Relato: Adi�s adolescencia, adi�s inocencia





Relato: Adi�s adolescencia, adi�s inocencia

Adi�s adolescencia, adi�s inocencia
Cap�tulo 9. Su apartamento. Peripecias de Rafael narradas por el Indio. Ella se fue a su apartamento dej�ndome con mi soledad y mis libros; me dediqu� a ellos concienzudamente, aunque su et�rea presencia no se apartaba de mi mente. Con los gauchos y los chapines decidimos el viernes darnos una ronda por el centro de Berl�n y nos fuimos a un local ubicado en el centro llamado GO IN que era propiedad de un hind�. La pasamos bien y gozamos bastante, muy pasada la medianoche nos echaron de all� y nos fuimos a otro sitio. Los chapines y los gauchos se volvieron a la residencia, yo me qued� con Jorge G�mez, el Indio y otros m�s, pues la noche era muy larga todav�a. Nuestro grupo se dirigi� a un bar-restaurante para seguir farreando porque era todav�a muy temprano. En ese refugio tomamos asiento, Medal pidi� cerveza para todos, Jorge G�mez ri� ir�nico, lo mismo el Indio Fl�rez. El nica Medal se arm� de su acorde�n e inici� un recorrido por el acervo musical latinoamericano. Los alemanes presentes aplaudieron y �l sigui� con sus interpretaciones hasta que lleg� la ca�a. Brindamos y el Indio Fl�rez se report� para contarnos una an�cdota de Medal. -"Co�o, p�renme bolas*, les voy a contar lo que le pas� al nica Medal con la pastuza -Pasto, est� en el sur de Colombia- que quiere estudiar optometr�a aqu� en Berl�n, sucedi� hace poco. Resulta que esa co�a es medio pendeja y g�evona. *Parar bolas = Prestar atenci�n.
Hace poco ella invit� al nica pa� que la visitara en su apartamento. Co�o, y �l se fue pa�ll� porque pensaba que iba a ser un polvo f�cil y r�pido, ja, ja, ja... Lleg� all� y la tipa le hab�a cocinado frijoles con arepas pa�qu�el nica se sintiera c�modo... Pero Medal iba a lo suyo y desde el comienzo le ten�a el ojo puesto a su culo; pero co�o, la tipa no daba nada, ni l�stima,. Y Medal ya se estaba arrechando porque quer�a carne virguita bien fresca, pero esa caraja no soltaba ni mal olor, ni siquiera un pedo. Entonces este nica co�o �e madre le invent� una historia fabulosa para convencerla de que se bajase las pantaletas y abriera las piernas...
Ja, ja, ja, ja. Medal le dijo que si no pon�a a funcionar ese hueco que ella ten�a en medio de las piernas, que entonces se le iba a llenar de telara�as y se le cerrar�a para siempre, y as� le ser�a imposible tener muchos hijos con su novio querido y lindo que hab�a dejado en su bella Colombia... La caraja no le crey� el cuento y no se dejo coger de Medal y �l se tuvo que comer los frijoles con las arepas y regresarse pa� la residencia a hacerse la paja; ja, ja, ja... Pero lo m�s arrecho pas� despu�s. Esto nos lo cont� Mar�a Cristina, la que bail� cumbia esta noche con el negro colombiano... Ja, ja, ja, no lo van creer...
Esa caraja se fue a la consulta del ginec�logo pa� preguntarle si era verdad que la chocha se le iba a llenar de telara�as si no se dejaba coger de Medal... Co�o, el ginec�logo se ator� y se sali� porque se iba ahogando de la risa; la pastuza dizque gritaba: <>... El m�dico volvi� pa� decirle que viniera otro d�a para hacerle un examen, y Mar�a Cristina la tuvo que sacar de la consulta porque se iba poniendo hist�rica gritando: ay mi noviecito, ay mi noviecito; todito es pa� �l no m�s"-. Nosotros nos desbarat�bamos a carcajadas oyendo la historia de la pastuza; Medal sorb�a tranquilamente su cerveza y re�a sard�nico sobre su an�cdota con la c�ndida e ingenua chica colombiana. En ese momento llegaron Mar�a Cristina y el negro Boni -Bonifacio Mosquera-. Mar�a Cristina nos corrobor� la veracidad de la historia narrada anteriormente por el Indio.
El Indio continu� con sus historias. -"Esperen y les cuento lo que nos pas� con el tico Rafael y su turca en una fiesta en la casa de la diosa* de Medal"-. *Esta chica, novia de Medal, ten�a ese apodo porque se consideraba intocable.
-"P�renme bolas porque esa vaina es pa� morirse de la risa... La diosa nos invit� a su apartamento pa� comer, cantar y bailar. Ella se ofreci� pa� cocinar; ah, y pod�amos llevar nuestras amigas... Co�o, entonces el tico Rafael llam� a su turca pa� que fuera con �l a esa fiesta... La diosa invit� a unas amigas suyas pa� que estuvi�ramos emparejados y bailar sin peos* y no estarnos peliando por las carajitas de cada uno. * Problemas.
