Relato: Arakarina (11: Nueva piedad)





Relato: Arakarina (11: Nueva piedad)

ARAKARINA XI


NUEVA PIEDAD


XI


CONDONES LINGAM Y EL MOTIVO DE SU �XITO.



�Por qu� puta raz�n al promocionar estos condones como
"LINGAM: la seguridad extrasensitiva" omitieron decir que se desflorar�an de
esta manera! Claro est�, esta mamacita est� muy buena, imposible no met�rsela
por donde lo pidiese, es un excelente esp�cimen del tipo A, rubia hasta en los
pelitos del co�o, como digo, imposible que no le reviente a uno la verga s�lo
de, no digo ya tocarla o verla, s�lo de intuirla.



Pero aunque sea de clase A no es de clase A. La matrona que
me surte de putitas es al menos responsable de las pastillitas de sus pupilas,
les controla las parejas, para suscribirse a ese club especial te haces an�lisis
de sangre, principalmente del SIDA, obligatorios seg�n esto para efectos del
gimnasio, sin embargo no todos los del gimnasio son sometidos a esos estudios,
casualmente s�lo los que estamos en el club somos sometidos. A cada uno de los
miembros nos vale madre que nos chequen la sangre, es por nuestra seguridad. Las
chicas a su vez se tienen que hacer su examencito. Pero esto no es m�s que
belleza, ellas ganar�n dinero y plata sin terminar t�sicas y pelonas en un
hospital del repudio y nosotros, compraremos la mercanc�a derramando todo el
semen que queramos, seguros de no infectar ni ser infectados. Qu� cosa m�s
bella. Pero en este caso, ella es del tipo A, pero la atrap� en la calle, no
viene del club. Tengo mis pol�ticas de no meterme con cualquier puta, pero �sta
era inevitable. Seguro y con estas tetas y este culo se la cojer�n unos siete
cabrones al d�a justo el n�mero de orificios que tiene un revolver, qu� mayor
ruleta rusa quieres. Adem�s es una cachonda, se dio cuenta del rompimiento y le
import� un cuerno, "m�s adentro" fue lo que dijo.



Heme entonces haci�ndole preguntas y d�ndome cuenta que no
sabe ni lo que es el SIDA, adem�s haciendo el rid�culo, pues mi impaciencia no
me ha permitido ni siquiera la delicadeza de quitarme el cond�n, y como testigo
de nuestra charla est� mi falo que m�s bien parece el pito swissordhands, como
si fuese la verga molotov, reci�n estallada. En los pinches chistes una pija que
desmadra un cond�n da risa, pero a m� no me da la m�s m�nima cosquilla.
Brillosa, ahorcada y colorada como un vaquero que viol� a la esposa y seis hijas
del sheriff, incluyendo la m�s peque�a. Me quito la goma de una buena vez y
(cosa ingrata) le pago con tal de que se largue. Cuando est� en la puerta le
digo que mejor se de la media vuelta, si estoy contagiado al menos la voy a
hacer rebuznar, de forma que le doy por el culo hasta que no me qued� la m�s
m�nima arruga en la picha, mi af�n era hacerle da�o, pero antes de irse me dice
que le encantar�a que la levantara en otra ocasi�n, que nunca se la hab�an
cogido tan rico por detr�s, que me har�a descuento, "Chinga tu madre" le
contesto.



Me fui a la tina del cuarto de ba�o. �Y si la tina est�
infectada? No, s�lo se transmite por contacto sangu�neo o sexual. Pero acaso no
le sale a uno sangre de peque��simas heridas que uno inclusive desconoce, o de
la boca, o fisuras en los pies. Me lavo el falo que como nunca sigue tieso, ya
quisiera yo que as� se me pusiera con las verdadero tipo A. Le miro como se mira
a un enemigo despreciable, me da pavor.



Me visto y voy directo a un laboratorio de an�lisis, me
pinchan, lo tendr�n para dentro de dos d�as. �Cree realmente la enfermera que
esperar� dos d�as m�s con esta angustia? Le lloro, le amenazo, me lo tendr� para
ma�ana, quedo conforme.



Llego a la casa y Helena luce m�s buena que nunca, sin
embargo mi rechazo es notorio. No hablo de que Helena se me tienda encima en
cuanto llego, sino que el simple beso, las �rdenes que radicalmente le impuse en
el sentido de que al llegar me d� un masaje en los pies y espalda me parecen
insoportables. A m� sus cotidianas atenciones me parecen insoportables y a ella
mi recato le parece raro. No le permito que me bese, siendo que de ordinario
aprovecho su rutinario beso para robarle uno lascivo, hoy casi la beso como esos
besos de utiler�a que se dan en las teleseries familiares. Sudo en demas�a, ella
me prepara, seg�n le he indicado, agua de frutas. Pasan las horas. Voy a mi
closet en busca de unas pastillas y descubro que en el �rea en que tengo mis
pel�culas, de todo g�nero, est� acomodada de distinta manera la de "El silencio
de los inocentes", la saco de su cajita y descubro que estaba mal acomodada. Sin
duda Helena la tom�. Cierro la puerta y prendo la cassetera y la televisi�n, a
�sta le bajo el volumen y pongo a funcionar la cinta. Est� la parte en que le
est�n dando por la vulva y por el culo a Ginger Lynn, es decir, en una parte
distinta a aqu�lla en que yo la dej�. Pues he aqu� que mi mujercita me agarra
las pel�culas cuando yo estoy ausente.



Me lo callo y dejo transcurrir el d�a. En la noche Helena
anda como que muy ansiosa por tener sexo. Claro, todo el d�a se la ha de pasar
mirando escenas de sexo y, qui�n se lo impide, toc�ndose o meti�ndose el dedito.
En condiciones normales no le dar�a ni las buenas noches, la voltear�a y la
empalar�a de manera veloz, pero hoy, con mi duda acerca del SIDA soy casi
impotente. Me toca las tetillas y se me pone tiesa, me toca la bragueta y se da
cuenta que est� dura y enorme como un cedro. No s� que me pasa, todo el d�a he
estado sumamente distra�do por la duda endemoniada, no hago las cosas que de
ordinario hago, mientras me imagino a m� mismo tendido en una cama, cay�ndoseme
el pelo, dej�ndoseme vencer por una puta tos o por un catarro, olvid� las llaves
de la puerta por fuera, le puse sal a mi caf�, otra, nunca tomo de ese caf�
horrible instant�neo y ahora lo hice, en fin. Para colmo estoy neg�ndole una
cojida a Helena.



Cuando me comienza a bajar la bragueta busco alg�n motivo
para pelear, lo encuentro.


- �Se puede saber por que est�s tan ardiente?, de ordinario
haces un gesto cuando te voy a amar por d�nde m�s me gusta.-


- Ha de ser la luna-


- �No mames!, vi que agarraste mi v�deo del silencio de los
inocentes.- le dije inflamado


- Querr�s decir el de New Wave Hookers que es la pel�cula que
tienes grabada despu�s.


- No te salgas por la tangente. �Qu� se supone, que no te
basta con ver mi verga?, �O qu�?, �Te gusta la variedad o qu�?


- Discuuulpame!- Dijo haciendo un adem�n que me irrit� de
verdad- Sin embargo pienso...-


- Tu no piensas aqu�, yo soy el que pienso-


- Pienso que no tienes raz�n. T� trajiste esa pel�cula a la
casa, no fui yo. Ahora, te repito, �A ti te gusta la variedad?, no te basta con
verme a m�, o verte a ti mismo.


- �Que insin�as?


- Nada-


- �Como qu� nada? �Insin�as que soy maric�n?- ella guard�
silencio a pesar de que se notaba que su mente herv�a, me daba por mi lado y eso
me pone enfermo- Adm�telo, te gusta ver como cojen otros y te tocas...-


- �T� te masturbas?


- No, no ocupo-


- �Qu� quieres escuchar?, �Que yo s� ocupo? si gustas lo
digo, yo si tengo que ponerme en mis manos, o en mis dedos para ser m�s
exacta...- La call� entonces con un golpe en la mejilla, hasta eso no muy
fuerte, pero bastante simb�lico, dada la cara de rabia que seguramente puse. No
llor� como otras veces que la he da�ado de una u otra manera. Es que acaso cree
que va a hacerse fuerte, que podr� m�s que yo, se cree que puede levantarme la
voz y bromear a costa m�a, no, no dejar� que se me suba encima, ni depender� de
ella as� me muera.



