an
besado. No es que hubiese disfrutado mucho con los besos, pero... esa
sensaci�n de sentirme pose�da por ellas, de ser su juguete y estar a su
disposici�n... me turbaba, me atra�a. Me di cuenta en seguida de que mi
car�cter ten�a una cierta predisposici�n a entregarse, cosa que, en principio,
parece bastante l�gica en una mujer, puesto que a nuestro sexo se le ha
destinado el papel pasivo en este tipo de cosas. A�n as�, no me atra�a la idea
de entregarme a ellas; me gustaba m�s que hubiesen cogido por la fuerza lo que
quer�an, y comenc� a imaginarme qu� habr�a pasado si hubiesen querido llegar
m�s lejos. Las imagin� meti�ndome mano, toc�ndome el culo, bes�ndome por todas
partes, y ese pensamiento comenz� a excitarme. Mis propias manos me tocaban
por debajo de las s�banas, y me imaginaba que eran las de aquellas chicas. Por
un momento dese� que lo hubieran hecho, pero en seguida me asust� de mis
propias fantas�as y lo dej� estar. Adem�s, me daba miedo que Marta o Cristina
se dieran cuenta de lo que estaba haciendo. Al final consegu� dormirme y mi
alma descans� en paz esa noche.
Al d�a siguiente a�n me asaltaron algunos recuerdos de lo que hab�a ocurrido
en la sala de estudios, pero la rutina del colegio, aburrida y machacona,
consigui� hacerme olvidar mis sentimientos al adormecer mi sensibilidad. No vi
a ninguna de las dos chicas durante los descansos de las clases ni en el
comedor, de modo que casi me olvid� de ellas por completo. Por la tarde me fui
a Pasear con Raquel y con Miriam y me lo pas� muy bien, de modo que fue un d�a
redondo para olvidar escenas como aquella. Pero no la olvid�: al llegar la
noche volvi� a m� el recuerdo de aquellos besos robados. Ya no me excitaban;
m�s bien me provocaban una sensaci�n melanc�lica. Era como si los echase de
menos; me di cuenta de que en el fondo me habr�a gustado repetir, y comenc� a
ver aquel abuso impertinente como algo encantador en medio de la aburrida
rutina de la vida. �Hay tan pocas cosas excitantes que a una le puedan ocurrir
en la vida, que incluso las que no han sido muy agradables tienen siempre
alg�n atractivo! En fin, el caso es que suspir� y me puse a dormir, confiada
en que aquello se convertir�a en una simple an�cdota sin importancia.
Pas� un d�a m�s, y la rutina pareci� volver a absorber mi vida, al menos hasta
las seis de la tarde. A esa hora me dio por ir a la biblioteca, porque me
conven�a mirar un libro para un trabajo de Literatura. No vi all� a Rosa ni a
Alicia, pero en cuanto sal� por la puerta y me dirig� a mi habitaci�n, las
encontr� en el pasillo. Estaban apoyadas en la pared y me miraban fijamente.
Parec�a que me hubiesen estado esperando. De pronto me asust� un poco y me
detuve. Ellas debieron notarlo porque sonrieron. En ese momento, comenzaron a
caminar hacia m�. Yo no sab�a qu� hacer; estaba asustada como un pajarillo, y
decid� esperar a que hicieran o dijeran algo. En cuanto estuvieron junto a m�,
Alicia dijo:
-Hola, bonita. �Todav�a est�s por aqu� estudiando? Parece que has cogido un
libro de la biblioteca.
-Pues s� �les respond�-, tengo que hacer un trabajo de Lengua y me hace falta.
-�Un trabajo? �Quieres que te ayudemos? Somos muy buenas en eso �dijo
sonriente mientras Rosa se carcajeaba.
-No, gracias �les dije, y segu� caminando, mientras ellas me acompa�aban.
-Vamos, mujer -dijo Rosa-, nos gustar�a ser amigas tuyas, y una buena manera
es trabajando juntas.
-S� �a�adi� Alicia-, no queremos que nos cojas man�a por lo del otro d�a; s�lo
quer�amos divertirnos.
-No pasa nada �les dije-, ya est� olvidado, pero prefiero hacer mis deberes
sola.
-Oye, guapa, -me dijo Alicia al o�do con un tono amenazador mientras me
paraba- �por qu� te resistes tanto? Eres muy mona, y es una l�stima que andes
por ah� solita cuando hay tantas chicas como nosotras que tienen ganas de ser
tus amigas.
-Yo ya tengo amigas �les contest� asustada.
-S�, pero no te tratan como es debido. Nosotras s� que sabemos darte lo que te
gusta.
