Relato: Helena, naturalmente infiel y un cornudo complaciente. Cap. 1



Relato: Helena, naturalmente infiel y un cornudo complaciente. Cap. 1

Helena, naturalmente infiel y un cornudo complaciente. Cap. 1
Autor: Lobo Feroz
Categor�a: h�tero infidelidad, cornudo, tr�o con dos machos, sexo en la oficina, goce y desenfreno.

�Hay historias que revelan la naturaleza humana, algunas son un espejo demasiado cercano en el que se ve el aliento del que se mira. En el ser humano cohabitan una doble personalidad o doble moral, esas cosas que sabemos no son correctas, pero �ntimamente sentimos el impulso irrefrenable de hacerlo. La mujer para ser infiel necesita justificarse, el hombre, tan solo necesita una mujer.
Esta es la ecuaci�n de una mujer necesitada de atenciones y su compa�ero de oficina dispuesto para atenderla, dos necesidades, un solo deseo: sexo. Es la parte 1 de una rica y sabrosa historia de sexo e infidelidad, en la parte 2 se incorpora la tercera pata de este tr�o, el marido corneado, y todo comienza a girar al comp�s del deseo, con el morbo como invitado principal�

Cap 1.
Hay historias que revelan la naturaleza humana, algunas son un espejo demasiado cercano en el que se ve el aliento del que se mira. En el ser humano cohabitan una doble personalidad o doble moral, esas cosas que sabemos no son correctas, pero �ntimamente sentimos el impulso irrefrenable de hacerlo.
Me considero una persona de mente abierta, pensamiento libre, hedonista y militante incondicional del disfrute. El sexo ha sido el objetivo primordial de mis desvelos, genes de cazador y destreza para conseguir el objetivo.
Tampoco todo es tan lineal, para que se tenga �xito, es preciso que ella est� dispuesta a ser cazada, o al menos facilitarle los medios para que se deje entrampar en el sutil juego del gato y el rat�n. Ser �open mind� facilita las cosa, el goce prevalece sobre todo, la relaci�n sexual pierde es halo de misterio y ocultismo pecaminoso, dejando lugar al goce por el goce mismo, m�s placer y menos culpas, desmitificar el pecado de la carne considerando que la monogamia es antinatural, prohijando la filosof�a de la �monogamia flexible�, mucho m�s a fin a mis intereses y gustos personales, esto es de alg�n modo la g�nesis de esta historia de infidelidad y un cornudo complaciente, un tr�o que se dej� ganar por la lujuria y la codicia voluptuosa del goce, nada importa m�s que el disfrute de la carne.

La infidelidad se inicia casi siempre como un juego de atracci�n y desaf�o, dejarse llevar por la emoci�n y seducir por lo prohibido. La mujer suele sentir esa especie de enamoramiento por el tipo con que enga�a a su pareja, no puede disociar el placer de lo afectivo, esto intensifica su culpa y acrecienta el goce. Ella necesit� justificarse como forma de lavar su pecado, yo tan solo necesitaba una mujer como ella. Ella resistir� confesar esta infidelidad por que sabe que si admite su culpa jam�s se borrar� del pensamiento de su marido, aunque desconoce como funciona el mecanismo masculino, que a su marido siempre le ser� m�s f�cil perdonar una infidelidad que una duda, �sta perdura y se reitera en cada cosa, en cada gesto, pero esto solo fue el principio�

La tr�ada constituye la trama del juego, infidelidad, transgresi�n y pecado. Juegan fuerte en la decisi�n de Helena, esposa infiel y fogosa amante. Iv�n juega el rol de esposo, a la postre v�ctima de la infidelidad y cornudo consecuente.
Yo soy H�ctor, vengo a ser juez y parte en este litigio de conciencia, �rbitro donde la culpa y el deseo se presentan enfrentados, agregar� atrevimiento y lujuria al platillo del deseo para inclinarla a su favor.
Helena es una bella mujer, como dice Arjona, de las cuatro d�cadas, muy bien llevadas, due�a de una interesante personalidad y buena figura, cabellos color caoba que resaltan el marr�n intenso de su mirada, gentil y eficiente en su labor profesional, cuidadosa y prolija en la presentaci�n, de car�cter reservado, t�mida y pudorosa en exteriorizar sus emociones, medida y decidida en sus decisiones. En su intimidad marital es atenta y condescendiente, demasiado conservadora y hasta pasiva, apegada a la educaci�n y formaci�n como para dejarse llevar por el deseo y el goce m�s all� de que deb�a entender que requieren la formas de una mujer �legalmente� casada con Iv�n, un se�or tambi�n profesional, cincuent�n, alto y apto para todo servicio, gusta del sexo, de car�cter fuerte, extrovertido, con sentido del humor y lo bastante cr�dulo como entender las pobres y endebles explicaciones de su esposa, mientras se gestaba esta escalada de seducci�n que a la postre terminar�a en mi cama.
