EL TALLER MEC�NICO
Algo estaba pasando con mi motocicleta. Andaba a tirones y
parec�a que pronto ya no se mover�a m�s. Y la cosa era grave porque esa noche
ten�a una fiesta en casa de unos amigos, compa�eros de mis cursos de
kinesi�logo. Record� que por ah� hab�a un taller de motos y dobl� la direcci�n
hacia ese lugar. Yo ya conoc�a al mec�nico: Julio, un chico agradable de unos
veintitantos a�os. La verdad, me gustaba c�mo se mov�a, con seguridad absoluta,
el tono calmo de su voz, su rostro de p�mulos salientes, con una nariz recta. El
pelo, algo crespo, le ca�a sobre las orejas; aunque atr�s lo amarraba en una
coleta. No era demasiado alto, pero s� muy bien proporcionado y con un torso
perfecto.
Tambi�n me atra�an sus brazos fuertes, en uno de los cuales
se ve�a un piel roja tatuado. �l siempre vest�a sudaderas de colores y jeans,
siempre manchados de grasa. Junto a �l siempre estaba un primo aprendiz, que
tendr�a unos dieciocho a�os. Ten�a un rostro agradable, pero no me atra�a
mayormente, ya que la presencia del mec�nico jefe lo opacaba. A lo mejor, si lo
viera en otro sito, caer�a prendado a sus pies.
-Amigo, qu� le pas� esta vez. Lleg� justo cuando ya estaba
cerrando.
-Julio, esta porquer�a est� andando como las pelotas �le
dije.
El mec�nico, entonces, me hizo pasar y baj� la cortina para
que ya no entraran m�s clientes. Se agach� para ver algo y mis ojos se posaron
en el comienzo de su trasero. No s� por qu�, pero los mec�nicos y obreros en mi
pa�s casi nunca usan ropa interior. As�, mis ojos penetraron entre sus nalgas y
se imaginaron lo que permanec�a en la oscuridad. Mi verga, entonces, cobr� vida
y empez� a reptar por entre mis pantalones, como una serpiente.
Un carraspeo, entonces, me devolvi� a la realidad. Detr�s de
m� estaba Pedro, el primo, y hab�a descubierto mis miradas lascivas. S�lo me
quedaba disimular, as� que acomod� mi tranca y lo salud� como si nada. �l se
sonri� y me devolvi� el saludo. Lo analic� y descubr� que no estaba nada de mal.
Al contrario de Julio, este muchacho era pelirrojo y llevaba el pelo muy corto.
Se acerc� al o�do de su primo y algo le susurr� al o�do, provocando las risas de
alguien.
-Ha hecho mucho calor en el �ltimo tiempo �me dijo el
mec�nico jefe, buscando tema de conversaci�n.
-Claro �le dije,. Si mira como estoy de sudado.
A pesar de ser la hora del atardecer y de que ven�a sobre la
moto, era cierto que estaba transpirando.
-Si quieres, puedes pasar al ba�o a refrescarte.
Agradec� la propuesta y hacia all� me dirig�. Era un ba�o
peque�o, con un escusado y un lavatorio. Me saqu� la polera y observ� mi cuerpo,
d�ndome cuenta de que no estaba nada de mal. Acarici� uno de mis pezones y sent�
c�mo �ste se levantaba suavemente. Hund� mi mano en la mara�a de pelos negros de
mi pecho y la llev� hacia mi pantal�n. Verdaderamente, este mec�nico me hab�a
excitado profundamente. Acarici� mi erecta tranca por sobre el pantal�n y la
acomod� con orgullo. Observ� mi rostro en el espejo y me percat� de c�mo las
ansias sexuales hac�an que mis ojos brillaran m�s. Me gustaba lo que ve�a: un
rostro agradable, con ojos verdes y grandes, labios finos, nariz roma, cejas
arqueadas, pelo largo, negro y crespo. Me moj� la cara y sin ponerme nuevamente
la polera, sal� hacia el taller.
All�, ambos mec�nicos desarmaban la moto, estando tambi�n
ellos con el torso desnudo. Es que el calor arreciaba. El espect�culo que ten�a
ante mis ojos era digno de un calendario porno. Yo no sab�a si verdaderamente
estaban trabajando concentrados o si trataban de calentarme; pero ciertos roces
del pantal�n de Pedro por sobre el lomo de Julio me llamaban poderosamente la
atenci�n; o ciertas miradas cuando se pasaban una herramienta. Fue como un
ballet er�tico que dur� unos quince minutos. Luego, Julio me inform� que estaba
listo.
-Cu�nto te debo por tu trabajo �le dije, dispuesto a pagar
m�s de lo normal, por la hora y el espect�culo de verlo trabajar.
-Te ofrezco un canje �me dijo.- Como t� estudias como hacer
masajes, vienes otro d�a y me pagas con eso. Ahora �ltimo me ha dolido bastante
la columna.
-�Y por qu� otro d�a? Te puedo pagar al tiro.