Y a continuaci�n me bes�. Yo quer�a separarme de ella, pero como iba tan
cargada con los libros y cuadernos, no pod�a usar las manos, de manera que mis
labios no pudieron escapar. En cuanto lo consegu�, not� que una mano me tocaba
el culo: era Rosa, que me estaba metiendo mano a su gusto, sin que yo pudiese
evitarlo.
-Vamos, bonita -me dijo mientras me daba una palmada en el culo-, sigue
andando, que nuestra habitaci�n est� all� enfrente y queremos ayudarte a hacer
los deberes.
Yo segu� andando como una mu�eca sin voluntad. No sab�a qu� hacer, ten�a mucho
miedo y al mismo tiempo me seduc�a aquella situaci�n. Mientras caminaba, ellas
me iban metiendo mano como pod�an. Tan pronto sent�a una mano paseando por mis
piernas como una palmada en el trasero. Tambi�n me pellizcaban y se re�an. Por
lo visto encontraban todo aquello muy gracioso. En seguida llegamos a la
puerta de su dormitorio. Alicia la abri� y me dijo:
-Vamos, entra.
-No, por favor, -les dije asustada- dejadme tranquila, dejadme irme de aqu�.
-De eso nada. Vamos a hacer contigo lo que queramos y t� te vas a dejar hacer.
Anda, s� una ni�a buena y entra en la habitaci�n.
Yo estaba realmente asustada. La idea de encontrarme sola con ellas dos en un
lugar en el que pudiesen manejarme a su antojo me parec�a demasiado fuerte.
Sin embargo, un empuj�n de Rosa me hizo entrar de golpe en la sala. O� c�mo
cerraban la puerta detr�s de m�.
-Es mejor que dejes los libros ah� encima. No los vas a necesitar �me dijo
Alicia.
Yo obedec�. Mi imaginaci�n comenzaba a crear escenas con las probables
vejaciones que querr�an infligirme, y me asust�. Casi estaba llorando, y ellas
lo notaron.
-Anda, mujer �me dijo Rosa algo m�s cari�osa que antes y poniendo su mano
sobre mi hombro-, no te asustes tanto, que no hay que exagerar. S�lo queremos
divertirnos.
-Pero yo no quiero... �comenc� a decir.
-Claro que quieres �me contest� Alicia-, lo que pasa es que te cuesta hacerte
a la idea porque las de primero a�n no ten�is experiencia en la vida y todo os
da miedo. Hac�is demasiado caso a esas tontas de las hermanas. Deja que nos
divirtamos un poco contigo y ya ver�s entonces c�mo t� tambi�n le encuentras
la gracia.
Entonces intent� besarme, pero yo me resist� como pude y al principio consegu�
esquivar su boca. Con sus brazos, me atenazaba fuertemente para que no
escapase, mientras yo la empujaba para intentar separarla de m�. Era in�til:
ella era m�s mayor y m�s fuerte que yo, y mis d�biles forcejeos s�lo
consegu�an excitarla a�n m�s. Para colmo, Rosa vino a ayudarla, y me agarr�
por detr�s, mientras intentaba besarme, aprovechando que yo apartaba mi rostro
a un lado para esquivar a Alicia. Estaba claro que tarde o temprano una de las
dos tendr�a mis labios a su alcance, y fue Rosa, que muy h�bilmente peg� su
boca a la m�a en el momento adecuado. Sent� que los labios de Alicia me
besaban la mejilla mientras tanto, de modo que si me hubiera girado, me habr�a
encontrado con ella. Estaba atrapada entre sus bocas, y no pod�a hacer otra
cosa que apretar mis labios para impedir la entrada de la lengua de Rosa.
Ella, sin embargo, forcejeaba incansablemente, esperando con paciencia a que
yo abriese mi boca. Por fin, cansada de tanta resistencia, ced� y la dej�
entrar. Entonces sent� el beso m�s profundo de mi vida. Parec�a como si la
lengua de Rosa me llenase toda la boca, como si quisiera llegar hasta mi
garganta y ahogarme. La sent�a h�meda y �gil entre mis dientes, mientras
notaba c�mo su saliva se juntaba con la m�a. Mi resistencia decay�, porque una
vez que ya hab�an conseguido besarme, ya no me parec�a tan importante dejarles
hacer el resto, y me abandone a los caprichos de mis dos raptoras. Sent�a c�mo
sus cuatro manos me palpaban por todas partes; me sent�a pose�da como un
objeto, estaba entregada a los caprichos de aquellas dos j�venes, y en cierto
modo aquella situaci�n ten�a algo de placentero para m�, aunque en ese momento
no me di o no quise darme cuenta.
