Relato: Yo no era m�s que un chaval





Relato: Yo no era m�s que un chaval


YO NO ERA M�S QUE UN CHAVAL




Yo no era m�s que un chaval; y en esa �poca, ser eso, era ser
un ni�o. Yo no era m�s que un chaval: jugaba al escondite y a otros tantos
juegos con los amigos del barrio; coleccionaba cromos y los cambiaba en el
recreo; no me perd�a ni un solo cap�tulo de "Mazinger Z", so�ando alg�n d�a con
tripular un robot que lograr�a salvar al mundo; y as�, con otras tantas
estupideces que la melancol�a mud� para terminar de a�orarlas. Pasaban los d�as
y yo ya cargaba con 13 a�os y la inocencia suficiente como para no percatarme de
que lo me colgaba entre las piernas serv�a para m�s cosas que para mear. No era
m�s que un chaval.


Lleg� el verano y con �l las fiestas. La primera en sacudir a
mi familia era la de San Pedro, y hacia all� nos encaminamos, a la casa de mi
t�a, para celebrarlas con la parentela. Ahora, mirando hacia atr�s, lo veo como
un anuncio, como esas llaves que me abr�an las puertas a un cielo que iba a
descubrir esa misma noche. All� nos reunimos toda la tropa, dispuestos ya para
la bacanal de cuatro d�as. �ramos un mont�n de gente, de todas las edades y
sexos; pero como siempre all� estabamos: los mayores a un lado y los peque�os a
otro, y la alegr�a en todos, disfrutando del paso de las horas que corr�an en un
ritual invariable pero nuevo: el verm�, la comida, la sobremesa, la merienda, la
cena y el baile.


Antes de ir al baile, las mujeres de la casa, y aquello era
una casa de mujeres pues mi t�o hab�a muerto hac�a a�os, ya hab�an dispuesto las
habitaciones que usar�amos aquella noche. A m� y a mi primo nos toc� en lo que
en Galicia se conoce por el "fallado", una especie de �tico que conservaba toda
la memoria de la casa, esas cosas inservibles que se van acumulando a lo largo
de la vida. A m� me pareci� cojonudo que durmi�ramos juntos mi primo y yo. En
aquel tiempo lo admiraba, era como esa especie de espejo en el que te miras y te
dices: "cuando sea mayor quiero ser c�mo �l".


�Y c�mo era �l?, te preguntar�s: Pues era un puto macarra, de
1�70 y pico de altura, de piel morena, ojos negros y delgado. Con estos datos
a�n no te puedes hacer una idea. El pelo era rizo y negro como el carb�n, ten�a
unos labios gruesos y carnales muy parecidos a los de un �rabe; para que te
hagas una idea, era un hombre muy cercano a esa imagen que tenemos del sult�n
ideal. Su sonrisa canalla se correspond�a con todas sus actitudes. Todo en �l
ten�a un giro barriobajero que te engatusaba. Fue el primero de la familia en
abrir las puertas hacia la libertad, en hacer lo que los dem�s luego hicimos.
Como tipo que se apreciaba y gustaba vest�a provocativamente. Siempre lo
recuerdo con esos pantalones ajustados que dibujaban como una segunda piel esa
musculatura fuerte pero suave, marcando cada una de las partes y subrayando
aquellas m�s interesantes: un culo prieto y un paquete tentador. En definitiva,
un c�ctel que pese a los a�os que han pasado a�n no he visto a nadie que lo
superase, aunque si que lo igualase; eso s�: la nostalgia de la mirada sigue
situ�ndolo a �l en la primera posici�n. Vest�a siempre con camisetas que
arremangaba para mostrar esos b�ceps en�rgicos y una mata de vello ensortijado,
que por alguna extra�a raz�n te hac�a recordar a los pelos de su polla, luchaba
por subir hacia su cuello y oscurecer su rostro que mostraba la sombra prieta de
su vellosidad.


Todo eso hac�a que a su alrededor se arremolinaran las
mejores t�as de aquel pueblo y alrededores. No te estoy hablando de quincea�eras
hist�ricas, sino de toda aquella mujer que present�a el sexo que �l emanaba.
Pese a tener 17 a�os, su virilidad iba m�s all�. Ten�a una voz grave, cazallera
y dejaba arrastrar las palabras d�ndoles unas pinceladas que terminaba por
vestirlas de cierta perversidad.


Ya en aquel momento me di cuenta. Deb�a de ser mi admiraci�n,
pero lo cierto era que estaba atento a cada una de sus palabras, de sus gestos,
sabiendo que estaba asistiendo a una lecci�n y que lecciones como aquellas no
tendr�a muchas en la vida.


El plan de mi t�a no s�lo me lo asignaba como acompa�ante de
cama, sino como gu�a. �l se iba ser mi cicerone. Recuerdo lo nervioso que
estaba, el mont�n de expectativas que esperaba encontrar gui�ndome de su mano.
Mi inocencia sab�a que �l era el pecado, una tentaci�n ingenua, demasiado
inocente pues todo en aquella edad rimaba con lo que llamar�amos estupidez pero
que el gusto de la �poca tomaba en llamar candor, prolongando hasta l�mites
absurdos la infancia; tambi�n sent�a un picor que me ven�a rondando desde hace
tiempo me indicaba que lo que necesitaba era pecado, aunque todo lo resumiese en
la siguiente frase: voy a ir a la fiesta con el macarra del pueblo. Entiendo que
le�da ahora es una tonter�a; pero l�ela con los ojos que uno tiene a los trece
a�os y ver�s que la sensaci�n se acerca mucho a la aventura.


Por fin se acerc� el momento de ir a la fiesta. Eran las 8 de
la tarde y quedamos con sus amigos en la verbena. A algunos los conoc�a ya, pero
estaban en esa etapa que de un a�o para otro cambian radicalmente. Mir�ndolos,
no hab�a punto de comparaci�n. Eran unos putos paletos que emulaban al l�der
aunque se quedar�n muchos pasos atr�s. No hab�a color. �Qu� contarte de aquella
noche en la verbena? Los recuerdos son borrosos, fundamentalmente por lo que
sucedi� despu�s, pero recuerdo que me lo pas� de puta madre, que vacilamos un
mont�n a las t�as y que tom� mis primeras copas. Una noche completa, pensaba yo
de camino a su casa; ignorando que a�n estaba por llegar lo mejor.


Eran las dos de la ma�ana e �bamos por esos caminos oscuros
de vuelta a casa. Yo iba un poco achispado, ten�a que estar cansado pues era la
primera vez que sal�a hasta tan tarde, pero lo curioso era que estaba a tope de
energ�a. Conforme nos acerc�bamos a su casa, pasamos por un camino que cruzaba
un peque�o bosque. Aquello estaba tan oscuro que no se ve�a un pijo. �l me
agarr� y con esa voz aguardentosa me dijo: "�Tranquilo, a partir de aqu� pongo
el piloto autom�tico!". Esos �ltimos metros me agarr� a �l por primera vez. �l
me ten�a fuertemente aferrado y recuerdo, en mi estado de alerta, comenzar a
oler el aroma que �l desprend�a, un aroma acre y profundo, y cerr� los ojos para
disfrutar del placer y la seguridad que aquel momento ten�a. En todo el camino
no dejamos de hablar, de re�rnos, toda la co�a se basaba en c�mo est�bamos y lo
puestos que �bamos. Como iba con los ojos cerrados, casi me la pego, as� que
para evitar otro susto como aquel me agarr� como una lapa a su cintura. Recuerdo
apreciar lo recio de su musculatura y a la vez lo f�cil que era abarcarla. �l no
hizo ning�n movimiento cuando me agarr�, muy al contrario, not� que volv�a a
agarrarme pero de otro modo. �C�mo explic�rtelo...? No era con la intenci�n de
evitar que me cayera, sino que el ritual que yo hab�a comenzado le har�a
recordar los abrazos a esas novias de quita y pon que pasaban por su vida y que
dejaba abandonadas tras unos cuantos polvos bien hechos.


Cuando llegamos a su casa nos cay� el t�pico puteo que te
suele caer cuando comienzas a hacerte mayor. Pasado ese chaparr�n que te llenaba
de orgullo, subimos al fallado...


No hab�a luz, as� que llev�bamos unas velas que a�ad�an un
poco m�s de emoci�n a ese d�a en el que hab�a descubierto un mont�n de cosas.
Era alucinante, aquella luz creaba un c�rculo c�lido fuera del cual reinaba el
m�s absoluto misterio. Una situaci�n propicia para contar historias de miedo y
te puedo jurar que pese a lo que sent� por el camino esa era la historia que
ten�a en mente hasta que se comenz� a desnudar. All� estaba yo, sentado en el
colch�n que nos hab�an puesto en el suelo y viendo c�mo �l se desabrochaba el
bot�n de su pantal�n vaquero. Como coment�, todos sus gestos destilaban un aire
canalla y �ste, que ya no part�a de una situaci�n inocente, pues pod�is
imaginar...


