Relato: Mis Vacaciones en el Campo (5)





Relato: Mis Vacaciones en el Campo (5)


MIS VACACIONES EN EL CAMPO (5)




Pocos instantes despu�s, o� la voz de Mam� que me llamaba. Le
dije a Ariel que le deb�a una meada, aunque la realidad era que ahora est�bamos
a mano.


Alcanc� mi vestido y las sandalias y, para cuando estuve en
un lugar visible a los ojos de mi madre, ya ten�a la ropa puesta. Sacud� mi
cabello, por si quedaba pasto y me pein� un poco con los dedos, acomodando el
el�stico que me hac�a una peque�a cola de caballo. El resto de mi pelo, peinado
para atr�s, estaba suelto.


Por suerte, Mam� estaba demasiado encimismada en sus
pensamientos como para prestarle atenci�n a mi apariencia que, pese a mis
esfuerzos, dejaba bastante que desear, seg�n pude darme cuenta un rato m�s
tarde, cuando, dentro de la casa, me demor� frente a un espejo.


-Caro, hija -me dijo Mam�, con voz algo triste-... He
decidido irme ahora, esta misma ma�ana, para evitar el tr�nsito lento� Vos sab�s
lo que es la ruta a �ltima hora de la tarde, �no?


S�, Mami; no te preocupes: unas horas m�s o menos, no van a
hacer diferencia. Adem�s -a�ad�, con tono interesado (y aunque mi cabeza estaba
en las pijas de Esteban y Ariel, sin olvidar la concha y las tetas de Mariana y
las m�as propias, realmente me interesaba por la seguridad de mi madre), lo cual
me vali� m�s fe en m� por parte de ella-, lo importante es que llegues bien a
casa y que descanses... Supongo que ma�ana vas a tener mucho trabajo.


-Bueno... no creo: estamos a principio de a�o y esta �poca
suele ser de muy poco trabajo. De todas formas, te agradezco que te preocupes
por m�; eso me alegra y me tranquiliza, porque me demuestra que lo de ayer no
fue una simple casualidad: realmente, est�s creciendo� est�s madurando.


Si bien ella tom� la iniciativa, ambas estuvimos muy felices
de abrazarnos, cosa que se repiti� media hora m�s tarde, antes de subirse al
auto, ya con su bolso en el asiento trasero y con el motor en marcha. Esteban se
encontraba junto a m�, al lado de la ventanilla del auto, a punto de dar el
�ltimo "chau" a Mam�, con un brazo rode�ndome los hombros (muy decentemente, por
cierto) y su cabellera confundi�ndose con la m�a. Pero poco a poco, ese brazo
fue desliz�ndose por mi espalda, hacia abajo, hasta llegar al ruedo de mi
vestido, que levant�, para deleite de ambos y de Mariana, que me miraba desde la
ventana de la cocina, a muy pocos metros del espect�culo que estaba por
presenciar. Me levant� la falda hasta la cintura y, lentamente, me acarici� las
nalgas y descendi� a mi conchita. Como si lo hubiese hecho toda la vida, separ�
instintivamente las piernas para permitir esta maniobra de mi t�o, que termin�
por introducir dos dedos en mi cuevita caliente y h�meda, que, naturalmente,
continu� con un muy excitante mete y saca.


-Bueno, Caro -dijo Mam�, quien como es l�gico imaginar,
ignoraba lo que suced�a en el conejito de su nena-: todav�a est�s a tiempo para
venirte conmigo� no quiero obligarte a nada, pero quiero que tengas esa
tranquilidad.


-No, Ma -respond�, haciendo lo posible por controlar la
respiraci�n y llegando con mi mano a la bragueta de Esteban, para liberar su
erecci�n y hacerle una paja a escondidas-� Ya est� decidido: no es que... que no
te quiera, pero... -dije, imposibilitada de continuar mientras mi mano hac�a de
las suyas en el enorme pedazo de carne de mi t�o.


-Est� bien: ya s� -dijo, comprensiva-� entiendo que quedarte
ac�, con tu t�o, va a hacerte mucho bien; aire fresco, tomar sol, andar a
caballo y todas esas cosas que no pod�s hacer en casa. Vos que pod�s, disfrut�;
pero si lleg�s a extra�ar, no dejes de llamarme. Pod�s volver cuando quieras;
eso s�: para fines de febrero, te quiero en casa. Tenemos que preparar las cosas
para que empieces el secundario. �De acuerdo?


-S�, Mam� -respond�, sincera y aliviada, no s�lo por las
palabras de mi madre que, por otra parte, no hac�an otra cosa que confirmar lo
hablado con ella y mi t�o, apenas llegamos al campo, sino por el descanso que
los dedos de Esteban estaban d�ndole a mi conejito, a fin de poder hablar con
Mam� sin sobresaltos que, en el peor de los casos, podr�an haberme sacado de
aquel para�so de placer y lujuria-: de acuerdo. No te preocupes -a�ad�, en tanto
segu�a d�ndole placer a mi querido t�o; mientras no tuviera que hablar, podr�a
seguir gozando de la paja que, con mi mano oculta, le estaba haciendo-, a fines
de febrero estoy en casa.