En cuanto Rosa se hubo saciado de m�, Alicia le reclam� su parte, y sent� c�mo
una nueva lengua se introduc�a en mi boca. El beso de Alicia no fue tan
profundo. Usaba m�s sus labios, y produc�a m�s ruido al pegarlos y despegarlos
de los m�os, dej�ndomelos empapados de saliva. Me gust� mucho m�s este estilo
que el m�s violento y varonil de Rosa. �sta, que parec�a ahora mucho m�s
excitada que antes, se dedic� a besarme el cuello y a tocarme las tetas. Yo
intentaba apartar sus manos de aquel sitio, porque me daba mucha verg�enza que
otra mujer me tocara los pechos, pero no s� si porque ella era m�s fuerte o
porque en el fondo a m� me gustaba aquello, acab� sali�ndose con la suya.
Llegadas a este punto, comenc� a notar con claridad que todo aquello me estaba
calentando, y me sent� rara. Nunca mi sensibilidad se hab�a turbado de aquella
manera, y ten�a algo de miedo.
Rosa volvi� a acercar su rostro al m�o y al de Alicia, y nos dimos un beso las
tres a la vez. Nuestros labios y nuestras lenguas iban cambiando r�pidamente
de compa�era, y form�bamos un cuadro bastante pintoresco y que seguramente
habr�a excitado a muchos hombres, pues siempre he o�do decir que este tipo de
cosas son muy de su gusto. Por un momento, Rosa y Alicia se desentendieron un
poco de m� y se besaron entre ellas. A m� aquello me impresion� mucho. Nunca
hab�a visto a dos chicas besarse en la boca, y menos con aquella fuerza, con
aquella dedicaci�n... �Dios santo, si es que parec�a que se estaban comiendo
la una a la otra! Entonces separaron sus caras y las giraron hacia m�,
mientras me miraban con una sonrisa mal�vola.
-�Qu� te parece, Rosa? -dijo Alicia entonces- �No crees que esta ni�a es un
encanto? Yo me lo estoy pasando en grande ahora mismo con vosotras dos.
-Yo tambi�n, pero me est�n entrando ganas de hacer m�s cosas.
-Tienes raz�n. �Qu� podr�amos hacerle para divertirnos?
-De momento desnudarla, �no crees?
-Oh, por favor, dejadme -les supliqu�-. Ya me hab�is besado todo lo que hab�is
querido, pero por favor, no vay�is m�s lejos.
-Pero mujer -dijo Alicia acerc�ndose a m� y poniendo su mano sobre mi hombro-,
no querr�s que te dejemos as�, a medias. Apuesto a que t� debes estar ya algo
mojadita despu�s de estos preliminares. �T� qu� crees, Rosa?
-Me juego la paga mensual de mis padres a que s�. Pero, �por qu� no lo
comprobamos? Anda, qu�tale la falda.
Entonces Alicia se agach� para hacer lo que dec�a su compa�era. Yo notaba que,
efectivamente, me hab�a mojado un poco, y me daba mucha verg�enza que lo
notaran, as� que me resist�.
-No, por favor �les supliqu�-, no quiero que me ve�is sin ropa.
-Pues vas a tener que aguantarte �me respondi� Rosa con autoridad mientras
Alicia segu�a con su trabajo-. Aqu� mandamos nosotras, y m�s vale que no te
resistas demasiado o que se lo cuentes a alguien porque te arrepentir�s.
Yo ya no supe qu� decir. Estaba en sus manos y no me atrev�a a decir nada.
Alicia me hab�a quitado la falda pese a mis esfuerzos por evitarlo, y ambas
pod�an ver claramente mis bragas y mis piernas.
-Vaya �dijo Rosa con una sonrisa mal�vola-, parece que la ni�a se ha hecho
pip�.
Dec�a esto porque se pod�a ver con bastante claridad que se me hab�an mojado
mis braguitas blancas. Yo me mor�a de verg�enza, y ellas se part�an de risa.
Entonces Alicia, para seguir con aquel juego, dijo:
-Bien, como no se ha portado bien, tendremos que castigarla, �no crees Rosa? A
fin de cuentas, mojar las bragas es de mala educaci�n.
-Es verdad, anda ven, guapa, ponte sobre mis rodillas, que te voy a dar unos
azotes.
Yo me sorprend�. No me esperaba que quisieran humillarme de esa manera, como
si fuese una ni�a peque�a. No sab�a c�mo reaccionar. Por un lado estaba
indignada y asustada, pero por el otro... la idea de sentir mi culito golpeado
por sus manos se present� en mi imaginaci�n como algo seductor, e incluso
agradable. Yo misma no era capaz de comprender mis sentimientos, pero el caso
era que una parte de m� deseaba entregarse a los azotes.