Recuerdo c�mo lo hizo, pues como todo lo que hac�a no dejaba
de impresionarme, dio como una especie de peque�o salto para atr�s al tiempo que
achicaba su est�mago, pues hab�a que hacer espacio para hurgar entre ese paquete
irresistible que no dejaba sitio para m�s. Tras esto, bajo suavemente la
cremallera mostrando un calzoncillo azul que se abr�a paso por el peso de ese
manjar que custodiaba. Despu�s, con la destreza de un especialista, fue bajando
el pantal�n como quien desenvainara algo y mostrando poco a poco esas piernas
velludas y fuertes que desde la posici�n en la que estaba me parec�an m�s
herc�leas. Cuando ya lo ten�a en los tobillos se sent� repentinamente en el
colch�n y con un par de maniobras env�o los pantalones a esa penumbra misteriosa
que nos rodeaba. Con esa mirada inquisitiva que ten�a me mir�, y tumbado como
estaba me dijo: "�Qu� pasa, t� no te desnudas?" Yo estaba como atontado
mir�ndolo y s�lo se me ocurri� decir: "�Pero no te pones el pijama?" �l se ri� y
con unos movimientos p�lvicos y cogi�ndose, sin abarcar, ese sabroso paquete que
ocultaba tras los calzoncillos me dijo mientras me miraba directamente a los
ojos: "Este es el pijama que yo necesito para dormir caliente". Tras eso volvi�
a re�rse y a revolcarse por el colch�n. En ese momento, yo pens� que era
rid�culo desnudarme para poner el pijama de Mazinger Z que mi madre me diera.
Pens�, con muy buen criterio, que en donde estuvieres haz lo que vieres. As� que
sin ceremonias tan calculadas como la que hab�a visto, y con cierto aire de
timidez que apuntaban mis torpes movimientos y el rubor que anunciaban mis
mejillas me quit� el pantal�n y, c�mo �l, me qued� con un rid�culo calzoncillo y
una camiseta; �c�mo no, de Mazinger Z!


Mi cuerpo en ese momento no era gran cosa. Totalmente
lampi�o, delgado, con formas a�n infantiles como esa peque�a barriga que a�n se
negaba a endurecerse. Pero ya estaba dando muestras de lo qu� iba a ser. Ten�a
unos peque�os pelillos que, curiosamente, anunciaron esos picores de los que ya
he hablado; tampoco era muy alto y mi cara a�n recordaba a ese ni�o que jugaba
con los geyperman. Vi�ndome en las fotos de aquel tiempo te dir�, mi an�nimo
amigo, que mis rasgos recordaban m�s a una mujer por la dulzura de �stos, que al
car�cter de un hombre. Sigo conservando esa dulzura, pero como se suelen decir
en estos casos: los a�os no pasan en balde. En si, ten�a cierto atractivo. Ese
atractivo tan apreciado por el hombre de los caramelos: un cuerpo de ni�o que
ocultaba un sabroso manjar al que es preciso sacar su concha de inocencia para
disfrutar del placer de sus jugos.


Ese era el sujeto que acompa�aba a aquel pedazo de hombre en
aquella calurosa noche de junio. Cuando termin� de desnudarme, me lo qued�
mirando con esa cara de interrogaci�n que ven�a a decir m�s o menos: Y ahora,
�qu�? �l debi� de entender mi situaci�n, porque lo que hizo fue salir de ese
colch�n que ten�amos tirado en el suelo, arrodillarse y abrir la cama
ceremoniosamente. Dej� s�lo su lado abierto, mientras aplanaba la sabana; yo me
dispon�a a hacer lo mismo cuando me dijo: "Pero, �qu� haces? Entra por aqu�".
Tengo que decirte, mi an�nimo amigo, que aquel colch�n desvencijado era del
tama�o de una cama de matrimonio, pero la abertura que �l hizo divid�a por la
mitad ese ring. No s� porque pens� que era un gesto de caballerosidad por su
parte; s� que fue est�pido pensar eso pues nada me indicaba que fuera un
caballero, pero por tal lo tom� en ese momento. As� que me dispuse a sentarme en
el trono que me hab�a preparado. Cog� la parte que me correspond�a y me sent�;
�l segu�a arrodillado a mi lado, a escasos cent�metros de m�. Y as� como estaba,
con esa voz, se me acerco al o�do y casi susurr�ndome me dijo: "�Qu�, primito!,
�no me vas a dejar sitio?" Yo me qued� sin saber qu� hacer y en ese momento que
me pareci� eterno, �l se meti� en la cama a mi lado, pegado a m�, mientras que
con unos suaves meneos me desplazaba un poco m�s all�, pero no mucho. No sabes
lo que fue en ese momento sentir su piel, sentir sus piernas pegadas a m�. Me
sent�a incomodo, pero a la vez est�pidamente feliz.


Con esos meneos que se estaba dando, interpret� que ten�a que
correrme m�s e iba a hacerlo cuando me par� y me dijo: "No, as� estamos bien.
�No te parece?" Yo me qued� mudo, tan solo sonre� y me ruboric�. �l se tumb�
apoyando la cabeza sobre sus manos; yo segu�a a�n sentado y me dispon�a a
tumbarme as� que agarr� la s�bana para taparnos y acostarme a su lado, pero �l
me cogi� la mano, creo que dijo algo sobre el calor y la separ� justo hasta la
altura de su paquete que en ese lapso de tiempo comenzaba a apuntar su verdadera
naturaleza.


Yo estaba pegado como una lapa a �l. Al momento se puso de
lado buscando mayor comodidad, apoyando la cabeza en la mano, mientras que con
la otra se acariciaba el paquete, me dijo: "Y que, primito, �qu� sabes de la
vida?" Aunque hab�a sido s�lo una noche de instrucci�n, la infantilidad uno no
la abandona tan pronto y comenc� a hablar de las chorradas del colegio de curas
donde estudiaba. No me dej� ir mucho m�s all�, me par� y dijo: "Primito, hoy
vacilaste un mont�n con las t�as pero, �sabr�as llegar hasta el final?" C�mo
puedes comprender, querido amigo, no s�lo ignoraba el final, sino tambi�n el
principio. As� que con esa vocecita que a�n se resist�a a abandonarme, dije:
"�Qu� final?" �l me mir� a los ojos, con su mirada m�s c�lida y chispeante y
acerc�ndose a mi oreja me susurr�: "�Sabr�as follar?" No recuerdo si me
ruborice; lo que s� tengo grabado es que la sensualidad de sus palabras recorri�
mi espina dorsal hasta buscar acomodo en mi polla. Tras esto se separ� y me mir�
con una sonrisa que no ten�a nada de burla y s� bastantes posos de proposici�n.
Yo t�midamente dije que no. "Es f�cil, me respondi� sin dejar que continuase mi
explicaci�n, si quieres te ense�o". La timidez con la que surgi� el no fue
sustituida por un vibrante s� lleno de temor, pero tambi�n portador de
demasiados anhelos como para percatarme en ese momento. �l continu� diciendo:
"Es f�cil y, adem�s, no hay cosa que guste m�s. Una vez que lo haces, lo dem�s
ya no sabe igual. Nada hay que sepa igual a un buen polvo, a una buena follada.
Y a ti, aunque aun te falte con que, lo que tienes bien puede servir".


Tras saciar mi curiosidad sobre cu�ndo y cu�ntas veces lo
hab�a hecho, prosigui� con su lecci�n. Te puedo decir, querido voyeur, que
estaba ante un buen maestro, ante una polla experta y sabia que segu�a teniendo
la misma curiosidad de aprender que la primera vez que entr� a saco en esos
co�os que nunca saciaban del todo la gula de mi primo. "Lo primero que has de
saber es a llamar las cosas por su nombre", mientras dec�a esto se quit�
r�pidamente el calzoncillo dejando al aire libre una descomunal y apetitosa
verga que no perd� de vista ni un segundo mientras dur� la explicaci�n. "Esto,
me dijo mientras dirig�a mi mano hacia su rabo, se llama polla". Yo la toqu� con
precauci�n, al primer roce sent� que palpitaba. Ya s� que las pollas pocas veces
palpitan, pero est� palpitaba, parec�a como un coche cuando est� a ralent�. A
esto hay que a�adir el nerviosismo con el que acercaba mi mano a ese rabo tan
caliente. "Tambi�n tiene otros nombres, continu� diciendo entre susurros cada
vez m�s h�medos que enfangaban sus palabras en sensualidad, picha, carayo,
verga, porra, poll�n...; pero a mi me gusta el de polla". Esto lo dec�a mientras
su mano acompa�aba a la m�a en la lecci�n pr�ctica, un suave masaje desde la
punta de ese m�stil hasta su base. "Me gusta porque abre el apetito. F�jate:
poooollaaaaaa".


