Relato: Me gustan los hombres velludos





Relato: Me gustan los hombres velludos

Hab�a tenido un d�a muy complicado. Toda la tarde me la hab�a
pasado haciendo diversos tr�mites y diligencias entre el endemoniado tr�nsito de
Buenos Aires. Era pleno diciembre, cuando ya empiezan a hacer estragos las altas
temperaturas. Una de las cosas que me hab�a propuesto hacer ese d�a era cortarme
el pelo, pues ya mi cabellera estaba imposible.


Cuando llegu� por fin a la peluquer�a y me dispuse a entrar,
vi que sal�a a mi encuentro un se�or de unos 45 a�os, casi calvo, con una
recortad�sima cabellera entrecana a ambos lados de su cabeza, barba impecable e
incre�bles ojos celestes detr�s de unas gafas muy livianas. Su delantal blanco,
el cual llevaba sobre la piel, indicaba que era el peluquero, por cierto.


-Disculpe, se�or, pero es hora de cerrar


-�No!- dije desalentado, pues sent�a que era el detalle que
faltaba para hacer de ese d�a una fea pesadilla. Fue tan clara mi expresi�n, que
el tipo se compadeci� de mi y me dijo:


-Bueno, si es s�lo para cortarse, pase nom�s- dijo, abriendo
la puerta y dejando ver un poco de fastidio en su decisi�n.


-No sabe cuanto le agradezco, hoy ha sido un d�a terrible
para m�. Le prometo que no le tomar� mucho tiempo, es s�lo para cortarme el
cabello.


-Ok. Pero tenga en cuenta que siempre cerramos a esta hora.
Ya lo sabe para la pr�xima vez.


Me sent� en la butaca, frente a los espejos. Ah� me percat�
de que est�bamos solos. Era un local peque�o y nada lujoso, pero agradable.


-Se�or: �No va a lavarse la cabeza?


-�Eh?. S�.... bueno.... yo.... como usted dijo que no ten�a
tiempo....


-Vamos, venga. No me cuesta nada, adem�s el trabajo se hace
mejor con la cabeza limpia, hombre...


Yo asent� t�midamente y segu� sus �rdenes. Claro, sent�a que
era un poco mayor que yo, y eso me apabullaba un poco, adem�s me sent�a un poco
culpable con la cuesti�n del horario de cierre.


Una vez reclinado en el asiento, �l, suavemente, me inclin�
la cabeza hacia atr�s y abri� el grifo del rociador. Esper� a que estuviera a la
temperatura adecuada, y comenz� a mojarme el pelo. Empec� a relajarme. Despu�s
de semejante d�a, todo eso era un placer delicioso.


Me fij� en mi peluquero. Se inclinaba a cada movimiento.
Cuando sent� el shampoo, los vellos de mis brazos se erizaron. Me cubr� con la
toalla para que no advirtiera esta debilidad expuesta. �l estaba muy pegado a mi
costado derecho. Yo segu�a mirando. Ten�a un delantal de mangas cortas y cruzado
por delante. Era bastante holgado, por lo que con algunos movimientos, yo pod�a
ver por entre las aberturas de sus mangas. Sus brazos me atrajeron mucho. Eran
tenuemente velludos. Al seguir con mi vista hasta sus axilas, estas aparecieron
cubiertas de pelos canosos, largos y suaves. Ol�a muy bien. Ten�a un suave aroma
a perfumes mezclados seguramente a lo largo de un d�a de trabajo. Cuando iba por
el primer enjuague, su delantal se abri� por delante y vi su pecho peludo, los
pelos eran blancos y muy largos ah�. Cuando pude verlo otra vez, en otra de sus
maniobras, vi entonces sus pectorales, muy generosos y algo blandos. No obstante
se los ve�a firmes. Remataban esa masa de carne redonda y aconada, unas tetillas
muy rosadas, eran incre�blemente grandes. Cada pez�n era una peque�a verguita
que sobresal�a entre los vellos casi negros en esa zona, a diferencia del centro
de su blanqueado pecho. Su abdomen era firme y chato. Pero no pod�a verlo por
entre la fina tela.