Como no reaccionaba, Rosa acab� por cogerme del brazo y ponerme por la fuerza
sobre las rodillas de Alicia. Yo comenc� a gritar: �No, por favor, dejadme, me
portar� bien, pero no me pegu�is� y otras cosas similares. En aquel momento me
sent�a realmente molesta y humillada, pero entonces ocurri� algo que
transform� mis sensaciones: Rosa me baj� las braguitas, dejando as� mi trasero
al aire, y Alicia no perdi� ni un segundo para abofetearlo. Te sorprender�s,
lector, de que estas sensaciones me gustasen, pero no s�lo eso: me embriagaron
de tal forma que comenc� a gritar, aparentemente de dolor, pero en realidad de
emoci�n. Ellas cre�an que me hac�an da�o, pero en realidad me encantaba
sentirme as�, dominada, humillada, pose�da por otras personas. El tacto de sus
manos en mi culito no era menos placentero por ser doloroso: al contrario, los
golpes me electrizaban, y el cosquilleo que dejaban tras de s� me excitaba
hasta tal punto que comenc� a mojarme m�s a�n. A pesar de todo, no dejaba de
quejarme y de gemir, como si yo misma quisiera seguir con la comedia, y es que
no por resultarme excitante dejaba de resultar dolorosa y humillante, por lo
que no me costaba nada lanzar mis in�tiles quejas al aire.
As� estuvimos un rato, durante el cual ellas se rieron mucho, y yo sufr� y
goc� mucho al mismo tiempo. Por fin, Alicia dijo:
-Bueno, ya est� bien, tienes todo el culo colorado de tantas palmadas. A m�
misma me duele ya la mano de azotarte. �Qu�? �Prometes portarte bien a partir
de...? �Pero qu� veo! �Si est�s a�n m�s mojada que antes!
-Es verdad �a�adi� Rosa-. �Has visto? Y luego va de ni�a buena por ah�. Seguro
que se est� muriendo de ganas de que le hagamos m�s cosas.
Yo enrojec� de verg�enza al o�r aquello porque era verdad. Sin embargo, ellas
no quisieron seguir adelante.
-Ya est� bien por hoy �dijo Alicia-. De momento con esto aprender�s a
comportarte. Piensa que lo de hoy ha sido un simple pasatiempo; si nos
hicieses cabrear de verdad te las podr�amos hacer pasar muy negras. �Lo has
entendido?
Asent� con la cabeza, un tanto atemorizada por sus amenazas. Ella sonri� y
a�adi�.
Bien, de momento nos vas a dejar tus braguitas de recuerdo, y te vas a ir a tu
habitaci�n sin llevar nada debajo de la falda.
-Pero no pod�is... �comenc� a decir.
-�A callar! T� haces lo que te digamos. Me hace gracia tener un recuerdo tuyo,
y m�s a�n si lo has mojado con tus propios l�quidos. Mmm... qu� bien huele
�a�adi� mientras aspiraba mis bragas-, alg�n d�a me gustar�a probar el cuerpo
que segrega estos aromas. Ahora vete, y acu�rdate de lo que te hemos dicho.
Me puse mi falda y volv� a mi habitaci�n muy avergonzada y enfadada. Ahora que
la excitaci�n del momento ya hab�a dejado de actuar sobre mi sensibilidad, el
recuerdo del castigo me humillaba, y mi trasero a�n me dol�a por efecto de los
azotes. Me fastidi� enormemente tener que hacer el trayecto entre su
habitaci�n y la m�a sin llevar bragas. Aunque fuese muy poco probable, me
dominaba un miedo instintivo a que alguien pudiese darse cuenta de que no
llevaba nada debajo de la falda. �Y encima ellas se las hab�an quedado como
recuerdo!
Pero lo peor no era eso. Lo peor era que me hab�an dejado a medias. Sus azotes
y su dominaci�n me hab�an calentado la cabeza, pero sin hacerme llegar al
final, y ahora me encontraba insatisfecha y molesta. Para deshacerme de este
malestar, me fui al lavabo, me encerr� en �l y me toqu� lo mejor que pude.
Mientras lo hac�a, recordaba los golpes que me hab�an dado, y la autoridad con
la que me hab�an tratado. Me imaginaba cosas que habr�an pasado si ellas se
hubiesen decidido a seguir adelante y... llegu� al final.
Ya m�s calmada me incorpor� y me gir� ante el espejo par ver mi trasero.
Estaba a�n bastante colorado. Me encant� mi imagen y la encontr� muy
interesante. Decid� ducharme para quitarme de encima la humedad y la
calentura, y pude por fin echarme un rato en la cama, con el alma y el cuerpo
mucho m�s tranquilos.