Relato: Mi particular noche de bodas



Relato: Mi particular noche de bodas

MI PARTICULAR NOCHE DE BODAS



Hace dos s�bados fue mi cumplea�os, y quiso la casualidad que
coincidiese con el d�a en que mi amiga de toda la vida, Beatriz, contrajese
matrimonio con Miguel, su novio desde la universidad. Un par de d�as antes se
hab�a cumplido el primer aniversario de mi separaci�n. Quiso la vida que mi
amiga Beatriz y yo llev�semos vidas diferentes, ya que yo dej� de estudiar al
terminar COU y me cas� bastante joven, a los 23 a�os con el entonces era mi jefe
en el trabajo. No fu� desgraciada en el matrimonio, pero la relaci�n fue
vini�ndose abajo hasta que cuatro a�os despu�s, hace ahora un a�o, decidi�semos
de mutuo acuerdo seguir caminos separados, pero esa es otra historia...



Me presentar�, me llamo Ana, y acabo de cumplir 28 a�os. Como
ven�a explicando antes, mi vida ha transcurrido algo m�s deprisa que la de la
mayor�a de la gente de mi edad y entorno. Tuve una temporada algo alocada, desde
que dej� de estudiar a los 19 a�os para dedicarme al mundo de la noche. En
aquella �poca me cre�a la reina del universo, la m�s guapa del instituto, la que
m�s mundo conoc�a, la que m�s sal�a por la noche, la que se acostaba chicos
mayores, vamos, que ten�a ese tipo de tonter�a propio de una chica mona,
inmadura y con muchos p�jaros en la cabeza. Un par de a�os despu�s, en los que
hab�a cometido todo tipo de locuras, empez� a trabajar de camarera en uno de los
bares m�s "pijos" de Madrid, y a los pocos meses me enroll� con el due�o, un
chico un par de a�os mayor que yo al que su padre le hab�a puesto al frente de
tres o cuatro locales en la zona de Cuzco. Aunque parezca mentira, la relaci�n
cuaj�, y acabamos cas�ndonos. Yo me retir� de la barra y fui asentando la
cabeza, dedic�ndome a la parte log�stica de la gesti�n del bar. Pero como dec�a,
la cosa fue deterior�ndose, hasta que hace un a�o nos separamos, de mutuo
acuerdo y sin malos rollos. No obstante, pas� unos meses bastante floja, ya que
me tuve que buscar un nuevo trabajo, y rehacer mis relaciones sociales, lo que
me cost� bastante sufrimiento.



Para centrarnos en lo que quer�a relatar, llevaba algo m�s de
un a�o sin salir, sin apenas relacionarme con nadie y sin haber tenido
relaciones, ni sexuales ni de ning�n otro tipo con hombre alguno, por lo que la
boda de Beatriz se convirti� para m� en un gran acontecimiento. Ya en la noche
de la despedida de soltera, que celebramos un par de semanas antes de la boda,
salieron a relucir mis instintos m�s salvajes, los que llebaban ya algunos a�os
sin aflorar. Esa noche disfrut� de la noche y de la juerga como hac�a muchos
a�os no disfrutaba, y para rematar la fiesta, la hermana peque�a de Beatriz,
Eva, y yo, terminamos mont�ndonoslo en mi apartamento con dos chicos, unos
estudiantes vascos que estaban en Madrid haciendo un m�ster. Acabamos montando
una org�a memorable. Eva es una jovencita de 24 a�os, guap�sima y deshinibida
que consigui� arrastrarme a mi pasado m�s turbio. No hab�a participado en una
fiesta de este tipo desde los tiempos del instituto, y disfrut� como una loca
del sexo m�s atolondrado, atrevido e irracional, pero esta es otra historia, que
ser� contada en otra ocasi�n...



As�, entre la boda de Beatriz y el abandono del celibato,
estaba otra vez feliz y exhultante de vitalidad. La noche de la despedida de
soltera, lejos de calmar mis instintos latentes, los hab�an acent�ado. As� que
hablando con Beatriz, tres o cuatro d�as antes de la boda, me sincer�, y le dije
que estar�a encantada de conocer alg�n buen chico con el que salir, sentirme
acompa�ada, y establecer una relaci�n. En todo caso, la experiencia puramente
sexual de la despedida hab�a sido estupenda, pero tampoco quer�a volver a ser la
misma Ana de anta�o, aquella que cada ma�ana no sab�a lo que hab�a hecho la
noche anterior ni con quien. Beatriz me dijo que quiz�s encontrase en la boda a
alguien que me pudiera interesar. Me qued� con la sensaci�n de que hab�a pensado
en alguien en concreto, pero no me quiso decir m�s.



El d�a de la boda de Beatriz quer�a estar expl�ndida, por mi
amiga y por lo que pudiera pasar. Me hab�a comprado un par de vestidos, pero
finalmente opt� por un equipo de blusa, falda y chal color turquesa con grandes
flores estampadas que me hab�a costado una fortuna en una boutique de Serrano.
Era muy veraniego, en consonancia con el calor reinante. La blusa era muy
vaporosa y holgada, con unos volantes que le daban un aire andaluz, veladamente
transparente, de las que no ense�an pero permiten intuir, y muy escotada. Dejaba
mis pechos bastante libres, por lo que hab�a de prescindir del sujetador. No
importaba, pues mi pecho no es excesivo y a�n se mantiene erguido, adem�s de
tener una forma redondeada muy bonita, con unos pezones peque�os, pero
enhiestos, que se marcaban ligeramente a trav�s de la tela. La falda a juego,
tambi�n con volantes me cubr�a hasta la rodilla, pero con una apertura lateral
que me permit�a mostrar la pierna izquierda casi hasta la cadera, que gracias a
los UVA estaba muy bronceadita, como todo mi cuerpo. Los zapatos consist�an en
unas sandalias del color del vestido, muy abiertas y con un gran tac�n. En la
peluquer�a me recogieron mi larga melena rubia en un mo�o tocado con una flor
turquesa que me daba una imagen al estilo de las guapas sevillanas en feria. Me
hice depilar el p�bis, dejando los pelitos muy recortados (por lo que pueda
pasar, me dije). En resumen, y aunque est� mal que yo lo diga, estaba rompedora,
sexy, sensual y elegante al tiempo. Me ech� por encima el chal para quedar un
poco m�s vestida y sal� de casa, feliz, sonriente y con la moral por las nubes.



