MIS AMORES FRATERNALES (02 El Camino)
Desde mi infancia a mi juventud, el verano siempre ha sido la
�poca anual m�s esperada pero creo que ninguna estaci�n estival fue tan ansiada
como la de aquel a�o. Y la raz�n era clara, las anteriores vacaciones hab�an
sido demasiado impactantes para m�. Fue cuando brot� en mi cerebro el deseo de
mi hermana, cuando descubr� su cuerpo de mujer, sus sensuales pechos, su
voluptuoso trasero, sus carnosos labios, su atractiva personalidad, en
definitiva, su belleza. Desde las pasadas vacaciones era incapaz de ver a Elena
s�lo como mi hermana, se hab�a convertido en algo m�s, en una mujer anhelaba por
m�. Seguramente, pensaba yo, nunca llegar�a a pasar nada entre nosotros, pero
aunque s�lo fuera una fantas�a, la idea me ten�a completamente absorbido.
Fantas�a o no yo ve�a el inminente verano como una nueva
posibilidad de intimar con mi hermana, aunque s�lo fuera para compartir tiempo y
espacio con ella. �bamos a pasar, adem�s, las primeras vacaciones organizadas
por nosotros, sin supervisi�n paterna. Todo surgi� gracias a la inseparable
amiga y vecina y en cierta manera, como ya sabe los lectores, tambi�n "hermana".
Es decir gracias a Mar�a.
Este iba a ser el �ltimo verano antes de que Mar�a ingresara
en la universidad. De no haber repetido curso yo hubiera estado en su misma
situaci�n, pero eso ya no tiene remedio. El caso es que Mar�a quer�a hacer de
estas vacaciones las mejores de su vida. Hab�a organizado un Interrail por
Francia y el Benelux con sus amigas en agosto, iba a pasar tambi�n otra quincena
en San Juan de Alicante y ten�a pensado en los primeros d�as vacacionales irse
de camping con otro grupo de amistades. Lo ten�a todo ocupado excepto la segunda
quincena de julio. Para esas fechas pens� en nosotros, sus queridos amigos de la
infancia. Nos propuso a Elena y a m�, y tambi�n a su hermana Ana, que nos
fu�ramos a recorrer el Camino de Santiago y aceptamos encantados. Solo faltaba
obtener el permiso paterno.
Afortunadamente yo en aquel curso saqu� buenas notas (ya me
val�a despu�s de haber repetido), por tanto mi rendimiento escolar no fue
impedimento para que mis padres me dejaran irme de vacaciones a donde yo
quisiera. Pero mi hermana tuvo alg�n que otro problema m�s. Mis padres
consideraban que sus 16 a�os no eran todav�a una edad aceptable como para
marchar hacia aquellos lejanos senderos gallegos. Afortunadamente con el
esfuerzo de los dos, y alguna que otra ayuda externa, les convencimos.
Elena utiliz� como argumento en su defensa su car�cter
responsable y sus buena notas (lo del car�cter responsable no se lo cre�a ni
ella pero ya se sabe que los padres suelen ser tener una imagen distorsionada de
los hijos) Yo aduje que su edad era m�s que suficiente porque aunque ten�a 16
cumplir�a los 17 en unos meses, concretamente en diciembre, y que adem�s yo
cuidar�a de ella (No colaron ninguna de las dos razones, mis padres s�
consideraban que yo era un aut�ntico irresponsable). Finalmente utilizamos el
cartucho de la comparaci�n. Les informamos de que los padres de nuestras vecinas
s� que hab�an dado permiso a sus hijas para hacer el Camino de Santiago y que
aquello creaba jurisprudencia porque Mar�a era de mi misma edad y Ana de la de
Elena. Tampoco termin� de convencerles ese argumento pero al final una
conversaci�n con los progenitores de nuestras vecinas termin� por hacerles
ceder. Nos cost� pero obtuvimos el permiso paterno para irnos de vacaciones los
cuatro a Galicia.
Una vez salvado este obst�culo y cada vez m�s ilusionados con
nuestra aventura, sobre todo yo, planeamos meticulosamente el viaje. Dispon�amos
de 15 d�as para realizar el recorrido pero como no ten�amos af�n de batir ning�n
record elegimos salir desde la localidad de Ponferrada. En teor�a desde all�
s�lo ser�an nueve etapas pero pens�bamos que as� podr�amos hacer el camino de
forma tranquila y sin prisas, y adem�s, si nos sobraban d�as los gastar�amos de
juerga en Santiago de Compostela. Hab�amos o�do hablar de la m�tica ruta de
bares compostelanos conocida como Par�s Dakar. Cuando tuvimos planeado el
trayecto nos ocupamos de la equipaci�n. Compramos mochilas, sacos, botas,
material para el botiqu�n, comida para el viaje, porros y yo condones. Oye,
nunca se sabe.
El d�a 14 de julio a las 10 de la noche los cuatro
"hermanos", es decir, mi verdadera consangu�nea Elena, mis vecinas Mar�a y Ana y
yo, sub�amos al tren que deb�a de llevarnos hasta Ponferrada. La primera etapa
de nuestra aventura.
