Relato: Inquilina



Relato: Inquilina

Por MAGDA


La verdad de las cosas era que la vida se me estaba dando con dificultades,
me hab�an despedido del trabajo por disminuci�n de mi productividad, dec�a el
papel que firm�. La verdad era que yo no hab�a accedido a las reiteradas
sugerencias de Don Pablo a que yo lo acompa�ara a comer el d�a s�bado y luego a
una agradable tarde de reposo en alg�n motel cercano y en el cual yo deber�a
demostrarle justamente mi productividad.


Realmente no tengo muy claro porque no acced� a la reiterada insinuaci�n de
Don Pablo,el hombre era atractivo y yo no soy justamente una mujer de principios
y bastante generosa en lucir mis atributos que por lo dem�s son bastante
evidentes.


El asunto es que me vi sin un ingreso importante para mi sustento, de modo
que decid� poner en arriendo el peque�o departamento con ba�o que esta as� como
anexada a mi casa.


" Arriendo departamento a se�orita sola", dec�a el aviso que publiqu� en el
diario


Estaba yo, ese domingo, en la ma�ana, a�n en mi lecho, leyendo el peri�dico,
cuando llamaron a la puerta. Por mera curiosidad me asom� a la ventana de mi
cuarto y desde all� observ� a la mujer que tambi�n con peri�dico en mano
accionaba el timbre.


R�pidamente me cubr� con un delgada bata y accion� el portero para que la
mujer pudiese entrar. Al minuto la ten�a frente a m�. Ven�a por el aviso de modo
que le mostr� el departamento y mientras ella lo examinaba yo me dediqu� a
examinarla a ella. Deber�a tener mas o menos la edad m�a, 35, era morena suave
con un cabello ligeramente casta�o Vest�a una falda ancha y larga que nada
permit�a deducir de sus piernas, pero una blusa tan ajustada que me dej�
inquieta porque sus pezones se pod�an dimensionar sin dificultad alguna y vaya
si eran insolentes. Estuvimos de acuerdo en el valor del arriendo y no s� por
que no cerr� el trato de inmediato, sino que le dije que yo la llamar�a.


Ella me contest� que estar�a encantada que yo aceptara y luego se despidi� de
m� con un beso que horas mas tarde a�n lo ten�a adherido a mi mejilla.


Esa tarde de domingo no pude concentrarme en la pel�cula que ve�a en la
televisi�n y la imagen de la mujer me persegu�a. Primero pens� que la hab�a
visto en alguna parte, luego que se parec�a terriblemente a mi t�a Luisa, a la
que no ve�a desde hacia cinco a�os, luego que al parecer era una antigua
compa�era de colegio, pero nada de eso me result� satisfactorio as� que deb�
admitir que era simplemente que la mujer de alguna manera me hab�a impactado.


Entonces, para darle un corte al asunto, marqu� su tel�fono para darle a
conocer que me hab�a decidido arrendarle, pero el tel�fono llam� repetidas veces
y nadie contest�. Me inquiet�, porque durante el d�a nadie mas hab�a acudido por
el departamento. Me di cuenta que solamente ten�a su numero de tel�fono y su
nombre, Sandra.


A las dos horas estaba francamente inquieta y ya no pensaba tanto en la pieza
sino en ella, recordaba que su voz me hab�a parecido muy suave pero firme, que
se sonrojaba levemente al hablar y que al respirar sus pechos sub�an y bajaban
con un movimiento inquietante, como si fueran de una consistencia el�stica y que
cuando camin� hasta la puerta de mi casa taconeando en forma decidida, sus
pezones marcaban el ritmo de sus pasos. Eso tambi�n me suced�a a m� a menudo y
record� que la sensaci�n era agradable, como seguramente lo ser�a para Sandra.
Pens� que la mujer ser�a una buena amiga, si logr�bamos entendernos, a pesar que
yo con las mujeres no me entend�a muy bien.