Co�o no joda, cuando llegamos a su apartamento ya ten�a tremenda mesa llena de comida, y ca�a que jode, pa� morirse de la pea; y las carajitas que hab�a invitado estaban mucho lo ch�veres. El nica Medal sac� su guitarra y toc� unas canciones pa� alebrestar el comienzo de la cena. El tico Rafael sali� a bailar con su turca y se sorb�a la ca�a de la botella con pitillo; co�o, ch�vere; bail�bamos, com�amos, tom�bamos ca�ita y volv�amos a comer, todo ch�vere, sin peos; sal�... Lleg� la hora de acostarse porque ya era muy tarde y entonces se arm� el coge culo, pues no sab�amos ad�nde �bamos a dormir y ya est�bamos bien peos. La diosa ten�a unas colchonetas, las sacamos de su cuarto y las repartimos en el suelo del comedor. Las amigas de la diosa se fueron y quedamos solamente nosotros, el tico Rafael con su turca y Medal con su diosa.... No joda, y esa caraja fue y se puso un yin -jean- pa� dormir; ja, ja, ja, el nica se tuvo que hacer la paja esa noche... Nos acostamos y ella apag� la luz; de repente la turca comenz� a chillar: <>
Cooooo�o, el tico se la estaba cogiendo ah� mismito, al ladito de nosotros; la diosa le dijo al nica que el tico le estaba entrando a co�azos a la turca; que la defendiera... Medal se cag� de la risa y le aclar�: <>... Ja, ja, ja y el tico le ech� su polvo a la turca, entonces le dio s� -sed-; ja, ja, ja, ja, y se levant� en cueros pa� sacar un perolito de cerveza de la nevera, abri� la puerta y se hizo la luz... Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja... En la pared se reflej� su sombra; ja, ja, ja, ja... Su machete se proyect� en la pared, parec�a el moco de un elefante, ja, ja, ja... Y la diosa se horroriz� porque el tico dizque era muy vulgar, ja, ja, ja; entonces el nica le grit�: <>.
Ja, ja, ja, el tico se acariciaba su machete como haci�ndose la paja, se rascaba las bolas y tomaba ca�ita, se re�a y tomaba m�s ca�a hasta que por fin se acost�... Y la turca sigui� chillando porque el tico ten�a mucha pea y no terminaba de cogerla... Bueno, por fin la polvi� y se durmieron; pero coooo�o, qu� pea tan borrascosa la del tico Rafael... La turca se fue antes de que nos despert�ramos para que no la vi�ramos. El tico roncaba como un le�n ah�to de tragar; respiraba por arriba y por abajo descargaba una catarata de peos venenosos y podridos; ja, ja, ja, ja"-.
Nosotros todos no par�bamos de re�r y carcajearnos con los cuentos del Indio Fl�rez. Jorge G�mez pidi� la cuenta y pag� con un billete de 100 marcos -25 d�lares en aquellos a�os-. Extra�� mucho que tuviese tanto real en el bolsillo, pues nuestra vida de estudiante estaba plagada de escasez en las finanzas. Sonri� despreocupado, coloc� el billete en el platillo del camarero, y hasta le dio una propina. El camarero regres� con el vuelto, G�mez lo mir� y pidi� una ronda m�s. Harto bondadoso estaba. Medal se arm� con su acorde�n e inici� un vallenato; Mar�a Cristina y Boni se miraron p�caros y saltaron a bailar la m�sica de su pa�s. El contoneo voluptuoso de ambos, la mezcla de la pareja; ella morena y �l m�s negro que una noche de Macumba llamaron la atenci�n de los presentes formando un c�rculo a nuestro alrededor. Medal, junto con el haitiano llamado Antoine, le insufl� �nimo a la noche con una cumbia famos�sima por aquellos a�os, su t�tulo es La pollera color�. Mar�a Cristina y Boni bailaban, beb�an ron y Boni sosten�a un cirio en una de sus manos, como debe ser al bailar la cumbia. G�mez ped�a m�s ca�a. Harto bondadoso estaba. Eran marcos que le hab�a prestado un brasilero apodado To�ito y los cuales Jorge nunca le regres�, ja, ja, ja, ja.
Su intento
Luego de esa pea ol�mpica en el GO IN los acontecimientos diarios retornaron a la cotidianidad en mi vida. Regres� a mi covacha el domingo en la tarde, pues hab�a pasado el fin de semana en la residencia de Baide y Alvarado para distraerme y para ver a otras personas, otro ambiente, otras an�cdotas. Baide era muy amigo de Tano y se carteaba con �l. Me cont� que �ste le hab�a escrito que vendr�a en navidad, pero no sab�a a�n la fecha exacta porque ten�a un par de ex�menes arrechos. Al abrir la puerta de mi cuarto hall� una nota en el piso que me hizo revolotear el coraz�n y al mismo tiempo arrepentirme de haber estado ausente esos dos d�as. La Hermosura me hab�a estado buscando y, l�gico, no me hab�a hallado. Me solicitaba que la llamase para ver cu�ndo ir�a por su apartamento. Le�a yo la nota cuando o� unos pasos acelerados, era Arodi: -"chingao, esa chica, la muy rechula, estuvo el s�bado en la tarde esper�ndote bastante rato parada aqu� en la puerta tuya. No nos acept� esperar en ninguno de nuestros cuartos y se larg� algo medio triste, y medio enfadada... Ahhh, ya encontraste el papelito que te dej�... Estaba muy rechul�sima chingao, con botas altas y un vestido enterizo de falda corta que le dejaba ver bien ese culo tan orgulloso que tiene, y las tetas se le notaban muy bien; bueno pues, ven�a dispuesta a seducirte ya; y ese pelo negro muy suelto que le colgaba por toda la espalda, puuuchale chingao, y esos ojos tan verdes que ya te quieren quemar, no pues chingao, qu� suerte la tuya; preg�ntale a Bruno, Meno y Ramos, ellos tambi�n la vieron aqu� parada... Huyyy chingao, la tienes loquita pues, ja, ja, ja; que la llames hoy en la tarde"-.
