Una tanga amarilla
No hac�a mucho que me hab�a casado, ten�a 20 a�os, y mi
marido se hab�a ido a la Capital para sumarse a la protesta contra las nuevas
medidas del Gobierno Nacional que quer�a privatizar la empresa estatal donde
trabajaba. Al pie de la escalerilla del bus rentado por el sindicato nos dimos
un beso, y s�lo nos fuimos todos aquellos que est�bamos ah� para despedirnos
cuando ellos se marcharon dando gritos, v�ctores en tanto golpeaban tambores y
redoblantes. Regresaba a nuestro hogar muy preocupada por la integridad f�sica
de mi esposo, fue cuando me encontr� con Alejo, un amigo y ex compa�ero de
trabajo de otros tiempos de mi marido. En s� el sujeto era muy simp�tico y
amable, m�s de una vez hab�amos cruzado un par de esas miradas que connotanban
algo m�s que curiosidad. En esa �poca �l estaba solo, hab�a terminado con una
relaci�n por celos de ella aunque, seg�n mi esposo, estaba m�s que justificado
ya que era demasiado mujeriego.
Alejo se acerc� a m� preguntando a qu� se deb�a que anduviera
a esa hora por la calle y sola, sin dejar de sonreir escuch� los hechos m�s
recientes e importantes de mi vida matrimonial, m�s o menos lo que estaba
pasando, de repente me interrrrumpi� para preguntarme si deseaba beber una
cerveza en alg�n carrito de los tantos que funcionaban a esa hora en el parque.
Por supuesto me negu�, pero Alejo no era un tipo de dejarse vencer en el primero
-ni en el cuarto- "no" as� que se las compuso para que, a las cansadas,
aceptara.
Por entonces estaba de moda usar calzas ajustadas, yo luc�a
una aquella noche con una remera suelta de piqu�t, zapatillas y una mochila
mediana donde llevaba algunas de mis cosas. La cerveza, sin un bocado previo me
marea, no digo que me emborrache pero s� que me desinhibe con lo cual me vuelvo
algo permisiva sin que por ello pierda la consciencia de mis actos pero como no
ten�a ninguna obligaci�n laboral de ma�ana y por entonces hac�a mi carrera en
horas de la tarde bien pod�a aceptar caer en ese estado para despu�s dormir
hasta el mediod�a si fuera necesario.
En la segunda cerveza ya me re�a de cualquier estupidez, �l
me contaba sus an�cdotas sobre sus amor�os y yo hac�a lo mismo acerca de los
m�os pero sin hacerle confesiones que despu�s complicaran mi vida. Vaya a saber
cu�nto tiempo llev�bamos ah� pero nos dimos cuenta que estaban por cerrar, nos
levantamos de nuestra mesa y nos fuimos, al salir del lugar decidimos ir hasta
la avenida a buscar un taxi para que yo pudiera volver a mi casa, Alejo caminaba
a la par m�a ofreci�ndome su brazo el cual acept�. Segu�amos hablando y haciendo
chistes de nuestras vidas, por supuesto que ya hab�amos cruzado el nivel en el
plano m�s �ntimo de nuestras vidas cuando me pregunt� si a�n ten�a la tanga
amarilla de lycra transparente que me hab�a regalado mi marido en mi �ltimo
cumplea�os. Sorprendida le pregunt� c�mo era que lo sab�a, entonces se encogi�
de hombros y sin m�s vuelta respondi� que hab�a sido �l y no mi esposo quien la
hab�a elegido, lo mismo que con otras bragas y perfumes que tuvieron el mismo
origen. Me qued� sorprendida, le pregunt� qu� m�s le hab�a dicho a mi marido,
sonri�, mir� para los costados como asegur�ndose que no hubiera indiscretos
testigos antes preguntarme, no sin dejar de fingir timidez, qu� quien imaginaba
yo que le hab�a ense�ado a que me lo hiciera en cuatro, en el borde de la cama,
mientras mi esposo me penetraba por atr�s de parado; o de d�nde imaginaba que
hab�a partido la sugerencia que me depilara por completo para tener una mayor
dosis de placer durante una deliciosa sesi�n de sexo oral; o quien... y
continu�, para mi may�scula sorpresa, agregando ejemplos con detalles muy
�ntimos de nuestra vida sexual que s�lo manten�a en mi matrimonio.