Volv� a pensar en la forma como se vest�a y deduje que deber�a tener feas
piernas y por eso usaba faldas largas. Mi experiencia me dec�a que las mujeres
que tienes pechos hermosos generalmente tienen piernas feas, lo que no era mi
caso puesto que yo estoy orgullosa de ambas cosas.


En estas reflexiones estaba cuando son� el tel�fono. Anhelante, corr� a
atenderlo, ten�a la respiraci�n agitada y deseaba escuchar la voz de Sandra,
pero al otro lado un var�n pidi� disculpas por equivocarse.


Decid� entonces volver a llamarla. Nerviosamente marqu� y ahora si su voz
suave me contest�.


Era ella.-


Le dije que hab�a decidido arrendarle a lo que me contesto que estaba feliz
porque el departamento le hab�a encantado y luego agreg�.


- Y tambi�n me encantaste tu Magda, pienso que si tu quieres quiz�s seamos
buenas amigas.-


No supe que contestar. Estaba muda, de modo que solamente atin� a preguntarle
cuando se vendr�a y me dijo que lo har�a al d�a siguiente.


Luego que cort� el tel�fono deb� admitir que algo me hab�a pasado, que algo
estaba cambiando y que de alguna manera me sent�a diferente, pero gratamente
diferente, que le estaba encontrando otro sentido al tiempo, que ve�a mi casa
diferente y que ya no me importaba nada haber perdido mi trabajo. Pero lo �nico
nuevo que hab�a aparecido en mi vida ese d�a era justamente Sandra de modo que
no me hice mas problemas y admit� que la chica me era agradable, que ten�a
muchos deseos que ocupara el departamento y que nos hici�ramos amigas.


Soy una mujer bien realista, eminentemente pr�ctica , que ha luchado en su
vida para conseguir lo que tiene y que anda de acuerdo a los tiempos. No tengo
tendencia a la reflexi�n sino m�s bien a los impulsos.


Esa noche, antes de dormir, al departamento que desde ma�ana ser de Sandra, y
le di los �ltimos toques, porque quer�a que a ella le gustara y luego decid�
meterme en la ducha antes de acostarme.


Me desnud� y la sensaci�n de mi desnudez, que tanto me gusta, me salud� como
siempre al desprenderme de mi ropa intima, solamente que esta vez mis pechos me
parecieron m�s erectos que de costumbre y el aroma que sube desde mi
entrepiernas, me pareci� mas intenso.


Bajo la ducha jabonaba mis tetas con deleite y de inmediato vinieron a mi
mente las de Sandra, pens� que ser�an como las m�as pero morenas. Me di cuenta
que yo casi no ten�a aureolas rodeando los pezones y que seguramente ella
tendr�a unas oscuras y grandes. Record� algunas fotograf�as en las revistas.
Sent� un cosquilleo y pude ver que mis pezones se hab�an dilatado en forma muy
elocuente. Los toque y estaban duros. El agua corr�a ahora por mis muslos
formando remolinos en mi sexo ,empapando mis vellos, y pens� como ser�a Sandra y
si su calzones se levantar�an como se levantan los m�os por efecto de mi mata de
vellos.


Esta ducha era placentera, muy placentera y cerrando los ojos me dej� llevar
por una enso�aci�n imposible.


El d�a siguiente no estuve en casa y cuando regres� tarde en la noche me di
cuenta que ya Sandra se hab�a instalado en su nueva residencia. Al poco rato
son� mi telefono y era Sandra que me dec�a que ya estaba instalada pero muy
cansada, que quer�a que cenaramos juntas al d�a siguiente y que me esperar�a en
la noche.


El d�a siguiente fue un d�a extra�o, estuve inquieta en mi trabajo, me fui
temprano y pas� por la peluquer�a, ped� un peinado distinto, no el de siempre,
me sent�a diferente. Al final me mir� y qued� complacida.