Qued� all� con la boca abierta mientras yo me re�a temeroso
por la cantidad de sensaciones que estaban llegando a mi cuerpo virgen. Notaba
la suavidad de esa piel acompa�ada de la dureza del acero hasta que ese viaje
terminaba en el mullido colch�n de vello de sus prietos y arrogantes cojones.
Pero tambi�n notaba m�s cosas, mi cuerpo era como la piel de un tambor, con toda
la sensibilidad en un estado de alerta que no paraba de crecer como mi rid�cula
picha.


La m�quina estaba despertando de su obligado sue�o para
entrar en algo que se me anunciaba, por lo menos de momento, demasiado
placentero como para dejarlo a medias. Notaba el latir de la sangre agolp�ndose
en mi entrepierna, siguiendo el impulso de un coraz�n alocado que asist�a a la
primera lecci�n de su vida. Yo segu�a acariciando esa polla y repentinamente �l
se puso sobre m�, poniendo suavemente su culo sobre mi polla. Se quit� la
camiseta, descubriendo un torso perfectamente torneado y cubierto de un vello
que aumentaba la virilidad de aquel macho. Su polla apuntaba al cielo y con el
peso grave de su rotundidad realizaba un peque�o vaiv�n, como si fuera la mano
de un cura que bendice los alimentos que va a tomar.


Era muy dif�cil saber a d�nde mirar. Todo me llamaba la
atenci�n: esa polla que se balanceaba, su fresca y espl�ndida musculatura, con
esos pechos perfectamente dibujados, con ese abdomen que marcaba, como una
tableta de chocolate, sus segmentos arrogantes como antesala de su rotunda
masculinidad, con sus muslos robustos, con todo... "Esto, dijo mientras cog�a mi
mano y la acompa�aba por el peque�o paseo de su torso, se llaman tetas. Puedes
pellizcarlas (cosa que hice), e incluso saborearlas. No dan leche, pero el sabor
no est� nada, pero nada mal". Me cogi� por las manos y me ayud� a levantarme.
Qued� justo a la altura de sus pezones y sin m�s instrucciones que las que me
hab�a dado, bes� esa peque�a mancha oscura y rodeada de vello. Me sorprendi� que
me respondiera, not� que se pusieron duros por lo que quit� la punta de la
lengua y lam� con precauci�n. �Ah, querido amigo! �Qu� sabor! Era un sudor
delicioso que apunto hacia mi glotoner�a, a ese seguir chupando pues ese sabor
�spero y fuerte, jugaba con el cosquilleo de su vello.


Todo ayudaba; y adem�s mi puto primo estaba en lo cierto: era
delicioso, por lo que a partir de aquel momento despej� todos mis temores hasta
la m�nima expresi�n. �Claro que segu�an ah�! Pero no era ese miedo que te
impulsa a quedarte paralizado, era el miedo que te impulsa a moverte, a saborear
hasta los tu�tanos la novedad que se te presenta, sabiendo que cada nuevo
descubrimiento ser� mejor que el anterior. Y adem�s, querido lector, como ya te
coment�: estaba con una polla experta y no hab�a nada que temer y si mucho que
gozar.


Un peque�o suspiro puso el punto y seguido a su lecci�n. Me
tumb� de nuevo en el colch�n y mene�ndose lentamente paso la raja de su culo y
el peso de sus cojones por mi polla que a�n segu�a aprisionada en el
calzoncillo. "Pero, dijo, las mujeres tambi�n tienen lo suyo..." Cogi�ndome por
la goma de los calzoncillos me los bajo hasta la altura de las rodillas quedando
su polla en una posici�n enhiesta que me turbaba tanto como su reciente masaje.
Se gir� de nuevo y mand� mi calzoncillo a tomar por el culo. "Es una parte
deliciosa, segu�a diciendo entre susurros, que tambi�n tiene sus nombres". Al
decir esto sali� de encima de m� y se puso a un lado. Y mirando mi polla, que yo
ve�a tambi�n por primera vez en ese estado, me dijo: "�Ya ves primito!, mientras
tocaba la suya como comprobando su peso, a�n te queda mucho por engordar; pero
la tienes tan grande como la ten�a yo a tu edad". Acto seguido me abri� las
piernas, mientras continuaba con su explicaci�n y segu�a con sus actos revelando
su gran maestr�a. "Se llama co�o, dijo mientras me tocaba la polla y sus dedos
recorr�an el contorno para reposar finalmente en la punta de mi capullo, pero
como ya te dije tiene otros nombres: chocho, almeja, cona, vagina, monte de
venus (este me hizo re�r); pero a m� me gusta el de co�o; y no es porque me abra
el apetito, sino porque me recuerda a un agujero delicioso:
coooooo������ooooooo". Su mano hizo bajar mi polla hasta abrigarla entre las
piernas que ya me cerraba. "Ves, dijo mirando como quien contempla la obra
maestra que acaba de hacer, un co�o es muy parecido a esto, s�lo que con una
raja h�meda que huele rico, como a pescado". Yo levant� un poco la cabeza y vi
c�mo unos pocos pelillos iban en procesi�n hacia esa polla que ten�a enterrada
entre las piernas. "�Ya tengo un co�o, entonces?", pregunt�. �l se ri� y me
aclar�: "A�n no primito, te falta poco; pero apuesto, dijo mientras sumerg�a su
mano entre mis nalgas, que vas a tener un co�o precioso".


�l segu�a manipulando por ah�, las yemas de sus dedos
recorr�an la raja de mi culo como buscando algo. A m� me desagradaba, pensaba:
�Pero, qu� hace? �Qu� busca ah�? Mi educaci�n de colegio religioso me hac�a
pensar en mi polla y en mi culo como simples veh�culos para mear y cagar. Mi
erotismo, dormido hasta entonces, nunca hab�a sospechado que en esos dos mundos
se encontrara todo un universo. El desagrado inicial que sent�a aument� un poco
cuando uno de sus dedos encontr� por fin el ojete de mi culo e iniciaba un
peque�o masaje. "Ves primito, dec�a ignorando el asco que me invad�a en ese
momento, t� tambi�n tienes una raja muy bonita. �Sabes besar?" "S�", contest�.
As� que acerc� su cara a la m�a, lenta, muy lentamente, dejando que su
proximidad anunciase su deseo y el m�o mientras posaba ese cuerpo tan gustoso
sobre m�. "Pues besa, primito". Me ofreci� esos labios carnosos, mientras yo
estampaba un sonoro beso con los labios m�s cerrados que un candado. "�Ay,
primito! Veo que me has enga�ado." No sab�a qu� decir. Notaba c�mo su poderosa
polla estaba reposaba sobre mi "co�o" y aquello daba un gusto de cagarse, notaba
c�mo sus labios, esos labios que ped�an que los mordieran, iban depositando
peque�os besos en mi oreja, en mi cuello, en mi cara. Ah� empec� a suspirar yo,
hecho que �l aprovech� para besarme y meterme su lengua por toda la boca.


Mientras que lo del culo no me hab�a gustado nada, aquello me
pareci� demasiado rico. Tras traducir todo lo que estaba sintiendo, la cabrona
de mi lengua empez� a actuar por necesidad, por su cuenta, como si llevara esos
trece a�os esperando para vivir ese momento. Necesitaba transmitir todo lo que
estaba sintiendo, toda la lujuria que ya me dominaba y mi lengua empez� a
enredarse con la suya a perseguirla, a hurgar en esa boca portadora de tantos
placeres que me llev� a morderlo por pura avaricia. Y as� lo hice. Tom� su cara
entre mis manos, la separ� un poco y mientras contemplaba sus ojos turbios y esa
boca h�meda y sabrosa, mord� el labio inferior, no con sa�a, pero si con un
deseo can�bal que me impulsaba a comer aquel manjar tan rico. Se quej� un poco,
pero sonri� mientras dec�a: "�Veo que aprendes r�pido, primito, veo que aprendes
r�pido...!"