Tampoco se olvid� de describir un peque�o lunar que tengo en
la ingle de mi pierna derecha, zona que deb�a afeitarme con sumo cuidado sino
quer�a que sangrara; estaba estupefacta y para colmo trataba de disimularlo mal,
aprovechando mi absoluta sorpresa, me describi� mi pose sexual predilecta, mis
gestos durante mis orgasmos, como prefer�a que me tocaran el cl�toris y esas
cosas y mientras hablaba decidimos sentarnos bajo un frondoso �rbol en un banco
de cemento sin respaldar, como dije estaba un poco alegre gracias a la cerveza y
sorprendida ante semejante confesi�n por eso me sent� como si fuera a montar el
banco s�lo que me abrac� a mis rodillas apoyando mi ment�n entre ellas sin dejar
de escuchar a Alejo quien s� estaba sentado como debe ser pero con una de sus
manos acariciando una de mis pantorrillas. Sin perder su sonrisa quiso saber qu�
cosa hab�a dicho mi esposo de �l, le respond� de su fama de mujeriego y
enamoradizo, y eso era todo; se qued� parado, mir�ndome a la espera de algo m�s.
De pronto su mano se hundi� entre mis piernas, me sobresalt�
sentir sus dedos tocarme mi sexo por encima de mi ajustada calza mientras se
acercaba m�s a m�, luego su mano libre tom� una de las m�as para darle besarla
en tanto me dec�a existir una raz�n para que �l fuera as�, que la culpa de todo
era yo, casada y con su mejor amigo para colmo, que me amaba desde el d�a que
fuimos presentados, por eso se hab�a esforzado en hacerme llegar sus regalos e
ideas a trav�s de mi marido sin que este sospechara nada, que le hab�a sugerido
como amarme durante el sexo para �l imaginarse en su lugar y repetir mis gestos
en otras mujeres que quer�a pero que nunca llegaba a amar.
Confes� sufrir de amor por m� y que a pesar del poco tiempo
que durara la ausencia de mi marido alcanzar�a lo que yo pudiera darle aquella
noche para esperar la otra eternidad y buscarme en todas las otras vidas que
sobrevinieran; a �l le servir�a de consuelo su amor consumado a cuenta del aquel
que alguna vez llegar�a para siempre. �C�mo negarme ante una declaraci�n de amor
semejante? �C�mo no aceptar ese beso? �C�mo no sentir su firme erecci�n debajo
de su pantal�n cuando hizo que la tocara con mi mano? �C�mo resistirme a meterme
su endurecido sexo en mi boca y mam�rselo hasta que me la inundara con su leche
sentada en aquel banco, entre sus piernas, debajo del frondoso �rbol que nos
aseguraba total discreci�n?
Cuando termin� me sent� sucia, si bien no era ninguna santa
me dol�a serle infiel a mi marido mientras �l se ausentaba luchando por sus
derechos de trabajador y para colmo con quien dec�a ser su mejor amigo. Nos
tomamos de la mano para ir a la avenida por ese taxi que nos llevar�a a su casa
donde pas� la noche, en un cuarto desordenado, con s�banas sucias y rara veces
cambiadas, con ropa limpia y sucia mezclada en un mismo caj�n mal cerrado,
cuando me desnud� apag� la �nica luz encendida antes de permitirle que me
atrapara con sus brazos, sintiendo el roce de su piel desnuda y su firme
erecci�n dispuesta a hacerme gozar durante aquella noche y hacer real aquel amor
en nombre de la felicidad.