Hab�a quedado con Eva para ir juntas en el coche de un primo
suyo, que me fue devorando con los ojos desde que aparec� (ya sab�is que las
mujeres nos damos en enseguida cuenta de esas cosas). Yo me mostr� coqueta y
encantadora, aunque sin pasarme, ni provocar espectativas. No era el tipo de
hombre en el que yo sol�a fijarme, demasiado joven y demasiado descarado.



Llegamos a la Iglesia media hora antes de la hora de la boda,
y como suele ser habitual en estos acontecimientos, estuvimos saludando a los
conocidos y charlando en la puerta de la Iglesia. Me presentaron a un grupo de
amigos de Bea y Miguel que yo no conoc�a, con los que estuvimos charlado
animadamente. Hab�a en el grupo un par de chicos que parec�an interesantes y que
no levantaron el ojo de m� en todo el tiempo. Bueno, ya ver�amos, cada cosa a su
debido tiempo.



Entramos en la Iglesia cuando lleg� Miguel, y estuvimos
esperando a Eva unos diez munutos hasta que apareci� ella, blanca y radiante,
como mandan los c�nones. Estaba especialmente guapa, con un vestido de corte
medieval y un maquillaje y un peinado que sacaban todo el partido de su bonito
rostro (Bea es de por s�, muy guapa, con grandes ojos verdes, gruesos labios y
una carita muy atractiva y juvenil). La ceremon�a transcurri� con normalidad, y
a la salida se lanzaron los correspondientes kilos de arroz.



Una hora despu�s comenzaba el convite, que iba a tener lugar
en una finca a las afueras de Madrid, as� que Eva, su primo y yo nos montamos en
el coche y salimos hacia all�. Cuando llegamos, ya estaba all� buena parte de
los invitados, y se hab�a comenzado a servir el coktail en unos bonitos jardines
a la entrada del sal�n. Me serv� un vino, que se acompa�� con jam�n y toda
suerte de canap�s. Me junt� con el grupo de Eva y sus primos, y nos colocamos de
pie, en torno a una mesa alta para dejar las copas y las raciones. En frente de
m� estaban los amigos de Bea y Miguel, incluidos los dos chicos que no me
levantaban ojo de encima. Una de las veces que levant� la mirada, caz� a uno de
ellos mir�ndome, que lejos de avergonzarse, me levant� su copa a modo de bridis.
Divertida, y por qu� no decirlo, halagada, levant� mi copa hacia �l y le
obsequi� con una sonrisa, al tiempo que le gui�aba un ojo.



Eduardo, que as� se llama �l, se di� por aludido, ya que
cuando me separ� de mi grupo para ir a rellenar mi copa, me encontr� con que se
hab�a puesto tras de m� en la cola que se hab�a formado en la barra.
Establecimos una conversaci�n trivial, que me permiti� fijarme mejor en �l (�l
tambi�n aprovech� para fijarse mejor en algunas partes de m�, aunque hay que
reconocer que lo hizo con gracia y disimulo). Tendr�a m�s o menos mi edad, y no
era especialmente guapo, pero hab�a algo en su rostro y en sus ojos que lo
hac�an muy atractivo. Ten�a una mirada de esas que tanto nos gustan a las
mujeres, profunda, penetrante y atrayente, de la que te vas detr�s casi sin
querer. F�sicamente me pareci� aceptable, un poco m�s alto que yo, delgado y
fuerte, pero sin llegar a "musculitos". En general estaba bien. Ped� otro vino y
me retir�, no sin que antes quisiera brindar conmigo "a salud de los novios" ni
conseguir que me comprometiese a bailar una pieza con �l tras la boda.



Quiso la casualidad (o quiz�s no lo fue) que me hubiesen
colocado en una de las mesas del grupo de amigos, y aunque Eduardo estaba en
otra mesa, al ser todos de la misma panda, el trasiego entre mesas era intenso,
de tal manera que al final de la cena, y estando todos algo chispados con el
vino, acab� tomando el caf� sentada frente a �l. No me hizo mucho caso
expl�cito, ya que estaba de bromitas con sus amigos, pero no era casual que se
hubiese sentado cerca de m�. Durante el caf� estuvimos bromeando, charlando y
riendo en grupo, pero no dej� pasar la ocasi�n de sacar mis armas de seducci�n,
as� que me mostr� coqueta, risue�a y divertida con todos, pero especialmente con
�l. Inconscientemente o no, ya hab�a decidido que Eduardo ser�a mi pareja por
esa noche, y no estaba dispuesta a dejarle escapar. Cuando nos sirvieron el
cava, y tras los brindis t�picos, hice que de manera "casual" mi pierna rozase
la suya. Eduardo se gir� hacia m�, y entre risas le gui�� un ojo y le saqu� la
punta de la lengua, mientras le ped�a perd�n.



Al rato nos comunicaron que el baile y la barra libre iban a
comenzar en una carpa que estaba montada en el jard�n. Cuando sal�, la barra
estaba llena, as� que me qued� en segundo plano esperando a poder pedir. Eduardo
otro amigo estaban pidiendo copas para su pandilla. Me vieron, y se acercaron a
preguntarme qu� quer�a. Ped� un gin-tonic, que me trajeron enseguida. Les
acompa�� y estuvimos manteniendo una animada charla, hasta que salieron los
novios a abrir el baile con el cl�sico vals. Bailaron los novios, los padrinos,
y paulatinamente se fue llenando la barra. Para entonces, ya casi hab�amos
terminado las copas, as� que Eduardo me quit� la m�a, la dej� por ah�, y
cogi�ndome de la mano me sac� a la pista. La fiesta fue estupenda, la
temperatura muy agradable y la compa��a magn�fica, as� que pase toda la velada
bailando, riendo, charlando y bebiendo con Eduardo y con sus amigos. Poco a poco
los invitados fueron desapareciendo, hasta que s�lo quedamos la gente joven. La
fiesta se iba acabando, y a pesar de haber sacado todas mis armas seductoras, no
hab�a logrado que Eduardo diese el primer paso. Se le ve�a deseando, pero era de
esos t�midos a los que hay que dar un empuj�n.



