Relato: Travestida fui violada...





Relato: Travestida fui violada...

Hola!!!, Mi sobrenombre es A�da, algunos de ustedes ya me
conocen. He sido una chica trevesti de closet toda mi vida, no quiero aburrirlos
dici�ndole los pormenores de mis inicios en el travestismo, creo que de una u
otra manera no es muy diferente a como muchas de nosotras nos hemos iniciado en
este torbellino de sensaciones, tratando de vestir las ropas de nuestras
hermanas o de nuestras madres cuando ellas no se encontraban en casa. Ahora
cuento con 26 a�os de edad y a pesar de que desde hace ya alg�n tiempo he
logrado la independencia econ�mica, no he querido separarme todav�a de mi
familia.


En todo este tiempo, poco a poco, he podido realizarme y
hacerme de la ropa que a mi me gusta y me hace sentir tan sensual cuando estoy
sola. Vivo en una zona conurbada a la Ciudad de M�xico, cerca de la renombrada
Ciudad Sat�lite, un sitio nada fuera de lo normal excepto por el snobismo
generalizado de muchos de sus habitantes.


He estado acostumbrada a llevar una doble vida desde hace
casi 20 a�os. Mis amigos y amigas de trabajo piensan que soy una de las personas
m�s objetivas y centradas que ellos han conocido, pero al llegar a casa y
encerrarme en mi rec�mara, me transformo en alguien completamente distinta, en
alguien cuyos deseos de ser toda una mujer la han llevado a experimentar la
autosatisfacci�n sexual a sus l�mites. Una de �stas experiencias la tuve
relativamente hace poco tiempo.


En Enero de este a�o, tuve la necesidad de ir a comprarme
unos zapatos nuevos, as� que aprovech� la hora del almuerzo de la oficina para
ir al almac�n a escoger algunos que me gustaran. Despu�s de un rato de calzarme
algunos modelos, tom� los que mejor me gustaron y me dirig� a pagarlos a la
caja. De pronto, mi mirada se vio atra�da ante unas hermosas zapatillas de tac�n
muy alto, eran las zapatillas m�s hermosas que jam�s hab�a visto, eran de piel
negra, su tac�n media no menos de 12 cent�metros, la punta era cerrada y el
tal�n semi descubierto, ya que estaban adornadas con sutiles correas que
sujetaban el tal�n y los tobillos. A pesar de que mi presupuesto para calzado
era muy restringido, decid� comprarlas. Le dije a la intendenta que ser�an un
regalo, as� que ella me los envolvi� con un coqueto mo�o rosa sobre la caja.


Esa misma noche al llegar a casa del trabajo, no perd� tiempo
y corr� a mi habitaci�n para pon�rmelas. Llegu�, me sent� sobre la cama, desnud�
mi pie y enseguida me coloqu� una de ellas; al v�rmela puesta, sent� como cada
cent�metro de mi cuerpo vibraba. Por lo que de inmediato decid� comenzar con mi
rito de transformismo, como era viernes, no me importaba demasiado en desvelarme
para estar a solas con mi �ntimo secreto. Dentro de mi armario, tengo un caj�n
en donde aparto toda mi ropa femenina, opt� por vestir completamente de negro
para combinar perfectamente con mis nuevas zapatillas, adem�s de que es un color
que me hace lucir elegante, misteriosa y sensual. Saqu� de ah� unas braguitas
negras con refinado encaje y un discreto sost�n con el que coordina
perfectamente, de otro caj�n saqu� un par de medias negras con ajuste el�stico
para los muslos y un vestidito negro el cual se pliega sensualmente a mi cuerpo
y adorna mi espalda con tirantes en los hombros, el vestidito provee una sutil
ca�da hasta la mitad de mis muslos. Antes de vestir todo aquello, tom� una
refrescante ducha para quitarme aquel arduo d�a de trabajo, de inmediato empec�
a vestir cada una de aquellas prendas.