Ya en mi cuarto quise arreglarme de manera especial para la cena con Sandra,
seleccion� cuidadosamente todo lo que vestir�a, empec� por ponerme unos amorosos
calzones blancos. Me cubr�an apenas, mi mata de vellos se pod�a adivinar
facilmente, me conmov� al pon�rmelos, lo mismo me sucedi� cuando me puse el fino
sost�n, ten�a la clara sensaci�n de estar arregl�ndome para Sandra y en el fondo
era as�, no lo pod�a negar. Vest� mi delgada bata azul y luego de perfumarme
suavemente, sal� al jard�n para caminar los veinte metros que me separaban del
peque�o departamento de Sandra. Me dispon�a a llamar cuando escuche su voz desde
el interior dici�ndome que entrara que la puerta estaba sin llave.


Entre y volv� a escuchar su voz que me dec�a que la esperara por favor, que
estaba un poco atrasada. Era evidente que su voz llegaba desde la ducha cuya
puerta abierta me permit�a captar la sombra difusa de su perfil tras la cortina.


Si ya estaba rara por lo que me estaba sucediendo con Sandra, la situaci�n
descrita me alter� completamente. Le dije que estaba bien, que esperar�a sin
problemas y me derummb� en un sill�n llena de los m�s extra�os latidos
distribuidos por mi cuerpo entero.


Junte mis muslos para poder contenerlos en parte y not� que estaban h�medos.


Trate de pensar en otra cosa, pero el sonido del agua de la ducha se me hab�a
metido en medio de mis pensamientos y lo dominaban todo.


Imaginaba y casi podr�a decir que ve�a el agua corriendo por sus pechos,
invadiendo su sexo, mojando sus pelos pubianos, entrando en sus aberturas,
corriendo por sus muslos y me la imagin� jabon�ndose con deleite y tuve que
sujetarme para no correr al cuarto de ba�o. No lo pod�a hacer, pero si pod�a
imaginarla ah� a cuatro metros de m�.


S�. Yo le jabonar�a, le dir�a " amor m�o d�jame acariciarte, d�jame
entregarte estos pensamientos que me matan, me tienes hirviendo, te adue�aste de
mis sensaciones y a cada momento te tengo mas incrustada en mi.


" Amor, m�rame como me invaden mis r�os �ntimos,, que quieres que haga si mis
calzones est�n empapados, si mis pezones est�n por reventar mi sost�n, y me
lengua se desespera por recorrerte, por mamarte, por introducirse en tus
rincones secretos "


Estos pensamientoscomo visitantes extra�os e insolentes me ten�an quem�ndome.
Mi sexo se hab�a hecho independiente y ya no pod�a contener sus latidos y tuve
que llevar una mano all� , primero para constatar que mis labios estaban
terriblemente separados, que mi sexo era una fuente de l�quido caliente y luego
tuve que tomarlo con ambas manos y apretarlo fuerte y all� entre mis dedos
sentir como palpitaba y en ese momento me tumbe en el sill�n para apretarme con
todo el cuerpo mientras dos o tres dedos de mi mano me buscaban muy dentro para
darme cuenta que mientras mas adentro mas herv�a.


Sent� detenerse el agua de la ducha y volv� a mi posici�n normal en el sill�n
mientras mi entrepiernas parec�a desgarrarse entero.


Al momento Sandra, apenas cubierta por una peque�a toalla, apareci� en la
puerta del ba�o. Ten�a las piernas m�s perfectas que yo hubiese visto y uno de
sus tetas perfectas sal�a a un costado.


Mi interior se desgarr�. Sent� abrirse mi sexo como una almeja gigante y un
r�o caliente y denso brotaba de m� interior invadiendo sin piedad mis calzones
mis vellos y mis muslos en un orgasmo gloriosamente novedoso e intenso.


Sandra me mir� asustada.


_ �Te sientes bien Magda? Tienes la cara muy roja- me pregunt�.


