Relato: Mariana y Don Ernesto 1



Relato: Mariana y Don Ernesto 1

Mariana era una exuberante chica de 18 a�os que no conoc�a los placeres del sexo hasta que conoci� a don Ernesto.





Mariana era una muchacha de 18 a�os que acababa de ingresar a la universidad; dado que ella proven�a de un suburbio cercano a la capital, sus padres decidieron que la mejor opci�n era que ella se mudara para evitar los "peligros" de los largos viajes que tendr�a que realizar si se quedaba en casa.

Ella med�a 1.65 m de estatura, no la hac�a muy alta pero sus proporciones la hac�an un manjar a la vista de cualquier hombre. Era la due�a de 2 grandes y redondas tetas, firmes y jugosas, adornadas con 2 pezones peque�os de color marr�n claro; ten�a el abdomen plano y la cintura estrecha dado que siempre hab�a practicado deportes. Pose�a una cadera ancha y piernas torneadas. Su culo era algo digno de ver en leggins o jeans ajustados, era paradito, redondo y grande; m�s de una vez alg�n hombre lo toco en el transporte p�blico, haci�ndola consciente de lo que era capaz de despertar en los hombres. A pesar de esto, ella jam�s se vest�a provocativa, no iba m�s all� de unos jeans ajustados y blusas sin escote.

No era ajena a lo que se refiere al sexo, hab�a tenido alg�n novio con el que hab�a fajado y varias veces hab�a fantaseado con que un chico guapo le succionara los pezones y le sobara el cl�toris; sin embargo, a�n era virgen y no le importaba su situaci�n, pues las presiones sociales no la afectaban mucho. Todo esto cambi� cuando conoci� a don Ernesto.

Cuando se mud� a la capital inicialmente vivi� con otra chica en una casa, sin embargo las cosas no funcionaron y decidi� que lo mejor era vivir sola. Busc� en el peri�dico opciones de vivienda y encontr� un departamento no muy caro y de buena ubicaci�n, por lo que sin m�s llam� al n�mero telef�nico indicado y escuch� una grave voz del otro lado, el hombre dijo ser el due�o del departamento, le dio las indicaciones para llegar y acordaron verse al otro d�a para visitar el lugar.

Mariana se sinti� intrigada por esa voz sin saber por qu�, decidi� no darle m�s vueltas al asunto y se fue a dormir para prepararse al d�a siguiente.

El d�a siguiente lleg� con anticipaci�n al lugar, vest�a una playera no muy entallada pero que dejaba notar sus dos melones, unos jeans ajustados y zapatos tipo flats. El lugar era en realidad un conjunto de departamentos algo antiguos pero en buen estado, algunos vac�os y sin decoraciones, otros con jardineras llenas de flores que le daban un toque m�s hogare�o. Al aproximarse la hora del encuentro, vio salir del primer departamento un hombre algo mayor, ten�a al parecer unos 60 a�os, su cabello era canoso, su piel era un poco bronceada, caminaba correctamente sin ayuda de alg�n bast�n, ten�a el t�pico cuerpo que un se�or de esa edad podr�a tener: algo jorobado, con una panza no muy prominente, piel arrugada y el entrecejo muy fruncido, lo cual supon�a que contaba con un muy mal humor.

Ella al verlo se aproxim� hacia �l y enseguida le pregunt�
�Buenas tardes, disculpe, �Es usted don Ernesto?

Antes de responder, el viejo la observ� de los pies a la cabeza, notando inmediatamente la ternura de sus muslos y lo que se encontraba entre ellos, siguiendo a sus tetas las cuales pudo imaginar desnudas, rebotando mientras la taladraba.

Para ella la primera impresi�n del se�or no fue m�s que un hombre de la tercera edad con mal humor. En realidad era un viejo de 64 a�os, viudo que aparentaba ser educado y correcto, cuando en el fondo era un anciano pervertido que no perd�a oportunidad de verle el culo a jovencitas en la calle.

Don Ernesto le respondi� con educaci�n
�As� es, yo soy el se�or Ernesto, hablamos el d�a de ayer.

La grave voz del anciano volvi� a llegar al fondo de Mariana, haci�ndola sentir cosas extra�as que no pod�a describir� quiz�s s�lo curiosidad.

Don Ernesto continu�
�Yo soy el due�o de todo el conjunto de departamentos y los rento, como ver�s hay algunos vac�os, as� que te mostrar� el que m�s te interese y veremos si llegamos a alg�n acuerdo.