Me olvid� de los picarescos comentarios del chap�n, me olvid� del fin de semana anterior y volv� a la realidad record�ndome de su presencia ausente; mir� mi reloj y corr� como una exhalaci�n hasta el edificio central rogando porque estuviese en su morada. Mis dedos temblaban de la emoci�n y no atinaban a insertar las monedas en la ranura del tel�fono. Lo logr� por fin y marqu� su n�mero, esper� unos eternos segundos mientras o�a el aburrido tuu, tuu de la l�nea. Clac; se oy� su voz: -" s�, �qui�n habla all�?"-. Gracias dios m�o dije mentalmente y la salud�; ella me reproch�: -"Agturro, te busqu�, pero no te encontr�, �d�nde estabas?"-. Me excus� explic�ndole que hab�a estado de ronda con algunos amigos, entonces m�s reproches de su parte: -"estuviste cerca de mi apartamento y no pasaste a saludarme, �por qu�?"-. Me enred� en una mara�a de excusas que ella acept� riendo: -"ja, ja; estuvieron celebrando, pero t� deber�as estar estudiando y preparando el examen, pues es bastante dif�cil, eso lo sabes t� muy bien"-. Call� unos largos instantes ya que hab�a tocado la m�dula de mi preocupaci�n; ella rompi� mi silencio: -"yo te hice una proposici�n cuando me permitiste que me alojara en tu cuarto, �te acuerdas?; pues todav�a est� vigente, precisamente para que no te pase lo de este fin de semana"-.
Me defend� dici�ndole que la hab�a llamado, pero ella no estaba, se disculp�: -"s�, es cierto, el viernes estuve con mi amiga estudiando y llegu� muy tarde, perdona; hoy estoy y me hallaste... Sabes, el pr�ximo fin de semana puedes venir; claro, si quieres. Hablamos el jueves a esta hora y nos ponemos de acuerdo para que vengas y estudies, en lugar de irte a farrear y celebrar con tus amigos; �te parece?, dime, �s�? ..."- <>, fue mi respuesta. La coordinaci�n de mis movimientos se redujo al m�nimo y no atinaba a colgar el tel�fono en su gancho. Mi cuerpo temblaba literalmente. Clac, y la argolla del auricular calz� por fin en el gancho del aparato. Recog� la nota para guardarla en mi peque�o estuche en donde guardaba mis recuerdos de aquella �poca. Sal� del edificio central con la vista centrada en los cuadrados del piso.
En el balc�n de la cocina estaban Ramos, Arodi, Bruno y Meno, mis grandes amigos de aquellos ya remotos a�os. No me dejaron seguir hacia mi covacha, tuve que entrar a la habitaci�n de Arodi para ser bombardeado con sus preguntas. Bruno, mi gran amigo bonaerense, inici� el interrogatorio: -"dec� che, �qu� te dijo?, �la vas a coger otra vez?, �ir�s a su apartamento a darle fierro?, �s� o no?, habl� che Arturo; acord�te que a finales de enero nos vamos a la samput�sima mierda"-. Y nuevamente la misma amenaza como en el curso de idioma; el tiempo apremiaba, se acababa. �Qu� arrechera! Meno no quiso quedarse atr�s: -"s� che, aprovech� ahora porque despu�s no se sabe si nos toca hacernos la paja d�a y noche. Che, y da igual que haya sido la piba del pelotudo �se; y que se vaya a la mierda por boludo, cog�tela; ja, ja, ja, ja"-.
Arodi silenciaba sonriente, Ramos dejaba que sus ojos ind�genas expresasen sus pensamientos. Para salir del paso y para que la noticia no se expandiese como <> asent� mudamente y les solicit� guardar silencio; <>. Se otearon p�caramente y Bruno prorrumpi� en alabanzas: -"che, che, magn�fico; la puta que lo pari�; pre��la, pre��la pa� que el boludo �se se muerda el culo de la envidia; el en dos a�os no pudo y vos en dos semanas s�; pre��la"-. La idea o proposici�n de pre�arla la desech� en ese momento, pues no me significaba nada porque con ello s�lo se enredar�a mi vida. Ya Tano me lo hab�a dicho meses atr�s textualmente: <>. Al recordar los elogios de Tano me ruboric� interiormente, mas nadie lo not�. Entonces Bruno propuso que celebr�semos con vino y ca�a ese futuro acontecimiento; mas yo hab�a tenido suficiente distracci�n y diversi�n ese fin de semana y precisaba descanso total.