El matrimonio de Helena e Iv�n, lleva poco m�s de veinte a�os de vigencia, transitando el complicado camino de la vida marital con las contingencias y avatares de la econom�a en Argentina. En este devenir se agregaron dos hijos a la familia, lo que se considera una familia tipo y bien constituida; ambos profesionales, ingresos acordes para satisfacer holgadamente las necesidades, vista desde afuera, dir�amos totalmente convencional. Claro, no todo lo que reluce es oro y los problemas se cocinan en casa, mientras que para el se�or el sexo juega un rol primordial, para la se�ora no reviste tama�a consideraci�n, el momento de intimidad ha dejado de ser lo que fue en los primeros tiempos. La fogosidad se fue cegada por la rutina, la abulia y falta de motivaci�n de ella que termina por contagiarlo, el sexo, un obligado d�bito conyugal, nunca m�s propio el t�rmino considerando la condici�n de contable financiero del se�or.
Es mi turno de presentaci�n, H�ctor, s�, como el h�roe griego, no hubo Troya, pero s� una Helena seducida y conquistada al ayudarla a descubrir el secreto encanto de lo prohibido, mostrarle la puerta de escape de la rutina y el acceso a la infidelidad transgresora, sentir el sabor de la adrenalina del pecado y el escozor de la lujuria.
Compartimos el lugar de trabajo, este juego de seducci�n matiza la charla confidencial y el caf� en la oficina. Las charlas y las confidencias se tornaron cada vez m�s intimistas, casi como al descuido vamos dejando pistas que nos permit�an saber m�s del otro. Tambi�n le compart� lo anodino de mi vida marital, que por eso mismo pod�a entender y comprender su abulia y falta de incentivo en la intimidad con su pareja, que transitaba algo parecido, que tampoco encontraba fogosidad ni incentivo en la intimidad con mi esposa, con tres hijos y la misma edad de su marido pretend�a otra cosa de un matrimonio que no me satisfac�a. Ella por su parte asum�a en compartir casi lo mismo que yo pretend�a de la m�a.
� �En tu caso ser� que no te permites ser m�s liberal a la hora de intimidad?
� Hmmm� puede ser�
� �O ser� que tu esposo no te ha hecho despertar esa fogosa adolescente?
� Hmmm� me parece que te acercas�
Por esas razones inexplicables la relaci�n hab�a adquirido cierto grado de compromiso que exced�a el marco laboral, pero al mismo tiempo no percib�a el permiso para avanzar hac�a otros espacios de su �ntima privacidad, hasta� que las contingencias econ�micas del pa�s cambiar�a de cuajo la ecuaci�n econ�mica y social tan cambiante en nuestro pa�s, que influy� para alterar el curso de nuestra existencia.
Eran los inicios del a�o 2001, Iv�n, el esposo de Helena, con importante cargo en una multinacional, m�s precisamente en el �rea de finanzas, que fue justamente donde m�s fuerte peg� la devaluaci�n y recesi�n econ�mica, a consecuencias de la cual este se�or qued� fuera del sistema y pr�cticamente en la ruina. Pero como los males no vienen solos, tampoco �ste, una cuota extra de estr�s devino en un serio problema card�aco que lo tuvo al borde mismo de la muerte, zafando por milagro de acompa�ar a la dama de negro con guada�a en mano.
Un milagro le salvo la vida pero tampoco esto le fue dado gratis, complicada recuperaci�n y trabajos temporales no llegaban a paliar la disminuci�n de ingresos a que la familia se hab�a acostumbrado, ahora m�s que nunca hac�a falta el hombro que Helena pon�a con sus ingresos. Las discusiones se tornan moneda corriente, los problemas se expanden en la familia, el pozo depresivo de Iv�n es algo inevitable, la falta de relaciones maritales forzadas por el problema de salud deterioran notablemente la intimidad de la pareja.
La terapia permiti� al esposo sobrellevar las contingencias, pero ese tiempo empleado para sobreponerse fue tambi�n el tiempo que ella dedic� en dejarse contener por su compa�ero de trabajo.
El acercamiento es inevitable, apoyarla y colaborar en todo para sobrellevar la situaci�n familiar, buscarle contactos para que su marido pueda conseguir alg�n trabajo acorde a sus cualidades t�cnicas. Helena est� muy vulnerable, busca en m� esa contenci�n y comprensi�n, a los problemas de relaci�n se le suman el estado de abstinencia sexual, vuelvo a mencionar que estamos en parecidas condiciones y necesitados de intimidad.
Para facilitar el acercamiento y los momentos de intimidad hab�a dise�ado un trabajo por el cual deb�amos comenzar algo m�s temprano de lo habitual.
- Si no le parec�a mal podr�amos venir m�s temprano que todos, como� dos horas
antes y tener todo organizado. Tan solo ser� un trabajo temporal y necesito tu colaboraci�n sin la cual no resultar�a.
Hac�a parecer como una tarea extra que tendr�a recompensa econ�mica. Solo asent�a al pedido formulado.
- Ah, por el madrug�n no te preocupes, yo podr�a desviarme un poco del recorrido y
pasar por ti� y digamos que para evitarte explicaciones� podemos fijar un lugar a un par de calles para esperarte, �si no te parece mal?
Trataba de que todo el discurso pareciera de lo m�s profesional, aunque todo eso formaba parte de una estrategia armada para conseguirme a este �caramelito�, que me consum�a el sexo y el seso desde hac�a un buen tiempo, ahora se me daba una buena mano en las cartas del destino y no es cosa de desaprovecharlas. En el deseo y en la guerra hacer un poco de trampa es parte del juego.