El rictus inicia desde el mismo momento de tomar las
pantaletas, una deliciosa prenda, sedosa, misteriosa, suave, elegante y m�gica.
Al tocarla, me siento temblar, y m�s a�n cuando la recorro por entre mis
piernas. Al llegar a su destino, basta con ocultar entre mis piernas la
caracter�stica de mi g�nero y presionarlo hasta que aquellas bragas se encargan
de mantenerlo fuera de la vista, dejando tan solo un vientre liso, terso, bien
formado y proporcionado. Mi exacerbada excitaci�n hace que tome aquel satinado
sost�n, envuelvo mi torso con su vaporosa tela, acomodo dos aumentos en mis
senos para realzarlos y hacerlos exuberantes, coloco los tirantes negros sobre
mis hombros, don peque�os trazos rectos que embellecen grandemente el tono
matizado de mi espalda.


Me siento en el filo de la cama, tomo las medias, la m�s
preciadas de mis prendas, introduzco mis manos y brazos entre ellas, las
observo, contemplo extasiado su el�stica consistencia y si hipnotizante
transparencia; enseguida, las empiezo a enrollar hasta llegar a la punta, y
comienza el su recorrido por entre mis piernas. Mis dedos de los pies cubiertos
se ven hermosos cubiertos por aquella prenda, continuo avanzando por la planta
del pie, voy sintiendo la suavidad y gozando su textura. Llego al tal�n; el pie
esta cubierto. Separar los dedos y moverlos dentro de su fina presi�n, que
sensaci�n, es fant�stico. Avanzo, no me detengo, desenvuelvo aquella femenina
indumentaria por la espinilla, llego a la rodilla, hago una pausa para
asegurarme con la palma de mis manos que vaya quedando bien ajustada, desde la
pnta de mi pie hasta la coyuntura de mi pierna. Remato la excitante situaci�n
ajustando mis medias a mitad de mis muslos, un encaje el�stico los presiona
suavemente, presumiendo el contraste entre la vaporosa textura negra y el tono
clro de mi piel.


Repito la misma operaci�n con la otra pierna. Mi pene me
duele, ya que trata de lograr su m�xima erecci�n, pero descubre que se encuentra
atrapado entre mis muslos y el nylon de aquellas sedosas pantaletas, pero trato
de no excitarme, pues falta lo mejor; vestir mis zapatillas nuevas. Inicio
deslizando la planta de mi pie sobre la resbalosa plantilla de aquel provocativo
calzado. Siento como poco a poco se amolda perfectamente a mis pies; con sutil
encanto ajusto las correas alrededor de mis talones y mis tobillos. Estoy que
ardo. Es una sensacion extraordinaria; mi coraz�n late con fuerza y un temblor
inquietante embarga mi cuerpo. Al levantarme de mi cama me veo al espejo; me
excita tan solo verme durante aquel proceso de transformaci�n. Como mi cuerpo es
muy esbelto nunca he tenido problemas en lucir femenina. Finalmente tomo aquel
vaporoso vestidito negro, lo introduzco por mi torso y lo dejo caer cubriendo
autom�ticamente mi espalda y mis caderas hasta la mitad de mis muslos. Camino un
poco por la habitaci�n. Voy rozando mis piernas y trato de escuchar la fricci�n
que provocan mis medias. Es una melod�a afrodis�aca, ex�tica. Empiezo a jugar
con mis zapatillas. Me imagino estar en un lugar p�blico y ser testigo al mismo
tiempo de todo aquel escenario. El cosquilleo que normalmente experimentaba al
verme travestida ahora se manifestaba con fuertes punzadas en un peque�o punto
debajo de mi ano. Tuve las incontenibles ganas de masturbarme ah� mismo, pero
supe aguardar hasta estar completamente travestida. Saqu� mi estuche de
maquillaje y mi tocado de cabellos rizados; los a�os me han hecho experimentar
de mil formas la mejor manera de maquillarme y peinarme como toda una mujer, por
lo que ahora m�s que nunca puedo lucir tan afeminada como cualquier chica.