La primera noche en su reino
El viernes amaneci� horriblemente borrascoso, pero hube de ir a mi pr�ctica en la AEG. Retorn� a mi covacha tarde en la tarde para arreglar mis aperos. Mis nervios no me permit�an coordinar las ideas ni los movimientos. Estaba hundido y ensimismado en mi preocupaci�n cuando tocaron a mi puerta. �Qui�n ser�?, me pregunt�, no esperaba a nadie. Quiz�s era ella por tel�fono para cancelar la cita a causa de sus estudios u otras razones personales suyas; abr� la puerta: -"chingao, soy yo, Arodi"-. �Ah, mi gran amigo!, all� estaba �l alegre: -"vamos chingao, yo lo llevo en el carro; afuera nos est�n esperando los argentinos"-. Qu� gran amigo fue Arodi... Ja, ja, ja, co�o. Un cortejo me acompa�ar�a hasta el centro de mi querida Berl�n, como llevando la novia ante el novio, s�lo que en este caso era totalmente lo contrario. No pude contener una sonrisa ir�nica. El Chap�n me aupaba: -"vamos chingao"-. Le di un vistazo a mi covacha y sal� de ella sin saber cu�nto tiempo estar�a por fuera. A�n a�oro ese cuartico berlin�s. En el estacionamiento nos esperaban los alborozados gauchos. De camino hacia el centro ellos no cesaban en auparme con su lenguaje mordaz y crudo. Yo me entreten�a reflexionando si ten�a todos mis libros; el fin era estudiar y estudiar. De la radio emanaban flotantes las melod�as de una joven cantante alemana que hab�a muerto pocos meses antes en un accidente automovil�stico, Alexandra se llamaba. Su melod�a que llevaba como t�tulo <> me envolv�a. �Yo, el Gitanito? Bruno no hallaba qu� hacer con sus lentes a la John Lennon, Meno cascabeleaba verbalmente: -"che, qu� suerte la tuya, primero esa mujer y luego el infierno, es pa� morirse ahogado entre sus piernas chup�ndosela; sab�s che, se la chup�s y te sorb�s todos sus jugos, despu�s le arranc�s los pelos de la concha uno a uno; va la que lo pari�, ja, ja, ja. Y le pas�s la lengua desde su gallito hasta su culo divino, y le das mordisquitos por ah� pa� que se te encaracole y ya despu�s le pod�s hacer todo lo que vos quer�s, darle fierro por esa conchota y por ese culo tan provocativo y seductor que tiene; hasta te lo mama si se lo ped�s, che, qu� empanada, pa� tenerla clavada un buen rato y llenarla de leche calientita... Y esas tetazas, pa� mam�rselas toda la noche; che, ech�le unos buenos polvazos... Ja, ja, ja"-.
En medio de todas esas crudas alusiones y anotaciones suyas llegamos al centro, Arodi enrumb� hacia la calle en donde ella viv�a; de pronto Meno aull� desesperado: -"che, all� est�, mir�; como en la torre de la Bastilla, esperando que la asalten y la tomen; boludo, tom�la y asalt�la; and� boludo, and� y te adue��s de esa bastillota como en la revoluci�n francesa; aprovech�, pues en las revoluciones lo primero que hacen los soldados es coger a las mujeres pa� que prueben otra bayoneta bien calada... Y che, esa piba ya tiene varias semanas que no la cogen, ha de estar ansiosa de que le metan un fierro bien duro por alante y por atr�s...
Y sab�s, ahora la ha de tener bien estrechita por la convalescencia; ja, ja, ja, che, y la puta que lo pari�, vos ten�s una suerte con las pibas, qu� boludo; y nunca habla, s�lo las mira... Che Meno, nos tendremos que te�ir el pelo de negro y ponernos lentes negros de contacto pa� que las minas caigan; qu� hijo de puta; �viste la rubia all� en la tele?, que si apagan las luces se deja coger ah� mismo; �viste c�mo este caribe�o le sobaba las piernas?, que si hubiese tenido falda le mete la mano hasta la concha; y la piba ni se mov�a, se dejaba hacer mientras �l le dec�a boludeces sobre el reportaje, �y viste?, le agarr� la mano que �l le met�a y se la apretaba, pero no se la quitaba; la qu� lo pari�, y esa rubiecita quer�a m�s de un manoseo; quer�a una pinga bien parada que la clavara... Mieeeerda"-.
En el balc�n de un peque�o apartamento se plantaba una maja mujer de pelo negro lacio apoyando sus manos sobre la baranda f�rrica de su miniterraza. Me qued� parado en el centro de la calle; sus ojos me escudri�aban, los m�os la admiraban. Un �ndice suyo me se�al� para que entrase al edificio, camin� lentamente en su direcci�n, me tropezaba con todas las piedras y ladrillos de la calzada, ella ve�a serena. De su apartamento se escapaban notas musicales conocidas, prest� atenci�n y comprend� qu� grupo era: los Beatles, y la canci�n: Let it be... Sub� las escaleras presa de un nerviosismo casi hist�rico. �Qu� me esperaba? Estudiar... Introduje la llave en el cerrojo de su apartamento y entr�. Ella estaba vestida con ese traje marr�n moda saco que era horrible pero permit�a admirarle toda la perfecci�n de su excitante curvil�nea silueta. Caminaba lenta y nerviosa por el centro de su, muy bien, amueblado refugio. Cerr� la puerta tras de m�, mi malet�n cay� pesadamente al piso, mis ojos trataban de sostener la intensa y firme mirada suya, aquellos ojos verdes me horadaban, finas lianas de su cabello negro se posaban sobre sus hombros, sus carnosos labios se entreabr�an sensualmente invitando a ser besados cari�osamente, sin her�rselos ni maltrat�rselos; mi humanidad era dominada por un intenso temblor interno. Quebr� el silencio aproxim�ndose lentamente para estrecharme rozando mis fr�as mejillas con su sensual y carnosa boca: -"uhmuah, est� bien que hayas venido; pero no te quedes as�, ponte c�modo; dame tus cosas, �trajiste la m�sica?"-. Asent� mudo, le entregu� los elep�s, los revis� y se mostr� encantada apretuj�ndome hacia ella pudiendo yo sentir el calor de su piel y aspirar su aroma: -"s�, s�, s� estos mismos era los que quer�a volver a escuchar, gracias por haberlos tra�do; pon tus libros en la mesa... �Ya cenaste?"-. Negu� sin palabras el haber cenado o comido algo.