Yo ya no quer�a m�s palabras, quer�a seguir besando a aquel
macho y de nuevo la voracidad se instal� en mi boca. Nos fundimos en un beso, no
te puedo decir cuanto tiempo, tan s�lo me despert� el suave vaiv�n que iniciaba
con su arma siempre a punto sobre mi "co�o" improvisado. En aquel momento, mi
avidez prefiri� el empacho. Ya no me llegaba su boca, lo quer�a todo, quer�a
besar a aquel cuerpo que desde el primer gemido adoraba sin ning�n tipo de
trabas. "�Calma primito! Las lecciones poco a poco". Al momento me percat� de
que hab�a parado su acometida, note esa ausencia repentinamente, a�n no la hab�a
probado y ya echaba de menos esa polla tan firme. "Adem�s, me dijo, antes de
llegar al final, hay que aprender otras cosas". De nuevo se puso encima de m�,
con ese m�stil que me ten�a hipnotizado con sus movimientos. "Primero, continu�,
hay que revisar la herramienta. Saber si �sta est� en condiciones". Diciendo
esto se desliz� suave, pero muy suavemente por mi torso, dejando esa vigorosa
delicia a escasos cent�metros de m�. "Hay que hacerle una limpieza a fondo,
probar su sabor, ver si est� lista para lo mucho que tiene que hacer..."


Cuando me vi libre de su peso, abr� mis piernas y mi polla
sali� disparada, ten�a unas ganas locas de tocarla, hab�a sentido un cosquilleo
tan rico que quer�a continuar, pero aquel tronco que ten�a enfrente hizo que me
olvidara de esa repentina necesidad y me centrar� en el robusto sustento que me
ofrec�a. Ya te dije, an�nimo amigo, que su porra era descomunal. Cierto es que
habr�s visto pollas mayores, incluso puede que la tuya en este momento compita y
gane la medalla en tama�o; pero si hablamos de belleza... eso es otra cosa. Paso
a describ�rtela para que veas lo que te has perdido y lo que yo gan�. Esos 18 cm
se armonizaban en un cuerpo de distintos grosores y formas. Su base era ancha y
se un�a a unos cojones cubiertos de pelo oscuro como el �bano que hac�an
aumentar su tama�o con la luz que disfrut�bamos. Ese m�stil fornido continuaba
su trayectoria ascendente variando suavemente su tama�o y mostrando su
arrogancia apuntando al cielo con una ligera curvatura que la hac�a m�s soberbia
para terminar en un capullo que volv�a a atesorar el grueso de su polla. El
tronco estaba recorrido por venas muy marcadas, como esas que surgen en el brazo
cuando echas un pulso, sobre todo una central que hac�a una peque�a "u" que
empalmaba con sus cojones, parec�a una viga de resistencia puesta all� para
aguantar el peso de ese engendro. La piel era marr�n oscura, pero tersa y
brillante. A esa distancia no s�lo ten�a el poder de embriagarte la vista,
tambi�n el olfato. Ol�a a sexo; pero no a sexo guardado y rancio, a ese olor que
desprendes tras un d�a especialmente anodino. No, todo lo contrario, ol�a a un
sexo activo, atl�tico, era un sudor que te destapaba la gula. El tronco
terminaba soportando un capullo robusto de forma acampanada y de un color rosado
viol�ceo, el contorno del capullo estaba surcado como de peque�os puntos
blanquecinos, como una especie de detectores. La piel del capullo un�a su
destino a �ste justo en el ojete de ese b�lano, como acarici�ndolo o poniendo
una corona de triunfador a esa gloria de polla. El meato era de una simetr�a
obscena que recordaba la misma voracidad que sus labios y en el que aparec�an ya
las primeras gotas de flujo preseminal. Te preguntaras, paciente amigo, c�mo
recuerdo tantos detalles. La respuesta es tan simple como esta: �una polla as�
no se olvida!


Sin saber que eso era lo que me pedir�a, yo quer�a chuparlo.
Me preguntaba s� sabr�a tan bien como ol�a. Estaba salivando, deseando probar
aquel postre que me ofrec�a. "Ahora, me dijo, tienes que chuparla". �Joder! No
pudo decir mejor cosa. Lo estaba deseando tanto que ese deseo me quemaba. Saque
mi lengua y pase la puntita por la punta de su capullo apuntando a ese liquido
que brillaba. Lo recuerdo como algo ins�pido, pero sin embargo, agradable, pues
entre la combinaci�n de sabores estaba el de su polla, una mezcla entre orines y
sudor. �Joder, qu� rico estaba! Mi lengua volvi� a su exploraci�n con la gula de
un sibarita. Me marqu� como un recorrido, no guiado por mi instinto sino por sus
gemidos. Descubr� que bordeando el capullo con mi lengua su placer aumentaba
m�s. "�Sabes chupar un helado? -pregunt�-. Pues te voy a meter esto poco a poco
en la boca y t� haz c�mo si te tomaras un polo". Una explicaci�n sencilla, �no
te parece, querido colega? Not� como su c�lido rabo se iba alojando poco a poco
en mi boca. Estaba claro que aunque la gula me animaba, aquel postre lo iba a
dejar por la mitad. "Ahora cierra los labios, intenta cubrir toda mi polla y
succiona, cabr�n, chupa suavemente, juega con la lengua..."


�Ummm, querido amigo!: �Qu� helado tan guapo! El capullo
chocaba con mi paladar, mi lengua intentaba recorrer el contorno de ese m�stil,
mientras que mis labios se cerraban en un beso h�medo y �l sacaba y met�a
suavemente ese helado caliente y apetitoso.


�Lo que es el instinto! Mi parte de puta que estaba naciendo
esa noche comprendi� con toda naturalidad c�mo ten�a que hacer. As�, comenc� a
tragar ese poll�n, cada vez un poco m�s en cada embestida, hasta que ya no choc�
con el paladar, sino con la campanilla. Sent� unas ganas de vomitar enormes, me
atragantaba, quer�a sacar aquel monstruo de all� pues me daba la sensaci�n de
que me iba a vaciar, de que no iba a poder respirar y me ahogar�a entre v�mitos.
�l lo entendi� y habl�ndome de una manera m�s suave y cari�osa me tranquiliz�.
"�No te gusta?" "S�, s� me gusta", contest�. "Pues tranquilo, lo est�s haciendo
muy bien. La sabes mamar y aprendes r�pido. Est�s siendo una mujer muy
cari�osa".


Aquel comentario no me enfad�. Estaba claro que me estaba
ense�ando a follar y yo representaba a una m�s de las docenas que hab�an
disfrutado de su cuerpo. "Sigue entonces, me anim�, lo est�s haciendo de puta
madre. Mejor que muchas..." Un piropo as� no pas� desapercibido para mi ego y,
aparte de mi ego, estaba la pitanza que ten�a entre manos. As� que volv� a
tragarme ese poll�n, mientras �l continuaba gimiendo y comenzaba a acariciar
todo mi cuerpo. Sus manos recorr�an con precisi�n aquellas partes que escond�an
los mayores placeres, se paseaban por mis piernas, hurgaban entre los rincones
de mis huevos y tocaban mi polla, mientras mi avaricia continuaba atesorando
aquel manjar. �Joder, c�mo me estaba poniendo el muy cabr�n! Tocaba mi polla y
como una puta comenc� a menearme a intentar follar esa mano que tanto gusto me
daba. �l, como sabio que era, sab�a que tecla pulsar para que la m�sica sonara
bien, y las pulsaba. Sus diestras manos sab�an todos los caminos, todos los
atajos y los trataba con tal dulzura y con tal pasi�n que �stos se abr�an como
flores. As� descapull� mi polla que durante todos esos a�os estuvo cubierta,
pues fuera de las peripecias que haces cuando eras ni�o, no me atrev�a a
tocarla. Me doli� un poco, pero averig�� una cosa m�s: el dolor mezclado con el
placer es una de las mejores drogas que le puedes meter al cuerpo. Y eso era lo
que yo ten�a en esos momentos, un dolor en la polla que iba perdiendo su batalla
contra el placer que a cada caricia, a cada manoseo que magistralmente efectuaba
mi primo, aumentaba la vigorosidad de lo que sent�a. Ese descubrimiento, que
estaba efectuando en m� tantos cambios, fue el colof�n a esa noche tan l�brica,
pero en ese momento, paciente lector, yo a�n no lo sab�a; s�lo estaba empezando
a experimentarlo, a convertirme en un fiel adorador y practicante del noble arte
de gozar dando ca�a. Ese descubrimiento tambi�n hab�a cambiado mi perspectiva
sobre lo que hac�a. Cada vez que entraba aquel aparato descomunal mis arcadas
volv�an a surgir repentinamente, como si hasta ese momento estuvieran agazapadas
calculando cu�l era el mejor momento para atacar. Sin quererlo establec� como
una se�al muda con mi primo, cuando la arcada ven�a yo apretaba fuertemente con
mis manos las nalgas de mi primo, que en ese momento daba como un peque�o salto
y retroced�a unos cuantos cent�metros para volver a atacar.


