Bien s� que es poco, muy poco lo que entender�s de esta
carta, como no pudiste entender nada de lo que te cont� en aquella primera
conversaci�n de hace ya dos a�os.
Tampoco influir� en tu decisi�n de alejarte de mi, en
olvidarte de nuestra amistad, pero creo que no puedo hacer ahora demasiado para
disuadirte.
Sin embargo, a�n siento que en estos momentos en que la
incomprensi�n y la soledad se ciernen sobre mi, necesito contarte una vez m�s
sobre este camino que m�s que recorrerlo me lleva sin que pueda �o quiera?
cambiar mi rumbo.
Por eso quiero hablarte de porque pas� todo lo que pas� con
la fiesta, y si me atrevo, algo m�s sobre el despu�s, Roberto incluido.
Es cierto que, como le dijiste a Paula cuando te cont� de mi
presencia all�, hac�a m�s de tres a�os que mi conducta era "normal". De hecho,
ya estaba preparando mis cosas para la nueva etapa que empezar�a en Buenos Aires
cuando me fuera a vivir a la casa de mi padre, para ayudarlo en su f�brica.
Dos d�as antes de la fiesta de mi hermana, acordate, era su
cumplea�os, Hilda, mi t�a, me llam� con mucho misterio para que fuera a su
habitaci�n. Reci�n llegaba de la calle, cargada de paquetes, y al mismo tiempo
que me pidi� ayuda para llevarlos me habl� de la "m�s grande sorpresa que me
esperaba".
Dej�, siguiendo sus indicaciones, los paquetes sobre la
peque�a mesa ratona y me qued� a la expectativa, en tanto no perd�a detalle
sobre ella. La recordar�s como muy bonita, con esa especie de cierta madurez que
le daba a su cuerpo su atractivo tan particular, deslumbrante, siempre dije yo.
Que adem�s ella subrayaba con ese modo de vestir tan
personal, que sin hacer mucho caso de las modas, no hac�a que cediera un �pice
de su elegancia y femineidad.
En esa ocasi�n usaba un muy sencillo vestido negro de seda,
muy corto, nada ajustado, pero igualmente pegado subrayando todas las l�neas de
su cuerpo con cada movimiento, con cada simple gesto. Pero si hab�a algo que me
fascinaba, como siempre, era su manera de andar sobre esos alt�simos y delgados
tacos que resaltaban maravillosamente la esbeltez de sus piernas enfundadas en
las fin�simas medias oscuras.
Abri� uno de los paquetes y sac� un largo vestido que en ese
primer despliegue que hizo extendi�ndolo sobre sus brazos, ocasion� todo un
revolotear de textura y color que me dej� con la boca abierta.
�Te gusta? Me pregunt�, sonriente y ansiosa por conocer
mi impresi�n.
No supe muy bien que decir. O mejor si, pero no me
atrev�. Algo hab�a vuelto a despertar en mi, ese vestido remov�a cosas
dentro m�o de las cuales no quer�a saber, la falda de un hermoso sat�n oro,
algo as� como una sobrefalda abierta de gasa, la forma en picos del ruedo
hac�an que resistir la tentaci�n de tocarlo se convirtiera para mi en una
tortura. Pese a todo le contest�,
Es muy lindo- Y en vana pretensi�n de exorcizar los
demonios agregu�,
�Te va a quedar precioso! �
�A mi? �No mi querido! �Esto es para una jovencita!
�Aunque me encante, esta ropita ya no es para mi! �Este vestido es para
lucir! �Tonto, es para vos, sos vos quien lo va a lucir!-
Hilda, �que ni se pase por tu cabeza empezar otra vez
con estas cosas! T�a, por favor, sab�s cuanto me costaron aquellos
juegos!-
Juegos que te gust� jugar� -
�Pero que ya no quiero repetir! �
�Est�s tan seguro de eso? �Te olvidaste de cuando me
dec�as cuanto te gustaba ser una nena?
T�a, por favor�.
�Ya pasaron aquellos deseos de aprender a caminar con
mis tacos? �De ponerte mi ropa interior? �D�nde vas?
�No quiero seguir con esta conversaci�n�!