Deb� haber sido bastante convincente, baj� la vista y agradec�a las atenciones, confi�ndose mansamente que:
- Me siento lago confundida, la depresi�n de mi esposo nos lleva a disputas casi a
diario, me siento muy confundida, sobre todo muy sola, desprotegida (aprovech� para estrecharla entre mis brazos), son momentos de mucha angustia, me siento fr�gil y vulnerable. Quiero a mi esposo pero esta situaci�n me tiene muy confusa, no se de qu� modo poder sobrellevar la carga emocional, no tengo en quien apoyarme, estoy como a la deriva en este momento�
- Mi chiquita� para eso estoy yo, ac� est� el hombro amigo, el abrazo protector
para recostar tus penas y calmar tus angustias. Para eso son los amigos, estamos cuando se nos precisa. Aqu� mi pecho para esconder esas l�grimas y estos brazos para contenerte� En cierto modo somos n�ufragos en este mar de incomprensi�n, tampoco yo duermo en un lecho de rosas, mi esposa tampoco cumple con las necesidades conyugales, tanto que varias veces me voy a dormir solo para no molestarla con mis deseos insatisfechos, ya ves que no todo es lo que parece, tambi�n estoy�
El primer paso hab�a sido dado, ahora faltaba esperar la devoluci�n, en la ma�ana del d�a siguiente tendr�a la primera se�al. El bip bip del celular avisaba que lleg� un mensaje.
��termin� de ducharme, salgo en 10� responder: �estoy en la esquina de��
Todo lo dem�s era pasado, una nueva era comienza, cant� mientras llegaba a lugar acordado�
- �Hola! Qu� buena forma de comenzar el d�a� Ah� esto es para vos como
bienvenida, en este nuevo horario� (una espl�ndida rosa roja coron� mis dichos)
Tom� la rosa en su mano derecha, dejando como al descuido la otra, cerca de la palanca de cambios, para que tambi�n al descuido?... No perd� la invitaci�n, - sonri�.
Durante el trayecto el di�logo fue casi nulo, segu�a embriagada con el aroma de la rosa, y como al descuido dej� que su mano se quedara encerrada en la m�a, solo se la solt� cuando era imperioso hacer un cambio, pero volv�a a donde se la hab�a dejado aleteando como una mariposa. Los di�logos eran los gestos que dec�an mucho m�s. Todo esto bull�a en mi cerebro que elaboraba, estudiaba
y analizaba mil formas de abrazarla, por eso mismo llegamos mucho antes de lo previsto.
El tiempo juega a mi favor, las falta de personal y el factor sorpresa juegan de mi lado, ella nunca hab�a estado en la sala de reuni�n que la empresa tiene en una casa lindera comunicada por un pasaje, casi oculto, que se accede desde las oficinas del segundo piso, las mismas que vamos a utilizar en este tiempo con el trabajo extraordinario que hab�a gestionado para tenerla m�s cerca. El sitio y la hora extempor�nea suman misterio y seducci�n a los planes que tengo entremanos.
Todo este armado fue casi innecesario, tan pronto llegamos a la oficina, en el ascensor tomados de la mano, no la solta�a por nada del mundo, hasta me cost� abrir la puerta del coche del ascensor por no soltarla. Este gesto trivial y de adolescente debe haber sido la llave que abri� el camino a su sentimiento, la sent�a latir y casi estremecer ante la inminencia de lo que previsible, pero la ansiedad por lo desconocido habita en esta mujer que ya estoy deseando de forma descarada.
Solo fue entrar a la sala de reuni�n, ni encender la luz, bastaba con la que se escurr�a de la entrada por la puerta entreabierta para que nos despoj�ramos de todo lo superfluo. Su cartera qued� por el camino junto con mi saco, la apret� contra el borde la mesa que hizo las veces de soporte y contenci�n del abrazo incontenible, el beso urgente nos hizo fundir en un momento interminable y maravilloso. Urgencia y agitaci�n era el lugar com�n que transitamos hasta dejarnos rodar sobre el mullido sof�, enredados en el abrazo interminable.
El deseo se manifiesta con la urgencia perentoria de un potro desbocado, en un instante nos despojamos de ropas y de pudores, los calores suben como volc�n por dentro de Helena. La mujer est� hecha un demonio de lujuria agita y mueve sin poderse controlar, solo se aquiet� cuando mi boca fue en busca de la suya, la vertical, para saciar mi sed en su mar de deseo.
El contacto boca a boca fue como un atronador gemido, un estallido interno, la v�lvula de una caldera en su punto m�ximo, sus manos se aferran en mi nuca, me adhieren a su entrepierna como parte de s�. Cada lamida ten�a el efecto de hacerla reaccionar como una descarga el�ctrica que la recorriera en su maltrecha humanidad ahora entregada al abrasador efecto de la calentura sometida por mi trabajo bucal.
El orgasmo intempestivo la sorprendi� en plena agitaci�n, un vendaval de sensaciones, que la llevan y traen como a una hoja en la tormenta, se convulsiona, los m�sculos tensos y la respiraci�n contenida, los labios apretados y los ojos cerrados eran s�ntomas inequ�vocos de que est� transitando un orgasmo de esos que la estremecen y agitan, remezones marcadas cuando acent�o mis lamidas y acosaba el cl�toris. Arquea la cintura al extremo de la elongaci�n de los m�sculos tensados, subida a la cresta de su cl�max se permite viajar al espacio sideral propulsada por mis lamidas, combustible vital de su m�gico momento de hembra.