Esa se�al muda me evidenci� el placer de tocar un culo bien
formado y prieto como el de mi primo. Seguir el contorno de sus nalgas,
deambular por su raja, bajar un poco m�s y enredarme en los pelos que sitiaban
el ojo de su culo; c�mo te lo dir�a, amigo, fue una revelaci�n alucinante. Tengo
que decirte que al cabo de unos minutos, las arcadas, que si bien estuvieron
presentes en todo momento, perdieron su rostro amenazante y quedaron como esa
segunda voz del coro que armoniza y viste al potente tenor.


"�Sigue putita, me dec�a mi primo entre suspiros
entrecortados, sigue!" Y claro que segu�a, c�mo segu�a �l tambi�n manoseando mi
polla, mis test�culos, segu�a yo saboreando esa polla hasta que los pelos
chocaban con mis labios y nariz, empujando en esas sacudidas un aroma
arrebatador que se sumaba a los intensos sabores que degustaba. �Joder, mi
paciente amigo, c�mo lo estaba pasando! Mi boca disfrutando de esos 18 cm llenos
de energ�a y sabor, mi polla saboreando el buen hacer de mi primo que ahora con
todo el descaro y deseo me follaba salvajemente la boca, y, �qu� contarte de mis
manos? Pues acariciando ese culo de formas tan en�rgicas que no me cansaba de
pasear, de manosearlo. Y lo deb�a de estar haciendo bien, pues el cabr�n de mi
primo s�lo dijo: "Primito, intenta meterme uno de tus dedos en el ojo del culo
cuando yo te diga". Para m�, sus deseos eran �rdenes. As� que mis manos
comenzaron a dejar de explorar otras geograf�as para centrase en ese hoyo de
placer.


Llev�bamos ya como unos diez minutos; no sabr�a decirte, pues
el tiempo aquella noche me pas� muy r�pido, cuando se vino a sumar a todo el
placer que sent�a, una nueva sensaci�n, primero imperceptible y dif�cil de
situar, pero despu�s tan potente como una onda expansiva. Mi primo segu�a con su
acometida salvaje, yo hurgando su ano a la espera de su orden precisa, mientras
�l meneaba de modo ind�mito esos m�seros trece cent�metros que palpitaban con
cada acometida. De repente, me di cuenta de un peque�o cosquilleo en la base de
los huevos y c�mo �ste iba ganando espacio por toda esa zona. En ese momento, lo
que deseaba era que parase de mene�rmela, se lo quer�a decir, pero con una polla
como esas en la boca, lo �nico que puedes y debes hacer es chuparla con todo tu
deseo. As� dej� que la "corriente" continuara su viaje como r�o desbocado. La
sent� subir por mi polla, al tiempo que recorr�a mis cojones, mi espina dorsal,
todo mi cuerpo. Era como una especie de muerte s�bita. Mi primo se percat� de
que algo ocurr�a, pues comenc� a estremecerme, a guiarme por una voluntad que no
era la de su polla ni la de su deseo, sino la del poder que mi imp�ber cuerpo
ocultaba.


Sac� la polla de mi boca para mirar esa pollita, que tan bien
trataba, escupiendo sus primeras gotas de leche. No lo pude evitar, me sali� un
grito sordo desde lo m�s profundo de mi cuerpo, un grito que acompa�� ese meneo
triunfal que estaba recibiendo y al que yo me sumaba con espasm�dicos
movimientos que no sab�a por qu� raz�n necesitaba realizar. Mi primo sonre�a y
se levant� un poco; s�lo para situarse encima de m� y rebozarse con esa leche
calentita, y casi transparente, que yo hab�a depositado. "�Vaya, primito!, Veo
que s� has llegado hasta el final. Esto se llama corrida, correrse de
gusto". Sus palabras llegaron a m� como un eco, pues yo no estaba all� en ese
momento, me encontraba lejos, muy lejos... �l segu�a movi�ndose como una
serpiente mientras los restos de mi leche se enredaban por todo su vello. Se
levant� de nuevo para volver a la posici�n que hab�a abandonado y antes de
met�rmela busc� con su mano la leche que regado su cuerpo. Al encontrarla, la
tom� con pasi�n entre sus dedos y meti� �stos con una gula acorde con aquel
momento en su boca. "Y no sabe nada mal. �Una muy buena cosecha, primito!" Lo
dec�a con la rotundidad de un experto catador, un hombre que sabe apreciar la
calidad de lo que tiene entre manos.


Yo no sab�a qu� responder, a�n estaba tratando de asimilar
toda esa bomba que hab�a estallado en mi cuerpo, ten�a ganas de re�r y de
llorar, estaba tan confuso que no me percataba de lo que estaba sucediendo y tan
solo quer�a una cosa: volver a ese pasado tan flamante, que a�n estaba caliente,
para experimentar una vez m�s todo ese placer. "Bien primito, pues ahora me toca
a m�". Tras darme un apasionado beso, como buen amante que era, comenz� una
acometida salvaje. Mi lengua recorr�a ya todo su tronco, succionaba
avariciosamente ese pedazo de carne suculenta que quer�a comer. Sus gemidos se
hicieron m�s entrecortados, pero eso no le hac�a perder ni un �pice de su vigor.
Esa masa de musculatura tan enorme y bella estaba ah� disfrutando de un p�ber de
trece a�os, disfrutando como un aut�ntico mariconazo. Entre gemidos pudo por fin
articular la orden que yo esperaba; mientras me hab�a contentado con acariciar
el contorno de su ano, sin entrar de lleno en esa cueva de placer. Ese "ahora"
fue como una espoleta, introduje de un golpe mi dedo �ndice y anular hasta el
fondo, abri�ndome paso limpiamente hasta que mi mano sinti� la mansa caricia de
su vello y el calor t�rrido de sus entra�as; pero me aguardaban m�s sorpresas:
un trallazo de leche choc� contra mi paladar. Mi primo se fund�a, igual que yo
momentos antes, en un rugido sordo, mientras se meneaba como una serpiente en
vaivenes de izquierda a derecha y me llenaba con esa leche que quemaba mi boca.
�Qu� buena que estaba, paciente lector! Ten�a como un toque acre que te secaba
la boca, pero a la vez unas notas dulces que recordaban a un sabroso pastel no
saturado por el az�car. Fueron como ocho o diez latigazos. No recuerdo bien
cuantos, pero aquello parec�a una fuente que no dejaba de manar, me hizo sentir
que mis dedos, que continuaban con su torpe meteisaca en su culo, tuvieran alg�n
poder sobre aquel intenso surtidor.


Me tragu� todos y cada uno de aquellos lingotazos, algunos
salpicaron mi cara pues el meneo que imprim�a mi primo hizo que su polla saliera
en m�s de una ocasi�n, pero mi atenta glotoner�a volv�a a poner en su nido a
aquel p�jaro arrebatado. Mi boca, encharcada por su semen, estaba corro�da por
un gusto vivo que cosquilleaba en todo mi paladar, sintiendo la efervescencia de
su virilidad. Cuando termin�, y mis dedos abandonaron la h�meda calidez de su
cuerpo, se acost� a mi lado. Yo estaba buscando restos de leche por mi cara para
tragar aquella exquisita bebida, �l sell� mi apetito con un beso en el que
nuestras lenguas se juntaron de nuevo para intercambiar los jugos ahora llenos
de �l. Se quer�a tanto, que tambi�n quer�a parte de la rica vianda que me hab�a
dado. Yo, que hab�a visto un mont�n de pel�culas de Hollywood, s�lo se me
ocurri� decirle, llevado por la pasi�n, el cl�max que adornaba todos los finales
felices: "�Te quiero, te quiero!". �l sonri�. Separ� su rostro canalla y con la
sabidur�a de esos cinco a�os que nos separaban, y que ahora me instru�an, me
pidi� que no dijera m�s tonter�as; adem�s, la lecci�n a�n no hab�a terminado.
"�Te gusto esta primera lecci�n?" Yo asent� mientras me abrazaba a �l y trataba
de convertirme en su segunda piel, en el sudor que lo ba�aba. "Pues ahora viene
el tema 2, dijo, es m�s dif�cil, pero el premio es mayor".


No hab�a pasado ni media hora de la anterior mamada cuando
volvi� al ataque. Tengo que decirte, querido amigo, que ese tiempo de descanso
no fue tal. Durante ese tiempo me estuvo hablando de todo lo que hac�a, poniendo
pelos y se�ales a su variada actividad que hab�a comenzado en tierna edad
cepill�ndose a su hermana peque�a. Una pr�ctica que por lo que me cont� repet�a
de cuando en cuando y, hasta donde yo s�, continuaron hasta que la muy puta se
fue de casa a calentar la polla de un hombret�n rudo y mujeriego que respond�a
al femenino nombre de Eliseo. Tambi�n me dijo que la lecci�n que me estaba
impartiendo la hab�a recibido �l a los 15 a�os. Sus maestros fueron varios: una
mujer veinte a�os mayor que �l con la que estuvo follando cerca de un a�o, y el
cura del pueblo, personaje que entr� en su vida al intentar las mujeres de la
casa enderezar la ind�mita conducta que apuntaba ya en esa edad el salvaje de mi
primo.


