Tu contacto me despert�. Al abrir los ojos me encontr� de
frente con tu rostro, hermoso, sereno; tus ojos a�n cerrados suger�an la ternura
de una reci�n nacida;.... �qu� hermosa te ve�as! ....... La piel de tus hombros
cubiertos �nicamente con la s�bana, se encontraba todav�a h�meda por el calor
del ambiente y el olor que tu cuerpo emanaba era una mezcla de perfumes que las
m�s hermosas flores envidiar�an. �Cu�nto te amaba!, pensaba yo, �cu�nta dicha de
tenerte a mi lado, de saberte �nicamente m�a!
Al fin tus enormes ojos se abrieron, lentamente,
pl�cidamente, como una flor que despliega sus p�talos. Al verme, tus labios se
abrieron tambi�n con una sonrisa, mostrando las hileras de unos dientes
blanqu�simos. S�lo acert� decirte....... hola, mi amor, �c�mo amaneciste? Por
respuesta, plantaste �nicamente un breve y h�medo beso en mi boca, permiti�ndome
saborear por un instante la frescura de tu lengua, de tu aliento impecable.
Con la gracia de una gatita mimada que despierta de un
placentero sue�o, estiraste tu cuerpo haciendo que tus blancos pechos se
irguieran plenos, orgullosos; la blancura de tu piel emerg�a de las s�banas como
la espuma en las olas. Desnudo, tu cuerpo blanqu�simo sali� de la cama.
Jal�ndome de una mano me condujiste tras de ti hasta la ducha. Al abrir la
llave, el contacto con el agua fr�a termin� de despertarnos y entre carcajadas,
t� me besabas en los labios y yo te abrazaba fuertemente para evitar que
resbalaras. Al abrazarte, la calidez de tu cuerpo amortigu� un poco el impacto
del agua fr�a, y poco a poco, a medida que se entibiaba, nos hac�a sentir m�s
c�modos. Mis manos empezaron a enjabonar tu cuerpo, delicadamente, deleit�ndose
en cada lugar que recorr�an. Al enjabonar tus pechos, la ciruela que los corona
se endureci� con el contacto; yo los besaba con infinita ternura, saboreando tus
pezones como un ni�o saborea un dulce de frambuesa.
Mis manos tambi�n enjabonaban tu espalda, recorri�ndola
alternativamente desde tu cuello hasta tus nalgas respingadas, arranc�ndote
gemiditos de placer cuando se introduc�an entre ellas. Entretanto, tus manos
inquietas envolv�an mi miembro ya duro por la excitaci�n; lo enjabonaban, lo
sobaban descubriendo su roja cabeza brillante; �C�mo gozamos esos momentos!
..... Pero despu�s, malvada, entre risas saliste corriendo dej�ndome con los
brazos abiertos, ardiendo de pasi�n. Yo trat� de alcanzarte pero t� ya hab�as
salido del ba�o con tu cuerpo envuelto en una toalla; al alcanzarte, ca�mos los
dos nuevamente en la cama y arranc�ndote de un tir�n la toalla, empec� a besar
tu cuerpo, tus pechos, tus muslos. T� me dejabas hacerlo entre risas, tomabas mi
cara entre tus manos y de vez en cuando estampabas c�lidos besos en mi boca,
introduciendo tu lengua y acariciando con ella mi paladar con incre�ble
sensualidad.
Ya m�s calmados, recost� mi cabeza en tus pechos, que ol�an a
limpio. Los sobaba, me extasiaba con ellos por su tama�o. Eran enormes,
turgentes, duros, apenas pod�a abarcarlos con las palmas de mi mano. Su
blancura, fascinante, se adivinaba desde aquella vez que los vi por primera vez�
Desde aquel instante supe que ellos ser�an mi perdici�n,.......mi tesoro m�s
preciado.
Para complacerme, te levantaste de la cama y te enfundaste,
sin tanga, aquella minifalda tableada que compraste hace tiempo. Sab�as que con
ella pod�as lograr de m� lo que quisieras. Tus pechos al aire se bamboleaban
invitadores con cada movimiento de tu cuerpo y tu trasero, incre�blemente
hermoso, dejaba entreverse fugazmente cuando levantabas el vuelo de tu falda....
Con esa vestimenta bajaste a la cocina a preparar el
desayuno, en tanto que yo, con los ojos a�n desorbitados por la visi�n, me pon�a
de mala gana un traje de ba�o. Al bajar, te encontr� preparando al comp�s de la
m�sica de Jo�o Gilberto, el disco que hab�as puesto la noche anterior, dos
platos de frutas y un caf� negro que ol�a exquisito; amorosamente acarici� una
vez m�s tus pechos abraz�ndote por detr�s, dando unos leves besos en tu cuello.
Olaf te observaba silencioso, pregunt�ndose porque hab�as tardado tanto en darle
su comida. Pero meneaba la cola, contento con tu presencia que seguramente
disfrutaba tanto como yo.
Entre comidas, comentamos algunos arreglos que deb�amos hacer
en nuestro jard�n, para hacer lugar a las violetas imperiales que compramos en
el mercado de flores de Cuernavaca. Conforme el tiempo pasaba, la piel de tus
pechos se iba humedeciendo nuevamente por el calor, lo que les daba una
apariencia a�n m�s delicada. Estir� la mano por sobre la barra de la cocina para
toc�rtelos, y t�, al verlo, te acercaste hacia m� para facilitar mi caricia.