No sab�a c�mo comportarme; este apartamento era mucho m�s grande que mi celda de 14 m2; estantes y anaqueles repletos de libros se adher�an a la pared, una butaca rellena de aire esperaba en el piso que la ocuparan, el sof� transformable en cama estaba al otro lado de los anaqueles, en �l reposaba un regulador de la luz. Su voz me sac� de mi ensimismamiento: -"dame tus cosas, pon la chaqueta en la percha, si�ntate mientras yo preparo unos panes y cenamos; por favor, pon uno de tus LPs"-. Tom� uno de Luis Alberto del Paran� -este paraguayo muri� en Londres con la barriga llena de plomo porque se fornicaba a la mujer del embajador guaran� en aquella ciudad, y �ste se enfad� hartamente- dej�ndolo girar para complacencia suya. Trajo una bandeja con panes, queso, embutido y t�. Mi silencio era sepulcral, no sab�a qu� hacer, hasta tuve la idea de regresarme a mi residencia en Wedding. Ten�a calor, me sent�a sofocado, ahogado, hab�a perdido mi voz; ella me oteaba, mas silenciaba comprendiendo que su deslumbrante presencia me acorralaba, me sent�a intimidado y cercado porque yo no sab�a c�mo reaccionar. Se sent� cruzando sus piernas provocando un calentamiento en todo mi cuerpo, pues su falda se ech� bien hacia atr�s dejando a la vista las carnes prietas de sus seductores muslos; las volvi� a cruzar acomod�ndose en la silla, sonri� picarona y coqueta tratando as� de juzgar mis reacciones debido a que me dejaba admirar la carnosidad desde sus rodillas hacia arriba. Divinas eran.
Sirvi� una frugal cena, se percat� de que el t� no era mi bebida favorita, indag� curiosa: -"�qu� prefieres?, �un caf� o un vino tinto?, �una cerveza?"-; yo cabeceaba afirmativamente a cada cuesti�n suya provocando su hilaridad: -"ja, ja, ja, Agturro, dec�dete por alguna bebida, dime qu� quisieras beber"-; murmur� secamente: -"un batido de mango"-. Ri�: -"ja, ja, ja, ja, Agturro, las frutas tropicales son muy caras, y no tengo licuadora, ja, ja, ja; te har� un caf� con leche"-. Me encog� de hombros aceptando su oferta, retorn� pronto con la infusi�n; yo masticaba indiferente el s�ndwich. Me sent�a mal, muy aburrido; me anim�: -"anda, b�bete el caf�, te lo prepar� con bastante leche para que no te d� insomnio"-. Ella se percat� pronto de mi negativo estado an�mico; me indag� curiosa: -"�qu� te pasa?, �te sientes mal?"-. La observ� directa a sus esmeraldadas pupilas y desvi� mi vista hacia los libros, comprendi� de inmediato: -"�ah, el examen!; bien, cuando termines de comer yo te ayudo, te hago preguntas y t� respondes, �s�?"-. Asent� calladamente, ella sonri� comprensiva. Llev� los trastos a la cocina y volvi� pronto, se sent� en el sof�-cama arrastrando su excitante trasero sobre la s�bana al tiempo que trataba de taparse sus firmes muslos con la almohada, pues la corta falda de su vestido se los cubr�a solamente a duras penas, su blanca pantaleta me gui�aba entre sus incitantes piernas a cada movimiento suyo hundi�ndose entre los pliegues de sus ingles y de sus gl�teos, por fin logr� acomodarse tap�ndoselas con la almohada mientras sonre�a casquivana, embrujadora; todo mi cuerpo era recorrido por un calorcillo que me pon�a en vuelo al verle esas carnes �ntimas suyas tan tersas y seductoras, uffff. Qu� calor. Qued� satisfecha con mis respuestas y de paso me aconsej� c�mo mejorar la pronunciaci�n de esas palabras t�cnicas.
A�n era temprano y me propuso que comprara un par de cervezas en el bar exactamente debajo de su apartamento. Fui muy r�pido al sitio y las compr�, sub� aceleradamente para entreg�rselas. Se qued� mir�ndome seria y reprochona al tiempo que cruzaba sus piernas cubiertas por la frazada neg�ndome as� el placer de admir�rselas; yo no comprend�a su actitud y sosten�a las dos botellas en mi mano derecha; muy segura me indic� verbalmente: -"Agturro, por favor, sirve las cervezas, en la cocina est� el destapador y los vasos; tr�elos y te sientas a mi lado"-. Seriedad suya. Record� all� entonces las frases de Tano: <>. Tano, Tano, mi gran amigo... Corr� a la cocina con las tintineantes botellas en mi mano derecha; hurgu� en sus cubiertos buscando el destapador, lo hall� por fin; del armario me rob� dos vasos, cerr� la puerta del mismo y volv� a su lado. Dos cervezas bien temperadas. Saaabrooosas.
