Hace dos a�os dos amigos m�os y yo fuimos a acampar a Santa
Teresa, un parque natural a poco m�s de treinta kil�metros de la frontera con
Brasil. Es uno de los parques m�s grandes y populares del Uruguay, ubicado sobre
la costa atl�ntica y que est� controlado por personal del ej�rcito.
Yo hab�a ido a acampar con mis dos amigos, ellos se
regresar�an a Montevideo porque sus trabajos no les permit�a quedarse m�s tiempo
mientras yo me quedar�a en Santa Teresa tres d�as o cuatro d�as m�s hasta que
llegase mi novia. Luego ella y yo nos quedar�amos casi una semana m�s, juntos.
Era enero de 2002, mucho calor. Entonces yo ten�a veintisiete
a�os. F�sicamente era casi lo mismo que soy ahora. Estatura normal, cortos
cabellos lacios y casta�os, delgado y me manten�a en buen estado f�sico debido a
que asist�a a un gimnasio regularmente. No era un H�rcules en persona pero sab�a
que atra�a a varias mujeres.
Durante esos tres d�as que estaba acampando solo, no en una
carpa sino en una casa rodante de mi t�o, no hac�a muchas cosas salvo ir a la
playa, volver a comer y luego volver a la playa. Como estaba solo, aprovech�
para leer un poco m�s el libro que hab�a llevado conmigo. Una novela que
mezclaba lo policial con lo rom�ntico y bastante suspenso.
Ya d�as antes, cuando estaba con mis dos amigos, hab�a visto
a los miembros del ej�rcito en la playa. De hecho, est�n en todos lados porque
patrullan la costa, atienden los almacenes y peque�os puestos de ventas, etc.
Para quienes conocen Santa Teresa, yo iba siempre a Playa La
Moza. La m�s popular entre los j�venes y adolescentes. Otras veces iba a Cerro
Chato. All�, en La Moza, hab�a un par de marineros �miembros del ej�rcito, claro
est� que a veces se me acercaban para hablar. Eran simp�ticos aunque mayores
que yo por unos tres a�os, m�s o menos. Los dos estaban casados pero sus esposas
e hijos estaban en sus ciudades. Uno era de Minas y el otro, si no me equivoco,
era de Lascano. Recuerdo que el nombre de uno era Santiago y al otro le dec�an
�Paco�.
Santiago era el m�s alto de los dos, ten�a ojos casta�os y
pelo oscuro. Paco era tan alto como yo y su cabello era apenas m�s claro que el
m�o. Ambos ten�an un buen estado f�sico, pecho marcado y brazos fuertes,
seguramente como resultado de los repetidos ejercicios que har�an diariamente
con otros miembros del ej�rcito.
Ambos hombres eran simp�ticos y conversaban de cualquier tema
conmigo, en la playa. A veces me hablaban de las j�venes mujeres que se ve�an en
Santa Teresa, algunas a veces acampando sin ninguna compa��a masculina.
Debo aclarar que, hasta ese verano, nunca hab�a tenido sexo
con alg�n hombre pero s� hab�a imaginado y fantaseado con algunos hombres
atractivos. Lo �nico que hab�a hecho, y s�lo una vez, fue chuparle la verga a un
hombre una vez que nos cog�amos a una chica en una improvisada org�a. Pero nada
m�s. Sin embargo, con Paco y Santiago todo cambiar�a en m�.
La primera noche que estuve solo, cerca de las once, yo hab�a
acabado de cenar y estaba sentado en una silla playera leyendo el libro, fuera
de la casa rodante. El ambiente era apacible y distendido. La noche estrellada
con su blanca media luna, el silencio interrumpido �nicamente por algunos
autom�viles� De repente veo que Santiago y Paco pasan caminando por el camino y,
al verme sentado afuera y leyendo, se acercan a donde yo me encontraba.
All�, amablemente saqu� unos vasos para los tres y una
cerveza y se la serv� bien helada para apaciguar el calor que se sent�a en la
noche. Les pregunt� qu� hac�an caminando a esta hora, hacia d�nde iban.
� Vamos a los fogones de La Moza �respondi� Paco.
Yo conoc�a los fogones de La Moza. D�as antes hab�a ido con
mis amigos a las rondas y guitarreadas que se forman en torno a un fuego. Los
j�venes se re�nen y cantan, conversan y pasan gran parte de la noche all�, en la
arena y muy cerca del agua. A veces incluso hasta el amanecer.
��Quieres ir con nosotros? �Santiago fue quien hizo la
invitaci�n.
�No lo s� �dije yo, indeciso�. No estoy seguro.