Yo estaba en todo esto, mientras me abandonaba a sus suaves
caricias. �l masajeaba firmemente el cuero cabelludo, enjuagaba, volv�a a poner
espuma... yo, en cada acci�n me iba dejando tocar y sent�a un placer
indescriptible. Me encantaba lo que hac�a conmigo, y me encantaba �l. En todo
ese tiempo, casi no habl�. S�lo se escuchaba el sonido de la radio que
transmit�a una sinfon�a de Schubert. Algo dijo, pero no puedo recordar con
certeza que fue. Yo segu�a todo erizado, el agua caliente se tornaba fr�a, y
volv�a a estar caliente. Sus dedos frotaban mi cabeza. El contacto de su cuerpo
me intrigaba. Daba como peque�os golpecitos a mi costado con sus piernas, sus
brazos y tambi�n con su cintura. De pronto no sent� m�s sus manos.


-Espere un momento, por favor.


Fue hacia la puerta y comenz� a bajar la persiana met�lica de
calle.


-Usted disculpe, pero a esta hora, esta persiana tiene que
estar cerrada. Son �rdenes del due�o.


Yo asent� en silencio. El local se oscureci� y quedamos a
media luz, s�lo con las luces que daban de lleno sobre la butaca y el espejo.
"Esto se pone muy interesante", pens�.


El peluquero, retom� su tarea. Est�bamos solos y sin ser
vistos por nadie. S�lo pensar en ello, me empez� a excitar mi tembloroso pene.
Sent� entonces c�mo se me iba empalmando. Por fortuna, estaba cubierto con la
toalla y la bata. Nada se pod�a ver desde donde estaba �l.


Cuando termin�, me sec� cuidadosamente y me hizo ir hasta la
butaca. Yo ten�a miedo que �l se diera cuenta de mi excitaci�n y caminaba medio
raro.


-�Le pasa algo?


-S�... digo �no!, no... s�lo tengo una molestia en la pierna.
Estuve corriendo mucho estos d�as.-dije, inventando cualquier tonter�a. �l no
hablaba mucho, s�lo se abocaba a su tarea. Yo, segu�a con la pija erecta, y cada
vez m�s. Empez� a cortar mi cabello, y result� ser un tipo tan suave que yo
volv� a entrar en un estado de embriaguez total. Cuando alzaba sus brazos, yo
ten�a acceso visual al interior de su delantal blanco. Not� entonces c�mo se le
hab�a aflojado un poco y lo ten�a ahora abierto casi hasta el ombligo. Sus pelos
me excitaban much�simo. Era una especie de alfombra mullida. Pelos lacios,
largos y revueltos. Sal�an por entre los costados del delantal y se elevaban
como a cinco cent�metros de su piel. �l estaba tan concentrado en el corte, que
no se daba cuenta todo lo que yo lo observaba. En un momento se inclin� para
recortar mi patilla, y estaba tan cerca que sus pelos rozaron mi brazo
izquierdo. Me qued� sin respirar. En el segundo envi�n, no s�lo sent� sus pelos
sino el roce de su piel. El delantal se le abri� casi por completo y a cada rato
emerg�a un pez�n por entre la tela. Todo ese delicioso episodio dur� mientras
hizo el corte, desplaz�ndose siempre a mi alrededor.


-�Qu� hacemos con la barba?


-Yo...bueno...


-Mire, ahora que lleva usted el pelo m�s corto, su barba
queda muy desprolija. Ser�a una pena que no recort�ramos la barba.


-Tiene raz�n. S�. H�game nom�s la barba. Adem�s su barba es
toda una garant�a de c�mo quedar� la m�a.


Por primera vez lo vi sonre�r, y una fila de dientes blancos
asom� de su boca fina. Creo que hab�a tomado eso como un halago, e inesperado,
por cierto. Yo sonre� tambi�n y advert� que algo hab�a ablandado esa adustez del
principio. Pues hasta ese momento hab�a permanecido serio y callado.


-Bien, entonces, retiremos esto- y me quit� la bata y la
toalla.


Mi bulto qued� al descubierto. No hab�a bajado un cent�metro.
Cruc� las piernas, pero creo que en ese momento �l ya se hab�a percatado de ese
sospechoso tama�o entre mis piernas. Fue hasta un armario y trajo nuevas
toallas.


-Desbr�chese la camisa, por favor.


-S�, c�mo no...- not� que estaba un poco tembloroso. Mis
manos estaban torpes entre los botones de mi camisa. Cuando mis primeros botones
quedaron desbrochados, �l puso la toalla alrededor de mi cuello.