Pero antes de adentrarnos en la narraci�n de nuestra
experiencia por la ancestral ruta peregrina haremos un peque�o par�ntesis para
referirnos a ciertos hechos de inter�s ocurridos durante el concluso curso
escolar.
Algunos de ellos ser�an de capital importancia para nuestras
vidas, sobre todo para nuestras biograf�as sexuales. Y es que aquel a�o los
cuatro nos hab�amos desvirgado. Yo en el oto�o anterior me ech� una novieta, se
llamaba Silvia, con la que estuve unos cinco meses. La chica me gustaba bastante
y me ayud� a sobrellevar, que no a olvidar, la atracci�n que yo sent�a hacia mi
hermana. Con ella supe por primera vez lo que es hacer el amor. Nos estrenamos a
los tres meses de relaci�n y, hasta que cortamos, lo hicimos unas cuatro veces
m�s. Pero en fin, aquello no estaba destinado a ser el amor de nuestras vidas y
por circunstancias que no vienen al caso la relaci�n termin�.
Casi tan impactante para m� como la p�rdida de mi virginidad
fue enterarme de la de mi hermana. Aquello s� que no me lo esperaba. Ella
tambi�n se hab�a emparejado tras el verano. El chico en cuesti�n se llamaba Luis
y aunque no tuve la oportunidad de conocerle mucho me ca�a bastante mal. Cuando
mi hermana me cont� que se hab�a desvirgado con �l, definitivamente le odi�. Fue
una noche en la que est�bamos estudiando los dos en la misma habitaci�n. En un
momento de hartazgo de libros ella en tono confidente me dijo:
- David te tengo que contar una cosa...
- �El qu�?
- Que me estrenado con Luis.
- �Qu� quieres decir? �Que te has acostado con �l?
- S�.
Me qued� blanco. Por un lado me alegr� que mi hermana tuviera
la suficiente confianza en m� como para confesarme aquella experiencia pero, por
otro lado, una especia de celos filiales invadieron mi cerebro.
- Pero si eres muy joven- dije en un tono protector que no me
pegaba nada.
- Bueno, ya no soy tan joven.
- No s�. Yo creo que debes tener cuidado. Los chicos somos
muy cabrones y ese tal Luis se puede aprovechar de ti.
- Bueno... Ya da igual, le he dejado.
- �S�?- dije, ya sin intentar ocultar mi satisfacci�n por la
noticia.
- S�. Ver�s, despu�s de hacerlo por primera vez, hemos
follado un par de veces m�s. Pero el se ha vuelto un pesado y estaba todo el d�a
pidi�ndome que fu�ramos a su casa cuando no hab�a nadie o a un hotel y cosas
as�. Me hart� un poco y le he dejado.
- Pues creo que has hecho bien. Oye y... �usar�ais cond�n?
- S� claro, no soy tan descerebrada
Estaba impactado con mi hermana. Mi peque�a Elena se hab�a
acostado ya con un chico, y encima su primera vez fue casi al mismo tiempo que
la m�a a pesar de que yo ten�a un a�o m�s que ella. Mi orgullo de hermano mayor
se encontraba tambi�n algo herido con aquella noticia. Me qued� unos segundos en
silencio mir�ndola. Qu� guapa era. Finalmente me atrev� a sobrepasar el l�mite
de la correcta discreci�n.
- �Y d�nde lo hab�is hecho?
- En casa de sus padres. Cuando no estaban, claro.
- Bueno �y te gust� la experiencia?
- Pues la primera vez, la verdad, no fue muy all�. Pero las
otras veces han estado bien. Disfrut� bastante. Tengo que decir que Luis no es
nada malo... aunque tampoco tengo de momento con quien comparar.
- Bueno mejor que no compares con nadie que todav�a eres muy
joven para acostarte con chicos
- Oye, que t� tambi�n te has acostado ya con Silvia.
- Bueno pero yo soy mayor.
El argumento no acab� de convencer a mi hermana. Pero ah� se
qued� el asunto porque ella, aun siguiendo con el tema, cambi� de protagonista.
- Oye, �y sabes lo de Ana?
- No, no s� nada.
- Pues ella tambi�n se ha estrenado.
- �Con Enrique?
- Claro �Con qui�n iba a ser si no?
Enrique era el novio de Ana desde hac�a ya ocho meses. Lo
suyo no fue tan impactante para m� como lo de Elena pero a�n as� no dejaba de
ser tambi�n otra bomba.
El caso es que en pocos meses los cuatro hab�amos perdido la
virginidad, porque Mar�a hab�a sido la primera de nosotros en lograrlo. Fue el
verano pasado justo despu�s de su visita a nuestro apartamento de Cullera. Se
ech� un ligue en San Juan y lo hizo por primera vez sobre las arenas blancas de
aquella playa alicantina. M�s tarde, ya en Madrid, se enroll� con un chaval con
el que mantuvo una desenfrenada relaci�n. Nosotros lo sab�amos porque Mar�a
nunca ha sido reticente a contar este tipo de cosas. Ella misma me revel� sus
experiencias una tarde tomando caf�. Mar�a era, por tanto, no s�lo la primera en
estrenarse sino adem�s la m�s experimentada de nosotros en materia sexual.
Total que comenzamos aquel verano habi�ndonos ya iniciado en
las pr�cticas amatorias, aunque a esas alturas de a�o ni Elena ni Mar�a ni yo
conserv�ramos pareja. Solamente Ana continuaba saliendo con su chico.