Hice una mueca de disgusto, el resto fue puro romance clich�,
le tom� la barbilla y le dije al o�do que la quer�a, que perd� el control, que
me disculpara, pero, es que no puedo soportar discusiones como �sta, que es
cierto, yo ten�a en casa pornograf�a, que era un vicio a�ejo que comenzar�a a
dejar, pero que en mi mente s�lo habita ella, y ella, como est� planeado,
consinti� con la cabeza perdonarme, yo repitiendo que la amo y ella poniendo
cara de perrillo que se siente mal por haber mordido al ladr�n que result� ser
un amigo que bromeaba vestido de asaltante. Le toco la nariz con la m�a y luego
le di un beso muy seco, luego uno m�s intenso, despu�s le toque los pechos y
ella, conciliadora al fin, me abre la bragueta. Dicen que las reconciliaciones
siempre valen la pena cualquier pelea, y en este caso era mejor a�n, no s�lo
porque lo hicimos llenos de amor, sino porque si me llevaba la chingada no me
ir�a solo.






XII


LOS ANALISIS




Al d�a siguiente, siendo las dos con treinta de la tarde, me
dieron los resultados de los an�lisis, tom� el sobre con la mano tembleque y lo
abr� con ganas de tardarme todo el tiempo del mundo, sin embargo fui bastante
veloz e impaciente. El resultado ten�a datos idiotas como fecha y hora del
an�lisis, efectos del examen, prematrimonial espacio en blanco, laboral espacio
en blanco, personal espacio con tachita, fecha de entrega del resultado y abajo,
lo principal, VIH, negativo tachita. Me ech� el papel al bolsillo y pegu� un
brinco.



Al final del cuento todo fue placer, la tipa A, y ni se diga
Helena. Hoy rematar� esa reconciliaci�n.





XIII


FEDRA DORMIDA EN LA LEJAN�A




Fedra se qued� en mi casa una semana entera, durante la cual
no tuvimos la oportunidad de dormir juntos, no por que no nos amemos
indeciblemente, sino por que todo el tiempo est�bamos haciendo el amor, y
nuestros encuentros se ve�an interrumpidos por las visitas que ella ten�a que
hacer a casa de sus padres, que seg�n s� ahora, tienen todo el dinero del mundo.
Pese a ello soy yo qui�n tiene en verdad toda su riqueza, esta mujer de oro,
hermosa, profunda.



Hasta cuando platicamos es como si hici�ramos el amor,
inclusive me pide que le cuente de mis aventuras er�ticas, parece agradarle
escuchar de mi vida, siento que sobre todo le encanta que mis historias siempre
culminan con el final en el que narro que ella es mejor amante que la de la
historia, adem�s es cierto, pues Fedra naci� para hacer el amor, e intuye cada
caricia m�a, y lo hace llena de sorpresa.



Ella no es mi amiga, ni mi mujer, ni mi hermana, ni mi madre,
es mi nexo, es decir, todas juntas. Sus historias, ya que ha viajado por todo el
mundo y encima es un im�n de las experiencias, me hacen dudar que Sherezada haya
sido hombre como supon�a, ella es Sherezada.



Cabe aclarar que su padre no era ning�n tonto, y not� que su
hija ya no caminaba igual, que era adem�s extremadamente feliz, que ese arco que
se le hac�a justo debajo de su pelvis era ahora verdaderamente hermoso, es
decir, estaba vivo. Adem�s, Fedra me alcanz� a decir que hab�a sido sujeta a un
interrogatorio muy severo respecto al anillo tatuado, y no s�lo eso, su padre
mont� en ira al momento en que le orden� quitarse el tatuaje y encontrar
resistencia.



No ser�a la primera vez que me dan una golpiza a causa de una
mujer, pero si fue la m�s salvaje, llegaron a mi casa, import�ndoles un bledo la
propiedad privada, ni falta hac�a que se anunciaran, yo sab�a de parte de quien
ven�an. Tra�an unas cachiporras blandas que no dejaban marcas, ni quebraban
huesos, pero generaban un dolor intenso e irrefrenable en todo el cuerpo,
adem�s, el agua mineral en las narices tampoco requiere de f�rulas ni vendas,
pero constituye un tormento sin igual.



Me qued� sin salir de casa una semana entera. Tiempo
suficiente para meditar en que hac�a solamente dos semanas Fedra no exist�a
f�sicamente. De todos los golpes que recib� por parte de los golpeadores, el m�s
duro era escuchar que Fedra ser�a enviada a estudiar muy lejos, sin importar su
opini�n, ni la carrera, que a la fuerza hab�an borrado el anillo de su dedo y
que la idea era que ella y yo no nos volvi�ramos a ver jam�s.



No lo cre�. Al menos por dos meses. Mismos que estuve
encerrado en nuestra casa, sin salir para que no pudiera suceder que ella
llegara furtiva s�lo por un minuto y yo no me encontrase. Cada vez que un
vendedor, que un Testigo de Jehov�, que cualquier otro visitante molesto, tocaba
a la puerta mi coraz�n daba un vuelco. Un vuelco est�pido por cierto, Fedra
sab�a que mi casa no tiene cerradura estando yo dentro de ella, adem�s de que
era un hecho que estaba ah�. Pint� unos seis cuadros en ese lapso de tiempo y
todos eran desgarradores. Si estar con alguien es permanecer cada instante en su
mente, Fedra no hab�a salido de nuestra casa ni un segundo.



El tiempo hab�a transcurrido, y el invierno abrazaba ya la
ciudad, un fr�o cortante congelaba las tuber�as y mataba los vegetales. Sent�
que el fr�o estaba tan acorde al que habitaba mi coraz�n y mi cuerpo que decid�
salir, despu�s de dos meses y una semana, para respirar el aire helado, para
recordar que Fedra era parte de las calles tambi�n.



Cosa curiosa, una vez fuera, me di cuenta que no a�oraba a
Fedra, sino que �sta estaba conmigo, que se re�a a mi lado, que saludaba a los
vagos que yo saludaba sin siquiera conocerlos, que el vapor de mi boca eran
mensajes de humo a donde quiera que estuviese. Por primera vez en mi vida sent�a
pavor de ser m�s importante yo en la vida de alguien que viceversa. Me di cuenta
entonces que nuestro pacto era m�s profundo de lo que pensaba, y me sorprend�a.
Era suyo a mi manera, vagando por las calles, mirando torvamente, reinventando
el orden que por poco parec�a absorberme.