Mariana a�n se sent�a intimidada por esa voz, s�lo atin� a decir
�Claro, como usted diga

Caminaron hacia el interior de un departamento y �l lo mostr� y describi� los espacios, era austero y sencillo, adem�s de no muy caro, por lo cual ella accedi� a rentarlo y a mudarse en tres d�as. Al finalizar la reuni�n, se despidieron y Mariana not� como don Ernesto la miraba de manera extra�a.

Sin que ella lo supiera, ese d�a el viejo no pudo pensar en otra cosa m�s que en cogerla de todas las maneras posibles, morderle las tetas, que le mamara la verga y ella rogara por m�s, eso sin duda lo excitaba, no pod�a esperar a que ella llegara a vivir ah� para idear un plan sobre como tenerla en su cama.

Mariana por su parte se segu�a sintiendo turbada por la autoridad que el se�or representaba hacia ella, sent�a una mezcla de miedo y curiosidad por �l, pero como siempre, decidi� no pensar m�s en eso y se dedic� a preparar su mudanza.

El d�a que Mariana lleg� al departamento, el viejo sali� a su encuentro y la ayud� con sus maletas, al ser nueva en la ciudad no contaba con mucho, por lo que en pocos minutos todo estaba dentro del lugar. Los d�as siguientes don Ernesto se dedic� a observarla para conocer su rutina. Sab�a que sal�a todos los d�as a las 6 am a correr y regresaba 7:30; part�a a la universidad a las 9 y regresaba normalmente entre las 5 y 7 pm.

Cada d�a que pasaba �l imaginaba ese par de tetas rebotando mientras Mariana corr�a, la humedad de su vagina, lo apretada que se ve�a y lo mucho que le gustar�a penetrarla con fuerza y sin miramientos.
�l pens� muchos planes sobre como cogerla, desde someterla y violarla hasta entrar furtivamente a su departamento y ah� de nuevo violarla; al final decidi� que hacerla rogar ser�a lo mejor.

El primer mes pas� volando y el d�a que tocaba el pago de la renta lleg�, por lo que don Ernesto decidi� que lo mejor ser�a pasar en la noche, pues as� ser�a seguro que ella estar�a dentro. Toco dos veces y esper�, en un momento abri� Mariana y don Ernesto tuvo que contenerse para no venirse. Ella se ve�a suculenta en su ropa de cama, una fina blusa de tirantes sin sost�n que dejaba ver esos maravillosos melones que ped�an ser chupados a gritos; un short peque�o que se pegaba a su vulva, marcando sus labios y amoldando la forma de su colita. Ella lo invit� a pasar.

�Buenas noches, Mariana, he venido por el pago del mes.
�Claro don Ernesto, pase, en un momento le entrego el dinero.

Al entrar, el anciano no pod�a apartar la vista de ese culo perfecto, ahora que lo ve�a cubierto por un peque�o trozo de tela se imaginaba como ser�a amasar esas nalgas y todo lo que har�a con ellas, reafirmando a�n m�s sus intenciones. Por su lado, Mariana ajena a la situaci�n, se agach� a un caj�n para sacar el dinero, cosa que don Ernesto no desaprovech�; comenz� a acercarse hacia ella hasta el punto de tener su verga entre el culo de la joven.

��Necesitas ayuda, Mariana?� Su voz estaba cargada de perversi�n, lo dijo al momento en que le dio una ligera nalgada.

Mariana sinti� el contacto y no supo que hacer, as� que dio un respingo y volte� confundida a ver al viejo, el cual se encontraba sonriendo mientras admiraba las curvas de la chica. Indignada, se levant� e inmediatamente intent� darle una cachetada, la cual don Ernesto detuvo r�pidamente con una mano.

��Qu� le pasa viejo asqueroso? �Qu� intenta?

Por respuesta, don Ernesto la peg� a la pared y la bes� en la boca con intensidad y pasi�n. Ella al principio puso resistencia, odiaba estar en esa situaci�n, pero poco a poco comenz� a sentir algo en su interior que la sobrepasaba: estaba bastante excitada. Don Ernesto claramente lo supo cuando a ella se le escap� un gemido, haciendo que su erecci�n creciera a�n m�s y peg�ndose m�s a su cuerpo. Mariana comenzaba a perder las fuerzas, por lo que el viejo aprovech� para pellizcarle el pez�n izquierdo sobre la blusa. Ella se separ� al instante, pues el pellizco le hab�a dolido un poco. Jadeando, los dos se vieron a los ojos y ella inmediatamente apart� la vista y se sinti� avergonzada. Don Ernesto por su parte no pod�a detenerse, no ahora que estaba a punto de hacerla suya. Mariana sinti� que nunca nadie la hab�a besado con tanta intensidad y lujuria, mucho menos la hab�an tocado con tan poco tacto, cosa que contrario a lo que pensaba, la logr� excitar profundamente. A pesar de su estado, le gan� la moralidad y dijo