Pero dejemos ya las interpolaciones para centrarnos en el que
fue nuestro Camino de Santiago.
El tren nos dej� en Ponferrada muy temprano, todav�a casi
madrugada, y tras desayunar fuerte iniciamos el largo camino. Por delante nos
esperaban casi 200 kil�metros a pie. Las primeras etapas fueron muy duras
f�sicamente. No est�bamos acostumbrados a caminar tanto tiempo aunque por suerte
los cuatro est�bamos en buena forma y de muy buen humor. En la primera jornada
recorrimos 22 kil�metros que para estrenarnos no estaban nada mal. Llegamos a
Villafranca del Bierzo donde encontramos un albergue repleto de curiosas gentes
a su cargo. Las condiciones de nuestra hospeder�a no es que fueran de lujo, m�s
bien lo contrario, pero el ambiente era bastante divertido. Grupos de j�venes y
no tan j�venes con esp�ritu aventurero y, sobre todo, mucha camarader�a.
Pero si la primera jornada nos result� dura, la segunda fue
diez veces peor. La subida al Cebreiro se nos hizo eterna. Menos mal que
encontramos un acogedor albergue en la cima donde el personal nos anim� a seguir
adelante. La tercera jornada tambi�n fue larga, 20 kil�metros hasta Triacastela.
La suerte es que nuestros cuerpos empezaban a adaptarse al esfuerzo y adem�s la
mayor�a del recorrido fue cuesta abajo y por impresionantes parajes boscosos
cercanos a los Ancares.
El refugio de Triacastela era el mejor de los tres visitados
hasta el momento. All� fue donde conocimos a tres chicos asturianos que a partir
de ese d�a iban a compartir con nosotros una parte del viaje. Eran Adri�n, un
chaval rubio y delgado, el m�s callado de todos; Juan que era alto, feo y con el
pelo largo y Pedro, el m�s bajo, tambi�n moreno y el que parec�a el l�der del
tr�o, al menos era el que m�s hablaba. Los tres de la misma edad que Elena y
Ana.
Se fijaron en nosotros, no por m�, claro, sino m�s bien por
mis tres compa�eras. Cuando yo acab� de ducharme me los encontr� hablando con
Elena y Ana. Me los presentaron e intent� ser correcto aunque como todo var�n
que osara acercarse a mi hermana no me ca�an bien. En cualquier caso me mostr�
cordial y aguant� las manidas bromas del tipo "tres t�as para un t�o, d�janos
una".
El caso es que a mi hermana y a Ana les cayeron simp�ticos y
aquella noche hubo que pasarla en su compa��a. Mar�a se mostraba m�s
distanciada, quiz� porque les ve�a demasiado inmaduros para ella. Compramos unas
cuantas botellas de vino y mezcla para kalimotxo y aprovechamos la buena
temperatura nocturna para montarnos una fiestecilla a la intemperie. La verdad
es que nos lo pasamos bien aunque ellos no ocultaran sus pretensiones de ligarse
a alguna de mis compa�eras. Yo observ� que mi hermana no le hac�a ascos a
Adri�n, el rubito. A Elena siempre le han gustado los que tienen aspecto de
misteriosos y como hablaba poco el chaval encajaba con esa imagen. En cualquier
caso no pas� nada pero noche nos acostamos bastante m�s tarde de lo habitual.
Al d�a siguiente la resaca hizo sus efectos en todo el grupo
de siete que hab�amos formado. Sobre todo porque en el albergue nos obligaron a
levantarnos a las ocho de la ma�ana. Seg�n nuestra planificaci�n inicial aquel
d�a ten�amos previsto recorrer 24 kil�metros, los que distanciaban Triacastela
de un pueblo llamado Rente, pero debido a nuestro lamentable estado, causado por
los excesos de la noche, aceptamos la sugerencia de los tres asturianos de
acortar el camino. Ir�amos s�lo hasta Sarria donde estaba situado el albergue
m�s cercano. A�n as� solamente ahorrar�amos cinco kil�metros.
Aquel d�a nuestro ritmo fue lent�simo. Cuando llegamos a
Sarria ya no hab�a camas libres en el albergue de peregrinos. Afortunadamente en
aquel pueblo, uno de los m�s grandes en esa parte del camino, hab�an instalado
una especie de tiendas militares enormes con capacidad para unas 20 personas.
Era el hospedaje previsto para los peregrinos m�s lentos como nosotros. Nos
instalamos los siete en aquel precario refugio, sin nadie m�s en la tienda.
A pesar de la resaca que hab�amos padecido esa misma ma�ana
nuestros recientes amigos propusieron montar otra fiesta. Ana y Elena aceptaron
con entusiasmo la idea, Mar�a mostr� su indiferencia y a m�, la verdad, es que
no me desagradaba la propuesta. Total est�bamos de vacaciones, no hab�amos
venido a sufrir y en las tiendas no hab�a horario para levantarse.
