Relato: Prisionera de Guerra (IV)





Relato: Prisionera de Guerra (IV)

Hola amigos de "", antes que nada, les aclaro que
yo no soy el autor de esta historia, originalmente es un relato escrito en
ingl�s, no s� qui�n es el autor original, as� que si alguien sabe quien es,
h�ganmelo saber por favor. Respecto al texto, es una historia ficticia
ambientada en la guerra del Golfo, en ella se describen violaciones orales,
vaginales, y anales, tortura y humillaci�n. Si te disgustan estos temas, no
contin�es leyendo.


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El general Rashid siempre hab�a seguido el consejo dado por
George C. Scott en la pel�cula favorita de Rashid, "PATTON". "Cuando vayas a
visitar a tus tropas ondea las banderas y haz mucho ruido, as� ellos podr�n ver
que compartes sus peligros; pero cuando te retires, arria las banderas y ve a
casa silenciosamente como un ladr�n en la noche".


Ahora Rashid conduc�a hacia sus tropas; pero hab�a
reemplazado sus banderas con un ornamento mas atractivo a las miradas para el
coche del comandante, la mayor Diana Barker. Despu�s de ver la forma en su
degradaci�n hab�a incrementado la moral de su desmoralizada tropa, hab�a
resuelto usarla para preparar sus tropas de elite para la inminente batalla.
Montarla en su coche hab�a sido el primer paso de su plan.


Diana hab�a sido situada en la parte frontal de su
todoterreno. Estaba vestida con sus botas y su traje de vuelo, el que tenia la
parte delantera abierta para exponer sus pechos y la entrepierna cortada. Sus
piernas estaban dobladas bajos sus muslos y sus pies calzados con botas atados a
estos. Ahora descansaba sobre sus rodillas en una peque�a plataforma met�lica
que Rashid hab�a ordenado soldar al parachoques. Para sujetar su parte superior,
su torso hab�a sido atado a una gruesa tuber�a met�lica que tambi�n hab�a sido
soldada al parachoques. Sus brazos estaban atados a su espalda. Hab�a cuerdas
que iban de sus hombros a los retrovisores del veh�culo para evitar que fuese de
lado durante el viaje sobre las destartaladas carreteras a gran velocidad.
Rashid estaba muy complacido con el efecto producido, su cabello ondeaba al
viento y sus grandes pechos botaban salvajemente con cada bache que pisaba el
coche del comandante...


Diana no estaba muy complacida. El viaje era un puro
infierno. Con todo su peso descansando sobre sus rodillas, cada bote en una
carretera llena de baches enviaba un rayo de dolor que recorr�a sus piernas. Su
cara y pecho estaban expuestos al aire impregnado de arena que, a la velocidad a
la que viajaban producida id�nticos efectos que estar de pie ante un chorro
continuo de arena a alta presi�n. Sus maltratados pechos eran especialmente
sensibles al azote de la arena. Diana se preguntaba si quedar�a algo de piel en
ellos una vez que el viaje hubiera acabado. La polvareda levantada por el
veh�culo encontraba su camino hacia todas las superficies de su piel no
limpiadas dolorosamente por la arena y combinada con el sudor que cubr�a su
cuerpo un barrillo irritante.


La cubr�a y parec�a acumularse sobre todo en los expuestos
labios de su expuesto co�o. El polvo tambi�n hab�a encontrado su camino hacia su
boca y garganta, tortur�ndola con sed y reduciendo sus gemidos a d�biles
gru�idos. Para cuando llegaron a su destino, Diana estaba en su propio mundo de
dolor y sed, olvid�ndose de lo que la rodeaba.


