Relato: Cuentos de peep show (2)





Relato: Cuentos de peep show (2)

CUENTOS DE PEEP SHOW II


Acerca de c�mo me enter� que hab�a sido engendrada con amor.



...me puse un poco de rimel y listo.



Al d�a siguiente fui llamada al estudio, que era un sitio
lleno de libros que posiblemente nunca hab�an sido le�dos. Hab�an dos sillones
acomodados uno casi al frente del otro. Una sirvienta me gui� hasta uno de los
sillones, que para mi infortunio ten�an el asiento muy bajo. Me sent� con las
rodillas bien juntas a manera de que no se me vieran los calzones. Estaba
estrenando una riesgosa falda de tablones que me llegaba justo a la altura del
inicio del muslo. Llevaba puestos unos zapatos de tac�n. Falda y zapatos me los
hab�a comprado mi reci�n descubierta madrastra en la boutique Mango. Yo
cre� que conocer�a a mi padre en el comedor. De haber sabido que ser�a en estos
sillones me hubiera puesto pantalones. Me qued� sentada unos minutos en los
cuales no sab�a bien qu� hacer. Me acomodaba los tablones de la falda y me
miraba las rodillas, entrelazaba los dedos y luego inspeccionaba mis u�as,
miraba para todos lados, luego pegaba un suspiro, y as�. El tiempo era largo y
me cansaba. Adem�s, ten�a la sensaci�n de estar siendo observada, como si
alguien me mirase por detr�s de un espejo falso, alguien que necesariamente
estar�a muy interesado en ver cada uno de mis movimientos, alguien experto en
respirar quedo para no ser descubierto, alguien con la paciencia de un ser
eterno que se sabe salvo, posiblemente, alguien que me espiaba por alguna
rejilla para ver si val�a la pena como hija, alguien que consideraba divertido
presenciar mi desesperada espera. Por fin se escuch� la perilla de la puerta.



Entr� un hombre de estatura media. Con los tacones yo estar�a
m�s alta que �l. Era guapo, esbelto, vestido con un traje muy fino, no como el
que usan los directores de la oficina en que yo trabajo, sus zapatos eran negros
y brillantes, su cara estaba perfectamente afeitada y su cabello, en el cual ya
destellaban algunas canas, impecablemente peinado. Su andar era gr�cil. Sus ojos
eran grandes y profundos, sus cejas pobladas y en�rgicas, su nariz afilada y sus
labios apenas un tajo de cuchillo. Yo ten�a sin duda sus ojos y su nariz, la
boca no, mi boca era como la de mi madre, con labios gruesos y carnosos. Al
instante me sent� orgullosa de ser su hija. Si, si, si. Me gustaba como padre.
Conforme se acerc� me fue muy f�cil descubrirle. �Era el tipo del restaurante de
ayer!



No pude decir nada de la sorpresa. Ser�a incorrecto decir que
me sent�a m�s all� del bien y del mal, pues s�lo me sent�a m�s all� del mal. Si
ser� cabr�n mi padre. De manera es que �l me hab�a estado merodeando desde ayer,
me hizo creer que era un extra�o que coqueteaba con mi madrastra, me puso a
prueba, me dio un masaje en los pies sin darme la opci�n de rechazar su
sensualidad escondi�ndose en el secreto de callar su identidad. Y yo, una perra
completa, me hab�a dejado hacer el amor en los pies, me dej� penetrar por sus
manos y le hab�a dado todo el aroma de mis jugos. Me sent� violada. Qu� m�s
daba, lo hecho, hecho estaba.



Estrech� mi mano. Su saludo era firme, fuerte, como una
espera que salude cualquier hombre. Ol�a delicioso. Me dio un abrazo y el abrazo
era un abrazo que proteg�a del todo, quer�a del todo, apreciaba del todo. Me
mir� como si no me creyera que yo fuese real. Por su mente habr�n pasado muchas
cosas. Suspir� y sus ojos se humedecieron con un par de l�grimas.




"Eres muy parecida a tu madre."


"Yo siempre digo que somos iguales en todo. Nos parecemos
mucho. Me gustan las cosas que a ella le gustaban y nos molestaban las mismas
tonter�as."