Aquella noche en lugar de montarnos nuestro propio botell�n
decidimos aprovechar que est�bamos en una localidad mediana, es decir que hab�a
bares, e irnos a tomar algunas cervezas y copas. Nos tomamos bastantes pero como
nuestro dinero se evaporaba con demasiada facilidad finalmente compramos
nuevamente material para kalimotxo y nos fuimos a nuestras tiendas. Yo estuve
observando todo ese tiempo como Adri�n y Elena se hab�an hecho cada vez m�s
amigos. Tambi�n comprob� que Ana se mostraba encantadora con Pedro. Me
sorprendi� su actitud porque ella dec�a estar enamorad�sima de su novio. Juan
intent� un par de acercamientos hacia Mar�a pero ella no se mostr� muy receptiva
y �l, escarmentado, decidi� no tantear m�s.
En la tienda, cuando nuestro nivel et�lico alcanzaba cotas ya
poco tolerables, la noche comenz� a desfasar demasiado. En un momento dado
Adri�n y Pedro nos anunciaron que iban a orinar fuera. Al rato, cuando todav�a
no hab�an vuelto, Elena y Ana se salieron tambi�n de la tienda sin exponer
motivo alguno. Nos quedamos solos Maria, Juan y yo. Pasaban los minutos y all�
no aparec�a nadie. Juan se puso a preparar una nueva mezcla de kalimotxo y Mar�a
aprovech� para proponerme ir a investigar lo que ocurr�a con los ausentes.
Cuando Mar�a y yo salimos no tardamos en encontraremos a
Elena y a Adri�n morre�ndose tirados en la hierba, y unos metros m�s alejados a
Ana y a Pedro en id�nticas maniobras.
Mar�a sonri� divertida ante la escena pero yo sent� un
pinchazo en el coraz�n, claro s�ntoma de celos. De nuevo era incapaz de
olvidarme de mi hermana. El deseo oculto que manten�a hacia ella me provocaba
aquel inadecuado sentimiento. En cualquier caso intent� disimular para que Mar�a
no se diera cuenta de mis sensaciones. Ella permanec�a distra�a observando a su
hermana y a la m�a hasta que me dijo...
- Estoy mareada por tanto vino �Me acompa�as a dar un paseo?
No me disgustaba su propuesta porque as� me alejar�a de
Elena, pero Juan nos esperaba en la tienda.
- �Y le decimos a Juan que se venga?
- No. Es muy pesado y no me apetece estar con �l. D�jale ah�.
Si esta borracho, seguro que se queda dormido.
Me convenci� y nos dispusimos a dar el paseo. Fuimos en
silencio. Mis pensamientos estaban todav�a centrados en mi hermana y Mar�a
tampoco estaba muy habladora. Me dio la impresi�n de que ella tambi�n manten�a
ocupada la mente con sus propias disquisiciones. Casi sin darnos cuenta andamos
hasta el final del pueblo, de hecho, pr�cticamente nos salimos de Sarria.
Llegamos a una especie de prado. Fue Mar�a quien avist�, ayudada por la escasa
luz lunar, unas enorme piedras.
- Vamos hasta all� a sentarnos.
Una vez acomodados en nuestros improvisados sillones
pedestres seguimos en silencio. Mar�a sac� el material necesario para liar un
porro y se puso a ello. Yo observaba callado como se afanaba en su tarea.
- Est�s muy callado- me dijo finalmente.
- Estoy cansado.
- Pues yo dir�a que no te ha sentado muy bien que tu hermana
se liara con Adri�n.
Mar�a ten�a siempre la extra�a habilidad de leer mis
pensamientos. Quiz� fueran los muchos a�os de amistad, pr�cticamente nos
conoc�amos desde la cuna, pero el caso es que siempre sol�a poner el dedo en la
llaga.
- Bueno, como hermano mayor no me gusta que se despendole,
pero b�sicamente es que estoy cansado�le dije ocultando mi verdadero estado.
Mar�a no cuestion� mi respuesta. Se termin� de hacer el porro
y nos lo fumamos sin intercambiar muchas m�s palabras. Al acabar de aspirar la
�ltima calada Mar�a me sorprendi� afirmando mientras pisaba la colilla...
- Pues a m� estas dos me est�n dando envidia.
- �Por qu�?- pregunt� distra�damente.
- Porque se lo est�n motando cada una con un t�o y a m�
tambi�n me va apeteciendo.
Esa noche yo estaba bastante descentrado y no me enter� muy
bien de lo que me estaba sugiriendo Mar�a, as� que pregunt�...
- �Y por qu� no te enrollas con Juan? Le tienes enamorad�simo
de ti.
- Es un pesado y es horrible. Yo lo que quiero es echar un
polvo, y ya est�, sin m�s complicaciones. Si me enrollo con Juan le tengo
babeando hasta Santiago de Compostela. Y adem�s tiene una cara de virgen que no
puede con ella.
Yo no respond� pero me qued� pensando en la forma de ser de
Mar�a. Era una chica con car�cter. Sab�a atar en corto a los t�os. Me gustaba su
personalidad. Ya desde ni�a denotaba esa actitud de marisargento. Mis
reflexiones las interrumpi� bruscamente con una pregunta que al escuchar me
provoc� un aut�ntico vuelco al coraz�n.
- Oye David �tienes condones aqu�?
Me qued� estupefacto ante su pregunta. Casualmente s� llevaba
condones. Me hab�a tra�do dos que guardaba en mi cartera �Acaso Mar�a me iba a
proponer echar all�, en pleno campo, un polvo?
