Tengo
22 años. Soy de estatura media, moreno y, aparte de todo, un desastre
con las chicas. Mi última novia me había dejado hacía 2
meses. Como un año más, iba a pasar mis vacaciones de verano en
el chalet que mis padres tienen en las afueras de Madrid. La verdad es que hasta
entonces todo había sido un rollo, pero la situación cambió
de forma radical desde que a mis padres se les ocurrió la idea de dar
una fiesta e invitar a todos los vecinos.
Era Sábado y estaba atardeciendo. Hacía un día estupendo,
no demasiado caluroso. Comenzaron a llegar los invitados. Los primeros fueron
Pepe y Concha, amigos desde hace muchos años de mis padres. Él
debe tener unos 50 años, pero Concha es más joven o, al menos,
lo aparenta. Es morena, con algunos kilos de más, tetas caídas
perfectamente bronceadas y piernas largas y sensuales también muy bronceadas.
Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. Se le marcan los pezones
en el vestido negro que ha traído hoy ( No parece que lleve sujetador).
Después de ellos vinieron bastantes parejas más, ninguna demasiado
interesante … hasta que llegó SONIA. Sonia es una mujer separada,
amiga de mi madre, de unos 45 años. Desde hace años no dejo de
hacerme pajas pensando en ella; sólo verla me pone a cien. Es una mujer
de estatura media, media melena de color castaño claro, labios gruesos
muy sexys ( siempre pintados ) con tetas de tamaño medio pero con pezones
que miran hacia arriba, del tamaño de un guisante. Tiene caderas anchas
y un culito respingón. Siempre está perfectamente bronceada.
Había
venido con un traje de una pieza, de color crema, con la espalda al descubierto
y anudado al cuello. En cuanto entró en la parcela, no pude dejar de
mirarla; estaba para echarle unos cuantos polvos. Después de saludar
a las parejas que habían venido, vi como Sonia se acercaba hacia donde
yo estaba. Al llegar, me saludó y me dio un beso en la mejilla. Eso me
puso aún más caliente. Sólo pensaba en follármela.
Hablamos durante unos minutos, pero mi madre vino e interrumpió la conversación.
Me dijo que había que ir a casa a coger hielos para las bebidas. Puse
cara de enfado, pero no me quedó más remedio que ir y dejar de
hablar con Sonia. Entré en casa y me dirigí a la cocina.
No podía
dejar de pensar en ella. Me empecé a empalmar; me dolía la polla
dentro de los vaqueros. Me desabroché los botones del pantalón
y empecé a masturbarme, pero me dio corte por si alguien me veía,
así que me fui hasta el servicio y me hice una paja tremenda pensando
en Sonia en cuestión de segundos, ya que estaba muy caliente. Volví
a la cocina para sacar los hielos del congelador. En ese momento, oí
detrás de mí unos pasos. Me di la vuelta, y casi me muero del
susto; era Sonia. Se acercó a mí y me dijo que mi madre le había
mandado a buscarme. Me ayudó a coger todas las bolsas de hielo del congelador.
Salí primero de la cocina y ella detrás. Cuando íbamos
por el pasillo noté, de repente, una sensación de frío
muy intensa en la espalda: ¡¡¡ME HABÍA METIDO UN CUBITO
DE HIELO POR DENTRO DE LA CAMISETA!!!. Me giré, y vi su sonrisa pícara.
Me levanté la camiseta delante de ella para sacarme el hielo y, de paso,
provocarla un poco. Su respuesta no se hizo esperar:
Vaya cuerpo que tienes - me dijo.
Intento cuidarlo lo más que puedo - le contesté.
¿Sabes lo que viene muy bien para mantenerse en forma?- preguntó.
Ni idea - dije, muy excitado.
Follar. Echar un buen polvo es lo mejor que hay para la salud. Sabes, hace un
par de meses que no me como una buena polla, y estoy bastante hambrienta.
Me quedé con la boca abierta. No sabía qué hacer. Sonia
siempre había sido mi fantasía sexual, pero nunca había
pensado en que se hiciera realidad. No estaba ni empalmado del susto que tenía.
Sin embargo, ella estaba mucho más activa. Todavía tenía
la camiseta levantada, así que se acercó más a mí
y comenzó a acariciarme con su mano derecha uno de mis pezones. Me empalmé
de nuevo. Me cogió de la mano y me llevó rápidamente a
mi habitación, en el piso superior del chalet. Cerró la puerta
y me dijo que me tumbara en la cama. Me ordenó quitarme los pantalones
y bajarme los slips. Yo estaba a cien, y no lo dudé ni un segundo; me
quedé totalmente desnudo, con la verga totalmente tiesa y con restos
de semen de la paja que me había hecho antes. Ella estaba totalmente
vestida. Comenzó a hablar muy excitada:
Uuuummm… Vaya pedazo de polla que tienes … es gordísima. Me
va a dar muuucho gusto metérmela en el chocho. Veo que estás a
cien … Tienes leche en la punta, ¿te has hecho una paja ahora?.
Me he hecho una paja hace un poco pensando en ti - contesté.
Ojalá hubiera estado allí para verte. Bueno, da igual, ahora voy
a disfrutarte entero. Quiero ser tu gran puta - respondió.
Se desanudó el vestido color crema por el cuello. En ese momento, sus
tetas quedaron al descubierto. Eran preciosas; no muy grandes, pero completamente
bronceadas, con grandes pezones que miraban hacia el techo de la habitación,
desafiantes. Mi erección creció aún más, me dolía
la polla y los cojones de tanta excitación. Sonia se quitó el
vestido por los pies: ¡NO LLEVABA BRAGAS LA MUY PUTA!.
Tenía el
coño depilado; sólo se había dejado una franja de pelitos
en el centro, de color castaño claro. Se acercó rápidamente
hacia mí y, sin mediar palabra, me cogió la polla y se la metió
en la vagina, quedando sentada encima de mí. Yo la agarré de las
tetas y ella comenzó a moverse arriba y abajo. Estaba a mil. Cuando estaba
a punto de correrme Sonia se paró y acercó su boca a la mía
para darme un beso y meterme la lengua hasta dentro.
Quedamos abrazados un momento
y después se separó y me dijo que la follara como la gran puta
que era. Comenzó, de nuevo, con un sube y baja frenético sobre
mi polla. Estaba totalmente ida. Mientras, yo masturbaba con mi dedo índice
humedecido con saliva su clítoris, que era pequeñito y sonrosado.
Sonia gemía constantemente.
Después de un rato, le dije que me
corría. Dijo que me corriera dentro, que le gustaba más, y que
no había ningún problema. En cuanto lo hice, Sonia se bajó
de mi polla y, viendo que estaba llena de semen y fluidos, la cogió con
su mano derecha y se la metió en la boca, dando grandes lengüetazos
y tragándoselo todo. Justo después, ordenó que me vistiera,
que había que llevar los hielos a la fiesta. Me guiño el ojo y
me dijo que mis padres deberían organizar más fiestas como estas.
FIN
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