Yo casi no pod�a hablar, rendida por la violencia del orgasmo.


-Estoy muy bien- querida- nunca he estado mejor- Pude murmurar.


Sandra entr� a su cuarto a vestirse sin hacer otro comentario.


Yo desde ese momento era definitivamente otra persona.


La relaci�n con Sandra se me estaba arrancando de entre las
manos y lo m�s desconcertante era que ella no se hab�a dado por aludida en
absoluto y en ning�n momento mostraba se�al alguna de darse cuenta de los
efectos que estaba ocasionando en mi. Se comportaba como una mujer absolutamente
normal, muy alegre muy delicada y muy femenina con una naturalidad que no hacia
sino provocar en mi una atracci�n que ya no sab�a como controlar.


Me dec�a que se sent�a estupenda con mi amistad y quer�a
cuidarla, al mismo tiempo que me hacia depositaria de las intimidades femeninas
que todas las mujeres compartimos. Me mostraba sus cosm�ticos, sus trajes y su
ropa intima lo que a m� me descolocaba absolutamente.


Una tarde me llam� para decirme que ten�a que salir, pero
dejar�a la puerta de su departamento sin llave porque vendr�an a reparar unas
cortinas y que por favor yo supervigilara ese trabajo.


Fue la oportunidad que yo estaba esperando para estar sola en su
departamento.


Apenas unos minutos hab�an transcurrido de su salida cuando yo
estaba en su cuarto embriagada por el perfume de Sandra que empapaba todos los
rincones.


Caminaba con mucho cuidado, como un ladr�n en busca de
escondidos tesoros. Todo estaba en orden perfecto. Pas� mi mano abierta sobre el
lecho impecablemente ordenado y la suavidad del cobertor azul me ocasion� un
leve temblor en el pecho.


Varias noches no hab�a podido entrar en el sue�o pensando como
podr�a yo tener a Sandra en ese lecho y mi mente afiebrada hab�a construido mil
fantas�as quemantes.


Con mucho cuidado abr� la puerta de su closet y extend� la mano
entre sus vestidos perfectamente ordenados, y acarici� su talle y met� mis manos
bajo sus faldones como si imaginariamente recorriera sus muslos que nunca hab�a
tocado. Abr� los cajones para sumergirme en la suavidad de su ropa intima
acarici�ndola con mis manos que estaban temblorosas por el deseo que estallaba
en mi. Entonces la idea apareci� en mi mente quemante con una claridad que era
imperativa.


Volv� hasta la puerta de entrada del peque�o departamento, le
puse doble llave y cerr� completamente las cortinas que esperaban para ser
reparadas. Una luz algo difusa le dio al cuarto un extra�o ambiente que aument�
mi inquietante excitaci�n.


Entonces con mucha lentitud, disfrutando cada paso comenc� a
desnudarme.


Frente al gran espejo del dormitorio de Sandra me despoj� de mi
vestido verde que dej� caer con ceremonia sobre la alfombra Contemple mi figura
imp�dica cubierta por los peque�os calzones y mi sost�n ce�ido.


Estaba m�s delgada, hab�a bajado de peso, yo lo sab�a porque
desde la llegada de Sandra mi apetito hab�a disminuido notablemente. Deb�a
reconocer que estaba m�s hermosa.


Me desnud� completamente. Al deslizar mis calzones por los
muslos mi olor de mujer en celo se apoder� de mi olfato completando el c�mulo de
est�mulos er�ticos cuyo �nico referente real era la figura perturbadora de
Sandra en mi mente.


