Relato: Gemma, mi profesora particular





Relato: Gemma, mi profesora particular

GEMMA, MI PROFESORA PARTICULAR



Hola, a quien lea esto. Deseo contar algo que me pas� hace
bastante tiempo, y que cambi� mi vida de un modo realmente importante. Fue
cuando, al terminar el curso del colegio, mis padre decidieron apuntarme a una
clase particular de verano, para que en Septiembre aprobase lo que hab�a
suspendido, y tambi�n para corregir mi car�cter, que ciertamente era muy poco
agradable. Fui a rega�adientes a la direcci�n que me dieron, un domicilio
particular a unos quince minutos de mi casa. Al llegar llam� al timbre y ella
sali� a recibirme. Seg�n la vi, deb�a tener unos 28 o 30 a�os. No estaba mal, en
comparaci�n con mis 16 de entonces.



-Hola Soy Gemma. Ser� tu profesora este verano. Pasa.



Su casa era acogedora, pero en aquel momento llevaba tan mal
humor que no me importaba. Antes siquiera de conocer aquello, lo despreciaba, y
se lo hice saber.



-Escucha Gemma. Quiero que sepas que no vengo por mi voluntad
y que no espero que esto me ayude con mi problema, si es que tengo alguno. Mis
padres no me consultaron y no me gusta esto. Lamento ser tan franco pero no me
ando con rodeos, as� que ya aviso de antemano: no voy a ser muy participativo.



Gemma baj� un poco la cabeza e hizo una mueca haciendo
sobresalir los labios, encajando lo que hab�a dicho. Esperaba de todo coraz�n
que se enfrentase conmigo, para que de ese modo no tuviese que ir a aquella
clase.



-Vale-acab� diciendo-, pero tus padres me han contratado para
que apruebes lo que dejaste en el colegio y para reformar tu car�cter, que ya
veo es bastante bruto. En cuanto a lo que ser participativo ya me encargar� de
eso, y si buscas pelea lo siento pero te equivocas de persona. No responder� a
tus provocaciones pase lo que pase.



�Maldita sea!. Debi� leer mi mente o algo as�, porqu� ech�
por tierra, de una sola vez, toda posibilidad de poder escaparme de aquella
prisi�n en la que me hab�an metido. Adem�s, lo que ten�a que aprobar era
matem�ticas. ��Matem�ticas!!, por dios. �Acaso hay algo peor que eso?. Para mi
desgracia no pude escaparme, y cada d�a de tres a cinco de la tarde deb�a estar
all�. Dos horas que eran un aut�ntico calvario, adem�s de que Gemma sab�a
siempre como responderme de tal modo que no hab�a bronca posible. Pero he aqu�
que, debido a la fuerza de la costumbre, empezamos a hablar entre nosotros,
cont�ndonos cosas tan triviales como lo que hicimos durante el d�a o lo que
ve�amos por la TV. Con el tiempo, Gemma se mostr� como una persona amable y muy
sincera, y me llam� tonto por haberle dicho aquello cuando nos conocimos. Gemma,
por cierto, mide 1�70 m�s o menos, de pelo casta�o claro, largo en melena, que
siempre ladeaba a la derecha, cubriendo el cuello y un poco el hombro. Sus ojos
pardos eran m�s bonitos de lo que en su momento pod�a discernir, y hab�a algo en
ella que de lo primero no sab�a que era. Siempre se mostraba algo reservada,
como si ocultase algo que no quisiera desvelar. No le di importancia pensando
que esa reserva era culpa m�a debido a mal que hab�amos empezado a conocernos,
pero ciertamente, Gemma hab�a empezado a caerme muy bien, y comenc� a dudar de
si pod�a llegar a sentir algo por ella. Esperaba que no, pues si mis padres se
llegaban a enterar de algo as�, quien sabe que podr�a pasar.



Pasadas ocho semanas de clase, Gemma y yo �ramos amigos en el
mejor sentido de la palabra, y aut�nticos confidentes. Muchas veces, una vez
acabada la clase, sol�a quedarme un rato para hablar con ella o jugar a algo. Me
agradaba tenerla como amiga, pero algo iba a pasar, y antes de lo que pod�a
llegar a esperarse. Fue un viernes, a mediados o finales de julio. Gemma me
estaba ense�ando a extraer ra�ces cuadradas, pero me estaba aburriendo de un
modo incre�ble.



-Eh-me espet�-. �Puedes poner m�s atenci�n?. En Septiembre te
vas a examinar y eso es importante. Atiende un poco.