Nunca supo c�mo ni cu�ntos, solo la intensidad y profundidad de las sensaciones que la dejaron flotando en un mar de sensaciones desconocidas. Protagonista de una fantas�a, haciendo real el deseo tan ansiado.
Solo cuando cesaron los estertores y se hubo aquietado la tensi�n y algo normalizada la respiraci�n le acerqu� el miembro endurecido por tantas ganas acumuladas para recibir la deliciosa mamada que una boca tan c�lida era capaz de otorgarme. Lucha tenaz para contenerme y no dejarme ir en sus mamada; chupaba de una manera que me volv�a muy loco, moverme dentro de la calidez de su boca, deliciosa cojida bucal, deb� prohibirme del placer de la mamada para no dejarme ir en su boca, siempre pude controlarme f�cil, ahora la presi�n de su calentura y las ganas incontenibles pod�an m�s.
Haciendo de tripas coraz�n pude zafar del encierro bucal, ten�a otro destino para esa leche que se gestaba dentro m�o, el fin supremo de volcarla dentro de esta afiebrada hembra justific� con creces el renunciamiento de su boca degustando mi verga.
El cambio retrasa esa venida que casi se adelanta a mis deseos. Las ganas acumuladas de ambos nos cambian la perspectiva, la abstinencia de Helena y mis ganas por saber cu�ntas, casi nos pueden, la carne es d�bil cuando el deseo est� al tope de la cotizaci�n de la calentura, me hab�a propuesto que este polvo sea algo especial, algo para recordar, nos sentimos dos novios en su primera vez tan deseada.
Es el momento de darle lo que necesita, me arrodill�, orando a la virgen de mis desvelos, separando despacio las rodillas, levante la falda, coloqu� la cara sobre la bombachita, necesitaba embriagarme de ese aroma de mujer caliente, saturarme de su aroma de mujer, besar sobre la tela h�meda de jugos. Las manos de Helena se enredan en mis cabellos,y me atrae hacia si, sostiene mi cara contra su sexo para ser parte de �l, las bocas unidas a trav�s de la escueta tela que cubre el acceso a la fuente de la lujuria mortal.
Gui� su mano para que descorra el velo entre su �boca y mi boca�, juega con sus dedos en mi mejilla en cada lamida. Sus nalgas quedaron atrapadas en las palmas de mis manos, agito en cada envi�n de mi lengua en la vulva, nos apretamos, es el momento de estar �vis a vis� con el deseo, la calentura se licua en mi boca. Los gemidos reprimidos y el ahogo son inequ�vocas se�ales que dentro de ella se est� gestando la �pica de un orgasmo que avanza en ella y sobre ella, contracciones en el vientre y la pelvis anuncian que el gran tsunami est� creando esa ola gigante, silenciosa y tensa va ganando espacio, los m�sculos tensos, los dedos crispados en mi nuca, vaiv�n intenso, muslos tensos que se vuelven tenaza en mi cabeza, todo esta llegando al instante supremo...
- �Ahhhh!
Gemido ahogado, venido desde las profundidades de sus entra�as, reprimido, estrangulado, mordido sobre sus labios, estall�... Luego el silencio�, apretarme fuerte, dejando de respirar, casi pod�a escuchar el fragor de sus latidos. Otra contracci�n vaginal, y otro gemido ahogado, reprim�a su expresi�n para no despertar la quietud del mundo. Me puse a tono con sus pausas y acelerando en sus gemidos.
Mis manos se llenaron de nalgas, mi boca de jugos, el silencio de gemidos, la respiraci�n eran estertores de alguien que entrega su vida para renacer en mi boca. Se repiti� no s� cuantas veces, hasta quedar totalmente desarticulada. Se dej� caer sobre el respaldo, laxa, agotada por la exigencia de mi boca, derrotada por la ferviente chupada, entregado la vida en los �picos orgasmos.
Gloriosa derrota de la mujer casada a manos de la hembra satisfecha, renacida como el ave f�nix por la magia de �su� hombre. Seg�n sus dichos, hab�a sabido entender sus pudores, esperar sus tiempos, escuchado sus silencios y atendido sus necesidades de hembra.
Segu�a adorando a esa hermosa mujer, ojos fuertemente cerrados, labios apretados con el rictus de quien contiene dentro el tesoro del goce eterno. En ese momento sent� que Helena estaba en el nirvana, con la agitaci�n de la paz, podr�a asegurar que esta mujer hab�a entrado en el estado de gracia suprema, durante un instante hab�a dejado el mundo mortal para entrar en el para�so de la lujuria, de la mano del cl�max hasta llegar al �xtasis de su condici�n de mujer.
Esta mujer ten�a un potencial er�tico y transmit�a una fuerza de voluptuosidad y lujuria impensado, una incontenible m�quina sexual, que tan solo necesit� encontrar esa llave m�gica que abriera las puertas de su coraz�n para franquear el acceso carnal de su encendido deseo.
Mientras ella navega por ese mundo maravilloso me deshice de camisa y pantalones, para cuando volvi� a nuestro mundo me encontr� de pie entre sus piernas con el miembro s�per erecto, levemente inclinado hacia arriba esperando el momento de hincarme entre sus piernas, penetrarla, sentirme parte de su magia.
