Relato: Locuras





Relato: Locuras

Locuras


V�lvulas de salida de la presi�n del d�a a d�a. Espitas del
letal gas de la rutina. Puertas abiertas en los callejones de la vida. Todos las
hacemos. El apocado ejecutivo que se transforma en agresivo conductor. Las
compras compulsivas de bienes innecesarios. Cambios sorpresivos en nuestra
imagen. Actos que nos sorprenden hasta a nosotros mismos.


Todos las hacemos, porque todos las necesitamos. Las locuras
son, al fin y al cabo, las que no recuerdan que seguimos vivos, aunque
enterrados en el quehacer diario.


Y yo iba a ser tu locura. Yo iba a ser tu intento desesperado
de respirar aire fresco por encima del asfixiante clima de tu matrimonio.


Apenas nos conoc�amos, �ramos dos conocidos desconocidos.
Pero hab�as decidido dar el paso y cometer la mayor locura de tu vida. Y esa
locura era yo.


Nervioso, de pie ante las puertas de salida del pasaje de tu
vuelo, recuerdo el momento en el que lo organizamos todo.


- Este fin de semana me escapo a Venecia, a descansar. - Te
cont� a trav�s del "Messenger". - �Qu� envidia me das!. - Pues vente conmigo. -
No me lo digas dos veces...


Naturalmente te lo dije dos veces. Las que t� te lo tuviste
que pensar. El resto sucedi� sin tener tiempo a pensarlo. Porque de haberlo
hecho, creo que esto nunca hubiera sucedido. Compraste el billete en el mismo
momento, pensamos la excusa para tu marido, acordamos horarios.


Fue al cerrar la ventana del programa de mensajes cuando de
verdad me di cuenta de lo que iba a suceder. Me imagin� que t� estar�as igual o
m�s nerviosa que yo. Un mensaje a tu m�vil y tu r�pida respuesta me sirvi� de
excusa para llamarte y poder hablar de viva voz contigo.


- �De verdad est�s segura? - S�.. �uf!. �Esto es una locura!.
No me puedo creer lo que voy a hacer. - Oye, de verdad, no te preocupes. Vente y
tom�telo como unas vacaciones. Si no quieres que pase nada, tranquila, que lo
voy a respetar. - Gracias, pero si hago esto es para que pase algo.


Me re� de buena gana con tu respuesta. Decididamente est�s
loca.


Ya sale la gente que ha compartido vuelo contigo. Te conozco
de un par de fotos, supongo que suficientes para reconocerte si no son antiguas.
Reencuentros familiares, de parejas, ejecutivos como zombies.


Y al fin, t�. Tal y como te he visto en las fotos. Con tu
mirada p�cara, esa que es como remolinos en la mar, que todo lo atrae. Miras
nerviosa alrededor, supongo que temerosa de que no estuviera. Al fin, nuestras
miradas se cruzan. Me has reconocido y sonr�es. Radiante. Tu sonrisa es
preciosa. Te saludo con la mano y te acercas a mi. Un instante de m�tua
observaci�n y un poco avergonzados dudamos en el saludo. Dos besos y un
"encantado" resuelven la tensa situaci�n. Cojo tu maleta e intento romper un
poco el hielo.


- Vamos por aqu� a coger un taxi. �Qu� tal vuelo has tenido?.
- Bien, gracias, casi no se tarda nada.


Nuestros tonos de voz son forzados. Ambos estamos muy
nerviosos. Comprendo que t� debes estarlo a�n m�s.


- �Nerviosa? - �C�mo un flan!. Jajajaja.


Yo tambi�n lo estoy. Cogemos un taxi y nos encaminamos hasta
el hotel. El taxista no habla nuestro idioma, pero ambos mantenemos un
prudencial silencio acerca del verdadero objeto de tu viaje. Para evitar el
silencio, te cuento algunas cosas de los edificios y monumento que van pasando,
casi irreales, por la ventanilla.


No puedo evitar dirigir breves y disimuladas miradas de
soslayo a tu cuerpo. Me fijo en tus pechos, en tus muslos dibujados en los
pantalones vaqueros, en el perfil de tu cara, tus caderas... Llegamos al hotel
con la misma o mayor tensi�n. En la habitaci�n apenas dejas tu maleta te
pregunto:


- Tendr�s hambre... �quieres que vayamos a cenar a un
restaurante que conozco?. Es aqu� mismo, a 5 minutos caminando. - S�, vale... lo
que t� digas, t� eres el experto. - Jajaja. Bueno, si te quieres duchar o
cambiarte no me importa esperar. - No, asi estoy bien, el vuelo no es largo.