Me detuvo, aprisionando mi brazo y acerc�ndome luego a
ella, hasta que sin saber muy bien como ni porque me encontr� abraz�ndola y
casi sollozando me apret� contra su cuerpo. Ella me mantuvo as�, acarici� mi
cabeza, mi cara, la apoy� fuerte contra su pecho. Su perfume volvi� a
embriagarme como en aquellos otros tiempos en que a�n ni�o so�aba despierto
con su fragancia.
Mi querida, mi linda ni�a�.
No soy tu querida ni�a, no me llames as�. Soy tu
sobrino, soy el chico que nadie quiere en esta casa. No fui ni ser� la
chica con que todos ustedes deliraron� O con la que se divirtieron�.
Se sent� en la cama y me hizo sentar a su lado.
Te propongo algo que me parece justo para vos mismo.
Dejame que te vista y te arregle. Si luego de eso, segu�s pensando que no
quer�s hacerlo, yo misma te ayudar� con tus cosas y te llevar� a Buenos
Aires. �Te parece bien?
No es justo, nada justo�.
Pero ella ya hab�a desprendido mi camisa y a pesar de
alg�n conato de resistencia me la quit�. Me mir� un instante y me volvi� a
abrazar mientras me acariciaba la espalda, los hombros, los brazos. Sus
manos sobre mi piel, sus largos dedos jugando sabiamente en mi cuello, en
mis orejas, enred�ndose en mi pelo, dejaron muy poco de mis negativas a
salvo. Cuando con mucha lentitud pas� los breteles de un corpi�o por mis
brazos poco hice para impedirlo. Cuando lo abroch� en mi espalda casi no
quedaba nada del chico que hab�a querido discutir con ella.
Fue cosa de instantes estar ya totalmente desnudo y
sentir que algo volv�a muy fuerte desde el pasado mientras sub�a por mis
muslos la breve bombachita que hab�a elegido para mi.
Pas� por sobre mi cabeza un suave baby doll y luego, ella
recostada sobre los almohadones y yo reclinado otra vez sobre su pecho, en
tanto ella estiraba la gasa para cubrir mis muslos, me abandon� a las
tumultuosas sensaciones de aquellos minutos y cuando levant� mi barbilla y
me bes� en la boca, supe que cualquier cosa que ella quisiera hacer de mi,
podr�a lograrlo sin que mi voluntad pesara en algo.
�Te escandaliza mi relato querido amigo? As� lo creo.
Pero as� soy. �Qu� mas contarte? �Los dos d�as que siguieron, con sus tardes
dedicadas por entero a los preparativos? �Contarte sobre como matiz� mi pelo
con tonos dorados, c�mo lo recort� hasta crear una hermosa y muy femenina
cabeza? �Todos los pasos que di en aquella habitaci�n hasta sentir que mis
tacos eran parte de mis piernas?
Para no afear el vestido que me estaba destinado, Hilda
me hizo poner una larga pollera suya, con la que practicaba al caminar los
gestos para que el ruedo no tocara el piso, para recogerla cuando me
sentara, para sostenerla �.�cuando bailara! �Si, como lo est�s leyendo!
Porque entre todas sus ideas, consejos y recomendaciones me dej� su
seguridad de que en esa noche de la fiesta sabr�a por primera vez lo que
significar�a moverme llevado por los brazos de un chico.
Finalmente, unas horas antes de la fiesta, ella se ocup�
de todo. Me pein�, me maquill�, eligi� el color para mis p�rpados y mis
labios, se empe�� en asegurar un hermoso par de aros, dedic� largos minutos
al relleno de mi corpi�o, me ayud� con las medias porque yo en mi
nerviosismo corr� una de las del primer par, me calz� los zapatos y
finalmente, desliz� el vestido sobre mi cabeza, para retirarse un par de
pasos y admirar su obra.
Y curiosamente, amigo m�o, cuando con ella a mi lado,
camin� hacia la sala, ya hab�a dejado de temblar.
Contra lo que pensaba al empezar esta carta, no te
contar� m�s. No al menos hasta recibir tu respuesta, si es que la hay, y
saber que a�n tengo a mi entra�able amigo. Al amigo que tal vez tendr� que
serlo de la que creo ser yo ahora.