Las manos de Helena dieron la bienvenida al �amigo�, volv� a recostarla, elevar sus piernas, tomada de los tobillos, haciendo una gran V, corri� la tela de la tanga para que pueda ver el sexo a pleno, vello oscuro sin ser negro dando marco a esa abertura con labios latiendo en remezones del arrollador orgasmo. Acerco mi cuerpo, el glande justo entre los labios, h�medos, pegotodos de jugo, se pegan al glande, ser parte de esa cueva rosada. Empujar suave en la conchita, deliciosa estrechez, agradable, se ajusta al visitante, siente mi placer y sonr�e.
- La ten�s bien gordota� mucho mas que� Hace meses que no se usa, soy algo
estrecha� me agrada que te disfrutes. � asiento.
Me dejo ir despacio, deslizando en ella, sin prisa pero sin pausa, piel contra piel, sentir el sudor de nuestros cuerpos en la comuni�n de la carne. Otro envi�n suave y toda la verga est� en ella.
Fue la pausa que prologa la tormenta, la nalgas de ella nuevamente en mis palmas, la elevo y atraigo hacia m�, m�s juntos, pegados en sudor y en el fragor de sus jugos. El movimiento intenso, profundo y por momentos casi furiosos nos pierden, el sof� se conmueve, nos agitamos en un terremoto de pasiones, conjugamos el verbo deseo en todos sus tiempos y modos, cada pausa deviene en envi�n profundo. Helena vuelve a ser protagonista, gemidos m�s seguidos y notorios, se deja conducir por el serpenteante camino del sexo urgente, afiebrado, con la prisa de la primera vez.
Imposible contener la pasi�n, rebasa el deseo, el semen se acumula, espera el momento del desborde, avanza y se acerca al momento supremo. La pausa es la pregunta obligada de la sensatez responsable�
- S�, s� podes venirte dentro m�o� No hay problema, hac�mela sentir�
La m�sica de sus palabras atronaron mis o�dos, ya no fui capaz de escuchar sus gemidos, el orgasmo golpeo sus entra�as. Estaba concentrado, sintiendo mi propia m�sica celestial que acompa�aba los momentos previos a mi propio orgasmo, el producto de la calentura de tanto tiempo va en camino de lograr el triunfo, derramarse dentro de su sexo. El semen se hace leche, la leche pasi�n y ardor en su carne.
- Ahhhhhhhh� fue lo m�s que pude decir
Nunca tan pocas palabras significaron tanto. Sent�a esa sensaci�n de escozor previa al primer chorro de semen, se dilata el �ojito� del glande y lanza esa llamarada de esperma, luego otro y otro y� ya no s� cu�ntos, hasta sentir como se me va la vida en esa enlechada brutal, sentirme vac�o es dejar espacio para una vida nueva
- �No te salgas! �Qu�date dentro m�o!, d�jame sentirte�, como sigue latiendo. Necesito sentirte as�, dentro, disfrutar el calorcito de la leche que mi hombre hizo para m�.
- Sent� que me sal�a mucha, �S�?
- Me parece que te sali� un mont�n, la puedo sentir toda, calentita. La tengo todita.
Todo tiene su tiempo, tambi�n de salirse del estuche m�gico, dejar la calidez de la cueva, incorporarme con la pija aun erecta como para un segundo round.
Helena siente que la leche est� asomando por la raja, gruesos hilos de esperma apuran por mostrarse. La palma de la mano justo a tiempo evita que se derrame sobre el sof�, conteniendo la leche se llega hasta el ba�o para lavarse. Extiende su palma, la leche en el centro de la palma.
- Es tuya, la ten�a en m�, �Me gusta verte as� en mi mano, es �mi� leche!
Mi hombro le sirvi� de apoyo para sacarse la tanga, aprovech� para quit�rsela de la mano y frotarla en su sexo.
- �Devu�lveme la tanga!
- �No!, se queda conmigo!
- �Trofeo de guerra?
- �No! Recuerdo de este encuentro. �Ahora es m�a!
Mujer previsora, seguro adivin� mis intenciones� Sonr�e con mucha ternura, busc� otra de la cartera y se la coloc�.
- Sab�a que pasar�a� como si hubiera le�do tus pensamientos. �Me gust�!
Un beso con m�s ternura que humedad coron� sus dichos, acomodados nuestro aspecto para que no se noten los estragos de tama�a calentura.
El acto no dur� tanto como hace suponer el relato, demor� m�s tiempo en escribirlo que nosotros en hacerlo, pero la intensidad de los momentos vividos y sentidos no permiten una visualizaci�n real de la situaci�n, cada segundo se multiplica en la memoria, el goce perdura y multiplica las sensaciones, todo este hecho est� inserto dentro de la perspectiva de la pasi�n, la subjetividad del deseo pierde el contexto de la realidad. Estos actos cuando se producen entre dos personas que conviven a diario en la misma oficina pueden exceder el marco del acto sexual para ser algo m�s y cuando as� suceden la realidad no ser� tal cual como sucedi�, sino como la recordamos para contarla, pero para ser sincero los hechos tuvieron mayor intensidad de lo que pude escribir, no encontr� palabras para explicar esas sensaciones que nos exceden�
Luego� el reconfortante caf� matinal, pero ya nada ser�a lo mismo.
Momentos m�s tarde la situaci�n se encauz� dentro de los par�metros de la rutina oficinista, la llegada del resto del personal, lo sucedido se mimetiz� con la rutina, hasta parecer casi normales.