"�De verdad son iguales? Qu� sorpresa"


"Si"




Entramos a pl�tica y me pregunt� c�mo era que hab�a dado con
�l. Me abrum� un poco que no tocara el tema de c�mo me hab�a fisgoneado el d�a
de ayer, c�mo me hab�a dado un masaje p�blico en el restaurante y c�mo me hab�a
metido el dedo en el co�o, �A mi!, �A su propia hija! Parec�a no tener sentido,
as� que comenc� a contestar sus preguntas. Abund� lo que ya le hab�a dicho por
tel�fono cuando le llam� para decirle "Buenas tardes, Usted no me conoce pero
soy su hija, usted conoci� a mi madre en...", le dije que poco antes de que
muriera mam� me daba por ridiculizar a mis hermanos diciendo, en broma, claro
est�, que eran de padre desconocido, pues ellos eran morenos y bajitos y yo
blanca y alta. Ni a ellos ni a mam� parec�a hacerles mucha gracia aquella broma.
Una vez que mam� hubo muerto pude decir esa broma una sola vez m�s, misma que
bast� para que mi hermano mayor, quien era ahora el jefe de la familia, me
explicara que no ten�a gracia esa broma porque en efecto no �ramos hijos del
mismo padre, pero no en la versi�n que yo cre�a; me pel� los ojos y me saltaron
a la vista un mont�n de obviedades que yo nunca hab�a reflexionado. Yo era la
menor, yo era la �nica blanca, yo nac� estando divorci�ndose mis padres, yo era
la �nica con distinto apellido. Me dijo que mi padre era otro hombre, y no fue
sino hasta hace a�os despu�s que me dijo el nombre de ese hombre. Le expliqu�
que fue entonces que le busqu�, con diez a�os de retraso, tras diez a�os de
guardar el nombre en un papelillo llena de cobard�a de llamar.




"�Por qu� crees que te lo ocultaban?" Me pregunt�.


"No s�. Mi hermano mayor me dijo que no querr�a conocer a mi
padre"


"�Te parezco tan odioso?"


"No. No s�. Todav�a no puedo interpretar lo que ocurri� ayer"


"Me expuse como soy, eso es todo. En realidad quise conocerte
bien. En el aeropuerto vi c�mo llegabas, en las tiendas las segu�, disfrut�
verte cada segundo, cr�eme. Te vi libre, sin el peso de tener que fingir
propiedad. �Qu� te hizo decidirte?"


"Mi jefe"


"��l te lo orden�?"


"No. Es medio entrometido. Yo le cont� algunas cosas de mi
vida y a �l le dio por profundizar. Un buen d�a me dijo que era mi obligaci�n
desentra�ar mi origen, que los padres son los representantes por medio de los
cuales la naturaleza nos da la bienvenida, y que si no estaba segura de que me
hicieron con amor, o que si no estaba segura de haber sido bienvenida a este
mundo por ellos, no habr�a colcha que me cobijara ni escudo de acero que me
protegiera en este mundo inhospito..."


"�Te fornica?" Me pregunt� con un aire tranquilo pero vivaz.


"�Perd�n?" Dije yo, sonroj�ndome ante aquella inpertinaz
pregunta.


"�Qu� si tu jefe te coge?"


"Por Dios, claro que no" Dije indignada.


"En fin. �Eso es lo que quieres saber, si te hicimos con
amor?"


"Si"


"Mi preciosa. No hay nena en el mundo que se hubiese hecho
con m�s amor que tu. Hicieron mal tus hermanos en separarte de mi. Te veo y me
dan ganas de llorar, disculpa que te lo diga. La ropa que traes es muy buena y
t�, que eres una reina, te sientes menos que esos trapos. No es la ropa, ni la
pobreza o riqueza en que vivas, es otra cosa. Mira en lo que te has convertido,
en un ser apocado, escrupuloso con los dem�s, con un peligro y la vida se te va
en aguantar necedades y compromisos que si a nadie convienen no deber�an de
existir. Quiero verte feliz, como �ngel, como monstruo, pero feliz. Una hija m�a
no nace para ser una infeliz. �Estamos de acuerdo?"




