HISTORIA DE ROSA MARIA 2
... Cuando mis compa�eros terminaron de joderme a su gusto y
hubieron salido del despacho, mi jefe levant� la mirada del peri�dico. Entonces
clav� mis ojos en los suyos, tratando de parecer malvada y vengativa. Se ri�. Yo
lloraba, ya sin l�grimas, asqueada no solo por lo que hab�a pasado si no tambi�n
por la escasa resistencia que cre�a haber puesto.
�l abri� un caj�n y se incorpor� a la vez que se sacaba un
objeto. Era un collar de cuero, muy bien repujado con cantoneras y herrajes en
oro, un collar magn�fico... pero un collar de perro al fin y acabo que coloc� en
mi garganta. Luego orden� a su secretaria que me ayudara a peinarme con un mo�o
(as� se ver�a mejor el collar, dijo), recoger mi traje del suelo de la oficina y
vestirme.
Al volver con mis compa�eros vi que otro par de chicas
llevaban el mismo collar que yo: Maite y Consuelo tambi�n eran rebeldes y ahora
trabajaban con la mirada gacha.
A las tres, mi jefe sali� del despacho y me llam�. Un rato
despu�s entr�bamos en el ascensor... Fuimos al garaje, montamos en su coche y
abandonamos Barcelona hacia el sur. A unos 40 kil�metros salimos de la autopista
y paramos a la entrada de en un peque�o pueblo, en una especie de taller o
herrer�a. Hab�a un hombre con un mandil y un enorme martillo esper�ndonos que
salud� a mi jefe y me mir�.
Una vez dentro, el herrero, me orden� pararme delante de un
banco de trabajo y separar las piernas, me cogi� del cuello y me hizo doblarme
hasta que apoy� el lado izquierdo de la cara en aquella enorme mesa y me tap� el
lado derecho con una m�scara de soldar. Sold� los herrajes del collar, de modo
que no pudiera desabrocharse y le pregunt� a mi jefe, mientras me daba un
descomunal azote: "�Llevas dinero o me lo cobro de aqu�?". "Haz lo que quieras",
contest�. "Yo espero en el coche". Me com� obedientemente el pijo del herrero y
deb� poner cara de ni�a buena y caerle en gracia, por que se apiad� de m� y me
dijo "Venga voy a correrme en tu boquita que por tu forma de andar me parece que
vas un poco escocida de los bajos" y, a continuaci�n, me orden� terminar sin
derramar una gota.
Volv� al coche con mi jefe que sigui� conduciendo un rato
hasta entrar en una enorme finca. Los primeros edificios de la granja estaban
como a 20 Km de la entrada. Paramos al lado de una peque�a nave, relativamente
bajita: las perreras. Otro hombre me abri� la puerta del coche y sin decir nada
me agarr� del collar y me llev� a rastras hacia adentro. Hab�a un enorme pasillo
de cuatro metros de ancho por 15 de largo. A cada lado hab�a tres jaulas de 5
por 5 metros cada una. 7 u 8 perros dormitaban en cada una y parecieron
excitarse solo al verme entrar. Me fij� en que la jaula del centro, a la
derecha, estaba vac�a. Hab�a un poste en el centro con ganchos a diferentes
alturas y un candado abierto colgado.
"Te quiero en bolas inmediatamente, marquesita" me grit� el
tipo aquel mientras que abr�a el cerrojo de la jaula vac�a. Me hizo ponerme a
cuatro patas al lado del palo y apoyarme en los codos. Entonces us� el candado
para fijar mi collar a la barra. No ten�a libertad de movimiento ninguna: no
pod�a separar mi cuello de la barra. Ni bajar a la cabeza ni subirla. �Estaba en
medio de aquella perrera con el culo en pompa!. "Por favor, noooo por favor",
gem�a una y otra vez... pero aquel tipo no me hizo el m�nimo caso. Llen� de agua
uno de los comederos y de pienso para los perros el otro. Entonces se puso
detr�s de m�, meti� su bota entre mis piernas y me las separ�, dej�ndome
despatarrada con el co�o abierto. "Por tu bien, te aconsejo que te quedes as�...
quietecita..." Me dijo. Empec� a llorar mientras que �l sal�a de la jaula y la
cerraba para, a continuaci�n, abrir la puerta que comunicaba mi jaula con la de
al lado. Siete perros fuertemente excitados entraron de inmediato: un doberman,
dos pastores alemanes y cuatro m�s peque�os.
Mientras que los dem�s ladraban y me babeaban, el doberman
empez� a montarme y el m�s peque�o apoyaba su patas delanteras en mi cabeza
tratando de meterme su peque�o pene en la boca.
No se lo que dur� aquello: Estaba asustada y me dol�a el
cuello por la postura. Cuando los animales se hubieron calmado volvi� a entrar
el perrero que me solt�. Empezaba a atardecer. "Hoy pasar�s la noche aqu�
cari�o... si alguno se te acerca... te aconsejo que te abras de patas..." dijo
ri�ndose.
Me acurruqu� en una esquina y el doberman se ech� al lado
m�a, como protegiendo su condici�n de perro dominante.
Pas� all� tres noches y dos d�as sin ver a nadie. Tuve que
beber el agua de los perros y comer de su pienso. El doberman perdi� pronto su
inter�s por protegerme y aprend� que abriendo las piernas pronto ten�a aquellas
bestias de mi lado.
