Diana me había anunciado
que el perro estaba por acabar, yo no lo pensé mucho y le dije que
no quería que la llenara. Así de simple, pero ella me miró
perdida y me dijo " NO !!, quiero que me inunde la concha de leche
y además quiero que vos te corras en mi boca".
No estaba en condiciones de negarme
, Diana estaba empalada por "Dólar" y eso también
me excitaba tremendamente.
Por un lado me daba envidia que
semejante chuza estuviera enterrada hasta los pelos, por un momento pensé
que el bulbo que se le forma el pene del perro no entraría en la
vagina de Diana, pero me equivoque no solo entró, sino que a medida
que "Dólar" imprimía más velocidad se iba
hinchando adentro.
Como competir con semejante émbolo
que arremetía salvajemente sin piedad, tratando se saciar el más
primitivo impulso.
Mi mujer Diana también quería
sentirse empalagada y colmada en sus instinto más bestial.
Por momentos no eran una mujer y
un perro sino dos bestias copulando !!
Fue fulminante mi sentencia, pero
yo también era parte de lo mismo.
Nunca me imaginé que profusa
puede ser la acabada de un perro, no fue una corrida sino una catarata.
Diana engullía mi taralira
hasta la raíz y se notaba que estaba gozando doblemente y yo no
me pude abstener y también lancé lo mío en la garganta
de mi mujer.
Doblemente penetrada me pidió
que esparciera el semen del perro por su culo, así lo hice prefiriendo
sus cantos pero deteniéndome en su orificio marrón.
Fue fácil meter un dedo,
luego dos y tres en el año, la muy yegua me pedía más
mientras "Dólar" no se separaba aún y seguía
abotonado.
Diana deliraba, me dijo que quería
recibir mi pedazo por el culo y la pistola del perro por la concha.
En otras palabras ser doblemente
montada.
Pero esa ya es otra historia...
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