Me llamo Daisy, tengo 21 a�os y milagrosamente he sido
aceptada para trabajar en la cocina a las �rdenes del mundialmente conocido
cocinero; V�ctor Prats. Yo present� mi solicitud para el trabajo, casi porque no
quedara sin intentarlo. Pero me qued� sin aliento cuando recib� esa llamada en
mi casa, inform�ndome que pod�a incorporarme al trabajo de inmediato. Estaba
segura que elegir�an a cualquier otro aspirante pero creo que ha tenido bastante
que ver en mi elecci�n, el echo de ser una mujer joven y (no es por darme de
m�s) guapa.
Tampoco es que yo sea una total inepta en esto de la cocina,
tengo un buen pu�ado de cursos y una poca experiencia laboral, cultivada los
veranos en alg�n que otro restaurante costero. Pero trabajar con semejante
cocinero es como un sue�o para la mayor�a de aspirantes en este mundo.
Me han dicho por tel�fono que ma�ana lunes me presente en el
restaurante con todos mis bartulos porque hay que preparame r�pido para el duro
verano que se aproxima. As� lo hago y me presentar� ma�ana con mi vestuario de
cocina que he usado siempre los veranos. Seguro que me dar�n uno nuevo pero que
no quede mi participaci�n.
As� es, al d�a siguiente tengo unas cuantas intensas
experiencias. Primero me dan dos chalecos de cocina, uno el de trabajo y otro el
de gala. Y despu�s tengo el honor de conocer y encajar la mano con el maestro
V�ctor. Como lo hab�a visto antes en algunas fotos, se le ven unos 50 a�os. Y no
se le ve uno de esos gordos cocineros con una barriga de 9 meses. Sino un
aspecto fuerte, una mano recia y viril que me ha vislumbrado el vigoroso hombre
que es con solo el apret�n.
El primer d�a en el restaurante es como todos los primeros
d�as en un trabajo nuevo. O sea, pesado con creces. Yo no sab�a muchas cosas
porque si bien se cocinar bastante, se trata de saber donde est� cada
herramienta y cada producto, en resumen, que no he parado de preguntar cosas a
mis compa�eros.
El maestro V�ctor me ha vigilado atentamente en este primer
d�a. Y no le ha parecido raro mi primerizo despiste. Claro �l sabe mejor que
nadie a lo que se enfrenta un cocinero nuevo. Afortunadamente este primer d�a se
acaba, sin mucho �xito por mi parte pero conf�o en que aprender� r�pido. El
segundo d�a tambi�n resulta un poco pesadito, pero claro cada vez me muevo con
mayor soltura. Y mis compa�eros advierten que con el tiempo me pondr� a su
altura. Aunque algo pasa con el maestro V�ctor, yo para estas cosas tengo mucho
ojo y veo que �l espera m�s de mi. En los sucesivos d�as yo doy mi 120% en el
trabajo pero a�n as� no dejo de notar un poco de desconfianza en el chef.
Aproximadamente a las dos semanas de haber empezado el
trabajo, V�ctor tiene una entrevista personal conmigo. Me dice que nota como me
desenvuelvo mejor a diario, que cree que ha tenido una buena elecci�n,
eligi�ndome como aprendiz. Pero que cree necesario darme un par de clases extra
para tapar esos peque�os huecos en mi laboral desenvoltura. Yo le digo que �l es
el maestro y por tanto quien tiene que decidir por mi desarrollo en el
restaurante. Y que estoy atenta para cual diga �l que sea este. �l me dice que
tiene en su casa una �mplia cocina, que no es cuesti�n de compararla con la del
restaurante. Pero que servir� para hacerme ese par de clases, en mi necesarias
para avanzar paso a paso sin necesitar bast�n. Quedamos en hacerlas el lunes
siguiente, d�a en que el libra y yo tambi�n elegir� como mi d�a semanal de
asueto.
El lunes despu�s de comer me aproximo con mi coche al chalet
del cual me dio la direcci�n. El chalet hace honor a su amo pues llega a ser el
m�s grande de los alrededores. Tiene un ancho jard�n y piscina propia que en
verano debe estar riqu�sima. Pero a�n estoy embobada con los lujos cuando
reacciono y recuerdo a que he venido aqu�, a que me den clases. Llamo al timbre
y en un instante aparece maestro V�ctor con su semblante profesional de siempre,
sin dar tan solo un atisbo hogare�o. Nos damos los dos besos de rigor y
inmediatamente empieza la clase. Me visto con mi chaleco de trabajo al igual que
�l y nos disponemos a cocinar un pato con peras durante el cual se supone que me
ense�ar� unos cuantos secretos en el oficio.
Pelamos el pato y sin pausa �l me va dando instrucciones de
diversas cosas que veo que podr� dar su aplicaci�n universal en el restaurante
con todo tipo de platos. Al cabo de un rato el pato ya est� en la olla, junto a
otros ingredientes que van siendo puestos en su momento justo. La compa��a de
V�ctor se ha ido haciendo cada vez mas familiar. El gran coronel que conoc� hace
apenas dos semanas, ahora es como un viejo amigo de batallas con el que batallas
verdaderas no faltar�n este verano.