En cuanto empezaron a sonar las canciones lentas, cog� a
Eduardo de la mano y le saqu� a la pista. Le ech� las manos al cuello, y �l se
aferr� a mi cintura. Poco a poco nuestros cuerpos se fueron pegando, y aunque
Eduardo parec�a un poco cohibido, no le permit� alejarse de m�. Termin� apoyando
la cara contra su hombro y pegando la cadera a su cuerpo, y mis pechos a su
torso. Mis pezones se fueron endureciendo, y �l ya m�s animado, no s�lo sosten�a
sus manos en mi cintura, sino que iba acariciandome, lenta y suavemente la
espalda. Su sexo crec�a contra mi vientre, y por la presi�n pens� que deb�a
alcanzar un tama�o envidiable. El momento era el id�neo, as� que me anim� a
besar suavemente su cuello mientras segu�amos fundidos en el abrazo,
pr�cticamente sin movernos ya al comp�s de la m�sica, que fue decayendo
lentamente hasta apagarse del todo.



Al terminar la canci�n, y sin decir nada, Eduardo me cogi� de
la mano y me sac� de la pista, llev�ndome a un rinc�n apartado y oscuro del
jard�n. Me cogi� de la cintura, y atray�ndome hacia �l, me fue propinando besos
en la frente, en los ojos y en la cara, hasta acabar mordisque�ndome la comisura
de los labios. Abr� la boca y me fund� con �l en un beso apasionado. Eduardo
besaba muy bien, con una mezcla de calidez y lujuria que me estaba excitando
much�simo. Nuestras lenguas se juntaron acompa�ando aquel tierno abrazo, y se
dedicaron a juguetear y enlazarse entre ellas dentro de nuestras bocas hasta
casi quedarnos sin respiraci�n. Nuestros cuerpos se iban fusion�ndose cada vez
m�s, y mi excitaci�n creciente mis reacciones tomasen vida propia. Sus manos
acariciaban mi espalda y las m�as se aferraban a sus duras posaderas. Conoc�a
perfectamente las reacciones de mi cuerpo, los poros de mi piel se iban
saturando de sudor, mi pulso se aceleraba, los pezones se me endurec�an hasta
casi doler y mi sexo se iba humedeciendo y comenzando a hincharse y a palpitar
con vida propia. Estir� mi cuello para susurrarle al o�do un sensual y cari�oso:
�Te deseo!... Baj� mi mano a lo largo de su pecho para ir a buscar su sexo, que
acarici� a conciencia por encima del pantal�n, de los huevos hasta la punta. La
verga de Eduardo era de un tama�o magn�fico, y pensando en el momento en que
pudiese sentirla abri�ndose hueco dentro de m�, mi sexo, que ya empezaba a
palpitar con vida propia acus� el golpe de mi imaginaci�n y comenz� a manar
flujo de mi interior. Tom� su glande entre mis dedos, pellizc�ndolo con
suavidad, lo que sab�a que a los hombres les gusta sobremanera. Mientras, la
mano derecha de Eduardo baj� por mi espalda hasta llegar al culo, donde se
detuvo un momento para amasarme la nalga, antes de deslizar su dedo medio abajo
por la endidura que formaban mis dos redondos cachetes y presionar mi sexo por
encima del vestido, lo que me arranc� el primero de los muchos gemidos que
habr�a de emitir aquella noche. Mi sexo reaccion� enseguida ante las expertas
caricias de Eduardo, convirti�ndose en un torrente de flujo. A pesar de la
presencia de mis bragas, o tal vez precisamente gracias a ellas, el contacto con
mi cl�toris era suave, sensual y voluptuoso, en lugar del zafio y �spero trato
de otras ocasiones. Me estaba masturabando con todas las de la ley. La mano
libre de Eduardo se col� por mi amplio escote, para acariciarme el pecho desde
dentro, posando primero la palma de la mano sobre mi seno y aplicando despu�s
una suave caricia circular que consigui�, si cabe m�s, aumentar mi excitaci�n.
Siempre he tenido una gran sensibilidad en los pechos; unas caricias adecuadas,
unos besos oportunos, una lengua desliz�ndose sobre sus curvas y unos dientes
aprisionandome los pezones y consigo volverme loca de gozo... Sus dedos
dibujaron la curva de mi pecho, antes de aprisionar el pez�n. Su otra mano,
entretanto, segu�a con su movimiento masturbatorio por encima de las bragas. Ya
no pude m�s, y venciendo mi cabeza hacia atr�s para que Eduardo me comiera el
cuello, me abandon� a merced de la emoci�n, hasta que una avalancha de
sensaciones conocidas se abatieron sobre m� hasta arrancarme un delicioso
orgasmo. Aunque yo soy de las de mucho gritar en tales ocasiones, las
circunstancias me obligaron a reprimirme, aunque no puede evitar el lanzar un
gemido ahogado en el momento en que me corr� por primera vez en manos de
Eduardo.



Me ech� sobre �l, colgandome de su cuello, y apoyando la
cabeza sobre su hombro, mientras recuperaba poco a poco la respiraci�n. Eduardo
me abrazaba con gentileza. Una vez recuperada, me qued� mir�ndole, y le fui
propinando, agradecida, un monton de besitos por toda su cara. Me dedic� una
sonrisa, y con un movimiento de cabeza me pregunt� que si nos �bamos. Le asent�
y me pas� por el servicio, donde me arregl� un poco el traje y me adecent� como
pude, antes de ir a despedirnos de los novios. Cuando le dije a Beatriz que me
iba, me gui�� un ojo, y me pregunt� que si me iba con Eduardo. Le dije que s�, y
me dedic� una sonrisa; "suerte", me dijo. Le di dos besos, me desped� de Miguel,
y nos fuimos Eduardo y yo agarrados de la mano. No v� a Eva, aunque tambi�n not�
la falta de otra gente, y no pude menos que pensar que posiblemente Eva tambi�n
tendr�a su particular "noche de bodas" aquel d�a.



Nos dirigimos a su coche, no sin antes haber parado al menos
tres o cuatro veces a besarnos con frenes� y a restregar nuestros cuerpos con
deseo. Una vez en el coche, me acerqu� a Eduardo, y mientras plantaba la mano
sobre su paquete, le susurr� al o�do:


-- Me he quitado un estorbo, cari�o.