Le hubiese contestado si no tuviera tanta raz�n. Pens� en la
vida miserable a la que estaba habituada. No se trataba de dinero, sino de
actitud.




"Recuerdo la noche que te engendramos. Tu madre era mucho
mayor que yo. Ella ten�a treinta y cinco, y nosotros, mi hermano y yo, ten�amos
veinte. �ramos gemelos. Conocimos a tu madre en un congreso m�dico. En cuanto la
vimos nos dej� enamorados a los dos. Ella no era doctora, de hecho iba
acompa�ando una firma farmac�utica, pero se ve�a tan linda con su traje de
m�dico. Llevaba una falda y una blusa blanqu�simas, unos zapatos de tac�n
tambi�n blancos, medias blancas, y unos horrendos lentes blancos. Ella, y tu lo
sabr�s bien, no era una mujer com�n. Todo el congreso le ten�a puesta la mirada
encima. Era quiz� su forma de andar, sus caderas tan amplias que ya no estaban
de moda pero cualquier conocedor aprecia. Su cintura de avispa y su par de
pechos generosos. Miraba a todos de soslayo y sonre�a como si supiese de todo un
poco. Su cabello negro era tan abundante y sus brazos tan tupidos de vello, que
uno no pod�a sino imaginarse la espesa mata que poblar�a sus partes. Me daba la
impresi�n de que era tan despampanante que lejos de atraer hombres los
ahuyentaba, los repel�a en vez de seducirlos. Mi hermano y yo �ramos v�rgenes,
no porque no hubi�ramos tenido la oportunidad de hacer el amor con cualquier
chica, que eso ser�a f�cil porque �ramos verdaderamente encantadores los dos,
sino que ten�amos el capricho de que quer�amos ser desvirgados los dos al mismo
tiempo, con la misma chica. Fue cosa de acercarnos con tu madre y explicarle
nuestro predicamento. Le explicamos c�mo nuestras vergas estaban que reventaban
solas desde hac�a tiempo, le dijimos del profundo significado que ten�a para
nosotros el iniciarnos la misma noche, y sobre todo, le expusimos de manera muy
convincente el por qu� nos parec�a que ella era la dama ideal para concedernos
esa gracia. Nos escuch� y sin pensarlo mucho nos dijo que s�, que bastaba con
que le invit�ramos un trago y era toda nuestra."




Yo estaba anonadada con el relato que �l me estaba contando.
Mi madre, en efecto, parec�a tener ciertamente una doble vida. Cuando sal�amos
era imposible sacarla a la calle si no estaba bien arreglada. Ahora lo entiendo,
se vest�a para gustar. Sus vestidos de fiesta no eran los mismos que usaba para
cocinar, siempre eran llamativos. Mi pap�, o debo decir su esposo, nunca le
aguant� el ritmo. La historia llamaba mi atenci�n por una simple raz�n, yo
siempre hab�a dicho que era igual a mi madre, lo soy en lo culona, en mi cara
bonita, en mi manera de andar, pero por lo visto mi madre sab�a de algunas
formas de sacarle provecho a lo que ten�a, y yo por lo visto lo desperdicio.




"Nos fuimos a tomar unos tragos. Tu madre era muy risue�a.
Era en general una mujer feliz. No est�s para saberlo, pero cuando me dijiste
por tel�fono que ella hab�a muerto llor� por unos tres d�as. Aun ahora que lo
vuelvo a traer a mi cabeza me resisto a pensar que una mujer como ella muera
alg�n d�a. Mujeres como ella no deber�an morir nunca. Pero bueno. Nos la pasamos
tan bien esa noche en el bar. Bebimos poco en realidad, sin embargo, estar ah�
chisteando, aligerando las tensiones, consientes de que luego de aquella velada
vendr�a la noche y la cama, nos daba una seguridad de dioses. Nunca me he
sentido tan dios como ese d�a. Te procre� un dios, no un hombre. Hab�amos
preparado una habitaci�n de mucho lujo. Piensa en esto, mi hermano y yo �ramos
muy ricos en ese entonces, se trataba de nuestra �nica primera vez, nos
acompa�aba una verdadera reina. �Tu crees que �bamos a escatimar en gastos?
Rentamos una suite que s�lo usan los presidentes, con una enorme cama, con
espejos por todas partes, con frutas secas en la mesa y bebidas en el
frigor�fico. Hab�amos comprado algunas prendas para tu madre, y lo mejor de
todo, le hab�amos comprado una gargantilla como pago no pedido por sus
servicios, no en pago de una puta, sino como muestra de nuestra eterna
gratitud."