�Y vaya si lo enderezaron! Pulieron las esquirlas y le dieron
talle y fuste a un material que de otro modo se hubiese matado a pajas durante
a�os. Las maneras que ya apuntaba aquel espl�ndido elemento se fueron destilando
hasta alcanzar un grado tal de perfeccionamiento que lo superfluo era desechado
por innecesario. Aquella polla estaba hecha para follar; pero no para follar de
cualquier manera, sino para follar bien. El resultado de esa media hora de
desenfrenada pornograf�a fue que los rabos enhiestos volvieron a jurar bandera;
pero esta vez el men� vari�.


En aquel momento ya hab�a pasado a mejor vida la timidez y el
temor con el que emprend� aquella noche. Era el deseo y la maestr�a de mi primo
lo que abonaba mi cuerpo para la lecci�n que iba a tener lugar. Quer�a tener de
nuevo todo lo que me hab�a mostrado, vivir otra vez ese c�mulo de sensaciones
que me hab�an convertido en una peque�a puta de trece a�os. Deseaba con toda mi
alma que aquella belleza tan viril volviera a enloquecer a este cuerpo que hab�a
despertado del letargo de la virginidad. Y mis deseos se hicieron realidad. Con
la pasi�n que alimentaba mi bello maestro, enredamos nuestros cuerpos sudorosos
por el calor que sent�an en un combate de caricias y besos. Parec�a una gatita
en celo. No dejaba de ronronear, de deslizarme para terminar atrapado en la
perfecci�n y rotundidad de sus carnes, que segu�an asombr�ndome por la magnitud
de sus perfectas formas. Mis labios y los suyos recorr�an cada palmo de nuestro
cuerpo, saboreando todo el sabor que el sexo pone en la piel. Por momentos,
asemejaba una marioneta, un mu�eco inerte por el inmenso placer que deleitaba
cada poro de mi piel y movido por los hilos misteriosos que aquella polla
descomunal manejaba con pericia. Esa polla que araba mi piel con su peso rudo y
c�lido, que sab�a olfatear buscando nuevas zonas que saciaran su ilimitada
codicia. Entre las lindes de aquel m�sero colch�n, ard�a un combate singular m�s
ardiente que el primero. Ya no hab�a nada que ocultar, cada uno buscaba el
camino de su placer, un deleite tan inmenso que daba para una justa
correspondencia.


Volver a bucear entre sus cojones con mi lengua y boca
devoradora, que degustaba cada palmo de aquel soberbio par de huevos, me
proporcionaba un irresistible placer, un encuentro con ese dios que uno va
buscando por la vida; pero el placer se hermanaba con los suspiros que
interrump�an la rumbosa mamada con la que regaba mi polla. A�n ahora recuerdo el
intenso olor de sus cojones y c�mo mi lengua, que nunca se saciaba, se vio
impulsada a explorar otros territorios guiada por el gusto que all� sent�a. Esa
lengua sabia que recorr�a con la punta la base de sus huevos y se dirig�a por el
camino marcado hac�a la raja de su culo, hacia su ano. El olor era fuerte. Ol�a
y sab�a a mierda; pero el desagrado que hab�a sentido en un primer momento,
tambi�n pasara a mejor vida. El recuerdo de mi mano recogiendo los restos de
aquella preciada leche mezclado con el sabor de su culo, de aquel apetitoso culo
que mis dedos hab�an explorado con la fuerza de la pasi�n de ese momento, hizo
que la punta de mi lengua explorase aquel agujero abonado al placer.


Mis manos separaron las nalgas para mostrar a mi boca el
paisaje que iba a recorrer. Era una rosa peque�a y obscena. Una rosa laureada
por un mont�n de vello ensortijado con restos de mierda y que pose�a vida
propia. Parec�a que respiraba. Que los gemidos de placer que mi primo emit�a
tomaban caminos impensables para decir lo mucho que estaba gozando. Su roseta
ten�a un color vivo y tentador, cerr�ndose en una especie de abrazo que se abr�a
imperceptiblemente en tiernas bocanadas. Mi lengua mimaba con su empapada
caricia cada palmo de esa gruta, a�n sin atreverse a entrar. Entend� el placer
que estaba dando cuando mi primo comenz� la misma estrategia que yo hab�a
seguido por necesidad y �l por erudici�n. Sus lamidas me hac�an serpentear como
un mariconazo. No pod�a evitar que aquel bienvenido intruso descargara sobre mi
cuerpo una serie de sensaciones tan placenteras e ind�mitas que mi cuerpo
respond�a con maneras que yo, por mucho que quisiera, �qu� no quer�a!, no pod�a
controlar.


"�Tienes una raja preciosa, primito! Tus paredes son de
az�car". As� me dijo. Es una de esas frases que no he podido olvidar y que el
paso de los a�os asent� con m�s fuerza esta afirmaci�n: �hay cuevas que son de
az�car!. En aquel momento yo hab�a perdido ya mi educaci�n. Lo poco que hablamos
discurr�a por un lenguaje soez que pon�a la m�sica a nuestras embestidas. Solt�
un "�Sigue, cabr�n!", que no sal�a de mi boca educada en los curas, sino de mi
polla, de mi culo, adiestrados por �l, de todo mi cuerpo que gozaba con ese
chaparr�n de sensaciones en el que quer�a ahogarme.


�Y vaya si sigui�! Su lengua comenz� a sobar con arte ese
culo que �l encontraba tan tentador. A diferencia de mi inexperta lengua, la
suya actuaba como un miembro habilidoso en el talento de dar placer. Carec�a de
esa dureza acerada con la que se distingu�a su polla, ese rabo que, pese a la
glotoner�a que sent�a por su culo, a�n acariciaba asombr�ndome de su tama�o y
belleza; pero esa carencia no rebajaba ni un �pice su maestr�a. Ignoro c�mo era
capaz de dotar a esa lengua, pues yo nunca lo he conseguido, de un nervio y una
inflamaci�n que la situaban unos pocos pelda�os por detr�s de su habilidosa
polla. En su intento de saciar la gula que sent�a, su lengua consigui� penetrar
limpiamente en mi ano. �C�mo describirte lo que sent�? En ese momento qued�
parado acostumbr�ndome al delicioso masaje que acaba de iniciar, a su portentoso
meteisaca. Mis sentidos estaban todos atizados por una tromba de sensaciones que
se suced�an sin descanso y arrollaban deliciosamente todo mi sentir. Estaba como
alucinado. Efectivamente esta segunda lecci�n ten�a premio, e intu�a que parte
yac�a en esa morada. Era un placer incre�ble notar c�mo su puntiaguda lengua se
abr�a paso d�cilmente y c�mo mi esf�nter se dilataba contento de dar entrada a
esa delicia por los dulces estremecimientos que regaba con su destreza.


Las paredes de az�car, como �l las hab�a definido, estaban
atentas a cada rugosidad que aquella docta lengua exploraba arranc�ndome un
placer que superaba las cimas alcanzadas. De nuevo sent� aquel placer
inenarrable. �l continuaba con su placentero meteisaca, que yo hab�a abandonado
preso de mi placer; mientras, en mis cojones, el nuevo, y ya a�orado, cosquilleo
me alertaba del orgasmo que iba a tener lugar.


Comenc� a gemir como un pose�do para terminar corri�ndome
como una puta, como una grand�sima puta ante el mejor polvo de su dilatada
carrera. Sent�a como de mi pecho iba a surgir un grito tan agudo que opt� por
alejar mis manos de sus apetencias para ahogar ese volc�n que se abr�a paso. Me
mord� la mano con rabia, mientras mi cuerpo se sacud�a en convulsivos
movimientos y mi leche regaba aquel nido. Al momento, mi primo aprovech� la
ocasi�n y se trag� de un solo bocado mi peque�a polla, huevos incluidos, para
que �sta saciara la sed que le carbonizaba. Mi m�sero picha chocaba con sus
dientes, con la t�rrida humedad de su apetito, sum�ndose nuevas sensaciones a
las que ya sent�a. No s� de d�nde quitaba las fuerzas pero mi cuerpo daba
muestras de una violencia que intentaba manifestar, sin alcanzar, el infinito
placer que yo sent�a, con el a�adido que la iniciativa que hab�a tomado mi primo
no hac�a m�s que aumentar la violencia de mi corrida.


