Solange La Gata Cruel
Demencia, locura. Coca�na y�Sexo
�Bienvenido a mi infierno hijo de puta!-.
La noche era una noche fr�a de invierno. La habitaci�n era
una cama grande sin frazadas y con una pata rota, un velador en el piso, el
equipo de m�sica sobre una mesa sin sillas, un placard de madera, el ba�o con
una puerta corrediza, y una ventana que daba al pasillo.
�Bienvenido a mi infierno hijo de puta!- me dijo.
Solange se llamaba Lorena. Ten�a veintis�is a�os. El pelo
largo hasta la cintura, te�ido a rubio. Ojos color de miel. Y un cuerpo formado
en los escenarios de cualquier nightclub donde pudiera trabajar.
Solange ol�a a encierro. Permanec�a en su habitaci�n a
oscuras as� el sol, o la claridad de cualquier d�a nublado, no lastimaban sus
pupilas. Pasaba la tarde escuchando un CD de Los Redonditos de Ricota o Los
Piojos, Fito P�ez, Madonna o Ricky Martin, seg�n su �nimo. Al anochecer encend�a
el velador.
Solange ten�a heridas en sus brazos. Marcas profundas sobre
sus venas. Una mente manipulada por m�dicos y psiquiatras. Tres internaciones y
tres fugas de distintos Hospitales. Solange sufr�a esquizofrenia, bipolaridad en
tercer grado, personalidades m�ltiples y el resto del diagn�stico est� reservado
a la adicci�n por la coca�na.
Solange era violenta para discutir, era mentirosa, era puta,
era streaper, era drogadicta, era loca�era sexy, era divertida, era sensible,
era dulce. Era Lorena y tu vida cambiaba, tus d�as oscurec�an, tu futuro no
exist�a, tu mente se turbaba, tu cuerpo apenas respond�a. Era Lorena y tu
coraz�n se aceleraba, lat�a. Y lat�a para ella. Tu alma, conoc�a los rincones
m�s prohibidos, hasta abrir tu mundo al punto de entender cada sentimiento o
cada impulso que puede llevar a una persona a ser feliz o a morirse de tristeza;
porque de amor todav�a no vi morir a nadie pero la tristeza te mata.
Entr� a su habitaci�n una noche de invierno. � Ten�s los ojos
tristes -. Yo estaba con unas hojotas hawaianas, pantaloncito corto de f�tbol y
una musculosa. � Bienvenido a mi encantador infierno-. El lugar ard�a. Tomamos
vino. � Los locos y los borrachos siempre dicen la verdad-. Me mostr� sus fotos
en el escenario, lleg� su amiga algo agitada por las escaleras y tapada por el
fr�o, que no tard� sentir el fuego en su cuerpo. S�lo bastaron unas l�neas de
coca�na armadas sobre la mesa. Y rigotril, un medicamento que Solange me dio
para que pudiera dormir, y dejar el insomnio que me hab�a llevado a su
habitaci�n.
Cambi� el CD y me acost� en la cama. Sonaba Fever, de John
Davenport y Eddie Coole, pero en su versi�n m�s er�tica, m�s sensual. En la
versi�n de Madonna. Solange empez� a bailar. Su amiga tambi�n. Se movieron
lentamente con ritmo. Intercambiaban miradas. Se ayudaron a desvestirse. Fever.
Yo acostado en la cama y ellas dos al borde bailando, desnud�ndose, rozando sus
cuerpos. Fever. Solange me quit� el vino para beber de la botella y echar sobre
su cuerpo. Con las manos llev� la cabeza de su amiga hacia sus senos arqueando
su cadera, mientras se hac�a m�s sexy, pasaba su lengua siguiendo el vino que
ca�a hasta su vientre. La agarr� de los pelos, la estir� bruscamente y chocaron
sus cuerpos desnudos. Se abrazaron y se frotaron con ritmo. Se miraban con
placer. Acariciaba sus piernas, ella parec�a temblar. Gir� le dio la espalda
apoyando las nalgas en Solange que estir� sus brazos lastimados hasta que sus
dedos acaricien en la pelvis de su amiga. Sus caderas nunca quietas y el
infierno ard�a cada vez m�s. La bes� en el cuello, la bes� en los hombros.