Al ver finalmente mi imagen en el espejo, no pude evitar
sentirme nuevamente excitada, un regaderazo de placer y de erotismo, en esos
momento siempre pensaba, �Habr� una mujer en el mundo que comparta con igual
placer estos mismos momentos?. Empec� a sentir como se humedec�a mi entrepierna,
comenzaba a secretar los fluidos seminales previos a un orgasmo. Tuve que
detenerme y relajarme, ya que quer�a que apenas aquel fuera el inicio de mi gran
noche de erotismo. Y como el buen sexo, no basta con querer sentir una extrema
satisfacci�n en los primeros momentos, ya que �stos suelen ser breves, sino
dejar que poco a poco que vaya madurando hasta lograr el punto del verdadero
cl�max. Pero aquella vez no pod�a apartar de mi mete querer verme travestida
fuera de aquellas paredes. Con anterioridad, ya me hab�a tomado unas fotos y las
hab�a publicado en internet, la respuesta por varios admiradores no se dej�
esperar, muchos me escribieron para tratar de conocerme, algunos m�s quer�an
citarse conmigo y , los m�s atrevidos, quer�an tener relaciones sexuales de
alguna u otra forma, en fin, para m� lo importante no era lo que quer�an
conmigo, sino su punto de vista con respecto a mi apariencia, la cual era
evidente les provocaba el �xtasis y el deseo. Pero desde hac�a ya alg�n tiempo
hab�a pensado seriamente en salir travestida a las calles, sent�a nada m�s de
pensarlo, un placer indescriptible, pero el temor de ser descubierta me deten�a
por completo.


Pero aquella noche me sent�a completa, plena de realizarme
como la mujer, con la seguridad de que nadie se dar�a cuenta de qui�n era
realmente. Sin m�s que meditar, sobre aquella ropa me puse unos pantalones y una
chamarra con capucha para cubrir mi peinado, ya que a pesar de que ya era tarde,
no quer�a que alguien de mi casa me viera con aquella indumentaria. Tom� las
llaves de mi auto y en silencio me dirig� a la cochera, como ya pasaban de media
noche, sab�a que ninguno de los vecinos saldr�a. Ya en mi autom�vil, me quit� la
chamarra y el pantal�n, los avent� al asiento trasero y empec� a transitar como
si nada. El saberme conduciendo en la ciudad vestida de esa manera me excitaba
enormemente, no ten�a un rumbo fijo, tan solo parec�a que buscara dentro de
todo, un sitio sin tanta gente, aquella contradicci�n me embargaba, quer�a que
alguien me admirara, pero a la vez me daba pena de que alguien me viera. Al poco
rato decid� que tratar�a de hacerlo en un lugar definitivamente poco transitado.
As� que me alej� de la ciudad y me dirig� a una zona industrial. Estacion� mi
coche en un sitio poco alumbrado y apagu� el motor, al quedar todo en silencio,
sent� como mi pecho vibraba del miedo y la emoci�n, no sab�a como es que me
hab�a animado a tomar aquella decisi�n. Aguard� casi una hora sentada sin
animarme a salir ya que una ligera llovizna ca�a de forma constante, algunos
transe�ntes que evidentemente eran obreros saliendo de su trabajo, pasaban sin
darse cuenta siquiera de que yo estaba ah�. Conforme m�s tarde se hac�a, menos
gente pasaba. Como ya hab�a dejado de llover, sent� que ese era el momento
adecuado para salir. Al abrir la puerta del veh�culo, sent� como la helada noche
abrazaba mis piernas cubiertas con el velo de mis medias y como en mi cuerpo se
trasminaba el fr�o por mi ligero vestido, como si fuera en c�mara lenta me fui
bajando del auto, nerviosamente miraba para todos los lados.


