SE�ORA POR FUERA, PUTA POR DENTRO.
Necesitaba contratar a una secretaria y pens� en ella. Pens� que me gustar�a
llevarla a la cama. Sab�a que pod�a contestar el tel�fono y escribir una carta
en el ordenador. Al menos, eso hac�a cuando la conoc� hace unos diez a�os atr�s.
Carmen Elena anda hoy por los treinta y pico. Dos hijos y un matrimonio de
m�s de catorce a�os, no le han cambiado en nada la figura. Como buena hembra del
tr�pico, se desarroll� a muy temprana edad. A los catorce, ya todos los hombres
la miraban y la deseaban. Tal vez por eso, desde muy temprano, comenz� a usar
trajes sastre, tipo Channel, que la hac�an aparentar mayor edad de la que ten�a.
De la misma forma, los hermosos rasgos de su rostro se han ocultado siempre bajo
una expresi�n seria y cortante que pretende mantener alejados los intentos y
halagos de cualquier admirador que pretenda acercarse.
Desde peque�a, los hombres siempre me han perseguido y acosado. Incluso los
amigos de mi marido me lanzan la mano.
Un viernes en la noche, en que un grupo de compa�eros se hab�an quedado en la
oficina escuchando m�sica, contando chistes y tom�ndose unos tragos, decid�
unirme a ellos por un rato. A fin de cuentas, yo era el jefe y pens� que,
permitir la fiesta y hacer parte de ella, aunque fuera s�lo por un momento, era
una forma de estimular el esp�ritu del trabajo en equipo.
Tras dos o tres tragos, con algunas parejas comenzando a bailar, Carmen E. me
tom� de la mano y me dijo:
Venga, bailemos.
Yo s�lo bailo boleros apretados, mi amor � le respond�.
Pues bailamos como a usted le guste � me contest�.
Sin hacerme ilusiones, me dej� llevar hasta la parte del sal�n que se hab�a
transformado en zona de baile y, una vez all�, cuando yo a�n trataba de imaginar
como se mov�an los pies al ritmo de aquel merengue que estaba sonando, ella se
abalanz� sobre m� y, pegando su cuerpo contra el m�o, comenz� a moverse como
s�lo las latinas ardientes saben hacerlo. Un minuto despu�s mi verga se hab�a
despertado y yo trastabillaba tratando de ajustar nuestros movimientos para que
ella pudiera sentirla en su bajo vientre. Cuando as� lo hizo, su cuerpo se peg�
a�n m�s al m�o y yo comenc� a bajar mis manos hacia sus caderas y su inmenso
culo.
El lunes siguiente, en horas de la ma�ana, la llam� a mi oficina y le
pregunt� qu� si le gustar�a almorzar conmigo. Me dijo que s�, pero que prefer�a
que no nos vieran salir juntos, ya que las habladur�as eran tema cotidiano entre
la gente que trabajaba con nosotros. Quedamos de encontrarnos en un peque�o bar,
suficientemente apartado, al que yo llegar�a primero. Cuando ella apareci�, yo
estaba por acabar el whisky que hab�a ordenado y la recib� pidiendo la cuenta y
dici�ndole que ir�amos a otro lado.
Cuando le expliqu� que mi intenci�n era llevarla a un agradable motel que no
quedaba muy lejos, el rostro se le incendi�. Molesta, ofendida, hablando sin
detenerse a respirar, me reclam� mi comportamiento, mis intenciones y mi
equivocada opini�n sobre ella.
Soy una mujer a la que hay que conquistar. Hay que enviarme flores,
chocolates. No pensar que me voy a ir a la cama s�lo porque me lo piden.
La escuch� durante algunos minutos sin decir nada. Finalmente, me levant�,
dej� el pago de la consumici�n sobre la mesa y, antes de salir s�lo, le dije:
Creo que los dos estamos perdiendo el tiempo. Y yo no tengo tiempo para
esto. As�, que olv�date de todo. En la oficina nuestra relaci�n no tiene por
que afectarse... Y no volvamos a hablar de esta imbecilidad. OK?. Chao.