Mis ojos se me quer�an escapar de mis cuevas oculares. Solamente una dormilona transparente la cubr�a; las guindas de sus senos se ergu�an repletas excitadas por el roce con la seda, la frazada la cubr�a del ombligo hacia abajo, me imagin� su desnudez, con su �ndice derecho se untaba los labios entreabiertos con una cremita protectora haci�ndolos brillar e invitando a bes�rselos, su segura mirada crispaba m�s mis nervios in extremis... Las botellas tintinearon intensamente, los vasos le hac�an el comp�s acompa�ante, el destapador cay� ruidoso al piso, de mi boca emanaron densas babas. Casi se me caen las botellas. Mis rodillas tiritaban. Su clara y segura voz se escuch� entre la m�sica melodiosa del paraguayo Luis Alberto del Paran�: -"destapa las cervezas; ven si�ntate, ven"-. Muy lenta e inseguramente me fui acercando a ella, tom� asiento a su lado y le ofrec� la cerveza, tom� el vaso, bebi� de �l, lo coloc� en la bandeja, me observ� serena induci�ndome verbalmente a hacer lo mismo: -"anda, bebe, t�mate un trago de la tuya"-. Yo no sab�a qu� hacer en ese instante; ella resolvi� la situaci�n f�cilmente sac�ndome de mi embrollo causado por su aspecto excitante e incitante: -"ven y te explico mi plan para el s�bado... Sabes, en la ma�ana estudiamos, t� tus materias y yo las m�as; en la tarde tengo un partido de b�squetbol; si quieres, vienes, all� estar�n unas chicas muy interesantes, quiz�s alguna de ellas te llame la atenci�n; y despu�s pasamos una vespertina entretenida t� y yo, cocinando y oyendo tu m�sica; escuch� por ah� que preparas una lasa�a muy exquisita, bueno y nos bebemos un buen vino tinto; �te parece bien mi idea?, �uhm?, �s�? ".- Su nariz roz� la m�a.
Ante tanta insistencia y cari�os no pude negarme a su proposici�n; beb� de mi vaso un largo sorbo de la rubia cerveza berlinesa, lo pos� en la bandeja y la mir� directamente a sus refulgentes pupilas esmeraldadas, asent� a su idea: -"s�, s�, me parece bien"-. Nuestros ojos batallaban sin armas, ella tom� nuevamente la rienda de la conversaci�n: -"ponte tu piyama y ven a acostarte; dame el regulador de la luz, est� all� en el butac�n inflable"-. Se lo entregu�, la luz de la habitaci�n fue dando paso a la quietud de la penumbra; contempl� a mi alrededor buscando un sitio para colocar mi ropa. Ella me corrigi�: -"Agturro; anda y deja tu ropa en el estante a la entrada"-. Yo, como siempre, obedec�a a sus �rdenes cobijadas bajo el tono de insinuaciones. Volv� cubierto solamente por mi chor nocturno alias piyama. Ella hojeaba un libro x; me plant� ante su lecho para que me hiciese espacio, pues no era muy ancho. Alz� la frazada y mis ojos pudieron entonces admirar nuevamente la plenitud de su hermosura corporal refugiada tras su dormilona. Sus orgullosos senos, las l�neas delimitativas de su silueta curvil�nea, ya no ten�a la pantaleta cubri�ndole su cadera, su grandioso Monte de Venus se erig�a orgulloso con su rala vellosidad, los dedos de sus pies se retorc�an como tiritando; ella me sac� de mi ensimismamiento: -"�piensas dormir de pie?, ven, acu�state... Ah, por favor, apaga la calefacci�n, pues esta noche no la necesitaremos"-.
Ella me tendi� su mano hal�ndome hacia el lecho. Esta vez no le provoqu� su hilaridad, pues no me tend� a su lado con ropa y zapatos. En algo hab�a madurado ya mi manera de ser ante ella; gateando me tend� a su lado, me cubri� con la frazada. Nuestras pieles se rozaron, abrazaron, besaron intercambiando sus calores, especialmente el m�o que era abrasante. Frot� su nariz sobre la m�a mientras murmuraba una sola frase: -"est� muy lindo que hayas venido; �no te parece bien estar aqu� en esta tranquilidad?"-. Mi respuesta fue un abrazo tremendo para estrecharla m�s hacia mi cuerpo, s�, muy cierto, la ten�a en mis brazos; ella se quej� socarrona: -"ayy, d�jame respirar"-. De su equipo se esparc�an las notas sentimentales de los Beatles con su Let it be. Lindo, pens� yo y le bes� tiernamente la comisura de su boca. Nuestros rostros se apartaron al tiempo que la m�sica se apagaba. Susurr� melosa: -"durmamos, ma�ana tendremos m�s tiempo despu�s que estudiemos; muaahhhh, buenas noches, muah, apaga el tocadiscos por favor"-.