-Lo siento-respond�-, pero es que no tengo cabeza para eso.
Lo veo muy complicado, demasiado. Soy muy tonto, ya lo s�.



-No seas necio. Si piensas as� nunca aprender�s. Debes ser
m�s receptivo, y creer que siempre es posible. Nunca cedas al "no puedo".



Apenas le hac�a caso, jugando, como de costumbre, a pasar el
boli entre los dedos r�pidamente, algo que hab�a aprendido y me gustaba como
man�a. De repente, como otras tantas veces, se me sali� entre los dedos, cayendo
al suelo, y ambos nos agachamos a la vez para cogerlo. Y ocurri�: para poder
incorporarme despu�s, apoy� mi mano derecha sobre la mesa, y ella la izquierda,
pero sobre la m�a. Al incorporarnos, nos quedamos mirando fijamente, sin decir
palabra, y sent� su mano cogiendo la m�a. Comenc� a ponerme nervioso, a respirar
muy r�pido, y a sentir en mi pecho una mezcla de calor con una gran opresi�n,
como si tuviese alguien pis�ndome con una enorme bota. Pasar saliva se convirti�
en toda una haza�a, pero no sab�a qu� pasaba. Gemma, de alguna manera que a�n
hoy desconozco, se adelant� a mis sentimientos.



-No pasa nada-me dijo hablando en voz baja y temblorosa-. Lo
que sientes es normal, a todos nos pasa. No tengas miedo. Todo va bien�



Puso su otra mano en mi pecho y sinti� el veloz palpitar de
mi coraz�n. Entonces vi esos preciosos ojos pardos, y ella mis ojos verdes, y me
bes�. Un beso fugaz, de apenas un par de segundos, pero que anunci� algo
maravilloso que �bamos a hacer. Su cara qued� enfrente de la m�a, con los ojos
cerrados, como saboreando aquel beso. Volvi� a mirarme, se sent� en mi regazo
pasando sus brazos por mis hombros y nos fundimos en un suave y apasionado beso.
La abrac� mientras me deleitaba con aquella maravilla, mi primer beso, que me
hizo sentir mejor de lo que nunca hab�a me hab�a sentido. La rode� con mis
brazos para no dejarla escapar, pero creo que eso no era lo que ella estaba
pensando. Su lengua ense�� a la m�a como moverse, y la dulzura que sent�a era
incomparable. Sus manos, pasivas hasta el momento, comenzaron a moverse,
acarici�ndome el pelo y la cara. Dejamos de besarnos, y me mir� como nunca antes
me hab�an mirado. Me mir� como la persona m�s importante en su mundo.



-�Quieres seguir con esto-me pregunt�-?.



-S�-respond�-. Ahora que ha ocurrido, no quiero dejarlo. No
me dejes as�



Vi como temblaba su cuerpo, y supe que ella estaba deseando
seguir. No iba a decepcionarla, y menos defraudarla. Mis manos acariciaron sus
piernas, subiendo poco a poco, explorando el cuerpo y sensualidad de aquella
mujer, que ahora era lo �nico que hab�a en mi mente. Por suerte, llevaba su
acostumbrado short vaquero, por lo que iba a pierna descubierta, y disfrut�
cuanto quise acarici�ndola y poni�ndola a tono. Ella, por su parte, me
acariciaba por el pecho y la cara, dici�ndome cosas bonitas como "eres un
encanto", "te adoro", y otras m�s. Lo que no entend�a era que, aun no habiendo
hecho eso nunca, sab�a como hacerlo, como si lo llevase aprendido desde el
nacimiento, pero lo sab�a. Mis manos fueron a sus nalgas, y las apret�, haciendo
que Gemma gimiese de placer mientras le besaba el cuello. Iba a ir a su derecha,
pero me detuvo, gui�ndome a la izquierda. No entend�a porqu�, pero no lo iba a
preguntar. Sus jadeos me excitaron, y sub� las manos por su espalda. Iba a
meterlas por dentro de su camiseta, pero nuevamente me fren�, y las llev� a sus
pechos, dej�ndome extasiado al tocarlos. Se sac� la camiseta por encima de la
cabeza dej�ndola en la nuca(solo le cubr�a los brazos). Acerc� mi cara, y mi
lengua recorri� aquellos preciosos pechos, que si bien no eran muy grandes, eran
una delicia. Aquella mujer se derret�a en mis manos como un helado de vainilla,
y yo adoro la vainilla. Met� sus pezones en mi boca, recorri�ndolos con la
lengua, y mordisque�ndolos con los dientes. Como profesora que era, Gemma me
gui� en cada paso que daba, en cada nueva lecci�n que me ense�aba. Ya a tono,
nuestras manos se fueron a los cinturones del pantal�n, intentando quit�rnoslos
lo antes posible. Nuestro deseo no podr�a esperar m�s tiempo a que saliera.