"A mi me hered� esa gargantilla. Es lo �nico que me dej�."
Dije yo. La gargantilla era mi �nico tesoro, el que nunca vender�a as� me
estuviese muriendo de hambre, el que una vez empe�� el idiota de mi marido y
tanto trabajo me cost� rescatar.




"�Te la regal� en vida?"


"Si."


"Es importante. No olvides eso. Es muy importante que te la
haya dado en vida, pues es como si te hubiera regalado su corona, su reino.
Llegamos a la habitaci�n y tu mam� qued� impresionada del sitio tan bello que
hab�amos dispuesto para nuestra primera vez. Se deshizo en elogios respecto de
la habitaci�n, yo le tap� la boca con un dedo y le dije que aquella habitaci�n
nada era sin la reina, sin el alma de ese sitio, sin ella. Elogi� lo m�s bello
conforme lo fui desnudando. Sus ojos color avellana con esa luminosidad
incandescente, su cuello como de m�rmol tallado a besos, sus clav�culas como
brazos de un puente que conduce de una gloria a otra mayor, sus hombros
lustrosos como las rodillas de un �ngel, sus pechos c�lidos que ca�an sobre su
propio peso formando unas gotas perfectas, eran blancos y en medio de ellos un
par de pezones negros que ondeaban saltones bajo el recuerdo de la boca de tus
hermanos. Mi hermano y yo nos abalanzamos sobre sus tetas como un par de perros
hambrientos. Con nuestras mordidas le provoc�bamos dolor en algunas veces, pero
tu madre era muy comprensiva y entend�a que nuestra hambre era mucha. Con las
manos le agarr�bamos cada uno de nosotros una teta y la restreg�bamos con
nuestros dedos, dejando que su peso y su densidad resistiera nuestros dedos, con
la otra mano que nos quedara libre toc�bamos sus nalgas y sus piernas. Mis dedos
chocaban frecuentemente con los de mi hermano, pues persegu�amos los mismos
lugares. Cuando quise meter mis dedos en el co�o de tu madre el lugar ya era
ocupado por la mano de mi carnal, que nunca hab�a tocado un co�o antes. Yo
busqu� la manera de meter mis dedos en el mismo lugar, como anticip�ndole a tu
madre lo que le har�amos luego de un rato. Estaba chorreando una gran cantidad
de jugo. Mi hermano la estaba besando en la boca y yo me puse caliente s�lo de
ver la forma en que se com�an los labios y la lengua. Se devoraban con tanta
ansiedad como si en el fondo de sus gargantas estuviese un alimento muy ansiado.
Tu madre ya estaba completamente colorada, con sus chapitas bien rojas, as� como
las que tu tienes ahora. Yo me fui desnudando. Tu mam� le pidi� a mi hermano que
se quitara la ropa y nos pidi� que nos acost�ramos sobre la cama. Nos abrazamos
como buenos carnales que somos y dejamos nuestras vergas hacia arriba, mientras
tu mam� se fue a poner algunas de las prendas que hab�amos comprado para ella.
Se puso un liguero negro y un sost�n. A pesar de que ya hab�amos estado
chup�ndole los pechos un rato, ella de todas formas se puso un nuevo sost�n,
para deleitarnos la vista. Cuando se acerc� y vio la magnificencia de nuestro
par de vergas casi llora de gusto. "Yo los voy a hacer verdaderos hermanos" nos
dijo, y nosotros sonre�mos felices. Durante su sesi�n de besos en la boca le
hab�a tomado un poco de m�s aprecio a mi hermano que a mi, por eso comenz� a
mamar en su verga. Yo me puse muy caliente de ver c�mo tu madre se com�a a mi
hermano. La verga de �l es muy larga, igual que la m�a, pero tu madre se las
ingeni� para engullirla enterita. Ahora estaba la verga tiesa y luego ella la
com�a, haci�ndola desaparecer en sus fauces, poni�ndose m�s roja y abriendo casi
imperceptiblemente sus fosas nasales. La cobriza verga de mi hermano se ve�a