Volv� al lecho pensando en su frase <>. Mi cuerpo se escondi� bajo la frazada com�n; mis curiosas manos buscaron ansiosas su cuerpo, las suyas el m�o, apart� sonriendo p�cara mi masculinidad que merodeaba erguida por su Monte de Venus, la oprimi� firmemente, luego tom� pausadamente mis testiculos halando suave de su vellosidad, uno por uno los sopes� entre sus dedos como si quisiera saber cu�nto l�quido hab�a all� guardado; sus dos manos se apoderaron unos cuantos segundos de mi virilidad tante�ndola con harto cuidado al tiempo que mordeloneaba tiernamente mi boca y la punta de mi lengua, un instinto natural masculino me orden� intentar montarla para penetrarla y poseerla, ella rechaz� decidida esa nueva tentativa m�a susurrando una vez m�s su frase: -"ma�ana tendremos m�s tiempo, hoy estoy cansada y no me causar�a placer"-, entonces oprimi� mi pene por el glande masturb�ndome y bes�ndome con lujuria: -"est�s excitado, muah; as� te calmas un poco"-; mi excitaci�n era incontenible, el miembro empez� a catapultar lo cual la previno, su otra mano busc� en la mesita un pa�uelo y con �l lo envolvi� para que se depositase all� la eyaculaci�n; su mano sosten�a el miembro que bombeaba l�quido sin parar; ella busc� mi boca para invad�rmela con su voraz lengua: -"ugh, ugh, qu� excitado est�s, me gusta que seas as�, muahh"-. Yo me dejaba hacer porque no sab�a c�mo reaccionar o comportame; y no la quer�a enfadar.
Por fin ces� la eyaculaci�n, me limpi� expertamente el miembro con el pa�uelito y lo pos� en la mesita. Ese gesto me trajo a la mente la noche en mi ducha cuando me enjabon� las partes �ntimas como si las desease conocer. Yo la abrazaba, me dejaba besar y la complac�a t�midamente; me mir� fija con esa mirada que me hac�a perder todos mis sentidos, pues no sab�a qu� me quer�a decir, no pod�a diferenciar ni dilucidar si se trataba de seriedad o cari�o; sus manos se aferraron a mi espalda y me atrajo como si no quisiera dejarme escapar y tenerme estrecha a su lado para sentir mi piel sobre la suya: -"est� muy lindo que hayas venido, muah"-, me murmulle� al o�do por no s� cu�nta vez en esa oto�al noche; nuestras pieles se transmitieron mutuas sus calores; tibiamente nos hundimos en agradable sopor. Mi mente cay� en vac�o mental mientras admiraba sus p�rpados que se iban cerrando pausadamente cubriendo sus esmeraldas. <> me hab�a bisbiseado unos segundos antes sin yo poder interpretar ese mensaje suyo; todo era inc�gnito... Claro, todo el d�a estar�a a nuestra disposici�n, pero tendr�amos muchas cosas por hacer, en especial mi preparaci�n. Por esa raz�n estaba yo all�. Nada m�s. Nada m�s.

La etimolog�a

Crassshhhhhhhhhh. El ruido violento de un bote de basura que se estrella contra el �rbol m�s cercano afuera en la calle me despierta. Crashhhhhh, crassshhhh y otro crassssshhh m�s. No s� en qu� sitio me encuentro y debo orientarme en la matutina penumbra oto�al berlinesa. �D�nde co�os estoy?, �d�nde?, �d�nde?

Giro mi cabeza y veo que un cuerpo femenino, tibio y perfumado, respira muy pausadamente a mi lado; sus brazos me enrollan hacia ella. Mi mente empieza a despejarse y la realidad se apodera de ella indic�ndome que no estoy en el catre de mi humilde covacha sino en el lecho de su apartamento. S�, s�; es ella junto a m�. La Hermosura. Estamos hechos un nudo entrelazado de brazos y piernas; intercambi�bamos respiraciones y calores. Su cabello negro rozaba muy electrizante mi hombro. Su desnudez me avasallaba, pues durante la noche se hab�a librado de su dormilona, �sta yac�a a los pies de su lecho. Yo notaba su estrecha cercan�a porque mi masculinidad hurgoneaba ansiosa, buscando una meta para llegar. �D�nde estaba esa meta? �Cu�l meta era?

Poco a poco fui recobrando la claridad en mi mente, mir� la hora: 6:00 a.m. Hora de levantarme y estudiar, me dije. Me separ� muy calmadamente de su abrazo, suspir� y respir� profundamente sin rechazar mi gesto corporal. Era una madeja de carne y hueso que se dejaba manejar sin protestar. Me sent� en el borde de la cama buscando mis pantuflas, me las calc� y me fui a su ba�o para higienizarme, ducharme y sentarme a estudiar despu�s. Prepar� un caf� bien cargado para despejarme. Mis libros se abr�an sobre su mesa, mi regla de c�lculo esperaba ser puesta en actividad; yo le�a, calculaba, le�a otra vez y me concentraba en mi meta: aprobar el examen de admisi�n para ingresar al tecnol�gico. Beb�a del caf� caliente que yo mismo me hab�a preparado. De vez en cuando soslayaba hacia la cama y la ve�a dormitar; su voluptuoso cuerpo yac�a inerme en su lecho.

Alc� la mirada hacia su enorme biblioteca y hall� un l�xico sobre la etimolog�a de los nombre en el idioma alem�n. Camin� de puntillas para no despertarla, lo tom� y abr� para buscar su nombre y saber qu� significaba y de d�nde proven�a. Astrid, all� estaba el secreto de su etimolog�a. El nombre procede del escandinavo antiguo y significa <>. En el idioma sueco moderno es <>. Esos adjetivos revoloteaban por mi mente como mariposas juguetonas que buscan un sitio para posarse sin encontrarlo. Como turpial sin rumbo ni destino.