-D�jame que te gu�e cari�o-me susurr�-. Deja que te ense�e a
amarme�.



-Por ti dejar�a que me azotasen son hierros ardiendo. Te
quiero�



-Yo tambi�n te quiero�eres lo mejor para m�



Se puso en pie y se quit� el pantal�n y las braguitas,
dej�ndome ver su sexo, algo que hasta la fecha no hab�a visto nunca. Me qued�
estupefacto, inm�vil. Ella, viendo mi expresi�n, me baj� el pantal�n a la altura
del tobillo, y vio mi sexo ya erecto, deseando que ella viniera a m�. Deseo
concedido. Gemma volvi� a sentarse en mi regazo, pero cogiendo mi sexo con una
mano, lo gui� y poco a poco se sent� sobre �l, clav�ndoselo en sus entra�as. Una
vez se sent� totalmente en mi regazo, ambos quedamos extasiados por ese m�gico
instante, tan �ntimamente unidos. Comenz� a mover sus caderas y yo las m�as,
dej�ndonos llevar por la pasi�n reprimida que ten�amos. Verla gozar tanto
mientras hac�amos el amor era un regalo para m�. Solo quer�a que aquello no
acabase nunca. No quer�a salirme de ella. Volvimos a besarnos, pero esta vez con
mas fogosidad, m�s pasi�n que antes. Mi mano, movida por la curiosidad, baj�
hasta la entrepierna, y acarici� su cl�toris para excitarla, notando adem�s como
su sexo recib�a el m�o con grandes espasmos.



-Ll�vame a la pared-me suplic�-. Por favor, ll�vame a la
pared�.



-No�creo�que�pueda-dije con mucha dificultad-�



-Por favor hazlo�hazme feliz�hazme feliiiiiiiizzzzzzz��.



Us� los pies para sacarme el pantal�n y una vez mis tobillos
estuvieron libres, con mis manos en sus nalgas la cog� y la llev� contra la
pared como me pidi�. Sus piernas me rodearon para ayudarme, y me sorprendi� lo
ligera que era en aquel momento. Una vez la tuve arrinconada contra la
pared(mejor dicho contra la esquina), Gemma comenz� a jadear y empujar con las
caderas, llen�ndola de m� hasta el fondo. Mis manos le sujetaban por las nalgas
y se deslizaban por las piernas, a la vez que bombeaba dentro de ella como un
enamorado. Unas poderosas oleadas de placer comenzaron a inundaron, pero leves,
luego m�s fuertes, y aceleramos nuestro ritmo, para terminar con un �xtasis
soberbio y prolongado. Los dos lanzamos un grito, con los �ltimos empujones,
alargando un placer que ambos no quer�amos que terminarse. Gemma me mir�, con
una expresi�n de ni�a feliz que me hizo estremecer de placer. Me abraz�, y sent�
que estaba comenzando a llorar. Pens� que era de felicidad, pero estaba
equivocado, muy equivocado.



-Yo-dijo, muy confundida-�lo siento�no quer�a�yo�no s�



-�Qu� ocurre?. Gemma�no pasa nada�tranquilla�dime que te
ocurre�



-No s� como�no lo s�yo�



Me apart� con fuerza y se llev� las manos a la cabeza,
rompiendo en llanto. No entend�a el porqu� estaba pasando. En un momento era el
placer en persona, para luego convertirse en la cara de la amargura. Me sent� al
lado de ella en la mesa, mientras no paraba de llorar. Quise consolarla, pero no
pod�a entenderlo.



-Vamos Gemma. Quiero saberlo, de verdad.



-Es que�yo�tengo que contarte algo�que me duele�



-Yo te ayudar�. De verdad. Me has hecho el hombre m�s feliz
del mundo. No pienso dejarte as�.