Finalmente me levant�, gir� y cerr� la portezuela, al hacerlo
pareci� que aquel sonido fuera un ca�onazo que avisaba a todos que ya hab�a
llegado, pero en pocos segundos el silencio volvi� a reinar en el lugar. Tal
parec�a que yo era la �nica en aquel lugar, no pude evitar sentir algo de miedo,
pero el �xtasis me invitaba a seguir con todo aquello. Empec� a caminar de forma
titubeante por aquellas calles, no quer�a que mis tacones me delataran, pero
lentamente me fui sintiendo en confianza, camin� un largo tramo sin que me
topara con nadie, hasta que me top� con dos hombres que ven�an a mi encuentro,
eran de mediana estatura y estaban a�n vestidos con sus overoles de trabajo, al
verme empezaron a chiflarme y a decirme varias majader�as, pero que a mi me
parec�an excitantes. Tras caminar un par de cuadras decid� regresar, como era la
primera vez que me paseaba as� por las calles, cre� que aquello era suficiente
para empezar. Al llegar a mi auto y justo cuando iba a subirme a �l, detr�s de
m� se encendieron unas luces y una torreta. �Era un auto patrulla de polic�as!,
apenada me sub� r�pidamente a mi veh�culo, pero de igual forma se me acerc� uno
de los oficiales, �ste era algo regordete y de mediana edad. Me pidi� que bajara
la ventanilla, a lo cual no ten�a otra opci�n m�s que de obedecer. �"Buenas
noches"- me salud� aquel polic�a, yo trat� de agudizar mi voz para parecer m�s
femenina, -"Buenas noches oficial"-, -"A ver jovencita, que esta haciendo a
estas horas de la noche en un lugar tan peligroso"-, sin m�s que decirle, le
dije nerviosamente que tan solo estaba paseando. Por mi reacci�n, aquel hombre
empez� a alumbrar con su linterna el interior de mi coche por lo que enseguida
se percat� de mi ropa que estaba en el asiento posterior, - "Muy bien se�orita,
b�jese de su autom�vil y mu�streme su licencia de manejo"-, sin saber que hacer,
ni que decir, baj� de mi auto, al hacerlo, el polic�a alumbro mi cuerpo para
observarme con cuidado.


Pude ver como me miraba de forma lasciva, deseosa y
pecaminosa. Al principio no pudo percatarse de mi verdadera sexualidad, sino
hasta que vio mi licencia de manejo. Quiz� apenado, extra�ado o avergonzado,
confirm� de que no yo no era lo que parec�a ser. �"�Porqu� hace estas cosas?,
�No ve que son faltas a la moral!"-, todav�a quise defenderme dici�ndole que no
hab�a nadie a quien yo insultara, pero me interrumpi� para decirme que aquella
falta merec�a que me llevaran ante un Juez calificador. Yo me puse muy nerviosa
al escuchar aquello, por lo que le ped� de favor que no lo hiciera. El
compa�ero, un poco m�s joven y delgado, se acerc� dici�ndome que por aquella
falta m�nimo ameritaba 24 horas de arresto. Me dijeron que tomara mi pantal�n y
mi chamarra y me metieron en el asiento trasero de su auto patrulla, a pesar de
todo aquello, yo no perd�a la compostura, segu�a luciendo tan femenina como
ninguna.