-Perm�tame- susurr�, y me desbroch� unos cuantos botones m�s.
Mi pecho emergi� desnudo hasta casi el ombligo. Pero yo no entend�a porqu� para
poner una toalla alrededor de mi cuello era necesario abrir tanto la camisa. Sin
embargo, hizo algo que me fascin�: empez� a colocar la toalla lentamente entre
mi camisa y mi piel desnuda. Para eso iba metiendo y sacando suavemente sus
manos. Sent�a como sus dedos frotaban mis pelos negros. En eso, un dedo avanz�
m�s y con la punta me roz� levemente un pez�n. Sent� que se me endurec�a
inmediatamente. As� sigui� hasta que la toalla qued� puesta en su lugar y como
�l quiso. Entonces comenz� a trabajar cuidadosamente.


-Usted tiene una muy buena barba. Es muy tupida y dura, lo
que permite modelarla f�cilmente.


-Bueno, creo que tenemos barbas parecidas, �no es as�?


-As� es. Generalmente aquel que tiene mucha vellosidad en el
cuerpo, tiene barba muy espesa.


Lo escuchaba y me excitaba.


-�Y usted es muy peludo? � le pregunt� fingiendo poco
inter�s.


-�Si soy peludo?. �Mire! � y diciendo esto se abri� un poco
el delantal, mostr�ndome su pecho poblado de vello, cosa que me excit� a�n m�s �
Bueno, usted tambi�n tiene lo suyo. Acabo de verlo. Supongo que como yo, cuando
era peque�o, sus amigos le gastaban bromas en los vestuarios a causa de su vello
p�bico, porque por supuesto, le habr�n crecido los pelos antes que a todos sus
compa�eros de escuela, no es as�? � dijo riendo.


-Bueno, fue algo as� � atin� a decir, medio avergonzado.


Yo no sab�a muy bien porqu� ese hombre estaba dirigiendo la
conversaci�n para ese lado. Pero el juego era tan excitante que era imposible
ignorarlo.


-Mire, �si yo tuviera en la cabeza algo del pelo que tengo en
todo mi cuerpo, ser�a m�s feliz, por cierto!


-Pero a usted le queda muy bien tener poco pelo ah� arriba.


-S�, a mi mujer le encanta.


-Y los hombres de pelo en pecho, tienen m�s �xito con las
mujeres.


-Es lo que opina tambi�n mi mujer.


-Pues a la m�a, mis pelos le resultan indiferentes.


- No diga eso, que un hombre sin pelos no es un macho. Eso lo
distingue de las hembras.


-Le digo en serio. Creo que a mi mujer le resulta indiferente
mi cuerpo lleno de pelos. Ver�, yo soy muy velludo. Y no s�lo en el pecho, �Me
entiende?


-Si, claro que entiendo.


-Pues bien. Yo pienso como usted, que el vello corporal es
una marca verdaderamente masculina, pero a veces...


-�A veces, qu�?- pregunt� el peluquero cada vez m�s
interesado en el tema y algo incisivo en su mirada.


-Bueno, con estos calores, me resulta un poco molesto ser tan
peludo. Y si encima a mi mujer no le gustan demasiado los pelos...


-�Entonces?


-Entonces me los corto un poco.


-�No...!-se qued� mir�ndome incr�dulo.


-S�, hombre. Claro que hago buenos desastres, pues las
tijeras a veces no me responden lo que quisiera y dejo algunas marcas, agujeros
blancos y esas cosas.


El peluquero respir� hondo, segu�a haciendo su trabajo, me
observaba, y as�. Se hizo un largo silencio. Entonces, temiendo que tan
interesante situaci�n se diluyese, intent� retomar el tema, pues a esas alturas,
yo estaba con una terrible excitaci�n y quer�a saber adonde nos llevar�a todo
eso.


-Como le dec�a, me molesta un poco tener mucho vello, y en
todo el cuerpo, brazos, piernas, pecho, abdomen � yo advert�a c�mo �l se iba
inquietando un poco y trabajaba m�s lento siempre, entonces prosegu�:


- En la espalda es el �nico lugar donde no tengo mucho, pero
en...bueno... usted ya sabe...


-S�, s�, me lo imagino.. usted es como yo. Mire, eso tiene
una soluci�n, si le molesta eso, y si usted me permite, tal vez podamos hacer
algo.