Me mir� con expresi�n de "te creo pero no sabes que ocurre".
Se quit� la camiseta, quedando desnuda. Se apart� la melena al lado izquierdo, y
aquella visi�n me dej� petrificado: por el cuello, parte del hombro y la
espalda, ten�a la piel quemada. La mir� con expresi�n at�nita, e hice la
pregunta m�s t�pica que pod�a hacer:



-�C�mo te hiciste eso Gemma?, �que ocurri�?. Deseo saberlo.



Se enjuag� las l�grimas y se recompuso un poco para
cont�rmelo. Cog� su mano para darle mi apoyo, y ella sonri� tristemente.



-Fue hace a�os-comenz� a decir-. Yo estuve casada., y
Robert(le llamaba as� por mote), Roberto, era todo mi mundo, pero una noche
salt� una chispa. Una instalaci�n defectuosa dijeron luego los bomberos. Me puso
una toalla mojada para que no me quemase la cabeza y otra para respirar. Luego
me carg� a hombros e intent� sacarnos, pero el techo cedi� justo en la puerta.
Los bomberos me sacaron, pero cuando iban a por �l, la casa estall�. Mientras me
sacaba comenc� a arder, y as� qued�. No fui capaz de seguir all�, y me traslad�.
Jam�s pens� volver a sentir algo por alguien.



-Eso ya pas�, �vale?. Ya pas�. Tu est�s bien, y eso es lo que
importa.



-Pero �l muri�-dijo volviendo a llorar-. Y las cicatrices
siguen aqu�. Est�n aqu�, y me duelen, me duelen tanto�



Pas� mi mano por ellas y la frot� levemente. Las mir� una vez
m�s, e hice un adem�n, como el mago que hace desaparecer un pa�uelo.



-Ya no est�n-dije-. Ahora se han ido. No puedes dejarte por
abatir por esto, no lo permitir�. T� vales mucho m�s. No te rindas Gemma. Hazlo
por m�



-�De ver�s no est�n-pregunt� sollozando-?.



-De ver�s-y volv� a pasar mi mano por ellas-. Se han ido,
para siempre�



Gemma me abraz� y fue entonces cuando comprend� aquella
reserva que ten�a siempre conmigo. El trauma de la muerte de Robert a�n segu�a
en su coraz�n, y al mismo tiempo, me quer�a a m�. La bes�, aplacando su
tristeza, y ella correspondi�, abraz�ndome con una necesidad mayor que la de
antes.



-�mame de nuevo-suplic�-. Hazme el amor como tu sabes�



-Te amar� cuanto quieras, por qu� te amo de verdad. Con todo
el coraz�n�



La tend� sobre la peque�a mesa circular que us�bamos y
observ� aquel precioso cuerpo. A pesar de las cicatrices, yo solo ve�a un cuerpo
precioso, y una gran mujer. Me abalanc� sobre ella y la llen� de besos, besos
fuertes, besos apasionados, besos suaves, besos dulces. Gemma se aferr� a mi
sexo y me hizo descubrir el placer de la felaci�n, haci�ndome estremecer de
placer como la otra vez no lo hab�a conseguido, y yo aprend� a saborear su sexo
con mi boca, degustando los jugos de su cuerpo. Me tend� sobre ella, y volv� a
hacerle el amor, ahora m�s necesitado que antes. En todo el tiempo Gemma estaba
sumisa a m�, dej�ndose hacer, hasta que la llev� al s�ptimo cielo, y durante
toda aquella tarde, nos amamos como si el mundo hubiera dejado de existir.



En las semanas siguientes, me dediqu� en cuerpo y alma a
ella, am�ndola en todos los sentidos, y consegu� que se perdonase a s� misma por
lo sucedido. Luego descubr� que llevaba a�os encerrada en su casa, sin salir
nunca, temerosa de conocer a alguien y volverlo a perder como le perdi� a �l(y
que lo que hablaba conmigo de lo que hac�a durante el d�a era mentira). No pude
quedarme de brazos cruzados viendo aquello, y tras alg�n tiempo de insistentes
esfuerzos, logr� que volviera a salir al mundo, que rehiciera aquella vida
destrozada. Verla as� hizo que me sintiera mejor que nunca. Obviamente, nos
convertimos en novios, y el tiempo que tuvimos desde entonces fue maravilloso.
As� como yo la ense�� a que siempre hay una segunda oportunidad para todos, ella
me ense�� a no juzgar por las apariencias, a conocer antes de opinar, y todos
los d�as de mi vida, doy gracias por la extraordinaria mujer a la que conoc�, a
la que ayud�, y que me cambi� para siempre, haci�ndome un hombre, un gran
hombre�


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