Esa misma tarde, 15 minutos antes de su horario de salida, entr� a mi oficina
y me pregunt� si pod�a hablar conmigo un momento. Amable, y con la actitud m�s
profesional posible, le dije que s� y la invit� a sentarse. Comenz� por pedirme
disculpas por la reacci�n que hab�a tenido al mediod�a. Continu� explic�ndome
que se sent�a confundida. Y sigui�, cont�ndome como los hombres siempre la
hab�an acosado, desde que ten�a 11 a�os, y ella ten�a que esforzarse para
mantenerlos alejados.
Yo la dej� hablar por un buen rato, sin interrumpirla. De pronto, cuando me
pareci� que ya hab�a escuchado bastante, le pregunt�:
�Quieres que te d� mi opini�n?.
S�...
Creo que te gusta. Te gusta que los hombres te acosen. Te gusta sentir que
te desean. Es m�s, te vest�as como se�ora desde ni�a porque quer�as decirles
que ya estabas lista. Que eras toda una mujer. Y quer�as que te vieran, te
trataran y te desearan como una mujer... �Me equivoco?.
No, no te equivocas.
�Quieres que te diga m�s? � ella respondi� que s� con un gesto de
cabeza, y yo le ped� que cerrara la puerta, ante de continuar.
En verdad, lo que ocurre es que, dentro de ti, eres una puta. Una
puta muy ardiente. T� lo sabes. Y a lo que tienes miedo, es a dejar salir esa
puta que llevas por dentro.
En ese momento, cuando ella acept� la verdad de mis palabras con un gesto de
cabeza y una mirada que ped�a comprensi�n sin ocultar la lujuria, yo me reclin�
hac�a tras en la silla, abr� la bragueta del pantal�n y me saqu� la picha.
Ch�pamela � le dije, en un tono que no pod�a dudarse que era una orden.
Sin dudar, se acerc� a m� e, inclin�ndose, comenz� a pasar su lengua
suavemente por la cabeza de mi verga mientras la sosten�a delicadamente entre
sus dedos. Con rudeza, encendido ya por el deseo, la tome por el pelo y,
empujando su cabeza hac�a bajo, le dije:
Chupa bien, puta. Arrod�llate y m�tela toda en la boca. Toda hasta el
fondo.
Nuevamente ella obedeci� sin decir palabra. Y, en ese instante, los dos
sab�amos lo que nos gustaba y lo que �bamos a obtener el uno del otro.
Tras un buen tiempo en el que me chup�, se trag� y me bes� la verga con
verdadera devoci�n y entusiasmo, le orden� que parara por un momento y se
quitara la ropa por completo. Mientras ella obedec�a, entr� al ba�o privado que
ten�a en la oficina y, de uno de los gabinetes, saqu� una botella de ron.
Tomando directamente de la botella, sal� del ba�o y le encontr�, esper�ndome, de
pie, totalmente desnuda, al lado de la mesa redonda que era mi escritorio de
trabajo. No pude evitarlo, y me quede un tiempo inm�vil, observ�ndola,
detall�ndola, pensando que era mucho m�s bella y mucho m�s hembra de lo que yo
nunca hab�a imaginado.
Date la vuelta � le dije, esta vez sin ninguna rudeza en mi voz.
Lo hizo. Y, ante m�, qued� a la vista el culo m�s grande y hermosamente
perfecto que yo hubiera visto en mi vida. Hipnotizado por aquel par de nalgas
que destacaban en un cuerpo, por dem�s, de excelentes proporciones, me fui
acercando a ella poco a poco, hasta que puse una de mis manos en sus nalgas y le
ofrec� la botella de ron con la otra.
Siempre he querido comerme este culo � le dije, mientras le acariciaba
las nalgas y ella se tomaba un par de tragos de la botella.
Desnudo, recostado en un sof� de cuero, con las piernas abiertas, un
cigarrillo en una mano y la botella en la otra, la observaba sentada en el piso,
con su cabeza entre mis piernas, chup�ndome la verga con incansable entusiasmo.
Si�ntate sobre m�. En mis rodillas, con las piernas abiertas. As�. Ahora,
t�cate. M�tete el dedo. D�jame verte gozar.
Ella segu�a mis indicaciones sin dudar ni un segundo. Yo, mientras tanto, le
acariciaba los muslos, le apretaba los pezones. Y, cuando la sent� completamente
entregada a su placer, la atraje hacia m� y le insert� la verga todo lo adentro
que pude. Ella solt� un grito de dolor y trat� de defenderse. Pero yo, con media
verga ya dentro de su co�o, le puse las manos en las nalgas, la hale con fuerza
hacia mi, y termin� de met�rsela totalmente adentro.