-Bueno, est� bien, hija. �Ah�! Y obedec� a tu t�o en todo lo
que te diga. S� buena con �l.


-No te aflijas, hermanita -alcanz� a decir, disimulando su
excitaci�n-� Carola es un encanto. Hace todo lo que le digo y m�s. Tenerla a mi
lado es un placer� Creeme.


Mam� acerc� mi rostro al suyo y, con un tierno beso, pleno de
cari�o, se despidi� de m�. Al ver que le tocaba el turno a Esteban, aceler� el
ritmo de la paja y llev� a la pr�ctica el mismo sistema que hab�a usado con
Ariel, la noche anterior: llev� la piel de su pija hasta llegar a los test�culos
y, al regreso, cubr�a su glande con el prepucio. No tuve que hacerlo m�s de tres
veces, antes de que escupiera su leche (que lament� no poder saborear y, por
supuesto, tragar) contra la puerta trasera del auto, dejando una mancha que el
viento de la ruta se encargar�a de quitar o, en el peor de los casos, de secar y
volver invisible. Lo cierto es que, ya aliviado, Esteban pudo despedirse de Mam�
con toda naturalidad� como si nada hubiese pasado. Una vez que guard� la verga
en su pantal�n, permiti� que el auto comenzara a moverse, y con las manos en el
aire, nos despedimos de ella.


-�Y ahora, qu�? -interrogu�, ansiosa, deseando que la
respuesta fuera algo as� como "Ahora, desnudate y vamos a coger".


-Ahora, cada uno a su dormitorio o donde quiera, pero solo o
sola, hasta dentro de media hora.


-Pero, �por qu�, Esteban? -reaccion�, triste y
desilusionada-. ��No me digas que se acab� todo, justo ahora que se fue Mam�?!
�Me muero de ganas de coger!


-Ay, Caro; se ve que est�s muy excitada y no prest�s atenci�n
a lo que te digo. Acabo de decirte que esto es por media hora, hasta asegurarnos
de que tu mam� no va a volver, porque se olvid� de algo� Es s�lo una medida de
precauci�n; �entend�s, mi amor?


Asent� y, no sin antes sentir una breve pero sensual caricia
de mi t�o en las nalgas, me fui a mi habitaci�n, donde me puse a escribir mi
diario para anotar todo cuanto hab�a sucedido desde mi llegada al campo,
intentando no olvidar ning�n detalle... ni el menor gemido.


Al rato, o� que alguien tocaba a mi puerta. Me sobresalt�:
pens� (no s� porqu�) que podr�a ser Mam�. Afortunadamente, me equivoqu�. Dije un
t�mido "Adelante", y entr� Mariana, con un delantal de cocina, encima de la
ropa. Nos besamos, apenas, en los labios, y me pregunt� qu� hac�a. A esta
altura, yo ya terminaba de guardar el diario en el caj�n de mi mesa de luz.


-Nada -dije, encerrando aquel librito-... S�lo algunas
anotaciones. �Y vos? �Cocinabas?


-S�; ya est� todo casi listo. Falta ponerlo al horno unos
quince o veinte minutos. Ahora, s�lo falta esperar a que se cumpla la media hora
que nos dijo Esteban para empezar a divertirnos. �Quer�s seguir escribiendo, o
prefer�s que te cuente algo? �Qu� hermoso culito que ten�s! Te miraba mientras
te desped�as de tu mam� y tu t�o te hac�a la paja. �Llegaste al orgasmo?


-No� Pero mejor que no hablemos de eso hasta que termine esta
puta media hora. Hablando de putas y esas cosas, tu hermano me cont� anoche de
cuando vos eras chica y tu amiga Ayel�n le pidi� que jugara al "gallito ciego".
�C�mo sigue esa historia? �Te acord�s?


-S�; por supuesto que me acuerdo. Es una an�cdota inolvidable
-dijo, con vehemencia-. As� que lleg� hasta donde Ayel�n le pidi� jugar al
"gallito ciego", �no?


-S�, hasta ah� -respond�, inocente. �Y yo que no quer�a
calentarme!-. �Y qu� pas� despu�s?