Saqu� mis braguitas del bolso y las agit� mientras le sonre�a
con picard�a. Eduardo no respondi�, se limit� a echarse sobre m�, y en un
movimiento perfectamente sincronizado me meti� la lengua en la boca y la mano
entre las piernas. Abr� la boca para recibir su lengua y separ� las piernas
permitiendo un mejor acceso a mi sexo, que de nuevo respond�a por s� mismo,
humedeci�ndose y engordando por su cuenta. Uno de sus dedos comenz� a
explorarme, recorriendo mis labios vaginales de arriba a abajo, hasta conseguir
introducirse dentro de m�. Una nueva oleada de placer me recorri� desde la punta
de mis pies a mi cabeza, al tiempo que mi cabeza se abandonaba hacia atr�s y mi
cuerpo se concentraba �nicamente en la obtenci�n del placer que me sub�a de
abajo a arriba. Eduardo sac� entonces su dedo de m� para ir desabrochando los
botones de mi blusa y dejar mis tetas a su merced. Ten�a los senos inflados por
la excitaci�n, la piel de gallina y los pezones nuevamente enhiestos. Sus manos
se dedicaron a amasar mis tetas, mientras sus labios colmaban de besos mi cuello
y hombros antes de descender por mi piel y trasladar los besos al mis mamas,
otorgando un homenaje especial a mis pezones, en torno a los que aplic� con
codicia su boca, provocandome un gusto extraordinario. No me pude contener, y
casi involuntariamente fui deslizando una mano entre mis piernas y en busca del
viejo y conocido placer de la masturbaci�n, mientras que Eduardo se daba un
atrac�n a costa de mis redonditas tetas y mis duros pezones. Me introduje un
dedo, y despu�s un segundo se col� en mi interior. Cogiendo a Eduardo por la
nuca, lo apret� contra mis senos a punto de estallar, y aument� la velocidad de
mi masturbaci�n, al tiempo que doblaba la espalda y apretaba el culo para
intensificar las sensaciones de mi segundo orgasmo, que me recorri� como una
corriente el�ctrica, que me hizo chillar y gemir sin pudor en medio del �xtasis
que me invad�a.



Estaba feliz. A�n no hab�amos salido del aparcamiento y ya
hab�a conseguido correrme dos veces. -- Vas a pensar que estoy desesperada--, le
dije, --o que soy una ninf�mana--. --Nada de eso, mi ni�a--, me respondi�,
--s�lo veo a una hermosa mujer disfrutando de s� misma y de la situaci�n--. Era
un aut�ntico caballero, y le ped� que me llevase a su casa.



En la media hora que dur� el camino, no ces� de besarle, de
decirle oscenidades al o�do y de sobarle el paquete a discrecci�n por fuera y
por dentro de los pantalones. Eduardo viv�a en un precioso �tico del centro de
Madrid, con una enorme terraza con vistas sobre el Palacio Real. Lo ten�a
decorado con gusto exquisito, y el sal�n estaba presidido por un inmenso sof� de
dise�o moderno. Me cont� que el piso lo hab�a heredado de su abuelo, y que viv�a
solo en �l desde hac�a un par de a�os.



Mientras sub�amos en el ascensor no dejamos de besarnos y de
meternos mano. A esas alturas yo ya estaba medio desnuda, sin bragas, mi blusa
medio desabrochada apenas tapaba ya mis pechos, y llevaba las sandalias en la
mano. Por su parte, Eduardo a�n estaba vestido de boda, con el traje bien
colocado y la corbata a�n en su sitio. Al entrar en el piso, nos dirigimos al
sal�n, donde Eduardo se quit� la chaqueta, se sirvi� una copa (yo no quer�a), y
se sent� en el sof�. Se di� una palmada en la pierna, invit�ndome a sentarme
sobre �l. Me sent� a horcajadas sobre �l, levant�ndome la falda, de tal modo que
mi trasero quedaba directamente apoyado sobre sus piernas, al tiempo que mi sexo
qued� acomodado sobre el suyo. Comenc� a besarle de nuevo, mientras le quitaba
la corbata y le iba desabroch�ndo la camisa. �l me sac� la blusa, dej�ndome
desnuda de cintura hacia arriba, y yo me incorpor� ligeramente para ponerle las
tetas a la altura de su cara. Me quit� la flor que me recog�a el pelo, quedando
suelta mi melena. Eduardo se concentr� de nuevo en mi pecho, barriendo en
canalillo con su nariz, antes de comenzar a propinarme besos en mis excitados
senos. Me agarr� las tetas con ambas manos, y estruj�ndolas ligeramente, se
dedic� a chuparme y mordisquearme los pezones con verdadera dedicaci�n. Me
estaba poniendo otra vez a mil por hora, y en lo que �l se deleitaba con mi
pecho, yo comenc� a mover mis caderas en vaiv�n, de tal modo que iba frotando mi
h�meda rajita contra la tela de sus pantalones. Mi respiraci�n se iba
entrecortando, en lo que mi calentura aumentaba por el ardiente contacto de
nuestros sexos. El leve contacto de mi sexo contra el suyo a trav�s de la tela
de sus pantalones fue aumentando las exigencias de mi sexo, llev�ndome casi al
borde del climax. En todo caso, no quer�a correrme todav�a, as� que cuando mi
sexo comenzaba a palpitar anunciando el inminente orgasmo, par� de moverme, y me
baj� del sof�, quedando arrodillada frente a Eduardo. Ahora le tocaba a �l
gozar, y me dispuse a sacar lo mejor de mi repertorio en su honor.