�Anda, ven un rato con nosotros �exclam� Paco�. Ver�s que la
pasar�s bien.
�Por supuesto que as� ser� �repuso Santiago�. �O crees que
nosotros ir�amos a un fog�n mediocre?
�Est� bien �asent� yo�. Pero ir� s�lo un momento.
Guard� las cosas dentro de la casa rodante y, pese a que
ellos insistieron en la idea de caminar bajo la noche estrellada, yo les ofrec�
mi veh�culo para ir m�s r�pidamente. Santiago, el joven de ojos casta�os y pelo
oscuro, se sent� a mi lado en la camioneta. Paco debi� ir atr�s, en la parte
abierta, aunque dec�a disfrutar del aire fresco all�.
Llegamos y, como era de esperarse, hab�a dos o tres fogones.
Sin embargo, lo que me llam� la atenci�n fue que Paco se me acerc� y me dijo que
no nos quedar�amos all�. Dijo que ir�amos a otro fog�n que habr�a del otro lado
de las rocas, cosa que me llam� la atenci�n porque yo sab�a que esa zona ya
dejaba de ser parte de Santa Teresa. En ese fog�n al que ellos me llevaron hab�a
una docena de muchachos j�venes, no m�s que eso. Pero lo que llam� mi atenci�n
fue que no hab�a muchas mujeres all�. S�lo dos.
Fui con Santiago y Paco y ellos me presentaron a algunos de
sus conocidos, otros hombres del ej�rcito. La ronda en torno al fuego estuvo
animada, los j�venes cantaban y algunos tocaban la guitarra. Hubo un par de
j�venes, casi de mi edad, que se me insinuaban con las miradas y algunos gestos
pero no pas� de eso.
�Aquel muchacho parece querer algo conmigo �les dije a
Santiago y Paco.
�An�mate entonces �exclam� Paco.
�Nosotros te cuidaremos desde aqu� �dijo Santiago�. No te
reprimas.
Las bromas de ese tipo comenzaron a ser constantes durante la
noche. Yo present�a que ambos ten�an alg�n inter�s especial y no se trataba de
lo que yo pudiese hacer con alg�n otro muchacho, sino con ellos. Lejos de
fastidiarme, comenzaba a gustarme todo ese juego. Y algo me dec�a que esa noche
yo �aprender�a� a estar con un hombre en la cama.
Hab�an pasado dos horas desde que yo llegu� al fog�n
acompa�ando a Paco y Santiago.
En un momento, cuando sent�a que todo el alcohol bebido en
esa ronda comenzaba a surtir efecto en mi mente, cre� que ser�a conveniente
volver a mi campamento r�pidamente. Al menos as� podr�a volver conduciendo la
camioneta. Me desped� de varios muchachos y finalmente de Paco y Santiago. Ellos
insistieron un momento en que me quedase m�s tiempo all�, e incluso argumentaron
que podr�a perderme la �oportunidad de mi vida� si me iba antes de lograr algo
con los j�venes que me observaban abiertamente.
Tal como yo lo quise, me volv� a donde estaba mi campamento.
Entr� en la casa rodante y, dejando la puerta abierta para que entrase aire
fresco, me ech� sobre la cama y me qued� dormido casi al instante.
Me despert� al o�r voces cerca de m�, comentando sobre el
hecho que yo estaba durmiendo desnudo. A prop�sito, siempre he dormido
completamente desnudo. Incluso desde que yo era un ni�o. Abr� los ojos y, para
mi sorpresa, me encontr� con que Paco y Santiago estaban junto a la cama,
observ�ndome.
�No te asustes �exclam� Paco�. Te vimos desnudo y est�bamos
observ�ndote.
��Por qu� lo hac�an?
�Porque eres un muchacho atractivo �respondi� Paco,
sent�ndose junto a m�.
Yo quise decir algo pero no lo hice. S�lo pude ver que ambos
se sentaban a cada lado. Me hablaban y dec�an cosas que presuntamente hab�an
sucedido tan pronto como yo me hubiese ido del fog�n en la playa, pero yo casi
no les prestaba atenci�n. Ya estaba imaginando qu� cosas ten�an Paco y Santiago
en mente. Ellos dec�an cosas y yo, sin poder evitarlo, comenc� a experimentar
una erecci�n. Debido a que estaba desnudo, ellos r�pidamente lo notaron y no
tardaron en comentarlo.
�Mira c�mo se nos ha puesto el joven �exclam� Paco.
� �Ay! �Santiago tom� r�pidamente mi verga con su mano.�
Parece que nuestro amigo ya est� muy caliente.