Apret� sus pechos y volvieron a girar, esta vez, intercambiando la mirada
conmigo que perd�a mi mente. Perd�a mi cordura. Perd�a el conocimiento y
desvanec�a en la cama sin poder moverme. El rigotril me hac�a efecto. Bienvenido
a mi infierno hijo de puta!- Escuch�.
Vi las luces apagarse, la m�sica sonaba de m�s lejos, apoy�
mi cabeza en la almohada y sent� cuatro manos que recorrieron mi cuerpo.
Acariciando mi abdomen, mis piernas, mi pene. Sensaciones raras. Los labios de
Solange me besaban, en mis labios, por mi cuello. La lengua de su amiga me
recorr�a, me exploraba. Cuatro manos me acariciaban. Sent�a los pechos de las
dos rozar mi piel. Sent�a mi cuerpo caliente, la respiraci�n cortada. El aliento
de ellas que me degustaban. Me probaban. Hasta que su amiga tom� mi miembro con
su boca, lo chup�, lo llen� de saliva y Solange empap� sus labios. Entre las dos
me hicieron sexo oral. Yo permanec�a quieto, inm�vil, con los efectos de una
pastilla mezclada con vino tinto y coca�na. Con los efectos de mi depresi�n y mi
tristeza. Y con la m�sica cada vez m�s lejos porque gem�amos los tres, cada vez
m�s fuerte. Sent� un dedo, o dos, que apretaban en mi ano. Queriendo entrar a la
fuerza mientras sus bocas segu�an con mi miembro.
Ah� grit� de placer, ah� ronrone� como un gato en celo, la
mezcla de sus bocas y sus dedos tan bien puestos en dos partes de mi cuerpo
fr�giles y sensibles me llevaron al �xtasis. Solange se acost� sobre m�, apret�
su pelvis sobre m�, y entr� en ella. A la amiga, la sent� sentada en mi cara,
con el cuerpo hacia atr�s, apoyada sobre el respaldo de la cama. Solange se
mov�a, se jadeaba. Sent�a su cuerpo desnudo caliente sobre mi piel. Suavemente
se inclin� hasta la amiga y con su lengua le dio placer. Con sus manos abiertas
apoyadas sobre mi pecho, Solange se mov�a con fuerza, se retorc�a, me apretaba.
Entre ellas se gritaban. Comenz� a rasgu�arme fuerte pero sent�a poco lo que
estaba pasando, confund�a si era cierto o era un sue�o, las im�genes se
intercalaban. Pero el placer y el sabor de su piel estaban ah�. Conmigo. Tambi�n
la sangre que aparec�a en mi cuerpo rasgado. Solange lleg� al orgasmo y grit�
con furia. Sobre m� se sent� la amiga y d�ndome su espalda me cabalgaba fuerte,
intensamente. Intenso fue su orgasmo cuando lleg�. � Te amo hijo de puta-.
Volvieron con sus besos a m�, hasta que me hicieron llegar, y me corr� con
ganas.
En ese momento, en ese instante perd� completamente el
conocimiento y nada m�s recuerdo hasta la ma�ana. Que apenas pude levantarme y
que mi hermano me vio bajar por la escalera sin que me respondieran las piernas.
Todav�a quedaban efectos del rigotril. S� que se divirtieron conmigo toda la
noche, s� que grit� como una puta. Se que ellas me gozaron. Pero no puedo
contarlo. Tengo un vac�o, un espacio en blanco que no me permite saber que m�s
pas� esa noche. Fue as�, amanec� una tarde desnudo, en medio de dos mujeres
hermosas y de una, particularmente, a la que ame profundamente. Hasta el d�a que
decidi� suicidarse.