As� desnuda, camin� por la habitaci�n, movi�ndome
voluptuosamente, ofreci�ndole mi cuerpo, todas mis formas a esa mujer ausente
cuya presencia embriagadora me envolv�a en mis evocaciones. Frente al espejo vi
mi imagen desnuda como la m�s deseable de las mujeres y me imagin� que era
Sandra quien me miraba desde all� Comenc� por acariciarme los pechos,
endurecidos por el deseo, redondeados por la pasi�n y aprision� mis pezones
entre mis dedos humedecidos por mi saliva, con tal violencia que se tornaron aun
m�s duros y m�s largos. Apretaba con fuerza, porque de alguna manera deseaba
producirme dolor, quiz�s el dolor de la consumaci�n imposible de la posesi�n de
Sandra.


Me acaricie entonces los muslos, met� mis manos entre ellos y
apret� las piernas con fuerza, como retendr�a sus muslos si ella alg�n d�a me
los brindara.


Mi cuerpo entero ard�a en un deseo que yo estaba llevando al
paroxismo. Sent� correr mis humedeces entre mis piernas cuando mis muslos se
rozaron al caminar hasta el sill�n sobre el cual descansaba su fino camis�n de
noche. Lo tom� en mis manos, absorb� su aroma y lentamente lo vest� sintiendo el
contacto de la tela fina como si fuera su piel deseada. Me sent� abrazada por
Sandra y acariciada por su contacto. Me tend� suavemente sobre su lecho
acariciandome el cuerpo entero por sobre esa prenda excitante y mis pechos mis
muslos y mis nalgas supieron de esas caricias con ese camis�n c�mplice suave y
tierno.


Mi sexo lat�a desesperado mientras yo me revolv�a en el lecho de
Sandra abrazada por el deseo incontenible de poseerla y trat� de calmarlo, de
sujetar el torrente de palpitaciones que emerg�an desde mi interior. Mi mano se
pos� con fuerza tratando de sentir el calor de ese volc�n pronto a estallar. La
fina tela se interpon�a entre mis dedos y la entrada de mi tubo vaginal quemante
y entonces meditadamente hice presi�n, toda la presi�n que emerg�a desde el
recuerdo invasor de la figura de Sandra. Mi mano me penetr� una vez, dos veces,
muchas veces, con dos, con tres o cuatro dedos dentro de mi , dentro de Sandra y
la tela de su camis�n se fue empapando de mi liquido denso y suave y viscoso en
entr� y sal� y me recorr� y me conoc� como nunca me hab�a conocido porque la
tenia en mi. A Sandra, estaba identificada con ella y ten�a su amor en medio de
mi gran abertura, que ahora generaba una contracci�n que se apoderaba de mi
cuerpo entero que se revolv�a sobre el lecho de Sandra mientras mi mano
terminaba de describir la inmensidad interna de mi sexo feliz.


Instantes despu�s estaba de pie junto al lecho en que hab�a pose�do su
recuerdo y extend� con mucho cuidado sobre la cama su camis�n adorado que luc�a
en su centro una gran mancha liquida desde la cual emanaba ese olor perturbador
que aun ahora dos d�as despu�s me sigue acompa�ando porque no quiero evitarlo.



Despu�s de la tarde en que la pasi�n me invadi� en el cuarto de Sandra ,
lejos de calmarse, mi inquietud logro alcanzar niveles casi paranoicos. Me
apostaba tras las cortinas de mi habitaci�n para verla llegar , me excitaba a
niveles molestos al verla caminar, mi frecuencia cardiaca aumentaba al hablar
con ella y en las noches no pod�a conciliar el sue�o si no me masturbaba con su
recuerdo.


Una tarde fui hasta su cuarto para convencerla que me dejase hacerle un
peinado, que yo estaba convencida, que le har�a lucir aun m�s hermosa de lo que
yo la ve�a.


Eso fue para mi un verdadero encuentro sensual. Ella hab�a lavado su
cabellera y con el pelo suelto y seco, y el cuerpo cubierto �nicamente por una
fina camisa , tomo asiento en la silla que yo le ofreciera frente al gran espejo
de su dormitorio.