Con cuatrocientos hombres bajo su mando, Rashid sabia que
tenia que ser taca�o con el uso de Diana. Hab�a seleccionado a los comandantes
de compa��a, los suboficiales mas j�venes y los comandantes de brigada, en total
34 hombres para tomar parte en la prueba de su utilizaci�n para elevar la moral.
La unida venia de su mejor divisi�n, la 5� divisi�n mecanizada, y hab�a sido
seleccionada para liderar la ofensiva que Sadam hab�a ordenado. Tambi�n hab�an
sido duramente castigados por la fuerza a�rea americana. Rashid tenia la certeza
de que permitirles usar y abusar de Diana pod�a ayudarles a recobrar algo de la
confianza que hab�an perdido bajo los incesante ataques a�reos. Pero con solo
cinco d�as antes del ataque planeado a Khafji, tenia que actuar deprisa.


Encontr� a los hombres alineados en formaci�n ante el pozo de
petr�leo que hab�a se�alado. Como los americanos nunca bombardear�an los
preciosos pozos de petr�leo Kuwaitis, sabia que pod�a contar con no ser
interrumpido aqu�. El general Rashid ordeno a su chofer llevarlo frente a la
formaci�n y aparcar. Le divirti� la expresi�n de confusi�n en la cara de sus
hombres cuando vieron la figura en el frontal de su veh�culo y se dieron cuenta
de que era una mujer. Hab�an estado en el desierto sin mujeres durante casi seis
meses. La formaci�n se agito durante un momento pero la disciplina se impuso.
Estaba satisfecho de haber llamado su atenci�n.


Saltando de su todoterreno, el general comento su discurso.
Hablo de las amenazas imperialistas contra Dar el Sadam, el hogar de Sadam, y de
la oportunidad de obtener una victoria para su l�der.


Apelo a su orgullo masculino, dici�ndoles que los americanos
depend�an de mujeres como esa para su lucha. Rashid penso que nunca hab�a tenido
una audiencia tan absorta por sus discursos. Evidentemente los hombres estaban
mas atentos a Diana que al general. Ella colgaba del parachoques de su coche, a
menos de 5 metros de la fila, con sus pechos expuestos. Incluso su afeitado co�o
era claramente visible para las hambrientas miradas de los hombres. A pesar de
su maltrecho estado Diana pod�a notar claramente la lascivia de estos hombres
tan palpable para ella como el calor que surg�a del radiador del todoterreno.


Cuando el discurso del general se dirigi� hacia las muertes
causadas por los americanos y sus bombardeos y los hombres comenzaron a
comprender el significado del uniforme que Diana llevaba; un visible odio
apareci� en las miradas de los hombres. Todos hab�an perdido hombres cuando no
amigos suficientes para odiar los bombardeos. Hab�an sufrido la frustraci�n de
sufrir ataques sin poder luchar ni defenderse. Ahora el general les estaba
ofreciendo un blanco para su odio. Como respuesta los hombres comenzaron a
festejarlo disparando sus armas al aire y gritando c�nticos de victoria. Los
guardaespaldas del general la desataron del todoterreno y liberaron sus pies
pero no sus manos. Como las piernas de Diana estaban muy d�biles para sostenerla
la llevaron a un barril de petr�leo que yac�a en la arena. Los dos hombres la
arrojaron sobre el barril y la dejaron para los expectantes hombres.


Tan pronto como su estomago golpe� el ardiente metal del
barril, Diana supo que tenia serios problemas. Se hab�a ido insensibilizando a
los abusos infligidos. Pero ahora, mirando el grupo de hombres uniformados
rode�ndola, sinti� un miedo mas intenso que la primera noche, cuando Yazeed
hab�a ordenado su violaci�n masiva. � Podr�an estos hombres violarla hasta la
muerte? Se pregunt�.