Estaba entonces de nuevo en el mundo. La noche me susurr�
notas musicales, el viento me acariciaba con sus heladas manos. Record� entonces
que hace algunos a�os, en un peri�dico de no s� d�nde, hicieron un concurso del
d�a del amor y la amistad, este consist�a en que el amable p�blico lector
enviar�a sus historias de amor a la redacci�n del peri�dico y esta seleccionar�a
las m�s interesantes, las cartas deber�an ser breves. Era obvio que las cartas
eran muy dispares unas y otras, pues cada qui�n siente el amor como mejor le
place y encima todos sienten el impulso de mitificarlo, pues no hacerlo ser�a
como aceptar que se ha estado muerto toda la vida. El caso era que hab�a quienes
enviaban historias donde �L le llevaba serenata y se romp�an las cuerdas de la
guitarra pero al ver que ELLA asomaba la cara por la ventana, El continuaba
cantando, la mam� de ELLA le tira una cubeta de agua a �L y �ste se ve tan
gracioso que ella queda prendado de �L y se casan, y AMBOS pretend�an hacer
creer a la ciudadan�a que su historia de amor era interesante, hab�a otras donde
�L era ciego y ELLA tambi�n, y el que formaran una pareja era en s� mismo amor.
Cartas a t�as casi madres, a hermanos casi padres, a amantes casi esposas, a
esposas esposas, a hombres cumplidos, a Madres Teresas locales, etc. Yo era muy
joven, acababa de recobrar la vista y hab�a comenzado a leer. Me llenaba de
alegr�a, no de leer las cartas enviadas al peri�dico, sino ver tanta gente que
cre�a en la existencia del amor, mientras que yo me encontraba seguro de su
existencia pero sin pruebas. Sin embargo, aparte de aqu�llas donde alguna de las
partes mor�a (El dramatismo de lo inevitable), s�lo una historia me hab�a hecho
llorar. Hablaba sobre una mujer de 35 a�os que entabl� amistad con un hombre de
28, ambos participaban en un club social en el que bailaban el tango, dada la
asiduidad de ambos se conoc�an bien, y despu�s de un tiempo formaban pareja,
ganando con regularidad algunos premios por su entendimiento a la hora de
bailar, EL sent�a deseo de ella pero no se atrev�a a abordar la situaci�n por
sentir temor a que la diferencia de edades fuera a resultar un problema y con
ello echar a perder la amistad que de cierto ten�an, ELLA por su parte sent�a
exactamente lo mismo. En cierta ocasi�n fueron a casa de ella y juntos pasaron
un rato agradable, primero charlando, luego tomando quiz� una copa, despu�s
bailando tango. Ciertamente el tango, al igual que el flamenco, al bailarse en
un club o lugar p�blico es un ejercicio cultural y f�sico interesante, pero
bailado en privado, de manera entregada, sin nadie quien te mire, es por s�
mismo un coito. De un coito ya no fue trabajo pasar a otro tipo de coito, "fui
suya" dec�a la historia, pues quien escrib�a era ELLA, y fueron felices esa
velada. Sin embargo, EL no volvi� mas al club de tango, y ELLA adem�s no sab�a
d�nde localizarle, ni nadie. Pasaron diez a�os, �Diez a�os! cuando tocaron a su
puerta, y era �L. ELLA le invit� a pasar, le bes� en la boca sin comprometerse
mucho y le dijo que tomara asiento, le sirvi� una copa, en la misma de hac�a
diez a�os, llen�ndola de un vino igual, mismo que �L sostuvo con su similar mano
derecha, mientras ELLA se deslizaba hasta la tornamesa para echar a andar el
mismo disco de tango, el cual hab�a permanecido ah�, en el tornamesa, por diez
a�os, esperando un d�a como ese, en que �L regresara, a hacer verdaderamente
Tango, aquel disco que por s� solo carec�a de valor.



En su momento esa historia me enterneci� y conforme ha
transcurrido el tiempo le he dado diferentes valores a los sentimientos que en
ella se manejan.



En ese entonces, siendo yo muy joven repito, la historia me
pareci� m�gica, pues aunque injusta, me parec�a hermoso que alguien fuera capaz
de estimar o amar a alguien de tal manera como para esperarle todo ese tiempo,
en otras palabras, me hubiera gustado ser ese �L, en principio por que no ten�a
a nadie, y dudaba de la existencia del amor, como poema o como v�nculo, y todo
aquello que sugiriera su realidad me llenaba de agrado, en ese entonces hab�a
recibido ya unas clases de modales, en las cuales l�gicamente no incluyeron
decir que la gente tarde o temprano se atrae, y sin embargo se�alaron la
importancia de que tocarle el culo a una muchacha era algo cochino, eso, digo,
era por principio. Sin embargo, en continuaci�n yo deseaba ser ese �L por el
simple hecho de saber que era, en su forma de ser, impactante, trascendental,
capaz de fundar una fe en el coraz�n de ella, de imaginar que para ella la vida
se hab�a centrado en estar a su lado, cerca, sinti�ndole, d�ndole significado al
tango y a la existencia de ambos. Me resultaba bello, ELLA tan paciente, tan
llena de romance, hecha de magia nost�lgica.



Despu�s fui esc�ptico, cruel y fr�o. Decid� que el camino m�s
preciso para sobrevivir era renegar de un orden de muerte, y entonces me pareci�
que �L era implacable al momento de satisfacerse, mientras ELLA, tonta, esperaba
la llegada de un amante que no era otra que s� misma, y entonces cada d�a de
espera me parec�a un despilfarro de idiotez.



Hoy la historia me vuelve a parecer cautivadora, y la espera
de ELLA no me parece insulsa por que s� que nada puedes hacer cuando el coraz�n
anhela, ya no digamos a �L, sino algo que no va a aparecer. Su fe es la que
resucita de la historia original, como una boca tendida hacia adelante, con los
ojos vendados y en espera del beso. EL es un est�pido, pues diez a�os incluyen
muchas noches, y si imaginara la mano de ELLA que cada noche por diez a�os
arrugaba la s�bana, sola o con alguien, da lo mismo, ech�ndole de menos, hubiera
vuelto para no irse nunca mas. Pero caigo en cuenta que lo que amo de esa
historia es el significado, �se que en la primera impresi�n yo refer�a como que
ambos hab�an encontrado. Ahora pienso que s�lo ELLA encontr� algo de esa
historia, s�lo ELLA obtuvo significado. �L fue un pendejo, y para esto he de
decir que por pendejo puede entenderse el tipo que teniendo a la mano un alma la
desde�a en pos de una moralidad que no existe o bien, huyendo para no perder una
libertad que nunca ha gozado, pues parece que todos son esclavos de algo sin
nombre, amante de la paz y la modorra. Pendejo es en todo caso regresar y
suponer que nuestra verga fue tan rica que unas desahuciadas caderas la lloraron
diez a�os y que encima esto nos d� gusto. Pensar que es lo m�s grande que nos ha
pasado, que fuimos capaces de generar una fidelidad inquebrantable, que fuimos
lo suficientemente viriles para que ELLA sea incondicional, a pesar de nuestra
ausencia, lejan�a, desd�n, injusticia. Eso es ser un pendejo.



Pero hablemos de ELLA. ELLA se esper� a s� misma, y a los
diez a�os se encontr�, siendo vino y tango, siendo momento, presente y pasado
indistinto, sonriendo ebria sin haber probado gota de alcohol, mientras �L
cr�dulo, megal�mano, piensa que todo lo que ELLA hace es generado por �L.
Mientras la dama ha descubierto que uno puede estar presente siempre, que los
nexos no siempre son f�sicos, que puede modificar, influenciar, marcar de por
vida a los dem�s seres humanos con el simple detalle de reconocer en cada uno su
singularidad. Aprendiendo a dar, haci�ndose con ello merecedora eterna de
recibir. EL ya no le sirve, ELLA sola es ya colosal, tit�nica, y su alma habr�a
nacido en la hermandad.



Pienso en la hermandad, y Fedra es mi hermana. No es preciso
esperar diez a�os, la ense�anza es inmediata. Me acompa�a por estos callejones
oscuros, comparte vaho conmigo, sonr�e a mi lado, veo a trav�s de sus ojos.
Comienza entonces una lluviecilla molesta y yo me resguardo en la orilla de una
cochera con techo. Espero acaso cuarenta minutos en que tarareo canciones
dram�ticas.



La lluvia cesa y sigo mis andanzas. Escucho gritos de mujer,
escucho ladridos, pero estos son humanos. Sea lo que pase est� ocurriendo a la
vuelta de la pr�xima esquina, justo dentro del callej�n pr�ximo. Intento
apresurarme para ver que pasa y resbalo, sin caer al suelo, no pude evitar
mancharme la mano de lodo. Saco de mi gabardina un papel para limpiarme, es el
membreteado mensaje de la galer�a que me indica que revise mi agenda, pues mi
exposici�n en Atenas durar� solamente dos semanas m�s, mientras me avisa que en
mi cuenta han aparecido ciento setenta y tres mil pesos por obras vendidas, lo
tomo y me sirve de servilleta, mi mano queda casi limpia, ya estoy en el
callej�n, la violencia me llama reci�n salgo de casa.