�Vayase, por favor, ma�ana mismo desocupar� este departamento y me ir�, ahora por favor d�jeme sola.
�Estas loca si piensas que te dejar� sola, esto es nada comparado a lo que te puedo hacer sentir. No sabes como me he masturbado todos los d�as desde que te conoc�, imaginando que puedo morder tus tetas, sobarte la panocha y meterte los dedos duro, lamerte, penetrarte con mi verga hasta que llegue al fondo y llenarte de leche para que despu�s t� la limpies con tu boquita y venirme de nuevo dentro de ella. Todo eso y m�s tengo para ti.

Mariana se sent�a sumamente sorprendida y ofendida, jam�s nadie le hab�a hablado as� y no quer�a admitir que eso la excitaba de manera intensa, la humedad de su vagina la delataba. Ella no dec�a nada, por lo que don Ernesto se acerc� de nuevo tocando ahora por encima del short la panocha de Mariana. Ella se dej� hacer, la excitaci�n era mucha y el masaje experto que el anciano le proporcionaba la hizo a�n m�s abrir las piernas. Cuando comenz� a emitir gemidos ahogados, don Ernesto se detuvo, la dej� de tocar, dio media vuelta y se dispuso a irse, sabiendo que Mariana rogar�a por m�s. Ella se sent�a m�s confundida a�n, no quer�a que se marchara y la dejara as�, excitad�sima y caliente, no sab�a que hacer, s�lo ten�a la certeza de que quer�a continuar sintiendo esos gruesos dedos sobre sus labios vaginales, por lo que con la respiraci�n entrecortada, s�lo pudo decir

��Por qu� se va?
�Porque me dijiste que me largara
�Esto es nuevo para mi, soy virgen �Comprende?

�Una virgen! Eso la hac�a a�n m�s apetecible; pensar en ser el primero en penetrarla hac�a que su verga estuviera a punto de explotar. Las ideas corr�an a mil por hora en la cabeza del viejo, sab�a que si la quer�a coger no la deb�a asustar, por lo que r�pidamente maquin� un plan para proponerle a Mariana, cuando ella lo interrumpi� de sus pensamientos

�Soy virgen y la verdad a�n me asusta ese tema, dicen que duele mucho, lo que hoy usted hizo conmigo fue algo que nunca he sentido y me da pena decirlo, pero no quiero dejarlo de sentir.

Don Ernesto no lo cre�a, todo encajaba para su plan, el cual le cont� a continuaci�n

�Mira ni�a, yo no soy un hombre de rodeos, as� que te propongo algo. No te voy a penetrar�a�n, s�lo quiero mostrarte las maneras en las que te puedo hacer sentir mucho m�s que esto, d�jame chuparte las tetas, masajearte el cl�toris, lamerte la panocha, etc. Si te gusta y accedes, te penetrar�. �Qu� dices?

Mariana se encontraba indecisa, por un lado quer�a tener a ese viejo chup�ndole los pezones, por otro quer�a que se marchara inmediatamente. Ante su silencio y con la verga un poco dolorida, don Ernesto se dispon�a a irse en serio, por lo que ella en un arranque le grit�

��Espere! No estoy segura si quiero que me la meta, pero no quiero que me deje as�, por favor� Su voz ten�a un aire de inocencia y necesidad, lo cual hizo que don Ernesto se calentara m�s, a �l le encantaba que las mujeres suplicaran por que las cogiera. Respondi� en tono burl�n

�T� me dir�s que quieres que haga contigo
�Soy inexperta, en todo, s�lo por hoy s�game tocando ah� abajo� En su cara hab�a una expresi�n de ruego, la chica sin duda necesitaba alivio.
�Bien, no perdamos tiempo

Se abalanz� contra ella y la volvi� a besar, gui�ndola hasta su cama donde la tir� de un empuj�n. Ella acomod� su cabeza sobre las almohadas y abri� ligeramente las piernas, el viejo en seguida se puso a su lado y le dijo
�Por hoy el placer es s�lo para ti, pero la pr�xima vez t� me dar�s placer a mi tambi�n
�Me dijo que a�n no me penetrar�a...
�Me puedes hacer llegar sin tener que insertarte, m�s con estas dos ubres gordas que te cargas.