Hay, Dios, me est�s matando. Qu� rico me estas haciendo � habl� por
primera vez despu�s de un largo rato. Y comenz� a mover las caderas,
cabalg�ndome con un ritmo delicioso.
As� quer�a tenerte, con mi verga toda adentro.
Tenme como quieras, soy tuya para que me goces.
S�, eres m�a. Eres mi puta y te voy a gozar cuando quiera y como quiera.
S�, g�zame.
En ese momento, mientras ella segu�a movi�ndose arriba y abajo, ensart�ndose
mi verga hasta el fondo de su co�o, yo comenc� con mis dedos a buscar la entrada
a su culo. Cuando logr� alcanzarlo, sin delicadeza ni pre�mbulo alguno, empec� a
empujarlo con fuerza dentro de su ano. Inmediatamente, ella detuvo su
movimiento, llev� su mano hacia tras y forz� mi dedo fuera de su ano.
�Qu� haces? � le pregunt�.
Me duele. Y no me gusta � me respondi�.
No me vas a decir que tu marido no te come el culo?.
Lo hizo alguna vez, pero me doli� y ya no lo dejo.
�Sabes qu�? � le dije, sacando mi verga de su co�o � Yo no soy tu
marido, y quiero comerme ese culo porque es lo m�s rico que tienes. Y si
quieres que te siga dando verga, te la voy a dar s�lo por el culo.
�Pero por qu� si lo estamos pasando rico?.
Porque quiero... Quiero que seas mi puta. Y yo a mis putas se lo meto por
el culo cada vez que quiero.
No me gusta...
Entonces, v�stete y vete � le respond� levant�ndome y haciendo que ella
se levantara tambi�n.
Busqu� la botella, tom� un trago y despu�s prend� un cigarrillo. Ella segu�a
desnuda, en medio de mi oficina, pensando, tratando de tomar una decisi�n.
Finalmente, cuando yo tomaba un segundo trago de la botella, me pregunt� si la
invitaba. Se tom� un largo. Me mir� y me dijo:
Hazme suave, por favor.
Sin moverme de donde estaba parado, le dije que se acercara a mi mesa.
Ahora, incl�nate boca abajo... M�s... Dobla todo tu cuerpo sobre la mesa.
As�... Abre las piernas... M�s... Levanta las nalgas. Mu�strame ese culo rico
que tienes.
Cuando estaba colocada tal como le hab�a ido indicando, me situ� tras ella
con mi verga endurecida a m�s no poder. Comenc� a pas�rsela por entre las
piernas, por los h�medos labios de su co�o, y por el medio de la raja que
separaba sus nalgas.
Este culo es mio, mi amor � le dije � Y de ahora en adelante, me lo
voy a gozar cuando yo quiera... �Verdad?.
Si esperar a que respondiera, le descargu� una brutal nalgada sobre aquella
deliciosa redondez.
S�... � grit� ella �
No entend� lo que dijiste � y se repiti� la nalgada.
Es tu culo, para que te lo gozes cuando quieras.
Las nalgadas la excitaban tanto o mas que la punta de mi verga empujando para
tratar de entrar en su culo.
Te gusta que te d� duro �verdad?. Te gusta tener un macho que te reviente,
que te goze como a un a perra.
Siiiii.... � mi verga comenz� a entrar en su interior.
Te gusta que te maltrate... que te parta el culo... Dime.
Siii....
�Y sabes lo que vas a ser?.
Siii...tu puta.
S�, vas a ser mi puta, Vas a abrir las piernas cuando yo te lo diga. Y te
vas a comer todas las vergas que yo te diga que te comas.
S�, voy a ser tu puta, como tu quieras que sea tu puta.
Y tu culo me lo voy a gozar s�lo yo. �Entendiste?.
En aquel momento, la tome del pelo, hal�ndoselo hacia tras, y empuj� mi verga
con toda la fuerza que me quedaba. Por los pr�ximos veinte minutos me dedique a
ser un animal salvaje que quer�a penetrar, taladrar, romper... y gozar aquellas
nalgas redondas que ahora se mov�an y lanzaban desesperadas contra mi, pidiendo
m�s, m�s, m�s.
Si me escribes cont�ndome lo puta que eres, tal vez yo te responda, con algo
m�s sobre esta historia.