�Su�ltame �dije yo, algo nervioso�. No me toques as�.
Santiago se puso de pie muy cerca de m�, haci�ndome sentir
intimidado.
�Sabemos que te gustamos �dijo �l, con calma�. Nos dimos
cuenta en c�mo nos miras a ambos.
�Yo no�
�No lo niegues �repuso Paco, acarici�ndome la espalda�.
An�mate a hacer algo con nosotros ahora.
Nunca antes hab�a tenido algo con un hombre, y menos a�n con
dos, pero no pod�a negar que lo deseaba. S�lo ten�a algo de miedo porque no
estaba seguro de qu� deb�a hacer ni qui�n le har�a qu� cosas a qui�nes. Ten�a
miedo de lo que pudiera suceder, pero mi antiguo deseo de �probar� sali� a la
superficie y no supe c�mo reprimirlo.
Entonces Santiago se arrodill� frente a m� y comenz� a
sobarme la verga, la cual ya estaba mostrando parte de su dureza. Paco, por su
parte, dej� de acariciarme la espalda y me recost� sobre la cama. Tendido boca
arriba, vi c�mo ellos r�pidamente se quitaron la poca ropa veraniega que ten�an
puesta.
En ese momento, tanto Paco como Santiago estaban
masturb�ndose sus vergas y no ocultaban la lascivia en sus ojos. Paco se me
acerc� y, tom�ndome de mi cabeza, me indic� que abriese mi boca y �l introdujo
su verga. Era la primera verga que chupaba en mi vida y, casi no sab�a c�mo
hacerlo. Pero Paco, quien me sujetaba suavemente de la cabeza, me guiaba en los
movimientos. Santiago, mientras tanto, trataba de excitarme a�n m�s al sobarme
mis test�culos con su mano izquierda. Luego de un momento de chuparme la verga
de Paco y de sentir la mano de Santiago masajeando mis huevos, Paco retir� su
verga de mi boca y sin decirme nada me indic� que quedara de espaldas sobre la
cama. Lo hice y casi inmediatamente vi c�mo Santiago separaba mis piernas.
Durante un breve instante, mientras yo permanec�a con las piernas separadas,
Paco y Santiago no me hicieron nada salvo observarme.
�Ve�mosle su agujerito �dijo Santiago.
�Parece ser algo nuevo que necesita ser usado �coment� Paco,
alegremente.
�Pru�balo con tus dedos mientras yo le doy mi verga �le dijo
Santiago a Paco.
As�, Paco comenz� a introducirme uno de sus dedos mientras
Santiago me daba a chupar su verga. Era una sensaci�n nunca antes vivida al
punto que me pregunt� por qu� hab�a esperado tanto tiempo para experimentar algo
similar. Los dedos de Paco se mov�an con insuperable suavidad dentro de mi
esf�nter, haciendo que sintiera nuevas sensaciones de placer, al tiempo que
Santiago mov�a lentamente mi cabeza con sus manos provocando que su verga
saliera y entrara progresivamente de mi boca aunque sin detenerse.
Luego de un tiempo que me pareci� eterno �al punto que dud�
si pod�a soportar m�s placer en forma continua� Paco se sent� en la cabecera de
la cama y me indic� que me acercara a su verga. As�, estando en cuatro patas,
sent� a Santiago trabajar con sus dedos en mi �hasta entonces� culo mientras
hund�a mi cabeza entre sus piernas. Constantemente, ambos me dec�an frases
halagadoras aunque ocasionalmente me atemorizaban al anunciarme que yo
entender�a en poco tiempo lo que era tener una verga dentro.
�No trates de negarlo �dijo Santiago en un momento�. Es
evidente que siempre estuviste so�ando con una oportunidad como esta.
Quise decir algo pero no pude. Paco sostuvo mi cabeza y no
pude librar a mi boca de su verga. Luego, no le di mucha importancia pero sent�
que los dedos de Santiago no se introduc�an m�s en mi esf�nter. Algo m�s grande
comenz� a presionar la entrada, quise voltearme para ver pero no pude. Santiago
me sujetaba de la cintura y Paco a�n manten�a su verga dentro de mi boca. Estaba
penetr�ndome con su verga. Segundos despu�s �l exclam� �ahora� y en el mismo
instante sent� que unos cent�metros de su verga se introduc�an con cierta
dificultad en mi culo. Recuerdo que sent� cierto ardor y se lo dije a ambos,
pero Paco respondi� dici�ndome que me calmara, que ya se me pasar�a y que
tratara de disfrutarlo. En ese momento comenz� el mundialmente conocido
mete-y-saca de su verga en mi culo aunque de manera muy lenta. Recuerdo que a m�
me dol�a much�simo, pero era in�til dec�rselo porque casi no pod�a hablar debido
a que la verga de Paco a�n estaba en mi boca. Hago memoria y me viene la imagen
Santiago sujet�ndome de la cintura y tratando que cada vez entrara m�s de su
verga en mi culo. A m� me parec�a como si un gran torpedo estuviese disparando
para poder entrar en m�.