Me retuvieron media hora dentro de aquel auto mientras ellos
parec�an planear algo. Despu�s de ese tiempo, el polic�a regordete se me acerc�
y abri� la portezuela izquierda para pregunt�ndome el porqu� yo hac�a aquello,
apenada le respond� que me gustaba verme y sentirme de esa forma, que no pensaba
que pudiera lastimar u ofender a alguien haciendo aquello en un lugar tan
solitario. El otro polic�a abri� la otra portezuela para decirme que a ellos no
les tocaba decidir eso, sino al perito en turno que estaba en la estaci�n de
polic�a. Casi sollozando les ped� de favor que no lo hicieran que era la primera
vez y la �ltima que lo har�a. Uno de ellos se rasc� la barbilla mientras que le
dec�a a su compa�ero, -"�Como la vez Compadre?"-, el otro se dirigi� a mi para
decirme, -"�Pues usted dice como nos arreglamos!"-, en aquellos momentos esas
palabras fueron como m�sica para mis o�dos, de mi bolso de mano saqu� mi cartera
y un billete para ofrec�rselos. Al verlo, uno de ellos dijo. �"�Nooo, con eso no
alcanza!, �Verdad compa�ero?, R�squele m�s, sino �Vamos a tener que
llev�rnosla!"-, saqu� otro billete de menor denominaci�n, trat� de convenceros
de que era todo lo que ten�a ,pero aquel oficial exclam�, -"Pues si no puede
usted de alguna forma, nosotros vamos a tener que cobrarnos de otra, �No es
cierto compa�ero?"- al decir eso, el oficial que estaba a mi izquierda se empez�
a desabrochar los pantalones, baj� su bragueta y de ah� enseguida emergi� una
enorme verga, entre aquella tr�mula iluminaci�n, se pod�a apreciar como aquel
miembro ya luc�a completamente erecto, yo me asust�, pues sab�a cuales eran las
intenciones de aquellos hombres, el polic�a reordete me tom� por la cintura. Me
dijo que no me opusiera porque sino yo ya sab�a las consecuencias.


A la fuerza me volteo de tal forma que mis piernas quedaron
apoyadas en las cinta asf�ltica de la calle y mi torso sobre el asiento trasero
de la patrulla, de un solo movimiento me levant� el vestido y me baj� las
bragas, pude sentir como el viento fr�o de la noche rodeo mis nalgas, enseguida
trat� de montarse sobre de mi. Yo, le dec�a que me soltara, pero �l me
cuchicheaba al o�do, dici�ndome, -"Te voy a convertir en una verdadera mujer, me
encanta c�mo te ves, y no grites que nadie te escucha"-. En ese momento, al
sentir algo duro que hac�a presi�n sobre la ranura de mis nalgas, me di cuenta
de lo que iba a pasar. Es dif�cil separar lo que sent�a en ese preciso momento,
era una mezcla de miedo, de p�nico, pero tambi�n algo de placer al sentirme
acariciada como si fuera una mujer. El otro polic�a parec�a vigilar que nadie se
acercara, pero no era necesario, ya nadie pasaba por ah� a esas horas, pero de
todas formas me advirti� -"no grites o de todas formas te llevamos"- Ante esa
amenaza, me call� y s�lo les dije que no me hicieran da�o. �l otro polic�a se
deleitaba conmigo bes�ndome el cuello y, con sus manos, me acariciaba el vientre
y mis caderas, mientras me dec�a que no me preocupara, que sentir�a un placer
�nico.


Al ver que yo ya no opon�a resistencia, me dej� tendida sobre
el asiento, se par� y se baj� por completo los pantalones, dejando ver
totalmente el tama�o de su verga, la cual brillaba de lo dura que se estaba.
entonces sent� como ensalivo mi culo para lubricarlo, yo ya estaba dispuesta a
recibir la tremenda embestida pues acababa de ver el tama�o de su miembro y me
preguntaba si verdaderamente pensaba en meterme todo aquello en mi culo.