-�C�mo qu�?


-Bueno, podemos seguir desde la barba y recortar un poco los
pelos que tiene en el pecho.


Cuando ese hombre dijo eso, fij� la mirada casi c�mplice en
sus ojos, que casi me imploraban autorizaci�n. Y a la vez su expresi�n era de
una completa naturalidad, como si lo que se le acababa de ocurrir fuera lo m�s
l�gico del mundo. Era la cosa m�s inusual que me hubiera pasado en a�os: ir a la
peluquer�a y que me cortaran los pelos que me crecen en el pecho. Pero
pens�ndolo bien: �Si �l era un profesional de las tijeras, porque iba a seguir
yo con mis torpes tijeretazos?.


-�Est� bien as� la barba?


-Muy bien. �Sabe? Usted es un verdadero maestro de las
tijeras.


-Llevo a�os en el oficio


-Y me parece que usted tiene raz�n. A fin de cuentas �quien
mejor que usted para sacarme los pelos de m�s?, pero no quisiera robarle m�s
tiempo.


-No se preocupe. Adem�s esto no le saldr� nada. Es un
servicio que no est� incluido en ninguna lista de precios. �dijo riendo
ampliamente. Me mir� con una expresi�n de inconfundible deseo. Esper� mi
actitud, con los ojos fijos en mi vista.


-Bueno, adelante entonces. � yo me sent�a tremendamente
excitado. �Qu� pasar�a realmente ahora?. Hab�a experimentado s�lo placer en sus
manos, y toda la situaci�n era perfectamente er�tica. Yo sab�a perfectamente que
�l gozaba con todo esto y estaba sali�ndose de su rutina diaria.


-Venga. Pase por ac�, estaremos m�s c�modos.


Y me invit� a pasar a la trastienda. Ah� la oscuridad
reinaba. �l prendi� una l�mpara que ilumin� muy tenuemente el cuarto peque�o.
Hab�a un armario, cajas, una mesa llena de cosas, libros, productos de
perfumer�a y una camilla. Apart� unas cosas que hab�a sobre ella y me dijo que
me recostara.


-Qu�tese la camisa.


Lo obedec� casi temblando. Apunt� la luz sobre m� y me dijo:


-En verdad tiene usted un pecho muy velludo. Pero no se
preocupe, sacaremos todo lo que usted necesite, y casi no se notar� que le hemos
recortado un poco.


-Haga usted de m� lo que mejor le parezca.


-Gracias por su confianza. Extienda sus brazos hacia atr�s,
por favor, le recortar� un poco las axilas.


Empez� a hacer su trabajo con sumo cuidado y lentitud. Se
acerc� tanto que sent� por primera vez su aliento c�lido y fresco en mi cara.
Despu�s de un rato se quit� las gafas. Lo mir�. Por un momento nuestros ojos se
encontraron. �l se sonri�, pero sigui� cortando ayudado del peine. Tengo dos
enormes mechones de pelo en mis axilas, por lo que el peluquero estuvo un largo
rato recortando con sumo cuidado en toda la zona.


-Con este corte usted estar� m�s fresco en el verano, ya lo
ver�.


Yo no contest�, s�lo asent�, mirando sus ojos celestes, que
con la luz de la l�mpara adquir�an un brillo hermoso. La luz pegaba tambi�n
sobre los pelos de su pecho haci�ndolos resplandecer.


�l sigui� cortando mis pelos. Ahora los de mi pecho. Los
tomaba con el peine y los iba cortando prolijamente. Yo miraba cada movimiento.
Debajo de mis pantalones, mi miembro palpitaba y crec�a endureci�ndose a cada
contacto. Era sin duda una cosa de una fuerte y extra�a excitaci�n. A cada
retoque, �l alisaba despu�s con la mano en la direcci�n del vello. Y mi piel se
erizaba y yo ten�a que contenerme para no gemir de placer. Cuando recortaba
cerca de mis pezones, estos se pon�an dur�simos. Al contacto de uno de sus
dedos, sent� escalofr�os por todo el cuerpo. Fue terminando su tarea para mi
desconsolado desagrado. El peluquero sab�a perfectamente que me estaba haciendo
flotar por el cielo. Cuando termin�, se dirigi� a m� suspirando:


-Bueno, listo. �Est� bien as�? Hemos cortado bastante corto.