Cuando amanec�a el tercer d�a, s�bado, muy temprano a�n, hoy
los cerrojos. El perrero entr� y cogi�ndome por ell collar me sac� de la jaula y
me tir� en medio del pasillo. Hab�a dos cuencos de los que se usan para dar de
comer a los perros. En uno hab�a caf� con lecha caliente y en el otro cereales
con leche. Fui a coger el del caf�, pero el hombre me lo impidi�... "A cuatro
patas, como una perrita buena..." Obedec� sin rechistar y tom�, como una perra:
con la lengua, mi primer alimento caliente en mucho tiempo.
El y una doncella me llevaron a la casa principal por la
puerta de atr�s, hasta un gran cuarto de ba�o. La doncella me ayud� a ducharme,
maquillarme y me pein� con dos coletas. Depilo mi cuerpo y me visti� �nicamente
con dos medias de seda negra y zapatos de tac�n alto.
Me dijo que si el amo estaba enfrente de m� ten�a que tener
las manos a la espalda y que si estaba detr�s deb�a ponerlas en el pubis. Que
cuando entrara en la habitaci�n, si estaba de pie ten�a que arrodillarme delante
de �l y besarle el capullo. Que nunca deb�a de hablar si no me preguntaba y que
siempre que pudiera le tenia que mirar a los ojos. Tambi�n me explico que ten�a
que dirigirme a �l usando la palabra Amo.
Despu�s, me llev� al comedor, donde mi jefe estaba
desayunando. Hab�a cuatro doncellas con �l, todas vestidas como yo: medias y
zapatos, pero adem�s llevaba cofia y delantal. Encima de la mesa estaba
consuelo... abierta de piernas... Su co�o era el plato principal del desayuno,
que mi jefe alternaba con tostadas, caf�, mermelada que de vez en cuando dejaba
caer en sobre el sexo de Consuelo... Yo estaba a un lado de la mesa, la doncella
me dijo que no me moviera de all�, mir�ndolo fijamente, como me hab�an ordenado.
En un momento determinado Consuelo empez� a reaccionar ante
la comida de co�o empez� a cerrar sus piernas sobre la cabeza del jefe ya gemir
de gusto... hasta que alcanz� el orgasmo.
Entonces, el jefe se levant� y me hizo se�as para que me
acercar�. Se apoy� en la mesa y me dio un bofet�n... "Venga come pollas, haz tu
trabajo" me dijo. Me arrodill� y �l us� las coletas para tirar de m� y follarme
la boca a gusto. No deb�a de haberse corrido desde el otro d�a por que el chorro
de semen salpic� toda mi cara resbalando hasta el pecho... Me peg� en las manos
cuando intent� quitarme aquello de los ojos. Me ayud� a sentarme sobre la mesa
y, una de las criadas fue recogiendo el semen de mi cara y de mi escote con una
cucharilla que yo deb�a ir tragando. Despu�s �l se march� de la habitaci�n sin
decir ni pi�.
Despu�s de lavarme de nuevo, la criada me dio ropa y calzado
de deportes y me llev� fuera de la casa, a una peque�a pista de atletismo. Hab�a
all� como una treintena de chicas de todas las edades. Todas con un collar como
el m�o. Nos tuvieron haciendo deporte hasta el medio d�a. A esa hora nos dieron
algo de comer y un bikini a cada una y nos llevaron hasta una de las piscinas de
la finca. All� hab�a una gran mesa con ensaladas y zumos. Estuvimos all� tomando
el sol, ba��ndonos y picando algo hasta las cuatro de la tarde, hora en la que
nos llevaron hasta una sala de la casa principal, nos fueron duchando,
maquillando y vistiendo elegantemente. Tambi�n nos hicieron un reportaje
fotogr�fico. Primero desnudas y luego con las bonitas ropas puestas.
A las ocho de la tarde nos hicieron desfilar en un peque�o
teatro hab�a all� como cuarenta hombres de distintas edades que ten�an copias de
las fotos que nos hab�an hecho y que pujaban por nosotras conforme �bamos
desfilando... Cuatro jovencitos como de 17 y 18 a�os pujaron por m�: "�La
madurita para nosotros!" Gritaban. Llegaron a ofrecer hasta 3.000 euros antes de
que un elegante se�or de cabello blanco renunciara a m�.
Ya en una habitaci�n los cinco, abusaron de m� como les vino
en ganas. Me penetraban de dos en dos a la vez, mientras que me obligaban a
chupar una tercera polla. Me quemaron un pez�n con un mechero por contestarle a
uno de ellos y acompa�aron cada orden que me daban de una o dos leches. Sobre la
una de la madrugada, me devolvieron a la perrera. No quer�a que ninguna de esas
bestias se acercara a m�, as� que me arrodill� delante del doberman y empec� a
masturbarlo suavemente con la mano. Enseguida se tumb� boca arriba y termin� mi
trabajo como pude, asqueada, con la boca. Lo hice bien... por que aquel buen
perro no se separ� de m� en toda la noche.
Me tuvieron bajo este mismo trato hasta el domingo de la
semana siguiente. Diez d�as en total: noches con los perros, ma�anas haciendo
deporte y ba��ndome en la piscina y vendida al mejor postor por las tardes. De
vez en cuando, una m�dico nos revisaba y sacaba muestras.
Ese domingo, sin embargo, cambi� mi estilo de vida. Pero...
esa es otra historia.