De pronto, sent� como aquel enorme pene se abr�a camino entre
mis nalgas; como me encontraba empinada, mis rodillas en el piso de la calle y
mi torso recostado en el interior del coche, toda mi intimidad estaba frente a
�l con mis piernas abiertas y mis nalgas bien paradas, entonces sent�a que me
partir�a en dos, yo me mov�a incontrolablemente, trate de zafarme ech�ndome para
delante, pero fue in�til, estaba atrapada entre aquel obeso hombre y el
autom�vil, situaci�n que aprovecho aquel abusivo polic�a para insistir en
meterme su miembro. Repetidas veces intent� hacerlo, pero sin ning�n resultado.
Yo estaba deseosa de que cediera ante su incapacidad de lograrlo, pero no se
detuvo hasta que de un momento, sent� como la cabeza de aquel falo se introdujo
por mi ano, enseguida de un artero empuj�n lo empuj� completamente dentro de m�,
un chillido escap� de mi garganta, y hasta algunas lagrimas rodaron por mis
mejillas, pero yo sab�a que aquello apenas era en principio; de pronto el empez�
a sacarlo y sent� un poco de alivio, pero de nuevo lo introdujo, sigui�
repitiendo ese movimiento haci�ndolo cada vez mas r�pido y cada vez que lo met�a
lo empujaba con m�s fuerza, yo me arqueaba no sab�a si de dolor o de placer,
nunca hab�a experimentado esa sensaci�n tan intensa entre el placer y el dolor
con tanta excitaci�n, cuando yo intentaba soltarme � hacia alg�n gesto de dolor,
� se me escapa alg�n gemido, �l me dec�a; "Tranquila mi ni�a, �Quer�as saber lo
que se siente ser mujer verdad?, pues prueba mi verga, te voy a dar verga hasta
que me harte", �l continu� cogi�ndome durante un largo rato, al tiempo que yo
segu�a convulsionada con �sa dulce mezcla de placer y dolor.


Claro que despu�s de aguantar largamente tan violentas
embestidas, ya sent�a dolor en mi peque�o culo, sin embargo �l no ten�a
contemplaciones para conmigo. As� continu� fornic�ndome, no recuerdo durante
cuanto tiempo, hasta el instante en que parec�a querer atravesarme por completo,
por un segundo me tom� fuertemente con ambas manos por los extremos de mis
caderas para tratar de enterrar al m�ximo su verga al mismo tiempo en que sent�
como �l se estremec�a, una extra�a sensaci�n de gorgoteo se manifest� en mi
interior, sab�a que aquel hombre estaba eyaculando dentro de m�, estaba vaciando
un fuerte torrente de semen ardiente en mi interior, en �se momento me sent�
completamente invadida, pose�da y sometida, por un hombre que me acababa de
convertir en toda una mujer.


Tras aquel intenso �xtasis, �l se recost� sobre mi espalda,
mientras continuaba acarici�ndome mis cintura y bes�ndome la nuca. Al estar yo
en esa posici�n pude observar como el otro polic�a empez� a desabrochar su
pistolera y sus pantalones, su pene no luc�a muy excitado, por lo que se
masturbaba para lograrlo ponerlo en total erecci�n. Mientras tanto el que se
encontraba sobre de mi se fue levantando lentamente, sent� como su ahora fl�cido
miembro sal�a resbalosamente dentro de m� dando lugar a un extra�o ruido que de
repente se dej� escuchar, curiosamente voltee para saber de que se trataba, me
sorprend� al ver que aquel ruido era ocasionado por el semen que escurr�a de mi
ano y se estrellaba en la acera de la calle.


Con aspecto burl�n �l me dec�a.-"No te preocupes, embarazada
no vas a quedar"-. Me sent� en el asiento de la patrulla para tratar in�tilmente
de limpiar mi trasero y mis muslos por los que ahora escurr�a aquella enorme
lechada de semen, mis bragas, vestido y medias se encontraban completamente
empapadas de aquella aglutinada sustancia. Aquel panorama excito visiblemente al
compa�ero del regordete polic�a, ocasionando que �ste se acercara
tranquilamente.


Al posicionarse dentro de m�, se puso en cuclillas, sac� su
pa�uelo para tratar de ayudarme a limpiar aquel desastre, lentamente me recorr�a
las piernas desde mis tobillos hasta el filo de mis nalgas, lo hac�a m�s tierna
que lascivamente. Le agradec� que hiciera aquello. A continuaci�n se puso frente
a m�, me tom� por la barbilla y me dio un beso en la boca. Me dijo que yo era
muy bonita, tomo mi mano, me puso de pie, mir� mi cuerpo de arriba abajo, coloc�
su otra mano en mi espalda para apretarla sobre su pecho, logrando con esto
embarrar sus labios sobre los m�os. Trat� de rechazarlo, pero pens� si con
aquello evitaba que me hiciera cualquier otra cosa, lo seguir�a haciendo. Como
dos tiernos amantes seguimos bes�ndonos por largo rato, �l parec�a extasiado por
mi femenina apariencia algo que me ayud� a superar de mejor forma aquel mal
rato. Mientras nuestros cuerpos permanec�an pegados yo pod�a sentir como su duro
miembro chocaba con mi entrepierna, sin soltarme la mano, me la llev� lentamente
hasta sus ingles invit�ndome gentilmente a palpar la rigidez de su verga.