Yo me situ� tras ella con la satisfacci�n que me embargaba de saber que, al
menos durante una hora la tendr�a para m� . Ella estaba muy alegre y yo ardiendo
y nerviosa.


Por un momento miramos una revista en la cual una hermosa mujer luc�a el
peinado que yo pretendia reconstruir en el cabello de Sandra . Sus muestras de
entusiasmo, demostrado por leves caricias alentadoras en mis mejillas , me
estremecieron y me dieron �nimo para presionarla suavemente acomod�ndola en la
silla, tom�ndola por la cintura y por primera vez tuve mis manos en contacto con
la curva de sus caderas, redondeadas y firmes pudiendo incluso tocar el borde
superior del diminuto calz�n, que era lo �nico, que vest�a bajo la tenue camisa.


Sandra se quedo tranquila y se dispuso a entregarse a mi pericia de peinadora
, cosa de la cual yo hab�a logrado convencerla.


Su cabellera era extremadamente suave, y el deslizarla entre mis dedos me
ocasionaba un placer superficial que se transmit�a a todo el resto de mi piel
que me recordaba el roce cautivante de su camisa de noche all� en su cama.


Mientras trataba de dar una forma nueva al cabello de Sandra varias veces
deb� tomar su rostro para acomodarlo a las necesidades del dise�o. Nunca hab�a
tocado su cara y esta sensaci�n me embriagaba a tal punto que sent�a palpitar
fuertemente mi coraz�n y mis magn�ficos pechos se agitaban bajo mi blusa tenue
muy cerca de su cuello.


Se hab�a apoderado de mi una agitaci�n creciente, porque nunca la hab�a
tenido tan cerca como ahora y ella parec�a entregarse pasivamente a mis
maniobras, Mis piernas temblaban suavemente y mis rodillas tend�an a doblarse.


De vez en cuando le dec�a algunas palabras relativas a sus preferencias sobre
peinados y cosm�ticos, pero casi no escuchaba lo que me respond�a pues mi mente
completa estaba invadida de un deseo de aproximaci�n a ese cuerpo que me hab�a
hechizado y no sabia como contenerme.


Yo interpretaba su pasividad como una muestra de aceptaci�n..


Desde mi posici�n pod�a ver sus pechos exuberantes y ese canal central que
destacaba sus formas , atra�a mi vista con tal fuerza que no lo pod�a evitar..


En un momento le pregunte si no estaba cansada de mantener su cabeza erguida
durante tanto tiempo y sin esperar su respuesta, quise aplicarle un suave masaje
en sus hombros desnudos. Ella no me hablo pero suspiro con suavidad cuando
inicie el masaje y su rostro reflejado en el espejo me indicaba que de alguna
manera estaba sintiendo placer. Seguramente era un placer suave y di�fano, nada
comparable con el goce arrebatador que me estaba embargando como consecuencia de
tener su piel en mis manos. Era como si en esa zona de contacto entre mis dedos
y su piel se estuviese generando una forma de energ�a diab�lica que me recorr�a
entera y que me hac�a superar todo tipo de temores e inhibiciones porque estaba
segura que esta vez no la dejar�a ir.


Ya casi no tocaba su cabello y me hab�a concentrado absolutamente en el
masaje cuya extensi�n estaba prolongando mas all� de lo necesario. Por otro lado
mis manos avanzaban poco a poco por su espalda y tambi�n por su escote. En un
par de oportunidades avanc� osadamente hacia la parte superior de sus pechos y
pude notar su consistencia. Sandra ten�a unos pechos que eran la mezcla perfecta
de consistencia y suavidad y esa sensaci�n me traicionaba de tal manera que
estaba a punto de perder el control. Por otro lado mis pechos inflamados de
deseo ya no se conten�an en mi estrecho sujetador de modo que sin que Sandra lo
notara, realice con pericia los movimientos necesarios para desprend�rmelo.