Le saqu� la camisa, y le fui cubriendo el torso de besos,
desde el cuello hacia abajo, deteni�ndome en sus pezones, que chup� con gula
mientras le quitaba el cintur�n y le desabrochaba los botones del pantal�n. Le
quit� los zapatos y los calcetines, y coloqu� sus pies sobre mis pechos para que
sintiera en sus plantas la dureza de mis pezones erguidos. Despu�s le obligu� a
levantar un poco el culo para poder sacarle los pantalones, con lo que me
encontr� ante un enorme verga que luchaba por escaparse de los calzoncillos tipo
short ajustado que llevaba. S� cu�nto les gusta a los hombres disfrutar del
espect�culo visual de un buen trabajo oral sobre ellos, as� que me propuse
dejarle observar desde su privilegiada posici�n la exhibici�n que pensaba
ofrecer. Antes de comenzar con el juego, me puse de pie, me calc� las sandalias
y de espaldas a �l, a modo de streap-tease me abr� la cremallera de la falda, y
me la fui sacando poco a poco, primero levant�ndola para mostrale el espect�culo
de mi durito y bronceado trasero, ense�ando en cada alzada de falda un poquito
m�s de carne, hasta que finalmente la dej� caer a mis pies, ofreci�ndome en toda
mi desnudez. Me agach�, agarr�ndome con una mano a mi pantorrilla y con la otra
sujet�ndome los pechos, de tal modo que mi culo en pompa qued� expuesto ante
Eduardo, que sin poder resistirse, extendi� la mano para acariciarme el co�o. No
se lo permit�, y d�ndome la vuelta de nuevo, me arrodill� frente a �l, comenc�
acariciando sus piernas, lenta y suavemente, desde los tobillos hacia las
pantorrilas, y desde estas al interior de los muslos. Eduardo apenas pod�a
aguantar m�s, y sus muslos temblaban ya de puro gozo, pero a�n habr�a de sufrir
un poco m�s... Me incorpor�, y le fui pasando las tetas por la cara; Eduardo
intent� cog�rmelas con las manos, pero no se lo consent�; fui bajando lentamente
acariciando su torso con mis pezones, hasta llegar a su sexo para volver a subir
hasta su cara, y nuevamente hacia abajo, a lo largo de su pecho hasta su vientre
y su sexo, y continuar mi sugerente caricia a lo largo de sus piernas hasta
llegar a sus pies. Me arrodill� nuevamente ante �l, y me dediqu� a masajear sus
test�culos y su pene a trav�s de la tela de los calzoncillos. Agarrandole los
huevos, le fui proporcionando primero suaves besitos, y despu�s mordisquitos en
la punta de su verga sin quitarle a�n los calzones. Mis manos fueron acariciando
la parte interior de sus muslos hasta conseguir deslizarse por debajo del short,
para agarrar, ya sin tela de por medio, su anhelante rabo. Le saqu� los
calzoncillos, y otra vez agarrada a sus test�culos, saqu� la lengua y le fui
haciendo un barrido, con mi lengua y mi nariz desde la base hasta la punta. Tras
el segundo recorrido, le propin� un besito en la punta, lo que le hizo
estremecer. Saqu� la lengua y levant� la mirada para asegurarme de que Eduardo
estaba disfrutando de la jugada. Le comenc� a dar peque�os lametazos en el
glande, que ten�a la piel tan tersa y brillante que parec�a que iba a estallar.
Agarr�ndole los huevos con una mano, continu� un rato d�ndole besitos y
lametones a lo largo de toda la polla mientras mi otro mano le acariciaba el
pecho y �l me acariciaba el pelo. Continu� con mis besitos en el glande,
mientras le sonre�a p�caramente y saqu� mi lengua para chupar con mayores ganas.
Finalmente, borde� con mis labios la punta de aquel nabo, y comenc� a subirlos y
bajarlos lenta y suavemente. Desde adolestente, siempre se me hab�a dado bien
esta pr�cica, y saqu� a relucir todas mis habilidades. Fui bajando un poquito
m�s en cada chupada, introduci�ndome en la boca un poco m�s de su miembro, al
pricipio s�lo la punta, luego el glande, y poco a poco un poquito m�s, hasta que
lleg� el momento de trag�rmela entera. Su punta golpeaba contra mi paladar en
cada acometida, e incluso llegu� a mantenerla intoducida completamente en mi
boca durante largos segundos en los que mi lengua segu�a jugando con ella dentro
de m�. A medida que se la mamaba, Eduardo iba perdiendo el control, de manera
que apenas ten�a que moverme yo, ya que �l mismo se encargaba de meterme el rabo
a golpes de cadera, como si estuvi�se foll�ndome la boca. Su movimientos fueron
haci�ndose m�s convulsos y sus gemidos m�s incontrolados. Cuando percib� que
estaba al borde del climax, me saqu� la polla de la boca, se la agarr� con la
mano, y la apret� con fuerza, apliqu� mis labios sobre su glande y los desliz�
hacia abajo, haciendolos resbalar en torno a su carne. La polla de Eduardo se
tens� en un �ltimo y ag�nico latigazo, y comenz� a lanzar chorros de semen en
medio de sus aullidos de placer. Parte del liqu�do se proyect� sobre mi pelo y
sobre mi cara y otra parte se fue directamente al suelo. Su torrente fue largo y
generoso. Al terminar de manar la cremosa sustancia, Eduardo se qued� traspuesto
intentando recobrar la respiraci�n, y me miraba con los ojos desencajados de
placer. Me relam� los restos m�s cercanos a mi boca, y me limpi� los restos de
la cara y el pelo con un pa�uelo. Me tumb� sobre �l y nos fundimos en un fuerte
y cari�oso abrazo mientras no dejab�mos de besarnos y acariciarnos. Me confes�
que hab�a sido la mejor mamada que jam�s hab�a recibido. Eduardo se tumb� a lo
largo del sof�, y yo encima de �l. Coloqu� su sexo entre mis piernas, en
estrecho contacto con el m�o, y en esa deliciosa posici�n nos mantuvimos
abrazados, bes�ndonos y disfrutando del estrecho contacto entre nuestros cuerpos
hasta que me qued� adormilada, en un duermevela solo interrumpido por el calor
de nuestros besos y el peque�o vaiv�n de su polla encerrada entre mis muslos.