Continuaba con ese meneo furioso y primitivo, mientras mis
dientes se clavaban en mi mano hasta herirla y la otra golpeaba a diestro y
siniestro sin m�s objetivo que dirigir ese placer que me achicharraba a alg�n
punto, a alguna meta incierta, que era en la que me encontraba en ese momento.
Fue un orgasmo fant�stico, sorprendente, incre�ble. �Claro que he tenido m�s en
mi vida! Pero ninguno supera el recuerdo que tengo grabado de esta org�a de los
sentidos. A la intensidad se sum� un tiempo que se dilataba en esa noche tan
corta. No te puedo decir cu�ntos segundos; s� que no fue eterno, aunque en ese
momento yo lo viv� as�. No hab�a nada m�s en el horizonte: s�lo yo y el placer.
Las l�grimas inundaron mis ojos como respuesta a lo que sufr�a y gozaba. Todo mi
cuerpo, sin excepci�n, estaba en un estado de �xtasis.


Pod�a haber muerto all�, pues mi coraz�n galopaba como un
caballo libre y salvaje; pero no ocurri� as�: tan solo nac� a una nueva vida.
Cuando volv� de ese fest�n de los sentidos, mi primo me miraba con los ojos como
platos, tan abiertos que pod�a ver el deseo que le ard�a dentro de su cuerpo
perfecto. Sonri�, y con la mirada m�s lasciva que hab�a visto y ver�a en a�os,
se lanzo violentamente sobre m�. Comenz� a besarme, a morderme con sa�a como si
quisiera comerme entero de tanto que me deseaba, a acariciarme con una violencia
inusitada, mientras que con una voz cargada de toda la lujuria de la que era
capaz, que era mucha, me dijo: "Ahora vas a saber lo que es bueno. �Ahora si que
te vas a correr de gusto, puto maric�n! Te voy a follar como nadie te follar� en
tu puta vida. Te voy a partir por la mitad, primito, hasta que me pidas m�s. Te
la voy a endilgar hasta el fondo, a empitonar como la puta mariquita que eres.
Te voy a empalar, puta nenita. Vas a tener kil�metros de polla ah� metidos".
Todo esto me lo dec�a al o�do, salivando cada palabra que llegaba convertida a
m� en olas que envolv�an ese placer que ya retroced�a pero que sus promesas
ten�an el m�gico efecto de resucitar.


Tumbado c�mo estaba, atendiendo al fuego que portaban sus
palabras, me estrech� entre sus brazos meti�ndome esa maravillosa lengua hasta
lo m�s profundo de mi boca. Con precisos movimientos me alz� por las caderas
descansando mis piernas sobre sus hombros. S�bitamente, como atendiendo al
�ltimo grano de cordura que su deseo no hab�a vencido, fren� en seco toda
aquella coreograf�a, quit� mis piernas de sus hombros y cogi� la vela. C�mo un
sabueso comenz� a explorar la penumbra que nos envolv�a. Asimilando a�n la
sorpresa del momento, me deleit� en la silueta que dibujaba su esculpido cuerpo.
Esos hombros que coronaban una espalda ancha en la que cada una de sus partes
pugnaba por llamar la atenci�n, esas hermosas nalgas redondas y prietas a las
que segu�an unas piernas perfectamente bosquejadas.


Su sombra alargada me cubr�a mientras continuaba con su
exploraci�n entre los trastos que all� dorm�an. Por fin encontr� lo que buscaba.
Cuando gir�, su mano as�a su calzoncillo. Sin mas dilaciones volvi� hac�a m� y
antes de volver al mismo paso que momentos antes hab�a abandonado, me meti�
bruscamente el calzoncillo en la boca y de manera tan sorpresiva que ni tiempo
tuve para protestar. Qued� aterrado al no saber la raz�n de aquella maniobra.
Recuerdo c�mo el calzoncillo sec� aquel pozo que momentos antes babeaba
ardientemente. Imagino que tendr�a una pinta grotesca. El calzoncillo saliendo
por la boca e impidi�ndome respirar, mientras por mis ojos asomaban unas
l�grimas que nada ten�an que ver con el placer que las hab�a engendrado durante
esa noche. Era el terror. El no tener ning�n asidero al que agarrarme
fuertemente para encontrar una serenidad que ahora reclamaba, s�lo los urgentes
bufidos que sal�an a tropel pod�an dar una idea del p�nico que en aquel momento
sent�a. "�Ahora te vas a enterar putita!", dijo mi primo ignorando mis temores
mientras con su mano cog�a su polla por la base. Mi culo estaba ahora a la
altura de su engendro, que miraba duro y furioso, con toda la sangre palpitando
desbocadamente, la entrada de mi virginidad.


�l acerc� su c�rdeno capullo a mi raja. Como polla experta
que era, su capullo acert� al primer intento y como un perro que no deja escapar
su presa continu� con un movimiento acertado su huida hacia delante. El placer
que momentos antes hab�a sentido con su lengua se transform� en un intens�simo
dolor. Toda mi fuerza se dirig�a entonces a evitar que aquel descomunal intruso
se alojara en mi culo. Apretaba con fuerza mis nalgas, cerrando in�tilmente la
embestida que mi primo intentaba inclin�ndose sobre m� y acompa�ando este
movimiento con el impulso de su pelvis que no dejaba de menearse hac�a delante
guiada por su avezada mano y esa polla que quer�a follarme a toda costa. En ese
momento, comprend� la funci�n del calzoncillo y la visi�n que contempl� me
aterr� a�n m�s: dos gruesas venas se marcaban en su abdomen hinch�ndose en su
viaje hacia su polla, reflejando una potencia contra la que era in�til
resistirse.


Esa visi�n pas� a mejor vida tras la hostia que recib� y que
me quit� por un instante de ese estado de terror para alojarme un pelda�o m�s
arriba. "�Rel�jate, hostia!, pese a ser un susurro esa orden iba cargada con
toda la autoridad, �Rel�jate, porque lo vas a pasar de puta madre! Y la est�s
cagando como sigas as�". Mi terror no aflojaba pese a la orden que hab�a
recibido. Entonces una ternura infinita sustituy� al amante tirano. "Te va a
doler un poco, pero s�lo durante un momento, un momento muy peque�o; despu�s,
�te vas a correr de gusto! Intentar� ser lo m�s delicado que pueda. �Conf�a en
m�! Haz como si fueras a cagar". Esta peque�a charla fue acompa�ada de sensuales
caricias que me ayudaron a tranquilizar torpemente a mi terror.



Escoltado por mi deseo,
hice lo que �l me propon�a. Poco a poco se fue alojando esa polla que me
desgarraba de dolor. Notaba c�mo ese desmesurado intruso iba en pasos cortos
avanzando con decisi�n. El tormento me part�a por la mitad y no remit�a. Notaba
su capullo abri�ndose paso, buscando espacio, presionando con todo su grosor esa
�rea que estaba al rojo vivo. Por fin el capullo entr� y la intensidad del dolor
bajo unos grados sin desaparecer. Mir� hac�a mi primo que en ese momento estaba
erguido, con los ojos cerrados y una expresi�n placentera mordi�ndose el labio
inferior y dirigiendo todo su �xtasis hacia ese cielo paradis�aco que s�lo �l
estaba disfrutando. Durante este primer momento, permanec� atento a su cara
intentando buscar en su placer algo que me ayudar� a salir de la tortura en la
que estaba sumido. "�Qu� culito, primo, qu� culito!", dec�a ese cabr�n mientras
se relam�a de gusto.


Pero mi negativa segu�a ah� presente pues el dolor que sent�a
me arrancaba la paciencia necesaria para llegar al placer. Me percat� que esa
negativa formaba parte del c�ctel que �l estaba disfrutando y le a�ad�a unas
gotas de violencia que hac�an de aquel polvo una explosiva mezcla, una
combinaci�n fronteriza a la violaci�n, aunque sin cruzar la l�nea. Una vez que
aloj� su capullo en mi culo, me cogi� por las caderas y al tiempo que me tra�a
suavemente hacia �l, su pelvis se impulsaba hacia mis entra�as. Fueron cuatro o
cinco embestidas, no recuerdo ya cuantas, hasta que los pelos de su polla
acariciaron mi lastimado culo. Se qued� all� durante unos segundos, reposando
mientras me com�a a besos y volv�a a hacer florecer en m� una pasi�n que el
dolor hab�a matado. Yo me agarraba con fuerza al colch�n, tratando de resistir
el incre�ble dolor que sent�a y que me hac�a presionar con fuerza esa magn�fica
polla que jugaba en mi interior.