Yo me mir� el pecho y hab�a quedado perfecto, pero eso ni me
importaba ahora.


-Lo ha hecho usted muy bien- le dije mir�ndolo muy fijamente.


-Si usted quiere podr�amos rasurar su torso, pero en realidad
ser�a una l�stima y tal vez un cambio muy grande dejarlo sin ning�n pelo.


-Tiene raz�n. Creo que as� est� excelente. Es verdad, quiero
seguir ostentando mis pelos.


�l mir� mi abdomen, bajando su mirada hasta mi abultada
entrepierna. Luego me mir� muy serio, casi a media voz y con una expresi�n
dulc�sima me dijo:


-Es la primera vez que hago tal cosa. Y reconozco que fue muy
interesante.


-�S�?


-S�. Me gustan los hombres velludos � Me confes�. Yo
permanec� con una quieta expresi�n de asombro, mezclada con la de deseo y
atracci�n irresistible a ese hombre tan especial. Y continu� diciendo:


-No me malinterprete. Creo que es una suerte que la madre
naturaleza nos haya dotado de tan bello adorno, �no le parece? Siento que con un
hombre velludo como yo, me puedo entender mejor.


Llev� una mano a mi pecho. Yo mantuve la respiraci�n
bloqueada. Me toc�. Pas� su mano acariciando mi piel encantado de su propio
trabajo. Me estaba quitando los pelos que hab�a cortado. Pero a la vez yo pod�a
percibir como ese hombre gozaba mucho con ese reconocimiento t�ctil de mi
varonil textura. Yo segu�a sin respirar, sintiendo que cada movimiento era
retransmitido a la mism�sima punta de mi pene, que imploraba salir de su
encierro. Cuando termin� de sacudir el �ltimo residuo me volvi� a susurrar:


-�Qu� dice usted, seguimos?


Nos miramos muy fijo a los ojos y ni siquiera pesta��bamos.
Est�bamos serios e inm�viles.


-Si � le dije � siempre me corto hasta en los lugares m�s...


-��ntimos?


-As� es.


-Bueno, si usted no siente pudor... ser�a ...conveniente que
el trabajo quedara parejo, �no cree usted?


-Si, obviamente.


�l se qued� unos segundos quieto y sin decir nada. Entonces
comprend� que me ten�a que sacar lo que quedaba de ropa. A partir de ese
momento, todo fue hecho con parsimonia y sensualidad. Los dos ya hab�amos pasado
un l�mite delicioso, est�bamos inmersos pr�cticamente en una especie de rito
entre machos. Pero ninguno de los dos daba el pi� para que el juego se
detuviese.


-P�ngase c�modo.


Empec� a sacarme los zapatos. Cuando los dej� caer en el
piso, comenc� a desabrocharme el cintur�n. Me baj� el pantal�n y �l me ayud� a
quitarlos por completo. Fue a ponerlos prolijamente sobre la mesa. Cuando se
volvi� hacia m�, yo hab�a quedado en ropa interior. Dud� un poco en quit�rmela.
Mi pija, que estaba dura y hacia un costado, hab�a manchado la tela blanca. Me
daba verg�enza exponer mi erecci�n. Lo mir�. �l me devolvi� una expresi�n muy
fuerte, que hizo que entrara en plena confianza. Deslic� la prenda y enseguida
se dispar� hacia mi abdomen mi enhiesta verga. Dej� que el boxer cayera al piso.
�l lo tom� y lo fue a poner ordenadamente sobre mi pantal�n.


Qued� desnudo ante �l. Mi erecci�n atrajo su vista enseguida
y se qued� unos momentos mirando aquel espect�culo. Una mata de pelos negros
envolv�a mi pija pegada al ombligo, dura, inm�vil.


-Vaya, vaya. En verdad usted es de los m�os. Pero no se queje
usted, le puedo asegurar que yo tengo pelos m�s largos que los suyos.


Yo lo escuchaba sonrojado. �l hab�a decidido no hacer
comentario alguno sobre mi erecci�n. Eso me excitaba much�simo. Tambi�n sus
comentarios, pues estaba hablando de sus propios pelos ahora y yo ard�a en
deseos de comprobar visualmente sus descripciones. Acerc� sus tijeras y el
contacto de su mano acomodando el vello hizo que mi pene se tensara e
inmediatamente largara un chorrito de l�quido transparente sobre mi ombligo.
�Cielos! Estaba d�ndome un tratamiento decididamente placentero.