El reloj que presid�a el sal�n me indic� que hab�amos dormido
cerca de una hora, cuando me despert�, recostada sobre Eduardo, que a�n manten�a
una considerable ereccci�n con su miembro enterrado entre mis piernas. Est�bamos
empapados en sudor. Entreabr� un ojo, y despu�s el otro. Eduardo a�n dorm�a
pl�cidamente. No hab�a como un buen orgasmo para dormir como un beb�. Me
desligu� de �l, lo que provoc� que Eduardo se despertase. Se frot� los ojos con
los dedos, me mir� dedic�ndome una sonrisa, y alarg� su mano tomando la m�a para
obligarme a sentarme junto a �l. Me sent� a su lado, y agarr�ndole de la nuca,
acerqu� mis labios a los suyos para fundirnos en un largo, pasional y rom�ntico
beso. A pesar de todo, a�n no hab�a sido perforada, lo que mi sexo estaba
anhelando fervientemente. En una h�bil maniobra, Eduardo me tir� del sof�,
oblig�ndome a arrodillarme frente a �l, de tal modo que mi trasero se qued�
abierto, suspendido en el aire y ofreciendo toda su redondez al inminente ataque
de mi oponente. Mi cabeza descansaba sobre un coj�n, y mis pechos colgaban en el
aire. Eduardo se situ� a mi espalda, y su mano derecha, tras propinarme un
peque�o palmetazo en la nalga, fue recorriendo toda mi espalda, desde la nuca
hasta mi trasero a lo largo de toda mi columna vertebral. Un dedo fue
recorriendo la endidura entre mis nalgas, estimulando mi orificio m�s peque�o, y
bajando hasta mis labios vaginales que, agradecidos, reaccionaron ante la
inminente embestida. Seg�n mi lubricaci�n se iba haciendo m�s fluida, sus
caricias se tornaron m�s intensas, hasta que me introdujo un dedo, luego un
segundo, y creo que incluso un tercero, que entraban y sal�an de mi sexo. Sus
expertas caricias no tardaron en hacer mella sobre m�, y mi sexo iba
ensanch�ndose por momentos mientras que mis sentidos se iban desplazando hacia
los territorios del orgasmo y mi culito sub�a y bajaba al ritmo de sus
acometidas. Cuando mis gemidos comenzaron a tornarse en alaridos por la
proximidad del orgasmo, Eduardo me abandon�, dej�ndome a punto de correrme. --No
pares ahora, cabronazo, sigue, o m�temela de una vez--, le dije fuera de m�. Era
Eduardo ahora el que quer�a verme sufrir un poquito m�s. A los hombres les
encanta ver c�mo una mujer pierde toda su dignidad ante ellos en momentos as�, y
Eduardo estaba disfrutando de lo lindo al verme tan desesperadamente sometida a
sus caprichos. Arrodill�ndose justo a mi espalda, se agarr� la verga por la
base, apoy� la punta sobre mi h�meda caverna, y fue desliz�ndola hacia abajo
hasta alojarla entre mis muslos, para luego subir hasta mi palpitante co�ito, y
de ah� hasta el ano, para volver a bajar hasta mi sexo. Recorri� este camino
varias veces, hasta detenerse en mi vagina. Dedic� algunos minutos a pasear
ligeramente su glande arriba y abajo entre mis labios, prolongando mi ansia. Su
glande se col� varias veces dentro de mi sexo, aunque volv�a a sacarlo casi
inmediatamente, mientras mi vulva se abr�a y cerraba desesperada por ser
penetrada.



--�Qu� quieres que te haga, preciosa?, me pregunt� mientras
pasaba la polla por mis labios externos. Pens� que el cabronazo no era tan
inocente y t�mido como hab�a parecido durante la fiesta, y me sonre� al pensar
en ello. --Quiero que me folles ya de una vez, quiero que me penetres y que me
deshagas de placer--. Me hab�a puesto a mil el muy cabr�n, sabiendo esperar el
momento perfecto para follarme. Eduardo, satisfecho, me cogi� de las caderas, me
elev� un poco el culo, introdujo la punta dentro de m� y comenz� a apretar
muuuuy despacio, hundiendo su polla cent�metro a cent�metro y abri�ndose hueco
en mi interior. Empez� a sentir un gusto extraordinario. A pesar de que estaba
totalmente mojada, el tama�o de su polla hac�a que mi co�o ejerciese cierta
resistencia a la penetraci�n, pero las paredes de mi sexo pronto se adaptaron al
tama�o de su verga. A veces yo tensaba los m�sculos de mi co�o para aprisionar
su polla, lo que suele proporcionar gran gozo a los hombres, y Eduardo no era
una excepci�n, a juzgar por los gemidos que emit�a. Nunca me hab�an invadido tan
lentamente, pero he de decir que estaba disfrutando de ello como una loca; me
iba estremeciendo a cada cent�metro que me iba perforando, mi placer iba
creciendo, mis suspiros se hac�an m�s profundos, mis pechos se iban hinchando
m�s, mis pezones haci�ndose m�s duros y mi sexo iba recibiendo aquel manjar
delicioso con mayor deleite. Sent�a c�mo se iba alojando en mi interior y c�mo
mi co�ito se adaptaba relamiendo su largura. Finalmente entr� entera dentro de
m�, sientiendo sus huevos chocar en mis gl�teos. Nunca hab�a sentido tanto
placer por todo lo largo de mi cuerpo. Verdaderamente, Eduardo sab�a dar gusto a
una mujer. Entonces, y sin previo aviso, Eduardo extrajo su falo de una vez y
casi por completo, se detuvo un momento con s�lo la puntita apoyada en mi
agujero, y de un solo golpe, seco y duro, me la meti� con un �nico y violento
golpe de cadera, hasta hacer chocar los huevos contra mis nalgas con dureza. Mi
cuerpo, ante el duro e inesperado asalto, se tens� violentamente. Perd� el
sentido, mis ojos se desorbitaron, mi mirada se nubl�, mord� la almohada en la
que estaba apoyada, y en medio de un agudo chillido, mis muslos temblaron, mis
piernas se hicieron infinitas, una fuerte corriente sacudi� todo mi cuerpo, y me
corr� en medio de un feroz estremecimiento que no recuerdo haber sentido antes
jam�s. Toda la estimulaci�n previa hab�a conseguido llevarme a un estado tal de
excitaci�n que me corr� como nunca me hab�a corrido, arranc�ndome el m�s fuerte
orgasmo con una sola acometida. Fue un orgasmo salvaje, profundo y estremecedor
que agit� hasta la �ltima c�lula de mi cuerpo. Todo mi cuerpo se vi� convulso en
una serie de sacudidas que se enlazaban entre s� regal�ndome una sucesi�n tal de
riadas de placer que acabaron con todas mis fuerzas, al tiempo que notaba c�mo
el l�quido que emanaba de mi co�o se vert�a a chorros, desliz�ndose abajo por el
interior de mis muslos. Me estuve corriendo durante largos minutos que me
hicieron sentir tan exultante como jam�s me hab�a sentido.



