Ella ten�a 15 a�os, era alta, morena, sus pechos eran
medianos pero firmes, su cabello enmara�ado culpa de sus rulos largos pero bien
arreglados, su mirada verde irradiaba inocencia, sus piernas parec�an echas por
�ngeles, firmes, torneadas, esplendidas como piernas de buena deportista que era
desde peque�a. Vest�a su cuerpo todos los d�as con su pollera escocesa verde y
roja a tablas, la camisa blanca reglamentaria y la corbata haciendo juego con su
pollera, a las siete treinta tomaba el transporte hacia la escuela.
La hora de historia la invitaba a pasear por amores pasados,
donde encontraba su cuerpo de macho cabrio en todos lados. El era alto, sus
cabellos lacios y casta�os se manten�an es perfecto estado a pesar de las 43
primaveras que hab�an vivido ya sus ojos negros, no era un modelo de revista lo
que a ella le parec�a mas atractivo aun.
El sonido de la alarma que anunciaba el final de la clase la
tra�a nuevamente al mundo real, el mundo al que odiaba y amaba tener que volver,
el la esperaba cada d�a en la puerta de su escuela, le daba un beso enorme en su
mejilla, le dec�a buenos d�as princesita, y la llevaba en su auto a almorzar,
ella so�aba que por un rato era su mujer, acomodaba su servilleta entre juegos,
y le daba de comer como a un bebe, pero la alegr�a duraba solo una hora diaria,
que, aunque odiaba tener que aceptarlo, los a�os la hab�an llevado a resignarse.
Otro d�a mas la rutina de la c�rcel de su mundo la tra�a a su
escuela, otro d�a mas las materias la situaban a pensar en el cuerpo de el, ella
lo amaba desde hacia 5 a�os ya, lo deseaba con cada hormona de su cuerpo, el
pensarlo la hacia transportarse a un mundo perfecto, a un mundo donde nada ni
nadie pod�a impedir su amor, su amor prohibido como hombre y como mujer.
Ese d�a el la espero como cada d�a en la puerta de su
escuela, pero con la mirada distinta, la abrazo como nunca antes y como nunca
antes le dijo, buenos d�as mi amor, ella noto el cambio, y, aunque el miedo
recorr�a sus venas, se sinti� feliz. El sabia que ella lo amaba, y ella sabia
que el tambi�n lo hacia, pero el pecado los hab�a echo contenerse desde siempre.
El camino al restaurante donde sol�an jugar a ser marido y
mujer era distinto hoy, el se dirig�a a otro lado y ella lo sabia pero no emiti�
sonido en todo el viaje. Se bajaron normalmente y subieron por el ascensor hasta
el tercer piso del edificio donde el viv�a, ese piso que ambos hab�an so�ado
durante miles de noches de transpiraci�n solitaria que era su refugio de amor.
Tras pasar la puerta que los separaba del mundo que los condenaba se abrazaron
tiernamente, las manos de ambos temblaban.
Ella- Por fin te animaste.
El- Silencio princesa, no hables mas y disfruta.
Las experimentadas manos de el, la despojaron a ella de su
uniforme escolar r�pidamente, su ropa interior era de algod�n, la t�pica ropa
interior de una nena pura, que se hab�a guardado hasta el d�a de hoy, para el
due�o del nombre que hab�a sido culpable de sus insomnios por a�os.
Las manos inexpertas de ella despojaron el cuerpo de su
hombre de su ropa lentamente, ahora, ya no hab�a mas tiempo para arrepentirse,
ambos estaban desnudos y deseosos de poseerse el uno al otro, aunque esa fuese
la primera y la ultima vez que pudiesen hacerlo.
Recorrieron sus cuerpos con caricias lujuriosas, se
mordieron, se besaron, se lamieron hasta no poder m�s, se mor�an de deseos de
ser uno solo, de fundir sus sexos en uno y morirse en el momento de �xtasis
despu�s de haber cumplido su sue�o, y as� lo hicieron, el la acomodo en la mejor
de las posiciones y se subi� despacio a su cuerpo, ella temblaba de miedo y
deseo, el apoyo su glande en la entrada de su vagina y presiono con cuidado,
ella gritaba, eran gritos de dolor mezclados con placer y felicidad, el la ahogo
en un beso apasionado y de un golpe se acomodo completamente dentro de ella.
Ella- Te Amo
El- Y yo te amo a vos, mi princesita.
.
El dolor hab�a desaparecido, ahora todo era placer puro, el
mejor de los placeres, el la cabalgaba sin piedad, mat�ndola con cada embestida,
ella gem�a y lloraba de placer y felicidad, el momento esperado llego antes de
lo pensado, el la lleno de su n�ctar y ella entre temblores tubo el primer
orgasmo de su vida con un hombre. Se acariciaron, se besaron dulcemente, se
repitieron mil y un promesas de amor.
Ella- Te amo hermano, gracias por hacerme una mujer, gracias
por hacerme tu mujer.
El-. Y yo te amo a vos, mi princesa, mi hermanita.
El fruto del pecado, naci� nueve meses despu�s.