Sigui� haciendo su excitante y er�tico trabajo. Recort� toda
mi zona pubiana, tomaba los pelos entre sus manos y aplicaba los cortes. Todo
suave, lentamente. Sigui� con mis test�culos, la entrepierna. Yo abr� las
piernas para facilitarle el acceso a toda la zona. �l limpiaba los residuos
ca�dos con suma dulzura, apart�ndolos y produciendo en m� un �xtasis nunca
vivido. Para acceder a la zona por debajo de mis test�culos, los tom� dulcemente
y los elev� para poder recortar cada vello. Ese contacto me produjo un sacud�n
violento en mi miembro y lanc� otra abundante gota de l�quido transparente. Su
mano preced�a a las tijeras, esto era sencillamente infartante. Entrecerr� mis
ojos y me mord� los labios para no gemir a cada peque�a y cuidadosa maniobra de
sus manos. Cada tanto rozaba apenas mi pija. No se como no eyacul� entonces. Sos
dedos ca�an eventualmente sobre mi duro tronco, o bien sobre el prepucio
totalmente retra�do, o tambi�n sobre mi inflamado e hinchado glande. A duras
penas logr� concentrarme para no descargar un chorro de semen sobre sus tijeras.


Cuando termin�, me invit� a ver su obra. Me incorpor� un poco
y me mir�.


-�Le gusta? � me pregunt� como si nada entre nosotros
estuviera pasando, m�s all� de un turno habitual en la peluquer�a.


-S�. Ha sacado mucho pelo de ah�. Supongo que ahora peso
menos.- dije bromeando. Pero advert� que �l no se ri�. Yo lo mir� nuevamente,
lleno de deseo. Quer�a verlo desnudo. No atinaba a decir nada. No se me ocurr�a
c�mo cortar ese peque�o y sutil hilo que tal vez hubiera arruinado todo ese
er�tico y especial clima. Por fin dije algo:


-Le dije que era peludo �no?


-No mucho m�s que yo


-�En serio?


-�No lo cree usted?. No me diga que tendr� que mostrarle...


-Creo que no se animar� usted...


-�Porqu� no?.-dijo sonriendo y mirando mi pene erecto.


Entonces afloj� el cintur�n de su delantal y lo abri�. Pas�
las manos por su pecho y me demostr� como los dedos se enredaban casi con tal
mara�a, acarici�ndose sensualmente los pectorales, pezones y abdomen. Yo lo
miraba sin decir palabra, casi con la boca abierta. Ten�a que hacer un esfuerzo
por no echarle las manos encima. No quer�a romper ese m�gico hechizo que se
hab�a producido. Solo atin� a decir, casi sin pensar:


-Incre�ble... y... fascinante.


A esta �ltima palabra, su mirada se pos� anhelante en la m�a,
como sorprendido por el adjetivo que hab�a usado.


-Es lo que le dije. Creo que usted lo comprende entonces. S�.
Le vuelvo a repetir: Me gustan los hombres velludos. Y si no me equivoco, a
usted tambi�n.


Yo, avergonzado como un ni�o al que han descubierto haciendo
una travesura, me sonroj� levemente. Entonces, con el tono firme pero con una
sensualidad infinita en su voz, me pregunt�:


-Entonces: �Le parece "fascinante" lo que ve?


-Definitivamente � le dije suavemente � tanto, que me
gustar�a seguir viendo un poco m�s � le susurr� indicando con la mirada la
hebilla de su pantal�n.


-�De veras? �Quiere que le siga mostrando? � me dijo con sus
ojos celestes inflamados de deseo.


-S�. Nada me parecer� m�s interesante.


El peluquero, en medio de una evidente excitaci�n, se aboc� a
concederme el pedido y en el colmo de la lentitud, empez� a desabrocharse el
cintur�n.


-Ahora le mostrar� entonces, la zona m�s peluda de mi cuerpo.