Intuyo que agradeces que salgamos de la habitaci�n. En el
fondo, yo tambi�n siento alivio. Es demasiado pronto y la tensi�n en la
habitaci�n se pod�a sentir en la piel.


En el restaurante nos dan una mesa apartada. Nos sirven la
primera copa de un delicioso rosado espumoso y parece que, al fin, ambos nos
relajamos algo.


- Te has trevido... hasta el �ltimo momento pens� que no
vendr�as. - Y yo...jajajaja. No me puedo creer que est� aqu�, que est� haciedo
esto, de verdad, me parece incre�ble. - Lo es, lo es. Oye... te lo dije por
tel�fono, pero te lo digo otra vez. De verdad, no tiene por qu� pasar nada si no
est�s segura. Si no te decides, si te arrepientes o simplemente no te gusto "en
vivo", lo dices y ya est�. - Gracias, de verdad... �qu� piensas de mi?. - �Qu�
est�s loca!... bueno, en serio, creo que eres valiente, muy valiente. Y guapa.
Mucho m�s que en las fotos. Eres muy atractiva. - Gracias, de verdad. Tem�a no
gustarte. - En realidad soy yo el que temo no gustarte. Ya ves que no soy nada
del otro mundo. - No es cierto. Me pareces muy atractivo. Eso si, te imaginaba
m�s alto y un poco m�s fuerte, jajajaja. - Bueno, ya te dije que no era muy
alto. Y lo de fuerte, bueno, pues dame tiempo, con las palizas de gimnasio que
me estoy dando, en apenas 10 a�os ser� como "El incre�ble Hulk".


A medida que transcurre la cena, la tensi�n se disuelve en el
mar de la confianza. Ambos nos relajamos. Disfruto de tu compa��a y tu
conversaci�n. Eres alegre y divertida, como ya hab�a podido comprobar a trav�s
de mensajes. Coqueteo contigo, intento seducirte como har�a con una desconocida
en una primera cita. Y creo que t� haces lo mismo conmigo.


Algo mareados por las dos botellas de vino que hemos bebido
decidimos irnos al hotel. A mitad de camino nos paramos en un puente que cruza
uno de los canales de esta moderna Atl�ntida. La luna se refleja en el canal,
agitado por el reciente paso de un g�ndola.


- Es precioso.- Me comentas con los ojos perdidos en los mil
reflejos, so�adora. - Como t�.- Nervioso, me he decidido a dar el primer paso
serio. Con el coraz�n henchido de adrenalina te abrazo por detr�s, con las manos
en tu cintura. Te siento temblar entre mis brazos, cuando apoyo mi cabeza sobre
tu hombro. Nuestras mejillas se rozan y ambos miramos los reflejos. Siento tu
respiraci�n acelerada. Inclino un poco mi cabeza y beso tu suave cuello. Noto
como tus hombros bajan. Algo ha ca�do, siento un muro despedazarse, puedo ver
una nube alejarse, un nudo deshacerse. Te vuelves lentamente sin dejar de
abrazarnos. Me miras alternativamente a los ojos y a la boca. Me est�s pidiendo
en silencio que te bese. Me acerco suavemente a tus labios y te beso, apenas
roz�ndolos. Cierro los ojos y entreabro los labios, junt�ndolos a los tuyos. Tu
lengua recibe a la m�a mientras nuestro abrazo se hace m�s fuerte, pegando
nuestros cuerpos.


Seguimos hasta el hotel, aprovechando cada rinc�n para volver
a besarnos. Nos damos una tregua hasta que entramos en la habitaci�n. Cierro la
puerta tras de mi mientras contemplo tu cuerpo. Nuestros cuerpos vuelven a
juntarse siguiendo a nuestras bocas. Esta vez mis manos van m�s all� y recorren
tu espalda, bajando hasta tu trasero, que aprieto con fuerza. Tus manos tambi�n
recorren mi espalda, y repiten mis movientos, hasta llegar a mi trasero, que
tambi�n agarras.