Poco a poco, comenc� a ser consciente de lo que sent�a. C�mo
mi intestino abrigaba ese delicioso manjar y se iba adaptando dolorosamente a su
amplitud. Eran unas sensaciones dif�ciles de describir por la novedad que
supon�an, pero supongo que me acerco a lo que not� en aquel momento si digo que
su polla estaba en todo mi cuerpo. Mi experimentado primo comenz� con una
cadencia suave ese meteisaca instintivo que le ped�a el cuerpo. Sent�a su bombeo
d�cil, que terminaba golpeando mi pr�stata y sacando de ella una extra�a
sensaci�n, no exenta de dolor, pero que cubr�a todos mis sentidos. Su hermosa
polla se deslizaba marcando a cada paso, sin urgencia alguna, su anatom�a.
Confiaba tanto en la belleza de su polla y en el gusto que daba que esos
primeros minutos fue como un paseo cogidos de la mano para que me deleitase en
la sensual voracidad y belleza de esa pija que me comer�a a besos.


Prosigui� su voluptuosa follada. Mi polla hasta ese momento
adormecida por el dolor, comenz� a dar muestras del placer que aquella
empitonada me estaba dando. Igual que el hierro dulce que me estaba penetrando,
la m�sera polla que entonces ten�a volvi� a disfrutar de la dureza. Fue como una
se�al sumada a muchas otras. Mis jadeos tomaban la alternativa y mi resistencia
se debilitaba acompa�ando las acometidas de mi primo con decididos meneos que
buscaban una penetraci�n completa, hasta la empu�adura, de esa pija avariciosa
que estaba arrasando de gusto todo mi cuerpo. Dej� de cogerme por las caderas,
pues ya era yo quien asaltaba con insaciable voracidad aquel t�rrido miembro.
All� estaba yo, con las piernas abiertas y tumbado, mientras mi primo con un
vaiv�n preciso corro�a mis entra�as. Con toda la gravedad de su peso, con toda
su virilidad asaltaba con un comp�s cada vez m�s r�pido esa gruta placentera que
�l hab�a desvirgado. Sus poderosos brazos estaban al lado de mi cara y mis manos
que momentos antes luchaban por quitarme ese amante opresor, comenzaron ahora a
acariciarlos, a recorrer con libidinosidad esa geograf�a fornida, tratando de
morder esa masa masculina y en�rgica que estaba sacando de m� notas de gozo y
dolor que me hab�an convertido en esa putita que rumiaba mi primo en cada
asalto.


Mi primo, como perro viejo en el arte de follar bien, sab�a
que un buen polvo necesita de dos cabezas: la de la polla y la del coco. Su
ninfoman�aca naturaleza lo hab�a provisto, por un lado, de una polla colosal y
hermosa y, por otro, de un vocabulario que su voz cazallera arrastraba a las
simas de un sexo f�sico, sucio y sudoroso. Cuando su minga me penetraba, su
glande estallaba contra mi pr�stata, haci�ndome sentir toda su vigorosa marca
hasta que los pelos de su culo chocaban contra mis nalgas en un sonido h�medo
como el de aplauso jadeante, nunca ven�a sola. Un tropel de palabras sub�a la
temperatura de aquella follada a cien.


A veces describ�an su irresistible poll�n haciendo justicia a
los atributos desmesurados de su belleza; pero otras, la mayor�a, las dirig�a a
ti. Te hac�a entrar abruptamente en un proceso de humillaci�n que destilaba toda
la pasi�n y el amor que profesaba por ti en ese momento, haci�ndote sentir, pese
a la degradaci�n, el ser m�s irresistible por la suciedad con la que te
empapaba. "�Maricona de mierda! �Hija de la gran puta! �Te est� chorreando el
culo! �Me est�s pidiendo m�s y m�s kil�metros de polla, marica de mierda! Y te
voy a dar rabo, �rabo del bueno! As� un culo marica como el tuyo no andar� por
ah� mendigando pollas pajeras! �Se te calienta el amigo, verdad? La tienes dura
pidiendo que pap� la calme; pero pap� te va a romper el culo. Pap� va a ser tan
hijo de puta que no te van a quedar ganas de probar m�s pollas; y cuando pap�
polla
diga: dame ese culo de mierda, una puta zorra maricona como t�,
comenzar� a babear de gusto, a correrse, y abrir� su puto culito para que mi
polla se lo coma".


Yo ante esto me que daba mudo. Sus palabras me llenaban tanto
como su polla y no dejaban m�s sitio que para el placer y la mansedumbre. Un
placer que me aceleraba y una docilidad que me guiaba con ciega obediencia a
tratar de emular todo lo que el follador de mi primo dec�a. As� me convert�a en
ese gui�apo mariconazo que buscaba ca�a de la buena trag�ndome con incontinencia
ese hermoso ejemplar, o me convert�a, cuando sus ardientes palabras as� me lo
indicaban, en un p�ber inocente que disfrutaba de una violaci�n antol�gica.
Ahora, visto desde el recuerdo, cualquiera de las representaciones que efectuaba
con torpeza y voluntad se ajustaban a la realidad. Aquello era un polvo
consentido, deseado; pero, a la vez, era una s�dica violaci�n que estaba
rasgando mi culo para plantar en �l la semilla de mi variada sexualidad.


Sus embates volvieron a tomar cuerpo y medida. Cada
penetraci�n se expand�a por mi cuerpo, en perpetuo estremecimiento, como si una
piedra cayese en un lago tranquilo. Acariciaba su pecho, me enredaba entre sus
rizados pelos como buscando las migajas de aquel cuerpo generoso. Mi esf�nter,
dilatado y dolorido, abrazaba con lascivia y celo aquel en�rgico poll�n,
mientras �l continuaba con su tropel de palabras y suspiros foll�ndome
vigorosamente. Ver aquel miembro que mi culo tragaba con delectaci�n aumentaba
prodigiosamente mi l�brica sensualidad. Su mano comenz� a pajearme
fren�ticamente. Dej� de prestar atenci�n a sus asaltos, a su sudoroso cuerpo
para centrarme en una cara que repentinamente quedo muda y se enmascar� en una
serie de gestos imperceptibles que anunciaban la tormenta de placer que le iba a
sacudir. Mi polla estaba como adormecida ante el exaltado y furioso agitar de su
diestra mano. Su tranca se qued� quieta, ardiendo en mis entra�as. El generoso
gesto de pajearme lo interrumpi� bruscamente y comenz� un asalto violento y
salvaje. Era tal la fuerza que cada bestial penetraci�n me arrastraba por el
colch�n. Las entra�as me ard�an, y esto no es una met�fora: notaba fuego en el
culo. El rostro de mi primo se desencajaba, se encog�a como buscando un v�rtice
que centrar� la vor�gine que iba a tener lugar. De repente, su boca se abri�
exageradamente y un grito mudo surgi� de sus entra�as al tiempo que la leche de
su polla regaba generosamente mi culo. Se qued� est�tico, pero su verga, que
estaba totalmente metida y apuntado hacia arriba pugnando por levantarme,
vibraba con cada trallazo leche de ese orgasmo dilatado que estaba disfrutando.
Dio como unas peque�as sacudidas, imperceptibles en cualquier otro momento, pero
no en ese en el que nuestros cuerpos estaban en pleno arrebato. Cada una de esas
sacudidas trataba de introducir in�tilmente su vigoroso falo, que segu�a
descargando los ardientes �cidos que corro�an mis entra�as. As� estuvo como diez
segundos en los que permanec� como hipnotizado y tratando de escuchar un rugido
que, por su intensidad, permanec�a mudo, sumergido. Como la resaca de una ola,
su rostro regres� a la serenidad, a entrar mansamente en la realidad que hab�a
felizmente abandonado por unos instantes.


Con un movimiento �gil quit� su poll�n; si no llega a ser por
su calzoncillo que a�n ten�a en mi boca el grito desgarrador lo hubiese pegado
yo. Se puso sobre mi pecho, con la polla a la altura de mi boca y me quito el
calzoncillo. Entre gemidos busqu� el aire, pero lo que vi me alarm�: La polla
ten�a como una patina de mierda y sangre. Esta �ltima, causa de mi pavor, hizo
que me centrara por un momento en mi culo que chorreaba los restos de aquella
follada bestial. Pero el no compart�a mis temores, sin m�s pre�mbulos me endilg�
la minga en la boca para que le hiciera unas cuantas mamadas. El sabor era
extra�o; pero delicioso, m�s intenso que en las otras ocasiones, y mi urgente
mamada a�n levantaba jadeos en la muerte de su orgasmo. Al momento apart� su
polla, se gir� y se tumb� de lado, dejando ese hermoso material para que yo
siguiera con las lecciones que tan magistralmente hab�a recibido. Ignoraba lo
que iba a hacer, pero me abri� las piernas y lanz� a lamer los restos de su
follada. De nuevo entr� como en una especie de �xtasis que no tuvo como final el
orgasmo, pero

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Relato: Yo no era m�s que un chaval
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