-Bueno: Ayel�n le dijo a Ariel que hab�a sido su idea y que,
a lo mejor, no se aburr�a tanto como �l pensaba. Al final, Ariel acept�, para
sac�rsela de encima. Su plan, por lo que supe meses despu�s, era jugar diez
minutos, darle el gusto y decirle que ten�a que salir y que se le hac�a tarde.
Entramos en mi cuarto y Ayel�n le dijo que �l ser�a el primero en ser el
"gallito ciego". Yo me encargu� de vendarle los ojos, mientras que, asombrada,
ve�a que mi amiga se desvest�a por completo. Con un gesto de la mano, le
pregunt� qu� hac�a y ella, totalmente desnuda, me hizo una se�a de que esperase.
Siempre con gestos, me pidi� que me acercara y, ah�, me dijo que quer�a que mi
hermano la encontrara a ella primero. Enseguida, empez� a provocarlo, diciendo:
"A que no me encontr�s", "Si me encontr�s, vas a tener una linda sorpresa", y
cosas as�. Ariel, m�s por compromiso que por otra cosa, puso los brazos hacia
adelante y empez� su b�squeda, sigui�ndole la voz. No tard� ni medio minuto en
encontrarla. Comenz� a tocarla y, cuando se dio cuenta de que estaba desnuda, le
hizo cosquillas en la panza, sabiendo exactamente lo que tocaba. Cayeron sobre
la cama de Ayel�n y se quit� la venda. "�Qu� linda sorpresa que me diste, mi
amor!", exclam�, mientras bajaba su mano por el vientre hasta su conchita que
empez� a acariciar y a abrir. Yo me asust�: nunca hab�a visto a mi hermano
actuando de esa manera; no sab�a qu� hacer� quer�a salir corriendo, pero �para
qu�? Adem�s, lo que suced�a me gustaba; me excitaba. Ver a mi mejor amiga
dej�ndose tocar por Ariel aun en sus partes m�s �ntimas y a los dos gozando me
encant�. Vi c�mo, ignor�ndome por completo, �l empezaba a rozarle los pezones de
sus tetitas; y ella, con manos poco menos que expertas, lo desvest�a de a poco.
Cuando los dos estuvieron totalmente desnudos, mi hermano se puso de pie frente
a ella y Ayel�n, sentada sobre la cama, tuvo delante de sus ojos el grueso,
largo y deseable pedazo de carne de mi hermano, que tom� entre sus manitos de
nena y, guiada por Ariel, empez� a pelarla, hasta que su glande qued� al
descubierto...


-Par�, Mariana -rogu�, viendo que el reloj indicaba que
quedaban cinco minutos para que se venciera el plazo-� me estoy calentando y no
puedo hacerme la paja todav�a.


-Vos no, pero yo s�.


Diciendo esto, Mariana se tir� sobre m�, me quit� el vestido
y, desnud�ndose ella tambi�n, meti� el pez�n derecho dentro de mi conchita. Me
qued� medio sentada, mir�ndola en su h�bil maniobra; y, a pesar de que no entr�
mucho, dada la deliciosa redondez de sus tetas, me puso a mil, que se sum� (como
si hiciera falta) a la exquisita calentura que me hab�a quedado sintiendo los
dedos maestros de mi t�o hac�a un rato, al lado del auto. Enseguida, sac� el
pez�n de mi ardiente y ya mojada cuevita y me la dio a probar en la boca; as�,
pude deleitarme con la mezcla de sabores de su teta con mis jugos. �Ay, qu�
delicia! Ya estaba demasiado excitada como para importarme qu� hora era. Mis
manos fueron, apresuradas, a su otra teta, y la amas�, pellizc�ndole el pez�n.
Mariana lanz� un gemido de placer y no tard� en poner su anhelada vagina sobre
mi boca que se abri� para recibirla. Con la lengua, a modo de pija, comenc� a
penetrarla y pude saborear sus jugos casi al instante, mientras mis inquietos
dedos se met�an en su adorado culito, d�ndole todo el placer que, hasta ese
momento, hab�a aprendido a dar. A�n faltaba mucho por aprender, pero ambas
goz�bamos mucho. En eso est�bamos, cuando Esteban abri� la puerta; ten�a puesta
una bata abierta por adelante y su imponente pedazo de carne, erecto, parec�a
guiar sus pasos hacia nosotras.


-Veo que mis dos amores no han perdido el tiempo -dijo,
simp�ticamente burl�n-... s�lo ha pasado un minuto desde la hora que fij�, y ya
est�n activas.


Mariana tom� la pija de Esteban entre sus manos y, con
maestr�a envidiable, se la meti� en la boca.


-Eso es, mi chiquita� Chup�mela; tu compa�era de juegos es
muy buena mamando, pero un poco de aprendizaje no le va a venir nada mal para
mejorar el estilo. �Ah...! As�, mi nena; m�s, m�s -suspir�, quit�ndose la bata y
quedando totalmente desnudo-... M�s, que quiero terminar en tu boca.


Me puse un poco celosa ante sus palabras; pero, al ver su
cara de felicidad y sentir los jugos de Mariana corriendo hacia mi garganta,
olvid� aquel tonto sentimiento. Intu� que ambas podr�amos hacerlo igualmente
feliz� que ninguna de las dos era su favorita.


�l sobaba las tetas de mi amiga, cuando Esteban y Mariana
llegaban al orgasmo, casi simult�neamente y las dos tuvimos nuestra dosis de
placer l�quido: ella trag� casi toda la leche de mi t�o y yo beb�, con
incansable vehemencia, sus flujos vaginales. Pero aquel momento todav�a no hab�a
terminado. Habiendo guardado parte de la leche de mi t�o y jugando con ella en
el paladar, me bes� en la boca y comparti� conmigo aquel premio que hab�a ganado
en tan buena ley, mientras yo le daba parte de sus propios jugos.


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