- S�, �por?- pregunt� ingenuo.
- Para hacer globitos, no te jode �Pues para qu� va a ser?
Para echar un polvo.
- �Conmigo?- Parec�a gilipollas con tanta pregunta tonta.
- Pues hombre, no veo a nadie m�s. Claro que si no quieres
no.
Yo estaba cada vez m�s aturdido. Eso s�, mi polla ya hab�a
reaccionado por su cuenta iniciando un leve empalme.
- No, no. Por mi s�, claro- respond� sin lograr quitarme el
tono de est�pido aplatanado- Es que me ha pillado por sorpresa tu idea.
- En todo caso no ser�a la primera vez que nos enroll�ramos.
Mar�a se refer�a a la ya mencionada ocasi�n, cuando ten�amos
14 a�os, en que compartimos algunos besos con lengua. Pero aquello no pas� de
unos calientes morreos, desde luego nada de acostarnos o algo parecido.
- Si bueno, pero follar, lo que se dice follar, no hemos
follado mucho t� y yo.
Ella no dijo nada, se limit� a sonre�rme. A continuaci�n se
levant�, se desabroch� sus pantalones cortos, y se los quit� sin ninguna
verg�enza. Sin detenerse se sac� la camiseta de tiras negra que llevaba y se
mostr� ante m� en bragas y sujetador, ambos negros. Estaba preciosa. El cuerpo
de Mar�a, como ya he contado en alguna ocasi�n, es pr�cticamente perfecto. Yo la
miraba embobado mientras mi polla decididamente se elevaba ya hacia una completa
verticalidad. Ella se tumb� en la hierba h�meda, con su ropa colocada a modo de
precario camastro.
Por fin reaccion�. No iba a desaprovechar aquella
oportunidad. Me quit� la camiseta y me coloqu� a su lado. Directamente fui a
buscar sus labios y fui bien recibido. Nos fundimos en un largo beso con lengua,
un contacto caliente h�medo, un beso lento y bonito entre dos grandes amigos.
As� estuvimos un buen rato. Yo ya estaba pensando en iniciar otro tipo de
caricias, pero Mar�a fue quien se adelant�.
Se incorpor� para quitarse el sujetador y ense�arme sus
preciosas tetas que yo no ve�a desde el verano anterior cuando las tres me
deleitaron con una sesi�n de top less. Me inclin� hacia ella para besarlas y
casi al mismo tiempo Mar�a dirigi� su mano hacia el interior de mi pantal�n
corto donde mi pene pugnaba ya por liberarse. Mientras yo besaba sus pezones,
cuantas veces hab�a imaginado hacer esto, ella manoseaba con dulzura mi verga
provoc�ndome las primeras dosis de placer sexual de la noche. La imit�. Puse mi
mano en el interior de sus bragas. Not� su chochete mojado. Mar�a estaba
caliente, eso era un hecho. Con suavidad fui tocando su vulva hasta que ella,
una vez m�s, cambi� las tornas.
Detuvo sus caricias y se dispuso a bajarse las bragas y
quedarse completamente desnuda. Cuando termin� se dirigi� hacia mi pantal�n y me
lo baj� a tirones. Como no llevaba calzoncillos nos quedamos igualados, es
decir, ambos completamente en pelotas. Una vez los tuvo en su poder meti� la
mano en el bolsillo de mi pantal�n para sacar la cartera. La abri� y sin pedir
permiso busc� y encontr� un cond�n. Ella mismo lo desenfund�.
Se dispuso a coloc�rmelo pero antes con su boca cogi� mi pene
y lo succion� con habilidad. Tras esa leve chupada puso el preservativo en su
lugar natural. Yo pensaba que directamente iba a iniciar el polvo pero antes se
coloc� sobre mi cara, oblig�ndole pr�cticamente a lamer su vagina. Lo hice
encantado. Primero lo bes� suavemente, luego saqu� mi lengua y recorr� la ranura
de arriba a abajo, disfrutando de su sabor. Cuando me encontr� con el cl�toris
me detuve all� un buen rato. Ella estaba disfrutando de aquello, jadeaba con
cierta fuerza sujetando sus manos en mis hombros. Segu� lamiendo unos minutos
sin que ella hiciera adem�n de retirarse, aunque finalmente lo hizo. Se coloc� a
horcajadas sobre mi polla que pr�cticamente se introdujo sola en su agujerito.
Comenz� a cabalgarme con furia, casi gritando de placer.
- Me has puesto muy cachonda David- me dijo mientras me
follaba.
- Joder, y t� a m�- acert� a responder.
- F�llame, David, que morbo me da hacerlo contigo... mmmmmm
Sus palabras me estaban poniendo completamente a mil. Tanto
es as� que mi eyaculaci�n anunci� su llegada. La cog� del culo e intensifiqu�
mis movimientos acompas�ndome con los suyos. Ella tambi�n aument� el nivel de
jadeos. Apret� sus nalgas con mis manos, pellizc�ndola y not� que me iba de
forma irreversible. Afortunadamente ella grit� ya de manera incontrolable. Se
estaba corriendo, y por tanto, yo pude tambi�n dar rienda suelta a mi gozo.
