Seni tenía la secreta esperanza,
nacida desde el fondo de sus modelos educativos , que esta relación
con su hermano fuese algo episódico, puntual y que no se transformaría
en una forma permanente de relación. Porque si bien, lo que ella
estaba viviendo la había transportado a un mundo paralelo a su realidad
cuotidiana y familiar en la que era muy feliz, percibía la fragilidad
de un paraíso que podría romperse en el momento mismo que
una sola persona de su entorno entrara en el conocimiento de su amor prohibido.
No obstante lo anterior, cada domingo,
en el almuerzo tradicional de la familia, el poder comprobar que todo marchaba
con la cadencia y la normalidad de siempre, le daba una seguridad grandiosa
en que nadie había penetrado en lo dulce y peligroso de su secreto.
Fue en esas tardes en las que ella
y su hermano descubrieron una forma nueva de amarse. Una forma construida
sobre el secreto, con miradas, con palabras que ellos intercambiaban y
que tenían un sentido sólo por ellos descifrado, y que muchas
veces estaban al borde de lo permitido , al borde de lo inaudito, pero
en los que nadie reparaba o se atrevía a reparar.
Eso los encendía aún
más y los tornaba audaces en sus insinuaciones. De esa forma ella
se daba cuenta cuando su hermano la miraba detalladamente, cuando en medio
de la charla, fijaba él su mirada violenta y aguda en sus pechos,
sabiendo que ella estaba sin sujetador y cómo ella introducía
la suya entre las piernas de él para adivinar la viviente virilidad
de su hermano respondiéndole. No habían vuelto a hacer el
amor desde la segunda y violenta oportunidad. Solamente dos veces se habían
entregado físicamente y la premura de esas entregas dominadas por
las ansias de reconocerse, acumuladas desde tanto tiempo, no les había
permitido poder satisfacer tantas fantasías y disfrutar tantos detalles
que estaban esperando en sus mentes.
Era por eso que cada domingo, temprano
,antes que nadie pudiese darse cuenta ella le telefoneaba y se ponían
de acuerdo en que cosas harían durante el almuerzo de ese día
qué símbolos usarían y en qué momento pensarían
qué cosas. De ese modo la hora del mediodía los encontraba
a los dos anhelantes de que el grupo familiar se reuniera para tener ellos
allí su encuentro en su otro mundo.
Ese domingo era caluroso y ella
se había puesto su vestido azul porque él se lo había
pedido. Así cuando apareció en la sala, su hermano la saludó
alegremente llenándola de halagos por lo hermosa que lucía.
Ella de inmediato fijó la mirada en la mujer de su hermano, un hermoso
ejemplar de hembra llena de atributos físicos y sintió un
estremecimiento porque sabía desde siempre que esa mujer era a todas
luces más atractiva que ella, pero no sintió ni celos ni
envidia porque de inmediato se dio cuenta que la mujer de su hermano jamás
lo tendría como lo tenía ella ,porque las cosas también
desde siempre estaban construidas de una forma tal, que la relación
incestuosa se tornaría cada vez más atractiva mientras más
normal fuera ese matrimonio y realmente lo era.
Así las cosas, Seni abandono
rápidamente ese pensamientos para sumergirse deleitosa en lo que
habían imaginado, solamente que ella no sabía que el plan
se le saldría de control.
Las mentes de ambos amantes hacían
prodigios durante el almuerzo. El había logrado una erección
casi dolorosa, mientras ella, de acuerdo a lo que se habían prometido,
deslizaba su labios gruesos y sensuales por el extremo de tenedor y lo
miraba de reojo tan sólo para que él supiera que imaginaba
tener su sexo entre sus labios y disfrutarlo como lo había hecho
una semana atrás en su oficina.
Por su lado ella contemplaba como
él, disimuladamente se acariciaba la mejilla con tres dedos juntos
y los deslizaba hacia arriba y hacia abajo para simular que entraba muy
dentro de su tubo mojado. Y ella se sentía latir , y debía
apretar sus muslos porque tenía la impresión que su tubo
era una especie de serpiente loca que se agitaba allí en el vértice
entre sus piernas y que en cualquier momento pudiera escapar y ella no
quería que eso sucediera porque el deleite que la estaba invadiendo
era algo inaudito que le contaría a él cuando de nuevo lo
tuviera entre sus brazos.
Cuando el almuerzo terminó,
sus padres se retiraron y los tres pasaron al living para tomar un café.
La mujer de su hermano se ofreció para ir a la cocina a prepararlo
y entonces quedaron el uno frente al otro. Tenían los rostros encendidos
por la pasión y ese color de sus rostros podría ser atribuido
a un efecto del vino que había presidido el almuerzo, pero ambos
sabían que otro licor prohibido corría en ese momento por
sus venas y que ese licor era bebido solamente por ellos dos.
Ella adoptó una posición
frente a él y separó sus piernas para que él pudiese
ver sus muslos y la sombra blanca en el vértice de ellos . Eso fue
demasiado para él que llevó su mano derecha hasta su bulto
revelador y lo apretó fuertemente sintiendo sus latidos y no pudo
contenerse. Desabrochó rápidamente su bragueta y el miembro
de cabeza brillante quedó liberado y se erguía allí
en ese ambiente mientras él lo lucía orgulloso.
Ella quedó por un momento
paralizada, con la vista fija en ese objeto que no había podido
sacar de su mente desde el domingo pasado cuando había estado tan
dentro suyo, pero esa parálisis tan solo duró unos segundos
porque obedeciendo a un impulso casi suicida levantó su falda y
con una rapidez que ella misma sintió como rara, se despojó
de su bragas escondiéndolas bajo los almohadones del sofá
y separando las piernas le expuso a su amante consternado todo el esplendor
de su sexo abierto como la más prohibida de las flores en el más
prohibido de los sitios.
Ante la visión impactante
y perturbadora, el hombre no pudo contener la descarga blanca que se elevó
por el espacio que separaba a ambos amantes , con tal violencia, que algunas
de sus gotas cayeron sobre los muslos morenos y quemantes de Seni.
Ella había perdido el control
definidamente y sintió una descarga que saliendo de su centro recorrió
todo su cuerpo para dormirse en la parte posterior de su cabeza en el momento
que escuchó los pasos de la mujer de su hermano que volvía
con los cafés.
Entonces se puso de pie, le sonrió
al enfrentarla y presurosamente se encaminó hacia su cuarto en cuya
intimidad, con las manos crispadas sobre su vientre se dejó invadir
por esas contorsiones diabólicas que le daban la felicidad más
plena nacida desde el fondo de su secreto inaudito.
Momentos después Seni retornaba
al living donde disfrutaría de una de los cafés más
serenos y placidos de su vida.
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