Relato: El polaco (I) Hola mi nombre es Juan, y os voy
a contar una historia que me ocurrió hace poco. Tengo 22 años
y me considero una persona normal, 1,77 y 80 kilos. Tengo novia desde hace
siete meses, y es la primera vez que me ha sucedido algo parecido.
Volvía de una pequeña
fiesta que había montado mi empresa para celebrar su 25 aniversario.
Como sabía que íbamos a beber alcohol, y que había
autobuses nocturnos decidí dejar el coche en casa. Todo transcurrió
normalmente, me emborraché lo suficiente como para ser consciente
de que debía volver y dejar la fiesta. Me despedí de todos
y me fui hacia la estación de autobuses en taxi. Al llegar me di
cuenta de que aun eran las dos menos diez, así que subí en
un autobús, de esos que son articulados, y me senté al final
del todo, en la ultima fila donde hay cinco asientos. Pude contar aparte
del conductor otros 7 viajeros más, por lo que prácticamente
iba solo, ya que todos iban en la parte delantera. Justo cuando el conductor
arrancó se monto un hombre alto y delgado, que por la pinta que
traía, pensé que era polaco. El tío llevaba una revista.
Apoyé la cabeza en el cristal y me dormí. Al poco tiempo
sentí un frenazo del Bus y me desperté. Había habido
un accidente y un camión se había cruzado en la Autopista.
Pensé maravilloso, ahora en lugar de llegar a las tres menos cuarto,
llegaré a las cinco. Me incorporé y vi como el polaco estaba
contemplado la revista, me fijé más y vi que era una revista
porno. No pude evitar ver su paquete estaba a punto de reventar bajó
sus pantalones, así como una increíble verga, que aprisionada
le llegaba hasta la altura del cinturón por un lado.
No sé si fue el alcohol,
o los deseos de vivir una aventura los que me impidieron separar la vista
de aquel paquete. En ese momento me debió ver, ya que comenzó
a masajearse suavemente por encima del pantalón. Yo me hacía
el dormido, cuando a los dos o tres minutos me dijo con el típico
acento del Este: - no te hagas el dormido si tanto te gusta puedes cogerla.
Entonces le dije inocentemente que prefería llegar a casa y ver
una película. Él se río en bajo y me volvió
a decir: - No quiero decir la revista, sino mi polla. Yo me quedé
callado y entonces se levantó y se sentó a mi lado.
Empezó a hablarme, me contó
que llevaba cuatro meses en España y que no había follado
desde ese tiempo con nadie. Entonces se desabrochó el pantalón
y me dijo: -así que mira como estoy, podías darte un gusto
y hacerme una paja y yo te lo agradecería mucho, me dijo sonriendo
pícaramente. Yo entonces puse mi mano sobre aquel enorme pistolón
y comencé a masajearlo despacio. Él suspiraba despacio sin
hacer ruido, pero respiraba profundamente. Yo esto lo hacía mientras
prestaba atención a resto de los pasajeros, pero como todos estaban
muy lejos dejé de prestarles atención y me centré
en aquella enorme polla. Para disimular un poco entable una conversación
tonta, mientras le pajeaba. Así fue como me dijo que se llamaba
Peter, o algo parecido y que tenía 29 años. La verdad es
que para su edad tenia una gran polla, de por lo menos 25 cm, (en comparación
con la mía que no llega a los 17), con el glande grande y muchas
venas gordas. Yo también tenia la polla a cien, y estaba a punto
de correrme. En ese momento me dijo: -anda dale un besito, mientras me
empujaba la nuca hacia su pene, así que ni corto ni perezoso comencé
a chupar aquel mástil. Si antes iba despacio, ahora me desboqué
y rápidamente dejé toda la piel de su polla y huevos húmeda
de saliva. Ya me daba igual todo y no prestaba atención al resto
del bus. Sentí como arrancaba y yo seguía lamiendo como un
animal. Seguí introduciendo la polla en mi boca, momento en el que
debido a un bache me tragué casi todos sus 25 cm. , con la consiguiente
arcada. Seguí chupando, pero cada cierto rato paraba y me dirigía
hacia sus huevos o hacia su pubis o sus duros abdominales. Parecía
una perra, estaba sentado en suelo entre su entrepierna y el asiento siguiente.
Entonces me cogió la cabeza y la apretó contra su polla.
Yo sentí aquel sabor salado en mi boca, y me quise separar, pero
él no me dejó y me tuve que tragar toda su leche. Me dijo
que le limpiara los restos. Yo obedecí, mientras veía por
el cristal que ya estaba llegando a mi destino. Entonces me corrí
como nunca. El se metió la verga en el calzoncillo y me apretó
contra él, mientras me decía que oliese el paraíso.
Pienso que se refería al olor de orín y semen, que hicieron
que le mordiese de placer la polla. Se levanto me pidió el teléfono
y me dijo que me llamaría otra vez, y así lo hizo, pero esa
es otra historia.
Él se bajó primero,
y yo en la siguiente parada. Seguía extasiado, pero ya me había
bajado el empalme. Según andaba hacia mi casa de repente me paré
y pensé, joder me he corrido en los pantalones, me miré y
suspiré, menos mal que eran oscuros.
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Relato: El polaco (I)
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