Suelto una mano para dirigirla a tu cara, separo mi boca de
la tuya y te miro a los ojos mientras mi mano acaricia tu mejilla. Compartiendo
risas voy desabrochando tu blusa y una vez que tengo tu sujetador a la vista, t�
lanzas la camisa al suelo y nos volvemos a besar. Juego con el cierre de tu
sujetador en la espalda, hasta que consigo dar con el maldito m�todo de
apertura. No cae al suelo porque seguimos fundidos en un beso y un abrazo. Nos
separamos y por fin quedan tus pechos al aire. Los miro con deleite mientras t�
me quitas la camiseta. Los dos con el pecho desnudo nos volvemos a abrazar.
Siento tus pecho en mi piel, tus pezones duros acarician mi torso con cada una
de tus repiraciones. Vuelvo a atacar tu cuello, con suaves subcciones, besos y
lametones, mientras mis manos acarician tu espalda. Tu suave piel me produce un
escalofr�o, que se suma a la erecci�n que tengo desde hace un buen rato.


Te tumbo atravesada en la cama, con las piernas colgando. Te
quito los zapatos. Me miras con la cabeza levantada, apoyada sobre tus codos.
Veo tus pechos moverse al ritmo de tu respiraci�n. Est�s preciosa. Te bajo los
pantalones y al fin veo tu vientre, tus muslos y tus piernas. Llevas unas
braguitas en las que tu vello se marca abultado y, entre tus muslos, queda
dibujado tu pubis y el comienzo de tu sexo. Me tumbo sobre ti y contin�o con mis
besos. Beso tu boca, beso tu cuello, voy bajando por �l hasta llegar a tus
pechos. Los acaricio con mis manos mientras introduzco un pez�n en mi boca. Hago
subcci�n, muerdo suavemente, juego con mi lengua... te oigo estremecerte. Bajo
con mi lengua por tu vientre, haciendo c�rculos que te provocan algunas
cosquillas. Separo delicadamente tus piernas y bajo, muy lentamente, tus
braguitas. Asoma tu vello negro, retorcido en torbellinos como los que me
provoca su visi�n. Al fin queda ante mi tu sexo, desnudo. Esta vez hago el
camino a la inversa. Comienzo besando tus pies, subo por tu espinilla y llego a
los muslos, donde me recreo con su suavidad pasando mi cara por ellos. Separo un
poco m�s tus piernas y observo tu sexo. No puedo contenerme y me avalanzo sobre
�l.


Lo cubro de besos, de mimos. Lo adoro, me empapo en �l,
intento comerlo entero. Mi respiraci�n delata que estoy disfrutando e, incluso,
gimo m�s alto que t� cuando mi lengua se lanza sobre �l, apenas roz�ndolo.
Concentro mis movimientos sobre tu cl�toris, mientras una de tus manos se enreda
en mi pelo, acariciando mi cabeza, mientras yo me deleito en provocarte placer,
repitiendo mis c�rculos con la lengua una y otra vez.


Al fin me separo de ti y acabo de desnudarme. Me observas con
las mejillas encendidas mientras bajo mis calzoncillos y dejo mi sexo,
totalmente erecto, a la vista. Te apunta a ti, te mira a ti, te espera a ti.
Lentamente me tumbo sobre tu cuerpo y separas tus piernas para recibirme. Adrede
recorro el exterior de tu sexo con mi pene varias veces, acarici�ndolo. Dirijo
su punta hacia donde calculo que est� su entrada. T� levantas tus piernas y las
enroscas detr�s m�o. Quiero ver tu cara cuando sientas mi sexo abrirte y entrar
en ti. Comienzo a empujar mis caderas, haci�ndolo entrar. Te noto entregarte,
ser m�a, a medida que avanzo en tu interior. Tus ojos se cierran y exhalas un
profundo suspiro. No puedo ver m�s, el placer me hace cerrar los ojos. Tu sexo
se cierra en torno al mio. Lanzamos un gemido al un�sono cuando mi sexo entra
completamente en tu vagina.


Comienzo a moverme lentamente, muy despacio, dejando que el
sexo salga pr�cticamente en su totalidad, para volver a introducirlo en tu
h�medad muy despacio, saboreando la sensaci�n de sentirlo aprisionado. Mi boca
vuelve a tu cuello. Tus manos agarran mi cabeza por el pelo. noto tus dientes
clavados en mi cuello mientras respiras profundamente. Contin�o penetr�ndote
despacio, dejando que te acostumbres a mi, que te relajes del todo. Mis manos se
pasean por tu cintura, tus caderas y tus muslos, disfrutando del contacto con tu
piel.