Pero nada de eso era tan as�, dentro nuestro hab�an quedado ganas enredadas en los entresijos de la urgencia por consumar �in extenso� ese acto de urgencia pasional.
El reloj no marcha tan de prisa como el ans�a de la hora de salida, faltado un par de horas para el fin de la jornada laboral, la ansiedad puede sobre la prudencia, el deseo sobre la responsabilidad y todo junto se desliza por el tobog�n de la calentura. La hago llamar por el cadete de la oficina.
- Helena, usted podr�a hacer el favor de realizar esta gesti�n (entrego un sobre) -
ah� est�n las instrucciones. �Gracias!
El trato totalmente acorde al �mbito laboral, entendi� el mensaje, dentro del sobre hab�a solo unas l�neas que dec�an: �esp�rame en el bar� te alcanzo en un rato�. En su mirada entend� que tambi�n ella se hab�a quedado con sabor a poco.
Me desentend� de las tareas aduciendo una excusa de circunstancia, por mensaje de texto adelantaba que me esperara, fuera del bar. Ni falta que hizo explicar m�s, el albergue transitorio (hotel para parejas) que est� en camino a su casa, �mbito que dio cobijo al encuentro para atenuar el sabor a poco del �ma�anero�.
Levant� la falda, mis dedos reptaron hacia arriba, escurri�ndose hacia el despertar de sus muslos, donde la piel empalidece por robarle tiempo a las lamidas del sol, cubr� el abultamiento del pubis en el cuenco de mi mano. Ese gesto abri� el camino para que mi boca fuera en busca de la humedad que se desliza por tus muslos, buscar el origen de la vida, donde late el deseo, donde la saciedad es imposible, donde siempre queda el sabor poco.
El tratamiento bucal la puso a mil, la sub�a a la cima del placer, los gemidos y la tensi�n muscular la llevan hasta las fronteras del deseo, comienzan a recorrerla, estremece entre mis brazos, se debate en la intensidad de las convulsiones propias del cuerpo alcanzando el nirvana de la carne, est� llegando al momento m�gico de la plenitud y la liberaci�n volc�nica como remate de la tremenda excitaci�n sexual prodigada por mi.
Las manos astrujan la ropa de cama, la fiebre interna sec� su garganta y ahog� su voz, el gesto crispado y los ojos cerrados para sentir por dentro ese placer que se derrama como fiebre dentro suyo, se hace jugo en su vagina el fragor acuciante del orgasmo que la atraviesa y convulsiona, tensa m�sculos y tendones, arquea su cuerpo como mimbre, vibra y agita en la cuasi dolorosa tensi�n del orgasmo que la invade.
Reciprocidad de atenciones, se dej� rodar sobre el lecho, busc� mi sexo para saborear el arma letal de su placer, demostrar en tiempo y forma sus calidades y cualidades para hacer sentir al hombre el s�per macho, elevarlo a la categor�a de dios pagano cuando prodiga esas caricias bucales inigualables, por calidez y aut�ntico de sus ganas. Maestra consumada en manejar las sensaciones del hombre, puede con mi calentura. Se deja coger por la boca, disfruta ser tomada de los cabellos y apretada con el miembro del hombre que se est� comiendo, saborea, disfruta y se hace disfrutar en cada lamida, sabe donde y como acosar a la cabeza de la pija, robarle sus jugos primarios, sabe interpretar movimientos y contracciones, la presi�n de mis manos sobre su cabeza, la fuerza con que me impulso dentro de su boca, todo es tomado como marco referencial para el tratamiento maravilloso. Sus caricias bucales exceden la capacidad de resistencia y concentraci�n, la m�as se han perdido en las curvas del deseo.
- �Para! �Para! � alcanc� a decir con un hilo de voz
Gesticul� con la cabeza negando, m�s a�n, apur� el tratamiento y la paja al tronco del miembro se hizo m�s acuciante, m�s veloz, decidida a que me perdiera en el calor de su boca, derramarme en ella.
- �No! �No!, venite dentro, te quiero dentro, quiero sentir esa leche que me
pertenece�
Todo dicho a media lengua, sin sacarme del todo de su boca, la pausa de mirarse en mis ojos para ver como el hombre se deja ir manso, entregado a su hembra. Agita con seguridad y firmeza, lame y chupa intenso, acelera y apura el momento, siente y sabe que estoy llegando, la rigidez muscular le anticipa la proximidad de la venida, se la lleva dentro de la boca y sacude con fragor y velocidad, sacarme hasta la �ltima gota de semen. El final feliz est� en su tramo final, mis manos la empujan m�s adentro cuando el primer chorro estalla en su boca, el segundo y otros m�s, regula la fricci�n, sabe que luego del disparo importante debe suavizar las sacudidas, solo acompa�ar a vaciar toda la leche que ha conseguido con el sudor de su calentura. El final feliz�, libera la cabezota, abre la boca y muestra mi enlechada.
- Ahhh - se�ala el semen acumulado bajo su lengua. Muestra como lo traga y se
relame los labios para no permitirse ni una sola gota de mi fuera de su boca.
Me ha dejado las piernas temblando, por la emoci�n y la pasi�n puesta en este polvo que me fue robado en un alarde de poder, de querer tenerme dentro de ella.