En un momento dado me dice que est� atenta a la olla, que
mire bien lo que hay dentro pues tengo que saber apreciar en cada momento el
punto de cocci�n del plato. Mientras miro adentro, �l me pone una c�mplice mano
en el lumbar. No cesan sus explicaciones y tampoco yo ceso mi atenci�n hacia una
clase que quiz� nunca m�s tendr�. Su a�n c�mplice mano ahora est� en el inicio
de la curva que pasa a llamarse trasero mio. No me parece desagradable ni mucho
menos pues considero una gran podio el ser manoseada por el mism�simo V�ctor
Prats. Siento c�lida esa mano cuando se mete debajo de mi bata y acaricia mi
prieto culo. Creo grande tener el honor de ofrezer mis nalgas al gran chef. Y
m�s grande el en ese mismo momento estar recibiendo una clase suya.
-V�ctor: �como va el pato?
-Daisy: bien, creo que ya es momento de a�adir las peras.
-V�ctor: bien pues �chalas ya.
Esto me dice mientras creo que se ha sacado el pene tras de
mi y se est� masturbando a la salud de mi redondo trasero. Mis pantalones han
sido bajados tambi�n y ahora me mete el dedo en esa rajita por la que muy pocos
penes han pasado. Apenas el de mi ex-novio y el de mi ex-suegro. Yo no he
abandonado mi atenci�n al pato con peras pero ahora lo hago curiosamente sin
dejar de gemir. V�ctor tiene mucha ma�a para la cocina pero parece que tambi�n
mucha ma�a para las rajitas. Con un solo dedo me est� haciendo gozar lo que a
veces no he gozado ni tan solo con un pene entero. Quiz� es el morbo de la
situaci�n, "sin duda" pienso yo.
-V�ctor: creo que ya est�, ret�ralo del fuego que nos
dedicaremos a otra cosa.
Dejo el cazo a un lado esperando que est� buen�simo. Pero hay
otra cosa que tambi�n espero que est� buen�sima y a esa me voy a dedicar ahora.
Efectivamente V�ctor estaba con los pantalones bajados como puedo apreciar
cuando me giro. Tiene una vergota gruesa como sus manos y tiesa como su encaje.
Nada m�s girarme, me coge de los anchos costados del trasero y me besa con
pasi�n. Mis manos sienten la llamada de ese erecto miembro y se apoderan de �l
con suavidad. Est� pero que muy duro y no es cuestion de ara�arlo para que
explote.
Mientras lo masturbo �l me masturba tambi�n con su dedote. Me
tiene tan excitada que en un arrebato de lujuria me agacho y trato de meterme
todo el pene en la boca. Pero es entonces que reacciono al conocer mis l�mites y
ver que uno de ellos es no poder tragarme una verga de palmo y medio.
-V�ctor: ven hija, s�bete al marmol que te har� mujer.
-Daisy: mujer ya soy, tendr�s que hacerme otra cosa
diferente.
-V�ctor: bueno, tratar� de hacerte "m�s" mujer.
-Daisy: jeje, seguro que lo conseguir�s.
Me quita del todo los pantalones para poderme abrir bien de
piernas, y me abre la bata para poder contemplar mis pechos como botar�n
mientras me folla. Nos fundimos en un acalorado beso mientras noto que �l va
haciendo sus manipulaciones para met�rmela. En un momento dado, y por sorpresa,
me la mete toda de golpe.
-Daisy: OOOOooooh!
La rudeza de la penetraci�n no ha sido nada traum�tica porque
estaba yo excitad�sima. Yo me abrazo a su espalda para so�ar y so�ar mientras �l
me la mete todo lo hondo que puedo haciendome llorar de placer. Nunca cre� que
pudiera hacer el amor con tanta fuerza. Ya las cogidas de mi ex-suegro eran el
doble de bestias que el infantil coger de mi ex-novio. Pero a�n as�, el
meter-sacar del pene de Victor hace honor a la fama mundial de cocinero que
tiene. Adem�s el morbo de ser cogida encima del m�rmol de la cocina del gran
Victor, hace que yo estalle en un orgasmo continuo. Y no cese de gemir al m�ximo
volumen que da mi voz, sin diferenciar donde comienza el orgasmo y donde acaba.
-V�ctor: voy a correrme nena �usas p�ldora?
-Daisy: ah! ah! ah! pues no, ah! ah!pero t� est�s casado? ah!
ah!
-V�ctor: separado, pero podr�a rehacer mi vida con una chica
tan guapa como t� �Qu� te parece?
-Daisy: ah! ah! ah! correte dentro de mi amor, ah! ah! ah! S�
quiero! oh! oh! oh!
Una extra�a manera de pedir mano a una dama, pero no falta de
caballerosidad. La misma caballerosidad y hombr�a que descarga dentro de mi
vagina con una fuerza tremenda. Que me hace despegar hacia el tremendo orgasmo
final, con el que a�n tiemblo cuando se ha retirado ya �l y su pene de dentro de
mi y se sienta en la silla a reponerse.
Nos medio vestimos y mmmmm, hay un delicioso pato con peras
preparado para reponernos las fuerzas!