Al terminar de comer, entre los dos levantamos los utensilios
para lavarlos; Jo�o Gilberto cantaba ahora La Chica de Ipanema. Despu�s, nos
dirigimos al ba�o para asearnos; t� en el del piso de arriba y yo en el de
abajo, contentos, felices.
Cuando sal� del ba�o, te encontr� frente a m�, esper�ndome
totalmente desnuda, sonriendo maliciosamente. Al tratar de alcanzarte,
r�pidamente te diste la vuelta y corriendo te dirigiste a la alberca; sin
pararte siquiera, �nicamente oprimiste con tus dedos las fosas de tu nariz y te
zambulliste en el agua. Sin pensarlo, hice lo mismo despu�s de quitarme el traje
de ba�o. Jugueteamos como dos chiquillos por un largo rato, zambull�ndonos,
toc�ndonos; me gustaba sostener tu cuerpo sobre la superficie del agua, apoyando
en mis manos tu cuello y tus nalgas. Yo no dejaba de observarte, de admirar la
blancura y la perfecci�n de tu cuerpo. Me fascinaba tener contacto con �l, me
extasiaba su cercan�a, su aroma..............
Una vez m�s escapaste de mis manos; coqueta y
provocativamente saliste de la alberca contoneando exageradamente tus hermosas y
tersas nalgas, volteando hacia m� repetidas veces como haci�ndome una invitaci�n
para ingresar al para�so.
Con la cara llena de malicia, te tendiste sobre una toalla
boca abajo en el c�sped, pidi�ndome con un tono provocador que te diera masaje
en la espalda. Entusiasmado, coloqu� un poco de aceite aromatizado sobre las
palmas de mis manos y empec� a acariciar tu espalda, apenas toc�ndote. Tu cara
sonre�a con un gesto de placer profundo; tus ojos, expresivos, me miraban
entreabiertos, sensuales.
Pronto, un deseo irrefrenable volvi� a apoderarse de m�. Casi
inconscientemente, mi lengua se pos� sobre tu espalda lamiendo tu espina dorsal,
desde el c�ccix hasta el cuello; mis manos recorr�an tus om�platos y el inicio
de tus abultados pechos. T� empezaste a agitarte, a temblar de deseo. Mis manos
acariciaban tu espalda ahora con m�s fuerza. Cambiando mi posici�n y casi
sent�ndome a horcajadas sobre tus muslos, mis manos empezaron a sobar tus
gl�teos, dejando ocasionalmente al descubierto con mis movimientos, el anillo
rosado de tu ano.
Consciente del placer que me causabas, abriste tus muslos al
m�ximo, hasta dejar al descubierto la exquisitez de tu orificio. A m� se me
sal�an los ojos de sus cuencas con lo que estaba viendo. Con un deseo
irrefrenable, mi boca abr�a el surco maravilloso de entre tus nalgas, lamiendo
incesantemente con mi lengua el orificio de tu ano. Cuando logr� introducir
parte de mi lengua en �l, tu cuerpo se retorci� intensamente, gimiendo
constantemente en una agon�a de placer. M�s,....... me dec�as,..........
m�temelo ya, por favor,.........
Pero ahora era a m� a quien le tocaba hacerte sufrir. Con el
aceite para masajes impregn� levemente aquellas bolitas de l�tex que compraste
en una Sex Shop, y con toda la paciencia del mundo, comenc� a introducirlas, una
por una, en el estrecho orificio de tu ano. Tus gemidos eran ahora m�s fuertes.
Cuando termin� de introducirlas, r�pidamente te levantaste y te apoyaste sobre
tus rodillas y manos, levantando tus nalgas hacia m� como invit�ndome a
introducir mi miembro entre ellas.
Tomando una decisi�n que todav�a me asombra, en lugar de
introducir mi miembro en ti opt� por colocar mi cara bajo tu vientre, para
atrapar con mis labios el dulce bot�n de tu cl�toris. Ah�, a la vista ten�a,
hinchados por la excitaci�n, los enormes globos de tus pechos colgantes, que con
tus movimientos hac�as bambolear de un lado hacia otro; �c�mo me excitaba ver
aquello!
Fue entonces que cuando sent� tu cuerpo arquearse por la
proximidad de un orgasmo intens�simo, ataqu� furiosamente tu cl�toris y comenc�
a sacar, una por una, con extraordinaria lentitud, las bolitas de l�tex de tu
ano. Tus gemidos entonces se transformaron en gritos; tus u�as se clavaron con
desesperaci�n en el c�sped y tu cuerpo empez� a convulsionarse, a temblar
violentamente mientras mi boca se impregnaba con tus jugos. No acertaba, en esos
momentos, a decidir qu� parte de tu cuerpo acariciar. Lo mismo apretaba tus
pechos, o introduc�a mi lengua en tu vagina, o aprisionaba entre mis labios tu
cl�toris. Cuando termin� de sacar las bolitas, todo era confusi�n; por unos
instantes que parecieron eternos perdiste el control sobre tu cuerpo, hasta
desplomarte, exhausta, sobre el c�sped, aprisionando mi cara con la parte
interna de tus muslos. Te quedaste quieta, inm�vil. Tus ojos cerrados indicaban
haber experimentado un placer intens�simo. Tu cuerpo estaba cubierto de sudor,
completamente laxo. Entretanto yo, a duras penas, intentaba calmar mi endurecido
miembro.