Tus u�as en mi espalda me hacen pensar que necesitas que
aumente el ritmo. Coloco mis manos en tu culo, una en cada nalga, para
aprisionarte y manejarte mejor. Con un largo gemido incremento el ritmo de mis
movimientos, haci�ndolos no s�lo m�s r�pidos, si no m�s bruscos y fuertes. Tus
gemidos aumentan y entre suspiros me pides que siga asi. Agarrado de tus nalgas,
te penetro mientras mi lengua se vuelve loca por tu cuello, tu boca. Me acerco a
tu o�do y te susuro lo mucho que me gustas, las ganas que ten�a de hacerte el
amor, lo loco que me vuelves.


Tu primer orgasmo llega con tus manos clavadas en mis nalgas,
buscando que entre a�n m�s dentro de ti, que te posea hasta las entra�as. Mis
movientos son fren�ticos, de animal. Movemos la cama de su sitio y varias veces
tengo que volver a colocar mis pies en el suelo para poder seguir. Me susurras
al o�do que no pare, que por favor siga, que te corres otra vez. Yo, no puedo
evitarlo, es demasiadao para mi y noto mi orgasmo acercarse. Entre gritos y
jadeos alcanzamos la cima juntos, con nuestros cuerpos roz�ndose, nuestras manos
clavadas en el culo del otro. Tus caderas se levantan para recibir mis envites.
Vierto todo lo que soy dentro de ti.


Me tumbo a tu lado jadeante, igual que t�. Nos re�mos y
gemimos juntos. Giramos nuestros cuerpos para quedarnos mirando. Apoyado en una
mano, dirijo una mirada a todo tu cuerpo. Mi mano acaricia tu cadera. Te lanzo
un beso y vuelvo a acariciar tu mejilla, mirando tus ojos.


Una ducha nos sirve de recuperaci�n a ambos. Jugamos como dos
ni�os con el agua. Entre risas lavo tu cuerpo sin utilizar esponja, tan s�lo mis
manos que recorren tu cuerpo. Nos abrazamos y nos besamos. Tras un rato de
escarceos, siento como mi sexo se est� recuperando cuando te das la vuelta y
aprovecho para pegarlo a tu trasero. Te sales de la ducha y nos secamos
m�tuamente. Tu cara es la de un �ngel cuando seco tu pelo con una toalla. Me
tomas de la mano y me llevas a la cama. Me haces tumbarme, a�n algo h�medo por
la ducha. Adivino tu juego y esta vez te toca a ti llevar la voz cantante.
Levanto mi cabeza para ver como te colocas de rodillas, con tu cabeza justo a la
altura de mi sexo. Lo tomas entre tus manos y me miras p�caramente.


- Pobrecita. Mira como la hemos dejado. A ver si puedo
despertarla...


Lo cierto es que mi sexo ya est� "despierto" cuando noto tu
lengua jugar con �l. Haces c�rculos con tu lengua en su punta mientras no puedo
evitar arquearme por el escalofr�o de placer que siento. Al fin lo introduces en
tu boca y noto tus h�medos labios recorrerlo a medida que va entrando en ella,
donde tu lengua lo espera, juguetona e inquieta. Cierras tus ojos y lo tomas de
su base e inicias un lento movimiento con tu cabeza para sacarlo e introducirlo
en tu boca. Me incorporo un poco m�s para disfrutar del espect�culo. Tu cabeza
sube y baja y tu espalda, desnuda, acaba en tu precioso culo y tus caderas, que
no puedo evitar acariciar. Despu�s de un rato de deliciosa mamada te obligo a
subir hasta mi altura. Nos besamos y te abrazo. Todo tu cuerpo desnudo est�
encima del m�o. No hay un cent�metro de mi piel que no te sienta, incluso
aquella que no te toca, porque me traspasas como si fuera gelatina. Necesito que
me hagas el amor y te lo ruego al o�do. Colocas tus rodillas a ambos lados de mi
cuerpo y, tomando mi pene con una mano, lo diriges a la entrada de tu sexo.
Lentamente, con una dulce tortura, te dejas caer sobre mi, bajando igual que lo
har�a un �ngel del cielo, anunciando que el para�so est� pr�ximo. Mi pene entra
en ti completamente y entonces pones tus manos en mi vientre, para ayudarte en
tu cabalgada. Te mueves despacio. Tu movimiento es tanto de arriba a abajo como
de atr�s hacia adelante, en una deliciosa espiral que me atrapa hacia su centro.
Tus manos suben hasta mi torso, oblig�ndote a inclinarte hacia mi, lo que
aprovecho para besarte. Te vuelves a incorporar mientras mis manos toman tu
cintura. Veo tus pechos colgando, botando suavemente por tus movimientos y no
puedo ni quiero resistir la tentaci�n de estrujarlos entre mis manos. Veo tu
cara de placer, con los ojos entrecerrados. Por un momento pienso que quiz�s los
cierres para ayudarte a pensar en otra persona. Pero los vuelves a abrir y me
miras a mi.