A�n no hab�an terminado los �ltimos estertores de mi orgasmo,
cuando Eduardo, que hab�a tenido que sujertar mis caderas para evitar que yo me
cayese, aferrado a mi cintura comenz� a moverse fuera y dentro de m�, ensartando
y extrayendo de m� la herramienta que tanto placer me hab�a arrancado, y que
poco antes hab�a sido el juguete con el que hab�a rellenado mi boca. Durante
unos minutos sus acometidas fueron lentas, profundas y seguras, pero poco a poco
fue aumentando el ritmo de sus empellones. Mi vagina recibi� agradecida el
gozoso ajetreo, y antes de que hubiese terminado de acallarse el brutal orgasmo
anterior, ya estaba reaccionando de nuevo. Fui acoplando los movimientos de mi
cadera al ritmo que Eduardo me imprim�a desde atr�s, moviendo el culo adelante y
atr�s a medida que �l bombeaba, de manera que la punta de su polla consegu�a
rozar en cada ataque el cuello del �tero, provoc�ndome una arrebatadora
sensaci�n. Dentro de mi sexo las sensaciones eran iban diluy�ndose desde el
dolor que probocaba la profundidad de la penetraci�n hasta convertirse en un
placer cont�nuo casi indescriptible. Los embites de Eduardo se fueron haciendo
m�s violentos a medida que nuestros gemidos se iban solapando. Sus manos iban y
ven�an desde mi vientre hasta las tetas, que se bamboleaban fuertemente dentro
de sus manos en cada embestida, para luego ir bajando a lo largo de mi vientre
en busca del cl�toris, tan erguido como el resto de mi cuerpo. Finalmente, los
empellones se fueron haciendo m�s ag�nicos, anunciando el climax de Eduardo. Una
fuerte acometida en la que me perfor� hasta el fondo me hizo estremecer y
chillar, lo que provoc� una convulsi�n de la polla de Eduardo contra las paredes
de mi sexo. Apret� con fuerza mi culo contra su pelvis, y comenz� a mover las
caderas en c�rculos f�rmemente apretado contra �l. Eduardo lanz� un ronco
rugido, y una riada de semen ba�� mi interior. El calor del l�quido provoc� la
contracci�n de todos mis m�sculos, y aprisionando su polla en mi interior con
todas las fuerzas que me quedaban, me inund� el placer de otro fenomenal
orgasmo, adornado de complacientes gemidos por mi parte y profundos ronquidos
por la suya, en medio de un fant�stico orgasmo simult�neo. Not� c�mo su verga
botaba espasm�dicamente dentro de m� al tiempo que iban brotando riadas de
cremoso manjar. Cuando los �ltimos vertidos de Eduardo terminaban de invadirme,
este se derrumb� sobre m�. Hundi� su cara en mi nuca, y bes�ndome cubri� mis
pechos con sus manos. Yo era feliz.



Mantuve aprisionada en mi interior su verga hasta que se
qued� reducida a un peque�o espantajo que ya nada ten�a nada que ver con su
explendor anterior. Eduardo sali� de m�, se puso en pie, y me ayudo a
levantarme, ya que mis piernas apenas lograban sostenerme. Me ech� a su cuello,
y nos besamos dulcemente. �l me tom� por el trasero, y me sub� a �l, colgando
mis brazos de su cuello y mis piernas abrazadas a su cintura. De esta guisa, me
traslad� hasta su habitaci�n, para posarme cari�osamente sobre la cama.
Derruida, me acurruqu�, y acostada de lado, y con Eduardo pegado a mi espalda,
me qued� dormida con las primeras luces del d�a, que atravesaban ya la ventana.



Me despert� un par de horas despu�s. El sol ya entraba con
fuerza, y la claridad y el calor me hizo despertar. Eduardo continuaba dormido,
a mi lado, tendido boca abajo y con la cara girada hacia m�. Me deleit� unos
minutos observando su cuerpo. De espaldas estaba como un queso. Estaba empapado
en sudor, pues hac�a calor. Ten�a una espalda ancha, y bien musculuda, sin rayar
en lo excesivo. El culo era redondo y prieto y brillaba por efecto del sudor y
la luz derram�ndose sobre �l; su cuerpo estaba bien bronceado, y sus brazos,
doblados bajo la almohada eran armoniosos y fuertes. Sus manos, grandes y
masculinas estaban dise�adas para acariciar a las mujeres, y las piernas,
ligeramente abaiertas eran como las de una escultura griega, largas, fuertes y
fibrosas, moldeadas por el deporte. No pude menos de acariciarle, desde su
cuello, bajando por su espalda, hasta acariciar sus duros gl�teos, y continuar
bajando por el interior de sus muslos hasta las pantorrillas. Se movi� cuando
mis dedos acariciaron la endidura de su culo, pero no se despert�. Dese�
tumbarme sobre �l, sentir el calor de su cuerpo y pegar mi p�bis a su trasero,
pero no quise despertarle. Me levant� y baj� la persiana, dejando unas rendijas
para poder tener algo de claridad. Fui hasta el ba�o, equipado con una
espectacular ba�era redonda, en la que podr�an entrar, calcul�, al menos tres
personas bien holgadas. Me pregunt� cu�ntas veces se habr�a usado para tareas no
necesariamente relacionadas con la higiene. Me di un ba�o de espuma, con agua
tibia y abundante jab�n. Enjabon� con dedicaci�n cada rinc�n de mi anatom�a.
Desde hac�a varios a�os, cuando mi matrimonio hab�a empezado a decaer, no hab�a
hecho gran caso de mi cuerpo. Incluso llegu� a pensar que la indiferencia que mi
marido me mostraba se deb�a a que hab�a perdido la hermosura de mi adolescencia
y juventud. Tumbada en la ba�era, pensaba que hab�a estado muy equivocada. Mis
formas se hab�an redondeado algo con los a�os, pero en realidad lo hab�an hecho
para mejorar. Manten�a un culito resping� y apretado, tan del gusto de los
hombres. Mis piernas eran largas, su piel se hab�a suavizado con la edad y
ten�an una forma envidiable. Mis pechos eran un poquito m�s grandes que antes,
peron a�n se manten�an redondos, henchidos y erguidos hacia el cielo. Mis
pezones se alzaban desafiantes y tensos ante la excitaci�n, y mi vientre, si
bien un poquito m�s hinchado que anta�o, segu�a sin presentar los antiest�ticos
michelines. Mi cuello era largo y esbelto, de piel fina, y mi rostro, m�s maduro
y menos ani�ado estaba en el equilibrio justo entre la belleza infantil y las
arrugas de madurez y con el cutis m�s terso. Mis labios, gruesos, y colorados
a�n sin pintar, fueron dise�ados para el beso y el placer. En realidad estaba
ante mi plenitud f�sica, y con 28 a�os recien cumplidos mi belleza era mayor que
nunca, y mi equilibrio mental era superior al que nunca hab�a tenido. Ten�a
todas las premisas para ser feliz, y no ten�a por qu� pensar que no habr�a de
ser as�.