Es justo decir a favor de mi marido que como alumno hab�a
superado a su maestro pero no puedo dejar de reconocer que Alejo su habilidad
para chupar muy bien mi sexo, su lengua era un instrumento de sumo placer y
cuando tuve mi primer orgasmo, sin que me lo pidiera, me puse en cuatro al borde
de la cama, lo v� acomodarse detr�s de m� por encima de mi hombro, y sin m�s
tr�mite me penetr� hasta los pelos. A diferencia de mi marido lo hac�a sin
protecci�n, era su derecho me dijo, y no me importaba, sent�a amar a ese hombre
con mayor intensidad en cada palpitar de su glande cuando se vaciaba dentro de
m�.
Quiso hacerme la cola, se lo negu�, no me simpatizaba ser
sodomizada por entonces; en compensaci�n chup� mis tetas y me masturb� hasta el
orgasmo, despu�s de eso me sent� encima de �l para cabalgarlo durante un largo
rato antes que me inundara con su leche despu�s contorcionarme como loca durante
mi orgasmo, estaba exhausta, igual me enterraba a los saltos su firme y
volc�nica explosi�n de esperma sin dejar de hacer c�rculos con las caderas.
Agotados, nos abrazamos y dormimos algunas horas hasta que en la madrugada, de
nuevo, comenzamos otra vez hasta alcanzar el borde mismo de la muerte de tanto
sexo y placer.
A media ma�ana estaba tumbada con mis piernas apoyadas sobre
sus hombros, recibiendo sus embestidas en tanto me mord�a los nudillos para no
gritar y as� llamar la atenci�n de los vecinos y en eso estaba, gozando de
manera irracional cuando alguien llam� a la puerta, qued� petrificada en esa
posici�n. Los golpes insistieron otra vez, estaba aterrorizada, salt� de la
cama, una voz en mi interior me dec�a que no pod�a ser mi marido pero otra me lo
anunciaba a los gritos; mir� a Alejo y en �l vi el gesto del hombre dispuesto a
lo que fuera en nombre de su amor.
Fue hasta la puerta con decici�n, la abri� lo suficiente para
averiguar quien era. Result� ser una vecina, como �l viv�a solo con su ind�mita
naturaleza de mujeriego irrefrenable la abuela de al lado de su pieza de pensi�n
le tra�a un pedazo de torta de cumplea�os para que la probara. Se lo agradeci�
mientras recib�a el peque�o plato luego vino a m� pero yo ya no quer�a saber
nada, intent� abrazarme y lo rechac�, sin �nimo estuve a punto de decirle que
quer�a salir huyendo de ah�, en cambio �l prepar� caf� y comimos la maldita
torta de cumplea�os.
Me convenci� otra vez, volvimos a la cama para quedamos
abrazados y al rato est�bamos d�ndonos peque�os besos mientras lo escuchaba
decir cosas que endulzaban mi vida pero que no pod�a hacer que superara el
miedo. No sin esfuerzo hice con mi boca alcanzara una erecci�n lo
suficientemente duradera para ser penetrada otra vez, se ubic� entre mis piernas
y ah� se mantuvo hasta que yo tuve mis acabadas, volvimos a dormirnos, cuando
nos despertamos no necesit� decirle que la magia se hab�a esfumado para siempre.
Nunca m�s volvimos a estar juntos, cuando mi matrimonio se
derrumb� �l estuvo ah� para darme su apoyo, su amor, pero no lo acept�, Alejo
era la parte de esa vida de la que me quer�a alejar. Miento si niego que no hubo
besos ni abrazos despu�s de aquello, pero nunca llegamos al sexo, la enorme
traici�n sindical hizo que mi marido y miles de compatriotas perdieran sus
empleos, fue cuando mi matrimonio se quebr� para comenzar a desintegrarse. El
mismo amor que me prodigara Alejo lo encontr� en quien es hoy mi segundo marido,
esta vez no lo dej� escapar pero no pude desprenderme de esa parte de m� en el
que sexo y el placer no se sujetan a instituciones ni c�nones morales, me gusta
el sexo, me gustan los hombres; hay cosas que no se pueden evitar.-