Volv� entonces al peinado. Aun no hab�an transcurrido diez minutos y ahora,
como producto de mis maniobras de peinado toque con mis pechos varias veces la
cabeza de Sandra. Mis pechos en cierta forma estaban ocultos por su cabeza de
modo que no pod�a verme en el espejo. De esta forma pude crear varias formas de
movimientos que aparec�an como casuales pero que en realidad eran plenamente
meditados por m�.


Pasaba mis tetas alternativamente por su cabeza mientras le arreglaba el
cabello, presionaba con una de ellas sobre una de sus orejas, o apretaba su
cabeza con ambas manos entre mis masas c�lidas y latientes. Ella se dejaba hacer
y a veces entonaba suavemente la melod�a de una canci�n de moda. En uno de eso
instantes volv� al masaje y ahora avance con cuidado hacia sus pechos sin llegar
a englobarlos completamente para volver luego al cabello como en una forma de
avance meditado, observando siempre con cuidado sus reacciones.


Tenia que ser a as� porque nunca le hice a Sandra insinuaci�n alguna acerca
de lo que me estaba pasando con ella..


Su cuello me parec�a delicioso y ensimismada por esa suavidad fue que daba
mayor presi�n a mis masajes y fue en ese momento cuando Sandra levanto
lentamente su mano derecha y yo me qued� quieta, porque present� que ella
detendr�a mi mano causante de ese masaje insolente, pero no fue as�. La mano
derecha de Sandra paso por sobre su hombro y comenz� a rozar con suavidad pero
sin equ�vocos mi teta izquierda por sobre mi blusa.


Ella me estaba acariciando francamente.


Lo que sent� en ese momento es dif�cil de describir. Ella estaba respondiendo
en forma espontanea a mis maniobras con una caricia franca, que si bien no tenia
la audacia de mis masajes, era una se�al inequ�voca que deseaba un acercamiento
f�sico conmigo, que hab�a entrado en un terreno de comunicaci�n er�tica que era
el mundo en que yo me hab�a sumergido desde d�as , desde que hab�a llegado.


Me sent�a desfallecer, pero al mismo tiempo quer�a controlarme porque no
pod�a destruir por impulso la maravilla de su respuesta .


As� continu� con el masaje como le estaba haciendo, pero ahora abandone
francamente su cabello y mis dos manos avanzaron hacia sus pechos. Ni toda mi
imaginaci�n afiebrada de mis noches de masturbaci�n pensando en su cuerpo,
igualaban a la sensaci�n arrolladora de tener en mis manos esos pechos divinos.
Sus pezones recibieron mis caricias con una presencia grande y dura que era una
muestra fehaciente de una excitaci�n en pleno desarrollo. Fui abriendo su blusa
con pausa, ahora quer�a demorarme lo suficiente en cada movimiento, de modo que
cuando abr� el ultimo bot�n y esas maravillas quedaron libres para mi, la
tensi�n en mi cuerpo estaba a punto de estallar.


Sandra dejo de acariciar mi teta izquierda y tirando de mi brazo me hizo
salir para llevarme frente a ella y con una diligencia que me pareci� extra�a
desabrocho mi falda y me dej� con mis peque�os calzones y de pie. Entonces
separe las piernas y me sent� a horcajadas sobre sus muslos , me desprend� de la
blusa y me abrace a Sandra que se movi� lo preciso para que nuestras tetas
buscaran su acomodo en medio de unas sensaciones t�ctiles que retumban con eco
repetido en mi vientre. Por primera vez nos miramos a los ojos y ella debe haber
visto en los m�os la misma pasi�n incontenible que reflejaban los suyos.


Busque su boca entreabierta y nos fundimos en nuestro primer beso , una
hoguera llena de promesas , unas suavidades infinitas, unas lenguas locas, tan
locas como nuestras manos que se buscaban por toda la superficie de nuestros
cuerpos.


Fue el inicio de una dicha arrolladora y diferente.




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Relato: Inquilina
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