preciosa ba�ada en la brillante saliva de tu mam�, quien luego lengueteaba el
glande con una furia de serpiente. Despu�s segu� yo, empu�o mi verga desde los
test�culos y comenz� a comerme. Nunca hab�a sentido una mamada y sin embargo
supe que aquella mamada deb�a ser una mamada inusualmente buena. La lengua
recorr�a todo mi tronco y los dientes rozaban mi longitud. Su boca era tan
caliente que me hac�a sentir en la gloria. Le dijo a mi hermano que se pegara a
mi, lo hizo. Por un momento mi hermano estaba junto y casi encima de mi, pegando
todo el dorso de su pecho en el m�o. Sent� el calor de mi hermano sobre mi, el
calor de su piel, el ritmo de su coraz�n, el flujo de su respiraci�n, yo le
respiraba el cuello y �l respiraba el m�o, y debajo, ella juntaba el canto de
nuestras vergas para comer las dos a la vez abriendo su boca amplia como era.
Eso de mamarnos a la vez no ofrece una sensaci�n genital especial, pues la
movilidad de la boca es m�s torpe, sin embargo, guardaba un significado distinto
para tu t�o y para mi, pues para nosotros el roce de nuestros cuerpos se dio
desde antes de ser paridos, ya est�bamos ah�, juntos, percibi�ndonos, mezclando
nuestras sensaciones, y eso, volver a aquel estado original y primitivo, a ese
goce primario, era lo que hab�amos pretendido al acordar nuestro desvirgamiento
conjunto. Por audaz que fuera cualquier otra posici�n que adopt�ramos, ninguna
fue tan carnalmente intensa como ese momento en que nos hizo pr�cticamente
abrazarnos para mamarnos a la vez. Nos sentimos en el vientre materno, en medio
de esa paz, listos para nacer y nacer de nuevo. Tu mam� estaba robando el m�ximo
amor de los dos. Acabado ese trance de la mamada conjunta se acab� la
solidaridad y la contemplaci�n. Tu madre se alz� y comenz� a besar en la boca a
mi hermano, transmiti�ndole nuestro sabor en los labios. Yo en cambio me fui a
mamarle el co�o. Estaba hinchad�simo, nunca he vuelto a ver uno igual de
excitado. Pegu� la cara en aquel velludo co�o y me di a probar su sabor. Dios,
los labios eran tan calientes y tan suaves que disfrutaba horrores manipularlos
con la lengua de un lado a otro. El pubis de tu madre se mov�a sobre mi boca,
exigiendo una mamada m�s violenta. Me alc� y cuidando de memorizar aquel
momento, enfil� mi verga y se la dej� ir hasta adentro. El calor nuevo abrazando
mi verga me hizo sentir un estertor el�ctrico en toda la piel. Comenc� a bombear
y aquel abrazo dulce era la cosa m�s buena del mundo. Las nalgas de tu madre
eran un templo en el que me perder�a sin cesar. Ella segu�a besando a mi hermano
y depositaba en los labios de �ste los gemidos que yo le arrancaba. La comenc� a
penetrar muy fuerte y ella era dama para eso y para m�s. Mi hermano se sent� en
la cama y ella lo comenz� a cabalgar. Yo nada m�s ve�a el rostro feliz de mi
gemelo. Me puse ante la cara de tu madre para que me diera una mamada mientras
trabajaba con las caderas a mi carnal. Nos hac�a tan felices. Me separ� de ah� y
me fui detr�s de sus nalgas para meterle la verga. Con un poco de esfuerzo
pudimos meternos los dos en el co�o. La idea era morbosa, aunque el desempe�o se
tornaba dif�cil. A diferencia de cuando nos mam� a los dos, estar en el co�o no
se prestaba para hermandades, �ramos dos gladiadores peleando por el fondo. Tu
madre se quej� por primera vez y pidi� que mejor por el culo. Yo me iba a meter
como si nada y ella me aclar� que para eso era necesario que le pusiera un poco
de crema, que hac�a muy poco que hab�a aprendido a hacerlo por ah�..."




