Mi dulce sorpresa
Ese d�a me escap� de la chamba, estaba aburrido y deprimido,
mi matrimonio no hab�a resultado lo que esperaba, mi mujer result� un tanto
d�spota y se la pasaba mejor con sus amigas y su familia.
Por mi parte, no ten�a a nadie a quien acudir, me cas�
enamorado de mi mujer y no me import� que tuviera una hija de un matrimonio
anterior. Trat� de remediar las cosas, pero despu�s de tres a�os las cosas
estaban en picada. Esa vez me dediqu� a pensar en la que me esperaba con el
divorcio mientras me tomaba unos ins�pidos whiskys.
De pronto.
�Rayos, debo llegar a la casa!
Apenas llegue a tiempo para cambiar de turno con mi esposa,
que ya se iba a trabajar, hasta el d�a siguiente.
Cuando se fue, apurada y enojada como siempre, me met� a
tomar un ba�o caliente y sal� en bata a ver un rato la tele.
Me dispuse a mirar el noticiero acompa�ado de otra copa.
�Papi!- son� la tierna voz de mi hija.
Chispas, tres a�os y no me acostumbro a tener una hija de
siete a�os-pens�
�Que quieres nena?
Tengo sed papi-respondi� su vocecita.
Pobrecilla, ella era mi compa�era de desgracia, su madre la
relegaba tras sus amistades y su trabajo de doctora, tal vez hasta yo estaba
antes que ella en la mente de su madre.
Le tend� los brazos con una sonrisa.
Me correspondi� la sonrisa y se refugi� en mi pecho.
La llev� a tomar un vaso de leche a la cocina y despu�s la
cargu� hasta su cama.
Olguita era linda, ten�a unos ojazos negros que acentuaban
m�s la inocente expresi�n de su rostro.
Su naricilla breve y sus labios que formaban una fresita roja
le daban una belleza angelical aunque era de una talla m�s grande de lo com�n.
En ese instante me di cuenta de que ella ser�a mi amiga en la
desgracia y que no podr�a dejarla sola.
Le cont� una historia para que durmiera tranquila y sin
sentirlo me dorm� junto a ella.
Fue por el licor, un rato m�s tarde, me despert� abrazado a
ella, y ella a m�.
Con cuidado la dej� sola y me fui a mi habitaci�n, en donde
me dispuse a dormir.
Pero antes, record� que no hab�a tenido sexo desde hac�a
varios d�as y, resignado, me dispuse a buscar consuelo en mi mano.
Resultaba rid�culo tener que hacerlo pero, no me atra�a para
nada ir a buscar consuelo en otros brazos, y las de paga no me gustan para nada.
Y, ah�, en la obscuridad de mi cuarto, empec� a trabajar a mi
amigo.
Empec� lentamente, con cuidado para prolongar la masturbaci�n
lo m�s que pudiese, y, con los ojos cerrados, no note que mi nena se hab�a
despertado y me hab�a ido a buscar.
�Qu� haces papi?-pregunt�
Ahogando un grito de sorpresa y pena dije:
Nada hija, me rasco porque algo me pic�.-
A mi tambi�n me pica la espalda-dijo
�Me rascas papi?-agreg�.
Si hija, ac�rcate y te rasco.-le respond� con un suspiro.
Le rasque la espalda y la mand� a su cuarto.
�No quieres que yo te rasque tambi�n? Pregunt� antes de
salir.
No hija, gracias.-
Ni modos, de vuelta a empezar con manuela.
Otra vez, con calma empec� a tocarme.
Nuevamente empec� el antiguo rito de la masturbaci�n.
Y nuevamente la vocecilla:
�Te sigue picando?-
Si, mi cielo, me pica- respond� sumiso.
Pero la erecci�n no se me baj� como la otra vez, ahora estaba
adolorido de tenerla.
�Te rasco papito?-insisti�
No se que se fundi� en mi cabeza pero:
Si nena, r�scame-dije mientras yo mismo me sorprend� al
decirlo.
Con resoluci�n, mi hija se acerc� y me observ� la
entrepierna.
�Te pica tu pip�?-
Si hija ah� me pica-
Y se puso a rascar a los lados, entre mis vellos.
Te pica porque tienes pelos ac�-me asegur�, con toda su
ingenuidad.
Yo, estaba francamente en las nubes y no cesaba de pedirle
que me rasque m�s arriba o a un lado.
Ya me cans�- me dijo.
Con voz temblorosa le dije:
Me sigue picando, tal vez si chupas ah� donde me pica se
acabe la comez�n-
No se de donde me sali� la malicia para decir eso, pero su
tierna boca, sin dudarlo bes� con una inmensa suavidad mi glande y le dio unas
t�midas chupadas.
Fue suficiente, apenas tuve tiempo de apartar su boquita de
mi pene y de interponer mi mano para evitar que los chorros de semen la
salpicaran.
Fue una experiencia �nica.
Con la mano limpia, alej� su carita de mi entrepierna y,
cuando pude hablar otra vez, le dije:
Gracias nena, ahora si me ha dejado de picar.