Al voltear el muro la escena no pod�a ser m�s evidente.
Repegada al fondo, sentada casi encima de un basurero, estaba una prostituta,
embutida en un vestido rojo y unas medias negras, una de ellas rasgada. Su bolso
giraba de un extremo a otro mientras su cabellera te�ida de rubio se agitaba
como el vestido de una bailaora flamenca. Sus ojos desorbitados y su grito
estridente llamaba definitivamente la atenci�n. Esa era la parte victimada. Los
victimarios eran tres tipos que, hasta eso, no ten�an pinta de maleantes, o bien
eran de esos maleantes que visten bien para no aparentarlo, los tres rodeaban a
la prostituta y uno de ellos llevaba inclusive una manopla. Gritaban como
urracas, dejando en claro que esa carne vestida de rojo tendr�a que pagar las
consecuencias de provocarles su deseo, "Sabr�s que siendo puta corres riesgos
como �ste" dijo el de saco �mbar, mientras que el de chaqueta de cuero se tocaba
los pantalones, el de la manopla volte� y al verme me grit�, eso si, lleno de
propiedad, "Ret�rese".



Sin embargo, en aquella situaci�n hab�a una persona m�s.
Entre la prostituta y los agresores estaba un tipo delgado, no muy alto, el cual
estaba en posici�n lo suficientemente desafiante como para que los otros siendo
tres, no se decidieran a�n a ir por su presa color de rojo. Los brazos abiertos
del h�roe eran casi dos garras dispuestas a atacar, pero cosa rara, a esas
alturas los pu�os ya deb�an estar perfectamente cerrados, las garras no
servir�an de nada. Su cara no obstante reflejaba tanta furia que ciertamente
para atacarles hab�a que manejarse con cuidado.



"Que no oy� que se largue", dijo Don Manopla, mientras Saco
�mbar le indicaba que se ocupara personalmente de echarme. Manopla se fue sobre
m� s�lo para encontrarse con una patada en plena cara. Eso no salv� que me
llevara un golpe de manopla que de inmediato me puso rojo el cuello. La
intenci�n era desde luego lastimarme de verdad, pues si ese metal me hubiera
dado en la laringe no me hubiese levantado ya. Eso me puso furioso e hist�rico,
y Don Manopla hizo lo peor que podr�a hacer: fomentarme la frialdad, hacerme
pensar que ellos, ni sus cuerpos, ni sus vidas, me importaban.



Don Manopla cay� al suelo despu�s de la patada y yo ca�
encima de �l, pate�ndole con rabia los genitales, tres patadas como para hacerle
pur� la hombr�a. Mientras Chaqueta y Saco �mbar se abalanzaban sobre el H�roe,
mientras este emprendi� con odio verdadero sobre Saco �mbar, quien esperaba
todo, menos que le tomaran de la mejilla y casi se la arrancaran de un tir�n
seguido de un jal�n de cabellos sangriento. Don Manopla no se levant�, ni lo
har�a. La prostituta emit�a sonidos como si fuera una sirena de ambulancia
mientras hu�a del lugar. Ahora no hab�a m�vil carnal para la pelea, pero a esas
alturas aquella ri�a se hab�a transformado en una afrenta personal.



Saco �mbar se abalanz� sobre m�, abraz�ndome, manch�ndome de
sangre de su cabeza, y pese a que le di un pu�etazo en la cara, no pude evitar
que me tomara del abrigo, estir�ndomelo hasta la cintura, inmoviliz�ndome los
brazos, recib� un madrazo en plena cara que me tumb�. El h�roe entonces le dio
un puntapi� justo en el culo, y aunque tales patadas han sido ridiculizadas
hasta el cansancio en las caricaturas, Saco �mbar emiti� un grito que anulaba
toda risa que estas hubieran causado, cuando no que le gener� unas almorranas
instant�neas. Me quit� el abrigo s�lo para ver que Chaqueta le daba un brutal
rev�s al h�roe y este s�lo alcanz� a esbozar un chillido. En su delirio de no
perder, el h�roe intent� hacer lo mismo que Saco �mbar hab�a hecho conmigo, pero
al extender el abrazo, Chaqueta desenfund� una daga impresionante y se la
ensart� en el cuerpo al h�roe, yo herv�a por dentro mientras la m�s lejana gota
de mi coraz�n se congelaba de pavor al ver que hab�a dado muerte al h�roe como
si fuera cosa de todos los d�as. Poco espacio tuve para verle caer en su propia
sangre, pues Chaqueta me miraba como toro en ruedo, y su �nico cuerno despuntaba
sobre un rayuelo de luz, manchado de carmes�, haci�ndose violeta ante el fr�o.
Su mirada demente me hizo retroceder. Del pantal�n me sujet� Don Manopla y me
hizo caer. Me invadi� el terror a la muerte, de forma que agarr� una piedra
inmensa del suelo, y con fuerza inusual la estrell� en el canto de la mano de
Don Manopla. M�s le hubiera valido sujetarme con la otra, se hubiera protegido
con el metal.



Arroj� la piedra a la cara de Chaqueta, pero s�lo alcanc� a
pegarle tres dedos arriba del ombligo, lo que de todas formas sirvi�, pues la
piedra logr� doblarlo y hacer que soltara la daga. Me par� y mis piernas
temblaban, le di una patada en la espalda. Don Manopla se puso de pi� y corri�,
sosteniendo despu�s a Saco �mbar.



Chaqueta se arrastr� un poco, despu�s se alz� y lament�ndose
como la llorona, se retir�. Yo me sent� sobre un bote que invert� para que me
sirviera de banca, Respiraba sofocadamente, y la adrenalina estaba a�n en todo
mi cuerpo, mis cabellos erizados y mi cuerpo temblando. Mir� a mi alrededor y
s�lo vi el cuerpo del h�roe tendido sobre su sangre. Sent� l�stima por �l, pues
no sac� nada de aquella pelea, de hecho nadie lo hizo.



Bajo el destello de la vaga luz pude percibir un poco de vaho
en boca del h�roe. Me acerqu� y me di cuenta que estaba vivo, aunque mal herido.
Hab�a que hacerle alg�n vendaje, pero �D�nde le hab�an hundido la daga?



Intent� hablarle para despertarle, y fue hasta ese momento en
que supe que mis mand�bulas se hab�an mantenido tan s�lidamente cerradas que
casi no pod�a abrirlas, el esfuerzo muscular hab�a sido descomunal. Pese al fr�o
comenc� a desvestirlo para ver donde estaba la herida. Le abr� saco y camisa. Y
he aqu� que lo que encontr� fue un radiante pecho de mujer, adornado con una
flor hermosa en su cima. Terso, tibio, peque�o pero perfecto, sujeto en una
especie de faja que disimulaba perfectamente tanta hermosura. La sangre lo
manchaba un poco, pero no importaba, me bastaba con saber que la herida fue en
el brazo.



La sostuve entonces en mis brazos, con su precioso busto de
fuera. La luz me permit�a entonces juzgar su belleza, con su cara inconsciente
se miraba espl�ndida, envuelta en una paz deliciosa, llena de lasitud. Su boca
dej� de parecerme furiosa, y pas� a antoj�rseme morderle. Su nariz fina me
subyugaba y sus pesta�as eran largas como los filamentos de una planta
carn�vora, venenosa.



Quise hablarle para rehabilitarla, pero la mand�bula me dol�a
en extremo. Aun as�, pod�a decir algunas cosas. Pens� en Fedra, la cara que
pondr�a cuando le contara esto, dir�a "Eso s�lo te pasa a ti amor", y tendr�a
raz�n. Pero vestida de hombre. Que desperdicio de cuerpo. Y la puta cobarde, ni
siquiera esper� a agradecerme nada.



Ella abri� esos dos ojos inmensos y me mir� fijamente, justo
como un halc�n, se ubic� en mis brazos e hizo una mueca, se mir� al brazo y cay�
en cuenta que ya le hab�a curado con un pa�uelo. Sinti� que sus tetas estaban al
aire y se las cubri�. Su piel estaba erizada por el fr�o, y esto se miraba como
un horizonte sensible.



Se puso en pie. Se dispuso a irse.


- No das siquiera las gracias-


- No te ped� que intervinieras- dijo con una voz grave y
profunda.


- Da lo mismo y no te cuesta nada- No me contest�.


- �Por que vistes as�? Te cre� hombre.- y ella, que se sent�a
halagada por tal aseveraci�n, esboz� una mueca que pasaba por sonrisa.


- �Acaso yo te pregunt� por que traes tatuado el dedo?