Record� de mis lecturas de las "Mil y una noches" a la princesa Suleika a quien se describe tambi�n como una amazona protegida. Las compar� y vi la gran diferencia; aquella Suleika es morena bronceada, ojos negros y cabello azabache extremadamente largo; esta deidad o amazona en Berl�n es trigue�a, de ojos intensamente verdes, mas tambi�n con cabello azabache. Una coincidencia. Mientras reflexionaba acerca de la semejanza entre ambas y sobre el de�fico origen de su nombre, sorb�a de mi caf� y la engull�a con mi vista al tiempo que repasaba mentalmente la cadena de hechos que me hab�an hecho aterrizar en su apartamento. Una divinidad amaz�nica. Qu� cosa tan incre�ble... Hoy en d�a ninguna ni�a tiene ese nombre, a menos que sean familias ultraconservadoras en el sur alem�n.

Riiiiiiinnnnnnn. De repente un sonido penetrante me saca de mi concentraci�n. Ella se despierta toda intranquila, me indaga qu� hora es, la calmo: -"las siete y treinta, es temprano"-. Con la frazada se refriega sus ojos e indaga preocupada: -"�qu� haces?, �desde qu� hora est�s levantado?, �por qu� no me despertaste?; yo tambi�n necesito estudiar"-. Call� y la admir�. Su cabello le descend�a en cascada brillante cubri�ndole sus hombros y leng�ete�ndole sus orgullosos senos; a�n dormitaba, escondi� su rostro.

-"Agturro, por favor, dame la levantadora que est� en mi armario"-. Sus palabras me sacaron de mi aturdimiento, fui hasta su escaparate para tra�rsela. -"Dame a probar de tu caf�"-. Le di mi taza con la poci�n humeante y protest�: -"noo, est� demasiado fuerte, toma"-; me la devolvi�. Segu� en mi traj�n mientras que ella se deslizaba descalza hacia el ba�o. El susurrar lluvioso de la ducha se oy�; me hund� en mis c�lculos. La ducha murmuraba lejana.
Regres� pronto envuelta en su levantadora, las gotas de la ducha a�n le chorreaban. Se sent� a mi lado critic�ndome: -"�desde qu� hora est�s despierto?, �no crees que exageras?; estudia ratos cortos e intensos, pero nunca largas horas"-. Mis o�dos se pusieron alertas, pues cada palabra suya era para m� una ense�anza. -"Ven, preparemos la mesa y vamos a desayunar, despu�s sigues estudiando; mira todas las hojas que has llenado de c�lculos y cuentas"-. Ten�a raz�n, la mesa estaba repleta de hojas desordenadas plenas de n�meros y combinaciones algebraicas. Qu� desorden tan arrecho.
-"Agturro, toma este marco y ve a la panader�a, c�mprate unos panecillos calientes para el desayuno por favor"-. Me escond� en mi chaqueta oto�al y fui volando a comprar los pancitos, al regresar entre al apartamento mordisqueando uno de ellos; ella, ya vestida con un su�ter blanco de manga larga, una minifalda negra harto corta que s�lo le cubr�a el inicio de los muslos, serv�a la mesa. S�lo faltaban los panes que sosten�an mis manos; la admir� enternecedoramente mientras me deshac�a de mi chaqueta.

Las melod�as de los Indios Tabayaras acompa�aron nuestro desayuno. Recogimos los platos para darle espacio a nuestros libros. La ma�ana transcurri� en un silencio obligatorio. Ella con sus libros sobre medicina; yo con mi regla de c�lculo y apuntes sobre �lgebra. De repente record� el plan para la tarde, su partido de b�squetbol, nuestra lasa�a y posterior cena: -"Agturro, las compras para cocinar esta tarde, apur�monos pues acu�rdate que a la una y treinta cierran los supermercados, ya son las doce; trae el canasto y vamos pronto; ohhh, casi me olvido"-. Ri�ndonos divertidos bajamos las escaleras y ella arranc� su escarabajo, yo rogu� porque no lo fuese a estrellar contra el primer sem�foro que se nos presentase por delante. Compramos los ingredientes necesarios para dicho manjar de acuerdo a mis indicaciones; carne molida, verdura variada, tomates, cebollas, pimentones, el queso molido; y el vino tinto, muy importante en este caso de la lasa�a. Ella compr� dos botellas de un vino italiano; ello me llam� la atenci�n pues no era ninguna borracha. Para la salsa Bechamel ten�a ella ingredientes suficientes en su peque�a cocina. En la panader�a cercana compr� un baguette bien tostado y unas rosquillas rellenas como abrebocas.

Ella luc�a alegre, parlanchina; estas facetas de su personalidad me eran extra�as porque en la residencia siempre estaba muy seria, as� como silenciosa. -"Pongamos todo en la cocina y nos vamos al partido; t� me acompa�as, �verdad?, �o te quieres quedar ac� solo estudiando?; sabes, mis amiguitas te quieren conocer"-. Su proposici�n no estaba mal, pues as� podr�a aspirar el ambiente universitario berlin�s; adem�s, ya hab�a adelantado mucho en mis ejercicios gracias a la calma reinante en el sitio. -"S�, s� voy, para ver si eres una gran deportista tambi�n"-. Esta frase m�a le caus� una sonrisilla picarona, se me acerc� sensual y pos� su boca en la comisura de mis secos labios: -"muah, te est�s volviendo muy malcriado"-. Un pellizco leve en mi muslo m�s cercano a su mano redonde� su breve caricia. Ambos re�mos silenciando. �Uyyyy, qu� ataque el suyo!

Continuar�. Cap�tulo 10. Final de un tunel.





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Relato: Adi�s adolescencia, adi�s inocencia
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