Me levant�, vaci� la ba�era, y me di una ducha r�pida. Me
lav� el pelo, y volv� a la habitaci�n. A�n h�meda de la ducha, y por qu� no
decirlo, por la excitaci�n de encontrarme tan feliz, me ech� a la cama de nuevo.
Una corriente de me puso la piel de gallina, inch� mis pechos y enderez� mis
pezones. Eduardo a�n dorm�a placidamente. No tard� en quedarme pl�cidamente
dormida yo tambi�n.



Me despert� muy suavemente, descansada y feliz. Estaba
tumbada sobre un costado, acurrucada en posici�n fetal, con las piernas
flexionadas d�ndole la espalda a Eduardo. �l not� que me estaba despertando, y
se apret� contra mi espalda. Fue cubriendo de suaves besos mi cara y mi cuello,
mientras yo a�n dormitaba. Apret� su pelvis a mi trasero, dejando que su sexo
fuese engordando aprisionado entre mis muslos. Fue acarici�ndome el vientre y
los pechos, mientras yo me encontraba a�n semiinconsciente. Permanecimos as�
durante bastantes minutos, hasta que me gir� para quedarme frente a �l. A�n
medio dormidos nos estuvimos besando y acariciando durante largo rato. Enlazamos
nuestras piernas, me tumb� sobre �l, abr� mis piernas y comenz� a cabalgarlo.
Apoy� las manos en su pecho, y comenz� a subir y bajar sobre su sexo mientras
sus manos se dedicaban a mis pechos. Me arque� hacia atras y fui aumentando el
ritmo al tiempo que crec�a el placer que recorr�a mi cuerpo. Fue un polvo suave
y amoroso, casi conyugal. Al cabo de un rato, me dej� caer sobre �l, y sin
desligar su sexo del m�o, nos giramos hasta que Eduardo qued� encima de m�. Me
as� al cabecero de la cama, y abrazando sus caderas con mis piernas, me dej�
hacer. Eduardo me agarr� fuertemente las mu�ecas y comenz� a empujar, lenta,
pero decididamente. Pod�a ver a lo largo de mi cuerpo mis pechos hinchados, los
pezones largos y duros, y mi vientre temblando a cada embestida de su polla, que
ve�a aparecer y desaparacer para enterrarse en mi interior m�s all� de los
pelillos de mi p�bis. La penetraci�n era cada vez m�s h�meda y fluida, y me fui
abandonando las sensaciones que desde mi sexo iban recorriendo todo mi cuerpol
La cadencia de la penetraci�n, con la verga de Eduardo entrando y saliendo de
m�, se iba haciendo m�s r�pida y vigorosa. El creciente placer empezaba a
arrancar de mi garganta gemidos cada vez m�s fuertes, al tiempo que mi cabeza
perd�a el sentido de la realidad, mi boca entreabierta emit�a agudos aullidos y
mi sexo recib�a con creciente placer el gozoso ataque al que me somet�a la polla
de Eduardo. Finalmente, el placer desbord� mis sentidos, y mi espalda se
flexion� en una curva casi imposible, elevando mis pechos hacia el cielo, mis
piernas apretaron el culo de Eduardo hacia m�, y mis dedos se clavaron en su
espalda, dando paso a un sonoro, delicioso y prolongado orgasmo, digno de una
ma�ana de domingo, pocos segundos antes de que Eduardo, en medio de un
roncobramido, se vertiese dentro de m�, ba�ando mi vagina con su crema caliente.
En medio del climax, Eduardo se desplom� sobre m� y hundi� su cara en mi cuello,
al tiempo que yo a�n gozaba de los �ltimos espasmos del soberbio climax que
acababa de experimentar.



Tras un rato de abrazos, caricias, besos, risitas, mimos y
caranto�as; me levant� para darme una ducha, dejando a Eduardo tumbado, exhausto
y luciendo en su cara una tonta sonrisa, y un brillo especial en los ojos que
daba cuenta de su deleite, y del regalo que nos ven�amos rindiendo desde la
noche anterior.



Por mi parte, me met� en la ducha y dej� correr el agua
caliente sobre mi piel. Ten�a los ojos cerrados, y estaba disfrutando de la
c�lida ducha y del agua jabonosa desliz�ndose por todo mi cuerpo, desde el
cuello a la curva de mis pechos, y desde el vientre hacia abajo por mis piernas,
y por mi espalda hasta las nalgas. Me encontraba en una especie de trance cuando
se abri� la cabina de la ducha, y Eduardo se introdujo en ella. Nos besamos, nos
abrazamos nos acariciamos y nos enjabonamos mutuamente, nos hicimos arrumacos, y
bajo la lluvia de agua caliente volvimos a hacer el amor, con nuestra piel
resbaladiza a causa del jab�n. Yo apoyada en la pared, con mis piernas abrazadas
a su cintura, y mis manos aferradas a sus hombros. Eduardo sosten�a mi peso
agarrado a mis nalgas mientras me penetraba y nuestras lenguas se enredaban
ansiosamente. Fue un coito breve, casi violento, pero no por ello menos
placentero. No tard� en sentir un nuevo orgasmo, que vino precedido de grandes
suspiros y gemidos por mi parte. Tras el polvo nos dimos una ducha r�pida y nos
vestimos. Eduardo se puso ropa de sport, y me llev� a casa a cambiarme, ya que
yo no ten�a m�s ropa que la que me hab�a puesto para la boda. Me vest�
r�pidamente y nos fuimos a comer a mi restaurante favorito.



Aunque ya era tarde, nos dieron de comer, ya que yo conoc�a a
maitre. Despu�s fuimos al cine, y a �ltima hora de la tarde regresamos a casa de
Eduardo, donde la nueva voluptuosidad recientemente encontrada nos llev� a hacer
el amor una vez m�s.



En estas dos �ltimas semanas me he visto con Eduardo casi todos los d�as, y
hemos follado innumerables veces y en muchos lugares diferentes, en el coche, en
la piscina, en la ba�era, y desde los servicios de una discoteca a una pradera
perdida en medio del Monte del Pardo. No s� si la relaci�n se mantendr� en el
futuro ni a d�nde nos conducir�. S�lo s� que me siento feliz cada vez que le
veo, que se me hace el tiempo eterno hasta la pr�xima cita, que me encanta
vestirme sexy y provocativa para �l, y que me vuelve loca en la cama. Incluso
estamos planeando un viaje juntos a Noruega este verano. Ya os contar�...




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Relato: Mi particular noche de bodas
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