- Me corro David... aaaaaah.
- Y yo... uuuuuhhgggg.
El orgasmo fue simult�neo. Los dos nos quedamos abrazados el
uno al otro, ella encima de m�. Busc� mi boca hasta encontrarla y darme un beso
sereno y tranquilo, jugoso y caliente.
- �Te ha gustado?- me pregunt�.
- Claro- respond� convencido adem�s de que hab�a sido el
polvo de mi vida. Tampoco es que hubiera echado muchos antes. �ste fue el quinto
(todav�a los contaba).
Mar�a se retir� de encima de m� para colocarse a un lado. Yo
me pregunt� si este polvo cambiar�a nuestra relaci�n. A m� siempre me hab�a
gustado Mar�a, aun consider�ndola casi una hermana (esto, est� claro a estas
alturas, no era un impedimento para mis deseos sexuales). Pero desde que comenz�
mi obsesi�n por Elena, Mar�a hab�a pasado a un segundo plano. En cualquier caso
la cosa hubiera sido distinta de haberme enrollado con Ana, por ejemplo. Mar�a
es la t�pica chica capaz de echar un polvo con un amigo sin que la amistad se
viera afectada lo m�s m�nimo. A�n as� decid� tantearla.
- Me alegro de haberte ayudado a desfogarte. Cuando te
encuentres en una situaci�n parecida no dudes otra vez en acudir a m�.
Pero su respuesta fue la que me tem�a.
- Eh, no te acostumbres. Lo de esta noche ha sido un polvete
entre amigos. No s� si se repetir� alguna vez, pero ahora nada de ponerte
cachondo conmigo �eh?
Al menos no hab�a cerrado las puertas del todo. Le hab�a
quedado premeditadamente indefinido eso de "no s� si se repetir�".
- Vale. Oye, y si yo tengo un d�a una necesidad acuciante �me
ayudar�s como he hecho yo hoy?- pregunt� sonriendo.
Y ella con igual sonrisa dijo...
- No te prometo nada, pero no lo descarto.
Los dos nos quedamos felices un buen rato m�s desnudos en la
fresca hierba.
Cuando regresamos a la tienda. Los cuatro amantes deb�an de
haberse cansado ya de besarse y magrearse porque los encontramos en la tienda
ri�ndose de Juan que dorm�a profundamente, seguramente, v�ctima de la borrachera
que hab�a pillado. Nos preguntaron de d�nde sal�amos pero Mar�a y yo nos
limitamos a responderles que hab�amos ido a dar un paseo para despejarnos. Al
final todos nos acostamos cada uno en su saco. Ana y Elena cerca de sus
respectivos ligues, yo junto a Mar�a y Juan alejado de los dem�s. Aquella noche
escuch� en la oscuridad como Elena se besaba con Adri�n. Pero por una vez no me
import�. El polvo con Mar�a me hab�a sentado realmente bien.
Cuando despert� estaba de muy buen humor. Mar�a, Elena,
Adri�n y Juan segu�an dormidos. Ana y Pedro deb�an de haberse levantado porque
no estaban en la tienda. Efectivamente me los encontr� cuando sal�. Ellos a m�
no me vieron porque estaban concentrados en una conversaci�n que parec�a seria.
No pretend�a espiarles pero el caso es que pude escuchar lo que se dec�an.
- Mira Pedro, no insitas, lo de ayer estuvo bien pero no nos
vamos a enrollar m�s.
- Pero que m�s da tu novio �Es que no te gusto?
- Pero si no es cuesti�n de si me gustas o no. Ayer estaba
algo borracha y me enroll� contigo. Pero ya no habr� m�s porque no quiero
ponerle cuernos a mi novio.
Decid� dejarles solos, cog� el neceser y me acerqu� al
albergue de peregrinos a ver si all� me dejaban ducharme. Sab�a yo que Ana se
iba arrepentir de haberle puesto los cuernos a su querido Enrique.
Aquel d�a partimos bastante tarde, casi a la hora de comer.
Pens�bamos llegar hasta Portomar�n a m�s de 20 kil�metros de distancia, pero
dado el retraso nos vimos obligados otra vez a reducir nuestras expectativas
iniciales. Acabamos en Ferreiros, otra peque�a aldea donde por suerte
encontramos cama. Nos ofrecieron una habitaci�n con capacidad en literas para
ocho personas. Encantados, nos acomodamos all� junto con un peregrino de
nacionalidad suiza con el que no hablamos mucho. No sab�a nada de espa�ol.
Ana sigui� marcando distancias respecto a Pedro aunque �ste
no se rend�a y continu� insistiendo para que se volviera enrollar aquella noche
con �l. En cambio Elena parec�a encantad�sima con Adri�n. No pararon de besarse
en toda la jornada.
En cuanto a Mar�a, se mostr� muy simp�tica todo el d�a
conmigo. A ella tambi�n le hab�a sentado bien el polvo de la pasada noche.
Estuvimos los dos de muy buen humor lanz�ndonos alguna que otra indirecta sobre
nuestra aventura que s�lo pill�bamos ella y yo.
Esa noche nos acostamos relativamente pronto, sobre todo en
comparaci�n con las anteriores jornadas. Elena y Adri�n decidieron compartir
cama, lo cual a m� no me hizo mucha gracia. Los celos hab�an regresado a mi
mente.