Diciendo esto agarr� con fuerza su teta derecha, haci�ndola estremecer a�n m�s. Justo despu�s la volvi� a besar con menos intensidad pero con la lujuria precisa para que Mariana comenzar� a gemir; poco a poco su mano fue descendiendo desde el cuello de la virginal joven hasta sus senos, los cuales amasaba sobre la ropa y aprovechaba para friccionar los pezones de la chica con sus dedos pulgar e �ndice. Sigui� su camino hacia el abdomen y en poco se encontr� entre sus muslos, de nuevo sobre el short y sob�ndole con toda la palma de la mano. Mariana cre�a que iba a morir de la excitaci�n, no entend�a porque las palabras tan vulgares que ese se�or utilizaba con ella la excitaban a�n m�s. Don Ernesto comenz� a bajarle el short de la pijama para encontrarse con una pantaleta tipo tanga de color blanco, inmediatamente not� lo h�meda que se encontraba la chica, pues una mancha de fluidos aparec�a en ella. A�n con la ropa interior puesta, con su dedo �ndice comenz� a hacer c�rculos sobre el �rea del cl�toris

��Te gusta?
Mariana no pod�a responder, pero entre sus ahogados gemidos s�lo pudo decir
�Mmmm si�no se detenga

D�ndole una palmada en la vagina que hizo que las sensaciones se irradiar�n, don Ernesto comenz� a bajar la ropa interior y le indic�
�Esta se me queda a m�

El anciano se fij� en la bella anatom�a de la chica, un vientre plano y una panocha apretada que jam�s hab�a sido mancillada por un hombre. Una fina capa de vello rizado cubr�a el tesoro que Mariana estaba exhibi�ndole y rog�ndole que tocara.

Mariana estaba en �xtasis, cuando sinti� el tacto piel a piel de los dedos del viejo, not� que eran muy �speros y gruesos, sab�an moverse y darle mucho placer. El anciano comenz� por hacer c�rculos grandes sobre el cl�toris, halando de vez en cuando los labios vaginales. Cuando la tuvo gimiendo y jadeando, aument� la intensidad de su masaje, ahora presionando con el pulgar el cl�toris, mientras sus dem�s dedos jugaban en la entrada de su vagina conteni�ndose para no entrar. Mariana estaba h�meda, muy h�meda, su cuerpo se empezaba a tensionar, sus arcadas aumentaron y con esto el viejo comenzaba a darle ligeros pellizcos en ese punto tan sensible. La chica tuvo un primer orgasmo fenomenal, sinti� que su cuerpo se relajaba y las sensaciones las ten�a a flor de piel, tuvo la certeza de que no quer�a dejar esto jam�s. En ning�n momento don Ernesto la dej� de tocar, incluso despu�s de que se corri� la sigui� masajeando para que el placer se prolongar� lo m�s posible. �l por su parte se vino al ver como ella se corr�a, siempre lo hab�a excitado ver eso en las mujeres que eran suyas. Una vez que los dos recuperaron un poco el aliento, �l le dijo

�Y dime, �piensas seguir con estos "experimentos" o esta ser� la primera y �nica vez?

Mariana segu�a con las piernas abiertas y jadeando, en su vida se imagino estar entreg�ndose a un viejo rabo verde y ahora no pod�a dejar de pensar como ser�a cuando le lamiera su panocha, o mejor a�n, cuando la penetrara

�Quiero continuar con esto, s�lo deme tiempo para aprender y tambi�n poderle corresponder
�Es un trato ni�a, pero te advierto que de ahora en adelante no te dar� otro masaje en la panocha sin meterte los dedos, hoy no lo hice por qu� promet� no penetrarte
�Esta bien, gracias don Ernesto

Dicho esto, el anciano se llev� a la boca los dedos con los que la hab�a masturbado y los chup�
�Sabes muy bien ni�a

La beso de nuevo en la boca, se sent� en la cama, le dio una palmada m�s fuerte en la panocha, haciendo que ella diera un respingo y exclamara un "�ay!".

A modo de despedida le dijo

�La siguiente vez no tendr� piedad con esos pezones, zorrita

El efecto de las malas palabras del viejo la volvieron a excitar y s�lo asinti� a modo de respuesta.

��Ah! Y tambi�n te quiero depilada para lo que vamos a hacer

Don Ernesto se march� con la ropa de la chica en el bolso de su pantal�n, esa noche el viejo se masturb� dos veces pensando en todo lo que faltaba por hacer con ese jugoso cuerpo y ella durmi� tal y como el viejo la dej�, so�ando como la hac�a suya.



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