�Rel�jate �me dec�a Santiago�, afloja tus nalgas.
�Santiago, yo no� �me era imposible terminar la frase
dici�ndole que no aguantaba m�s�. Por favor, detente�
�Rel�jate �repet�a �l.
De pronto Paco not� que yo ya no gritaba desesperadamente
sino que de a poco comenzaba a emitir algunos gemidos complacientes. Santiago
hizo un comentario haci�ndome notar que yo ya estaba disfrutando de eso, como lo
habr�a disfrutado mi novia d�as antes. Ahora yo razono que Santiago estaba muy
excitado en ese momento y descarg� toda su leche dentro de m�. Exhausto, mi �l
dej� caer su cuerpo sobre �l m�o sintiendo que su gran cuerpo me apisonaba
contra la cama. Casi no pod�a hablar, hab�a quitado la verga de Paco de mi boca
pero a�n me resultaba dif�cil respirar debido a lo exhausto que me sent�a. Yo
cre� que todo hab�a terminado all� pero estaba olvid�ndome de un detalle:
Paco.
Paco se coloc� entre mis piernas y me las torne�, haciendo
que yo me girara de espaldas. Levant� mis piernas y las apoy� en sus hombros.
Tom� su verga con su mano y la gui� hasta mi agujero que ya se hallaba algo
dilatado debido a la labor de Santiago. Entonces Paco apoy� sus brazos a cada
lado de mi pecho y, tras asegurar su verga en la entrada de mi culo, arremeti�
introduciendo toda la extensi�n de su verga en mi culo sin previo aviso. Los
movimientos de Paco en mi culo eran m�s r�pidos e ininterrumpidos. Quise gritar
de dolor y satisfacci�n pero no pod�a debido a Paco se ech� sobre mi pecho y
comenz� a besarme en la boca. Mientras tanto, Santiago permanec�a sentado, algo
apartado de nosotros, masturb�ndose mientras nos ve�a a ambos.
�Tienes sabor a verga en tu boca �coment� Paco cuando dej� de
besarme.
�Fue tu verga �le aclar� yo, con la voz entrecortada.
Paco volvi� a arremeter con m�s fuerza y velocidad y entonces
sent� que estaba acabando dentro de m�. Cuando Paco hubo acabado de descargar
toda su leche en m�, retir� su verga de mi culo y se sent� sobre uno de los
sillones. �l estaba exhausto, agotado. Tanto como lo est�bamos Santiago y yo.
Por otra parte, recuerdo que yo me qued� recostado sobre la cama, no muy lejos
de ellos, y en posici�n casi fetal debido a las molestias que sent�a en mi culo
y todo el recto. Recuerdo que sangr� un poco porque vi manchas rojas sobre las
s�banas debido a que ambos me hab�an trabajado arduamente con sus vergas.
�Esas manchas confirman que nos diste tu virginidad �coment�
Santiago.
�Debemos agradecerle ese privilegio �le dijo Paco a su
compa�ero.
De pronto Paco repar� en otro detalle. Yo a�n no hab�a
acabado. Tras dec�rselo a Santiago, ambos se acercaron a m� y comenzaron a
excitarme con suaves manoseos en varias zonas er�genas del cuerpo. Sent�a los
dedos de ambos introducirse en mi esf�nter, manosear mis test�culos y masajear
mi pecho. De vez en cuando, Paco me besaba en la boca y trasladaba su saliva a
mi boca a trav�s de su lengua. Santiago fue quien tom� mi verga y comenz� a
masturbarla lentamente, no sin antes aclararme que era la primera vez que
masturbaba la verga de otra persona. Al cabo de un rato, explot� en una lluvia
de leche blanca precedida por un gran �xtasis propiciado por ellos. Fue el fin
de mi primera experiencia sexual con hombres�
D�as despu�s lleg� mi novia para estar conmigo en el
campamento. Pas� unos d�as buenos con ella en Santa Teresa, pero no dej� de
pensar en Paco y Santiago. Volver�a a verlos, pues cuando regres� a Montevideo
me traje sus n�meros de tel�fono.
Y tambi�n vendr�an a mi vida otros hombres