Pero lo peor estaba por llegar. Poco tiempo despu�s de que se
apagaran las luces y de que la oscuridad se apoderara de aquel barrac�n, se
escucharon las primeras respiraciones profundas. Casi todo el mundo se hab�a
dormido de inmediato. Yo no, siempre suelo tardar en conciliar el sue�o y cuando
los acontecimientos se agolpan en mi mente mucho m�s. A causa de ese insomnio
fui testigo auditivo de los juegos entre Elena y Adri�n. Yo dorm�a en una litera
de abajo y ellos estaban tambi�n en la parte baja de un camastro colindante al
m�o.
Hablaban en susurros, no entend�a lo que se dec�an pero
escuchaba perfectamente la risa apagada de mi hermana. Tambi�n percib� el
soniquete empalagoso de sus labios mezcl�ndose con los de Adri�n. Aquello me
estaba sacando de quicio. Yo siempre duermo de lado pero me puse boca arriba
para poder observar sus movimientos. Reconozco que fue una actitud de curiosidad
innata pero a la par tambi�n algo masoquista. Sufr�a viendo a Elena retozar con
un chico.
Entre sombras y ayudado por los ilustradores sonidos me fij�
en los movimientos bajo los sacos que hac�an las veces de manta. Claramente se
ve�an sus manos en acci�n. Yo dir�a que se estaban masturbando mutuamente. Los
leves y disimulados gemidos, sobre todo de mi hermana confirmaban mi tesis.
Estuvieron largos minutos practicando movimientos lentos y pausados pero
coincidiendo con un aumento en la intensidad de sus respiraciones los brazos
dejaron de disimular. El de Elena se elevaba subiendo de arriba abajo y el de
Adri�n en un plano m�s horizontal.
Estuvo claro el momento en el que el chico asturiano comenz�
a correrse. Sus jadeos los pudo escuchar todo aquel que no estuviera ya
profundamente dormido y m�s de uno en la habitaci�n seguro que se despert�. Mi
hermana deb�a de hacer muy buenas pajas porque el t�mido Adri�n no se lo pens�
dos veces a la hora de hacer p�blico el orgasmo que le vino.
Yo cada vez estaba m�s furioso, pero tambi�n, por qu� no
reconocerlo, excitado ante la escena que m�s que viendo estaba intuyendo. Lo que
s� observ� perfectamente fue como Adri�n se desliz� hacia la parte baja de la
cama, como se coloc� sobre el pubis de mi hermana y como inici� un cunnilingus
que a Elena pareci� agradarla enormemente. Ya ni siquiera se tapaban con los
sacos y sus siluetas desnudas se pod�an adivinar entre la oscuridad.
Elena no tard� en correrse. Sus jadeos fueron m�s discretos
que los de su amante pero a�n as� pude escuchar unos peque�os grititos muy
agudos que se�alaban el orgasmo de mi hermana. Aquello me dej� p�lido. Hab�a
sido testigo indiscreto del acto que yo deseaba protagonizar m�s que nada en el
mundo. Qu� dar�a yo por provocar en mi hermana un �xtasis similar al que hab�a
alcanzado aquella noche gracias a las manos y lengua de Adri�n.
No pude apenas dormir y cuando lleg� la hora de levantarse mi
humor era radicalmente opuesto al del d�a anterior. Y por lo visto no era el
�nico que se hab�a levantado de malas pulgas. Cuando fui hacia la ducha Pedro y
Ana segu�an discutiendo, esta vez, m�s acaloradamente.
- �Qu� me dejes en paz de una vez!- gritaba contundente Ana.
Y una vez duchado y vestido a quien me encontr� discutiendo
fue a Ana pero esta vez con mi hermana Elena.
- �Y porque t� no aguantes a ese t�o me tengo que joder yo?-
le dec�a en�rgicamente Elena a Ana.
- �Qu� pasa? �Tanto te gusta ese chaval como para que no
puedas hacer un favor a tu mejor amiga? Si s�lo hace dos d�as que le conoces...
Las dej� solas y me acerqu� a Mar�a para que me explicara lo
que estaba pasando.
- Pues Ana se ha agobiado con Pedro. Por lo visto no la deja
en paz pidi�ndola que se enrollen otra vez. El chaval es mazo de plasta. Mi
hermana quiere que les demos esquinazo y les perdamos, y claro, Elena dice que
no, que quiere seguir con Adri�n. Por eso discuten, para ver si seguimos con los
asturianos o les dejamos de lado.
A m� me ven�a bien que triunfara la idea de Ana pero decid�
mantenerme ajeno a la discusi�n. Que lo resolvieran ellas.
Estuvimos un buen rato esperando el resultado de la
negociaci�n entre Ana y Elena mientras los chicos asturianos nos met�an prisa
por partir ya. En ese momento entraron las dos contendientes y Elena les dijo a
los chicos.
- Nosotros vamos a salir m�s tarde porque a Ana le duele el
tobillo. Id vosotros caminando y ya os alcanzaremos. Y, si no, nos vemos en
Gonzar (�sta era la localidad donde en principio ten�amos previsto pernoctar esa
noche).