Ped� unas cocas con hielo, obvio, prefer�a no llegar con aliento alcoh�lico, para no despertar sospechas. Las gaseosa sirven para bajar el semen que ha tragado y como interludio para la segunda parte del momento sexual que estamos disfrutando.
Volvimos a los mimos y las caricias, era tiempo de corregir la imperdonable omisi�n de rendir tributo a esas dos maravillas de carne latente, coronadas de pezones rosados, la octava maravilla hecha carne. Me acerco a ella para acariciar su o�do con las palabras carn�voras que desatan la locura hormonal se su cuerpo, anunciando que el momento del goce est� llegando. Mis manos hacen rapi�a de las carnes turgentes de sus pechos, insolentes senos que estimulan la malicia, enhiestos, apuntando al cielo con sus picas de cereza, desafiando ser mamados con la fruici�n y el deseo de un glot�n.
Sosten�a y estrujaba esas blancas carnes ansiosas de ser honradas, rendirles pleites�a y mamarlas con la intensidad de un vagabundo en el desierto al llegar a este oasis plet�ricos de lujuria, sus manos me llevan contra ellas, esconder mi lujuria en el valle de sus senos.
- �Despacio bebe, despacio!. No me dejes marcas imposibles de explicar. Mama y
chupa y todo , me gusta sentirte engolosinado con mis pechos. � exprime uno y me da a mamar. � As�, as�, chupe goloso m�o, �chupe la tetita de su mami�
Mis dedos lujuriosos empiezan su labor entre gemidos y suspiros entrando en su vagina. Ataco el punto m�gico, el cl�toris, sin pausa, dulcemente, sus gemidos traducen el t�mido lenguaje del deseo, toma mis manos y conduce los dedos dentro de su sexo, pide que mueva, r�pido, fuerte y profundo.
Su mano busca mi pene, caricia suave al principio, en unos segundos pasa de la m�s absoluta dulzura a la m�s absoluta locura, agita de un modo incre�ble, desenfrenado, sacude de arriba a bajo buscando llevarlo hasta m�xima erecci�n.
Es tiempo de besarla en el centro de la cueva, lamer entre los labios ardientes, buscar el jugo divino de la pasi�n abrasadora, mi lengua roza el cl�toris, lo desaparezco entre mis labios, mi lengua centelleante se mueve m�s que nunca hasta que me urge a ir por m�s�
- �Por Dios!, �m�tela!, no aguanto m�s� �Porfa! M�tela �YA!...
Con todas mis fuerzas me introduzco en ella y la saco, la meto y vuelvo a sacarlo. Nuestros cuerpos se juntan y se separan, mi piel, su piel, mis labios se comen los suyos. La locura se sirve dentro de su conchita, puedo sentir como su vagina estrecha mi verga con la fuerza de la contracci�n de los labios. La cueva est� m�s caliente, m�s lasciva su mirada, m�s h�meda su saliva, m�s agitada la respiraci�n, busca el abrazo cuando siente que se acerca al punto cr�tico, al borde del abismo, sin retorno. El final se acerca, sus gritos espantan los m�os, mi sudor resbala por su cuerpo. Se est� corriendo, un orgasmo a toda orquesta.
Respet� su silencio, pod�a sentir sus latidos que multiplican y repican el orgasmo, una y otra vez hasta perderse en la mara�a de contracciones, viaje sin escalas al relax, sencillamente maravilloso.
Tendidos de lado, �haciendo cucharita� la mi cabeza en su cueva, latiendo deseo, el vaiv�n suave de su hombre que no abandona el lugar donde se origina el fuego.
- Bip, bip, bip� �Shhhhh!� Hola, s�, si� en poco m�s de una hora� (cubre el
tel�fono con la mano) � shhh no te muevas tanto que agitas y se puede notar�
- Ah, ah, claro, si� s� claro.
- Bueno amor, un beso� Era mi esposo�, y� se me est� haciendo tarde. Pero�
aun no te has venido.. Ahora es tu turno y la seguimos� �Ma�ana? pero ahora vamos a terminar este polvo �si? Vamos dame esa lechita que me he ganado� creo..
- Seguro, y bien ganado lo tienes. Vamos a lo nuestro�
En posici�n de perrita, montarme sobre ella, y continuar el delicioso tr�nsito hacia ese final prometedor de todos los placeres. Pero� las demoras por el cambio de posiciones, sumado a esa venida tan intensa en su boca hac�an que demorara m�s de lo usual.
- Sabes� estoy tan caliente, que me est� costando acabar.
- S�, te siento bien duro, est� m�s r�gida que antes, me gusta como se siente, pero�
urge regresar a tiempo, es mejor no despertar sospechas, sobre todo ahora que esto reci�n comienza� S� que lo insinuaste con el roce de tus dedos. No s� como ser� sentirte por atr�s, la tienes bien gorda... Me asusta un poco, pero� conf�o en vos� Para que lo hagas pronto... ah, solo si eres tan cuidados y sin brusquedades te dejo� Ni falta hac�a explicarme m�s, la invitaci�n est� vigente. En el mientras tanto sec� su conchita con la toalla para ver si el exceso de fluido era lo que demoraba mi orgasmo.
- �Dame, dame m�s!...