Empec� a tocarla con cierta timidez, se sent�a extremadamente
dura, ligeramente humedecida y con sensaci�n aceitosa, me indic� con breves
movimientos que empezara a realizar caricias de vaiv�n para masturb�rsela.
Conforme lo hac�a, aquel falo parec�a agrandarse y endurecerse m�s todav�a, con
su mano me tom� de la nuca y con una suave presi�n sobre mis hombros me propuso
sin palabra alguna a hincarme frente a �l. Al yo hacerlo, qued� frente a un
descomunal miembro el cual luc�a rojo, con venas inyectadas y la punta
segregando ya l�quido seminal.


Qued� frente a mi boca y me dijo con tono suave y fraternal,
-"�nda, Ch�pamela"-. Yo me acerqu�, con timidez hice primero contacto con mis
labios, aquel glande se sent�a exageradamente caliente, a tal grado que sent�
que si no la humedec�a un poco con mi lengua, me quemar�a la boca; con
impericia, abr� mis labios y lerdamente saqu� la punta de mi lengua d�ndole un
diminuto leng�etazo, pero que basto para que el cuerpo de aquel hombre se
cimbrara descontroladamente, continu� acariciando la cabeza de aquella verga con
la suave textura de mi lengua, �sta ten�a un sabor extra�o, una sensaci�n nueva
que me excitaba y que me invit� a tomar la iniciativa de la situaci�n. Introduje
aquella verga en mi boca y con mis manos empec� a acariciar los test�culos que
le colgaban. �l parec�a haberse quedado sin aliento, y cuando lo recupero, con
dificultad comenz� a articular palabra para decirme que no dejara de mover la
lengua y que me la tragara m�s a fondo. �l se mov�a en mi boca como
masturb�ndose en ella.


A esa altura era tal mi confusi�n de sensaciones: miedo,
placer, curiosidad y excitaci�n, que no me percat� de que �l otro polic�a se
hab�a colocado a mis espaldas para empezar a acariciarme la cintura. Mientras
que el otro met�a y sacaba r�tmicamente su verga de mi boca, provoc�ndome m�s
excitaci�n, al punto que no me di cuanta cuando empez� a eyacular dentro de mi
boca, por lo que me tragu� parte del semen que sal�a de su miembro, �l al darse
cuenta de aquello se apresur� en sacarlo, pero lo �nico que logr� fue salpicar
toda mi cara de aquella abundante venida. Fue cuando yo estall� eyaculando entre
mis femeninas ropas, terminando completamente empapada, ba�ada totalmente en
semen. Extenuada, qued� ah� tirada, mientras observaba como aquel par de
oficiales se recog�an las ropas, sub�an a su auto patrulla y se retiraban
dej�ndome ah� sola. Yo trataba de recuperar las fuerzas para vestirme
nuevamente, subir a mi auto y regresar a casa. Esa noche en mi habitaci�n medit�
en todo lo que hab�a desatado mi desenfreno, recordaba aquella experiencia no
como algo adverso, sino como algo excitante. Desde entonces, he regresado a
aquel sitio otras dos veces, igual de linda y femenina.


Como si se tratara de un com�n acuerdo en ambas ocasiones me
he encontrado ah� con mis perpetradores pero no para hacer alg�n reclamo, sino
para poder disfrutar nuevamente de los placeres del sexo ardiente que aquellos
hombres me brindan gratuitamente.


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