- No-



Se encamin� hacia fuera del callej�n. Temblaba como un gatito
beb� que se ha mojado en una lluvia invernal. Me mov� y recog� mi abrigo, la
alcanc� y se lo coloqu� en los hombros, pues de hecho su saco qued� echado a
perder y andaba s�lo con la camisa, muy delgada para el clima. Se acomod� el
abrigo y volte� a verme satisfecha, con un brillo siniestro, pero tan lleno de
amor que me hizo tragar saliva. Sus ojos eran una estirpe que me parec�a
conocida, casi dir�a que eran mis ojos.



Se march� entre la negrura de la noche. Yo emprend� el
regreso, manchado de sangre, sin abrigo, �nicamente con mi saco negro. Comprend�
que el dolor surgir�a conforme la adrenalina me abandonara o cuando el calor del
cuerpo se fuera. Y as� pas�. Sent� dolor en todas partes, como si fuese otra
r�plica del G�lem de barro y me comenzara a secar, inmoviliz�ndome.



Mi cabeza me estallar�a de un momento a otro. Alcanzo ya a
ver la casa y encuentro que la luz est� prendida. Mi coraz�n da un vuelco s�lo
de pensar que Fedra estar� dentro de casa, que mirar� sus ojos de nuevo y le
dir� que he aprendido muchas cosas desde que se fue, le dir� que la extra�o en
todo momento pese a que en cada p�lpito del coraz�n llevo su presencia, su
abrazo. Mis manos ya sienten la tersura de su piel y mi olfato, aunque dicen que
es imposible, recrea su aroma en mis fosas, toso y haciendo una bocanada de
vaho, como si fuese un drag�n al que le han girado la perilla del gas. Hay un
carnaval en mi pecho y me da escalofr�o. Desaparece moment�neamente el dolor
aunque est� muy maltrecho. Me miro en el espejo de un coche y el golpe con la
manopla en el cuello se me ha puesto muy fea, mientras todos los golpes
recibidos comienzan a ponerse morados. Fedra m�a, mira nada m�s como vas a
encontrarme. Vapuleado. No puedo esperar nada m�s en este mundo, yo m�s d�bil,
necesitado que nunca, mientras ella me espera. Mi hermana. Te amo con locura.



Llego dando tumbos a la puerta, siento y presiento el
calorcillo que hace adentro. Abro la puerta muy lentamente, para no ser tan
dram�tico esta vez. Mi sorpresa no puede ser mayor. Siento decepci�n y alegr�a
paralelas al ver que en mi sill�n de cuero y con la luz encendida, duerme
Helena.




XIV


EL EVIDENTE ADIOS




El hecho de que no discuta con Julio las cosas, y sobre todo
las actitudes que me disgustan de �l, no significa que las olvide. Siento que he
llegado a un extremo en el cual no tengo opciones. Cada cual juega su rol y en
este caso el que a m� me corresponde llevar no es ni por asomo el m�s amable.
Siento que lo que sucedi� con el v�deo fue una exageraci�n, y de haber culpables
era �l quien ten�a la culpa de todo.



Yo me pregunto hasta d�nde llega la inseguridad de �l. Cuando
yo me enamor�, lo que m�s le admiraba era su seguridad, esa destreza para salir
avante de las situaciones dif�ciles, para dar frente a los imprevistos, para
manejar a su antojo los problemas.



Yo supuse que cas�ndome con �l esas cualidades ser�an tambi�n
m�as, pues tendr�a a mi lado a un aliado valios�simo para guardar aquellos
aspectos que a m� me pasaban por alto. Sin embargo, no ocurri� nada de lo que yo
planee. Es m�s, tal parece que s�lo resultan las cosas que �l planea, y lo
desesperante es que dentro de sus planes ocupo un papel de utiler�a. Yo
queriendo sus habilidades para resolver problemas sin saber que a sus ojos yo
misma constituyo un problema.



Ahora que pienso en sus planes, o en aquello que �l nunca ha
planeado pero desenvuelve con tanta eficacia que es como si se tratara de un
plan siniestro, me llevo un sincero desencanto. No me enfada que su plan sea
mal�volo y que en ello se quiera aprovechar del mundo. Lo que me ofende es que a
m� no me pone a lado suyo, sino a lado del mundo, por lo tanto tambi�n va a
pasar por encima de m�.



Volviendo al v�deo. Qu� le costaba decirme que ah� estaban
esas im�genes. �Qu� tiene de malo? No nac� ayer, s� el aspecto que tiene una
verga. �Acaso desea que yo no lo vaya a tomar por un pervertido?, Pero s� lo es,
y adem�s es algo que no debe darse como ignorado o, c�mo le llamar�amos a un
sujeto que no eyacula si no est� sumido en mi ano. A ese paso no tendremos hijos
jam�s. Le encanta poner un espejo frente a la cama, se amarra pulseras en los
tobillos para sentirse aborigen o no s� qu�, nada le excita m�s que le mire a
los ojos mientras le beso su miembro. �Acaso cree que es nuevo para m� que �l
tiene algo de pervertido? Todos tenemos algo, �Para qu� ocultarlo?.



Encima me hace sentir castrante, como si yo fuera a rega�arle
por tener v�deos donde mujeres, muy distintas a mi, se desnudan y hacen de todo,
y lo peor, para no verse rega�ado prefiere rega�arme �l a m�. Si hay algo que he
intentado hacer a lo largo de nuestra relaci�n es satisfacerle. Mientras �l
nunca me ha preguntado que es lo que me apetece. Siempre va al grano, nada de
romance.



Mi cara ha de haber sido morbosa y pat�tica cuando en un
bautizo las esposas se juntaron en una bolita y comenzaron a presumir a los
"tigres" que eran cada uno de sus esposos. Ninguna hablaba de lo larga y gruesa
que la ten�an sus c�nyuges, ni si duraban una hora o menos, hablaban de los
detalles, de lo que ocurr�a antes de la acci�n. S� que cada una exageraba acerca
de el romanticismo de sus maridos, pues de algunos no podr�a yo imaginar los
detalles que ellas les atribu�an. En todo caso ellas refer�an alg�n detalle que
les hubo ocurrido en su vida, o alg�n detalle de un amante, y se los adjudicaban
al esposo para que no hubiera problema. Pero de aqu� la cuesti�n era lo que
dec�an. Fuera el marido o el vecino hablaban de cuidado, de esmero, del
romanticismo que s�lo surge cuando los hombres no tienen muy seguras las cosas.
Mentir�a si dijera que Julio nunca me regal� una flor, una joya, un vestido,
pero eso fue antes. �Antes de qu�? De pertenecerle.



En esta reconciliaci�n de la pelea del v�deo he intentado ser
la mejor cojedora del mundo, la m�s puta y la m�s entregada, y �l lo �nico que
parece entender es que le ha salido bien el jueguito de hacerse el indignado. No
sabe ni imagina que estoy a punto de reventar. �Cree que no me doy cuenta que se
cas� conmigo siendo yo muy joven para tener ventaja? �Que no me di cuenta que me
hizo a imagen y semejanza de sus necesidades, que me fabric� una imagen, un
pensamiento, una preferencia en la cama?



Claro, tambi�n me cumple caprichos, me da lujos, servidumbre,
pero nada de eso ped�, mas bien me harta.