Ol�a claramente a estratagema. Ana deb�a de haber convencido
finalmente a Elena para deshacernos de los asturianos.
Aquel d�a, l�gicamente, no llegamos al lugar previsto, s�lo
andamos nueve kil�metros. Nos quedamos en la bella ciudad ribere�a de
Portomar�n. Supon�amos que los tres asturianos habr�an ido hasta m�s lejos, con
lo que Ana se hab�a salido con la suya. Mi hermana hab�a cedido pero ni mucho
menos por las buenas. Estuvo toda la jornada sin dirigir la palabra a su amiga
del alma. Su enfado era tal que tampoco a Mar�a y a m�, que no ten�amos culpa de
nada, nos habl� ese d�a. En la siguiente etapa tampoco caminamos mucho, s�lo 10
kil�metros hasta Hospital de la Cruz. A esas alturas los asturianos deb�an de
haber puesto ya tierra de por medio porque nuestro ritmo era lent�simo. Elena
continuaba enfadada con Ana.
Al octavo d�a de ruta alcanzamos Palas del Rey. Aquel bonito
pueblo sirvi� para destensar algo el ambiente. Comimos la mejor empanada del
mundo y salimos a tomar unas copas. Mar�a y yo est�bamos de mejor humor pero
Elena y Ana, aunque ya no tan enfadadas, segu�an sin arreglarse del todo. Al
final fue Mar�a quien ejerci� de casco azul.
- Chicas os propongo un trato- dijo Mar�a mientras tom�bamos
una cerveza en una terraza.
- �Qu�?- Contestaron ambas al un�sono.
- Si os dais un besito y os hac�is amigas otra vez os cuento
el cotilleo del a�o.
En ese momento yo no supe a qu� se estaba refiriendo.
- Pues ya tiene que ser gorda la noticia para que yo perdone
a �sta- dijo Elena enfurru�ada.
- Es bastante impactante, pero bueno, si no quer�is saberla,
no pasa nada, me lo guardar� para m�- Dijo enigm�ticamente Mar�a, y yo empec� a
atisbar ya por donde iba...
- Yo por mi s�. Te doy un beso y hacemos las paces- propuso
Ana.
- S�, claro para ti es muy f�cil, no te jode- replic� Elena.
- Venga Ana p�dele perd�n y dale un besito- propuso Mar�a.
- Y en la boca a ser posible- a�ad� yo en tono jocoso, para
cortar el hielo vamos.
Ana puso su mejor sonrisa y dijo:
- Querida Elena: Te pido perd�n por haberte dejado sin
rollete. He sido una mala amiga y s�lo he pensado en m�. �Me perdonas?
Elena mantuvo su ya poco cre�ble cara de enfadada, pero
finalmente no pudo dejar escapar una sonrisa.
- Bueno, te perdono pero s�lo para que �sta suelte la noticia
bomba esa.
- Vale y ahora un besito en la boca- dije yo poco convencido
de que mi propuesta saliera adelante.
Pero estaba equivocado, las dos muy sonrientes se dieron un
tierno beso en la boca, que por cierto provoc� un empalme inmediato en mi pene.
Cuando despegaron sus labios ambas dijeron casi al un�sono:
- Venga y ahora suelta lo que ibas a decir.
- Vale. David y yo echamos un polvo el otro d�a en Sarria
mientras vosotras os enrollabais con vuestros ni�atos- Mar�a solt� la bomba sin
mayores pre�mbulos dejando a las dos con la boca abierta y a m� colorado como un
tomate.
A Ana y a Elena, tras la sorpresa inicial, les dio un ataque
de risa. Nos preguntaron si segu�amos enrollados y les dijimos que no, que fue
un polvo de amigos. Parec�an contentas por la noticia. Tras unas cuantas bromas
y preguntas sobre la circunstancias del polvo Elena solt�:
- Pues ya me contar�s, Mar�a, como folla mi hermano.
Contest� yo mismo.
- Muy bien, por supuesto- y ya de paso contraataqu�- Y t�,
por cierto, a ver si eres m�s discreta cuando le hagas una paja a tu rollete y
�l te coma los bajos.
Elena enrojeci� s�bitamente. Por lo visto, no hab�a sido
consciente de que yo me hab�a enterado de todos sus juegos sexuales con Adri�n.
Las otras dos casi se caen de la silla de las carcajadas que les provoc� mi poca
delicada r�plica.
La divertida situaci�n que se cre� esa noche volvi� a unir al
grupo y el buen rollo ya no desaparecer�a hasta el final del viaje.
De Palas del Rey llegamos a Melide, de Melide a Arz�a y de
ah� hasta Arca. Y por fin, en la etapa n�mero 12 alcanzamos el ansiado Monte do
Gozo. Y desde all� divisamos la catedral m�s bonita del mundo, el Obradoiro
anunciaba nuestra meta final. Est�bamos cansados, enfermos y con los pies llenos
de heridas, pero nada nos dol�a. La euforia y alegr�a ocupaba todo sin dejar
espacio para nada m�s. Los cuatro nos fundimos en un abrazo inolvidable.
Y lo mejor es que aquel viaje todav�a iba a dar mucho m�s de
s�. Mi sue�o secreto estaba a punto de hacerse realidad.
Continuar�...
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