Los soldados iraqu�es avanzaron hacia ella. Uno la agarro por
su pelo casta�o y empujo su cabeza sobre su dura polla. Cuando lleno su boca,
Diana sinti� manos sobre todo su cuerpo, agarraron sus pechos, estruj�ndolos,
retorci�ndolos y pellizc�ndolos, sus tetas maltratadas por el chorro de arena.
Los que no pod�an alcanzar sus pechos desgarraron su traje de vuelo en la
espalda y piernas para herir su carne desnuda. Diana estaba conmocionada.
Todav�a no hab�a notado al primer hombre penetrando su expuesta vagina. De
pronto all� estaba, sus caderas chocando contra las suyas, impuls�ndola contra
la polla de su boca, ahog�ndola, y haciendo a Diana cabecear cuando le cortaba
el oxigeno. Entonces el hombre comenz� a follar su cara brutalmente, usando la
presa en su pelo para forzar su cabeza adelante y atr�s sobre su polla mientras
el se manten�a inm�vil. Ahora Diana pod�a tomara r�pidas bocanadas de aire entre
cada embestida. Mientras dos hombres penetraban su cuerpo desde extremos
opuestos, manos an�nimas continuaban hiriendo su cuerpo ahora totalmente
desnudo. Tumbada sobre el barril, con sus manos atadas tras ella, Diana pod�a
hacer poco para detener a sus atacantes. Pero esta vez ella ni siquiera intento
resistirse a los hombres que la estaban violando brutalmente. En vez de ello
ella permanec�a tumbada pasivamente sobre el vac�o barril de petr�leo mientras
dos hombres usaban su boca y su co�o. Se concentro en respirar e intento
expulsar su p�nico de su mente.


Ninguno de los hombres permaneci� largo tiempo dentro de
ella. Diana noto el caliente semen llenando su boca, y entonces el mismo calor
h�medo dentro de su co�o. Las dos pollas desaparecieron solo para ser
reemplazadas por otras dos . Ahora su mundo se limitaba a dos pollas
penetr�ndola. Hombre tras hombre la montaban y dejaban su carga en su co�o. La
entrepierna de Diana se saturo de semen, tanto que manaba en chorros de los
inflamados labios de su co�o y corr�a por sus piernas. Los hombres en su boca la
follaban con igual brutalidad, hiriendo y haciendo sangrar sus labios y
depositando grandes cantidades de esperma en su boca. Todo lo que Diana pod�a
hacer era tragar la masa de espeso y blanco semen que llenaba su boca. Era
tragar o ahogarse. Cuando lo empujaba hacia abajo Diana tenia la sensaci�n de
que su semen recubr�a su es�fago todo el trayecto hasta su estomago. En un
momento de semilucidez pudo sentirlo llenando su estomago, litros y litros de
espeso y blanco semen flotando en su interior. Diana penso que se ahogar�a en su
semen.


Cuando su co�o comenz� a estar demasiado saturado de semen
para que los hombres iraqu�es pudiesen tolerarlo, cambiaron y comenzaron a
follar su culo. El primer hombre simplemente empujo su polla en su no lubricado
culo, indiferente al agudo dolor que causaba a Diana. Solo porque ya hab�a sido
repetidamente sodomizada en su cautiverio pudo hacer esto sin desgarrar
completamente su ano. El dolor la enloquec�a mientras el la penetraba con lentas
embestidas. Diana intento gritar pero la polla bombeando en su boca ahogo el
sonido de sus gritos hasta que se convirtieron en d�biles gemidos. El hombre que
sodomizaba a Diana pareci� hacerlo durante una eternidad. Finalmente se corri�.
Para alivio de Diana su semen sirvi� de lubricante al pr�ximo hombre que la
sodomiz�. Entonces este hombre se vac�o en su ardiente culo y reemplazado por
otro tan pronto como se retiro de ella. Pronto el todav�a ardiente culo de Diana
estaba tan saturado con el semen de sus violadores como su maltrecho co�o.
Durante todo el tiempo Diana yac�a pasivamente sobre el barril, aceptando sus
abusos sin un amago de resistencia. Estaba decidida a aferrarse a la vida al
precio de su sumisi�n a estos hombres. Esto continuo mientras hombre tras hombre
usaban su boca o su culo. Ambos extremos del dolorido cuerpo de Diana estaban
cubiertos por su espeso y blanco esperma. Su mente comenz� a divagar.