La piel de los hombros de Julio era muy suave. Me gustaba
sentir su contacto en los dedos y las palmas. Hab�amos corrido todas las
herramientas del mes�n y pod�a ver y acariciar a mi amigo sin ning�n tipo de
escr�pulo. Unos pasos m�s atr�s, Pedro miraba la escena. Yo me daba cuenta de
que cada cierto rato se acariciaba el paquete rudamente. Mis manos recorr�an la
espalda del mec�nico. Para tener una posici�n m�s c�moda, me hab�a sentado sobre
su trasero y �l deb�a sentir mi nabo entre sus nalgas, a trav�s de las
mezclillas. �l, de cuando en cuando, maullaba su placer. Decid� jug�rmelas y
puse mi mano derecha sobre su nalga, la acarici� y, levemente, la pellizqu�.
Como �l no protest�, decid� hacer mi siguiente jugada:
-Te voy a sacar los jeans para poder masajearte correctamente
las piernas.
-T� eres el experto �me respondi� arque�ndose para
facilitarme la labor.
Bajo los pantalones se ve�an un par de hermosas nalgas
blancas, amplias y bien paraditas, sin demasiado bello, que daban paso a un par
de maravillosas piernas bien trabajadas, con un par de gemelos sobresalientes,
como los de los ciclistas. No pude evitarlo y bes� sus nalgas. Pens� que en ese
momento �l pod�a reaccionar violentamente, pero s�lo me dijo una palabra: sigue.
Masajeando sus nalgas, comenc� a introducir mi dedo �ndice en
su ano, que se perdi� r�pidamente. Ah� supe que �l ten�a experiencia en estas
lides. Mientras, Pedro se acerc� a su boca y le introduc�a la lengua hasta el
fondo. Pronto se introdujeron tres dedos en su culo. Pedro, en ese momento, me
pas� un pote de aceite de motor para ayudarme en mi labor. Mis ansias de
voyerismo estaban tambi�n satisfechas al observar c�mo la tranca gigante del
aprendiz se met�a en la ardiente boca del primo. Era larga y gruesa, surcada de
venas, de un hermoso color rosado claro, con breves vellos rubios y un prepucio
que cubr�a totalmente el glande. De sus labios colgaba una gota de presemen. Ya
el muchachito aquel no me era indiferente. Cuando se desprendi� de los
pantalones lo observ� en toda su hermosura. Sab�a lo que estaba provocando, por
lo que se ubic� justo en la mejor luz indirecta, creando un juego de sombras en
su cuerpo. Era casi lampi�o, excepto por unos pelillos como pelusas amarillas en
brazos y piernas, y algunos vellos rubios en el pubis y las axilas.
Yo tambi�n me saqu� los pantalones; pero quise que fueran en
un lento striptease para los dos mec�nicos. Lentamente me quit� el jean y me
pase� ante ellos con el soutien amarillo que hab�a comprado esa tarde. Era muy
rebajado por delante y por atr�s se me met�a entre las nalgas. Marcaba el
paquete y levantaba la carne del trasero. Pedro no aguant� y se abalanz� sobre
m�, llev�ndome hacia el mes�n donde a�n permanec�a Julio. Entre ambos terminaron
de desnudarme y, mientras el mec�nico jefe se introduc�a mi gran palo en su
mand�bula, el ayudante me introduc�a aceite en el ano. El placer era profundo
por delante y por atr�s. Sab�a lo que vendr�a y estaba temeroso de alojar el
miembro de Pedro en m�. No era un ne�fito en estos juegos, pero jam�s me hab�an
metido algo de ese calibre. Pero tampoco Pedro era un principiante, por lo que
pudo hacerlo suavemente. Cuando logr� meter todo su glande lanc� un grito de
dolor, pero un beso del atractivo Julio en mi boca calm� mi ardor.
Ante m� ten�a al hombre al que le hab�a dedicado mis mejores
pajas, desnudo y en toda sus gloria. Ya he dicho que ten�a unos poderosos
pectorales y b�ceps, pero ahora mi vista se perd�a en un miembro hermoso, algo
m�s peque�o que el del primo, que me perforaba en ese momento el trasero
llegando hasta los huevos. Estaba circuncidado, por lo que el glande palpitaba
rojo ante m�. Me agach� y lo introduje en mi boca, comenzando una succi�n a mil.
S� que soy un buen mamador y que puedo llevar a mis cong�neres sexuales hasta el
mayor cl�max. Pero como deseaba que esto durara m�s, saqu� el miembro y gir� a
mi amigo, para continuar el trabajo que hab�a iniciado en sus nalgas. Mientras
tanto, Pedro aceleraba el ritmo a mis espaldas y bufaba como un toro. Con los
dedos dilat� el agujero de Julio y lo acerqu� hacia m�. Sin ning�n esfuerzo, mi
verga se hundi� entre las nalgas del mec�nico para iniciar el juego del
trencito. Me gustaba estar al medio, recibiendo y dando. Mientras, mis dedos
masturbaban a mi adorado t�cnico en reparaciones.
En un segundo glorioso, los tres eyaculamos. Pedro lo hizo
sobre mis nalgas, sacando su miembro r�pidamente. Yo, en el interior de Julio. Y
�l entre mis dedos. Ya m�s relajados, nos dedicamos a lamernos los cuerpos en
todos los rincones, limpiando todo rastro de lo ah� ocurrido. Bes� a Julio y
Pedro se incorpor� al juego de las lenguas.
Ya no llegar�a a la fiesta, pero �a qui�n le importa?
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