Suena el timbre. Es el personal de la tintorer�a. Abro la
puerta y me encuentro que est� un muchacho muy apuesto, perfectamente
uniformado. Su mirada brilla al mirarme, pese a que no voy ni por asomo
arreglada. Percibo que es un profesional en lo suyo. "Lo suyo" debo aclarar, no
es llevar y traer ropa de las casas a la tintorer�a, sino mirar de esa manera a
las esposas que durante el d�a est�n pensando en la hora en que tendr�n una
verga dentro del cuerpo. Luce caliente e implacable, un poco insensible tambi�n.
No s� porque pero le digo que pase, conocedor, como digo de "lo suyo", no se
queda en el recibidor, sino que me sigue por las escaleras en direcci�n a la
rec�mara, total, si le digo que espere lo har� y si le pregunto que a d�nde cree
que va �l dir� que entendi� mal, que tal vez le invit� a pasar para cargar la
ropa, pesada sin duda, de la rec�mara a su camioneta. Su pantal�n ha de estar
perennemente levantado, y su erecci�n evidente ha de ser una condici�n
indispensable para su labor. Su padre seguro le indic� como acomodarse la pija
ahora que era un hombrecito, pero alg�n amigo le ha de haber dado un consejo
mejor, le ha de haber dicho que se la frotara antes de tocar los timbres y
encontrarse con esposas solas. Me lo imagino frot�ndose el palo, pensando en que
ser�a maravilloso estar haciendo feliz a una mujer en horas de trabajo. En este
instante s� que, dada la distancia que nos separa en las escaleras, su rostro
estar� a la altura justa de mis caderas. A prop�sito camino como una
desvergonzada, s�lo porque s� que su miembro siente dolor de tan parado que se
encuentra, y s� que en este instante �l ha de estar imaginando lo tupido de
vello que tengo el pubis, y desear�a estarme cabalgando ya. Volteo de manera
repentina s�lo para sorprender su mirada fija en mis dos nalgas. Seg�n sus
propias reglas, �l se tarda en dejar de mirarlas para soltar luego un suspiro,
si no me enfado con �l siendo que me ofende con su mirada lasciva y encima
avanzo en direcci�n a la alcoba, eso ser� un par�metro de �xito. Sin duda sabe
que estoy mojada hasta las rodillas, y su pene estar� enloquecido como la aguja
fren�tica de un sex�metro, y �ste indica, cojer, cojer, cojer. Lo que ignora es
que le desprecio de buena gana, que si voy por este recorrido arrastr�ndome como
una puta en celo es s�lo para hacer mayor su frustraci�n. La de �l, el muchacho
de la verga de oro y los huevos de diamante, del minotauro sexual, el zorro que
lleva todas las de ganar.



Llegamos a la habitaci�n y el chico siente escalofr�o de ver
la imponente cama con espejos en la cabecera. Hoy es martes y no viene la
sirvienta, raz�n por la que a�n no termino de juntar la casa, acab� ya con la
planta alta, pero me faltan las habitaciones, est� por ejemplo que todav�a tiene
las s�banas revueltas y olorosas a sexo. �Acaso un ad�ltero nato como �ste no se
siente excitado con saber que la presa gusta de estar enclavada en un miembro,
aunque sea de otro, aunque tenga que esperar como un perrillo cobarde a que el
perro grande termine de pompear hasta cansarse, para luego treparse �l y hacer
su intento de gozar?



Le doy el saco azul, el de color beige, adrede abro el caj�n
donde cuelgo art�culos de lencer�a que Julio ha comprado, sus ojos se abren como
dos J�piters, lo cierro y tomo el saco gris. Le entrego las prendas y algo suena
en el bolsillo y procedo a sacarlo, es un papel... y unos condones.



Los ojos del empleado est�n desorbitados, me mira a los m�os
y malinterpreta en ellos pasi�n. Para su infortunio deja escurrir su mano entre
mis piernas, y aunque haya ah� un venero, no espera el golpe que le doy en plena
cara. El seductor deja de existir para convertirse en un chaval idiota que
siente deseos de correr a brazos de su madre. No puede �l saber que Julio y yo
no usamos condones, por lo que estos condones en su bolsillo significan que he
estado siendo la idiota de esta historia. Tampoco sabe que dentro de m� hierve
la sangre, pero no de pasi�n y ardor, sino de rabia, y que el golpe que recibi�
me ha servido enormidades para descargar mi ira. No se lo merec�a porque, hasta
eso, sab�a como meterle a uno los dedos entre las piernas, con una breve calidez
que mi esposo no ha querido darme en los a�os de matrimonio que llevamos. Pero
le doy indicaciones de que salga de la casa y que no sea �l quien venga de nueva
cuenta a traer la ropa.



�l se va y yo me quedo sola, sin reaccionar todav�a. Deber�a
tener muchas opiniones al respecto, analizar lo que sucede, apoyar a mi herido
amor propio, asignar culpas, todo ello, pero no lo hago por una sencilla raz�n.
Es como si desde la ma�ana estuviera ya prepar�ndome para encontrar esos
condones, y ahora que los encuentro todo se me ilumina. S� que lo voy a dejar
hoy. Ese es mi impulso.



Quiero sin embargo ver su cara mientras se lo anuncio, darle
una bofetada cuando menos. Voy de nuevo a la habitaci�n despu�s de haber subido
como zombie las escaleras y reviso los condones. "LINGAM", muy su estilo. Abro
el papel, dentro del cual estaban los condones y descubro que se trata de los
resultados de unos an�lisis cl�nicos. En ese papel dice que el muy cerdo se hizo
unos an�lisis de SIDA. Los condones son s�lo dos y todo mundo sabe que los
condones los venden solitos o de tres en tres, nunca por pares, lo que quiere
decir que us� uno de ellos. Voy atando cabos y razono �Por qu� hacerse los
an�lisis? Seguro se rompieron. Pero, y aqu� es d�nde todo se vuelve escabroso,
�l se coje a la posible infectada y se le revienta el cond�n, se hace los
an�lisis porque cree tener motivos para sospechar que es portador del virus y
aun sabiendo que su situaci�n no es del todo clara �Va a su casa y se coje a su
mujer! Para que se los lleve el tren a los dos por el descuido, la infidelidad,
la cabroner�a de �l. Esto s� que es inaudito. La nota dice que los motivos son
personales, es decir no los necesita para sacar un permiso en ninguna parte.
Esto es el divorcio.



�D�nde quedo yo? �Qu� he hecho para padecer esto? Lleno mis
maletas, tomo las tarjetas de cr�dito y las de ahorro. Voy con un abogado sin
siquiera platicarlo con Julio. Voy por la calle contest�ndome que aquello que he
hecho para padecer esto, es precisamente eso, aprender a consentir ese
padecimiento. Aguantar.



El abogado me dice que el tr�mite es bastante sencillo dado
que no tenemos hijos, aunque los ojos le han brillado al escuchar que Julio es
rico. Voy a casa de mi madre y �sta, tal como lo esperaba, se sulfura de tal
manera ante la noticia y me aclara perfectamente que no me apoyar� en nada, que
debo recapacitar y hacer todo para salvar el matrimonio, y a grandes rasgos me
explica que la idiota soy yo, que si me pasa lo que me pasa es por que me lo
merezco. Literalmente me echa, diciendo que no dondequiera mantienen perezosos.
Esta frase la dice sin saber ni por qu�, pues nunca he sido perezosa. M�s bien
c�mo que la hab�a escuchado en alguna parte y esperaba s�lo el momento de poder
dec�rmela.



Dejo las maletas en el coche y lo estaciono a dos cuadras de
la casa, luego voy a pie a la que era mi casa y entro. Espero impaciente en la
rec�mara, y despu�s de veinte minutos entra Julio echo una furia, con cara de
que no me ha dado la autorizaci�n de salirme todo el d�a, sin que haya estado al
mediod�a para servirle de comer, ni estado a las 07 de la noche para recibirle
con su beso en la mejilla.



- Que te has cre�do!-


- No he venido ni a que me grites ni a discutir nada-


- Te me estas insolentando...- Quiso levantar la voz, pero yo
tambi�n lo hice, pues lo que yo dir�a era m�s importante que cualesquier idiotez
que �l dijera


- ...Ni a discutir nada. He encontrado unos preservativos en
tu saco por lo que, me enga�es o no, no siento confianza de estar a tu lado y
saber que me amas. Adem�s, encontr� el resultado de los an�lisis del SIDA, y si
ser�s cabr�n que no te import� nada haberme contagiado. No necesito explicar
absolutamente nada, ni es un di�logo.-


- D�jame explicar...-


- Expl�caselo al juez cuando te llame. Y por favor. No me
finjas que te importa.


- Es que me importa verdaderamente.


- Ya veo. Me voy.


- Pero, no seas tonta, �Ad�nde vas a ir?. Recuerda estamos
unidos hasta que la muerte nos separe.


- �Me estas pidiendo que te mate?-


- No tendr�as el valor-


- �Es lo que ten�as que decir?. Me marcho.


- �Ah s�?, Espero no te canses.