El metisaca se hac�a mas sensitivo, m�s grato en el roce de las carnes pero la calentura era tal que me costaba venirme. Son esas veces que la intensa excitaci�n y el cambio de posiciones suele quedarse bien dura pero demora el final. Otra vez el:
� Ring ring ring, esta vez el tel�fono de la habitaci�n: - En 15 minutos termina su
Turno�
� Te das cuenta, otro m�s que nos avisa que debemos volver a la realidad. Ven por
atr�s, �por favor suave eh!
La verga untada en sus jugos, fui por atr�s. De rodillas, tendida, las nalgas bien empinadas, ofreciendo el hoyo virgen. Bien afirmado, la tom� con firmeza de los caderas, apoy� la cabeza en el centro del esf�nter. Colabora movi�ndose hacia atr�s y a los costados, ayuda a que entre m�s f�cil, mi calentura y el tiempo apremian, su deseo tambi�n colabora en dejarse hacer.
Entr� casi toda la cabeza, sosteniendo la presencia para hacerme lugar en el esf�nter, al primer empuj�n, mas jugos y m�s saliva permiten entrarle la cabeza y detenerme, avance y suspenso, casi toda est� dentro del canal. Una palmada en el gl�teo, m�s ruido que rigor, la desconcentra, envi�n preciso, todo el miembro dentro del ano. Un instante para sentir la calidez del estuche y comienza el vaiv�n.
El tiempo apremia, la calentura exige, Helena es consecuente con mi pedido de abrirse y cerrarse sobre el miembro, responde al tratamiento de sodomizado, se deja subir al carro del desenfreno. El d�o din�mico en acci�n, el tropel desbocado y alienado de dos seres perdidos en los laberintos de la lujuria buscando ese final feliz que se hace anunciar en las contracciones de mis test�culos.
La calentura que vive en ella disimul� la molestia del dolor inicial trocando en tolerable excitaci�n, sobrealimentada por mis expresiones de goce y la atroz calentura que me produce.
- �Por favor! �Qu� deliciosa sensaci�n!, qu� bueno es sentime as� gozando dentro
tuyo.
- S�, s�gue �por favor, no te detengas!, �si�gue, me est� gustando!. Te siento tan
feliz que el dolor de esa vergota ya ni me importa. �D�mela, d�mela toda!. �Quiero mi leche!
Nunca tan pocas palabras pudieron tanto, volcado sobre su espalda, montado en ella, me sent�a el mejor y m�s feliz de los mortales, domando a esta yegua. Asido de sus hombros, tomada desde abajo con mis manos, convertidas en tenazas que sosten�an con fuerza el cuerpo de Helena, hasta parecer un solo cuerpo, penetrada hasta m�s all� de lo posible. Se la saco hasta la puertita y me voy hasta el fondo, movimiento continuado, sin prisa pero sin pausa.
Met� mi boca bajo sus cabellos, justo ah� donde comienzan, ah� donde el moret�n de la mordida no es visible, el lugar preciso para que el macho deje su marca en la yegua sodomizada, el momento salvaje de la dominaci�n, el estado de gracia del macho posesivo.
- No me muerdas, no me dejes marcas, por favor �conserva un resto de lucidez en
medio de la zozobra que le produce todo este zarandeo.
- No hay cuidado princesa, no se notar� nada. Solo es dejarte la marca de tu due�o.
- �S� amo!
En plena cojida ten�a tiempo para el mimo, en verdad sent�a que era una gran mujer y mejor hembra. Me muevo en silencio, movimientos afiebrados y espasm�dicos se replican a cada instante, el final feliz est� en ciernes, todo est� dado para que en un instante m�s sea el de llegar a la meta.
- �Shhhhhh, shhhhhhh, meee� meee eeestoyyy� llegando amor�!
El primer chorro me sal�a desde lo profundo de mis ri�ones, sent�a como que se desprend�a una parte de m�, el prolongado juego sexual y la demora hab�an conseguido acumular la tensi�n que ahora encontraba la v�a de escape en regarla con la esperma que brota de mi ser como fin de una fiesta inolvidable.
Qued� dentro de ella, no quer�as sentir el dolor de la salida hasta que hubiera perdido algo de la dureza, tambi�n disfrutar esos latidos intensivos de la pija en el relax pos eyaculaci�n.
Luego, retornar a la realidad, la urgencia solo permiti� una r�pida higiene de las partes en conflicto, la bombacha tendr� que retener la venida en su ano. Ambos disfrutamos ese regalo, llevarse la eyaculaci�n dentro de su intestino.
Dentro nuestro sabemos que ya nada ser� lo mismo, entramos de la mano en ese tr�nsito a ese tri�ngulo amoroso que habitaremos hasta que algo o alguien nos lleve a la salida del cual no queremos salirnos por un buen rato. Disfrutarnos y hacernos disfrutar es el horizonte pr�ximo.
La historia no est� cerrada, aun queda bastante por transitar en esta relaci�n, que nos llen� de sorpresas y de placer.

En el mientras tanto de la continuaci�n nos gustar�a recibir las experiencias de otras muchas mujeres que transitaron por este delicioso momento de infidelidad y de cuernos, las estar� esperando en para compartir esos momentos. El pr�ximo cap�tulo ser� cuando su esposo descubra este desliz de su esposa y nos sorprenda haci�ndose parte de un tr�o tan impredecible como inesperado
Lobo Feroz



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Relato: Helena, naturalmente infiel y un cornudo complaciente. Cap. 1
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