Aceleras tus movimientos en la misma medida que sube el tono
er�tico de tus frases. Me dices lo mucho que te gusta mi polla, el placer que
tienes con ella. Yo te contesto con lo mismo acerca de ti. Tu cabalgada es ya
fren�tica, desesperada b�squeda del orgasmo. Decido pasar a la acci�n y en falsa
lucha contigo te hago intercambiar posiciones. Esta vez subes tus rodillas y yo
aprovecho para acariciar tus muslos, erguido sobre ti mientras te penetro,
mir�ndote a los ojos para disfrutar con el placer que est�s sintiendo. Ahora
eres t� la que me obliga de nuevo a ser yo el pasivo, me tumbas y te colocas
sentada sobre mi, de espaldas. Puedo ver mi pene desaparecer entre la raja de
tus nalgas mientras t� subes y bajas con tus manos agarradas a mis piernas.
Decido levantarme y cogerte sin cambiarte de postura, a cuatro patas,
agarr�ndote de las caderas. Mis empujones hacen que choque contra tus nalgas,
entre las que se pierde mi pene en busca de tu sexo. Por un momento te cojo del
pelo, firme pero sin hacerte da�o. Tus movimientos acompa�an a los m�os y los
choques entre nuestros cuerpos provocan ondas en tu culo, que resuenan como
cachetadas. Tus gemidos se hacen m�s profundos, intensos y seguidos. Te doy la
vuelta al notar que me acerco al climax. Separas tus piernas y me abrazas
fuertemente mientras te penetro con toda la fuerza que puedo, sacudiendo tu
cuerpo que no es m�s que un objeto de placer debajo m�o. Nuestros gritos se
confunden e intentamos besarnos, pero la intensidad del orgasmo no nos permite
cerrar nuestros labios.


Permanecemos abrazados un buen rato, hasta que el calor
corporal y el sudor nos obliga a separarnos para respirar.


La noche es larga. Volvemos a hacer el amor varias veces.
Descansamos hasta pasado el mediod�a y te invito a comer a un restaurante a la
orilla del mar. Al preguntarte qu� quieres de postre utilizas tu mirada m�s
p�cara y me respondes "De postre te quiero a ti". Entiendo el mensaje y nos
vamos al hotel. Volvemos a hacer el amor en mil posturas, lento, despacio,
suave, salvaje... Una siesta para recuperar el cansancio y volvemos a hacer el
amor.


Es la �ltima vez y lo sabemos los dos. Me concentro en que
tengas el m�ximo placer que puedo proporcionarte, multiplicando las atenciones,
las caricias, atento a tus gestos, a tus movimientos. Intento retrasar todo lo
posible mi orgasmo y alargar los tuyos. Cuanto m�s disfrutas t�, m�s lo hago yo.


Estoy de pie, mirando como facturas tu equipaje. Te vas. No
hablo s�lo del vuelo. Te vas. Es la despedida. Los dos sabemos, sin decirlo, que
jam�s volveremos a vernos. Lo nuestro es una locura y es lo que lo hace
especial, irrepetible. Es algo que ambos recordaremos de por vida. Y asi debe
ser. T� tienes tu familia, tu hijo y tu esposo. Tu vida. Y a ella vuelves.


Te despido con un largo beso y espero hasta que desapareces
por la puerta de embarque. No me marcho a casa. En lugar de eso me quedo en el
aeropuerto, esperando. Veo un avi�n que se aproxima a la pista de despegue. Es
bastante improbable que sea el tuyo, pero para mi es representativo. Pego mi
cabeza al cristal y levanto mi mano. "Adi�s...hasta siempre", se me escapa de la
boca mientras te despido con la mano. Sab�a que iba a ser asi, lo sab�a y estaba
preparado. Y a�n asi, sin poder evitarlo, me paso el viaje de regreso llorando.


Locuras. La tuya, aventurarte a venir. La m�a, dejarte
marchar.


Dedicado a t�, la que me haces so�ar. Que el sue�o se cumpla.


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Relato: Locuras
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