Salgo satisfecha de no haberle escuchado pues estoy
convencida que no iba a referir mas que tonter�as. Me siento como si saliera de
un cine despu�s de ver una pel�cula mucho muy mala. Su cara me daba asco, ni
siquiera se miraba que su furia fuese real, como si ya supiera, como si adem�s
supiera que regresar�a, tan seguro estaba.



Al doblar la esquina descubro el porqu� de su rostro, de su
seguridad, de su despedida c�nica de "�Ah s�? Espero no te canses". El veh�culo
ha desaparecido. Seguramente tom� una ruta distinta para llegar a la casa y vio
el coche repleto de maletas, por lo que �l, con su llave, lo abri� y comprob� mi
huida, y me juega la broma de dejarme sin ropa, tarjetas, coche. Espera sin duda
que regrese a pedirle las llaves. Esto le causar�a una sonora carcajada y
probablemente diga "�Ya tan pronto regresaste?". Est� loco si cree que me
importa su coche, la ropa, para sacar mis ahorros no necesito las tarjetas, por
suerte cargo mis identificaciones, eso, me tengo a m� misma.



Todo ha pasado tan vertiginosamente y en un s�lo d�a que me
encuentro exhausta. Decido, por mi propio bien, no pensar m�s en ello e imaginar
que todo ha ocurrido hace a�os y que, por vez primera, las cosas me han salido
bien. Luego reparo en lo que acabo de pensar. Yo siempre estuve bien. Hasta que
le segu� la corriente a la loca de mi madre y a Julio. Cuando creyeron que por
fin hab�an hecho de m� una muchachita educada, es cuando mi persona qued�
suprimida para convertirse en una caricatura de ambos.



S� a donde ir�. No s�lo porque estoy segura de que no me
negar� su techo, sino porque, s�lo de saberlo, Julio comenzar� a pagar las que
me debe. Tomo un autob�s y este va vac�o, son casi las diez de la noche,
curiosamente hay poca gente. El fr�o no est� para menos.



Ah� est� la casa, las luces est�n apagadas. No creo que est�
dormido pues es una persona muy nocturna, adem�s, tengo entendido que no sale de
su casa �ltimamente. Probablemente ya se ha ido de la ciudad, despu�s de todo se
vendieron casi todos sus cuadros y esto le dio buen dinero.



Husmeo con los o�dos cada ventana de la casa, por si las
luces apagadas obedecen a una b�squeda de intimidad, aunque, si Virgilio
continua con sus costumbres, en ese caso estar�an prendidas algunas velas.
Aunque ahora que recuerdo, no s� si prende los focos alguna vez. De d�a no los
ocupa y nunca he visto esta casa de noche y con focos, siempre con velas.
Aparentemente no hay nadie. El fr�o es tan intenso que opto por entrar por una
ventana que ten�a abierto el postigo. Encuentro la casa un tanto descuidada a
como la he visto siempre. Incluso cuando entr� a su casa de M�xico, �sta estaba
extremadamente pulcra, y s� hab�a desorden, este obedec�a a que la casa estaba
siendo utilizada para el placer, pero ahora, era como entrar, suena extra�o, en
un capullo. Todo ordenado, salvo las huellas de un habitante. Un habitante no
hace una casa, hace un capullo.



Me dio cierta aprehensi�n el pensar que tal vez �l se hubiera
marchado y ahora viviese otra persona, probablemente una mujer, en esta casa y
al llegar me encuentre aqu� como una ladrona. Tal vez ese es mi destino en la
casa de Virgilio, parecer una ladronzuela. Encend� la luz para que, quien sea
que entre, se de cuenta que alguien est� dentro, y si trae visitas sepa a que
atenerse, al menos por esta noche. Me sent� en el sill�n de cuero, sent� sue�o y
mi boca dibuj� una sonrisa al darse cuenta que por cerca de media hora no me
hab�a acordado de Julio, ni de qui�n era yo hasta apenas ayer.



El tiempo se fue r�pido y mi sue�o fue s�bito. Despert�
cuando escuch� un ruido. Entreabr� los ojos para luego despertar
respetuosamente. Frente a m� no ten�a al mismo Virgilio que yo hab�a visto la
�ltima vez hac�a unos tres o cuatro meses. Record� su imagen de la primera vez
que le vi, con su aspecto tan formal e imponente, su trenza, su mirada, su
manera rara de hablar, su trato. Ahora su trenza no era una trenza pulcra y bien
peinada, sino una melena rebelde y bastante maltrecha. Su ropa era m�s o menos
la misma, claro que antes luc�a mejor cuidada que esta vez. Por alguna raz�n sus
ropas ven�an rasgadas y enlodadas. hab�a manchas de sangre pero me pareci� que
no era sangre suya, sus zapatos regularmente impecables ven�an esta vez
enlodados y sucios.



Conforme mi modorra y mis laga�as se desvanec�an me daba
mayor cuenta de lo mal que hab�a llegado, pues ven�a golpeado de todas partes,
me asust� verlo tan atrozmente lastimado. Fue entonces que sucedi�. Le mir� a
los ojos y descubr� que estaba frente a una persona nueva, luego entonces por
eso la casa ten�a aspecto de capullo. Sus ojos ahora eran m�s humanos, con una
humanidad que encontr� tan universal que me conmovi�.



Estaba ya parada y lista para sostener ese cuerpo enorme que
de un momento a otro se derribar�a, sin despegarle la mirada de los ojos. "�Qu�
ha sido de ti?" le pregunt� con los ojos, mientras que los suyos se vert�an en
l�grimas mientras me dec�an "�Ay�dame!". Supe entonces que se trataba de un
momento muy singular e intenso, pues hab�a acudido desesperada en busca de
ayuda, no tanto porque no pudiese quedarme en cualquier hotel, ya que para tres
noches de hotel s� ten�a dinero en el bolsillo. M�s que todo me aterraba
sentirme sola, por eso tom� la decisi�n de venir ac�, caminando compungida y con
un problema bajo el brazo, segura de que Virgilio ver�a el problema con otra
�ptica. S� que �l se pondr�a de mi lado, ya sea reproch�ndome o incit�ndome,
pero siempre de mi parte, que apoyar�a mi libertad, que bien o mal me seguir�a
la corriente. Pero resulta que me lo encuentro as�, desahuciado.



Sent� entonces compasi�n de �l. Como lo predije, su cuerpo,
pesado como es, cay�. Mientras yo canalic� su ca�da hacia la especie de div�n,
tambi�n de cuero que estaba en la sala. Virgilio hac�a muecas de vampiro ante la
luz que le daba de tajo en sus ojos hinchados.



Su cuerpo me pareci� tan duro y tan indefenso. Apagu� los
focos y encend� unas cuantas velas. Habr�an pasado acaso unos diez minutos de su
llegada y a�n no cruz�bamos palabra alguna con nuestras bocas. Mi estancia ah�
era inusual y su llegada as� de lastimado tambi�n, sin embargo todo se ve�a
vestido de un h�lito de normalidad, con esa normalidad que tiene siempre el
destino, por estridente que parezca.



- Qu� bueno que est�s aqu�- Rompi� el silencio haciendo unas
expresiones de dolor indecibles. Sus m�sculos de las mand�bulas temblaban como
el pellejo de las vacas cuando quieren deshacerse de las moscas que se posan
sobre �l. Despu�s expir� en sue�o, es decir no muri� en muerte, pero cay�
inconsciente de sue�o, abatido. Lo �nico que dijo me fue muy agradable, pues no
iba dirigido ni a mi dinero ni a mi cuerpo, sino a mi persona. Me sent� en mi
casa. Sus palabras hab�an sido suficientes. Esas y las de sus ojos.



- Voy a ayudarte- Le dije, aunque seguramente no me
escuchaba. Su aspecto era lastimoso, con su elegante saco todo chamagoso, lleno
de tierra. Mentira que la sangre no era de �l, pues alguna s� lo era. La ropa
comenzaba a ponerse tiesa debido a la sangre que se secaba, mientras que la piel
de su pecho que se alcanzaba a ver estaba pegajosa por la misma causa. Nadie me
lo indic�, sin embargo sent� el deseo de atenderlo, algo extra�o, consangu�neo.