Yo tragu� saliva, expectante y agitado, con los ojos clavados
en su entrepierna, ansioso y casi fuera de m�, asintiendo con la mirada cada
gesto que iba descubriendo tan �ntima regi�n de su anatom�a. Al desabrochar el
�ltimo bot�n de su bragueta, los movimientos se hicieron a�n m�s lentos. �l
estaba dispuesto a torturarme con esa lentitud, pero a la vez me estaba dando el
espect�culo m�s er�tico que yo hab�a experimentado en a�os. Vi asomar la blanca
tela de sus calzoncillos. Afloj� sus pantalones y estos cayeron al piso. Cuando
qued� s�lo con la prenda interior, un enorme bulto se dibujaba entre sus
piernas. Con un movimiento decidido, casi de un tir�n se baj� el calzoncillo.


Lo que vi fue impresionante. La gruesa verga sali� de su
guarida y qued� colgando pesadamente entre las piernas. Sus pelos eran una
espesa selva gris�cea que rodeaba toda la zona pubiana en una franja que se
extend�a hacia los costados, sub�an en una columna espesa hacia su abdomen,
uni�ndose con los de m�s arriba. Rodeando la pija, sus pelos eran casi tan
largos como ella, formando una mata que daba la impresi�n de ser impenetrable.
Por debajo, los suaves pelos recubr�an completamente sus grandes pelotas,
bajaban en formas caprichosas y se un�an a los vellos m�s cortos de la
entrepierna y muslos. Yo solo pude quedarme extasiado y silencioso ante la vista
de ese conjunto de perfecta masculinidad.


-�Le gustan los hombres velludos? �Verdad?


Yo no pude responder nada. S�lo lo miraba. Hab�a quedado
frente a m� mostr�ndome como su miembro en semi erecci�n, comenzaba a subir y
ensancharse a cada latido. Vi entonces como su prepucio se descorr�a lentamente
a la vez que el miembro se enderezaba apuntando hacia arriba. El glande asom�
rojo y brillante, iluminado por la suave luz. Yo me sent� en la camilla y me
acomod� frente a �l. Se acerc� m�s y quedamos muy cerca. �l me mir� anhelante y
sent� de nuevo su afrodis�aco aroma de var�n. Mi pene se irgui� con todas sus
fuerzas y estaba a punto de tocar el suyo. �l dio un peque�o paso y las puntas
tomaron contacto entre s�. Sin tocarnos con las manos, que permanec�an a cada
costado, empezamos a rozarnos los miembros. Eran dulces toques, eran c�mo suaves
espadeos, como tiernas contiendas entre lanzas duras como el acero. �l se mov�a
levemente de costado a costado y eso provocaba el roce. Los miembros se frotaban
entre s� y chorreaban gotas de l�quido, mojando nuestros pelos.


Yo sent�a el contacto de sus largos vellos sobre mi pubis
reci�n recortado. Las caricias eran maravillosas y empezamos a lanzar peque�os
gemidos. Est�bamos muy cerca. Ahora sent�a los pelos de su pecho entre los m�os.
Mis piernas abiertas lo aprisionaron tiernamente. Entonces mis brazos lo
rodearon y acarici� su espalda. Tocar su piel tersa y suave era embriagador. Mis
manos bajaron por su cintura y tocaron todo explorando sus gl�teos. Sent� que
una mano me tomaba por los huevos y los calentaba en su palma, mientras la otra
me tomaba la verga que comenz� a palpitar entre sus dedos.


Acerqu� mi cara a la de �l y juntamos nuestras barbas. Las
frotamos entre s� hasta que nuestras bocas tuvieron que encontrarse. Primero nos
tocamos labio con labio, luego deslic� t�midamente mi lengua en la abertura
peque�a de su boca. Entonces �l la abri� respondiendo con una invitaci�n a
entrar hasta donde yo quisiera.