Yo ech� fechas. Mi mam� por lo visto ten�a m�s de una
movidita. Si lo que escuchaba no era para desenga�arme de la pureza de mi madre,
si me hizo pensar que desde tiempo atr�s le ven�a poniendo los cuernos a su
esposo, padre de mis hermanos, en manos de alg�n afortunado que le ense�aba
todas esas cosas como coger por el culo. El esposo de mi madre era sumamente
asqueroso, no pod�a o�r la palabra culo o caca porque hac�a muecas de asco.
Quienes no sent�an asco pod�an, por lo visto, gozar de aquel culo que mi madre
ten�a. Comprend� muchas cosas de mi pasado, mi madre atendiendo compromisos
hasta tarde, su esposo permanentemente enfadado, sus discusiones en que ella le
ped�a su libertad, el aplomo de �l diciendo que nunca se divorciar�an, la
sentencia de ella que en su frente lo hallar�a, ahora entend�a todo. Mi padre
sigui� contando.




"Le met� la verga por el culo y sent� que �ste estaba muy
poco ejercitado todav�a. Por la respiraci�n dificultosa supe que tu madre aun no
disfrutaba del todo aquella pr�ctica, pero con su movimiento de nalgas me dejaba
en claro que esperaba aprender a gozarlo dentro de muy poco.



Mi hermano comenz� a regar toda su leche caliente en la
vagina de tu madre, y ella se alter� much�simo, pues se puso muy caliente, como
si aquella presea natural le hiciese muy feliz. Luego me pas� yo a su vulva, que
estaba llena de las mieles de mi carnal, con los labios gruesos, hinchados y muy
resbalosos. Me met� con una furia tal que no tard� mucho en regarme dentro de
ella tambi�n. Al final nos abrazamos. Comimos fruta, bebimos unos tragos. La
noche sigui� durante horas, y recibimos el nuevo d�a posey�ndonos. Despertamos
hasta las ocho de la noche. Anduvimos juntos esa noche y el d�a siguiente,
present�ndole a tu madre la ciudad, llev�ndola de compras. Ella era la envidia
de muchas mujeres, pues �bamos por la calle flanque�ndola como su escolta
particular, como si fu�semos dos soldados a su servicio que la poseer�amos al
tronar de sus dedos. Nos vestimos lo m�s galantes que pudimos, ahora s�,
pod�amos poseer a la mujer que quisi�semos, aunque por esa tarde fu�semos
absoluta propiedad de tu mam�. Al final fuimos a dejar a tu madre al aeropuerto,
pues deb�a regresar a su casa, la misma casa en que tu creciste. No quiso darnos
datos que la identificaran. Despu�s supimos que hab�a ordenado un boleto de
avi�n a una ciudad cercana a la suya, tal vez para que no di�ramos con su
paradero."


"No puedo creerlo."


"Que no te quepa duda. Naciste de una noche m�gica."


"�Y c�mo s� que eres t� mi padre y no tu hermano? En todo
caso, debo conocerlo a �l tambi�n."


"�l est� muerto. Yo soy tu padre, y si no lo soy, eres lo
�nico que me queda de mi muy amado hermano, dar�a la vida por ti..."


"Estoy confundida. �Y si todo es una invenci�n tuya?"


"Hubo algo que no te dije. �ramos ricos, pod�amos darnos el
lujo de colocar algunas c�maras para registrar nuestra primera vez. Te puedo
poner la cita si lo deseas, pero debo excusarme de verla, pues todav�a me pesa
mucho recordar a mi hermano, y ahora que mis dos acompa�antes est�n muertos,
pasar� mucho tiempo para que pueda ver esa pel�cula..."




Sac� un video y me puso la pel�cula. De la forma m�s extra�a
me fue mostrada mi madre. Me duele pero me da gusto saber que, aunque tarde,
pude saber quien era ella, y deducir quien era y soy yo.



Antes de retirarse me dijo "Hay una forma de saber si eres
hija m�a o de mi hermano. En la cinta encontrar�s la respuesta"




Me dej� mirando aquella pieza de arte...


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