Apareci� un �ltimo pensamiento respecto a Julio, pens�
"Julio, nunca har�a por ti esto. No tienes manera de orden�rmelo". Comenc�
entonces a quitarle el saco entierrado, luego la camisa y el pantal�n
ensangrentados. Su cuerpo era pesado, no olvidemos que estaba casi muerto.
Estaba ah�, tendido como en una plancha de autopsia, con su cuerpo casi desnudo.
Fui a la cocina por agua caliente, llen� una peque�a tina que hab�a visto
aquella vez de la mudanza, la cual jam�s cre� usar por lo fea que estaba, y que
ahora me parec�a como una bella vasija m�gica. La llen� y met� adem�s unos
trapos de algod�n.



Dej� la tina a un lado y me dediqu� a ver el cuerpo. Bajo la
luz de las velas luc�a amarillo, como si se tratase de un habitante del sol,
hecho de desierto. Su magnificencia en la forma contrastaba con los numerosos
raspones que lo hac�an lucir morado. Su carne se miraba a�n m�s alarmante en la
herida que ten�a cerca del cuello, la cual estaba cubierta de sangre seca, y
unos cuantos puntitos que yo llamar�a gabazo humano.



Mi pensamiento fue exagerado al imaginar que as� se ve�a el
cuerpo de Jes�s luego de ser lacerado al extremo, faltaba entonces la herida en
el costado, la corona, con ese porte inmortal. Repet�a en mi cabeza su mirada al
llegar, no era d�bil como originalmente pens�. De una u otra forma ten�a amor a
puerta de sus pupilas. Le mir� magnifico, inocente a pesar de resultar tan
sensual, todo maltrecho. Entonces mir� el espejo que estaba lejos y encontr� en
mi cara una mirada que no hab�a visto nunca. �C�mo era posible que me encontrara
tan a gusto de tenerle as�? Entonces me pregunt� �Qu� hubiera hecho Mar�a de
Magdala de tener a Cristo tendido como yo tengo ahora a Virgilio?.



Moj� uno de los trapos, lo exprim� y comenc� a limpiar su
cuerpo, era estupendo y ol�a fuertemente a sangre. Pas� el trapo por todo cada
tramo de su piel, estuviese manchada de sangre o no. Sent�a que limpiaba m�s
all� de lo f�sico.



Las heridas no eran del todo graves, pero en su conjunto
pod�an considerarse como una buena paliza. Que fr�gil es el cuerpo humano, que
sencillo romperlo, que f�cil destruirlo. Sin embargo es a trav�s de �l que
podemos manifestarnos. �Qu� es la vida m�s all� del cuerpo?, �Porqu� es tan
preciso que los cuerpos se traten para conocer en realidad a las personas?. Son
su manifestaci�n, y tanto da�o se ha hecho al etiquetar al cuerpo como
pecaminoso. �Qui�n puede decirme porqu� la mirada de Virgilio es tan distante a
aquella que conoc�, que es eso que se expresa ahora que no se hab�a manifestado
antes?, �Qu� fue lo que naci�?. Los ojos retratan cada destello del ser humano,
y en este caso han ocurrido cosas. Sent� de momento un cari�o especial por ese
cuerpo, queri�ndolo por ser la casa de ese ser extra�o que en �l habita.



Supe entonces que la aversi�n a �l que muchas veces dije
sentir no era producto de m�, sino de extra�os. Dej� su cuerpo limpio, y sin
entrar en razones comenc� a tocarlo con mis manos, a recorrerlo con la yema de
los dedos, como si mis huellas dactilares fueran peque�os pechos que palpitan y
sienten en extremo. Toqu� en especial las heridas, el cabello, la cara. Me
hubiera gustado que alguien hubiera hecho esto por m�, aunque yo hubiese estado
inconsciente.



Continu�, bes�ndole de las llagas, la m�s profunda, la del
cuello, probablemente esto lo toc� en alg�n punto el�ctrico de su ser, porque se
estremeci� de pies a cabeza. Me iba a retirar de su cuerpo para no incomodarlo,
pero su mano no me lo permiti�. Sujet� mi nuca y comenz� a jugar con mi cabello,
toc�ndome el cuero cabelludo, tan suave pero tan firmemente. S� que no pod�a
hablar, tampoco moverse, pero todo lo que quer�a decirme me lo iba narrando con
sus dedos de �ngel. Me sent� la m�s inocente, buena y conforme de las ni�as.



Me sorprend� de las vueltas y recovecos que el mundo puede
tener. No hace ni un d�a que sal� de casa y heme aqu� siendo feliz. Me recost� a
lado del muerto y este me toc� con una ternura nunca antes sentida por mi
cuerpo.



Mir� de nueva cuenta el espejo e intent� descifrar la alegr�a
tan vasta que sent�a mi coraz�n. Cierto que entre Virgilio y yo no hay nada,
pero en cierto modo lo hay todo. No necesito cruzar las fronteras de su carne,
ni las de su posesi�n para saberme en amor. No enamorada, sino en amor. Veo de
nuevo su cuerpo, esta vez reflejado en el espejo, y una nueva visi�n surge en
mis ojos pues la imagen que observo tiene una inmensa llaga en el costado, y
otra a la altura del coraz�n, y la sangre que de ellas emana no va a dar a la
superficie del div�n, sino que se mueve a forma de vapor, tal como una
serpiente, mientras la del coraz�n toca mi pecho, y la del costado hace en mi
cabeza una especie de corona cr�stica. Me siento blasfema de pensar que ah� es
donde hicieron fracasar a Cristo. No donde fracas�, sino donde lo hicieron
fracasar.



El Cristo que ense�an en la doctrina es amor, un amor
liviano. Sentir cualquier deseo respecto a alguna parte de su cuerpo f�sico es
casi una aberraci�n teol�gica, motivo de condenaci�n. Sin embargo, �Qu� se
sentir�a abrazarlo, o mejor a�n, que �l te abrace entra�ablemente?, �Sentir su
mirada sobre mi boca, pechos, piernas, sobre este cuerpo que tambi�n soy yo y
tanto me ofender�a que ignorara? Desde luego el amor precisa de contacto, aunque
�ste s�lo sea visual, que de hecho es un contacto bello. Cristo sab�a que el
amor es contacto, tan es as� que se entreg� a todos a trav�s de la comuni�n. Su
amor es inmenso y el m�todo de manifestarlo fue su cuerpo, y a su vez, el m�todo
de su cuerpo fue el pan. S�lo as� �l pudo sembrar en nosotros el amor, a trav�s
de su cuerpo. Pero le han robado el cuerpo.



Vuelvo en m� y en Virgilio, y es lo m�s cercano a Cristo que
tengo. No porque me acerque a Dios, sino porque me acerca al amor, a mi propio
despertar. Estar enamorado es depender del ser amado, es regirse por sus leyes,
es dejar de ser las propias exigencias para ser las suyas, y eso es ego�smo. Sin
embargo, estar en amor es ser, es no depender. Supongo que no estoy enamorada de
Virgilio, sino enamorada por Virgilio. Me hace ver el amor no en �l, sino en
todo. Cede a si mismo y a cambio me da el universo. El amor es una seguridad
interna, es una mirada di�fana respecto de todo, es una posici�n del ser. Ni
cuenta te das Virgilio que me cimbras. Aunque sintieras repudio por m� no
importar�a, el beneficio est� hecho, no puedo ver el mundo sin amor, y eso no
depende de nadie sino de m�, y es un tesoro que no pueden arrebatarme.



Mi cuerpo. �Que dice mi cuerpo? Dice que nunca hab�a sentido
tanta simpat�a por otro cuerpo, que hay que acercarse m�s, respirarlo, tocarlo y
descubrirlo, y que, curiosamente, esto no es sexo, sino un deseo de que los
cuerpos se permitan estar juntos, y encima sepan que dentro de cada uno hay un
hu�sped, un rey que ordena, que est� harto de ser ignorado. Su mano cay� muerta
en mi espina dorsal, y yo ca� muerta tambi�n luego de un rato. No ocup� tres
d�as para resucitar, lo hice en horas.


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Relato: Arakarina (11: Nueva piedad)
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