Nos besamos largamente, profundamente. Yo tom� su pija. Era
un aparato pesado y enorme. Empec� a masturbarlo lentamente. �l hac�a lo mismo
conmigo. Estuvimos haciendo esto un buen rato, saboreando nuestras bocas
mutuamente. Hasta que tom� mis piernas y las levant� con un suave y r�pido
envi�n. Se arrodill� frente a mi y acerc� su cara a mi entrepierna. Hundi� su
barba en mis pelotas y con ella me produjo caricias deliciosas. Era tan
excitante sentir su barba en mis genitales. Sac� su lengua y comenz� a lamer
toda la zona. Fue bajando y moj� todo por debajo de mis huevos. Se tom� el
maravilloso trabajo de apartar mis largos pelos alrededor de mi agujero que se
contra�a y abr�a al contacto de su boca. Me hizo una chupada fenomenal.
Introdujo su lengua como un peque�o pene dentro de mi ano. La mov�a
magistralmente. Hizo un nuevo movimiento y su boca atrap� entonces mi pija dura
y humedecida por el l�quido pre seminal. Su boca era suave, caliente y generosa
en cada succi�n. Tom� su cabeza calva y la hund� entre mis piernas, moviendo
r�tmicamente mi pelvis. Cuando estaba a punto de acabar en su boca, �l se
incorpor� y me abraz� bes�ndome nuevamente en la boca, los hombros el pecho. Se
trago mis pezones haciendo una fuerte succi�n a cada uno. Los mordisque� una y
otra vez excit�ndolos.


Abajo, mi pija era un m�stil apuntando a su abdomen. �l lo
frotaba contra su pecho, y lo tomaba entre sus manos, bombe�ndolo
fren�ticamente. Sab�a encontrar cada ritmo. Nunca se exced�a pero tampoco me
dejaba con las ganas. �l se sent� sobre la camilla y entonces baj� hasta su
verga. A duras penas pude meterla en mi boca. Me produjo arcadas al principio,
pero enseguida mi boca se acostumbr� y empez� a subir y bajar con dulces
vaivenes. Lo o� gemir y respirar entrecortadamente, a punto de gritar. Me tomaba
por los hombros, pellizcaba mis tetillas, acariciaba mi espalda y mis gl�teos.
Lo gir� sobre si mismo y su culo qued� frente a m�. Estaba poblado de una feroz
vellosidad. Abr� sus nalgas y sus pelos largos y casi negros all�, cubr�an todo
el orificio. Con ambas manos abri�ndolo, acerqu� mi lengua y lo penetr� con
ella, produciendo en �l un grito ahogado de entrecortado aliento.


Se mov�a pidiendo m�s y m�s. Humedec� tanto la zona que un
dedo m�o pudo entrar al c�lido recinto. Pronto fueron dos, y luego tres.
Bombeaba su agujero con mis dedos alargados a m�s no poder. Cuando esto no le
bast�, nos movimos nuevamente y acerqu� la punta de mi miembro a sus caderas. Se
ayud� entonces con las manos a abrirse las nalgas y su culo retrocedi� hasta mi
pija. No tuve ning�n problema en penetrarlo f�cilmente. Lo tom� por sus
pectorales y lo atraje hacia m�. Era una espl�ndida cabalgata. Despu�s cambiamos
de postura y me recost� boca arriba.


�l se puso frente a mi y alzando un poco mis piernas chup�
nuevamente mi ano. Cuando estaba totalmente lubricado, descend� hasta su
palpitante miembro y me fue penetrando lentamente. Yo pens� que no iba a entrar
semejante cosa en mi culo. Pero su arte era superior a todo. Tuvo una paciencia
enorme. Me doli� un poco al principio, pero enseguida mi dilataci�n se
acostumbr� a su tama�o, empezando un bombeo casi salvaje. Yo quer�a hacer durar
esos momentos, pero confieso que me era imposible. Enseguida largu� sobre su
pecho un chorro caliente de semen que terminaron en sus pelos blancos. Entonces
�l sac� su pija suavemente e inmediatamente se derram� sobre mi con violentos
espasmos. Qued� de rodillas frente a mi, incorporado y bello. Me tom� por detr�s
de la espalda y ayud� a levantarme. Nos fundimos en un fuerte y emocionado
abrazo, sintiendo como nuestros jugos se fund�an en uno.


Recuerdo cuando, despu�s de vestirnos y emprolijar nuestra
apariencia, le fui a pagar lo que indicaba la tarifa colgada en una de las
paredes del negocio. �l hizo una se�a de rechazo y me dijo sonriendo:


-�No, de ninguna manera!. Es la primera vez que usted viene
por aqu�. El servicio de hoy fue una atenci�n de la casa.


-Por lo menos, d�jeme darle este �ltimo beso


Lo bes� muy despacio introduciendo dulcemente mi lengua.
Respondi� poniendo sus manos en mi cara para volver a preguntarme en voz baja:


-Pero no me respondi� usted: �Le gustan los hombres velludos?





Franco.


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Relato: Me gustan los hombres velludos
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