Recordaba el semen impactando contra su cara y ojos, pollas y
dedos penetrando su culo, manos tirando de su pelo y su cabeza empujada adelante
y atr�s sobre la polla de alguien y manos tirando de sus doloridos pezones. No
tenia ni idea de cuantos hombres la hab�an estado usando o cuantos quedaban por
correrse. Si los pensamientos de Diana eran confusos, los del general Rashid
eran claros como el cristal. Observo la violaci�n de Diana desde la ventajosa
posici�n de su todoterreno; desde all� pod�a ver todo lo que le hac�an sus
soldados. Estaba encantado por la agresividad que sus hombres demostraban hacia
la prisionera americana. La brutal forma en que hab�an usado su boca y
especialmente su brutalidad usando su ano como segundo co�o le complac�a
gratamente. Pod�a ver la confianza fluyendo hacia sus soldados. No bastaba la
visi�n de una mujer tan fuerte siendo humillada,


Ni el dolor o la violaci�n masiva para complacerle. Hab�a
visto y tomado parte en mas violaciones masivas de las que recordaba como joven
oficial en la lucha contra los kurdos; pero nunca hab�a visto a una mujer
soportar un trato tan brutal o a tantos hombres. Eso ser� si sobrevive a todo
esto penso.


El general Rashid estaba ensimismado con la visi�n de su
musculoso cuerpo rodeado por los hombres que usaban su boca y culo. Un hombre
estaba usando su cara cubierta de semen como si fuera un co�o, sus manos
agarraban su cabello empapado de esperma y tiraba de su cabeza adelante y atr�s
a lo largo de su polla. Otro hombre estaba literalmente intentando empalarla
hasta la muerte con su pene. Embest�a su dilatado ano con un ritmo de locura
mientras azotaba sus nalgas con su mano derecha. Desde su posici�n el general
pod�a o�r los h�medos sonidos de succi�n de la polla del hombre entrando y
saliendo de su culo saturado de semen y los fuertes sonidos de los golpes contra
sus temblorosas nalgas. Cuando un par de hombres se corr�a en Diana, otra pareja
aparec�a con erectas pollas y ocupaba sus lugares. Sus agujeros nunca estaban
vac�os mas de un par de segundos. Incluso cuando la mujer americana se desmayo,
los hombres continuaron follando sus pringosos agujeros. El general no pod�a
decir en que momento se desmayo, ya que su cuerpo continuaba movi�ndose en
respuesta a las embestidas de los hombres que follaban su cuerpo inconsciente.


Eventualmente el general ordeno que pararan. Cada hombre
hab�a tomado a Diana al menos una vez; algunos la hab�an usado tres veces. El
grupo de hombres estaba jubiloso como si hubiesen ganado una importante victoria
en el campo de batalla. Rashid estaba exultante cuando les prometio mas mujeres
soldado americanas tras la gran victoria que lograr�an in Khafji. Cuando sus
hombres se fueron, el general camino hacia donde Diana continuaba tumbada sobre
el bid�n met�lico. Uno de sus guardaespaldas estaba examinando el cuerpo de la
mujer.


Rashid estaba fascinado viendo que los labios del co�o de
Diana y su culo todav�a estaban dilatados. Estaban tan abiertos que actualmente
pod�a ver sus paredes interiores y los charcos de semen dentro de su vagina y
sus intestinos. Su cuerpo estaba cubierto por el semen de sus hombres. Se hab�a
secado en regueros sobre su piel y sexo, muslos y cara. Incluso hab�a fluido
hasta sus enrojecidos pechos. El general Rashid penso que nunca hab�a observado
una vista tan deseable de una mujer en su vida.


" �Esta viva?" pregunto a su guardaespaldas.


" Si se�or, todav�a respira, aunque no veo como podr�
sobrevivir a esto".



Continuar�...


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